El rol del profesor en el aprendizaje escolar. Situación emocional

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El rol del profesor en el aprendizaje escolar. Situación emocional del
profesor (Parte II)
Prof. Bartolomé Yankovic Nola, 2012
Implicar al alumno es su propio aprendizaje
Es muy importante considerar que, aun cuando los alumnos tienen distintos tipos de
inteligencia, estilos cognitivos, experiencias e intereses, todos pueden aprender. Creer en
las capacidades de los alumnos, atendiendo a estas diferencias, tiene efectos en su progreso
escolar. De esta manera, se les ayuda a desarrollar su autoestima, pues toman conciencia de
la confianza que se tiene en su capacidad de aprender.
La clave de todo proceso educativo consiste en implicar profundamente al alumno
como un sujeto y artífice de su propio crecimiento. En esa perspectiva alumnos y alumnas
son los protagonistas y el educador debe saber situarse y descubrir su función propia. El
educador conserva toda su validez y eficacia, porque está llamado a crear las condiciones
adecuadas que faciliten la
toma de decisiones y el
desarrollo del alumno.
Educar a
experiencia
través
de
la
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La metodología de
educar
a
través
dela
experiencia exige también que
el educador sea activo, no sólo
en la propuesta sino en la fase
ejecución y aún después. El
educador establece un sistema
de experiencia del tal modo que el alumno es introducido en una forma global de vida,
favoreciendo la maduración de su personalidad; selecciona los medios más aptos para los
contenidos y los mensajes; prepara a los jóvenes para la experiencia; predispone el
desarrollo de la experiencia misma, de modo que resulte coherente y eficaz; y continúa
con la evaluación e interiorización de la experiencia una vez realizada.
El educador influye con el testimonio de toda su persona, en la que transparentan
los valores que propone y que estimulan a su imitación. Su misma presencia física,
fraterna y amistosa, crea relaciones de confianza que predisponen a su influencia
educativa. Es una presencia activa, esto es, portadora de propuestas e iniciativas que
desarrollan la potencialidad de la persona y crean un ambiente favorable. Es también una
presencia alentadora que tiende a despertar y favorecer la creatividad de los jóvenes y
desarrolla motivaciones que refuerzan su capacidad de respuesta autónoma a los valores
propuestos.
Cuando se descubre la importancia y responsabilidad de la función educativa, se
entiende mejor que no puede quedar reducida a una tarea técnica y que debe ser vivida
como una vocación, que envuelve a toda la persona y da sentido a su vida. El auténtico
educador cree que vale la pena ocupar la vida para educar a los niños y jóvenes y para ello
está dispuesto a compartir sus experiencias, inquietudes y valores.
Relación profesor - alumno
La relación que se establece entre el educador y el alumno se sitúa en la lógica del
germen que crece. El sujeto y protagonista de su crecimiento es el alumno, mientras que
la actuación del docente consiste en despertar las fuerzas interiores del alumno y alumna,
acompañándolos en su proceso y ayudándolos a descubrir el sentido y la unidad de su
propia vida.
Como persona sexuada, el educador debe tener integrada y personalizada su
vivencia afectivo sexual, de acuerdo a la edad y circunstancias existenciales. En este
campo, como en todos, los niños no obedecen, imitan. Debe ser consciente de que el
educando es alguien diferente y tiene que ser él mismo. Su desarrollo afectivo es distinto
y debe respetar su personalidad. Las vivencias afectivas y sexuales suponen un profundo
impacto en los alumnos, vulnerables y confusos en busca de su identidad. Sólo se
animarán a confrontar si encuentran el respeto debido.
En ocasiones son los propios educadores los que asumen con dificultad sus propias
relaciones afectivas. Las tareas afectivas en el educador pueden repercutir en la relación
con los niños. Los excesivos miedos ocultos o las situaciones personales vividas desde la
represión, en ocasiones pueden conducir a un carácter duro y agresivo.
Un educador excesivamente exigente consigo mismo en el ámbito de la moral
sexual, corre el riesgo de serlo también con los demás. En el extremo opuesto, un profesor
cuya concepción de la vida moral sea excesivamente débil en el terreno de la sexualidad y
los comportamientos sexuales, debe tener extremo cuidado de no proyectar en los
alumnos y alumnas visiones relativistas, que puedan provocar desviaciones en la
formación de la conciencia moral.
Sin perder la naturalidad en el ámbito de las relaciones afectivas debe pensar
constantemente en los alumnos y alumnas que tiene a su cargo y tener en cuenta la etapa
que ellos viven en su proceso de crecimiento. De este modo, debe posponer sus propios
intereses y búsquedas afectivas a las necesidades de los jóvenes con los que trata. Una
inmadurez afectiva en el educador puede tener repercusiones negativas en los sujetos a
los que acompaña.
Educar para el amor y la afectividad hoy exige a los docentes tomar en serio su
propio proceso de maduración personal.
El desarrollo de la inteligencia emocional
El aprendizaje de las emociones significa ser capaz de conducir las propias
emociones y sentimientos, de tal manera que uno mejore su desarrollo personal y su
calidad de vida.
Cuando menos comprenda una persona sus propios sentimientos, más cautiva será
de ellos. También, cuando menos comprenda los sentimientos, respuestas y conductas de
los demás, mayor probabilidad tendrá de interactuar en forma inapropiada y, por lo tanto,
no asegurará un lugar apropiado dentro de una comunidad mayor.
Así, gran parte de las evidencias señalan que las personas emocionalmente expertas
– las que conocen y manejan bien sus propios sentimientos e interpretan y se enfrentan
con eficacia a los sentimientos de los demás -, cuentan con ventajas en cualquier aspecto
de la vida, ya sea en las relaciones amorosas e íntimas, o en elegir las reglas tácitas que
gobiernan el éxito en la política.
En este orden de ideas hoy de plantea el concepto de inteligencia emocional como
un conjunto de habilidades, como se capaz de motivarse y persistir ante las frustraciones;
tener capacidad para controlar los impulsos, regular los estados personales de ánimo,
demostrar empatía, ser positivo, y proyectarse al futuro. En un contexto de inteligencia
emocional es posible desarrollar mejor los talentos y habilidades especiales.
En el ámbito de la inteligencia emocional, concepto globalizador, de gran
proyección educativa, se puntualiza:
- La importancia de conocer las propias emociones: la conciencia de uno mismo – el
reconocer un sentimiento mientras ocurre - es la clave de la inteligencia
emocional. Controlar los sentimientos es fundamental para la penetración
psicológica y la comprensión de uno mismo. La incapacidad de advertir nuestros
sentimientos nos deja a merced de ellos. Los que tienen mayor certidumbre
respecto de sus sentimientos son mejores guías de su vida y tienen una noción más
segura de lo que sienten realmente con respecto a las decisiones personales.
- Manejar las emociones, teniendo como base la conciencia de uno mismo. Manejar
las emociones implica modular su expresión; incluye la capacidad de serenarse, de
librarse de la irritabilidad, la ansiedad y la preocupación y desgano excesivos.
Quienes tienen éxito conservan la compostura bajo estrés, se mantienen serenos y
seguros durante las crisis. En los extremos, podemos apreciar en estas distintas
formas que para algunas personas la conciencia emocional resulta abrumadora,
mientras para otras, apenas existe. Lo que se desea es la emoción adecuada; sentir
de manera proporcionada a las circunstancias. Cuando el ámbito emocional es
demasiado apagado se produce aburrimiento y distancia; cuando están fuera de
control y son demasiado externas y persistentes, se vuelven patológicas, como la
depresión paralizante, la ansiedad abrumadora, etc. No se trata de evitar los
sentimientos desagradables para sentirse contento, sino más bien de que los
sentimientos tormentosos no pasen inadvertidos y desplacen los estados de ánimo
agradables.
En el balance final, es la proporción de emociones positivas y negativas lo que
determina la noción de bienestar; tal vez no existe herramienta psicológica más
importante que la de resistir los impulsos. Es la raíz de todo autocontrol emocional,
porque que las emociones siempre llevan a uno u otro impulso; implican entrar en
acción.
-
La propia motivación: ser capaz de ordenar las emociones al servicio de un objetivo
es esencial para mantener razonable sentido de alerta y prestar atención; para la
motivación intrínseca, el dominio, y la creatividad. Está relacionada con la
iniciativa, el afán de éxito y la adaptabilidad. Quienes tienen éxito aceptan la
responsabilidad, admitiendo sus faltas y errores y se ocupan de solucionar los
problemas sin obsesionarse con el fracaso. En este sentido el buen humor y la
buena disposición favorecen la capacidad de pensar con flexibilidad y con mayor
complejidad, y así resulta más fácil encontrar soluciones a problemas, tanto
intelectuales como emocionales.
- La empatía: reconocer emociones en los demás es una capacidad que también se
basa en la autoconciencia emocional. Los exitosos en esta área son sensibles;
capaces de ponerse en el lugar del otro, y demuestran tacto y consideración en su
trato con los demás. La empatía se construye sobre la conciencia de uno mismo.
Cuanto más abierto se esté frente a las propias emociones, más hábiles serán las
personas para interpretar los sentimientos. Todo interés por alguien, surge de la
sintonía emocional, de la capacidad de empatía. La habilidad de saber lo que siente
el otro entra en juego en una amplia gama de situaciones de la vida, desde el
aprendizaje escolar… hasta el amor y la capacidad de ser padres, y muy
especialmente en la posibilidad de llegar a ser líderes.
-
Manejar las relaciones interpersonales: el arte de las relaciones consiste en la
habilidad para manejar las emociones de los demás. Quienes tienen esta capacidad
fortalecen lazos entre las personas y ven a la diversidad como un factor de
enriquecimiento, que aporta nuevas ideas, nuevos matices. Los que tienen éxito
poseen una gran integridad, se preocupan por las necesidades de sus subordinados
y colegas, y por los requerimientos de las tareas a realizar. Ser capaz de manejar las
emociones de los otros es la esencia de la disposición para mantener relaciones y
exige la madurez de otras dos habilidades emocionales: autocontrol y empatía.
Las emociones son contagiosas y cuanto más hábiles sean las personas
socialmente, mejor controlarán las señales que emiten y reciben. Un determinante
de la efectividad interpersonal es la habilidad con que la gente desarrolla su
sincronía emocional: si se tiene la habilidad para sintonizar con el estado de ánimo
de otra persona, modulando la expresión de las propias emociones, las
interacciones serán más parejas a nivel emocional.
Documento base:
EL DESARROLLO SOCIAL Y AFECTIVO EN LOS NIÑOS DE PRIMER CICLO BÁSICO. Tesis, Universidad Mayor, Facultad de
Educación. Mónica Álvarez F., María M. Becerra V., Fabiola E. Meneses S. Profesor Guía: Bartolomé Yankovic N.,
Santiago, 2004.
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