Robo de las piedras de la custodia de la Catedral

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ROBO DE LAS PIEDRAS
DE LA
ICUSTODIA DE LA CATEDRAL
1876
\
8': J.
~
. ~'
BOGOTÁ
IMPRENTA DE GAlTAN.
Este libro fue digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá-Colombia
ROBO DE LAS PIEDRAS
DE LA OUSTODIA DE LA OATEDRAL.
Un hecho tan sacrílego i cínico como el robo de las piedras
de la custodia de la Catedral, ejecutado en esta ciudad donde la
fe i la ilustracion van a la par, merece ser estudiado detenidamente para que se vea que no faltan ni la sancion relijiosa, ni la
sancion civil contra los que sin respeto a la Divinidad la roban
en el mismo sagrario, en el trono de su r esidencia
Por desgracia siempre los hombres malos quieren arrastrar
en pos de sí a personas ajenas a sus máximas para hacerlas aparecer formando coro en sus maquinaciones criminosas i lograr,
si no formar prosélitos, al ménos la triste satisfaccion de haber
hecho una víctima. Esto me ha sucedido ahora cuando me han
buscado espresamente para hacerme aparecer como autor o cómplice del sacrílego robo de las piedras de la custodia i por consiguiente víctima del mismo crÍmen.
P ersonas caracterizadas por su moderacion i piedad, para
quienes la desgracia es un elemento que mueve los sentimientos
filantrópicos i j enerosos de su COJ'azon, me pidieron que despues
de la sancion judicial hablase tambien en el asunto, tanto para
mi satisfaccion personal, como para satisfacer la lealtad de mis
amigos. Así lo hago l'efirieULlo simplemente los hechos ejecutauos
en mi persona, con las reflexiones que la mis::na cansa me sujiere.
Afortunadamente al saberse en esta ciudad que me querian
hacer cómplice en el sacrílego robo de las piedras, se levantó un
grito unánime proclamando mi inocencia i en el mismo principio
de la calumnia se vió proclamado por la sociedad el fin que neo
cesal'ian~ente debia tener. Sea, pues, este el lugar de tributar un
público reconocimiento de gratitud a las personas de sano criterio
que alejaron toda sospecha de complicidad mia i que me favorecieron con los recursos de su amistad i caridad.
1.
A la una de la tarde del dia 14 ue diciembre del año próximo pasado se pre3entó el señor Alcalde acompañado de unos
tantos policías i de un muchacho llamado Rafael Melo en la casa
de Asilo de indijentes, lugar de mi residencia, con el objeto de
averiguarme unas piedras preciosas que se habian robado de la
custodia de la iglesia Catedral. Confieso que tan inesperada visita
i el objeto porque se me haéia me sorprendieron en estremo
tanto que al principio no pude dar respuestas bien coordinad~
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a las preguntas que caprichosamente me fueron hechas. Ordenóse
inmediatamente el ' esculco de mi persona, el que fué ejecutado
por los policías con tan ninguna decencia, que me hicieron desnudar completameute, i se llevaron un rasca-Oldos de cobre que tenia
juzO'ándolo finca robada. Miéntras unos me esculcaban, otros
desbarataban mi colchon para buscar entre la lana las piedras, i
llevaron a tanta escrupulosidad el esculco, que derramaron la
tinta para ver si en el tintero habia.es~eralda~. No ~al.lando en
mis pobres bienes cosa alguna que mdlCase mI comphCldad, llamaron al muchacho Melo, quien figuraba como denun~iante, e
interrogándole el señor Alcalde le dijo :-i Dónde vió usted al
señor Urrutia vendiendo las esmeraldas? A lo que contestó el
muchacho diciendo, que me ha~ia visto adelante del p,uente de
San Francisco en un zaguan l'ejlstrándolas en un papel, 1 que me
habia asustado con la presencia del niño. Era tal el atolondramiento del muchacho que para que diera estas respuestas lo forzaban otros dos concunentes q l1e lo ha bian llevado.
E sta invencion i la circunstancia de ser un muchacho menor
de edad el protagonista de la calumnia me admiraron en estremo,
pues nunca habia llegado a comprender que llegara la perversi.
dad del corazon humano hasta el estremo de calumniar los muchachos con tanta audacia i cinismo en presencia de la misma
antoridad.
Tornando el se~or Alcalde una severidad imponente pregun·
tó de nuevo al chino i en qué dia me habia visto? Contestó di·
ciendo primero que el domingo, despues dijo que el lúnes, dias'
precisamente en los que yo no habia saEdo a la calle. Dijo despues que donde yo estaba rejistrando las piedras no era adelante
del puente de San Francisco, sino arriba del Colejio del Rosario.
No pudo ménos de comprenderse por todos los que estábamos
presentes en la escena, que habian sobornado al chino por medio
de la paga para que sostuviera tan infamante calumnia en contra
mi a, porque a leguas se dejaba v(}r que el papel de Melo en esta
escena era sumamente forzado.
En medio de este mare magnum de contradicciones i calumnias determinó el señor Alcalde mi retencion para averiguar los
hechos, i nI efecto en medio de policías me trasladaron a la Casa.
consistorial.
Por un imprevisto descuido dejaron libre al chino Melo, i
esto dió lugar a que se ocultara despues a la accion de la policía.
. Reflexionando ahora sobre estos hechos, mil pensamientos
~l vers.os se OCUl'l:~!l en tropel. V ése en primer lugar la inmorah?a~ 1 fal~a de rehJlOn a que ha llegado nuestra sociedad, cuando
m DlOS mlsmo se escapa de las garras de los mal vados.
En segundo lugar, se nota que por un espíritu de animad ver.
SlOn, pel'!wnas. mal, aconsejadas echan la culpa de sus crímenes en
casos graves 1 9,Ulzá en los que ellos mismos son autores, a las
personas mas leJanas de ellos.. 1 la autoridad civil, el mas grande
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baluarte de nuestras insti.t.uciones sociales, la autoridad a veces
:Baquea , a veces precipitada se deja llevar por la corriente de los
díce7'es i muchas ocasiones es víctima de la justicia el inocente
quedando en libm'tad el malvado.
En tercer lugar, resalta sobreman era el abandono, la completa indiferencia con que se mira por los empleados de la iglesia
la g uarJ a i cuidado de las cosas sagradas qu e les están confiauas.
D e esto, como conocedor, me ocuparé porque es de suma importancia.
En la Catedral hai una jetar quía de empleados tan bien es tablecida, que cada individuo, cada empleado, sabe precisamente
cuáles son sus obligaciones i la r esponsabilidad que cada destino
apareja. Basta pues analizar la palabra 8acristan para saber lo
que ést a significa i por lo mismo las obli.gaciones anexas al destino.
Corno gua7'dad07' de las cosas sagradas, el Saeristan es el responsable de las fincas i enseres que se le entregan a su cuidado, i
esto no solo se U flfi en la Catedral de Bogotá, sino en el mas triste
pueblo, i es por esto que para d estino tan santo se buscan siempre p erso nas <.le edad, honradez i r esponsabilidad, pues que así
lo manda la iglesia i consta en las disposiciones canónicas r elativas
al asunto. En mejores tiempos se escojian para sacristanes menores de la Catedral sacerdotes r espetables, como los doctores
Pérez i Hurtado, o se daba este empleo a seminaristas honrados,
i no como ahora a muchachos llenos de pasiones lúbricas a qui.enes
no alcanzándoles el sueldo para sostener su lubricidad, tienen
que ocurr ir precisamente a acciones como las que han ejecutado.
Bien claramente se demuestra, i matemáticam ente se puede
probar, que ese robo no ha podido ser d e dia por razones poderosas. La igl esia Catedral se abre toclos los dias poco ántes de las
seis <.le la mañana, como est.á mandado por disposicion del Sínodo,
en la parte fina l llamada jeneralmente consuetas, i desde esa hora
hasta que se ci erra no falta j ente en la iglesia, mucho ménos estando en el año santo, cuar.do todos están ganando el jubileo i
siendo la Catedral un a de las iglesias señaladas para hacer las
visitas. No es creible por lo mismo que en la católica Santafé de
Bogotá faltasen personas que dejasen de f¡'ecuentar la iglesia en
los dias domingo 12 i lúnes 13 de diciembre. Por otra parte~
conforme a las l eyes económicas de la Catedral, el acólito que
llaman el semane1'O, a cuyo cargo están las llaves de la credencia,
que es un a caja donde se guardan los candeleros, jarra i platones
de plata que sirven todos los di as en la misa, el acólito, decirnos,
tiene obligacion de estarse permauentemente en el presbiterio
t eniendo cuenta el altar, para evitar precisamente un conflicto
como del que tratamos. Cuando acaban los divinos oficios i ya
han cenado la iglesia, el sacristan con los acólitos, ántes de retirarse, hacen una ronda por todo el templo, rejistrando las cerraduras de las puertas para que todo quede en completa
seguridad.
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No siempre cumplen con estos deberes, i con pena tengo que
recordar alD'unos hechos por via de digl'esion.
Por lo~ años de 186'('* estaba de Sacristan el presbítero doctor Cándido Téllez i yo dormía en la caga del señor doctor 8aavedra, frente a la puerta falsa de la Cate.dra1. U na noche al.salir
a las siete para ir a un ensayo, ví el postIgo de la puerta abIerto
i penetré en el templo. Mi primer cuidado fué lla: mar a Téllez,
pues que toda la plata i la custo~lia llamada preCl<";>sa estahan en
servicio por celebrarse la solemll1dad del octav~l'lo. de~ Có.~pus.
No habiéndome respondido Téllez, subí 111 presbltel'lO I reJlstré
perfectamente el altar; viendo que no falta:ba cosa alguna pasé
a la sacristía i repetí las voces llamándolo, 1 como no me respondiese rejistré aunque con cierto pánico, la iglesia. Entónces llamé
una ~lluchacba criada del doctor Saavedra, llamada María, que
aun vive, i ést~ se quedó sentada en el P?stigo con recomendacion
de que si alguno trataba de entrUl:, grItara al mo~ento. E~to
mismo, en caso dado, se comprometIó a hacer un: se?ora N arClsa
que hace helados. Partí en ese momento a la habltaclOn del señor
Téllez, que vivia al pi~ de Ejipto en casa del docto~' Pio Mol~no,
i allí, con las reservas del caso, pOl'q ue yo no quena que supIese
nada don Pio, le manifesté a Téllez en el corredor el objeto de
mi inesperada visita. Bajamos a la Catedral, rejistramos el altar
i con placer vimos que no faltaba nada. Dejo a la prudencia de
los lectores los míl comentarios que se pueden hacer en el asunto.
Algunos años despues, a tiempo de retirarse el señor Téllez,
unos ladrones que estaban escondidos, o que habian penetrado
furtivamente en la sacristía, amarraron fuertemente al mismo señor Téllez, le rompieron la sotana i le picaron con un puñal. El
objeto era robarse la custodia preciosa. Entablóse una tenaz i
ruela lucha entre el Sacristan i los ladrones; aquel porfia.ba por
libl'arf>e de las garras de tales visitantes i éstos con brutal atrevimiento pedian la entrega de la custodia. La casualidad de haber
gol peado en esos momentos en la puerta de la sacristía, hizo q!le
los ladrones tomasen la fugn.
Ya en otro ti~mpo tambien habia sufrido la custodia preciosa algunas estracClOnes despojándola de sus mas valiosas piedras
que fueron l'eemplazadas por vidrios; i como al cabo de un año
fué que se notó la estraccion, el robo quedó inaveriguado .
. Hace l?ocas semanas que un sereno encontró la puerta del
postJg<";> abIerta. Desp u:~ de haber permanecido algunas horas
cU.~todIando e~e ltl~a:, dlO parte al comandante, con quien parp,ce,
re)lstrarol1 la 19lesla 1 no encontraron novedad. I-Iechos son estos
~ue de~uestran que ha habido descuidos ¡ que ad,-ersarios ruJIentes slemp~e rodean .busc~n<lo presas que devorar.
Otras CIrcunstanCIas bIen notables que acompañan a este
rob? demuestran que no ha podido ser tIe dia. Durante el Octavano ~e la Vírjeu las puertas principales del Sagrario permanecen ablertas, porque se descubre la Majestad a la misa de nueve.
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Se adorna el altar, como lo pide tan suntuosa fiesta, con las hermosas alhajas de plata que existen en la iglesia, i por la solemnidad h:ü una consta nte adoracion. No falta, pues, una alma
viviente en la Catedral, elevando sus plegarias al cielo, ni faltar
deben cte su lugar el Sacristan i el Semanero, puesto que la obligacion i la paga son para el cuidado del templo . Decir por 10.
mismo que en una de las mañanas de los dias domingo o lúnes
fué cuando se robaron las piedras, equivale a la respuesta que los
fariseos qu erian hacer dar a los sold ados de Pilato, cuando resucitó Jesus : "Os damos plata i decid que sus discípulos se robaron el cadáver cuando vosotros estábais durmiendo." Pero si la
inmoralidad i desfachatez pretenden subir hasta la altura del Sagrario, la verdad i la evidencia penetrarán ma¡:o allá de los velos
ctel cielo.
Empresa es no solo dificultosa, sino imposible, la de penetrar ladrones en pleno dia por el frente del Sagrario, trepando
por encima del altar i Comnlgatorio pequeño, sin to(;ar siquiera
un ramo, ni mover una sola cera, i mas, con la pl'ecipitud
que siempre tienen los ladrones, hacer una ope1'acion que
demanda tiempo i conocimiento. Al efecto, el mismo señor Alcalde me dijo que habian sacado las piedras con tanta curiosidad
que ni un platero lo hubiera hecho mejor. Ademas, la custodia
queda en un lugar bastante elevado, sobre una gran peana de
plata, i sobre ést~ , otra mas pequeña del mismo metal, piezas que
tienen mas de tres varas de altura, i la misma custodia es de dos
varas de alta. Para hacer pues 1a prolija operacion de la estraccion de las piedras con un a curiosidad que asombra, han tenido
que bajar la custodia i estarse por lo ménos una noche extrayendo las piedras ; cosa q ne no la podian hacer otras personas, sino
las que tuvieran mucho conocimiento en platería, o que hubieran
tratado mui de cerca la custodia. Pero como esta prolija i atrevida operacion no podia hacerse de dia, estando como estaba la
iglesia abierta.; por razones que se dejan caer de su peso, tuvo
que ser indudablemente ue noche.
Segun se sabe, la puerta colateral del Sagrario POl' uonde
sube el Sacristan a encender, apare~ió en el rejistro que practicó
la autoridad despues de denunciado el robo, perfectamente buena, i no se conoció que hubiera habido violencia, ni que hubieran forzado la chapa. El encargado de guardar t'sta llave e9 el
mismo Sacristan. . . . No hai necesidad pues de ocurrir a mayores razones, ni ti'aet· mas argumentos para formar la presuncion
en este asunto. El mismo hecho como el sol en medio dia está
esparciendo luces por doquiera.
Concluido el robo, para que no faltase nada a la maldad,
era preciso buscar una vÍcti ma i echar sobre ésta el odio i la indignacion que tenia qu~ producir tan nefando (;rímen. No debía
ser cualquiera, sino persona conocida para que converjiendo a
ésta todas las miradas de la sociedad, 108 autores malvados queEste libro fue digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá-Colombia
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dasen mas a salvo i pasando por encima de t odas las reglas que
la probidad i la prud encia r ecomier:dan en casos g raves, i hollando con sucio pié las sacrosantas leyes de la caridad, lanzaron a la
faz d e un inocente, contra mí, la atrocid au de un cl'ímen, i qué
crímen, oh Dios santo! el mas atroz í mas nefando: el robo al
mismo Dios !
i 1 qué podré yo decir de mí mismo, juzgándome ahora?
Infortunado desde mi nacimiento hasta el presente, he sufri·
do todas las vicisitudes de la vida, sin ver lucir un año de bonanza. Variaciones en la existencia para aumentar los t rabnjos, pero
jamas la paz a que const antemente anh ela el corazon. En medio
de cont radicciones i trabajos una cosa he conservado ilesa: -la fe,
la relijion que me enseñaron las personas que caritativamente me
educaron. Aprendí a conocer a Dios i a amarle desde mi$ primeros años; i despues, cuando a la luz de la razon se añadió el estudio, conocí a fondo la relijion, i por eso mi vida siempre fué al
lado del altar. t::li por la flaqu eza llumana manchas que siempre
lloro, cubrieron mi horizonte, no por densas acabaron con mi fe.
¿ Cómo podria yo con este conocimiento íntimo del alma, con
esta p ersuasion del corazon mas atrevido que osa, no tocar, sino
robar a Dios mismo sus adornos? Esto es increible, es.Ínconcebible!
11
I
Establecido ya en la Casa consistorial, aguardaba con vehemencia que la autoridad procediese a averiguar i a aclarar los
hechos. Efectivamente, el señor Alcalde me llamó a su despacho el dia 15 a las dos de la tarde i tuvimos una larga i circunstanciada conferencia. Comenzó por preguntarme cómo juzgaba yo que se hubi era efectuado ell'obo? Con la franquE'za que
me es característica le manifesté, que juzgaba que ese robo habia
sido ejecutado por personas mui de casa i conocedoras en la materia, i aduje las razones que dejo espnestas. Estuvimos enteramente de acuerdo. Manifestéle t!lmbien que no podia haber sido
ejecutado de dia por haber siempre jente en la iglesia, i porque
la naturaleza misma de la estl'acclon de las piedras demandaba
tiempo i ~uidado, como efectivamente lo hicieron. Describíle la
colocacion de la custodia, para probarle que para sacar con tanto
ruidado las piedras, debieron haberla bajado, operacion que no
se podia practicaJ' de dia; i que ha b~endo uejado todo en el
mismo lugar en que estaba, demostraba que los ladrones conocian mucho el sagrario. A lo que me respondió: "Esa ha sido
jente de bonete." Hablamos luego del semi-doouncio dado contra
mí por el muchacho Rafael Melo, i me demostró que no tenia
fuerza alguna jurídica, por ser el chino mui menor de edad i
haber que ponerle tutor p9ra tomarle la declaracion jurada, i por
Dotarse claramente la coaccion que habian ejercido sobre el muchacho, pues que habia caido en contradiCC¡ones notables cuando
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-7los ca]anchines que ]0 llevaron para que declarara contra mí, lo
forzaban para que dijera que me habia visto las esmeraldas.
Supe que nombrada una comision de poEcías para buscar aMelo
no se encontró ni en su casa, ni en otra parte, lo que es la prueba
mas perentoria de la mentira del chino i de la ~arsa que,le querian hacer representar; pues el haberse escondIdo en menos de
veinticuatro horas i no sostener su dicho, equivale a entregar la
plaza sin los honores de un tiro. Allí mismo supe, testigo el mui
estima ble caballero señor Isaac Vega, que el tal muchacho Rafael Melo tiene sobre la mesa de la Inspeccion de policía dos
causas por el d elito de robo. La una por h~bers.e rob~do unos
libros, i ]a otra por haberse robado un magmfico 1 precIOSO abanico. i Qué personaje tan curioso el que buscaron para hacerle
decir tantas mentiras contra mí! Pero todo es relati vo en ]a vida;
i para tales farsantes, ta~ testigo. C,oncluyó el S~ñOl' ~lcald~
diciéndome que nada habla contra mI, que no tuvIera cUldado 1
que dentro del t ercero dia volveria a mi residencia. Salí del despacho de ]a alcaldía alegre, contentísimo.
Para probar los deEtos en nuestra sábia i republicana lejislacion, se necesitan hechos i tramitaciones legales, i no como se
soñaron los tramoyistas farsantes de las esmeraldas, creyendo
hacer criminal fácilmente a un inocente. Efectuada esta tramitacion legal i llevada la accion de la autoridad a todos los línátes
señalados por la leí, vióse, no lucir, sino resplandecer mi inocencia. Nada, absolutamente nada hubo que depusiera contra mí;
por el contrario, mi retiro, mi vida toda i el unánime concierto
del pueblo protestaban contra la calumnia. Imparcial el señor
Alcalde Borda i colocado a la altura de su puesto, hizo que ]a lei
misma fuera la que decidiese en este asunto. En efecto, agotados
todos los medios de que la autoridad usa para la averiguacion de
un hecho criminal, no encontró ni leves indicios que sindicaran
contra mí. Por esto al tercero dia ordenó que volviera al lugar
de mi residencia. Debo aquí decir a boca llena en honor de la
justicia i de nuestras leyes: si no se hubiera conocido mi inocencia tan pura i palpable, no estaria hoi en libertad!
Quiero que todo luzca i que no queden fragmentos o reliquias que puedan servir a mi defensa, i por esto apelo al testimonio de las personas con quiene~ vÍvo que son respetabilísimas por
su edad i gloriosos precedentes. Cuenta el señor doctor Cleto
Margallo mas de medio siglo i el otro señor que declara, ciñe su
frente con la COl'uua octojenaria. Al lado de tan venerables personas me ha tocado vi vil'; su testimonio, por lo mismo, tiene la
fuerza de una decision intachable.
Señor Matías Delgado G.
Casa de Asilo, diciembre 31 de 1875.
Mi apreciado señor:-En obsequio de la verdad i de la justicia i
como celador de esta casa, le pido que me diga a continuacion si lIabe si
alguna vez me he quedado fuera de la casa.
Su atento servidor.
LORENZO URRUTIA.
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8Señor Lorenzo Urrutia.
Casa de Asilo, 31 de diciembre de 1875.
Muí estimado señor:-Contestando su anterior nota digo a usted
en obsequio de la verdad, que miéntras ha vivido en esta casa, no se h~
quedado ninguna vez fuera de ella i he conocido su buena conducta moral, i sus iJeas relijiosas.
Su afectisimo servidor.
MATÍAS DELGADO G.
Señores doctor CIeto Margallo i Vicente Casal.
Diciembre 31 de 1875.
Muí señores mios:-Sírvanse ustedes declarar a continuacion si les
consta que en las noches de los dias 12 i 13 de diciembre he dormido en
la misma pieza de ustedes.
LORENZO URRUTIA.
Su atento servidor.
Señor Lorenzo Urrutia.
Mí apreciado señol':-Me consta i es cierto que usted se quedó a
dormir toda la noche de laR días doce i trece del corriente.
CLETO MARGALLO.
Soi de usted atento servidor.
En fuerza de la verdad digo que hace como mas de dos meses que el
señor U rrutia vino de la Calera i duerme en la pieza donde yo duermo i
no ha faltado ning,u na noche de la oracíon para adelante; Es cuanto puedo decir en fuerza de la yerdad.
VICENTE CASAL.
Canal' no debo al concluir, el testimonio, el juicio recto que
de mí ha formado el Ilustrísimo señor Arzobispo monseñor Al'beláez. Ni podia ser de otro modo, cuando el Prelado junto con
el báculo lleva la brillante palma de la ilustl'acion. Preguntándole yo mismo, en la tarde del 31 de diciembre del año que terminó ¿ qué juicio habia formado de mí en el asunto del robo?
me respondió: La complicidad en ~¿8ted es increíble, e8 imposible;
yo jama8 lo he pen8ado. Espresiolles que me dijo en presencia de
108 señores Juan Obregon, Presidente de la Junta de Beneficencia, Matías Delgado i Manuel Liendo. La decision del Prelado
en su doble carácter de j efe i pastor es una garantía, una
seguridad.
Tal es i ha sido mi conducta en medio de innumerables desgracias que constantes han seguido mi existencia. Juzgo sí, que
no estoi solo en el mundo, cuando personas que saben apreciar
la verdad me pidieron que hablara; así lo he hecho, i ojalá las
líneas que preceden hayan alcanzado a sus deseos. A mi respecto
repito con un apóstol: "Bástame el testimonio de mi conciencia."
Bogotá, 6 de enero de 1876.
LORENZO URRUTIA.
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