Diario Administrativo Nro 105 – 05.04.2016 La sanción penal no es la única manera de combatir la corrupción Por Mercedes Sobrero Elgue1 A fin de revertir el flagelo de la corrupción es posible recorrer un camino paralelo a las sanciones penales. Ese camino no es otro que el de la prevención, para cuyo logro el Derecho Administrativo puede hacer una gran contribución, en especial a través de la noción de Buena Administración y los principios que la componen. Buena administración es la correcta elección de los medios y de la oportunidad de ejercicio de las competencias, con relación al fin específico que se quiere satisfacer; es una nota de la función administrativa, que debe cumplirse de la forma más adecuada para la obtención de los fines objeto de la función pública.2 Una Administración con tales características no sólo mejora la calidad de organización pública, sino además, previene eficazmente la corrupción mediante los principios que le dan sustento, tales como cercanía al ciudadano; calidad de la organización pública, ética, eficacia, eficiencia, transparencia, publicidad; información pública; participación; responsabilidad de los funcionarios y rendición de cuentas. La buena administración considera posible y necesario humanizar a quienes dirigen lo público, siendo imprescindible que se ponga la mirada y el centro de toda acción de gobierno en los ciudadanos a los que se sirve.3 Dicha idea implica una dimensión ética, por lo que deberían desarrollarse políticas públicas que aseguren las libertades reales de la gente, porque si bien lo central para la Administración continúa siendo la búsqueda del bienestar general, el modo de realizarlo debe nutrirse de nuevos mecanismos. A partir de la incorporación de los Tratados de Derechos Humanos en la Constitución Nacional se están repensando los fundamentos de la actividad estatal, lo que implica redefinir la justificación 1Abogada; Especialista en Derecho Penal y en Derecho Administrativo UNL; Relatora Ministerio Público Fiscal Provincia de Entre Ríos. 2 Delpiazzo, Carlos E.; “Hacia dónde va el Derecho Administrativo?”.3 Rodríguez Arana Muñoz; Jaime; “El buen gobierno y la Buena Administración de Instituciones Públicas”; Editorial Thomson Aranzadi; Primera Edición; Navarra; España; año 2006. de la misma respecto al poder de intervención y reglamentación. Ha habido una irrupción en el ámbito de los derechos fundamentales de los derechos económicos, sociales y culturales, que implica un cambio de paradigma de operatividad de éstos, dado que los derechos civiles clásicos exigían del Estado un mero deber de abstención en tanto los derechos socio-económicos y culturales exigen conductas positivas para su disfrute.4 En el Estado de Derecho clásico los derechos fundamentales asumieron una dimensión defensiva, evitando avances estatales indebidos sobre su núcleo vital, como prohibición de exceso estatal; en la actualidad, sobresale la dimensión protectora, es decir, derechos fundamentales como mandatos de protección que exigen un obrar estatal como condición de posibilidad. Destaca SchmidtAssman que ambas dimensiones difieren en su estructura y esquema aplicativo, pues el derecho fundamental es susceptible de defensa sin necesidad de la ley frente a las intervenciones estatales, mientras que la dimensión protectora suele precisar, para su eficacia, de una concreción normativa, y al legislador le corresponde fijar el esquema para la protección de cada derecho fundamental.5 En ésta nueva Administración debe darse prioridad a la genuina participación ciudadana, ya que sin la misma no hay libertad ni democracia real, y es fundamental que gobernantes y administrados rindan cuentas sobre sus decisiones y que el poder se ejerza desde la explicación, la razón, la luz, la transparencia y la motivación. 6 Otro tópico relacionado a esta nueva forma de Administración es el gobierno abierto y sus tres ejes fundamentales: transparencia; participación y colaboración. Un componente esencial de la transparencia es la participación ciudadana, debiendo mejorarse la calidad de ésta última, tornándola libre y genuina en temáticas públicas. Debe buscarse una mejor relación entre Estado y sociedad, donde el ciudadano ya no sea solo destinatario sino protagonista de las decisiones que lo involucran a través de su participación activa. En definitiva hacer efectiva la buena administración implicará garantizar mejor calidad institucional, más transparencia y con ello prevención de la corrupción. Canda; Fabián; “La responsabilidad del Estado por omisión en la jurisprudencia reciente de la Corte Suprema y en la ley 26.944 de responsabilidad estatal”; Revista de Doctrina, Jurisprudencia, Legislación y Práctica de Derecho Administrativo; Editorial Abeledo Perrot; N° 97 Enero/febrero 2015; página 1.5 Schmidt- Assman; Eberhard, “La teoría general del derecho administrativo como sistema”; Editorial Marcial Pons; Madrid, 2003, página 72/74, citado en Canda, F.; Ibid.4 6 Rodríguez Arana Muñoz; J, ob. cit. página 38.