Pataletas infantiles: cuando las recetas no funcionan

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Pataletas infantiles: cuando las recetas no funcionan
Las pataletas son uno de los temas más frecuentes en las conversaciones de padres de hijos pequeños. Miles de
artículos y cientos de libros se han escrito al respecto, pero aún no parece haber una ‘respuesta universal’.
Mientras que muchos psicólogos, educadores infantiles y otros profesionales recomiendan medidas como ignorarlas y
nunca ceder ante ellas, otros como el psicólogo clínico Felipe Lecannelier, especialista en desarrollo infantil, aseguran
que enfrentar este problema desde esa visión sólo contribuye a fomentar las pataletas.
Fuente: Padres OK
Lecannelier, docente de la Universidad de Chile y de la Universidad del Desarrollo, señala que no es anormal que un niño
de cierta edad, y dependiendo de sus capacidades para controlarse, haga pataletas, especialmente cuando se trata de
menores de dos años. Aclara eso sí, que hay que distinguir entre los berrinches 'normales' y las reacciones extremas, que
se salen de los parámetros esperables para un niño de esta edad.
Como las pataletas están estrechamente relacionadas con el vínculo del hijo con sus padres, cuando éstas se tornan muy
frecuentes o son muy exageradas podría haber un problema en la relación. Esto no quiere decir que todo niño que hace
pataletas tiene un vínculo deficiente con sus padres, pero sí que es menos probable que en una buena relación un hijo
haga pataletas extremas o recurrentes.
“Lo anormal es cuando el niño las presenta cada vez que está estresado o cuando pareciera que no tiene otra estrategia
para controlar su frustración y se transforma en un patrón constante, en que todo lo regula o lo consigue con la
pataleta”, explica. Otra situación preocupante es cuando el berrinche es absolutamente desproporcionado, "en que
termina agarrándose a cabezazos con las paredes, el suelo o continúa llorando por horas", señala.
Según el especialista, hay dos tipos de vínculos que pueden generar pataletas anormales: con padres que son ambivalentes o impredecibles y padres maltratadores o que le generan susto al niño. Los más proclives a hacerlas serían los
pequeños hipersensibles y con padres muy inconsistentes en proveer de cariño a sus hijos (los que a veces pueden ser
muy cariñosos y otras veces muy fríos). Frente a este tipo de papás, afirma el especialista, los niños tienen que buscar
una estrategia extrema para captar su atención.
¿Intento de manipulación?
Lecannelier descarta que las pataletas sean una forma de manipular a los padres, especialmente cuando se trata de
niños pequeños. “La manipulación en niños tan chicos no existe; porque en los primeros dos años no tienen capacidad
para andar manipulando ni controlando a los padres".
Tampoco está de acuerdo con la recomendación de ignorar o aislar a un niño con pataletas. Si manifiesta esta conducta,
"hay que tratar de no intensificar más su estrés, no retarlo y no pegarle, porque eso los deja peor", dice.
Agrega que "ignorarlos es lo más malo que un padre puede hacer. Si un niño quiere algo y se estresa porque el papá no
se lo da o porque no sabe si lo va a tomar en cuenta, y el papá efectivamente no le presta atención, le confirman aún
más que lo ignoran y la segunda vez va a hacer una pataleta mayor", asegura, acotando que esta actitud le envía un
mensaje poco grato al pequeño: "que si él está mal, los padres no van a estar ahí".
Este psicólogo estima que los padres deben ser 'creativos' en contener la pataleta y desviar la atención del niño, sin
gritarle ni retarle, "de manera que él aprenda que si quiere algo, ¿cómo termina esa frustración? en algo positivo, en
hacer otras cosas". Tomar al niño, abrazarlo y distraer su atención son algunas formas de contener la pataleta, y debería
bastar en la mayoría de los casos. "Los niños seguros (con buen vínculo) tienden a calmarse con los padres, pero si hacen
cosas como agarrarse de las piernas o pegarse en el suelo, es el padre o madre quien no está teniendo una conducta de
contención adecuada”, señala.
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Por eso es contrario a entregar recomendaciones. "Si la pataleta es más extrema, ningún consejo es suficiente, porque
se trata de un problema más grave en la relación", estima.
Ceder o no ceder
Para este especialista, la tradicional recomendación de nunca ceder ante una pataleta no tiene mucho sentido. "Tiene
que ver con una concepción errónea de que las pataletas son peleas manipulatorias que hacen los niños. En niños más
grandes puede que sea así, pero durante los dos primeros años eso no ocurre. Entonces el ceder o no ceder es como si
hubiera una lucha entre un padre e hijo, a ver quién gana y quién no, y eso es un mal punto de partida para tratar de
entender las pataletas de los hijos", señala.
Por eso, más allá de esta discusión, asegura, hay que lograr comprender por qué el niño hace estas pataletas, qué tipo
de estrés tiene y por qué debe recurrir a ellas. Los padres inconsistentes son quienes más favorecen tales conductas.
"Un día están muy cariñosos con el niño y al otro no lo ‘pescan’; un día son muy preocupados y al otro se van tres
semanas de vacaciones y lo dejan solo", explica el especialista.
Este comportamiento le provocaría incertidumbre al pequeño, no le permite establecer un vínculo estable con los
padres, ni sabe cómo actuar para lograr cosas con ellos. "Y como no lo puede anticipar, hace la pataleta. Si fuera más
sabio y no niño, podría hablar con el papá y explicarle, pero no puede, sólo actúa".
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Pataletas Infantiles
Programa Diagnóstico Canal 13
Realizado por: Paula Gómez
Seguimos durante más de siete meses el proceso vivido por una familia chilena que, como muchas, sufría por las
pataletas de su hijo Ignacio, de cuatro años. Descubrimos qué hay detrás de este comportamiento y las equivocaciones
que, sin querer, cometen los padres para controlarlas.
La familia Iñiguez-Laussen tiene tres hijos. Los dos mayores son tranquilos, pero el menor, Ignacio, es el rey de las
pataletas.
Ignacio tiene cuatro años y hace algunos meses comenzó con sus primeras rabietas. Al principio eran pequeñas y
esporádicas, pero han ido en aumento y ahora hace una pataleta prácticamente por todo.
Siempre son por lograr algo que él quiere conseguir, comenta su madre. Antes tú le rogabas o por lo menos le buscabas
el cuento, pero como era por tantas cosas seguidas, se fue agotando la paciencia. Quizás si yo hubiera sido más firme,
esta cuestión no habría llegado al nivel que llegó, que por todo hace una pataleta.
La Dra. Amanda Céspedes es neuropsiquiatra infantil y hoy visita la casa de Ignacio. El desafío de esta especialista es
determinar qué origina las pataletas de este pequeño y ayudar a la familia. Para que la doctora pueda evaluar mejor el
comportamiento de todos ellos, verán juntos un video que registra las situaciones que viven a diario.
Todos los preescolares buscan dejarse llevar por lo agradable, por lo grato y rechazan lo desagradable, las normas,
señala la especialista. Es muy importante, cuando uno tiene un niño pequeño, hacer aparecer la magia, con la que uno
rompe la realidad, les dice la doctora a los padres de Ignacio.
La Dra. Céspedes le explica a Sofía y a Francisco que su hijo Ignacio es un niño que tiene dificultad en la autorregulación
emocional, y que muy rápidamente es cogido por sus emociones, especialmente por el disgusto. Hay un constante
desagrado y él espera que el adulto lo contenga y lo conforte en esta situación, pero no lo obtiene, dice.
Luego de ver a Ignacio rezongando repetidas veces en el video y a la familia intentando controlarlo, la neuropsiquiatra
les comenta a los padres que tiene la sensación de que su actitud es, principalmente, la de lograr bajarle el moño al
niño. A juicio de la especialista, al intentar educarlo en todo momento, buscando que desaparezca la pataleta, el riesgo
está en que él esté en la parada exactamente contraria, buscando que los padres respondan de otra manera.
La temida experiencia de ir de compras
Cada viaje a hacer las comprar suele ser agotador por las innumerables pataletas que hace el niño. Sofía, superada por
su siempre inquieto y demandante hijo menor, intenta controlarlo, pero no logra contenerlo.
Al ver el video del episodio, la doctora Céspedes le comenta a Sofía que le hace falta anticipar el comportamiento de su
pequeño: Si tú sabes que se va a portar mal en el supermercado, a lo mejor vale la pena anticiparse y crear en ese lugar
una instancia agradable. Le recomienda, por ejemplo, entrar al supermercado y comprarle algo rico a los niños, de
manera que vayan comiendo algo y sientan que es una situación agradable, no condicionada.
Sin embargo, comprensiblemente, ante el constante "¡cómprame algo, cómprame algo...!" de Ignacio, su mamá no se
caracteriza por un gran despliegue de paciencia... En un momento, cuando el pequeño se pega en la cabeza, la respuesta
de Sofía denota preocupación, pero no es demasiado cariñosa. La doctora le aconseja que en estas ocasiones haga un
esfuerzo por ser más amorosa con su hijo, para hacerle sentir el cariño que le tiene. Los preescolares todavía necesitan
mucho regaloneo, hay niños a los que no les gusta pero hay otros que lo necesitan, y yo creo intuir que Ignacio busca eso.
El poder del afecto sobre el disgusto es impresionante... la rabieta baja inmediatamente.
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Luego, al bajarse del auto después del supermercado, Ignacio se cuelga de la mamá. Al ver la escena la doctora le
aconseja: Obsérvate tú que no eres afectuosa. Él te estira los brazos y tú le das la orden... Estás educándolo, estás bien
como mamá pero no basta sólo eso. Se necesita la otra parte también, el afecto. Se suben al auto e Ignacio hace otra
pataleta adentro.
¿Sirve la violencia?
La doctora Céspedes invita a los padres de Ignacio a ser contenedores y a la vez acogedores. Sobre eso le dice a Sofía:
Tienes que hacer una acogida más afectuosa. Y no es porque tú no seas afectuosa, lo que pasa es que en ese momento
estás tratando de educar. El concepto de educación es a veces perturbador, complica las cosas, porque por tanto educar
uno se olvida de entregar lo que en ese momento está pidiendo el niño, que es esencialmente afecto, atención.
Cuando Francisco va a acostar a Ignacio, al ir a lavarse los dientes, el niño se rehúsa a obedecer las instrucciones de su
papá a la primera. Según la doctora, este comportamiento es propio de la edad, en la que los niños son muy
oposicionistas, basta que uno diga blanco para que ellos digan negro, basta que uno diga vamos para que ellos digan no
quiero.
Céspedes señala que para que un niño llegue a entender que ser oposicionista no tiene ninguna ganancia, debe darse
cuenta de que siendo amoroso y obediente obtiene mucho más de sus padres y mayores. Creo que se puede ganar
mucho más a través de contenerlo que de educarlo o de disciplinarlo.
Ante este comentario, el padre comenta: Igual de repente te dan ganas de darle una buena zamarreada, porque ya
como que es incontrolable... La doctora responde: Sí, pero el riesgo con un chico oposicionista es que uno le pega para
que deje de serlo y nunca sabes a qué nivel de golpe vas a tener que llegar para lograrlo.
Según la doctora Céspedes, muchos niños de hogares donde hay violencia intrafamiliar partieron de este modo:
oposicionistas. Se trata del clásico niño al que se le dice: "si no te sientas a comer, te las voy a dar". Si la actitud del niño
es desafiante, entonces la mamá le pega. Y si ante el golpe éste le dice: "no me dolió, pégame más fuerte", estamos en el
comienzo de una escalada que no sabemos dónde termina.
Ayudar a encontrar una solución
En otra escena que Sofía y Francisco revisan con la Dra. Céspedes ven a Ignacio haciendo una pataleta porque no puede
meter su parka en la mochila. Para el manejo de este tipo de episodio, la especialista les sugiere ayudarle a Ignacio a
buscar una solución a su problema como sacar todas las cosas de la mochila y ver si caben de la manera como las quiere
llevar él. La idea es aquí permitirle algunas veces que él se salga con la suya, que no sienta que siempre las cosas
terminan siendo como los otros quieren que sean.
Según la doctora, la mejor manera de construir a un oposicionista es siempre impedir que él les doble la mano. Si
ustedes se ponen en la parada de que no les van a doblar la mano jamás, les aseguro que van a tener a su lado a un
oposicionista para siempre, comenta.
Los padres de Ignacio comenzaron de inmediato a poner en práctica los consejos de la doctora Céspedes. Saben que el
desafío es grande y que no será fácil cambiar para ellos, ni transformar el comportamiento de su hijo.
Cambiar hábitos no es algo que se haga de un día para otro. Los cambios que esperan de Ignacio dependen en gran
medida de que ellos modifiquen la manera en que se relacionan con su hijo.
La primera semana no parece haber grandes cambios. Ignacio está en una edad en que sólo quiere hacer su voluntad. Y
como además, él es un niño inmaduro emocionalmente, le cuesta mucho más adaptarse a las reglas.
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Sofía y Francisco están tratando de ser ellos los que lo guíen en el control de sus emociones, para que ceda y no haga
una pataleta... tal como les aconsejó la especialista. Si hace un show o está con algún problema, no reaccionamos de la
misma forma que reaccionábamos antes, aunque a veces se te olvida, dice el papá. Me tengo que acordar de que no
tengo que exaltarme yo, que no debo retarlo ni gritarle más fuerte de lo que él está exigiendo. Entonces, bajando un
poco las revoluciones de uno, logras que él también baje las suyas, reflexiona.
Cambiando en busca de cambios
Ha transcurrido un mes desde que están poniendo en práctica los consejos de la doctora Céspedes. Han ido
conquistando algunas situaciones, pero el supermercado sigue siendo un lugar difícil de manejar para Sofía. En realidad
igual nos ha costado llevar a cabo las cosas que nos dijo la Amanda, dice. A veces he intentado cambiar un poco esto por
esto otro, buscando una mejor actitud, o inventarle todo un cuento de fantasía, regalonearlo y todo. Pero sin lugar a
dudas es un proceso lento y difícil.
Tras siete meses de intenso trabajo, Ignacio y sus padres pueden apreciar los cambios. La Dra. Céspedes está de vuelta
en casa de los Iñiguez-Laussen para evaluar la puesta en práctica de sus indicaciones.
La doctora Céspedes les pregunta a Francisco y Sofía cómo les ha ido con la puesta en práctica del plan. Sofía siente que
ha logrado de alguna manera aplicar lo que la doctora le pidió que intentara. Ha procurado ser una contenedora
afectuosa. He cambiado un poco la táctica, dice. Ahora permite que a veces las cosas se hagan de la manera en que
Ignacio quiere que se hagan, y se concentra en ser más cariñosa con su hijo menor.
Cuando la especialista le pregunta a Sofía si cree que la aplicación de esta técnica ha resultado, ella le responde que el
solo hecho de haber visto disminuidas los escándalos en la calle ya es aliviador para ella.
Como parte de la evaluación, la Dra. Céspedes le pide a Sofía que vayan al supermercado, uno de los lugares
complicados para Ignacio y muchos niños más, debido a que les produce gran ansiedad.
Este ha sido un lugar tradicionalmente difícil para todos los niños pequeños, porque es un lugar enorme, con muchos
estímulos, donde se puede comprar y adquirir cosas... dice la doctora. Obviamente es un lugar que produce ansiedad y,
generalmente, problemas.
Sofía reconoce que los conflictos han disminuido bastante. Ha andado mucho mejor. Hemos podido llegar a mejores
acuerdos con él, pero igual sigue siendo un lugar conflictivo. Sin embargo, la doctora Céspedes felicita a Sofía por su
capacidad de postergar las ansiedades de su hijo proponiéndole actividades futuras y cambiando el foco de lo que está
sucediendo en el supermercado por otro más adelante.
Otro niño
Según su madre, el pequeño Ignacio ahora es capaz de entender que si algo no se puede hacer ahora, en este momento,
puede ser otro día: Antes no razonaba. Era eso, eso, eso y nada más que eso, recuerda.
Poco a poco Ignacio ha ido dejando atrás sus pataletas... y para ayudarle en todo este proceso, la doctora Céspedes le
indicó unas gotitas. Son Flores de Bach, una terapia natural que consiste en concentrados de flores que ayudan a regular
la energía emocional.
La doctora Céspedes se muestra muy satisfecha con la evolución de Ignacio en lo que ha durado el tratamiento: Yo veo
hoy día a un Ignacio más relajado, más contento. Sonríe mucho más, tiene un mejor contacto con el adulto, siente que el
adulto es su amigo y no el que va a llegar a ponerle ordenes y a ponerle normas. Lo veo más grande, más crecido
emocionalmente.
Según los padres, los resultados que están a la vista son reflejo de lo que hicieron por sugerencia de la doctora: De lo
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contrario tal vez hubiésemos seguido en la misma escala de reacciones de Ignacio en relación a nosotros, o sea, si él se
enojaba nosotros también nos enojábamos... Tal vez es algo tan simple lo que nos dijo que uno se pregunta cómo esta
cuestión tan simple va a resultar, pero en definitiva funcionó.
Sofía mira a su hijo, lo compara con el que era siete meses atrás y dice que es otro niño. De hecho en el colegio, en todos
lados, se han dado cuenta de que cambió del cielo a la tierra. Tiene mucho más disposición a entender las razones de las
cosas... en el fondo es otra persona, otro niñito, dice satisfecha.
Para Amanda Céspedes el valor de haber conocido a Ignacio y de poder mostrarlo a la comunidad es invitar a los papás a
tener optimismo, a pensar que un niño que se porta mal no es un niño mal intencionado, sino que simplemente es un
niño que cae en el desborde emocional muy fácilmente. Nuestra misión, más que condenarlo, decir que es un niño
complicado, que es un niño imposible o caprichoso, es preguntarnos cómo podemos ayudarlo de la mejor manera. Me
parece que el de Ignacio ha sido un proceso muy bonito, en el cual han participado los papás y que es esperanzador.
Vemos hoy día cambios, logros en un niño pequeñito todavía, en el que vamos a seguir, seguramente, viendo muchos
progresos.
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