Contiene: ARL V Tiempo Ordinario B PAGOLA 5 Tiempo Ordinario B Domingo V Tiempo Ordinario Semana del 8 al 14 de febrero de 2015 ARL V Tiempo Ordinario B Las desconsoladas palabras de Job frente al dolor que le aprieta: “me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor…”, son palabras que la escritura pone en la boca de este hombre fiel a Dios aún en la prueba más dura. El tema del dolor se hace presente en la liturgia de la palabra de este domingo, desde la primera lectura tomada precisamente del libro de Job, el hombre que encarna el tormento del sufrimiento, físico, debido a la enfermedad, y moral, que nace de la pérdida de los afectos más queridos, de los bienes, y de toda seguridad económica, hasta la soledad por el abandono de los amigos. Job es como el icono del hombre justo que sufre sin rebelarse, no es un estoico sino un hombre de fe: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré, -son sus palabras ante la noticia de la muerte de sus hijos-, el Señor ha dado, el señor ha quitado. Sea bendito el nombre del Señor” (Jb 1, 21). Job no es insensible al dolor, al contrario, experimenta toda su amargura, aquella amargura que ofusca profundamente el sentido de la existencia y la hace semejante a una pesada secuencia de ilusiones; y, no obstante eso, queda en él, aún en el dolor más amargo, un sutil pero firme hilo de esperanza en la presencia providente de un Dios que recoge en sus manos las lágrimas del hombre para después transformarlas en alegría y bendición. Si, las manos de Dios, si así podemos decir, están abiertas para recoger el dolor del hombre, abiertas para recoger todas sus lágrimas, para enjugarlas y para transformar la oscuridad del dolor en luz. Y de estas manos divinas que sanan el dolor humano, nos habla hoy el Evangelio en el breve pasaje que nos relata una jornada de Jesús en Cafarnaúm. Jesús deja la sinagoga, donde había enseñado y donde había liberado al hombre poseído por el demonio, y se dirige con Santiago y Juan a la casa de Pedro; seguramente era necesario algún momento de reposo, y también de comer algo; y es así que Pedro ofrece su hospitalidad. En la casa, la anciana suegra del discípulo estaba en cama con fiebre; podría parecer poca cosa, pero el detalle que señala el evangelista hace pensar en algo más serio y preocupante pues los rabinos de ese tiempo definían el estado febril como “el fuego que consume la energía de las personas”; Jesús se acerca a la mujer, la toma de la mano como para ayudarla a levantarse, y la fiebre desaparece; ni una palabra, solamente un simple gesto: el gesto de las manos que ayudan a la mujer a levantarse y la curan: “la levantó tomándola de la mano y la fiebre la dejó”. El poder de las manos del Hijo de Dios es un poder divino y solo le pertenece a él; pero su gesto es una invitación a pensar en nuestras manos, a través de las cuales, él, hoy, actúa entre los hombres para confortar y sanar. Nuestras manos prestadas al Señor son manos que levantan, manos que guían, mandos que dan seguridad, manos que acarician, manos que, cuando el dolor parece insoportable y faltan las palabras, aprietan con fuerza las manos del que sufre, como diciendo: “este dolor lo llevo contigo, no estás solo”. Y también, manos que en el momento extremo, acompañando al que se va, son la señal tangible de una presencia hecha de amor silencioso y fuerte: el amor que no abandona sino que acompaña y consuela hasta el final. Así nuestras manos hacen presentes hoy las de Cristo que han vencido definitivamente el mal y la muerte pues han sido clavadas en la cruz por amor. El gesto de Cristo que sana a la suegra de Pedro y luego curan a aquella innumerable multitud de enfermos que se habían reunido ante la puerta de la casa, como dice el texto: “Toda la ciudad estaba reunida ante la puerta.”, ese gesto, es la señal de que Dios, en Cristo, está cercano al dolor del hombre, lo sana, lo atraviesa en todo su espesor, en toda su amargura, en toda su oscuridad, es más, él lo asume en sí mismo, hasta la muerte, para vencerlo con su resurrección. El verbo que san Marcos utiliza para describir el gesto de Jesús ante la suegra de Pedro, la levantó, es el mismo verbo griego usado para la resurrección de Cristo; ser sanados por él, entonces, es mucho más que una curación física, que también es importante, es, en su realidad más profunda, como la resurrección a una vida que se renueva en él, para seguirlo, en el don de sí y en el servicio desinteresado al prójimo. La jornada de Jesús que san Marcos describe, es una jornada muy intensa: desde la presencia en la sinagoga enseñando, al encuentro con la multitud de enfermos, tantos que sufren y a los que hay que sanar y volver a una vida normal; y todavía, a pesar de estar envuelto en la muchedumbre que pide un gesto o una palabra suya, Jesús se hace un espacio para la oración: el encuentro, el diálogo personal con el Padre, “cuando ya era oscuro, saliendo de la casa, se retiró a un lugar solitario a orar”. De este modo, la jornada de Jesús se hace reclamo e invitación para nuestras jornadas, jornadas intensas, llenas de muchos quehaceres, los comunes y de cada día, los del trabajo que absorbe tantas de nuestras energías; sin embargo, también en nuestras jornadas no puede y no debe faltar una pausa para la oración, para el encuentro personal, aún silencioso, con Dios; un encuentro que reserva para él un espacio de tiempo privilegiado, un encuentro que se prolonga después en la oración interior, que dirige a él un pensamiento y una invocación aún en medio de las normales y necesarias ocupaciones. Y con la oración, en nuestras jornadas, es necesario tener presente el deber de la caridad: la dedicación a los demás, familiares y no, privilegiando a aquellos que en especial, sufren en el cuerpo y en el espíritu: enfermos, ancianos, pobres, personas solas, personas que tienen necesidad de ser escuchadas, de sentirse acogidas y confortadas, que están en crisis o se sienten marginadas; estas deben ser el objeto de nuestra caridad como lo fueron para Cristo: a ellos debemos hacer percibir la presencia del Salvador que actúa todavía en el mundo, sirviéndose de los hombres. Nuestras jornadas, teniendo como modelo la jornada de Cristo, serán siempre jornadas llenas, jornadas fatigosas pero, seguramente, jornadas serenas, iluminadas por la gracia, sostenidas por el Espíritu, serán lugar de evangelización, con la palabra y con el testimonio de la vida; una vida que como enseña san Pablo en la carta a los Corintios, en la lectura de hoy, tiene el deber de la evangelización. "... Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!"; "... Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio....". Fr. Arturo Ríos Lara, OFM Roma, 8 de febrero de 2015 PAGOLA 5 Tiempo Ordinario – B RETIRARSE A ORAR José Antonio Pagola En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar. El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. La víspera había sido una jornada dura. Jesús «había curado a muchos enfermos». El éxito había sido muy grande. Cafarnaúm estaba conmocionada: «La población entera se agolpaba» en torno a Jesús. Todo el mundo hablaba de él. Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Solo busca la voluntad del Padre: conocer bien el camino que ha de recorrer. Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir su diálogo con Dios. Solo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja programar desde fuera. Solo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su camino. No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos… para predicar también allí». Uno de los rasgos más positivos en el cristianismo contemporáneo es ver cómo se va despertando la necesidad de cuidar más la comunicación con Dios, el silencio y la meditación. Los cristianos más lúcidos y responsables quieren arrastrar a la Iglesia de hoy a vivir de manera más contemplativa. Es urgente. Los cristianos, por lo general, ya no sabemos estar a solas con el Padre. Los teólogos, predicadores y catequistas hablamos mucho de Dios, pero hablamos poco con él. La costumbre de Jesús se olvidó hace mucho tiempo. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero no sabemos retirarnos para descansar en la presencia de Dios y llenarnos de su paz. Cada vez somos menos para hacer más cosas. Nuestro riesgo es caer en el activismo, el desgaste y el vacío interior. Sin embargo, nuestro problema no es tener muchos problemas, sino no tener la fuerza espiritual necesaria para enfrentarnos a ellos. Domingo V Tiempo Ordinario (B) (Domingo 8 de febrero de 2015) LECTURAS Soy presa de la inquietud hasta la aurora Lectura del libro de Job 7, 1-4. 6-7 Job habló diciendo: ¿No es una servidumbre la vida del hombre sobre la tierra? ¿No son sus jornadas las de un asalariado? Como un esclavo que suspira por la sombra,como un asalariado que espera su jornal, así me han tocado en herencia meses vacíos,me han sido asignadas noches de dolor. Al acostarme, pienso: «¿Cuándo me levantaré?» Pero la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud hasta la aurora. Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin. Recuerda que mi vida es un soploy que mis ojos no verán más la felicidad. Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL 146, 1-6 R. Alaben al Señor, que sana a los afligidos. O bien: Aleluia. ¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios, qué agradable y merecida es su alabanza! El Señor reconstruye a Jerusalén y congrega a los dispersos de Israel. R. Sana a los que están afligidos y les venda las heridas. Él cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre. R. Nuestro Señor es grande y poderoso, su inteligencia no tiene medida. El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los malvados hasta el polvo. R. Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 9, 16-19. 22-23 Hermanos: Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Predicar gratuitamente el Evangelio, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me confiere. En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes. Palabra de Dios. ALELUIA Aleluia. Cristo tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades Aleluia. Mt 8, 17 EVANGELIO Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 29-39 Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios. Palabra del Señor. Guión para la Santa Misa DOMINGO V TPO ORDINARIO Ciclo B-2015 ENTRADA: En esta Santa Misa subamos junto con Jesús, la Víctima divina, al altar del sacrificio, pidiendo la gracia de ser aceptados en nuestras pequeñas entregas diarias, para poder un día consumarlos en inmolación perfecta. LITURGIA DE LA PALABRA 1-LECTURA: Job 7,1-4.6-7 Job suplica el auxilio divino en su angustia. 2-LECTURA: I Cor.9,16-19.22-23 El gran apóstol San Pablo predica el Evangelio por amor a Cristo, el Señor. EVANGELIO: Mc.1,29-39 Jesús pasó haciendo el bien, enseñándonos la primacía de la oración y curando a los enfermos. PRECES: Oremos al Padre de quien desciende todo don perfecto, pidiendo por las necesidades de la iglesia y de todo el mundo. A cada intención respondemos cantando…. - Por las intenciones del Santo Padre, y para que el mensaje de salvación que predica sea recibido por todos los hombres que buscan a Dios con sincero corazón. Oremos. - Por los que mueren víctimas de la violencia, de la guerra y, para que el Señor conceda al mundo la verdadera paz. Oremos. - Por las necesidades espirituales y materiales de nuestra Familia Religiosa, especialmente por el aumento y santificación de las vocaciones para nuestros Institutos. Oremos - Por las necesidades de nuestra Patria, la unidad y paz en las familias, para que iluminados por Dios sepamos discernir y llevar a la práctica las decisiones convenientes para vivir según el Evangelio. Oremos. Escucha Padre, nuestra oración y protege a tu Iglesia que confía plenamente en tu bondadosa providencia. Por Jesucristo nuestro Señor. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA (OFERTORIO) Juntamente con los dones nos ofrecemos al amor del Señor y presentamos: Flores, a la Virgen Ssma. como prenda de nuestro amor filial. Pan y Vino, que serán transformados en Cristo Jesús, Pan vivo y alimento de nuestras almas. COMUNIÓN: Acerquémonos al Señor Sacramentado, que como verdadero Dios saciará el hambre y la sed de nuestra alma. SALIDA: Que María Santísima, “Mujer de las Bienaventuranzas”, nos alcance la gracia de responder con magnanimidad al llamamiento del Señor, a vivir según el espíritu de las Bienaventuranzas. Exégesis P. José María Solé Roma, O. F. M. Sobre la Primera Lectura (Job 7, 1-4. 6-7) El misterio del 'Dolor', tan audaz y crudamente expuesto en el Libro de Job, seguirá impenetrable para filósofos y teólogos. El Evangelio, con el misterio aún mayor de Cristo-CrucificadoResucitado, nos da luz y esperanza. Sólo en el cielo se nos abrirán los secretos de este misterio: - Este fragmento del discurso de Job por la belleza de su estilo y sobre todo porque sus expresiones son un eco de todos los corazones humanos, pasará a ser patrimonio de todas las literaturas. En el pasaje de la Liturgia de hoy, Job nos describe, con imágenes sumamente expresivas, el dolor y la brevedad de la vida humana: - Vida de dolor: Cual la del soldado en servicio, sujeto a trato duro y riesgos continuos. Cual la del mercenario que se fatiga de la mañana a la noche en provecho de otros. Cual la del esclavo a quien se exigen los más duros servicios, sin reconocérsele otro derecho que el de trabajar y desentrañarse. Cual la del jornalero que vive de un salario ganado cada día con afán y sudores. Y para todos ésos la hora del descanso es la hora de las tinieblas. Así a la vida humana, tras los sufrimientos y pesares, le sucede la muerte. - Vida breve: Los días corren más raudos que la lanzadera del telar. La vida humana es un soplo. La revelación posterior (Sabiduría, Daniel, Macabeos), y sobre todo la luz del Nuevo Testamento, irá iluminando los misterios de ultratumba; y con ello obtendrán respuesta optimista los interrogantes que atormentan a Job. De modo especial el misterio del dolor quedará iluminado por la doctrina de Cristo y sobre todo por su Pasión y Muerte. Sobre la Segunda Lectura (1 Corintios 9, 16-19. 22-23) San Pablo nos habla de las renuncias que ha hecho muy a gusto en aras de la caridad; y para que el Evangelio por él predicado pudiera ser mejor aceptado por los evangelizados. En unos preciosos datos biográficos nos descubre la conciencia que él tiene de la vocación al apostolado: - El predicar el Evangelio es para él urgente obligación. Cumple con un deber que Cristo le ha impuesto: el deber que fluye de su vocación o elección. La voz acuciante de este deber resuena aún en la conciencia de todos los misioneros: '¡Ay de mí si no evangelizare!'. - Al cumplimiento de este deber Pablo aporta algo de su generosidad. Es la gratuidad en la predicación (v. 18). Tendría derecho a vivir del Evangelio. Pero en bien del Evangelio renuncia generoso a este derecho. Ha hecho norma inviolable de su ministerio ejercerlo sin remuneración alguna. - A la vez se ha impuesto cuantas renuncias puedan ser un mejor camino para el Evangelio. 'Me he hecho todo para todos para ganarlos a todos' (v. 22). Con los judíos, judío; con los gentiles, gentil; con los débiles, débil... Mucha de la problemática que hoy nos ahoga hallaría solución fácil si aplicáramos estas normas del gran Apóstol: Conciencia del deber urgente de predicar el Evangelio. Desinterés total en el ministerio. Sensibilidad para captar lo que puede escandalizar y hacer enojoso el mensaje evangélico. Si cada uno nos hiciéramos 'todo para todos' cesarían muchos escándalos; el mensaje evangélico sería escuchado, valorizado, aceptado y vivido por los fieles y aun por los incrédulos. Sobre el Evangelio (Marcos 1, 29 39) En este pasaje evangélico el modelo del apostolado va a ser Jesús mismo. San Marcos traza un cuadro maravilloso de Jesús-Misionero: - Jesús-Misionero que antes de comenzar la jornada de predicación y atención a los enfermos va a buscar un lugar recogido y a orar (v. 35). Muchas veces nos habla el Evangelio de la oración de Jesús. No debemos dar a su oración sólo un sentido ejemplarizante, como si orara para dar ejemplo solamente. Cierto que en Jesús todo Él es ejemplo, pero no por una conducta afectada, sino por la autenticidad de su ser y de su actuar. Su oración es, pues, auténtica. El Hijo Encarnado ora, porque precisamente así vive su auténtica dimensión filial, en constante relación y dependencia del Padre. Para Él, como para nosotros, la problemática de la vida, con sus incertidumbres y congojas, quedaba en manos del Padre. Y la oración era para Jesús luz y vigor, encuentro y aceptación de la voluntad del Padre. - Jesús Misionero que gasta el día en jornadas agotadoras de apostolado. Recorre todas las poblaciones, entra en todas las sinagogas (v. 39). Deja la paz de Cafarnaum, el calor de un hogar amigo (30). Su consigna de misionero es: 'Vamos a otra parte; a las poblaciones vecinas, para predicar también en ellas, pues para eso he venido' (30). Las gentes sencillas le corresponden con su docilidad y su amor: 'Todos te buscan' (37). - Los Doce recordarán a Jesús-Misionero cuando propondrán: 'Nosotros, empero, nos consagraremos a la oración y al ministerio de la predicación' (Act 6, 4). Especialmente a la oración o celebración litúrgica: Concede nobis, quaesumus, Domine, haec digne frequentaremysteria, quia, quotieshuiushostiaecommemoratiocelebratur, opus nostraeredemptionisexercetur(Super oblataDom III) (SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra, ciclo "B", Herder, Barcelona 1979) Comentario Teológico P. Leonardo Castellani LOS MILAGROS En estos comentarios se ha visto –y basta leer los Evangelios– que Cristo pone sus milagros en un segundo plano. Para El son solamente ilustraciones y confirmaciones de su doctrina, manejadas con parsimonia y con gran precaución; dado que para las turbas, el milagro tiende a volverse todo. Dios hace milagros de mala gana. Cristo acepta por lo tanto el Destino: y cuando lo quiebra introduciendo excepciones, lo hace con su cuenta y razón. Los paganos creían que Júpiter estaba por debajo del Destino; Cristo muestra que Dios está por encima del Destino; pero que el Destino existe. “Si Cristo tuvo realmente poder para salvar los enfermos y resucitar muertos –si fue Dios– y no sanó a todos los enfermos del mundo, es un criminal”. Estas palabras de un impío inglés, me recuerdan las del otro paisano: “Virgen de Itatí, si sanaste a mi chancho y si sanaste a mi burro ¿por qué no me sanás también a mí, que también soy correntino?”. El primer acto del sentido común es aceptar la realidad. Cristo acepta la realidad humana tal como existe, y sobre ello promete la “Salvación”, el reino de los Cielos. Los milagros son como vislumbres o relámpagos de ese Reino; pero no profesan ser la abolición del Destino; y la inmediata recuperación del Jardín del Edén al golpe de una varita mágica. El Destino existe; está construido por las leyes naturales, la herencia, el lugar donde nací, la educación que recibí, la nación donde actué, la época en que vivo, los pecados que he hecho; y todo lo que he hecho en realidad, que si al hacerlo pudo ser libre, después de hecho se volvió necesario. Si tengo una enfermedad que contraje o heredé, ella forma parte de mi Destino, y con ella y por ella debo conseguir mi salvación. Si viene un taumaturgo y me la sana, buena suerte; si no, tengo que tirar adelante con ella. Ya sanará... si yo me salvo. Si Cristo aceptó el Destino de la Humanidad con sus males y miserias, es evidentemente porque no podía hacer otra cosa, aun siendo Dios; exactamente por ser Dios. Hay allí una realidad inquebrantable, una realidad que tiene sus propias leyes, que para los judíos y cristianos se llama el Pecado Original. Las religiones orientales, como el budismo, la reconocen sin intentar explicarla... Platón hace lo mismo, probablemente por influjo oriental, cosiendo encima de ella uno de sus mitos. La mitología de todos los pueblos contiene mitos que son vestigios de ese misterio. Es una realidad divina, que tiene relación con Dios; por eso es misterio y sobrepuja la razón humana; pero la realidad está allí. Cristo acepta el Destino de la Humanidad, y acepta su propio Destino como hombre. Ahí está el hecho capital. Si Cristo hubiese hecho sus milagros en favor de sí mismo –exceptuándose por tanto del Destino común–la objeción de Buttler y Tomás Payne sería válida. Si “el médico se curó a sí mismo”, tendría obligación de haber curado a todos los demás, para llevar el nombre de Salvador. Pero Cristo no hizo en pro de sí mismo, sino el milagro que hizo en pro de todos los demás: la Resurrección. El enfermo Kirkegor dice con amargura: “las peores enfermedades son las que están situadas en la confluencia del cuerpo y el espíritu, como la melancolía; y Cristo tuvo esa enfermedad”. Añadamos que en su Pasión tuvo todas las enfermedades juntas, “leproso”, “varón de dolores”, “sabedor de la enfermedad”, como lo llamó el Profeta. Es claro, los impíos tienen juego fácil, porque suprimen la realidad del Pecado. Si el pecado es una cosa irreal, imaginaria, una relación del hombre con las leyes sociales inventadas por otros hombres, es claro que tienen razón. La existencia del mal físico se vuelve escandalosa y la existencia de un Dios todopoderoso y paterno se vuelve inconciliable. Pero el mal físico es el resultado, el reflejo y la imagen del mal moral. Y la extrema resistencia del hombre a él es reflejo del origen divino del alma. Bernard Shaw puso la objeción del correntino en una comedia llamada Maior Bárbara; una de sus comedias flojas como obra de arte, aunque no como panfleto, que es lo que a Shaw más interesa. Es un panfleto socialista sobre la religión; sus personajes más que seres vivos son títeres dialécticos. Escandalizado ante los males del mundo, que él resume en la pobreza, llama a las religiones a reformarse para eliminarla del mundo; y manifiesta su decepción ante el Ejército de Salvación, que al principio le pareció iba por buen camino. Bárbara, la protagonista, es una muchacha valerosa que es “mayor” del Ejército de Salvación; y que aburrida de su ejército “que no ha salvado nada”, al final se vuelve capitalista. “Malaventurados los pobres...”. La pobreza es el sumo mal. Hay que contar con el dinero... y contar con dinero. Pero las Iglesias, todas ellas, cuentan con el dinero mal ganado de los “ricos”. Hay un verdadero cristianismo, cristianity, basado sobre el perdón y la renuncia a la venganza... y a la justicia. Hay un falso cristianismo, crosstianity, basado sobre la adoración de un patíbulo. La solución es tener dinero –Shaw lo tuvo– bien ganado –Shaw lo ganó envenenando al público inglés con sus ingeniosidades sofísticas de seudoprofeta– y más o menos moralmente distribuido: “yo salvo un alma con un salario de 38 chelines semanales”, dice el fabricante de cañones. Y finalmente aunque el dinero sea mal ganado, siempre es dinero; y como la pobreza es el sumo mal, lógicamente...”. Esta es la teoría del bufo inglés. Todo socialista es un capitalista que no tiene capital... todavía. Nativamente religioso (irlandés) el socialista Shaw está pasando en esta obra de juventud del agnosticismo religioso al vago modernismo de su madurez. Lo interesante de esta comedia panfleto es que ostenta ingenuamente la actitud del impío ante la creación: el impío se apodera del mundo y lo hace suyo; y después quiere arreglarlo, para lo cual llama en su auxilio a la religión –a una nueva religión–. Pero el mundo es de Dios y no mío, yo no soy el Creador. Shaw se siente ingenuamente el Creador del mundo. No empieza por someterse a la realidad, sino que se cree dueño de la realidad. La primera realidad es la limitación del hombre; pero la razón del hombre es en cierto modo ilimitada, y así puede endiosarse. La primera realidad con que topa el hombre es el destino; pero el hombre está destinado en el fondo a hacerse dueño del Destino; y el mal paso de la razón, ensoberbecida, es sentirse ya dueña del Destino. Sobre la base de que el hombre ve cómo deberían ser las cosas –según su gusto y comodidad– se pone a hacerle la lección a los hados. Pero los hados se ríen de su lección... Si yo quiero volverme de golpe capitalista como la Mayora Bárbara de la comedia, no puedo; los Hados se ríen de mí. Eso es fácil en las comedias y en las novelas; y en la Argentina, es posible solamente a los escritores sofísticos o deshonestos. Yo tengo experiencia de que a mí no me es posible. Someterse a la realidad es someterse a Dios. El impío se des somete a la realidad, y por tanto se hace Dios. Una vez hecho Dios, arreglar el mundo sobre el papel es fácil: se puede salvar las almas con un salario de 38 chelines semanales. A los salvadores de almas aumentadores de salarios, ya los conocemos. La blasfemia de los que exigen de Dios la instauración inmediata del milagro total en el orden del mundo (es decir, el máximo desorden) cristalizó en la frase conocida de Stendhal, que hacía las delicias de Nietzsche: “Suerte que Dios no existe; porque si existiera, habría que fusilarlo “. Ya lo fusilaron. Eso es lo gracioso. Dios se hizo hombre y fue fusilado por todo lo alto y con todas las de la ley; de la Ley Romana nada menos, por el representante del orden público del Imperio más legista y jurídico que ha existido. ¿Qué más pueden pedir? Cristo existió y fue fusilado. Tutticontenti. La blasfemia de Stendhal es una imbecilidad y haber aceptado Dios el ser fusilado –o crucificado que es peor– es el milagro más grande de Cristo. Se quejan de que adoremos su patíbulo: ese Patíbulo es el Milagro Universal que ellos piden. Santos Padres San Jerónimo “Y al instante, la fiebre la dejó” Luego, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan . Había instruido el Señor a su cuadriga y era ensalzado por encima de los querubines. Y entra en la casa de Pedro. Digna era su alma para recibir a un huésped tan grande. «Vinieron—dice el Evangelio—a casa de Simón y Andrés». La suegra de Simón estaba acostada con fiebre . ¡Ojalá venga y entre el Señor en nuestra casa y con un mandato suyo cure las fiebres de nuestros pecados! Porque todos nosotros tenemos fiebre. Tengo fiebre, por ejemplo, cuando me dejo llevar por la ira. Existen tantas fiebres como vicios. Por ello, pidamos a los apóstoles que intercedan ante Jesús, para que venga a nosotros y nos tome de la mano, pues si él toma nuestra mano, la fiebre huye al instante. Él es un médico egregio, el verdadero protomédico. Médico fue Moisés, médico Isaías, médicos todos los santos, mas éste es el protomédico. Sabe tocar sabiamente las venas y escrutar los secretos de las enfermedades. No toca el oído, no toca la frente, no toca ninguna otra parte del cuerpo, sino la mano. Tenía la fiebre, porque no poseía obras buenas. En primer lugar, por tanto, hay que sanar las obras , y luego quitar la fiebre. No puede huir la fiebre, si no son sanadas las obras. Cuando nuestra mano posee obras malas, yacemos en el lecho, sin podernos levantar, sin poder andar, pue sestamos sumidos totalmente en la enfermedad. Y acercándose a aquella, que estaba enferma... Ella misma no pudo levantarse, pues yacía en el lecho, y no pudo, por tanto, salirle al encuentro al que venía. Más, este médico misericordioso acude él mismo junto al lecho; el que había llevado sobre sus hombros a la ovejita enferma, él mismo va junto al lecho. «Y acercándose... » Encima se acerca, y lo hace además para curarla. «Y acercándose... » Fíjate en lo que dice. Es como decir: hubieras debido salirme al encuentro, llegarte a la puerta, y recibirme, para que tu salud no fuera sólo obra de mi misericordia, sino también de tu voluntad. Pero, ya que te encuentras oprimida por la magnitud de las fiebres y no puedes levantarte, yo mismo vengo. Y acercándose, la levantó. Ya que ella misma no podía levantarse, es tomada por el Señor. Y la levantó, tomándola de la mano . La tomó precisamente de la mano. También Pedro, cuando peligraba en el mar y se hundía, fue cogido de la mano y levantado. «Y la levantó tomándola de la mano». Con su mano tomó el Señor la mano de ella. ¡Oh feliz amistad, oh hermosa caricia! La levantó tomándola de la mano: con su mano sanó la mano de ella. Cogió su mano como un médico, le tomó el pulso, comprobó la magnitud de las fiebres, él mismo, que es médico y medicina al mismo tiempo. La toca Jesús y huye la fiebre. Que toque también nuestra mano, para que sean purificadas nuestras obras, que entre en nuestra casa: levantémonos por fin del lecho, no permanezcamos tumbados. Está Jesús de pie ante nuestro lecho, ¿y nosotros yacemos? Levantémonos y estemos de pie: es para nosotros una vergüenza que estemos acostados ante Jesús. Alguien podrá decir: ¿dónde está Jesús? Jesús está ahora aquí. «En medio de vosotros—dice el Evangelio—está uno a quien no conocéis» . «El reino de Dios está entre vosotros» . Creamos y veamos que Jesús está presente. Si no podemos tocar su mano, postrémonos a sus pies. Si no podemos llegar a su cabeza, al menos lavemos sus pies con nuestras lágrimas. Nuestra penitencia es ungüento del Salvador. Mira cuán grande es su misericordia. Nuestros pecados huelen, son podredumbre y, sin embargo, si hacemos penitencia por los pecados, si los lloramos, nuestros pútridos pecados se convierten en ungüento del Señor. Pidamos, por tanto, al Señor que nos tome de la mano. Y al instante—dice—la fiebre la dejó . Apenas la toma de la mano, huye la fiebre. Fijaos en lo que sigue. «Al instante la fiebre la dejó». Ten esperanza, pecador, con tal de que te levantes del lecho. Esto mismo ocurrió con el santo David, que había pecado, yaciendo en la cama con Betsabé, la mujer de Urías el hitita y sintiendo la fiebre del adulterio, después que el Señor le sanó, después que había dicho: «Ten piedad de mí, oh Dios por tu gran misericordia» , así como: «Contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí» . «Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios mío...» Pues él había derramado la sangre de Urías, al haber ordenado derramarla. «Líbrame, dice, de la sangre, oh Dios, Dios mío, y un espíritu firme renueva dentro de mí» . Fíjate en lo que dice: «renueva». Porque en el tiempo en que cometí el adulterio y perpetré el adulterio y perpetré el homicidio, el Espíritu Santo envejeció en mí. ¿Y qué más dice? «Lávame y quedaré más blanco que la nieve» . Porque me has lavado con mis lágrimas. Mis lágrimas y mi penitencia han sido para mí como el bautismo. Fijaos, por tanto, de penitente en qué se convierte. Hizo penitencia y lloró, por ello fue purificado. ¿Qué sigue inmediatamente después? «Enseñaré a los inicuos tus caminos y los pecadores volverán a ti» . De penitente se convirtió en maestro. ¿Por qué dije todo esto? Porque aquí está escrito: Y al instante la fiebre la dejó y se puso aservirles . No basta con que la fiebre la dejase, sino que se levanta para el servicio de Cristo. «Y se puso a servirles». Les servía con los pies, con las manos, corría de un sitio a otro, veneraba al que le había curado. Sirvamos también nosotros a Jesús. Él acoge con gusto nuestro servicio, aunque tengamos las manos manchadas: él se digna mirar lo que sanó, porque él mismo lo sanó. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. SAN JERÓNIMO, Comentario al evangelio de San Marcos, Ciudad Nueva Madrid 1988, pág. 44-47 Aplicación P. Alfredo Sáenz, S.J. EL PRIMADO DE LO SOBRENATURAL (…) El domingo de hoy clausura lo que antes se llamaba el tiempo de Epifanía. Como ya hemos señalado repetidamente, la palabra "epifanía" significa "manifestación". A los misterios de la Navidad de Jesús siguieron, así, los misterios de su Epifanía. Porque Cristo no nació sino para mostrarse como hombre y como Dios, en orden a nuestra salvación. Lo hemos visto manifestándose a los Magos quienes, al reconocerlo como Salvador, le obsequiaron oro, incienso y mirra. Lo hemos visto manifestándose en el Jordán cuando, luego de haber sido bautizado por Juan, fue glorificado por la voz de su Padre: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto. Y así los distintos evangelios de estos domingos de Epifanía nos han presentado al Señor en sus diversas manifestaciones, como vencedor del demonio, como profeta, etc. El evangelio del domingo de hoy resume toda la obra manifestativa de Jesús y explica su sentido. Nos señala el texto que Jesús, después de salir de la sinagoga de Cafarnaúm, se dirigió con Santiago y Juan a la casa de Simón, o sea de Pedro. Los últimos descubrimientos arqueológicos ubican la casa de Pedro aproximadamente a unos veinte metros de la puerta de la sinagoga de aquel pueblo. Ni bien el Señor franqueó la entrada de la casa, le contaron que la suegra de Pedro estaba en cama con fiebre. Jesús no vaciló. Se dirigió enseguida al cuarto de la enferma y la sanó... suponemos que para alegría de Pedro! Animados por ese milagro, al anochecer los del pueblo le llevaron una cantidad de enfermos y de endemoniados, y el Señor curó a muchos de ellos. Así es Jesús. Tiene entrañas de madre. Es capaz de sentir conmiseración, sabe compadecer, padecer-con. Y ese Jesús es el mismo que está ahora en el ciclo. Al ascender a las alturas no se ha despojado de sus entrañas de misericordia, de su corazón compasivo. Quiere seguir ayudando. Si le decimos cuán grande es nuestro sufrimiento será capaz de comprendernos. Hay un texto conmovedor en la Escritura que siempre me ha impresionado: Si tu madre te olvidare, yo no me olvidaré de ti, dice el Señor. A la madrugada siguiente, continúa relatando el evangelio, Jesús se levantó temprano y se dirigió al descampado, poniéndose allí a orar. Pedro y sus compañeros, afectados todavía por los milagros de la víspera, fueron a su encuentro y lo instaron: "Todos te andan buscando". Pero Jesús, aun siendo tan bondadoso como acabamos de ver, no accedió al pedido. Quizás lo que pretendía era destacar la importancia de la contemplación. Hoy no faltan quienes afirman que ya no hay que hacer más oración; que lo importante es estar con los demás, volcarse a las necesidades de los demás. Lo otro es una evasión. Pues. bien, Jesús nos enseña lo contrario. "Todos te andan buscando". Y sin embargo persiste en la oración. Como los monjes contemplativos que viven en la soledad, alabando y adorando al Señor: esa es su manera de acudir al prójimo. Porque el que se une a Dios, en El encuentra a su prójimo. El que ama verdaderamente a Dios, no puede no amar entrañablemente a su prójimo. Son dos amores, el de Dios y el del prójimo, que no se excluyen sino que se exigen. Pero con jerarquía: primero es Dios. Señor, le dice Pedro, "todos te andan buscando". Y El le respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he venido". Como si dijera: No he venido para ser un demagogo. No he venido para ser un curandero. No he venido para aliviar las enfermedades del cuerpo. Las aliviaré en algunos casos, sí, pero más que todo para ofrecer un signo visible a los ojos de los hombres carnales, un signo de la verdadera curación que he venido a procurar, la de las almas. Se nos dice hoy con insistencia que la Iglesia debe estar atenta a lo que le pide el mundo, que debe satisfacer las esperanzas de los hombres. Esto puede ser exacto. Pero para que la Iglesia se pueda dar fructuosamente al mundo, para que la Iglesia se pueda dar satisfactoriamente a los hombres, es necesario que primero el mundo, que primero los hombres, experimenten la necesidad de ser salvados. Lo que la Iglesia está llamada a dar al mundo no es ante todo la felicidad terrena, el fin de las injusticias. El diálogo que la Iglesia debe entablar con el mundo es primordialmente el diálogo de la salvación, aquel que se ha hecho ritual en el bautismo: ¿Qué esperas de la Iglesia? La fe. ¿Qué esperas de la Iglesia? Las palabras de vida eterna. ¿Qué esperas de la Iglesia? Los sacramentos de la salvación. Esta es la espera legítima del mundo a la que la Iglesia está en condiciones de satisfacer. Y no otras esperas, expectativas falsas a veces, o al menos expectativas puramente terrenas, como hoy algunos propugnan, queriendo instaurar un nuevo tipo de diálogo, de apertura al mundo, de prescindencia del cielo: ¿Qué esperas de la Iglesia? Que solucione los problemas económicos. ¿Qué esperas de la Iglesia? Que acabe con el hambre y la ignorancia. ¿Qué esperas de la Iglesia? Que colabore en la alfabetización. No es esto lo que el mundo debe esperar de la Iglesia. No es esto lo que la Iglesia debe dar al mundo. Es cierto que siempre la Iglesia se ha preocupado de las necesidades materiales de los hombres, es verdad que la Iglesia, especialmente en los últimos tiempos, propugna insistentemente una doctrina social, e impele a los cristianos a practicar las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, pero el fin primordial y específico, el fin intransferible de la Iglesia es sobrenatural, la salvación eterna de los hombres. Quizás sea algo semejante lo que Cristo quiso dejar sobre-entendido al responder a la invitación de Pedro: "Todos te andan buscando". "Vayamos a otra parte —le contestó—, a predicar, también en las poblaciones vecinas, porque para eso he venido". Así se nos revela Jesús en este evangelio, el último de Epifanía. Pronto nos vamos a acercar a recibir el Cuerpo del Señor. Cristo penetrará en nuestra alma, como antaño ingresara en la morada de Pedro, aunque somos del todo indignos de que acceda a nuestra casa. Pidámosle que sane todo lo que en ella encuentre de enfermo. Que nos enseñe a apreciar la plegaria, la oración silenciosa, en el descampado del corazón, ante el sagrario abandonado. Y que grabe en nosotros la importancia de las cosas sobrenaturales, el primado de las cosas eternas. SÁENZ, A., Palabra y Vida, Homilías dominicales y festivas, Ciclo B, Ediciones Gladius, Bs. As., 1993, p. 77 - 80 Benedicto XVI Queridos hermanos y hermanas: El evangelio que acabamos de escuchar comienza con un episodio muy simpático, muy hermoso, pero también lleno de significado. El Señor va a casa de Simón Pedro y Andrés, y encuentra enferma con fiebre a la suegra de Pedro; la toma de la mano, la levanta y la mujer se cura y se pone a servir. En este episodio aparece simbólicamente toda la misión de Jesús. Jesús, viniendo del Padre, llega a la casa de la humanidad, a nuestra tierra, y encuentra una humanidad enferma, enferma de fiebre, de la fiebre de las ideologías, las idolatrías, el olvido de Dios. El Señor nos da su mano, nos levanta y nos cura. Y lo hace en todos los siglos; nos toma de la mano con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrías. Nos toma de la mano en los sacramentos, nos cura de la fiebre de nuestras pasiones y de nuestros pecados mediante la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos, de estar de pie delante de Dios y delante de los hombres. Y precisamente con este contenido de la liturgia dominical el Señor se encuentra con nosotros, nos toma de la mano, nos levanta y nos cura siempre de nuevo con el don de su palabra, con el don de sí mismo. Pero también la segunda parte de este episodio es importante; esta mujer, recién curada, se pone a servirlos, dice el evangelio. Inmediatamente comienza a trabajar, a estar a disposición de los demás, y así se convierte en representación de tantas buenas mujeres, madres, abuelas, mujeres de diversas profesiones, que están disponibles, se levantan y sirven, y son el alma de la familia, el alma de la parroquia. Como se ve en el cuadro pintado sobre el altar, no sólo prestan servicios exteriores. Santa Ana introduce a su gran hija, la Virgen, en las sagradas Escrituras, en la esperanza de Israel, en la que ella sería precisamente el lugar del cumplimiento. Las mujeres son también las primeras portadoras de la palabra de Dios del evangelio, son verdaderas evangelistas. Y me parece que este episodio del evangelio, aparentemente tan modesto, precisamente aquí, en la iglesia de Santa Ana, nos brinda la ocasión de expresar sinceramente nuestra gratitud a todas las mujeres que animan esta parroquia, a las mujeres que sirven en todas las dimensiones, que nos ayudan siempre de nuevo a conocer la palabra de Dios, no sólo con el intelecto, sino también con el corazón. Volvamos al evangelio: Jesús duerme en casa de Pedro, pero a primeras horas de la mañana, cuando todavía reina la oscuridad, se levanta, sale, busca un lugar desierto y se pone a orar. Aquí aparece el verdadero centro del misterio de Jesús. Jesús está en coloquio con el Padre y eleva su alma humana en comunión con la persona del Hijo, de modo que la humanidad del Hijo, unida a él, habla en el diálogo trinitario con el Padre; y así hace posible también para nosotros la verdadera oración. En la liturgia, Jesús ora con nosotros, nosotros oramos con Jesús, y así entramos en contacto real con Dios, entramos en el misterio del amor eterno de la santísima Trinidad. Jesús habla con el Padre; esta es la fuente y el centro de todas las actividades de Jesús; vemos cómo su predicación, las curaciones, los milagros y, por último, la Pasión salen de este centro, de su ser con el Padre. Y así este evangelio nos enseña el centro de la fe y de nuestra vida, es decir, la primacía de Dios. Donde no hay Dios, tampoco se respeta al hombre. Sólo si el esplendor de Dios se refleja en el rostro del hombre, el hombre, imagen de Dios, está protegido con una dignidad que luego nadie puede violar. La primacía de Dios. Las tres primeras peticiones del "Padre nuestro" se refieren precisamente a esta primacía de Dios: pedimos que sea santificado el nombre de Dios; que el respeto del misterio divino sea vivo y anime toda nuestra vida; que "venga el reino de Dios" y "se haga su voluntad" son las dos caras diferentes de la misma medalla; donde se hace la voluntad de Dios, es ya el cielo, comienza también en la tierra algo del cielo, y donde se hace la voluntad de Dios está presente el reino de Dios; porque el reino de Dios no es una serie de cosas; el reino de Dios es la presencia de Dios, la unión del hombre con Dios. Y Dios quiere guiarnos a este objetivo. El centro de su anuncio es el reino de Dios, o sea, Dios como fuente y centro de nuestra vida, y nos dice: sólo Dios es la redención del hombre. Y la historia del siglo pasado nos muestra cómo en los Estados donde se suprimió a Dios, no sólo se destruyó la economía, sino que se destruyeron sobre todo las almas. Las destrucciones morales, las destrucciones de la dignidad del hombre son las destrucciones fundamentales, y la renovación sólo puede venir de la vuelta a Dios, o sea, del reconocimiento de la centralidad de Dios. En estos días, un obispo del Congo en visita ad limina me dijo: los europeos nos dan generosamente muchas cosas para el desarrollo, pero no quieren ayudarnos en la pastoral; parece que consideran inútil la pastoral, creen que sólo importa el desarrollo técnico-material. Pero es verdad lo contrario —dijo—, donde no hay palabra de Dios el desarrollo no funciona, y no da resultados positivos. Sólo si hay antes palabra de Dios, sólo si el hombre se reconcilia con Dios, también las cosas materiales pueden ir bien. El texto evangélico, con su continuación, confirma esto con fuerza. Los Apóstoles dicen a Jesús: vuelve, todos te buscan. Y él dice: no, debo ir a las otras aldeas para anunciar a Dios y expulsar los demonios, las fuerzas del mal; para eso he venido. Jesús no vino —el texto griego dice: "salí del Padre"— para traer las comodidades de la vida, sino para traer la condición fundamental de nuestra dignidad, para traernos el anuncio de Dios, la presencia de Dios, y para vencer así a las fuerzas del mal. Con gran claridad nos indica esta prioridad: no he venido para curar —aunque lo hago, pero como signo—; he venido para reconciliaros con Dios. Dios es nuestro creador, Dios nos ha dado la vida, nuestra dignidad: a él, sobre todo, debemos dirigirnos. Y, como dijo el padre Gioele, la Iglesia celebra hoy en Italia la Jornada por la vida. Los obispos italianos han querido recordar en su mensaje el deber prioritario de "respetar la vida", al tratarse de un bien del que no se puede disponer: el hombre no es el dueño de la vida; es, más bien, su custodio y administrador. Y bajo la primacía de Dios automáticamente nace esta prioridad de administrar, de custodiar la vida del hombre, creada por Dios. Esta verdad de que el hombre es custodio y administrador de la vida constituye un punto fundamental de la ley natural, plenamente iluminado por la revelación bíblica. Se presenta hoy como "signo de contradicción" con respecto a la mentalidad dominante. En efecto, constatamos que, a pesar de que existe en general una amplia convergencia sobre el valor de la vida, cuando se llega a este punto —es decir, si se puede, o no, disponer de la vida—, dos mentalidades se oponen de manera irreconciliable. De una forma más sencilla podríamos decir: la primera de esas dos mentalidades considera que la vida humana está en las manos del hombre; la segunda reconoce que está en las manos de Dios. La cultura moderna ha enfatizado legítimamente la autonomía del hombre y de las realidades terrenas, desarrollando así una perspectiva propia del cristianismo, la de la encarnación de Dios. Pero, como afirmó claramente el concilio Vaticano II, si esta autonomía lleva a pensar que "las cosas creadas no dependen de Dios y que el hombre puede utilizarlas sin referirlas al Creador", entonces se origina un profundo desequilibrio, porque "sin el Creador la criatura se diluye" (Gaudium et spes, 36). Es significativo que el documento conciliar, en el pasaje citado, afirme que esta capacidad de reconocer la voz y la manifestación de Dios en la belleza de la creación es propia de todos los creyentes, independientemente de la religión a la que pertenezcan. Podemos concluir que el pleno respeto de la vida está vinculado al sentido religioso, a la actitud interior con la que el hombre afronta la realidad, actitud de dueño o de custodio. Por lo demás, la palabra "respeto" deriva del verbo latino respicere (mirar), e indica un modo de mirar las cosas y las personas que lleva a reconocer su realidad, a no apropiarse de ellas, sino a tratarlas con consideración, con cuidado. En definitiva, si se quita a las criaturas su referencia a Dios, como fundamento trascendente, corren el riesgo de quedar a merced del arbitrio del hombre, que, como vemos, puede hacer un uso indebido de ellas. Queridos hermanos y hermanas, invoquemos juntos la intercesión de santa Ana en favor de vuestra comunidad parroquial, a la que saludo con afecto. Que sobre todos vele santa Ana, vuestra patrona celestial, y os obtenga a cada uno el don de ser testigos del Dios de la vida y del amor. (Homilía durante la misa celebrada en la parroquia de Santa Ana, El Vaticano, domingo 5 de febrero de 2006) San Juan Pablo II “Él sanó a muchos que estaban afligidos de varias enfermedades” (Mc 1, 34). 1. Queridos hermanos y hermanas, el relato evangélico de hoy presenta numerosas multitudes de personas enfermas y sufrientes que se reúnen alrededor de Jesús. Él los conforta con la palabra y, con gestos simples pero elocuentes, los cura y los salva. Vino del Padre para anunciar y realizar la salvación de todo el hombre y de todos los hombres. Jesús muestran una particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el alma: los pobres, los pecadores, los endemoniados, los enfermos, los marginados. Él se revela como “médico de los cuerpos y de las almas” (San Ignacio de Antioquía a los Efesios, 7,2), buen Samaritano del hombre, único Salvador de la humanidad. En el encuentro con la suegra de Pedro, la actitud y el gesto de Jesús son emblemáticos: “Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar”, señala el evangelista. Significativas las consecuencias: “la fiebre la dejó y comenzó a servirlos”, para indicar por una parte que la curación es superación del mal y salida del aislamiento; y, por otro lado, restitución a una vida “llena” que coloca al que es sanado en la posibilidad de servir a los demás y de seguir a Cristo como discípulo. 2. Mas la obra salvadora de Cristo no se agota con su persona y en el marco de su vida terrena; continúa en la Iglesia y a través de la Iglesia, sacramento del amor y la ternura de Dios hacia el hombre. Al enviar a la misión a sus discípulos Jesús les da un doble mandato: aquel de proclamar el Evangelio de la salvación y de la paz, y aquel de “sanar a los enfermos” (cf. Mc 6,3; Mt 10,1; Lc 9,1.6; 10, 9). Fiel a esta enseñanza, la Iglesia ha escrito páginas maravillosas y ha ejercido una presencia significativa en el mundo del sufrimiento, especialmente a través de los innumerables Santos de la caridad y las instituciones y las obras que suscitó. La asistencia a los enfermos es una parte integral de su misión. Los pobres y los que sufren los tendréis siempre con vosotros, amonesta Jesús (cf. Mt 26,11), y la Iglesia continuamente los encuentra en su camino, considerando al hombre enfermo “camino privilegiado” para encontrar a Cristo. Esto también es verdadero para nuestro tiempo, en el cual, no obstante los muchos avances de la ciencia y de la tecnología, permanecen aún antiguas enfermedades y aparecen nuevas. La condición del hombre en la tierra, el sufrimiento interior, la lucha de la cual hemos hecho eco en la confesión del justo y paciente Job, en la primera lectura de esta liturgia, plantea interrogantes inquietantes sobre el “por qué” de la vida y la muerte, sobre el significado de la enfermedad y del sufrimiento, y no pocas veces, sobre la paternidad de Dios y el destino trascendente de sus hijos. Se trata de verdaderas “laceraciones” interiores que plantean cuestiones existenciales, a las cuales la acción pastoral de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo ante nuestros ojos el Crucifijo, donde aparece todo el misterio salvífico de Dios Padre, que por amor hacia todos los hombres no perdonó a su propio hijo (cf. Rm 8,32). 3. La celebración del Sínodo pastoral diocesano y el proyecto de una “nueva evangelización” que deberá surgir de él para los años futuros de la Iglesia de Roma, no puede pasar por alto una zona tan delicada y urgente como el servicio a los enfermos y a los que sufren, que son porción electa del pueblo de Dios. Cada comunidad eclesial debe sentirse “a cargo” de esta pastoral. No son concebibles delegaciones a pocos individuos o grupos especiales. Todos y cada uno, según los dones y posibilidades, están llamados a llevar la carga, llevando la luz del Evangelio y la fuerza de la gracia a aquellos que sufren y a los que cuidan de su asistencia, ya sean familiares, o médicos, enfermeras, personal administrativo y técnico. Y siempre con la humanidad, con entrega generosa, con amor evangélico. Muchos son los aspectos y las implicancias de este compromiso. La comunidad cristiana, de hecho, está llamada a luchar con todas sus fuerzas contra cualquier forma de enfermedad, favoreciendo la investigación y el sano desarrollo; velando siempre para que todo favorezca la salud integral del hombre, la defensa y la promoción de los derechos fundamentales de la persona, primero que todos aquel de la vida. Esto implica un esfuerzo de humanización, especialmente en ambientes de asistencia médica, que se conjuga con la propuesta de los valores éticos, humanos y sobrenaturales, especialmente allí donde hay renegados o ignorantes. En conexión con esto se encuentra el empeño de la evangelización verdadera y propia, dirigida ya sea a los enfermos, de modo que vivan su experiencia a la luz de la enseñanza y el ejemplo de Cristo Redentor, ya sea para aquellos que los atienden, a fin de que lo hagan con competencia, con coherencia, con inspiración evangélica. 4. La petición recién recordada debe encontrar aplicación también en su comunidad parroquial. Incluíos, a través de la ayuda voluntaria, en el servicio de asistencia; expandid vuestro corazón a todos los enfermos del barrio, para que a nadie falte el consuelo y la esperanza. (Homilía durante la misa celebrada en la parroquia Santa María en Traspontina;Roma, 10 de febrero de 1991) P. Gustavo Pascual, I.V.E. Los signos de Jesús Jesús pudiendo ser popular, pudiendo ser conocido, prefiere ocultarse. Impone el secreto mesiánico a los demonios y se retira a orar dando gracias al Padre por las obras que le permite realizar. Muchas posibilidades tuvo Jesús de hacerse popular y conocido, de hacerse seguir y de que lo proclamarán rey o al menos el Mesías esperado por los judíos[1] pero Jesús se ocultaba y no quería ser el Mesías que ellos pensaban, su mesianismo era de otra índole, según el querer del Padre para cumplir toda justicia. El hombre, todo hombre, ambiciona ser conocido y popular, que es una especie de vanagloria. Jesús nos enseña a buscar voluntariamente el anonadamiento, el ocultamiento, el desconocimiento de nuestra persona. ¿Por qué? Por qué es el camino rápido para alcanzar la humildad. Y el pueblo, la plebe busca exaltar a sus bienhechores, sin discernir mucho los verdaderos bienes de los aparentes o de jerarquizar los bienes. La famosa frase pan y circo es muy elocuente respecto de la felicidad buscada por las masas. Las curaciones físicas de Jesús son buenas y señalan la presencia del Mesías, pero comparadas con los verdaderos bienes que nos trae son sólo “signos”. Jesús viene a curarnos interiormente, a liberarnos de la verdadera esclavitud del pecado y a darnos el Reino eterno. Si alguna vez tenemos éxitos clamorosos, si llegásemos a ser populares y famosos, tendríamos que imitar a Jesús: retirarnos a la oración para dar gracias a Dios por darnos la posibilidad de ser instrumentos útiles para su gloria y darle gracias también por los beneficios que dispensa entre los hombres, pidiéndole la humildad para seguir siendo instrumentos dóciles por los que El actúe. Hoy el mundo reclama pan, salud, bienestar, lo cual está muy bien, pero no sabe discernir todavía los verdaderos bienes de los aparentes. No sabe valorizar los bienes jerárquicamente. El valor de la salud es importante, lo mismo el de la alimentación y el del bienestar temporal, el vestido, la vivienda, el dinero, etc., sin embargo, el valor de estos bienes se subordina al valor de otros más importantes que son los bienes del espíritu, así como el cuerpo se subordina al alma. Es necesario el bienestar del cuerpo para el alma, pero el cuerpo es secundario respecto de ella, pues el cuerpo es por el alma. Jesús, el Mesías, realiza “signos” en el orden físico en vistas a la fe, que es un bien espiritual y en definitiva para la salvación del alma que se alcanza por la fe en Él. Jesús imponía el secreto mesiánico para evitar que los hombres se quedaran en los “signos” y glorificaran a un Mesías temporal y humano. A lo largo de la historia los hombres han glorificado a falsos mesías que le dieron o sólo le prometieron, la mayoría de las veces, el bienestar temporal y como eran falsos mesías y sólo buscaban la gloria humana sin trascender a un plano superior fracasaron como también sus seguidores. Hoy el mundo está en suspenso, con una ansiedad tremenda de bienes temporales valorizados como el máximo anhelo. Ese anhelo esta oscurecido por la decepción. A nivel planetario hay una crisis de bienes temporales. Sólo falta un hombre, un falso mesías, que colme este anhelo temporal. Y puede un hombre solucionarlo con su ingenio y ayudado por medios modernos, puede porque son bienes temporales. Sólo falta que tome el poder y arregle el desbarajuste caótico del mundo. Será el anticristo. Las tentaciones que rechazó el Mesías en el desierto las aceptará este mesías y las llevará a las últimas consecuencias: pan, popularidad, idolatría. Cuando Jesús multiplicó los panes y dio de comer a una multitud lo quisieron hacer rey[2], rey del pan, pero Él huyó de ese reinado porque venía a reinar sobre todos los hombres y sobre todo hombre, no sólo sobre su estómago sino principalmente sobre su corazón. Todo tiene su tiempo. Para que haya revelación se requiere en algunos casos disposición, maduración. Para la penetración de la verdad, para saber ciertas doctrinas se necesitan condiciones. ¿Para qué? Para que el fruto sea mayor, para que se aproveche más y no se produzcan confusiones. Hay que tener paciencia en la vida espiritual. Nuestra santidad es obra de Dios. Saber el misterio de la redención vendrá cuando el Señor lo disponga. ¿Por qué el secreto mesiánico? Porque el pueblo de Israel tenía una falsa concepción del Mesías. Esperaban un Mesías caudillo político y liberador. La revelación del mesianismo antes de tiempo podría producir disturbios políticos. Se necesitaba corregir la concepción mesiánica. Había que acentuar la índole divina del Mesías y su redención de cruz. Ambas cosas fueron piedra de tropiezo para los judíos y llevaron a Jesús a la muerte. Esta sigue siendo la piedra de tropiezo para saber al Cristo. Piedra que se resume en aceptar la divinidad y la redención por la cruz. Cuando aceptemos plenamente estas dos cosas en nuestra vida sabremos al Mesías y desaparecerá el secreto mesiánico en nuestra vida. En nosotros, por más que nos ha sido revelado el verdadero mesianismo, puede permanecer el secreto porque todavía no estamos dispuestos para llegar a saberlo. Jesús quiere una disposición para hacer que su secreto se imprima en nuestra alma y deje de serlo. Jesús permanece secreto a algunos y se manifiesta a otros, se revela. ¿De qué depende que siga el secreto o la manifestación de la verdad? Depende de nuestra entrega a Jesús, a su palabra. No se da una disposición de un día para otro, aunque puede darse, sino que es un crecimiento paulatino. El contacto con Jesús nos va disponiendo como sucedió con los apóstoles. Ellos, poco a poco, fueron disponiéndose a la revelación del verdadero mesianismo y en Pentecostés supieron el secreto con perfección y lo testimoniaron en su vida y con su muerte. En el Evangelio de hoy Jesús prohíbe a los demonios revelar su divinidad. Para los israelitas era una blasfemia hablar de otro dios fuera del único revelado a los patriarcas y a los profetas. Aunque había alusiones veladas en el Antiguo Testamento de la Trinidad Jesús tenía que ir manifestando su condición divina a través de las obras y trasmitirla por su doctrina, sin embargo, esto produjo desde un principio en los judíos un rechazo que se mantuvo obstinadamente hasta que le dieron muerte. A pesar de la pedagogía divina y su condescendencia en la revelación de la Trinidad estos espíritus obtusos rechazaron el mensaje. Jesús al prohibir la revelación de su verdadero mesianismo al comienzo de su vida pública, quería dar tiempo a que los espíritus bien dispuestos aceptaran su mesianismo divino y de cruz. Parte de la semilla se perdió y parte cayó en tierra buena[3] dependiendo de la disposición del corazón. La disposición del corazón se da como aceptación plena al mensaje de Jesús, a su Persona más bien, y esto es la fe. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero y al que tú has enviado, Jesucristo”[4]. Jesús en este Evangelio también nos da ejemplo de vida de oración. Es necesario orar siempre sin desfallecer, pero a veces, la actividad no nos permite retirarnos a orar. A veces la caridad nos impera a darnos al prójimo, sin embargo, no debemos descuidar la oración. Jesús va a orar de madrugada, a pesar, de la actividad y el cansancio busca la soledad y el recogimiento para dirigirse a su Padre en la oración. La necesidad de nuestros hermanos puede llevarnos a dejar la oración pero hay que saber que sin ella nuestras actividades apostólicas perderán su eficacia y no pasarán, muchas veces, de ser obras humanas con el consiguiente detrimento de nuestra vida interior. Tenemos que tener cuidado de no engreírnos por nuestras buenas obras. En ocasiones nos buscamos a nosotros mismos en ellas o buscamos sólo el aplauso de los hombres. Nuestras buenas obras deben quedar en lo escondido como holocausto para la gloria de Dios y presentárselas humildemente en la oración. La ambición de honor, la búsqueda de popularidad, suele ser la causa de división en las comunidades porque no se busca un fin común que es, definitivamente, la gloria de Dios y al no buscarlo se pierde la paz porque cuando no se busca la gloria de Dios como único fin cada uno busca sus propios intereses, su propio prestigio, su reconocimiento, su estimación, la popularidad. Esto sucede con frecuencia, disminuyendo los frutos que tal o cual comunidad podría dar. El hecho de que Jesús quiera irse a predicar a otras ciudades denota la misión de redención universal en su germen, aunque la predicación primero debía ser a las ovejas perdidas del pueblo de Israel, predicación acompañada de “signos” para que creyesen en El, pero también denota, por otra parte, la voluntad de Jesús de que no se produjese una explosión mesiánica tergiversada. La multitud de signos en un lugar particular podía producir una maduración prematura de su mensaje con el consecuente perjuicio en sus seguidores. Jesús nos da ejemplo de compasión. Ayuda a todos sin acepción de personas. Todos los necesitados lo buscaban y El los atendía, a pesar de la fatiga, a pesar del hambre, pues a veces ni tenían tiempo para comer[5]. Aprendamos de Jesús a ser compasivos, a ayudar en la medida de nuestra posibilidad al prójimo necesitado. Ejemplos Predicables NADA SUCEDE PORQUE SÍ Un día un muchacho muy escaso de recursos económicos vendía mercadería de puerta en puerta para pagar sus estudios, ese día no le había ido bien ya que no había vendido nada, tenía mucha hambre y revisó sus bolsillos y se dio cuenta que solamente tenía una moneda la cual no le ayudaría mucho para calmar el hambre, decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo los nervios lo traicionaron cuándo una encantadora joven muchacha le abrió la puerta. En vez de comida, él le pidió un vaso con agua, ella pensó este pobre muchacho debe de tener mucha hambre y en vez de agua decidió regalarle un gran vaso con leche. El muy feliz se tomó despacito su leche y luego le preguntó -¿Cuánto le debo? - no me debes nada respondió ella, mi madre nos ha enseñado a no aceptar pago por un pequeño favor. Pues te agradezco de todo corazón y te aseguro que Dios te pagará este favor con creces. Cuando Alexander Brooks salió de aquella casa no sólo se sintió más fuerte físicamente sino que también su fe en Dios y en los hombres fue mucho más fuerte. Él ya estaba resignado a rendirse y dejar todo pero la actitud de aquella joven le hizo pensar que tenía que seguir luchando para conseguir su sueño anhelado de ser Doctor. Años después esa joven mujer se enfermó gravemente, los médicos de su pueblo estaban confundidos por la extraña enfermedad de aquella paciente, finalmente decidieron enviarla a la ciudad más cercana ya que ellos sabían que en ese lugar vivía un especialista el cual podía conocer de aquella enfermedad. Llamaron al Doctor Alexander Brooks para que estudiara aquel extraño caso, el al escuchar el nombre del pueblo de donde ella residía una extraña luz llenó sus ojos. Inmediatamente vestido con su bata de médico fue a ver a la paciente, su sorpresa fue encontrar aquella mujer que un día calmó su hambre. Se determinó hacer lo mejor para salvar aquella vida, dedicó especial atención por aquella paciente. Después de una gran lucha por la vida de la enferma, se ganó la batalla. El Dr. Brooks pidió a la administración del Hospital que le enviara la factura total de los gastos, él la pagó, después escribió algo y pidió que se lo entregaran a la paciente. Ella tenía miedo de abrir aquel papel ya que ella sabía que tenía que trabajar el resto de su vida para pagar todos esos gastos. Finalmente abrió la factura, la cual le llamó mucho la atención ya que no tenía ninguna cantidad solamente decía lo siguiente: "Totalmente pagó esta factura hace muchos años con un vaso de leche". Atte. Dr. Alexander Brooks. Lágrimas de alegría corrieron por las mejillas de aquella mujer y su corazón feliz rezó: “Gracias Dios porque tu amor se manifestó en las manos y en los corazones humanos”. En la vida nada sucede porque sí, lo que haces hoy puede hacer la diferencia en tu vida mañana, recuerda uno cosecha lo que siembra. (ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959, p. 486) Semana del 8 al 14 de Febrero de 2015 Ciclo B Domingo quinto del tiempo ordinario Domingo 8 de febrero de 2015 Domingo quinto del tiempo ordinario Jerónimo, Emiliano Job 7,1-4.6-7: Me harto de dolores hasta la noche Salmo responsorial 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados. 1Cor 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! Mc 1,29-39: Jesús cura a la suegra de Pedro y a otros enfermos Hoy el libro de Job nos o presenta sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor. El grito de Job está presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad. Job compara su existencia con la vida de un «mercenario»; mercenario es quien vende su lucha, que libra por dinero causas que no son suyas y se fatiga por empresas que no ama. El libro de Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble, o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como expresa la etimología misma de la palabra–. Lo importante del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones. En efecto, la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría –que no está en el mismo plano de la ciencia–, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús... En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida hace ya tres mil años... Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro de Job. Pablo, de manera parecida a Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus interlocutores, en la comunidad de Corinto, en la que grupos fracciones que critican y cuestionan su autoridad (v.3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que no está vendido a ningún “cliente”, ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella, débiles. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios. Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor. La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser humano... es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal, y luchar contra él: dar la vida en la tarea de procurar la paz, la salud, el bienestar, la felicidad... a todos aquellos que la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados, o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos. «Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo. La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es cuestión de simplemente transmitir información... sino de hacer, de construir, de luchar contra el mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios. Para la revisión de vida ¿Cómo me afectan los momentos bajos de la vida, los momentos de cansancio, de depresión, cuando el tiempo se hace largo y uno echa en falta el entusiasmo del vivir? ¿En qué momentos de mi vida la imagen lejana que tenía de Dios se ha tornado más cercana y presente en la vida? ¿Cómo he alimentado en mí la verdadera libertad de los hijos de Dios? ¿Me acerco a las personas valorando su condición o juzgo y rechazo a quienes son diferentes a mí? Para la reunión de grupo - ¿Qué está viviendo Job que le hace decir las palabras que escuchamos de su boca? - Ante el dolor y lo problemas, ¿somos capaces de acompañar y respetar a los otros o simplemente respondemos con frases aprendidas frías e indiferentes? - ¿Cómo se observa en nuestro entorno la manipulación que se hace del mensaje de Jesús en beneficio de personas o grupos? - ¿Cómo podemos desarrollar en nuestro grupo la libertad de anunciar el Evangelio, sin manipulaciones ni intereses egoístas? - ¿En qué gestos concretos nos hacemos cercanos a los hermanos que sufren o están marginados de la sociedad? Para la oración de los fieles - Por quienes sufren el hambre, la guerra y el abandono para que encuentren en los cristianos personas capaces de acompañar y comprometerse en el mejoramiento de su vida. - Por las Iglesias de Jesús para que defiendan cada día la libertad ante cualquier forma de poder o manipulación para que puedan ser autenticas servidoras de la vida. - Para que en las Iglesias se supere toda forma de exclusión, dominio, o alejamiento de la vida y las necesidades de las personas. - Para que la evangelización, la catequesis, el servicio pastoral, el apostolado... sea siempre, en la Iglesia de Jesús, algo que brota del entusiasmo y se hace por vocación generosa, y no por oficios pastorales remunerados apetecibles económicamente. Oración comunitaria - Padre creador, que escuchas y atiendes los clamores de la humanidad, y que en Jesús nos mostraste el proyecto de Bondad y libertad para tus hijos e hijas. Haz de nosotros creyentes audaces, que libres de todo afán de dominio o ganancia, sepamos ser servidores de todos, especialmente de tus hijos solos y abandonados. Que seamos constructores de un mundo sin exclusiones en el que todos y todas quepamos con igual dignidad e iguales oportunidades, para que la humanidad y la creación que sufre pueda también un día levantarse, y realizarse plenamente en paz y bienestar. Tú que vives y amas por los siglos de los siglos. Lunes 9 de febrero de 2015 Miguel Febres Cordero, Rebeca Gn 1,1-19: Frase Salmo 103: Frase Mc 6,53-56: Frase Nuevamente el evangelista Marcos presenta a Jesús frente a esa multitud que en cuanto lo reconoce quiere acercarse a él para ser sanada, sin comprender todavía el misterio profundo que hay en el Maestro y la necesitad de reconocerlo primero como el Mesías. El mal tiempo parece estropear los planes de Jesús y sus discípulos, obligándoles a modificar la ruta inicial. El objetivo previsto era llegar a Betsaida, en la parte oriental de lago (Mc 6,45). Después de una noche de travesía desembarcan, sin embargo, en Genesaret, es decir, en la misma orilla de la que habían partido. Reconocido por la gente, Jesús aparece una vez más como el médico de los enfermos y atribulados, de quien emana una fuerza prodigiosa. Es un cuadro familiar, que concluye y remata los dos episodios precedentes, mucho más espectaculares y asombrosos. Pero a la luz de ellos, éste resulta no menos revelador. Las muchedumbres siguen sin percibir este misterio de su persona, por más que le reconozcan externamente y le toquen con sus manos. Los lectores cristianos deben aprender que es necesario entrar en contacto con Jesús de un modo mucho más profundo, como lo hicieron los discípulos. Martes 10 de febrero de 2015 Escolástica Gn 1,20–2,4a: Hagamos al hombre a nuestra imagen Salmo 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Mc 7,1-13: Bien profetizó Isaías de la hipocresía de ustedes Jesús continúa formando a sus discípulos. Les ha instruido en su tarea misionera, les ha revelado su poder sobre el mal, les ha abierto al universalismo. Los discípulos comprenden que los marcos de la antigua religión no son capaces de responder a las exigencias misioneras y universalistas de la nueva. La discusión de Jesús con los fariseos afecta a dos puntos concretos: las abluciones o lavatorios rituales antes de las comidas, sobre las que Marcos proporciona detalles a los lectores no judíos (vv. 3-4), y sobre la ofrenda sagrada de los bienes que dispensa de sostener a los familiares (vv. 10-11). Pero no hay que perderse en los detalles de esas costumbres; no existen más que para hacer comprender el alcance del v. 8, curiosamente repetido en el v. 9: las tradiciones humanas matan la Palabra de Dios. El drama del fariseo es el de toda una humanidad que se atribuye un conocimiento que viene de Dios, puesto que define el bien y el mal y juzga a los seres humanos, pero al final se queda sin el Dios de quien procede. Jesús es el primer hombre que ha podido poner su conocimiento del bien y del mal al servicio absoluto de su Padre, y esto le permite ser muy libre frente a las leyes y tradiciones humanas. Miércoles 11 de febrero de 2015 Ntra. Sra. de Lourdes Gn 2,4b-9.15-17: Lo colocó en el jardín de Edén Salmo 103: Bendice, alma mía, al Señor Mc 7,14-23: Lo que sale del hombre es lo que lo contamina La crítica establecida por Jesús contra las prescripciones de la ley no recae precisamente sobre la ley en sí, que seguramente hubiera llegado, en virtud de su dinamismo interno, a la espiritualización deseada por él. Pero los judíos, y más especialmente los fariseos, bloquearon ese dinamismo por efecto de una mentalidad demasiado material. La polémica de Jesús contra el fariseísmo ha terminado por configurar este término, originariamente sinónimo de piedad y de perfección, como el símbolo mismo de la hipocresía. Jesús fundamentaba la religión sobre la persona más que sobre la ley; se orientaba claramente hacía un mesianismo puro y atribuía más importancia a los gestos de fraternidad que a las prácticas cultuales; debía chocar necesariamente con la intolerancia y el integrismo de los fariseos. Predicó abiertamente contra ellos una vuelta bien justificada al espíritu de la ley primitiva. Primero rompió el inmovilismo de ley, con el fin de espiritualizarla; y de ahí redujo y desenmascaró al fariseísmo como un movimiento hipócrita. Conforme a esta pedagogía popular del Maestro, no hay forma alguna de ritualismo que pueda contaminar al ser humano; es el actuar de éste el que puede contaminarlo si no reconoce a los demás dentro de una fraternidad basada en la fe. Jueves 12 de febrero de 2015 Eulalia , Pamela Gn 2,18-25: Serán los dos una sola carne Salmo 127: Dichosos los que temen al Señor Mc 7,24-30: El demonio ha salido de tu hija La intención de Marcos está clara: también los paganos tienen derecho al pan de la salvación, porque también ellos se benefician de la piedad del Señor. Hasta el momento de su encuentro con la mujer pagana, probablemente Jesús no tenía aún plena conciencia de su misión universal: como judío que era, seguía aún las normas de la educación e instrucción de sus compatriotas. Fue precisa la irrupción inesperada (más inesperada, por cierto, en la versión de Mateo que en la de Marcos) de una pagana, para impulsar a Jesús a abrir el horizonte de la conciencia que tenía de su misión e incorporar a su función una perspectiva verdaderamente misionera. Sería precisa una circunstancia aparentemente fortuita para que el apóstol Pedro se decidiera, a su vez, en la persona del pagano Cornelio, a salir del reducido círculo de la simple presidencia de la comunidad judeo-cristiana para llegar hasta los paganos. Hechos como el de la cananea y el de Cornelio ponen de manifiesto que la misión no es tan sólo centrífuga: la vocación misionera no procede de una afición a la propaganda o a la irradiación, sino del encuentro entre el cristiano y el incrédulo, entre la Iglesia y el mundo; de la acogida que los primeros dispensan a los segundos, y de la actitud de escucha en que se colocan para recibir antes de dar. Viernes 13 de febrero de 2015 Benigno, Beatriz Gn 3,1-8: Conocerán como Dios el bien y el mal Salmo 31: Dichoso el que está absuelto de su culpa Mc 7,31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos Volvemos aquí, a propósito del aspecto particular de las sanaciones de mudos en la Biblia, al tema de la fe, que es el punto principal de este pasaje. La mayoría de los relatos que tratan de la vocación de profetas, es decir, de personajes que han de ser portadores de la Palabra de Dios, refieren al mismo tiempo sanaciones de mudos o tartamudos (Éx 4,10-17; Jr 1). Se trata de un procedimiento literario cuya finalidad es dar a entender que el profeta apoyado tan sólo en sus facultades naturales no es capaz siquiera de comenzar a hablar, sino que recibe de “Otro” una palabra que hay que transmitir. Por eso la sanación de un mudo que proclama la Palabra es considerada como un signo evidente de lo que es la fe: una virtud infusa que no depende de las cualidades humanas. La sanación de un mudo quiere darnos, a entender que debemos tomar conciencia de que la fe es un bien mesiánico. Mas, al relatar esta sanación, Marcos quiere hacer suyo el tema del Antiguo Testamento que relaciona mutismo y falta de fe. El evangelista subraya repetidas veces que la multitud tiene oídos y no oye, tiene ojos y no ve. Somos llamados a profetizar y evangelizar, y sólo de Dios proceden nuestras capacidades. Sábado 14 de febrero de 2015 Valentín, Cirilo, Metodio Gn 3,9-24: Lo expulsó del jardín de Edén Salmo 89: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación Mc 8,1-10: La gente comió hasta quedar satisfecha Señalemos de entrada que los dos relatos evangélicos de multiplicación utilizan en buena parte un vocabulario tomado de la liturgia de la época; por consiguiente, el lector no podía equivocarse respecto al significado de un milagro realizado en el “desierto” (v. 4), lo que muestra claramente que el pan venía a ser como el maná. Pero el autor no se detiene en los dos ritos de la Eucaristía (v. 6); recoge igualmente una serie de datos destinados a hacer de la Eucaristía el sacramento de la fe y de la misión. La primera de las dimensiones aparece, por una parte, en el diálogo de Jesús con sus discípulos (vv. 4-5), en el que resalta la falta de inteligencia de éstos últimos; y por otra parte, en el contexto de esta multiplicación, en la que todo concurre a explicar que no se puede participar de la Eucaristía sino tras haberse operado de los sentidos. La segunda característica de la Eucaristía es la de ser el sacramento de la misión. Esta dimensión la encontramos en primer lugar en la mención de los restos sobrantes (v. 8), que son la prueba de que los invitados previstos por Jesús no estaban todos presentes.