Procesos implicados en el reconocimiento de las palabras escritas

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ISSN: 0214-3402
PROCESOS IMPLICADOS
EN EL RECONOCIMIENTO
DE LAS PALABRAS ESCRITAS
Processes involved in the recognition
of written words
Sylvia DEFIOR
Universidad de Granada, Dpto. Psicología Evolutiva y de la Educación
Correo-e: [email protected]
Recepción: 3 de mayo de 2014
Envío a informantes: 18 de mayo de 2014
Fecha de aceptación definitiva: 5 de julio de 2014
Biblid. [0214-3402 (2014) (II época) n.º 20; 25-44]
RESUMEN: El reconocimiento de las palabras escritas es un requisito sine qua
non de la lectura. Para su adquisición y desarrollo son necesarios una serie de factores y procesos que trabajen sinérgicamente. En este trabajo se examinan los
modelos evolutivos, que tratan de explicar cómo se consigue su dominio, y los de
lectura experta, que tratan de explicar cómo se ejecuta esta habilidad por parte
de un lector competente. Igualmente, se abordará cómo se desarrolla el cerebro lector y los procesos, conocimientos y habilidades cognitivas asociados con el aprendizaje lector, lo que permitirá una mejor comprensión del desarrollo típico y de las
dificultades en este aprendizaje.
PALABRAS
CLAVE:
reconocimiento de palabras escritas; modelos de lectura.
ABSTRACT: Written word recognition is a sine qua non of reading. The acquisition and development of word recognition requires the synergistic working of multiple factors and processes. In this study, developmental and expert models of reading
that explain the mechanisms underlying the acquisition and expert performance on
this important skill are examined. Likewise, reading brain development and the
implied cognitive processes are also addressed, as a mean for a better understanding
of reading typical development as well as reading disabilities.
KEY
WORDS:
written word recognition; models of reading.
© EDICIONES UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
Aula, 20, 2014, pp. 25-44
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1. Introducción
L
A ADQUISICIÓN DE LA HABILIDAD LECTORA es un hito en el desarrollo del
niño. La lectura no es un acto natural: el cerebro debe aprender a leer
(Dehaene, 2007). Mientras que el lenguaje oral está biológicamente determinado, no hay «instrucciones» prefijadas para leer. Para aprender a leer es necesario
romper la especialización de los circuitos ya existentes del lenguaje oral y tomar
conciencia de la materia prima que lo compone: las palabras, las estructuras silábicas, los fonemas. El cerebro se va especializando en decodificar un nuevo tipo de
estímulos visuales y en ponerlos en relación con los conocimientos lingüísticos.
Así, para llegar a ser un lector competente son necesarias dos grandes habilidades,
la habilidad para reconocer palabras escritas y la habilidad para comprender textos, que constituyen los dos grandes componentes de la lectura. La distinción
entre decodificación de las palabras y comprensión ha sido ampliamente usada y
es la base del modelo simple de lectura (Gough, Hoover y Peterson, 1996; Hoover
y Gough, 1990). Ahora bien, entre estos dos componentes de la lectura se da una
relación asimétrica ya que el reconocimiento de palabras es un requisito sine qua
non para comprender (Share, 1995), pero la comprensión lectora no es imprescindible para reconocer palabras; además, este reconocimiento debe ejecutarse de
forma precisa y fluida en la lectura experta. La inmensa mayoría de los niños
aprenden a leer sin dificultad; sin embargo, para un pequeño grupo, la adquisición
de esta habilidad se hace problemática y experimentan un fracaso prolongado en
su aprendizaje, que sorprende por su carácter inesperado.
En este trabajo nos centraremos en el reconocimiento de las palabras escritas.
Examinaremos los modelos evolutivos y de lectura experta, cómo se desarrolla el
cerebro lector y los procesos cognitivos asociados con el aprendizaje lector, lo
que va a permitir una mejor comprensión del desarrollo típico y de las dificultades para este aprendizaje.
2. ¿Qué significa reconocer las palabras escritas?
Para leer, el aprendiz lector tiene que entender cómo se relacionan los símbolos gráficos con los sonidos, es decir, aprender las reglas de correspondencia
entre los grafemas y los fonemas (RCGF)1 que establece cada código y adquirir
los procedimientos de lectura de palabras que luego veremos (ver en Defior y
Serrano, 2007, una clasificación de los grafemas y fonemas del español y de las
RCGF ). En este punto es importante distinguir entre decodificación, que es el
proceso básico de asignar sonido al estímulo visual, e identificación de las palabras escritas, que incluye el acceso a su significado 2. Identificar una palabra
implica acceder a la información fonológica, semántica y ortográfica que se tiene
almacenada sobre ella.
1 Fonema es la representación abstracta de los sonidos o fonos que realmente se pronuncian. Los
grafemas representan a los fonemas; pueden estar compuestos por una o más letras.
2 En muchos textos, se usan indistintamente estos dos términos, pero se debe tener en cuenta la
diferencia entre uno y otro.
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Los sistemas alfabéticos, predominantes en el mundo occidental, representan
los sonidos de la lengua, de manera que, con un limitado número de símbolos,
se pueden representar infinitas palabras y mensajes, lo que los convierte en sistemas altamente generativos, versátiles y económicos. Es decir, conociendo las
correspondencias entre los estímulos visuales y sonoros, se pueden generar/escribir las palabras, total o parcialmente, dependiendo del grado de transparencia
del sistema3.
De hecho, una parte importante de las actividades que realizan los niños al inicio de la escuela obligatoria se dirigen al dominio de las RCGF/RCFG. Con la práctica, el reconocimiento de palabras se hace fluido y se convierte en un proceso
automático, que no requiere excesiva atención, de modo que, cuantos menos recursos atencionales se dediquen a esta operación de bajo nivel, mayor será la capacidad para ejecutar los procesos de nivel superior que llevan a la comprensión
(Laberge y Samuels, 1975). Precisamente, los lectores con dificultades fracasan en
la transformación fonológica de las señales visuales y, como veremos, los procesos
fonológicos se consideran claves en la lectura, por lo que presentan una dificultad
particular para los niños con dislexia.
Los modelos explicativos, tanto del curso evolutivo de la adquisición de la lectura desde el inicio del aprendizaje (novato) hasta su dominio (experto), como los
que explican la ejecución experta, ayudan a entender la adquisición de la lectura y
los procesos y factores implicados.
3. Desarrollo del reconocimiento de palabras escritas: modelos evolutivos y
modelos de lectura experta
Los modelos evolutivos tratan de explicar los cambios graduales que ocurren
en el camino hacia el dominio de la lectura. Puede distinguirse entre los tradicionales, que proponen la existencia de una serie de fases, y los continuos, que son
los que predominan en la actualidad.
Modelos por fases. Se caracterizan por proponer una serie de fases o etapas en
las que se suceden los cambios. La mayoría (Ehri, 2005; Frith, 1983a; Marsh, Friedman, Welch y Desberg, 1981; Seymour y Elder, 1986) abarcan desde la decodificación inicial grafema-fonema secuencial, lenta y titubeante, hasta el reconocimiento
automático y fluido de las palabras, ya que es lo que se considera como lo específico de la lectura (ver Ehri, 2005, para una revisión). Otros, como el de Chall (1983),
establecen fases hasta el dominio máximo de las habilidades de lenguaje escrito,
que implican su uso creativo y crítico. Las diferencias entre los modelos por fases
se refieren, sobre todo, a cuándo los niños empiezan a usar información fonológica en el reconocimiento de palabras, pero todos describen una secuencia de desarrollo. El modelo más conocido es, sin duda, el de Frith (1983).
3 Los códigos alfabéticos usan un alfabeto (latino, griego, cirílico, etc.) y establecen para cada fonema su correspondencia grafémica. Por ej., el código francés establece que /o/ se puede escribir [eau],
[au], [ô], [ot], [o], mientras que en español se escribe únicamente [o]. De ahí que se distinga entre
códigos transparentes, como el español, en los que una mayoría de RCGF son biunívocas, y opacos,
como el francés o inglés, en los que muchos F se pueden representar con varios G y viceversa.
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Para Frith, el desarrollo de la lectura empieza por una fase logográfica, en la
que los niños reconocen un número reducido de palabras valiéndose de su configuración global y de indicadores sobresalientes como forma, color, contexto, etc.
Así, por ejemplo, reconocen su propio nombre, el de su madre o palabras muy
familiares como Colacao, CocaCola, Chupachup, pero no puede considerarse verdadera lectura, ya que, si se cambia la tipografía de algunas letras o de alguno de
los indicadores, los niños ya no las reconocen. Por tanto, los niños utilizarían solo
el procedimiento o estrategia de lectura logográfica.
Seguiría una etapa alfabética, que consiste en aprender las reglas de correspondencia, habitualmente en la escuela. Los niños usarían una estrategia fonológica o
subléxica, parcial o completa, que través de la práctica se consolida, de modo que
son capaces de distinguir las letras o grupos de letras con rapidez, de segmentar
las palabras en sus sonidos y de combinarlos para leer las palabras de forma cada
vez más rápida, automática y con menos esfuerzo. En esta etapa empiezan a manifestarse las dificultades de aprendizaje como la dislexia y disgrafía.
Con la experiencia lectora y gracias a la aplicación de esta estrategia fonológica, las representaciones ortográficas de las palabras se irían especificando, dando
lugar a la llamada etapa ortográfica, que significa la culminación de las habilidades
de lectura y escritura de las palabras. Los niños reconocen de manera directa, sin
mediación fonológica, muchas de las palabras porque las han procesado varias
veces con anterioridad y las tienen almacenadas en su léxico mental. El procedimiento ortográfico o léxico característico de esta etapa no debe confundirse con la
anterior estrategia logográfica donde las palabras se leen o escriben sin saber que
son señales de sonido, tratándose como meros dibujos.
Modelos continuos. Diversos autores han cuestionado no sólo la universalidad
de las etapas (principalmente la existencia de la etapa logográfica en ortografías
transparentes), sino también la propia existencia de etapas definidas. Por el contrario, sostienen que describir el progreso lector como una sucesión de pasos
secuenciales con estrategias diferentes no se ajusta a la realidad, ya que en realidad
se produce una progresión continua y los límites entre las fases son difusos (Jorm
y Share, 1983; Perfetti, 1991; Share, 1995, 1999; Stuart y Coltheart, 1988; Wolf, 2008).
Aunque habría estrategias predominantes en función del nivel lector, la experiencia y la práctica lectora van ampliando la cantidad y calidad de las representaciones
de las palabras (fonológicas, ortográficas y semánticas) y, desde el inicio del aprendizaje, los niños utilizarían todos los conocimientos y estrategias a su alcance. No
obstante, para Perfetti (1991), los procesos fonológicos son determinantes de la eficiencia lectora; Laberge y Samuels (1975) propugnan, además, que cuanto más automatizados estén los procesos de bajo nivel mejor será la comprensión lectora, a la
cual se podrá dedicar el máximo de recursos cognitivos. Igualmente, para Share
(1995) el procedimiento fonológico es un requisito sine qua non de la lectura en
los sistemas alfabéticos, a la vez que un mecanismo de autoaprendizaje (Jorm y
Share, 1983; Jorm, Share, McLean y Mathews, 1986; Share, 1995, 1999), ya que permite incrementar de manera autónoma y rápida el número de palabras reconocibles por la vía léxica. Recientemente, Share (Share, 2008a y b) ha propuesto que el
cambio o progreso lector se basa en los ítems a leer, de modo que la habilidad
para reconocer las palabras escritas dependería de su familiaridad para el lector.
En realidad, todas las palabras son desconocidas la primera vez que se encuentran
y, por tanto, deben ser descifradas aplicando el procedimiento de decodificación
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fonológica. Con la experiencia lectora, los niños procesan un mayor número de
palabras y las representaciones se establecen más rápidamente para las de frecuencia alta que para las de frecuencia baja, por lo que Share (2008b) recomienda investigar el desarrollo lector o paso de lector novato a experto, en el marco de un
cambio de lo no familiar a lo familiar.
Modelos de lectura experta. Cuando los lectores expertos leen, en primer lugar
actúa el analizador visual-ortográfico, cuya misión es percibir y analizar los rasgos
físicos de los estímulos gráficos e identificarlos. En esta operación, los ojos realizan una serie de movimientos para dirigir la mirada hacia las palabras. Ya en 1879,
Javal observó que el desplazamiento de los ojos no se hacía siguiendo la línea de
un modo regular sino que, por el contrario, se desplazan de izquierda a derecha
mediante unos saltos rápidos o «saccades», de ahí el nombre de movimientos oculares sacádicos. Estos movimientos se alternan con períodos de inmovilización,
en que los ojos se detienen en un punto, denominados fijaciones. Se ha comprobado que la información se extrae durante los períodos de fijación, que duran
entre 200 y 250 milisegundos en un lector promedio (Just y Carpenter, 1987). Esta
información, en forma de rasgos gráficos (como líneas verticales, horizontales,
curvas a la derecha, etc.), pasa a una memoria sensorial llamada memoria icónica e
inmediatamente pasa a la memoria a corto plazo, donde se llevan a cabo las operaciones destinadas a reconocer las letras y los patrones visuales como palabras,
por comparación con la información almacenada, que forma parte de la memoria
a largo plazo4 (MLP). El conjunto de estos procesos constituye lo que se denomina
procesos de acceso léxico, a los que se añaden los de pronunciación en caso de lectura en voz alta.
De acuerdo con el llamado modelo de doble ruta (MRD) y de su versión más
reciente, el modelo de doble ruta en cascada (modelo computacional), existirían
dos rutas o procedimientos para procesar las palabras (Coltheart, 2005; Coltheart,
Curtis, Atkins y Haller, 1993; Coltheart, Rastle, Perry, Langdon y Ziegler, 2001).
Uno se ha denominado subléxico, indirecto o fonológico, ya que convierte las palabras escritas en sonido mediante la aplicación de las RCGF. Procedería serialmente,
utilizando un ensamblador fonológico, que es absolutamente necesario en la lectura de pseudopalabras (sin representación en el léxico mental) o cuando se
encuentra una palabra desconocida por primera vez. Este procedimiento, a medida que se incrementa la habilidad lectora, funciona con unidades cada vez más
grandes. Morais (1994) señala que el procesamiento alfabético secuencial domina
en la fase inicial de la lectura para ir siendo sustituido, a medida que se desarrolla
la habilidad, por un sistema complejo, más automático y eficaz, que sería el segundo procedimiento propuesto por el modelo dual. Consiste en la ruta léxica, directa, visual, donde las palabras se asocian directamente con su significado; implica
un reconocimiento global e inmediato de palabras que ya han sido procesadas
anteriormente y que están almacenadas en el léxico mental del lector. Estas dos
vías de lectura no se consideran como mecanismos independientes sino que están
íntimamente conectadas; ambas están implicadas en la lectura hábil como partes
sinérgicas del mismo proceso. El uso de una u otra depende de los conocimientos
4 En la MLP está almacenado el conocimiento lingüístico (fonológico, semántico y ortográfico) de
las palabras que conocemos.
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sobre las palabras que ya posee el lector, que va adquiriendo con las experiencias
lingüísticas (fonológicos, ortográficos y semánticos, principalmente). Todos estos
conocimientos trabajan simultáneamente para una identificación rápida de las palabras, siendo mayor o menor la aportación de cada uno de ellos dependiendo de
los estímulos a procesar y de la habilidad del lector. Por ejemplo, en las palabras
familiares predominaría el ortográfico mientras que en las no familiares o para
distinguir las palabras de las pseudopalabras sería necesario el concurso de los
otros dos. El semántico ocupa un papel privilegiado, ya que siempre refuerza a
los otros cuando el estímulo a procesar son palabras. Ahora bien, en realidad, el
resultado final del proceso de adquisición de la lectura va a depender básicamente
del funcionamiento del ensamblador fonológico, ya que es el único que permite
generar las palabras que nunca han sido leídas o procesadas previamente (mecanismo de autoaprendizaje de Share, 1995). Si este mecanismo no funciona adecuadamente, difícilmente o muy lentamente se desarrollará la lectura por la ruta léxica,
que necesita haber encontrado y reconocido las palabras con anterioridad (conocimiento ortográfico); si se usara la vía léxica de modo exclusivo implicaría un
aprendizaje semejante al de los niños chinos, que deben memorizar unos cien
logogramas por año (Just y Carpenter, 1987), perdiendo las ventajas de los sistemas alfabéticos.
Un niño que se inicia en la lectura alfabética necesita comprender el funcionamiento del código alfabético, lo que significa aprender las RCGF, lo que implica a
su vez ser capaz de analizar el lenguaje en sus unidades sonoras (habilidades de
conciencia fonológica, CF). El buen lector se caracteriza por tener un procesador
fonológico eficaz, que en la lectura hábil funciona de un modo automático y no
requiere un esfuerzo consciente para las operaciones preléxicas (anteriores al reconocimiento de la palabra), de manera que puede reservar toda su energía y recursos cognitivos para las postléxicas o de comprensión. Además, el lector experto
posee ya un corpus importante de palabras a las que puede acceder por la ruta
directa, que es mucho más rápida, y que constituye su modo característico de lectura. No obstante, un incorrecto funcionamiento de cualquiera de los dos procedimientos producirá dificultades lectoras, ya que para una lectura eficiente es
necesario el concurso de ambos.
Un modelo alternativo al dual es el modelo conexionista o modelo de triángulo desarrollado por Seidenberg y sus colaboradores (Harm y Seidenberg, 1999,
2004; Plaut, McClelland, Seidenberg y Patterson, 1996; Seidenberg y McClelland,
1989). Los modelos conexionistas simulan las redes neuronales y son modelos computacionales. Distinguen tres niveles de representación/activación de las palabras,
que se corresponden con el nivel fonológico, ortográfico y semántico; las representaciones mentales estarían distribuidas y conectadas entre sí, como una red
neuronal. La fuerza de las conexiones depende –y se incrementa– con la repetición
de los patrones de activación mediante la práctica. El input inicial sería la representación de las palabras en su forma ortográfica o escrita, que se implementaría
como un conjunto de unidades ortográficas simples que codifican las letras y su
posición dentro de las palabras; el sistema de output representa la forma fonológica de las palabras como un conjunto de unidades fonológicas, con conexión a la
semántica o significado de las palabras (Harm y Seidenberg, 2004). Los tres niveles están conectados por unidades ocultas. Las redes conexionistas simulan el proceso de aprendizaje de la lectura, ya que las conexiones entre la forma ortográfica
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de las palabras y la fonológica, que sería una vía directa-fonológica, y entre la
ortográfica y la fonológica a través de la semántica, que sería una vía indirectasemántica, se «aprenden» mejor (se refuerza la conexión) cuantas más veces se
procesa una palabra, produciéndose el conocido efecto de frecuencia. Las últimas
versiones del modelo conexionista intentan incorporar las aportaciones del modelo dual, lo que ha dado lugar al llamado modelo dual conexionista (Perry, Ziegler
y Zorzi, 2007; Zorzi, Houghton y Butteworth, 1998). No obstante, el modelo dual
sigue siendo ampliamente aceptado ya que proporciona una explicación plausible
de la lectura hábil, del modo en el que se reconocen las palabras y pseudopalabras, así como del desarrollo de la lectura; además, explica y ayuda a comprender
las diferentes manifestaciones de la dislexia evolutiva y adquirida. En cualquier
caso, ambos tipos de modelo ponen de relieve la importancia de la información
fonológica, ortográfica y semántica de las palabras y son aplicables al español.
4. Aspectos neurobiológicos relacionados con la adquisición de la lectura
Son necesarios años de trabajo para que en el cerebro del lector se vayan implementando una serie de circuitos y mecanismos. La lectura experta parece simple,
se realiza sin esfuerzo, pero existe un largo recorrido hasta que los símbolos escritos en una página se transformen en lenguaje. La comprensión de la trayectoria
para pasar del cerebro iletrado al letrado, es decir, comprender el desarrollo normal de la lectura, es importante en sí misma pero también permite entender mejor
sus trastornos. Se plantean cuestiones como ¿qué circuitos cerebrales evolucionan
con el aprendizaje de la lectura?, ¿existen diferencias entre el cerebro de un niño
con desarrollo típico de la lectura y de otro con dislexia?, ¿cuál es el origen de los
problemas lectores?
Se sabe que la actividad cerebral relacionada con la lectura se va lateralizando
y, con su desarrollo, predomina en el hemisferio izquierdo (Turkelbaut, Gareau,
Flowers, Zeffiro y Eden, 2003); así, el desarrollo típico podría caracterizarse a
nivel neuronal como una disminución de la implicación del hemisferio derecho y
un incremento de la del izquierdo, lo que indicaría que los símbolos visuales dejan
de procesarse como objetos propiamente perceptivo-visuales en beneficio de una
categorización en términos de lenguaje. El procesamiento de las palabras visuales
está más ligado al hemisferio izquierdo, donde la actividad en las áreas temporoparietal y occipito-temporal aumenta a medida que la habilidad lectora progresa,
así como en áreas frontales, sobre todo en la lectura en voz alta (ver Hruby y
Goswami, 2011). De particular importancia es el área occipito-temporal izquierda
del córtex visual (giro fusiforme), denominada área de la forma visual de las palabras (Visual Word Form Area, VWFA) (Cohen et al., 2002; Cohen y Dehaene, 2004;
Vinckier et al., 2007), que se considera el principal cambio cerebral que produce la
lectura; ahí se acumula el conocimiento visual de las letras y de sus combinaciones
y parece ser la puerta de entrada para el procesamiento semántico y fonológico
que ocurre en las partes más anteriores del cerebro. La VWFA se activa tanto cuando se leen palabras como pseudopalabras, y sería el almacén de las conexiones
ortografía-fonología vía la experiencia lectora.
Diversos estudios han descrito también una menor activación del hemisferio
izquierdo en niños con dislexia, especialmente en la zona parieto-temporal, donde
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se produciría el procesamiento fonológico (Shaywitz, 2003) y la relación transmodal entre procesos visuales y auditivos. También es menos activa la VWFA (Maisog
et al., 2008).
El sistema neuronal lector conecta tres zonas del hemisferio izquierdo, que
involucra regiones cerebrales de los cuatro lóbulos:
• Una zona en el lóbulo temporal superior y parietal adyacente superior, cerca
del área de Wernicke, en la que se produce la integración transmodal, el
ensamblaje fonológico y procesos semánticos. La conversión G-F se localiza
en la unión temporo-parietal.
• Zona temporo-occipital, encargada de la información visual-ortográfica y el
acceso léxico directo. Es la zona en la que se localiza la VWFA.
• Zona frontal, cerca del área de Broca, especializada en procesar fonemas,
palabras y significados.
En lo que sigue, trataremos cuáles son los principales procesos y habilidades
cognitivas que se han relacionado con la lectura de palabras.
5. Principales procesos y habilidades cognitivas relacionados con la lectura
En primera instancia, la lectura es una actividad perceptivo-visual pero principalmente, como ya hemos mencionado, es una actividad fonológica, puesto que
los sistemas alfabéticos representan los sonidos de las palabras (más propiamente,
fonemas) mediante letras (más propiamente, grafemas). Por lo tanto, se deben
conocer las RCGF establecidas por el código a aprender y, a medida que se desarrolla la habilidad, se reconocen las palabras con mayor precisión y fluidez,
incluida la actividad semántica para atribuirles un significado.
La investigación ha puesto de relieve que existen una serie de habilidades y
procesos cognitivos que están implicados en la adquisición de la habilidad lectora,
algunos bien conocidos como la percepción visual o la conciencia fonológica,
mientras que otros se han señalado recientemente (Babayigit y Stainthorp, 2011;
Bowey, McGuigan y Ruschena, 2005; Vaessen y Blomert, 2010; Vaessen et al., 2010;
Ziegler et al., 2010). Veremos las más importantes, subrayando que la adquisición
de la habilidad lectora necesita de un prolongado esfuerzo por parte de los niños
y muchas horas de práctica.
Habilidades perceptivo-visuales. La lectura arranca siempre con un input visual.
Si bien los aspectos perceptivo-visuales no se consideran determinantes, es necesario asegurarse de que los niños han realizado adecuadamente una serie de aprendizajes. De acuerdo con Willows (1991), éstos serían:
• Precisión en la percepción visual de las letras y de las palabras.
• Análisis visual de las formas de las letras y extracción de sus rasgos invariantes (permite reconocerlas independientemente del tipo de escritura).
• Discriminación visual de las letras altamente semejantes (b/d, m/n, f/t, etc.).
• Memoria visual de los patrones de las letras individuales (más tarde, de grupos de letras o de palabras) para su reconocimiento directo en la lectura o
para poder escribirlas correctamente.
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• Habilidad visoespacial y direccional para seguir la trayectoria característica
del material impreso (izquierda-derecha, arriba-abajo).
• Habilidad visomotora para reproducir las letras y palabras en la escritura.
• Integración viso-lingüística para asociar las letras y palabras con sus sonidos y significado.
Así, se ha demostrado claramente que el conocimiento de las letras es uno de
los predictores importantes del aprendizaje lector en los sistemas ortográficos alfabéticos (Caravolas et al., 2012).
Aunque la implicación de los procesos visuales se consideró desde el inicio de
la investigación en lectura (Huey, 1908), su estudio se ha retomado recientemente
y se está poniendo en evidencia la importancia de ciertos aspectos visuales, en
particular, en la dislexia (Bosse, Tainturier y Valdois, 2007; Facoetti et al., 2010).
En ese sentido, ya hemos mencionado que la investigación con neuroimagen muestra que la región occipitotemporal izquierda, región del procesamiento visual,
forma parte del circuito cerebral de la lectura (Church, Coalson, Lugar, Petersen
y Schlaggar, 2008; Cohen y Dehaene, 2004; Gaillard et al., 2006; Shaywitz y Shaywitz, 2008). Por otra parte, existen diferencias en procesamiento visual según el
sistema escrito que se aprende; así, en los alfabéticos se observa una fuerte activación de las áreas visuales del hemisferio izquierdo, mientras que en los logográficos se observa una activación bilateral (Perfetti, Cao y Booth, 2013). Algunos
estudios muestran que la atención visual es crucial durante la decodificación serial
de izquierda a derecha de las cadenas de letras (Auclair y Sieroff, 2002; Bosse y
Valdois, 2009; Facoetti, Paganoni y Lorusso, 2000), sobre todo de palabras no
familiares y pseudopalabras (Kinsey, Rose, Hansen, Richardson y Stein, 2004), de
ahí que el efecto de longitud de las palabras se relacione con esta habilidad
(Juphard, Carbonnel y Valdois, 2004; Valdois et al., 2006), aunque también se considera importante en la creación de las representaciones ortográficas de las palabras familiares (Bosse et al., 2007).
Habilidades fonológicas. Existe un amplio consenso en la comunidad científica
sobre la estrecha relación entre la adquisición de la lectura y la escritura y tres
dimensiones del procesamiento fonológico (habilidades de conciencia fonológica,
memoria a corto plazo verbal y acceso rápido al léxico fonológico). La primera de
estas habilidades es de carácter explícito y las otras dos son de carácter implícito,
ya que no requieren juzgar explícitamente sobre el contenido de la información
verbal; todas ellas serían deficitarias en la dislexia. Las analizaremos brevemente
(ver con más detalle la contribución diferencial de esas habilidades en función del
grado de transparencia del código y el nivel de desarrollo lector, así como la forma
de evaluarlas, en Defior y Serrano, 2011).
Habilidades de conciencia fonológica (CF). Las habilidades de CF indican el
conocimiento explícito de cada persona sobre los sonidos de su propia lengua
(Mattingly, 1972, 1984). Definidas en sentido estricto, consisten en la habilidad para
identificar, segmentar o combinar, de forma intencional, las unidades subléxicas de
las palabras, es decir, las sílabas, las unidades intrasilábicas y los fonemas. En sentido amplio, se incluirían también las unidades léxicas (palabras) y la rima léxica
(ver en Defior, 1996, una clasificación de tareas de CF). Así, se pueden considerar
como niveles de la CF:
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• Conciencia léxica. Habilidad para identificar las palabras que componen las
frases y manipularlas de forma deliberada. Un ejemplo de tarea de este tipo
sería preguntar cuántas palabras hay en una frase dada (¿Cuántas palabras
hay en «Mi madre vino corriendo»?).
• Conciencia de la rima léxica. Habilidad para identificar y manipular la rima
de las palabras (ej., ¿riman rosa y raposa?).
• Conciencia silábica. Habilidad para segmentar y manipular las sílabas que
componen las palabras (ej., ¿cuántas sílabas –trocitos– hay en la palabra
madre?).
• Conciencia intrasilábica. Habilidad para segmentar y manipular el arranque
(consonante/s antes de la vocal) y la rima (la vocal y consonantes que
siguen) de las sílabas (ej., la diferencia entre «mar» y «bar» (diferente arranque) o entre «por» y «pez» (diferente rima).
• Conciencia fonémica. Habilidad para segmentar y manipular las unidades
más pequeñas del habla que son los fonemas (ej., ¿cuántos sonidos –trocitos– se oyen en la palabra hebilla?).
Las habilidades de conciencia fonémica, en particular, se consideran uno de los
pilares del aprendizaje lector (National Reading Panel, NRP, 2000; National Early
Literacy Panel, 2008). Constituyen el más robusto y consistente predictor de los
logros iniciales en lenguaje escrito en lenguas alfabéticas (Caravolas et al., 2012;
Defior, Serrano y Marín, 2008; Melby-Lervåg, Lyster y Hulme, 2012), en particular de la decodificación (Manis, Seidenberg y Doi, 1999); ahora bien, su influencia
es mayor en escritura que en lectura (Defior y Tudela, 1994).
El papel que juegan las habilidades de CF en el aprendizaje de la lectoescritura
parece diferir en función de la transparencia del código, aunque es todavía una
cuestión sin zanjar (Vaessen y Blomert, 2010). En los transparentes, su influencia
disminuye pasadas las fases iniciales de aprendizaje, mientras que aumenta la de
las habilidades de velocidad de acceso al léxico fonológico (medidas de rapidez
de denominación, RAN), que luego veremos (de Jong y van der Leij, 2002; Defior,
2008; Landerl y Wimmer, 2008; Leppanen, Nieme, Aunola y Nurmi, 2006; Lervag,
Braten y Hulme, 2009; Onochie-Quintanilla, Simpson, Caravolas y Defior, 2011).
Es importante señalar que se han demostrado también efectos en la dirección
inversa, es decir, el aprendizaje de la lectoescritura influye, a su vez, en el desarrollo de las habilidades fonológicas (Morais, Cary, Alegría y Belterson, 1979), de
modo que existiría una influencia recíproca entre CF y lectoescritura (Bertelson,
1986). Parece que las habilidades de segmentación fonológica solo se desarrollan
plenamente al ponerse en contacto con el aprendizaje de un sistema alfabético y
no tanto si se trata de un sistema no alfabético (ver una revisión en Defior, 2004).
De modo general, los malos lectores (con dislexia o con retraso) experimentan
enormes dificultades en las tareas que implican la manipulación de los sonidos
(Landerl et al., 2013; Wimmer y Frith, 1997; Ramus, 2014; Ramus y Szenkovits,
2008; Serrano y Landerl Defior, 2008; Ziegler, Perry, Ma-Wyatt, Ladner y Körne,
2003) (ver revisión en Defior y Serrano 2011).
Las habilidades de memoria fonológica o verbal a corto plazo. La memoria
verbal a corto plazo es la capacidad para codificar una pequeña cantidad de
información verbal y almacenarla temporalmente, manteniéndola en la memoria
por poco tiempo, mediante un sistema basado en la representación del sonido.
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Se distingue entre:
• Amplitud de memoria verbal a corto plazo. Número de elementos que se
mantienen temporalmente (número mágico: 7 ± 2 elementos; Miller, 1956).
• Memoria operativa verbal (MOV). Mantenimiento y manipulación temporal
de información ya procesada mientras se va procesando información nueva
(Baddeley, 1986).
Las habilidades de MOV, aplicadas a la lectura de palabras, son las que permitirían mantener los fonemas que representan las letras o las partes de la palabra
ya procesadas, mientras se procesa la nueva información que va entrando en el
sistema hasta completarla. En la lectura de textos, permitirían mantener las palabras ya procesadas y su significado, mientras van entrando en el sistema nuevas
palabras, para ir llevando a cabo la integración morfosintáctica y semántica de las
oraciones, las frases, y los párrafos (Garate, Gutiérrez, De Juan, Luque y García
Madruga, 2002).
Las habilidades de MO están asociadas con el bajo rendimiento lector (Gathercole, Alloway, Kirkwood, Elliott y Hilton, 2008) y especialmente las de MOV con
la dislexia.
Habilidades de acceso rápido al léxico fonológico. Denckla y Rudel (1976a, b)
fueron pioneros en poner en evidencia la relación entre las habilidades de acceso
rápido a las representaciones fonológicas en la memoria a largo plazo y la lectura;
se trata de la recuperación automática de la fonología de palabras conocidas, sin
necesidad de reflexión explícita, como es nombrar colores, objetos familiares, letras
o números. Utilizaron una técnica denominada RAN (del inglés, Rapid Automatized Naming) o denominación rápida, por la que se presentan en secuencia estímulos visuales altamente familiares, ya sean alfanuméricos (dígitos, letras) o no
alfanuméricos (colores, objetos), que se deben nombrar tan rápidamente como sea
posible.
Aplicadas a la lectura, mediante estas habilidades se recuperarían las correspondencias fonológicas de las cadenas de letras, permitiendo un rápido acceso a la
forma fonológica de las palabras escritas. Constituyen un importante predictor de
la fluidez lectora, sobre todo en las fases avanzadas de aprendizaje lector, especialmente la prueba RAN letras (Babayigit y Stainthorp, 2011; Caravolas et al., 2012;
Caravolas, Lervåg, Defior, Seidlová-Málková y Hulme, 2013; de Jong y van der
Leij, 1999, 2002; Denckla y Rudel, 1976a; Jiménez, Rodríguez y Ramírez, 2009;
Landerl y Wimmer, 2008; Onochie-Quintanilla et al., 2011; Parrila et al., 2004; Suárez-Coalla, García-De-Castro y Cuetos, 2013; Vaessen y Blomert, 2010; Wolf y
Bowers, 1999).
Los niños con dislexia tienen déficits en estas habilidades, en particular las alfanuméricas (Denckla y Rudel, 1976b; Wolf y Bowers, 1999; Wolf, Bowers y Biddle,
2000). Por otra parte, se ha observado que pueden darse de manera conjunta problemas de CF y de velocidad de denominación, que es la conocida como hipótesis
del doble déficit, formulada por Wolf y sus colaboradores (López-Escribano, 2007;
Wimmer, Mayringer y Landerl, 2000; Wolf y Bowers, 1999; Wolf et al., 2000), que
daría lugar a la forma más severa de dislexia.
En resumen, los tres tipos de habilidades de procesamiento fonológico están
relacionados con el aprendizaje de la lectura, de modo que los buenos lectores las
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tienen bien desarrolladas, mientras que los malos lectores presentan un déficit en
todas ellas.
Procesos de automatización. Para alcanzar el grado de eficiencia característica
del lector hábil no sólo es necesario dominar las RCGF sino que también es necesario automatizar su uso (Perfetti, 1985). Realmente, no puede darse una lectura
competente en ausencia de un reconocimiento de palabras fluido.
La transparencia afecta el desarrollo de la precisión y automatización del reconocimiento de palabras, como han mostrado los estudios translingüísticos (Caravolas et al., 2012, 2013; Moll et al., 2014; Seymour, et al., 2003); sin embargo, las
habilidades cognitivas asociadas son las mismas (Caravolas et al., 2012; Vaessen,
Bertrand, Tóth, Csépe, Faísca y Reis, 2010). Así, los niños con desarrollo típico
alcanzan pronto un alto grado de precisión en el reconocimiento de palabras en
ortografías transparentes; aunque el progreso en velocidad lectora es gradual y
extendido en el tiempo también aventajan a los aprendices de ortografías opacas
(ver una revisión para el español en Defior y Serrano, 2014a y b). En el mismo
sentido, los niños con dislexia en sistemas transparentes se caracterizan más por
problemas en automatización que en precisión (Serrano y Defior, 2008; Landerl,
et al., 2013; Wimmer y Mayringer, 2002).
Procesos morfológicos. En las dos últimas décadas se ha incrementado la investigación sobre la influencia de los conocimientos gramaticales, entendidos como
morfológicos y sintácticos, en la adquisición del lenguaje escrito (ver en Defior y
Alegría, 2005, su posible importancia en español; para el inglés y francés ver revisiones de Carlisle, 2000; Pacton y Deacon, 2008). El progreso lector y escritor
requiere ir incrementando el conocimiento de los morfemas como unidades lingüísticas abstractas, puesto que se deben procesar muchas palabras polisilábicas,
morfológicamente complejas (Nunes, Bryant y Bindman, 1997). Desde los estudios pioneros de Berko (1958), la relación de la conciencia morfológica, definida
como la habilidad para reconocer y manipular las estructuras internas que constituyen las palabras, con la habilidad lectoescritora se ha evidenciado en cursos
iniciales (Berninger, Abbott, Nagy y Carlisle, 2010; Kirby, Deacon, Bowers, Izenberg, Wade-Woolley y Parrila, 2012), intermedios (Carlisle, 1995, 2000; Defior,
Alegría, Titos y Martos, 2008; Kieffer, Biancarosa y Mancilla-Martinez, 2013;
Nagy, Berninger y Abbott, 2006; Ramírez, Chen, Geva y Kiefer, 2010) y en los
superiores (Nagy, Diakidoy y Anderson, 1993), así como su poder predictivo del
desarrollo del lenguaje escrito, tanto del reconocimiento de palabras como, y
sobre todo, de la comprensión. Igualmente, se ha demostrado que entrenar las
habilidades morfológicas tiene un efecto positivo en la lectura (Bowers, Kirby y
Deacon, 2010; Nunes y Bryant, 2006).
Por otra parte, los niños con retraso lector y dislexia presentan bajos conocimientos gramaticales que afectan a su rendimiento lector (Nagy, Berninger,
Abbott, Vaughan y Vermeulen, 2003; Siegel y Ryan, 1988; Snowling, Gallagher y
Frith, 2003; Suárez-Coalla y Cuetos, 2013).
Prosodia. Otra área emergente en la explicación de los logros lectores es la
investigación sobre la fonología suprasegmental o prosodia. Existen estudios en
diversas lenguas que muestran la relevancia de las habilidades prosódicas (detección del acento, pausas, entonación) en la adquisición y desarrollo de la lectura y
escritura (Clin, Wade-Woolley y Heggie, 2009; Cowie, Douglas-Cowie y Wichmann, 2002; David, Wade-Woolley, Kirby y Smithrim, 2007; Holliman, Wood y
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Sheeny, 2008; Whalley y Hansen, 2006) (ver en Gutiérrez-Palma, Defior y Calet,
2014, una revisión de los estudios en este ámbito en español).
Recientemente, también se han publicado algunos trabajos que muestran una
asociación entre bajas habilidades prosódicas y dislexia (Barry, Harbodt, Cantiani,
Sabisch y Zobay, 2012; Holliman, Wood y Sheeny, 2012; Jiménez-Fernández, Gutiérrez-Palma y Defior, 2014; Leong, Hämälïnen, Soltész y Goswami, 2011; Marshall,
Harcourt-Brown, Ramus y van der Lely, 2009).
6. Conclusiones
Este trabajo se centra en el reconocimiento de palabras escritas fluido y preciso que, por otra parte, constituye una dificultad característica en la dislexia adquirida y evolutiva. Se ha tratado su desarrollo, su ejecución experta, sus bases
neurobiológicas y los procesos cognitivos subyacentes. Como se ha visto, existen
una variedad de habilidades y conocimientos relacionados con la adquisición del
lenguaje escrito que, a su vez, son predictores de este aprendizaje. Muchos de
ellos pertenecen al ámbito de la psicolingüística; los más estudiados han sido los
fonológicos, ortográficos y semánticos, a los que se han ido añadiendo, más recientemente, los morfológicos y prosódicos. Esos conocimientos dan lugar a distintos
tipos de procesamiento que parecen ser comunes a diferentes lenguas alfabéticas,
aunque la trayectoria de desarrollo lector puede ser distinta, tal como avala la
investigación translingüística (Caravolas, et al., 2012, 2013; Moll et al., 2014; Ziegler
et al., 2010).
No obstante, es importante resaltar que, además de los aspectos cognitivos-lingüísticos, también son importantes los ambientales, en particular las características
del código a aprender y las prácticas familiares y escolares, sobre los que no podemos extendernos en este trabajo.
De los dos procedimientos de lectura, es importante subrayar la importancia
del fonológico, ya que se considera una condición sine qua non, un mecanismo de
autoaprendizaje y la base para la automatización de la lectura en aquello que le es
específico, como es el reconocimiento de palabras.
Desde un punto de vista psicoeducativo es interesante resaltar la estrecha conexión entre lenguaje oral y escrito que señala la investigación. Por tanto, cuantos
más conocimientos lingüísticos tengan los prelectores, mejor será su aprendizaje
lector. Al mismo tiempo, al enseñar a leer, se deberán seguir desarrollando todos
esos conocimientos, así como tenerlos en cuenta al diseñar programas de intervención para mejorar la lectura, que deben basarse en la evidencia científica. En ese
sentido, hoy día predomina la idea de que los niños con dificultades lectoras, aunque pueden presentar otros problemas, tienen, principalmente, déficits de procesamiento lingüístico que, sobre todo, implican déficits en los procesos fonológicos;
éstos, a su vez, parece que tienen que ver con déficits en el procesamiento de la
señal del habla (ver Goswami, 2011).
La diseminación de la investigación en el ámbito del reconocimiento de las
palabras escritas y sus dificultades permite abrir un puente entre los avances teóricos y la práctica psicoeducativa sobre qué significa leer y sobre la compleja maquinaria cognitiva que se pone en marcha al ejecutar esta habilidad.
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Agradecimientos
Este trabajo ha sido parcialmente financiado con el proyecto
C02-01 del MINECO y grupo HUM-820 de la Junta de Andalucía.
PSI 2010-21983-
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