Reorganización nacional

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Lo que el Proceso nos dejó...
Un análisis de las consecuencias políticas, económicas y sociales del Proceso de Reorganización Nacional
Proyecto especial de Ciencias Sociales Integradas
Escuela Técnica ORT − 1996
Indice
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1. Introducción
Cuando recordamos al Proceso, pensamos en los desaparecidos, la plata dulce, la guerra de Malvinas, etc. Lo
que mucha gente no sabe, es que estos hechos y muchos más fueron piezas de un macabro rompecabezas
destinado a reformar, o reorganizar a la Argentina, para volver a convertirla en un país agroexportador con
participación política restringida a una élite. Los hechos destacados anteriormente son los resultados de las
medidas tomadas para convertir a este país altamente movilizado y con el ingreso muy distribuido en una
granja productora de materias primas de riqueza concentrada.
Estado Terrorista y modelo económico neoliberal fueron las dos caras de una misma moneda: el ejército se
encargó de destruir físicamente las bases de apoyo y resistencia de los sectores progresistas, sindicatos y
organizaciones de izquierda, y Martínez de Hoz se ocupó de acabar con sus fuentes de alimentación: el Estado
Benefactor y la industria. Y si la industria sobrevivía a su ataque, era probable que lo lograse en bloques aún
más concentrados.
Lo que intentaré demostrar es que el Estado terrorista ha pasado, y no hay perspectivas de que vaya a volver,
pero sus consecuencias están entre nosotros: dependencia, caída del salario real, desocupación, concentración
económica, desindustrialización, etc.
2. El contexto de la época
2.A. Contexto Internacional
Desde la segunda posguerra el mundo vivió dos décadas de bonanza económica que hicieron creer que el
crecimiento sostenido indefinido era posible. El consenso keynesiano imperante en el momento permitía una
alta redistribución hacia los sectores de bajos recursos, necesario para poder consumir la gran cantidad de
productos generados por el fordismo.
Sobre fines de la década del `60 y principios del `70 se empezó a frenar este ritmo de crecimiento, y el mundo
se sumó en una recesión, sacudido por crisis múltiples: energética, de productividad, del Estado Benefactor,
etc. El capitalismo debió transformarse para fortalecerse y surgió un nuevo patrón tecnológico−productivo,
que a su vez provocó una mayor concentración de capitales necesaria para afrontar estas transformaciones. Es
en esta época en que comienza a agrandarse la brecha entre ricos y pobres, contrarrestando el efecto de
acercamiento de las décadas pasadas. Los sectores conservadores toman fuerza cuestionando la ineficiencia
del Estado distribucionista y así ascienden los gobiernos de Margaret Tatcher en el Reino Unido y Ronald
Reagan en EEUU.
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A mediados de la década del `70, el mundo industrial enfrentaba dos problemas: la sobreabundancia de
petrodólares, producto de la crisis del petróleo de 1973, y el exceso de stock por la recesión mundial. Alguien
encontró la solución: se concederían préstamos a bajo interés a los países periféricos para que comprasen
mercaderías importadas. Desde 1975 hasta 1981 la deuda externa de América Latina creció un 25% anual,
representando en 1982 el 80% del PBI de la región.
Además de destruir con las importaciones gran parte de la industria nativa, el producto de la deuda externa fue
una mayor dependencia de los países deudores con respecto a sus acreedores, que cada vez con más poder
pudieron decidir y vetar las políticas económicas periféricas que no convenían a sus intereses. También las
multinacionales; Jacqes Maisonrouge, ex−presidente de la IBM, afirma ¿cómo puede un gobierno nacional
establecer un plan económico con un mínimo de confianza, si un Consejo Directivo reunido a ocho mil
kilómetros puede estar modificando la política de compras o de producción de un modo que debe afectar
fundamentalmente la vida económica de un país?.
2.B. Contexto Nacional
Desde la muerte de Perón el 1º de julio de 1974 y la asunción de su esposa María Estela Martínez bajo la
conducción derechista de López Rega, el país se fue sacudiendo cada vez más. El frente peronista se fracturó
y la actividad guerrillera se consolidó y agrandó. Los Montoneros decidieron volver a la resistencia
clandestina, abandonando definitivamente la esfera legal, acercándose cada vez más al ERP y al terrorismo
político, cuyas víctimas muchas veces eran civiles que no integraban el gobierno ni las fuerzas de seguridad.
A principios de 1976, cada cinco horas se cometía un asesinato político y cada tres estallaba una bomba.
Además de la violencia política reinante, la inquietud obrera se estaba generalizando de nuevo. A pesar de que
las huelgas estaban prohibidas, importantes sectores del movimiento obrero recurrieron a ellas, así como a
marchas de hambre, trabajo a reglamento y manifestaciones callejeras, en un esfuerzo destinado a cambiar la
política económica del gobierno. Con una inflación mayor a la de Alemania en el período 1921−1922, y al
borde de la cesación de pagos internacionales, el gobierno constitucional había perdido el control de las
variables claves del manejo económico.
Ante el caos económico, político y social, las FFAA lideradas por Videla actuaron sagazmente, sin intervenir
hasta que la situación empeoró hasta tal punto que los civiles fueron a golpear las puertas de los cuarteles. Así
probaron la absoluta falencia del régimen constitucional y lograron que la opinión pública apoyase o se
resignase nuevamente ante la opción militar.
Se puede decir que el golpe del 24 de Marzo fue, a grosso modo, la reacción militar al período abierto con las
grandes movilizaciones populares de fines de la década del `60 (Cordobazo, etc.) ante la incapacidad de las
gestiones peronistas para neutralizarlas. Ya que la evolución de estas luchas no pretendía sólo provocar la
caída de un gobierno, sino más bien, y fundamentalmente, transformar las relaciones socio−económicas del
país y reubicar a la Argentina en el plano internacional, ésta no fue una intervención militar como tantas en la
historia argentina contemporánea. Esta vez las FFAA y sus aliados decidieron que el problema argentino era
estructural, por lo que aplicaron soluciones estructurales.
3. Diagnóstico de los hombres del Proceso
Para estos hombres, la historia argentina del siglo XX se definía como la confrontación entre dos proyectos
antagónicos de desarrollo nacional. Por un lado, el modelo agroexportador, que, inspirado en las ideas
liberales de la Generación del `80, había llevado a la Argentina a ser el granero del mundo. Por el otro, el
modelo de industrialización artificial, basado en un Estado interventor y benefactor, el cual tenía en el
peronismo a su mayor impulsor y que había creado una industria ineficiente sobreprotegida de la competencia
externa. Este último proyecto determinaba la existencia de un empresariado y un proletariado urbanos que
usufructuaban al Estado en su propio provecho, discriminando al sector agropecuario, verdadero depositario
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de las ventajas comparativas naturales del país. De esta asociación espuria surgía el populismo y la
demagogia de los políticos profesionales, el campo propicio para el surgimiento de ideologías subversivas.
La visión de la política interna del país como caótica y desordenada hacía añorar la época anterior a la Ley
Sáenz Peña. Había un deseo, por parte de los golpistas, de recuperar los valores, instituciones y articulaciones
políticas y sociales de la República restrictiva de Alberdi. Se quería reinstalar la concepción individualista y
competitiva de la sociedad, quitándole al Estado el rol de planificador, regulador y garante de derechos
sociales, poniendo en práctica el Darwinismo social, que justificaba la eliminación de lo no competitivo e
ineficiente en pos de la evolución del más capacitado y la purificación de una sociedad enferma. Justamente,
en el documento Consideraciones sobre el Proceso de Institucionalización y el Movimiento de Opinión
Nacional, entre las causas que afectan la legitimidad de un régimen, se encuentran La admisión de los estratos
culturalmente inferiores (sic) de la población, como `ciudadanos políticamente completos', mediante el
sufragio universal, La admisión de los sectores asalariados en la `ciudadanía económica completa' mediante el
derecho a la concertación de los contratos colectivos de trabajo y La distribución del ingreso nacional.
Para volver al país a su momento ideal, el Estado Terrorista se justificó sobre la base de la Doctrina de
Seguridad Nacional, un mecanismo estratégico mediante el cual todos los sistemas defensivos del continente
americano se subordinan al supremo interés defensivo de EEUU. Al ser un combate ideológico
(Oriente−Occidente), el enemigo puede atacar no sólo con armas sino también mediante la infiltración de
ideas, por lo que, mientras EEUU asegura las fronteras geopolíticas de cada país de América Latina, las FFAA
de estos países deben concentrarse en combatir al enemigo interior: académicos, docentes, sindicalistas, etc.,
mediante el ataque directo, la propaganda y la penetración cultural.
Enrique Vázquez, en su libro La Ultima, afirma que la única ideología genuina del PRN era la Doctrina de
Seguridad Nacional, y en función de ella se calzaron como un guante las políticas neoliberales que
determinaban la necesidad de concentrar la producción y el capital, para sofocar todo intento de resistencia de
las clases populares (que retrocedieron en su nivel de vida) y de las medianas burguesías locales (que fueron
absorvidas o eliminadas por los monopolios). Luis A. Romero coincide con él al afirmar que el ministro
Martínez de Hoz logró ensamblar la prédica de la lucha antisubversiva con el discurso contra el Estado, e
incluso contra el industrialismo. Un Estado fuerte y regido democráticamente resultaba un peligroso
instrumento si estaba, al menos parcialmente, en manos de los sectores populares (...) pero aun sin ser
democrático generaba inevitablemente relaciones espurias entre grupos de empresarios y sindicatos, lo que
por otra vía llevaba al mismo resultado.
La doctrina neoliberal había resurgido con fuerza en los años `70 en todo el mundo, teniendo en la Escuela
monetarista de Chicago y en el Premio Nóbel de Economía Milton Friedman a sus mayores exponentes. La
restauración del mecanismo autorregulador del mercado mediante la desregulación y el desmantelamiento del
Estado Benefactor (visto como un factor dañino y entorpecedor del desarrollo económico) eran sus banderas.
Para justificar la restauración del país granja dependiente y periférico a los talleres de los países centrales, el
PRN se inspiró en la Teoría de las ventajas comparativas, desarrollada en el siglo XVIII por David Ricardo.
Así se lee en las Pautas de la Junta Militar al PEN (para el ejercicio de la acción de gobierno 1979/81): (EL
DESARROLLO DEL POTENCIAL DEL PAIS implica) priorizar aquellas actividades económicas para las
que, desde una perspectiva mundial, disponemos de dinámicas ventajas comparativas.
El objetivo central era destruir las bases del caos y el desorden: las identidades políticas del sector popular,
sus sindicatos, sus servicios sociales (educación pública, hospitales públicos), etc. El disciplinamiento de los
trabajadores implicó la creación de una desocupación estructural, el deterioro de sus ingresos, el
desconocimiento de la legislación laboral y, obviamente, el ataque físico a los activistas y delegados. Era
imperiosa la reubicación de las fuerzas sociales en el sistema político, la destrucción de la capacidad de
organización y acción política y social de los sectores populares de manera irreversible y la restitución del
mecanismo autorregulador del mercado como único árbitro de los conflictos sociales.
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4. El Proceso
Es imposible dividir de forma seria los objetivos, acciones y efectos logrados por el Proceso, ya que no hay
reorganización económica sin reorganización política y cambio de mentalidad cultural, (y viceversa); pero lo
he hecho por el beneficio que al estudio teórico del Proceso trae dicha segmentación. Por tanto, para una
mejor comprensión teórica y coherencia explicativa, diferencié los aspectos políticos de los económicos y de
los socio−culturales. Es importante aclarar que la interrelación que hay entre los tres aspectos es tal que se
hace indispensable comprender correctamente a los tres para tener una sólida idea de lo que el Proceso de
Reorganización Nacional significó para el país.
4.A. Aspecto político
La situación de la Argentina a mediados de los `70 era muy particular: el proletariado gozaba de una situación
económica y política considerablemente positiva, tomando en cuenta variables tales como la participación del
salario en el ingreso nacional (que llegó a su punto más alto en la historia argentina en 1973, cuando el salario
participaba de la Renta Nacional en un 45%) y la incidencia de los sindicatos y otras agrupaciones obreras en
el poder político. En suma, el país estaba muy movilizado políticamente; las guerrillas eran sólo la porción
más radicalizada de todo el espectro social que directa o indirectamente apoyaba cambios en la estructura
socio−económica de la Argentina.
Las FFAA asumieron el poder con el objetivo de terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo
subversivo. Pero hay que examinar con detención qué es la subversión para estos hombres para comprender su
accionar sobre la sociedad argentina. Videla dijo alguna vez que un terrorista no es sólo el portador de una
bomba o una pistola, sino también el que difunde ideas contrarias a la civilización cristiana y occidental.
Aclarando más el panorama, el entonces gobernador de la provincia de Bs. As., general Ibérico Saint Jean,
declaró: Primero vamos a matar a todos los subversivos, después a sus colaboradores; después a los
indiferentes y por último a los tímidos.
El esquema político−institucional que las FFAA querían aplicar necesitaba de un modelo político que evitara
la organización y los reclamos sociales y que desmantelara las estructuras gremiales, por lo tanto entre las
primeras medidas de gobierno se encontraron la suspensión, por tiempo indeterminado, de las actividades
políticas y gremiales de todo orden. Se intervino la CGT, la CGE, las 62 organizaciones y la Cruzada de la
Solidaridad. Luego se eliminó el fuero sindical, se suspendió el derecho de huelga y se prohibió, en forma
absoluta, la actividad de los partidos de izquierda, como ser: Comunista Revolucionario, Socialista de los
Trabajadores, Política Obrera, etc. Se depuró la administración pública de agitadores mediante la Ley de
Prescindibilidad y se intervinieron todas las asociaciones gremiales.
Se comunicó a la población que será severamente reprimida toda manifestación callejera; [...] que todas las
fuentes de producción y lugares de trabajo estatales y privados, a partir de la fecha serán considerados de
interés militar, y que se expulsará del territorio nacional a extranjeros que afecten la paz social . Por el
comunicado Nº 19 se informó a la población que serían recluidos por tiempo indeterminado todos aquellos
que difundieran actos, palabras o imágenes de personas o grupos considerados subversivos o terroristas .
También se sacó de circulación a la prensa política: Nuevo Hombre, Nuestra Palabra, Tribuna Popular,
Posición Nacional, etc. Si no eran cerrados directamente, eran advertidos e insinuados para que discontinúen
su trabajo, como fue el caso de la revista Sucesos del Partido Intransigente, o de Cuestionario, revista que por
entonces dirigía Rodolfo Terragno.
La noche anterior y el mismo día del golpe, los militares ocuparon los principales complejos fabriles con listas
negras en las manos. Allí comenzó la cacería de toda una generación de dirigentes medios y activistas de base
que fueron secuestrados, torturados y asesinados en la clandestinidad. Aquí reside una de las claves del
Proceso de Reorganización Nacional: este conjunto social de individuos movilizados políticamente tarda
décadas en aflorar nuevamente. Si a esto le sumamos el implante del miedo y el no te metás, no es difícil
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entender la posterior desmovilización de la sociedad.
Tal como señala Luis Romero, los sindicalistas se agruparon, de manera cambiante, en dos tendencias: los
dialoguistas y los combativos. El gobierno militar supo distinguirlos y actuó en consecuencia. Según Arturo
Fernández, el objetivo fue exterminar a la minoría combativa, clasista o contestataria, cuya influencia era local
y radicaba en las comisiones internas de un cierto número de empresas. En cambio la mayor parte de los
dirigentes `moderados' nacionales eran implícitamente acusados de corrupción... La prisión de Lorenzo
Miguel fue la quintaescencia de este tipo de represión preventiva y sutil pero cargada de advertencias
amenazadoras . Alvaro Avós indica que el régimen colocó en la cartera de Trabajo al general Tomás Liendo,
un militar `dialoguista' que, simultáneamente a la feroz purga de la dirigencia y el activismo sindicales,
ofrecía brumosas perspectivas de una futura normalización a los sindicalistas dispuestos a `hacer buena letra' .
Uniendo el párrafo anterior con este, no puede dejar de advertirse que se reprimió sangrientamente a los más
duros, mientras que se dejó la prisión y las amenazas para los representantes de la dirigencia peronista
ortodoxa; de esta manera se conformó un sindicalismo burocrático y conformista.
4.B. Aspecto económico
El plan económico de Martínez de Hoz puede sintetizarse en los siguientes puntos:
• Rebaja de un 40% en los salarios, comparados con el quinquenio anterior.
• Reformas a la Ley de Contrato de Trabajo y eliminación de las convenciones colectivas.
• Establecimiento de una creciente regresividad en el sistema impositivo, mediante el aumento de los
impuestos indirectos (IVA, etc.) y la disminución de los indirectos (ganancias, riqueza).
• Eliminación de las retenciones a las exportaciones agropecuarias y de los subsidios a las
exportaciones no tradicionales.
• Progresiva reducción de los aranceles a la importación.
• Apertura total a los capitales extranjeros: igual trato al capital nacional que al extranjero y reducción
de los plazos de entrada y salida de dichos capitales.
• Liberación de los mercados de cambio y financiero.
• Reducción del gasto público a través de la racionalización del empleo y la privatización de empresas
nacionales.
• Presupuesto Nacional: Aumento en Defensa y Seguridad y reducción en Educación, Salud y
Vivienda.
• Política de transferencias del Estado hacia los grupos económicos, mediante los mecanismos de
estatización de la deuda privada, la Ley de Promoción industrial y las políticas de compra del Estado.
Aunque de orientación neoliberal (el Estado perturba el desarrollo económico y es responsable de la
inflación), el Proceso utilizó al Estado para imponer sus reglas de juego, gracias a que era un gobierno
autoritario y terrorista, que contaba con pleno poder estatal, con partidos políticos disueltos y sindicatos
intervenidos. De este modo, aplicó una intervención pervertida, poniendo al Estado como garantía de
especulación y negocios de las fracciones más concentradas de las clases dirigentes.
Las FFAA, tradicionalmente estatistas, pusieron algunas condiciones al plan neoliberal de Martínez de Hoz:
Por cuestiones de seguridad interna, el descabezamiento del sector popular y la reducción de sus ingresos
debía conjugarse con el mantenimiento del pleno empleo. En las palabras de David Rock El gobierno se
mostraba reacio a provocar un desempleo abierto, por miedo a que las guerrillas ganasen nuevos adeptos. Si
bien la desocupación no aumentó significativamente, sí cayó el empleo industrial, lo que puede expicarse
mediante el aumento del cuentapropismo, que también tiene un efecto de−socializante.
El sistema financiero tuvo un rol fundamental en la ubicación y reasignación de recursos en contra de los
asalariados y a favor del sector más concentrado del capital. La reforma financiera acabó con una de las
herramientas del Estado para la transferencia de recursos entre sectores: la regulación de la tasa de interés, la
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existencia de crédito a tasas negativas y la distribución de este subsidio según normas y prioridades fijadas por
las autoridades. Las altas tasas de interés superaban por mucho a las de ganancia (por producir), por lo que
ninguna actividad era rentable ni podía competir contra la especulación.
Una de las consecuencias más características del PRN fue la concentración de capital, la cual se estimuló a
través de la estatización de la deuda privada, la implementación de las leyes de promoción industrial y la
política de compras del Estado:
Estatización de la deuda privada: La situación imperante en el mundo y principalmente la política
económica del gobierno militar favorecieron el endeudamiento privado y la fuga de capitales al exterior. La
vigencia de la tablita cambiaria y la eliminación de los plazos mínimos que obligaban a los capitales a
permanecer en el país fueron los responsables de que la deuda privada creciera vertiginosamente de 4.139
millones de US$ en 1973 a 12.703 millones en 1980. En 1981, en medio del agotamiento del financiamiento
externo y de una profunda crisis económica, el gobierno se hizo cargo de la deuda exterior de las empresas
privadas que él mismo había estimulado a crear, transfiriendo una enorme masa de recursos al sector privado.
Esto produjo el acrecentamiento de la deuda estatal con el exterior y la depuración de los sectores dominantes,
que desde ahora estarán más concentrados y diversificados. Los sectores que más se favorecieron con esta
operación fueron un conjunto de empresas nacionales, los grupos económicos y ciertas empresas extranjeras.
Promoción industrial: Este mecanismo, que fue concebido originariamente para promocionar ciertas áreas
geográficas y de producción y para fomentar el desarrollo de la pequeña y mediana empresa industrial bajo el
último gobierno peronista, fue utilizado por el Proceso para favorecer la concentración industrial en manos de
unos pocos propietarios con fuerte posición fiscal: Muchas plantas y pocas empresas. Sólo el 7,2% de los 692
proyectos promocionados acaparó el 70,1% de la inversión. Los regímenes de promoción industrial
posibilitaban importantes reducciones impositivas, avales para créditos baratos, seguros de cambio para los
créditos en dólares, monopolización del mercado interno [...] o suministro de energía a bajo costo [...]. La
Promoción Industrial ocupó el 2% del PBI, que se pagó con más impuestos indirectos y una reducción del
gasto social y la inversión pública.
Algunos grupos económicos favorecidos por la Promoción Industrial fueron Celulosa, Alpargatas, Acindar,
Bridas, Loma Negra, etc. Las empresas extranjeras utilizaron poco y nada la Promoción Industrial, lo que
ocasionará una división entre la alta burguesía local (Grupo de los Ocho) y los capitales extranjeros
(representados en el FMI y en el Banco Mundial). Esta división estará fundada en el reclamo de los
organismos internacionales, bancos acreedores y multinacionales por la filtración de recursos en la Promoción
Industrial que afectan al cumplimiento de los pagos de la Deuda Externa.
Política de compras del Estado: Los regímenes de Compre argentino y contrate nacional, concebidos
originalmente para desarrollar la industria nacional, fueron utilizados como fuente de supervivencia y
reproducción sin inversión por los grupos económicos. Los contratos a través del Estado fueron la principal
fuente de obtención de ganancias (de los grupos económicos), llegando éstos a crear empresas únicamente
para satisfacer la demanda estatal. (Gracias a las políticas de transferencias a los grupos económicos), estos
grupos pudieron crecer sin riesgos, al amparo del Estado, y en un contexto general de estancamiento.
Acumularon una fuerza tal, que en el futuro resultaría muy difícil revertir las condiciones en que actuaban, y
junto con los acreedores extranjeros se convirtieron en los nuevos tutores del Estado.
Los resultados de estas políticas fueron:
• Aumento de la especulación en detrimento de la producción
• Desindustrialización
• Deuda externa
• Concentración económica
• Institucionalización de la inflación
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• Caída del salario real
• Deterioro de los servicios públicos
• Incremento en los niveles de pobreza
Con respecto al segundo punto, a mediados de la década del `70, las exportaciones de manufacturas habían
alcanzado por primera vez en la historia económica nacional el 50% de las ventas totales del país, pero la
industria no pudo superar la pérdida de su protección, la competencia de las importaciones, el encarecimiento
del crédito, la supresión (o reubicación) de los mecanismos de promoción industrial y la reducción del nivel
adquisitivo de la población. El nivel industrial cayó un 20% en los primeros cinco años.
Para marzo de 1981 existía una férrea concentración industrial, una fuerte capitalización del campo, la
comercialización de los granos estaba en manos de grandes empresas cerealeras y el Estado argentino estaba
endeudado en más de 17.000 millones de dólares, a los que se sumaba un endeudamiento `privado' −por parte
de las empresas residentes en el país− de casi 12.5000 millones de dólares. En total, una deuda bruta, al 31 de
marzo de 1981, de 29.587 millones de dólares. Queda claro que la apertura económica de Martínez de Hoz
significó abrir el mercado interno a la competencia exterior, y no expandir la producción local con destino al
mercado externo.
La brecha tecnológica que en los veinte años anteriores se había reducido, volvió a ensancharse de manera
irreversible. Al final de la transformación que condujo Martínez de Hoz, el poder económico se concentró de
tal modo en un conjunto de grupos empresarios, trasnacionales y nacionales, que la puja corporativa y la
negociación ya no fueron siquiera posibles
4.C. Aspecto socio−cultural
El objetivo de la acción antisubversiva de los militares era clara: no sólo se debía exterminar a los guerrilleros,
sino que se debía acallar a la sociedad toda, mediante un bombardeo psicológico destinado a romper los lazos
de solidaridad que unían a la sociedad para instalar el individualismo y el sálvese quien pueda. Esto se logró
mediante diversas acciones:
• Desaparecidos: Mientras que la dictadura chilena tiraba al río a las víctimas del Estado terrorista para
que todos los vieran, el proceso militar argentino inventó una nueva figura jurídica. La desaparición
de una persona llevaba a sus familiares y amigos a una situación de incertidumbre, inacción y temor
por lo que sus propias acciones pudieran causarle al detenido−desaparecido, en caso de que éste
estuviese con vida. O sea, había temor a que la denuncia, la búsqueda y la movilización de sus seres
queridos causaran daño al desaparecido, si este se encontraba con vida.
• Programa económico de especulación y desindustrialización: Buscó romper con la tásita alianza de las
clases medias con las bajas.
• Represión cultural: Censura y promoción de la autocensura, quema de libros, violencia contra
profesionales de relevancia social (periodistas, párrocos populares, psicólogos, abogados, educadores,
escritores, actores, etc.)
El sistema educativo fue reformado para que encajara con el régimen y su programa: Listas de antecedentes
en los ingresos a las facultades, represión en los establecimientos, modificación del sistema pedagógico, etc.
Se prevenían futuros subversivos retrasando el aprendizaje de la lectoescritura hasta tercer grado (sólo podían
aprender 13 letras por año) y prohibiendo la enseñanza de la teoría de los conjuntos en matemáticas. A los
universitarios, demasiado grandes para reformarse, se los reprimía y exterminaba.
La inserción de terror es comentada por Victor de Gennaro en un debate organizado por el diario Página/12
con motivo del vigésimo aniversario del golpe militar: [...] Hubo un proyecto sistemá−−>[Author:HEG]tico
de meternos el terror en cada célula, en cada hueso, para que no nos acordemos de lo fundamental que
significa querer ser, con autodeterminación, defensores de un proyecto nacional y popular. Querían
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quebrarnos esa capacidad de construir lo nuestro, ese derecho que tenemos a ser poder en nuestro propio país.
Había que quebrar esa capacidad, había que imponer un modelo económico, social y cultural del sálvese quien
pueda. Para sobrevivir había que mentir, había que desconocer la identidad, el de al lado era un peligro, era
alguien que comprometía, había que pensar nada más que en uno, como si esa fuera la opción.
No fue sólo miedo lo que provocó el individualismo, aunque este fue su ingrediente fundamental. La censura
y la autocensura (se emitían avisos televisivos con la frase El silencio es salud como consigna) se combinaron
con la nueva doctrina liberal impuesta desde el Estado. La ideología del sálvese quien pueda se acreditaba en
el dinero fácil que las actividades especulativas proveían. El que producía, quebraba, el que invertía en la
bicicleta financiera se salvaba. Al crecimiento industrializado colectivo, en el cual todos los sectores recogen
los frutos del progreso, se oponía un nuevo modelo de quita de ganancias individualista, en el cual el progreso
era personal y a costa de los demás. La economía imaginaria de la plata dulce y el deme dos sumado a la
represión en todos los ámbitos de la vida civil, lograron romper muchos lazos de solidaridad que había en la
comunidad. Aunque los salarios y los beneficios de los industriales eran muy bajos, la prensa se hallaba
amordazada y los sindicatos acobardados, gran parte de la población encontraba solaz en la especulación y la
compra de artículos importados baratos. Si no, ¿cómo se explican las tristemente célebres frases algo habrá
hecho, por algo será y no te metás en una sociedad que no muchos años antes veía con algo de simpatía y
mucho de esperanza las acciones guerrilleras que, al menos en sus prédicas, querían cambiar el mundo?
5. Estado del país al término del PRN
El estado del país al entregar Bygnone el gobierno demostró que la política económica y terrorista del Proceso
había dado sus frutos. El PBI industrial de 1983 apenas alcanzó el 85 % del de 1974. La cantidad de obreros
ocupados en la industria se redujo en un 34,3 %. El salario real cayó un 50 %, y el costo salarial de los
productos industriales disminuyó un 20 %. Si en 1974 la participación del salario en el PBI era mayor al 45
%, en 1983 esa cifra se había reducido al 32 %.
El Proceso implicó la subida de un grupo social dominante más concentrado y diversificado y una mayor
marginación social y desmembramiento en los sectores subordinados. La dictadura militar logró revertir un
proceso histórico caracterizado por tener una estructura social homogénea por debajo, y heterogénea por
arriba. La diversificación y la internacionalización formaron el perfil que tomó la búsqueda de rápidos
beneficios en un contexto altamente especulativo, y dio génesis a los grandes conglomerados empresariales.
Sólo sobrevivieron los que establecieron una relación ventajosa en torno al Estado; como consecuencia de
esto, el Estado se vinculó más estrechamente con la dinámica de acumulación de los grupos económicos.
Algunas características de estos grupos son:
• Mayor importancia de los especulativo sobre lo productivo en la reproducción de sus capitales: Según
J. Sábato y Shvartzer, esta ha sido una característica constante de la burguesía argentina desde su
formación a fines del siglo pasado.
• Internacionalización de las decisiones de inversión: Esto viene a colación de lo anterior: si era más
rentable se invertía en el exterior. Esto explica una de las razones principales por las que la gran
burguesía argentina impulsó el neoliberalismo: la necesidad de poder extraer sus capitales del circuito
local, bajo la excusa de que en la Argentina no habían excedentes para invertir. La verdad es que
excedentes había, pero no se invertían en actividades productivas.
• Diversificación en diferentes rubros del sistema económico: Industria, comercio, finanzas, actividades
agropecuarias, etc, para poder soportar crisis y/o diversificar los riesgos.
El Proceso también dejó un aparato estatal elefantiásico, con sobreocupación, lento, ineficiente y poco
transparente en sus prácticas, lo que contribuyó luego a la avanzada privatista que destruyó la capacidad
operativa del Estado. Esto tuvo dos objetivos fundamentales: Por el lado económico, la reducción de la acción
estatal implica la ampliación del campo de actividades de los grupos económicos privados. Y por el lado
político, el desmantelamiento del Estado está relacionado con la precaución ante la posibilidad de que un
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grupo opositor asuma el control del mismo: sería poco lo que podría hacer con un Estado desprovisto de
herramientas.
6. El Gobierno de Alfonsín
Alfonsín asumió en 1983 con un gran apoyo popular, pero no contó con la situación externa con la que contó
el Proceso, que gracias al bloqueo cerealero a la URSS había obtenido excelente precios para los excedentes
agrarios. Por otro lado, las tasas de interés se habían disparado en 1981, cuando EEUU subió las tasas de
interés al 16% (en 1976 eran del orden del 6%), causando una reducción de la liquidez disponible. Esto,
sumado a la recesión mundial y a la caída de los precios de los productos primarios, había ocasionado la
reducción de los ingresos por exportaciones y la imposibilidad de América Latina de afrontar los pagos de la
deuda, causando la situación que se conoce como la Crisis de la Deuda Externa y que fue uno de los factores
que minó el apoyo al Proceso.
El gobierno radical no comprendió de inmediato que la estructura socioeconómica de la Argentina había
cambiado. El ministro de economía Bernardo Grinspun aplicó una política redistributiva, y endureció la
posición argentina frente a la Deuda Externa. Los grupos económicos consolidados en el Proceso decidieron
mostrar al gobierno quién tenía la manija de la situación y provocaron una escalada inflacionaria, gracias a su
posesión del monopolio de los mercados.
Con el Plan Austral de junio de 1985, el gobierno radical reconoce la situación y empieza a virar de la
preocupación por la distribución a la acumulación de capitales. Sourrouille diseña un plan de modernización
económica que comprende los grupos económicos como la fracción más dinámica de la burguesía: los
Capitanes de la Industria. Por el lado político, busca un espacio de negociación con el nuevo bloque de poder
y diseña programas conjuntos, asumiendo los costos de esta relación y apostando a la iniciativa inversora de
estos grupos. En este marco se dan las primeras privatizaciones, Plan Houston (inversiones privadas en el área
petrolera, que era casi monopolizada por YPF), integración con Brasil, todas dentro del esquema liberal que
pasaba a ser el oficial desde entonces. Es así que comienza a plantearse la necesidad de una reforma del
Estado. Lo esencial era asociar a los grupos económicos a un proyecto de crecimiento industrial en
democracia.
La estrategia de políticas acordadas con el gran capital, le demostraba al gobierno que entablar relaciones con
el poder económico, sin hacerlo desde una posición de fuerza importante −sustentada en una base social
movilizada y en una decisión política fuerte−, no podía terminar de otra manera que no fuera la subordinación.
[...] La política de concesión tras concesión al bloque dominante a la espera de que asumiera el liderazgo de
una nueva era de crecimiento, fue debilitando al partido gobernante, hasta dejarlo preso de su propia
estrategia.
Pensar en una solución populista resultaba prácticamente insostenible en las actuales circunstancias: las
condiciones que imponía la crisis económica mundial, sumado al ordenamiento económico interno heredado
de la dictadura militar, eliminaban la posibilidad de combinar, durante un plazo prudencial, crecimiento
económico con justicia social.
El fracaso del intento de abrir el camino político a los grandes empresarios conteniéndolos dentro de un
régimen político con apoyo social, llevó al gobierno a colocarse en una posición más favorable a los
acreedores externos, propiciando la apertura económica como forma de limitar la capacidad de los grupos para
fijar los precios. Al mismo tiempo, la imagen del gobierno se deterioraba, soportando derrotas electorales
como la de 1987, que reflejaba el reclamo popular por cambios en la economía, frente a los contínuos ajustes
que los grupos de poder, nacionales y extranjeros, demandaban por su apoyo.
En agosto de 1988, en una situación muy delicada económicamente y con el oficialismo en una crisis de
apoyo político, se lanzó el Plan Primavera, el cual apostaba todas sus fichas a la exportación, los créditos
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externos y a la apertura económica. La intención de acabar con algunos privilegios de los holdings locales,
mediante la competencia exterior, la progresiva sobrevaluación del Austral, las modificaciones a los
regímenes de compre nacional y de promoción industrial, fue poniendo a estos grupos empresarios en la
vereda de enfrente del gobierno.
En febrero de 1989 el Plan Primavera se derrumbó, dando comienzo a una nueva etapa marcada por el
agotamiento definitivo de cualquier política económica futura y la sumisión ante el poder económico.
Hiperinflación, estallidos sociales, pánico financiero, pérdida del gobierno de todo apoyo popular y la
renuncia inevitable de las autoridades nacionales.
7. El Gobierno de Menem
El empresario Julio Ramos fue el primero en decir, en 1989, que sólo un presidente peronista podría lograr
la legitimidad política necesaria para un plan de ajuste económico neoliberal . Mariano Plotkin agrega:
Pareciera que un gobierno peronista por el hecho de serlo adquiere una legitimidad inercial que le permite
hacer cosas que otros gobiernos aún con una base electoral mayor no pudieron realizar (tampoco los militares,
para el caso). Si a eso le sumamos la dramática situación socio−económica en que Menem asumió su
mandato, se explica la fuerza y el campo de maniobras que tuvo su gobierno para imponer dichas políticas.
Después de dos años de erráticas medidas económicas (que produjeron otro brote hiperinflacionario en el
verano de 1991), la silla del ministerio clave fue tomada por Domingo Cavallo, quien lanzó ciertas medidas,
como la Ley de Convertibilidad, que lograron aplacar la inflación, permanente problema que sufría la
Argentina. La estabilidad encendió la llama del consumo (que recuerda a la plata dulce, por su magnitud y por
la catarata de importados) y dio pie para una lenta pero incesante transformación de las estructuras
socioeconómicas argentinas.
Las privatizaciones envueltas en casos de corrupción (como todo el gobierno de Menem), el achicamiento del
Estado a la par del crecimiento del gasto público, la flexibilización laboral (pérdida de derechos adquiridos
por los trabajadores, como la jornada de ocho horas), la desregulación del sistema económico, la
subordinación a los intereses de Estados Unidos (relaciones carnales, según el ministro de RREE Guillermo
Di Tella), la regresividad total del sistema tributario (que basa dos tercios de la recaudación en impuestos al
consumo) y el espíritu especulativo que se esparce desde el gobierno, son algunas de las muestras del avance
de las políticas neoliberales. Como para que no quedase ninguna duda, el 17 de marzo de 1996 José Alfredo
Martínez de Hoz declaró al diario La Capital de Rosario que se sentía "reivindicado" por la política
económica de Carlos Menem e implementada por Cavallo, que según él retomaba "las ideas centrales" de su
programa. Pero hay una diferencia: mientras que la política económica monetarista de Martinez de Hoz se vio
un poco atemperada por la postura tradicionalmente estatista de las Fuerzas Armadas, los ministros de Carlos
Menem, en otro escenario, no tuvieron tal problema.
Con el objeto de alejar a las Fuerzas Armadas de la función de control social que tradicionalmente ostentaban,
se las inscribió en un proceso de profesionalización (eliminación del servicio militar obligatorio, misiones de
paz de las Naciones Unidas) y disminución del presupuesto militar, lo que será analizado más adelante.
Desde el punto de vista político y social, la relación de Menem con el Proceso fue ambigua: mientras que
reflotó las teorías económicas en boga en la época, no suscribió oficialmente a los métodos terroristas con que
se aplicaron. A pesar de ello, indultó a los jefes de las Juntas Militares y utilizó constantemente la amenaza
del terror como desmoralizador de la población (amenaza constante de aplicación de la pena de muerte,
comparación de manifestantes contra el modelo con futuros desaparecidos, utilización del miedo a la inflación
y al desempleo, etc.)
Los resultados pueden verse en el pico del 18,6 % de desocupación, en el deshilachamiento del sistema
productivo nacional, en la concentración económica, en el vertiginoso aumento de la deuda externa, en la
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destrucción de las economías regionales, en la pérdida de poder adquisitivo de las clases bajas y medias, etc.
Carlos Chacho Alvarez, en un debate organizado por el diario Página/12 con motivo del vigésimo aniversario
del golpe militar, manifestó: [...] el presidente Menem empezó a plantear una línea argumental similar a las
argumentaciones de los hombres del proceso. Empezó a argumentar en la misma lógica que los asesinos y los
terroristas de Estado. Quizá no haya más 24 de marzo del `76. Pero la degradación institucional, la obstinación
por mantener un proyecto de exclusión social y el monopolio del manejo de la economía, en el mismo
pensamiento de los hombres que sirvieron a las dictaduras militares, está volviendo a generar condiciones de
debilitamiento de la democracia argentina.
Enrique Vázquez plantea: El modelo que emergió del Proceso no es compatible con la democracia . Depende
de lo que entendamos por democracia, pero al menos la democracia formal demostró que puede convivir con
el modelo: Chacho Alvarez continúa: [...] Yo creo que hoy tenemos un problema, y es que Menem fue elegido
democráticamente para hacer muchas cosas parecidas en el campo económico que lo que hizo Martínez de
Hoz. Y que lo votó el 50 por ciento de la gente. Ese es el problema: la política se ha ido rindiendo lentamente
al poder económico concentrado, al poder financiero internacional y al poder económico local. ¿Lo que se
percibe qué es? Un vaciamiento de la democracia, o un debilitamiento de la democracia, [...] la política no
puede modificar las relaciones de fuerza en la Argentina.
8. Conclusiones finales
Los cambios que el Proceso quería operar en la sociedad y que ya han sido explicados, requerían de la
permanencia de un modelo económico neoliberal durante un tiempo suficientemente prolongado para poder
causar transformaciones irreversibles. El Estado terrorista fue el sostén de dicho plan. Una vez retornada la
democracia, el mecanismo disciplinador de la política económica fue ejercido por:
• Los acreedores externos, que desde entonces han impuesto condiciones a la política económica local.
• Los monopolios con poder para manejar el mercado a su antojo (como disparar la inflación para
desestabilizar al gobierno por una política económica opuesta a sus intereses).
Por otro lado, el hecho de que a fines del siglo XX no haya perspectivas para un golpe de Estado en la
Argentina puede relacionarse con varios factores:
• Se ha logrado una concientización del pueblo argentino sobre el valor de la democracia, entendida
ésta al menos como un escudo contra el terrorismo institucional.
• Las FFAA están desmantelándose en un proceso de profesionalización y alejamiento de la vida
política, que también se relaciona con la disminución de su presupuesto y de su plantel activo.
• La situación mundial actual es distinta de la de mediados de los setenta; el Primer Mundo ahora
requiere e impone el sistema democrático para el mundo globalizado al haberse acabado la guerra fría
y no haber peligro de revoluciones de izquierda en América Latina.
• Y por último, y tal vez lo más importante, las clases dominantes locales ya no necesitan de una tosca
y anticuada intervención militar: los nuevos métodos de manipulación son mucho más sutiles.
Como dijo Horacio Verbitsky: [...] a partir del gobierno radical y del gobierno menemista [...] las clases
dominantes que tradicionalmente habían recurrido al golpe militar, consiguen la cooptación de los partidos
populares, que son quienes con matices llevan adelante, no la defensa de los intereses de aquellos que los
llevaron al gobierno con su voto, sino la de los sectores tradicionales.
Los párrafos que siguen a continuación, referidos a la actualidad del momento en que se finalizó este trabajo,
pueden llegar a parecer desengachados del tema central. Lo cierto es que no lo están, ya que lo único a lo que
hacen referencia es a cómo evolucionó la situación político−económica que dejó el Proceso. Y además, ¿de
qué sirve el análisis del pasado si no ayuda a comprender el presente y el futuro?
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Desde mediados de 1996 puede observarse en el país cierta dureza en la recepción de las recetas neoliberales.
Si bien no podemos concluir que la variante populista−conservadora−neoliberal del menemismo haya perdido
su base electoral, no puede obviarse la masiva adhesión a los paros nacionales del 8 de agosto y 26 de
septiembre y al apagón opositor del 12 de septiembre, el relegamiento al cuarto lugar del oficialismo en las
elecciones del 30 de junio en la Capital Federal, las fracturas dentro del mismo gobierno, etc. La gente ya no
parece confiar ciegamente en el gobierno menemista.
También algunos factores de poder están sufriendo transformaciones, como ser el ascenso dentro de la CGT
de los grupos disidentes del MTA y el recambio de la cúpula de la Iglesia, que presumiblemente estará más
ligada a los reclamos sociales que su precursora. Las FFAA, mientras tanto, están lejos de ser la variante de
poder que fueron anteriormente ante situaciones de inquietud como la actual. Estas pueden ser variables
interesantes en el momento en que la situación evolucione.
Este escenario de descontento y falta de alternativas es la clave del asunto. El malhumor social existe, pero
aún no ha sido canalizado hacia otras opciones al modelo actual. La tarea de generar un nuevo consenso
alrededor de ideas diferentes corresponde al elenco político que, para bien o mal, actúa en nuestro sistema.
Pienso que nos encontramos en uno de esos momentos de transición en la historia que retrospectivamente se
señalan como el origen de tal o cual nuevo orden. Es en momentos como éste en que, aunque en la coyuntura
no pueda percibirse, aquel que acierte con el mensaje correcto se quedará con todo. Aunque claro, como
siempre, sólo el tiempo dirá.
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Moratías, Enrique: El Establishment, p. 53
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peronismo: Vázquez, Enrique: La Ultima, p. 92
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Vázquez, Enrique: La Ultima, p. 173
20 Años de Historia Política Argentina, fascículo 18, p. 274
Falta cita en el original: : El Post−Peronismo, un análisis de la ingobernabilidad y la inestabilidad política
argentina...
Rock, David: Argentina 1516−1987 Desde la colonización española hasta Raúl Alfonsín, p. 472
20 Años de Historia Política Argentina, fascículo 18, p. 281
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Madoery, Oscar: Estado y grupos económicos (1983−1989), p. 48
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13
Ibídem, p. 51
Romero, Luis A.: Breve Historia Contemporánea de la Argentina , p. 301
Madoery, Oscar: Estado y grupos económicos (1983−1989), p. 55
Romero, Luis A.: Breve Historia Contemporánea de la Argentina , p. 302
20 años de Historia Política Argentina, fascículo 19, p. 297
Vázquez, Enrique: La Ultima, p.123
Romero, Luis A.: Breve Historia Contemporánea de la Argentina, p. 298
Ibídem, p. 291
Diario Página/12 del 24 de marzo de 1996, p. 30
Rock, David: Argentina 1516−1987 Desde la colonización española hasta Raúl Alfonsín, p.459
Vázquez, Enrique: La Ultima, p. 111
Villarreal, Juan: Los hilos sociales del poder, en Crisis de la Dictadura argentina, Jozami, Paz y Villarreal, p.
69
Ibídem, p. 192
Sábato, Jorge E. y Schvarzer, Jorge: Funcionamiento de la economía y poder político en la Argentina: trabas
para la democracia, en Rouquié, Alain: ¿Cómo renacen las democracias?, pp. 199−200
Madoery, Oscar: Estado y grupos económicos (1983−1989), pp. 11−12
Ibídem, p. 82
Ibídem, p. 85
Ibídem, p. 86
Diario Página/12 del 10 de agosto de 1996, p. 8
Diario Clarín del 17 de octubre de 1996, p. 19
El ministro Domingo Cavallo salió de la usina de la Fundación Mediterránea, nacida a comienzos del Proceso,
en 1977, cuando el empresario cordobés Piero Astori apuntaba a proveer de ideología e inteligencia
económica a la conducción militar.
Diario Página/12 del 21 de septiembre de 1996, p. 2
En julio de 1996, Menem afirmó: Estuve en la Bolsa de Comercio y todos fueron elogios. Y ése es el
termómetro de la cuestión económica, Diario Página/12 del 13 de julio de 1996, p. 6
En la movilización opositora al gobierno de maestros y estudiantes en Tucumán en julio de 1994, el presidente
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Menem afirmó que sería una pena que fuera a haber nuevas madres de Plaza de Mayo.
Diario Página/12 del 24 de marzo de 1996, p. 30
Vázquez, Enrique: La Ultima, p. 128
Diario Página/12 del 24 de marzo de 1996, p. 31
Diario Página/12 del 24 de marzo de 1996, pp. 30−31
Y más teniendo en cuenta el bajo nivel de popularidad con que gozan los sindicalistas (Ver Diario Clarín del
24 de Septiembre de 1996, p. 8)
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