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Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2013, nº 3
ARTÍCULOS
REDES DE PODER Y COLISIONES EN LAS FILIPINAS
HISPÁNICAS: SEBASTIÁN HURTADO DE CORCUERA1
Antoni Picazo Muntaner
Universitat de les Illes Balears, España
RESUMEN: Las Filipinas hispánicas, controladas en escala tanto de Nueva
España como de la misma metrópoli, estuvieron inmersas en múltiples luchas de poder,
en colisiones de redes que defendían intereses contrapuestos. El gobierno de Sebastián
Hurtado de Corcuera fue uno de los que más choques tuvieron. Las confrontaciones del
gobernador con instituciones religiosas, autoridades civiles, mercaderes,
militares...fueron numerosas y jalonaron todo su mandato. La llegada de un nuevo
gobernador, Fajardo, acarreó la desaparición de la red centralizada de Corcuera y la
prisión del mismo.
PALABRAS CLAVE: Redes, Corcuera, Filipinas, Nueva España, siglo XVII.
ABSTRACT: The Hispanic Philippines, controlled at both New Spain and the
metropolis, were immersed in multiple power struggles in collisions of interests
defending networks. The government of Sebastián Hurtado de Corcuera was one of
those who had more crashes. The governor's confrontations with religious institutions,
civil authorities, merchants, soldiers ... were numerous and punctuated his presidency.
The arrival of a new governor, Fajardo, led to the disappearance of the centralized
network of Corcuera and the same prison.
KEYWORDS:
seventeenth century.
Networks,
Corcuera,
Philippines
islands,
New
Spain,
***
1-Introducción2
A lo largo del siglo XVII no hubo ninguna autoridad de las islas Filipinas que se viera
libre de procesos judiciales, de pleitos civiles y de enjuiciamientos criminales. Muchos
de ellos, además, conocieron la oscuridad de las celdas de Manila; a otros se les impuso
severas sanciones (multas, embargos, destierro, prisión...); otros, los menos, fueron
condenados a muerte, pena esta impuesta siempre con relación a la gravedad de los
crímenes realizados. Por esta dinámica desfiló toda la estructura social de las islas,
desde la máxima figura representativa de la Corona y del poder político (gobernadores,
1
Este artículo forma parte del proyecto “Ruta Global: Análisis histórico experimental con base de datos y
geovisualización espacio-temporal del comercio marítimo internacional, 1717-1850 (GlobalNet),
financiado dentro del Plan Nacional de I+D+I del Ministerio de Ciencia e Innovación, nº de referencia
HAR 2011-27694.
2
Debo agradecer a los evaluadores anónimos las sugerencias realizadas, las cuales han sido incorporadas
en el presente artículo.
Recibido: 8-7-2012
Aprobado: 18-1-2013
Cómo citar este artículo: PICAZO MUNTANER, Antoni: “redes de poder y colisiones en las Filipinas hispánicas:
Sebastián Hurtado de Corcuera”, Revista Hispanoamericana. Revista Digital de la Real Academia Hispano
Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2013, nº3
Disponible en: < http://revista.raha.es/>. [Consulta: Fecha de consulta]. ISSN: 2174-0445
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fiscales, oidores...), pasando por los oficiales reales de menor rango (tesoreros,
veedores...) hasta los máximos cargos militares del archipiélago y de la carrera
transpacífica (almirantes, generales, sargentos mayores, capitanes...) por no hablar de
los mercaderes, vecinos e incluso religiosos que residían en Manila. Todos ellos
tuvieron, en algún momento, que rendir cuentas ante la justicia real. Esta situación debe
entenderse como la maduración de profundas alteraciones socio-económicas, con la
aparición del caos administrativo que acabó con una deriva que se convirtió en un
elemento endémico. Todo ello fue fruto de la ubicación geográfica del propio
archipiélago, supeditado al poder –en este caso lejano- en escala: dependiente de Nueva
España y, allende el Atlántico, de la metrópoli. Esta subordinación aplicada a una zona
estratégica, económica, política y militar, como eran las Filipinas ocasionó, como en
otros muchos lugares de la Monarquía Hispánica, el nacimiento de redes de poder3,
vinculadas todas ellas a un amplio sistema global que generó tensiones y,
evidentemente, grandes y virulentos choques. El gobierno de Sebastián Hurtado de
Corcuera no se mantuvo al margen, al contrario, el capitán general de las islas y
presidente de la Audiencia se enfrentó no a una, sino a varias redes de poder en distintos
ámbitos jurisdiccionales, desde los religiosos, a los administrativos, militares y, por
supuesto, a los económicos. Resumiendo en breves líneas esa dinámica podríamos
afirmar que en un momento determinado Corcuera se enfrentó a toda la ciudad de
Manila.
Ante todo, cabe realizar algunas observaciones que deberíamos tener en cuenta sobre la
misma naturaleza de las redes. Atendiéndonos a la teoría de la emergencia (y a la
necesidad de implementar modelos detallados del sistema como propone Holland)4, y
vinculada a los procesos internos de la misma, una red es mucho más que la suma de
todos sus integrantes, al igual que la de sus cualidades. Incluso como asegura Ricard
Solé5 no deja de haber una cierta invariancia del todo pese a las modificaciones que
sufren las partes. Las redes estudiadas, que luego detallaremos, tienden a convertirse en
“pequeños mundos”6 enmarcados en dinámicas propias, “complejas, no lineales7 y auto
organizativas”, que perseguían un objetivo común. Estos sistemas complejos8
cooperaban y colaboraban en determinadas tareas. Uno de los condicionantes que
demuestra claramente su extremada versatilidad y complejidad fue que en determinadas
situaciones podían desarrollar pautas imprevisibles9. La red debía auto perpetuarse
dentro de unos parámetros controlables y controlados por la misma estructura que lo
3
Sin duda, para las redes de poder, la gran obra de IMÍZCOZ, J. M. (Dir.). Elites, poder y red social. Las
elites del País Vasco y Navarra en la Edad Moderna (Estado de la cuestión y perspectivas), Bilbao:
Universidad del País Vasco, 1996.
4
HOLLAND, John H. (1998). Emergence: from Chaos to Order, Oxford: Oxford University Press, 1998.
5
SOLÉ, Ricard. Redes complejas, Barcelona: Tusquets, 2009, p. 20.
6
MILGRAM, Stanley. “The small-world problem”, Psychology Today 1, (1967), p.61-67. Milgram ya
constató en la introducción de su artículo que las cuestiones que surgían del estudio de esos ‘pequeños
mundos’ interesaban de una forma especial a múltiples campos de estudio, entre ellos los historiadores.
7
ARTHUR, W. Brian. “Complexity and the Economy”, Science, (1999), Vol. 284, n. 5411, p. 107-109.
8
ANDERSON, Phillip. “Complexity Theory and Organization Science”, Organization Science, vol. 10,
n. 3, (1999), pp. 216-232 escribió “Simon defined a complex system as one made up of a large number of
parts that have many interactions (Simon 1996). Thompson (1967, p. 6) described a complex organization
as a set of interdependent parts, which together make up a whole that is interdependent with some larger
environment”, p. 216.
9
ANDERSON. “Complexity...”, explica p. 217 “Modem complexity theory suggests that some systems
with many interactions among highly dif-ferentiated parts can produce surprisingly simple, pre-dictable
behavior, while others generate behavior that is impossible to forecast, though they feature simple laws
and few actors”.
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sustentaba. Su tamaño y sus anclajes (políticos y económicos) posibilitan su propia
supervivencia, su efectividad. En este sentido, la eficacia de la misma respondía
básicamente a dos premisas lógicas: a mayor tamaño mayor eficiencia; y a mayor
número de anclajes políticos un mayor poder y resistencia frente a intentos
desestabilizadores exógenos.
Pero antes de penetrar en esa dialéctica del poder en todas sus vertientes, y de los
choques que se gestaron a su sombra, cabría enmarcar al personaje central de esas
fricciones, percibir cuando menos algo de su personalidad para poder comprender sus
actuaciones.
Sebastián Hurtado de Corcuera nació en Bergüenda, Álava, hacia 1600, dentro de una
familia conectada a la nobleza castellana. Era, por ejemplo, sobrino del inquisidor
general Pedro Hurtado de Corcuera10. Participó activamente en diferentes campañas
militares, concretamente como capitán de lanzas españolas en Flandes. Al regresar a
España se inició en las actividades administrativas. Como muchos otros miembros
vinculados a la nobleza y a las oligarquías locales de la Monarquía, y en virtud de sus
méritos en Flandes, fue designado miembro del Consejo de Guerra11, obteniendo el
hábito de caballero de la orden de Alcántara. En 1627 pasó al virreinato del Perú a
efectos de ingresar en la administración colonial, siendo nombrado presidente de la
Audiencia de Panamá, permaneciendo en el cargo hasta finales de 1634 pues en ese
destino fue elevado a gobernador y capitán general de las Filipinas, dignidad que
ocuparía ininterrumpidamente hasta 1644. Tomó posesión de su dirección el 25 de junio
de 1635, el mismo día que lo hacía el que sería su gran rival, y uno de los que
contribuyeron a su caída, el arzobispo Hernando Guerrero12. Entre sus acciones
militares más destacables de su mandato en Filipinas se hallan la pacificación de
Mindanao13 y Joló (1637), hechos por los cuales fue criticado duramente; el motín y
levantamiento de los chinos del Parián de Manila (1639) y el abandono de isla Hermosa
y el desmantelamiento de su presidio, por lo que fue acusado de ceder aquella
estratégica ínsula a los holandeses. Tras cesar en su gobierno fue detenido, encarcelado
en la fuerza de Santiago, procesado y posteriormente puesto en libertad. En 1652 siguió
con su carrera política y administrativa, siendo designado gobernador de Tierra Firme,
cargo al que renunció y que ocupó Pedro Carrillo. Ese mismo año se le otorgó el
nombramiento de corregidor de Córdoba14, en el que mantuvo una lucha político10
Sobre los inquisidores generales, vid. MARTÍNEZ MILLÁN, José. “El apogeo del Santo Oficio, 15691621”, ESCANDELL, B. y PÉREZ, J., Historia de la Inquisición en España y América, V 1, Madrid:
BAC, 2000, pp. 887-891.
11
Véase, DOMÍNGUEZ NAFRIA, Juan Carlos. El real y supremo Consejo de Guerra: siglos XVI-XVIII,
Madrid: CEPC, 2001.
12
DÍAZ-TRECHUELO, María Lourdes. “Relaciones iglesia-estado en Filipinas: gobernadores, audiencia
y arzobispos”, Iglesia y poder público. Actas del VII Simposio de la Iglesia en España y América
(Sevilla, 1996). Córdoba: Cajasur, 1997, pp. 89-99.
13
Existe una breve y sintética relación de lo sucedido en dicha expedición en AGI, Filipinas, 21 r. 12, n.
6, “Capítulo de Carta de Álvarez de Castro sobre Corcuera, 1639”. Donde el oidor de la Audiencia,
Antonio Álvarez de Castro expuso de forma breve y clara dichos sucesos. Véase el impreso sobre la
jornada en AHN, Diversos-Colecciones, 26 n. 74, “Sucesos de las armas españolas en Filipinas”. Sobre el
tema, vid. por ejemplo COMBES, F.; RETANA, W. E. y PASTELLS, P. Historia de Mindanao y Joló,
1887. De la misma época, MONTERO Y VIDAL, J. Historia de la piratería malayo-mahometana en
Mindanao, Joló y Borneo, Madrid: M. Tello, 1888.
14
Sobre las redes de poder en la ciudad de Córdoba, EXTREMERA, Miguel. “El ascenso frustrado. De
una mesocracia emergente a una burguesía ausente (Córdoba 1580-1800), Historia y Genealogía, 1
(2011), pp. 23-39.
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económica con las elites de la ciudad debido al abastecimiento cerealícola de la misma.
Tras las numerosas protestas que surgieron de ese choque fue enviado a Tenerife, con el
cargo de capitán general de las islas Canarias. Con esa designación la Monarquía
pretendía alcanzar tres objetivos: alejar a Corcuera de la península, en respuesta a las
demandas y quejas de la oligarquía andaluza; tener un mandatario de reconocido
prestigio militar en las Canarias, dado las continuas presiones inglesas sobre las islas 15
y, finalmente, apartar al entonces gobernador de Canarias Alonso Dávila y Guzmán,
“dado más bien para forjar prisiones que para hacer felices”16. Corcuera murió en
1660, al poco de su llegada, sin tiempo a desarrollar su actividad política y militar.
2-La red de Corcuera
Corcuera estableció una red que abarcó todas las esferas públicas, religiosas, militares y
económicas de Manila. Entre sus allegados más importantes, de carácter militar17,
figuraron: el alférez Juan Ramos, que fue condenado a muerte y ejecutado; el general de
la armada contra los holandeses Pedro de Almonte Verastegui18, -nombrado
posteriormente castellano del puerto de Cavite19 por el propio Diego Fajardo- y una de
las personas clave de Corcuera; el sargento Alonso de Centeno, que sería puesto en
prisión por protestar contra las actuaciones del nuevo gobernador Diego Fajardo
defendiendo públicamente las de Corcuera20; el sargento Francisco Rojo; los tenientes
de capitán Juan de Castro, Francisco de Arechaga, Juan de Salmos y Pedro de Garay;
los capitanes Marcos de Resinas, Andrés de Chaves, Laureano de Escobar y Francisco
de Sierra y el ayudante Hernán Gómez. Entre los civiles, su gran confidente, Lucrecia
de Maldonado y a Diego de Larria. Entre las órdenes religiosas, los jesuitas 21, sin duda
alguna, fueron los que más prebendas y apoyos recibieron de Corcuera, y a la vez los
que más le ayudaron. Si bien cabe señalar que los franciscanos, en el principio del
mandato del gobernador, también acumularon muchas mercedes y favores, por lo cual le
facilitaron muestras de apoyo, enviando al rey un documento alabando las novedades
impulsadas por el capitán general de Filipinas22, especialmente la de facilitar algunas
15
FAJARDO SPÍNOLA, F. “Vino, velas y cañones. Nuevos datos y consideraciones sobre la navegación
con Canarias en la Edad Moderna”, Anuario de Estudios Atlánticos, 50 (2004), pp. 395-429.
16
DE VIERA Y CLAVIJO, José. Noticias de la historia general de las islas Canaria, Impr. Blas Román:
1776, p. 281.
17
AGI, Filipinas, 9 r. 1, n. 10, “Carta de Diego Fajardo sobre los procesos contra los que ayudaban a
Corcuera, 1650”.
18
A Almonte y a su esposa, Ana de Zárate, se les abrió un proceso criminal por ser los supuestos
responsables de la desaparición de 20.000 pesos que iban en el galeón, fuera de registro y en plata sin
quintar, propiedad de Francisco de Figueroa.
19
Almonte fue procesado por una serie de cantidades que no justificó y por el cobro fraudulento del
alquiler de unas tiendas en el puerto de Cavite. No obstante, y a pesar de pertenecer a la red de Corcuera,
Diego Fajardo le concedió dos encomiendas en la laguna de Bay, “por los servicios prestados”. Por su
parte la Corona le otorgó un hábito militar, “de los que elija” –al final fue el de Santiago- al tiempo que le
prometían, “para cuando proceda”, el control sobre el presidio de Terrenate.
20
AGI, Filipinas, 330 l. 4, “Real Cédula a Diego Fajardo, 1650”, fol. 240.
21
Vid. HERNÁNDEZ, Cutberto. “Aproximaciones a la dinámica evangelizadora del Sureste de Asia en
el eje Filipinas-Tonkín en los siglos XVII-XVIII”, XI Congreso Internacional de la ALADA, México: El
Colegio, 2003.
22
AGI, Filipinas, 80 n. 210, “Carta de los franciscanos descalzos de Filipinas: fray Benito de San
Lorenzo, comisario visitador; fray Antonio de Escalona, vicario; fray Francisco de Santa Ana, fray
Andrés del Sacramento y fray Pedro de Lucena, definidores; y fray Lucas de la Concepción, custodio
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pequeñas prebendas a la propia orden franciscana. Sin embargo, al poco tiempo esta
relación se truncó y los mismos franciscanos elevaron repetidas quejas a la Corona23
contra los procederes y modos de actuación del gobernador. Entre las distintas plazas
que Corcuera creó para el control de la administración en Manila hallamos algunas de
las figuras que le facilitarían su labor. Nombramientos que en la mayoría de los casos
infringían los reglamentos y las leyes de Indias y que generaron un verdadero
encontronazo con oficiales reales de la Audiencia, concretamente con Iñigo de
Villarreal24 y Baltasar Ruiz, a los que posteriormente reprimió. Sin ir más lejos, a
Martín de Villaparte le concedió la plaza de balanzario de la Real Caja de Manila, un
lugar estratégico que controlaba todo el capital que entraba en dicha institución. A
Villaparte le asignó una paga de 250 pesos, liberándolo de pagar fianza. A este
nombramiento se opusieron los oficiales de la Caja Real y de la Audiencia, pues desde
siempre se había nombrado para dicho ministerio a algún oficial real de los que ejercían
la labor en la misma obligándolo, además, a depositar una fianza de 4.000 pesos. A
Jerónimo de Somonte, que llegó a ser teniente de gobernador y capitán general de
Ilocos, Cagayán y Pangasinán y justicia mayor de Nueva Segovia, le nombró general de
galeones con un salario de 3.000 pesos, adjuntándoles como capellanes de la armada de
Terrenate a varios jesuitas con un sueldo de 12 pesos al mes, y le facilitó la concesión
de varias encomiendas. Al nombramiento de Somonte como general también se
opusieron los referidos oficiales, Villarreal y Ruiz, alegando que no había dinero para
dicho puesto ya que “el mismo no está situado, sino que es sueldo nuevo”25. La
respuesta del Consejo de Indias fue un leve recordatorio a Corcuera para que con
nuevos títulos “se abstuviera de realizar novedades”. A Pedro de Garay, ya citado
anteriormente, le designó mayordomo del Hospital Real con un sueldo de 500 pesos
liberándolo a su vez de abonar fianza, creándose con ello un virulento choque con los
religiosos y con el arzobispo de Manila. A Antonio de Robles lo eligió alguacil ejecutor
de la Real Caja, con unos emolumentos de 250 pesos, sin fianza. Al ir a tomar posesión
de la misma los oficiales reales no le dejaron, requiriéndole una garantía de 4.000 pesos.
A Mateo de Arceo y Guzmán le elevó a alcalde mayor de la laguna de Bay aplicando
una real cédula de 1637 que indicaba a Corcuera “le ocupara en cargos y oficios del real
servicio según su calidad y suficiencia”26, y ello a pesar que Arceo tuviera fuertes
deudas con la hacienda de Manila, ascendiendo estas a más de 6.000 pesos.
3-Los enfrentamientos
-Religiosos.
alabando el proceder del gobernador Sebastián Hurtado de Corcuera tanto en la guerra por sus victorias
en Mindanao y Joló como en la paz y gobierno por sus acciones morales, 1638”.
23
AGI, Filipinas, 85 n. 86, “Carta de los franciscanos descalzos de Filipinas: fray Vicente Argent,
maestro provincial; fray Andrés del Sacramento, padre de provincia; fray Antonio de San Gregorio, padre
de provincia; fray Martín de San Bernardo, fray Juan Pina de San Antonio, fray José de Santa María, y
fray Juan Pastor, definidores, denunciando que el gobernador Sebastián Hurtado de Corcuera les ha
quitado los hospitales de Manila y Cavite que regentaban y la limosna que se les daba para cura de los
frailes. Piden que se despache cédula para que se les restituya todo, y que se envíen más religiosos de la
Orden para continuar con la evangelización, 1639”.
24
Iñigo de Villarreal estaba casado con Magdalena Escudero. De este matrimonio nacieron dos hijos,
Sebastián y Mariana. Esta última casó con Luis de Adana. De este último nació Lucía de Adana, que
posteriormente contrajo nupcias con el poderoso Luis de Pineda Matienzo.
25
AGI, Filipinas 21 r. 10, n. 41, “Autos sobre nombramientos y salarios otorgados por Corcuera”.
26
AGI, Filipinas, 347 l. 2, “Real Cédula a Sebastián Hurtado de Corcuera”, fol. 9.
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Tras los primeros años de estrecha y colaborativa relación entre Corcuera y los
franciscanos, esta se convirtió en choque repentino y enfrentamiento directo después
que el gobernador les arrebatara la gestión de varios hospitales27, junto con el control de
las respectivas limosnas. La argumentación de la autoridad civil frente a la eclesiástica
se fundamentó en la pésima gestión que se realizaba de la atención hospitalaria,
añadiendo que los franciscanos se aprovechaban de los regalos y géneros que llegaban
con la nao de Acapulco28 para satisfacer el funcionamiento cotidiano del hospital en
beneficio de la comunidad y no de los enfermos. Entre las múltiples acciones que el
gobernador realizó para agilizar y potenciar la buena labor del hospital fue el de decretar
un recorte obligatorio de la paga para toda la gente de guerra consistente en dos reales al
mes, y cuatro a los de mar. Situación a la que los franciscanos contestaron con una
verdadera cruzada propagandística contra el gobernador que se realizó desde los
púlpitos29, y a la que también, y por otras causas semejantes, se añadieron otras órdenes,
entre ellas los dominicos.
El gran combate dialéctico con las autoridades religiosas, especialmente con el
arzobispo, derivó de la actuación ordenada por Corcuera. El artillero Francisco de Nava
había asesinado al amante de una mujer a la que pretendía, refugiándose en una iglesia.
El respeto a un lugar sagrado fue obviado absolutamente por el gobernador, el cual
envió a un cuerpo armado que penetró en la iglesia, detuvo al responsable de la muerte
siendo, posteriormente, juzgado y ejecutado. Esto generó graves tensiones entre los
religiosos y el gobernador, hasta el punto de que el arzobispo emitió un aviso de
excomunión para Corcuera y para el oidor de la Audiencia Marcos Zapata.
Circunstancia que obligó a las autoridades civiles a remitir una denuncia a la Corte30.
Ese escrito manifestaba con relación al arzobispo que ese “en lo que lleva de meses
gobernando la iglesia no me ha dejado de inquietar y perturbar”. Pero, al no ceder
ninguna de las partes, y como medida de presión, los religiosos “dejaron al pueblo sin
misas”. En otras cartas sucesivas se ampliaron los inconvenientes que, para el buen
funcionamiento de la justicia de las islas, interponían “las distintas religiones, a
excepción de la compañía de Jesús”. Todo ello derivó en un choque virulento entre
órdenes, que afectó a las autoridades civiles y al clima religioso de Manila. La respuesta
fulminante de Corcuera, hombre impetuoso, fue la de expulsar al arzobispo de Manila
utilizando la fuerza, por lo que fue reprendido desde Madrid. Pero también imprimió
otras normas que limitaron las capacidades económicas de las distintas órdenes. De este
modo, por ejemplo, suprimió limosnas que se daban en dinero y en especie a los
dominicos de Manila y Nueva Segovia. En 1639 el Vizconde de Carzana, tío de
Corcuera, envió un memorial explicando los pormenores de ese choque requiriendo que
se viera en el Consejo. Fueron muchos los religiosos, incluida la abadesa del convento
de Santa Clara de Manila, que elevaron continuas y repetidas censuras en las que se
recogían las novedades impuestas por Corcuera y los perjuicios que recibían de él.
27
CASERO, J. A.. “Los hospitales en Manila durante la colonización española”, Missionalia Hispánica,
40 (1983), pp. 217-258.
28
Sobre el comercio del Pacífico vid. YUSTE LÓPEZ, Carmen, El comercio de la Nueva España con
Filipinas, 1590-1785. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1994.
ARDASH
BONIALIAN, Mariano, El Pacífico hispanoamericano: política y comercio asiático en el imperio español,
1680-1784. México: El Colegio de México, 2012.
29
AGI, Filipinas, 8 r.3, n. 35, “Carta de Sebastián Hurtado de Corcuera, gobernador de Filipinas, dando
cuenta de las inquietudes que producen algunos frailes de Santo Domingo y de San Francisco desde el
púlpito con sus predicaciones, 1639”.
30
AGI, Filipinas, 21 r. 10, n. 46, “Carta de Corcuera quejándose del arzobispo, 1639”.
6
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Pero sin duda el gran enfrentamiento entre el arzobispo Guerrero y Corcuera fue por la
intervención de este último en el Hospital Real, del cual tomó el completo control no
solo asistencial, sino también económico a través de su hombre de confianza Pedro de
Garay. En el mismo aspecto, fray Juan de Polanco, de la Orden de Predicadores, remitió
una queja a la Corona en la que explicaba que el gobernador había colocado en el
Hospital de San Gabriel, para chinos católicos, un administrador secular con un salario
de 400 pesos, quitándoles los fondos de los socorros31.
Entre las quejas que se elevaron sobre la relación de Corcuera con los religiosos, y a
modo de síntesis, podemos relacionar básicamente las siguientes: se les quitó rentas y
beneficios económicos; no se les abonó determinados estipendios; en ocasiones se les
limitó la movilidad geográfica entre pueblos; destierro del arzobispo; concesión de
privilegios excesivos a los jesuitas (capellanes de naos, de Zamboanga e isla
Hermosa...); nombramiento de capellanes para Terrenate entre clérigos portugueses; y
entre las comerciales, los descontentos que arrecieron tras la nueva normativa para la
carga del galeón.
Uno de los enfrentamientos, en este caso con toda la ciudad, que tuvo Corcuera fue el de
cambiar la estructura comercial del galeón de Acapulco, intentando con ello revertir un
mayor y lucrativo provecho para la Caja Real. Aumentar, en definitiva, los fondos de la
Real Hacienda para poder hacer frente a los problemas logísticos y militares que le
caían encima, entre ellos la presión holandesa en el mar de la China 32. La idea general
del gobernador fue la de repartir únicamente una carga limitada entre los principales
pro-hombres de la ciudad, vendiendo el resto. Así, de las 400 toneladas disponibles,
concretamente en dos pequeños navíos de 200 toneladas cada uno, se dispuso a
adjudicar entre la gente de armas 665 piezas y 10 fardillos, con lo que quedaban 2.528
piezas y dos fardillos que deberían subastarse a 50 pesos la pieza. Trasladado a peso ello
suponía el reparto de tan solo 80 toneladas. Ello, a tenor de la elite mercantil manilense,
supondría para muchos su “ruina y total perdición”. Entre los menos perjudicados,
debido a su posición militar y capacidad de capital líquido, encontramos a los
personajes que, tanto durante el mandato de Corcuera como en el ulterior de Fajardo y
del valido de este último, Estacio Venegas, gestaron la mayoría de enfrentamientos en
Filipinas: el alcalde ordinario Juan Sarmiento, Pedro de Zárate, Francisco Carreño,
Andrés López, Diego Díaz, Pedro Gómez Cañete, Santiago de Gastelo, Manuel Suárez
de Olivera, el mismo Manuel Estacio Venegas, Diego de Morales, Diego López de
Saavedra...y tantos otros que personificarían la mayoría de choques de redes.
No obstante, las intenciones del gobernador y capitán general de las Filipinas hubieron
que modificarse tras el aluvión de quejas que llegaron a la Corona y, en especial, tras
recibir una Cédula Real por la que se le ordenaba retomar el proceso de repartimiento
inicial, tal como se había configurado en 1620, con una absoluta y clara justificación en
el reparto, el cual debía seguir las pautas ya dichas “con toda igualdad y justificación
evitando diferencias y quejas” pero, por supuesto, lejos de una “paridad igualitaria
absoluta”. Esa igualdad debía contemplar una proposición lógica dentro de una sociedad
estamental, la de conformidad con “la calidad y posibilidad” de cada individuo. Esa
31
AHN, Diversos-Colecciones, 27 n. 37, “Quejas contra el gobernador”.
OLLÉ, Manel. “Comunidades mercantiles en conflicto en los estrechos de Taiwán, 1624-1684”,
Revista de Historia Económica, 23 (2005), pp. 275-297.
32
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adjudicación, además, debía verificarse por una comisión formada por el gobernador, el
obispo, el oidor más antiguo, el fiscal de la audiencia y dos regidores33.
La división efectuada por Corcuera eliminó cualquier precepto igualitarista para
centrarse en el pragmático y hacendístico. Así, entre los alcaldes ordinarios34 hallamos
algunos que dispusieron de 4 participaciones y otros de 6; entre los castellanos la
diferencia era más notable, uno tuvo 2 piezas y el otro 6; entre los capitanes los más
numerosos, 26, fueron los que podía embarcar 4 piezas, sin embargo también hallamos
el mismo número, 26, que solo conseguían acomodar una; entre los generales la
diferencia también es muy notable, al hallar 3 que disponían de 4 piezas, uno de 3 y tres
de 2 piezas; en cambio los capitanes generales y los maestres de campo tuvieron más
parabienes de Corcuera, pues a cada uno de ellos se les otorgó 8, es decir una tonelada.
Los religiosos tuvieron capacidades menores, al deán se le permitieron 3 piezas; al
arcediano, 2 y a los cuatro canónigos una cada uno.
Pero determinadas actuaciones iban mucho más allá de lo que la elite mercantil de
Manila podía permitir. En 1635 Corcuera no envió el galeón a Acapulco, y así lo
notificó al virrey, motivado al parecer por dos cuestiones fundamentales: la saturación
del mercado novohispano y la falta de capitales para invertir en Manila. Las
intervenciones sobre la ruta transpacífica no acabaron aquí. En 1636 Corcuera avisó al
virrey de Nueva España que los generales y almirantes de las naves habían sobornado a
los oficiales reales de Acapulco para que les permitieran embarcar plata fuera de
registro.
-Militares: escritos y réplicas
En abril de 1639 Pedro Hurtado de Corcuera y Mendoza35, sobrino del gobernador
Sebastián Hurtado de Corcuera, elevó una queja y una petición al Consejo de Indias. En
ella demandaba dos cuestiones: el retorno de su tío a la península; y la retirada del
panfleto editado por el almirante Jerónimo de Bañuelos y Carrillo que le denigraba y
calumniaba. La obra, según Pedro Hurtado, estaba dedicada al conde del Castrillo y su
título era “Del Estado de las islas Filipinas y de sus consecuencias”, publicada en
México por Bernardo Calderón en 1638. Pero estos hechos tuvieron su réplica en las
mismas imprentas de Nueva España. Así en 1639 Diego de Bobadilla escribió su
“Relación de las gloriosas victorias...” para alabar las hazañas de Corcuera en los
principales conflictos acaecidos en las Filipinas e incluso el mismo Corcuera narró su
“Relación del levantamiento de las islas Filipinas”, en 1640 publicándolo en la imprenta
de Francisco Rebolledo. Pero, como es lógico, lo más notable del escrito de Bañuelos es
que contradice la versión de Corcuera de su acción en Mindanao la cual, según su autor,
no fue contra los moros sino contra indefensos nativos. Las críticas también surgieron
desde la misma Audiencia, pues el oidor Antonio Álvarez de Castro emitió una petición
a la Corona, solicitando una plaza en Lima o en México, narrando los daños causados
por el nuevo gobernador en Filipinas, de ellos y entre los principales, el de no tomar ni
querer consejos en asuntos de guerra36, especialmente en el de Mindanao37. Incluso su
33
AGI, Filipinas, 21 r. 10 n. 40, “Autos sobre repartimientos de cargas de naos”.
Ibídem, fol. 81 y ss.
35
AGI, Filipinas, 8 r. 3, n. 14, “Documentos sobre el gobierno de Corcuera”.
36
AGI, Filipinas, 22, r. 1, n. 1, f. 454r – 457v, “Carta de Diego Felipe de Rivera, escribano mayor de
Gobernación y Guerra de Filipinas, dando cuenta de los agravios que el gobernador Sebastián Hurtado de
Corcuera le había hecho, 1639”.
34
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gran enemigo, el arzobispo Guerrero, también envió una nota advirtiendo de las falsas
informaciones que el gobernador había realizado sobre la expedición a Joló38. Aunque
no todo el mundo tenía una misma opinión sobre el tema. Algunos capitanes, entre ellos
Estacio Venegas, dieron buena cuenta de aquellas hazañas. De la tormenta que
aconteció a la armada y de su dispersión, del ataque que sufrieron en Mindoro, de la
rendición de varios reyes de Mindanao y del rescate de prisioneros cristianos.
En otras ocasiones la red que había forjado el gobernador también avaló las
implementaciones efectuadas, como la carta que los oficiales reales Martín Ruiz de
Salazar, Bartolomé Ruiz de Escalona y Andrés López realizaron alabando las defensas
activadas y refuerzos efectuados en Manila ante la presión holandesa39.
Corcuera también recibió fuertes reprimendas del propio rey por algunas libertades que
se había tomado. Así, la Corte nombró al capitán Francisco Suárez de Figueroa
gobernador de Terrenate pero Corcuera, a pesar de reconocer que Figueroa era muy
buen soldado, no lo consideró válido para el puesto dado su gran afición al juego y no
tener las capacidades políticas suficientes para un destino tan importante, nombrando en
su lugar al general Pedro Muñoz de Carmona y Mendiola.
4-La acumulación de quejas
Con cada actuación Corcuera se creó nuevos enemigos los cuales poco a poco se
unieron para combatirlo y aliviar la presión ejercida sobre ellos. Las quejas se fueron
acumulando tanto en Nueva España como en la Corte. Entre ellas la más llamativa y que
nos evidencia claramente no solo la personalidad del gobernador, sino su modus
operandi: “no ha perdonado a persona de ningún estado y hasta a los sacerdotes ha
querido sujetar como a soldados”40. Entre las cuestiones civiles y militares más
importantes hallamos: quitar pequeños pagos a soldados y capitanes; pago de grandes
emolumentos a personas de su confianza, 3.000 pesos al visitador de Terrenate; 1.000 al
almirante; 1.000 al estandarte real...; problemas en el reparto de la nao; las numerosas
multas que aplicaba a mercaderes y comerciantes, como la de 1636 impuesta a Diego de
Miranda, que fue a Macao a comprar hierro y arcabuces; incremento desmesurado de
los gastos militares (en la jornada de Mindanao se gastaron más de 60.000 pesos), así
como el de crear una nueva compañía de soldados para vigilar las puertas y la ciudad
por la noche, con un coste de 7.000 pesos por año; trató de mudar, a su conveniencia,
los funcionarios inferiores; suspendió de oficio y sueldos a aquellos ministros que le
contradecían, como a Iñigo de Villarreal41. Este último le acusó de promover el cese del
37
AGI, Filipinas, 41, n. 37, “Carta de Antonio Álvarez de Castro pidiendo ascenso, 1639”.
AGI, Filipinas, 74 n. 122, “Carta de Hernando Guerrero sobre expedición a Joló, 1639”.
39
AGI, Filipinas 22, r.1, n.1, f. 90r – 95v, “Carta de la ciudad de Manila: Francisco Ezquerra, Diego
Pérez de Acuña, Andrés López de Azaldegui, Gabriel Gómez del Castillo, Pedro Gómez de Cañete y
Diego de Morales dando cuenta de cómo el enemigo holandés llegó a la bahía de esa ciudad con tres
galeones y más de 100 embarcaciones de sus confederados jolóes y borneos. Manila, 7 de agosto de
1645”.
40
AHN, Diversos-Colecciones, 34 n. 45, “Quejas sobre el gobernador de Filipinas”.
41
Suspendido por Corcuera de oficio y sueldo, no cobró los atrasos ni tornó a ejercer de oficial hasta
1645, bajo el mandato de Fajardo, vid. AGI, Filipinas, 347, l. 3, f.108v – 109v, “Real Cédula a Diego
Fajardo, gobernador de Filipinas y a la Audiencia de Manila, para que a Iñigo de Villarreal, factor y
veedor de la Audiencia de Manila, se le satisfagan los sueldos que se le adeudan del tiempo que Sebastián
Hurtado de Corcuera le suspendió de su oficio, remitiendo los autos correspondientes”.
38
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comercio de Nueva España en varias ocasiones, al no permitir que salieran las naos;
creación de una compañía de caballos que costaban 5.000 pesos al año; pretender gastar
una gran suma en la compra de clavo en Terrenate; haber erigido construcciones sin
sentido, como una iglesia para enterrar a los miembros del cuerpo de infantería o tiendas
para alquilar a los chinos; intromisión constante del gobernador en los asuntos de los
oficiales reales; nombrando cargos a amigos y parientes; provocando la ruina comercial
de Filipinas...; liberar a un hombre a su servicio, en este caso Lorenzo de Olaso, maestre
de campo de Manila, detenido y acusado de haber defraudado 4.000 pesos de las
licencias concedidas a los sangleyes como visitador de los barcos que venían de China y
conceder encomiendas a socios y amigos sin seguir los respectivos reglamentos y
autorizaciones.
5-La prisión
La llegada del nuevo gobernador, Diego Fajardo, se transmutó rápidamente en un juicio
de residencia y en la prisión preventiva e incomunicada de Corcuera, encerrándole en la
fuerza de Santiago. Prisión que vino motivada, básicamente, por dos razones: la gran
acumulación de cargos contra Corcuera y su incapacidad de hacer frente a la fianza
acordada. Sin embargo, la incomunicación no sirvió de mucho, tal y como consideró
Fajardo, logrando el detenido poder sacar algunos escritos y recibir noticias. Así, se
encontró una carta al alférez Juan Ramos, el cual fue detenido, condenado a muerte y
ejecutado. De la misma forma, su confidente, Lucrecia Maldonado, esposa del contador
Martín Ruiz de Salazar, mantuvo el contacto con Corcuera (del cual, según Fajardo,
había recibido muchos beneficios) de tal forma que el antiguo gobernador le facilitó
4.000 pesos para interponer un pleito y paralizar su proceso y que, además, le ayudó a
ocultar una custodia de oro y diamantes para evitar que Fajardo se los incautara. Por su
parte, Fajardo mandó a prisión a Ruiz de Salazar, donde murió, por ayudar a Corcuera,
embargándole todos los bienes que posteriormente fueron vendidos en pública subasta,
dejando en la miseria a su esposa, Lucrecia Maldonado, y a sus hijas42. Como
consecuencia de estos hechos Maldonado fue deportada a Nueva Segovia. Desde la
celda, Corcuera pudo enviar algunas cartas, entre ellas una a Andrés de Medina Dávila,
casado con una sobrina suya. En esas misivas se solicitaba el regreso a España donde se
realizaría la correspondiente residencia. También desde la Corte se ordenó a Fajardo
que suavizase los castigos impuestos a los ayudantes y amigos de Corcuera por estimar
que eran demasiado duros y lesivos43.
No obstante, la prisión del que fuera gobernador de Filipinas duró poco pues en 1647
llegó a Manila una Real Cédula ordenando a Fajardo la inmediata libertad del detenido
y la entrega de todos sus papeles y autos así como de proporcionarle cualquier título,
documento o petición que efectuase44. Al mismo tiempo se recordaba, también por Real
Cédula, a diversos oidores (entre ellos a Diego de Larrasa)45 que, dados sus cargos, se
abstuvieran de participar en el juicio de residencia, conminándoles a permanecer
independientes y obligando a Fajardo a retornar 8.000 pesos embargados a Corcuera.
42
AGI, Filipinas, 22 r. 1, n. 1, “Carta de Lucrecia Maldonado en que refiere la miseria en que ha
quedado, 1645”, fols. 452 y ss.
43
AGI, Filipinas, 330, l. 4, f. 177r – 178v, “Real Cédula a Diego Fajardo”.
44
Ibídem.
45
AGI, Filipinas, 330, l.4, f.189r – 189v, “Real Cédula a Diego de Larrasa”.
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Lo más llamativo de su causa, que a la vez nos evidencia la efectividad de la red que
creó el gobernador, fue la nota oficial que Diego Fajardo envió a los jesuitas en la que
se les requería que evitasen ayudar a Corcuera en la ocultación de bienes 46. Bienes que
no aparecieron, pero que Fajardo pudo descubrir que en 1645 se habían transportado
clandestinamente de Manila a Acapulco con el galeón47.
6-Conclusiones
Las características básicas de la estructura de la red de creada por Corcuera gira entorno
a su figura, el nódulo central del poder en Filipinas, que al tiempo que lo centraliza,
también hipotecó su propio funcionamiento. Junto a esa gran red del gobernador
aparecieron otras de marcado carácter antagónico. La existencia de un único galeón al
año de conexión con Acapulco, y por tanto con unas cargas muy limitadas, provocaba
que la competitividad fuese extrema, máxime cuando las inversiones eran elevadas y
perder el embarque podía implicar la ruina. De ahí que en la mayoría de los casos los
grandes mercaderes, junto con autoridades del cabildo u oidores de la Audiencia,
formasen otras redes para intentar contrarrestar el peso del gobernador y de sus
allegados. Normalmente se intentaba mantener un cierto equilibrio que evitaba un
choque virulento. La inclusión de algún personaje clave en la carrera transpacífica
alteraba el status quo y era entonces cuando se producían las grandes colisiones. O, en
el caso que nos ocupa, cuando la operatividad de la red se ubica dentro de unos mismos
parámetros, girando unas alrededor de las otras. En esas circunstancias las colisiones
serán las grandes protagonistas de la vida política, económica y social de las islas. En
este sentido, cuando un personaje clave altera la ‘gravedad’ de una red, otorgándole un
peso excesivo frente a la de su rival es cuando se producen esos choques virulentos que
generan la desaparición del espacio político-económico de otras redes. Fue el caso de
Corcuera que ante la llegada del nuevo gobernador, Diego Fajardo, perdió el poder y
rápidamente, ante el choque virulento que suponía un juicio de residencia, este giró a
favor de Fajardo, desapareciendo por completo la red creada por Corcuera.
Así pues, y si nos fijamos en la visualización de la red de Corcuera (Betweenness
centrality) podemos llegar a dos conclusiones generales. En primer lugar, se formó
sobre un núcleo central que al colisionar caía, con lo cual toda la red colapsaba. Y en
segundo lugar, los saltos o los lazos que la vinculaban con las principales autoridades de
la Corte, o con el mismo monarca, eran muy pocos, con una media de dos enlaces. Pero
también una confirmación lógica que nos evidencia aún más la red. A mayor número de
enlaces con un centro de poder, la propia red mantiene una influencia también mayor.
46
AGI, Filipinas, 330, l.4, f.187r – 189v, “Real Cédula a Diego Fajardo”.
AGI, Filipinas, 330, l.6, f.298r, “Real Cédula a los oficiales de la Real Hacienda de Filipinas, en
respuesta a su carta de 28 de junio de 1670, avisándoles del recibo de la custodia de oro y pedrería, una
caja de plata y un águila de oro, enviadas en la nao Nuestra Señora del Buen Suceso hacia Nueva España,
que correspondía a los bienes que se embargaron al gobernador de Filipinas, Sebastián Hurtado de
Corcuera”.
47
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Anexo: visualización de la red de Corcuera (Betweenness centrality).-
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