El periodismo en Cuba: La Revolución (Cap. 8) Jules Dubois y la injerencia de la SIP Juan Marrero Bien temprano, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), agrupación de los dueños de publicaciones del continente y que en la mayor parte de su existencia ha estado controlada por Estados Unidos, metió sus manos en los asuntos internos de Cuba. Jules Dubois, a quien identificaban como periodista del diario Chicago Tribune, estuvo por La Habana varias veces en los días de la insurrección, y como buen agente de la CIA estableció vínculos con los directivos y periodistas de los principales medios, y se creó una imagen de demócrata opuesto al régimen de Batista y a la censura a la prensa impuesta por el dictador. Dubois no era ni fue nunca Presidente de la SIP, jamás lo fue, su cargo era de Presidente de la Comisión de Libertad de Expresión e Información. Pero desde 1950 manejó todos los hilos de la organización en calidad de coronel de la inteligencia. Hablaba perfectamente el español, lo que le facilitó su trabajo. Apenas triunfó la Revolución, se fue junto con el reportero Carlos Castañeda, de Bohemia, hacia Holguín, y allí logró acercarse a Fidel, y entrevistarlo cuando se iniciaba la Caravana de la Libertad. Después, estuvo presente en la Operación Verdad. Logró, incluso, tener una columna en la revista Bohemia Varias editoriales le publicaron un libro sobre Fidel Castro en 1959, que se vendió el ejemplar a más de 40 dólares, lo que debió significar un buen ingreso para el periodista-agente de la CIA. En aquel entonces, Pardo Llada identificó a Dubois como “el coronel de las orejas peludas”. Pero fue Che Guevara quien desenmascaró, con argumentos, a este personaje, días después de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, y cuando Dubois publicó un artículo en oposición a la idea de la creación de una milicia obrera y campesina para defender el proceso revolucionario. Che le escribe una carta al director de Bohemia, Miguel Angel Quevedo, donde le dice que Dubois era “en sus ratos libres” agente de la CIA. La carta, de fecha 23 de mayo de 1959, califica a Dubois de “miserable gangster internacional que tiene el pomposo título de redactor de la página latinoamericana de la revista Bohemia”. Según esa misiva, “sucede que los amos de Jules Dubois, la United Fruit y otras compañías, fruteras, mineras, ganaderas, telefónicas o eléctricas, explotadoras del pueblo en una palabra, han ordenado desatar la clásica cortina de las mentiras asalariadas” contra Cuba. Después de expresar que “si nos agreden le damos armas hasta el gato”, Che dice: “Es obvio, Sr. Dubois, que para darles armas al gato hay que enseñarlas a usar y no creo que encontrará usted o los otros…que puedan venir a esta tierra un hato de corderos atemorizados; encontrará un pueblo vibrante y unido dispuesto a la lucha hasta más allá del último cartucho…” Y termina diciéndole al director de Bohemia: “Reciba, Sr. Quevedo, las muestras de mi consideración, aunque no pueda felicitarle por el chacal disfrazado de cordero que dejó introducir en las páginas de su revista”. No obstante, Dubois siguió en Cuba y escribiendo su sección en Bohemia. Incluso algunos directores de medios, entre ellos Sergio Carbó, lo defiende en un editorial en Prensa Libre que tituló “El caso Dubois”: “Al pueblo de Cuba se le ha ofrecido en los últimos días la imagen de un Jules Dubois malvado e intrigante, de un Dubois enemigo de la Revolución y por tanto enemigo de Cuba. Pero esa no es la imagen ni los antecedentes que Cuba tiene ni tenemos nosotros de Dubois. Porque el Dubois que conocemos hace algunos años es un periodista honrado y un hombre que ama la libertad y la democracia y que ha luchado por ellas en todo el hemisferio…” La historia demostró que Dubois ni era un periodista honrado ni un defensor de los pueblos de América Latina. Fue, ante todo, un agente de la CIA que trabajó en el terreno mediático para debilitar a la Revolución Cubana, y que no estuvo ajeno a la guerra sucia del imperialismo para destruirla. (Jules Dubois murió a la edad de 56 años de un ataque cardiaco cuando estaba en una habitación de un hotel de Bogotá, en 1966) El 8 de septiembre el periodista Pastor Valdés, quien era redactor en Prensa Latina, presentó una moción ante la Junta de Gobierno del Colegio Nacional de Periodistas para que se declarase a Dubois persona non grata. Tal moción quedó aprobada, pero días después la decisión fue anulada porque se adoptó sin la presencia del decano Eudaldo Gutiérrez Paula. Hubo una nueva votación y quedó empatada. Tal asunto provocó tensión en la directiva del Colegio de Periodistas, al extremo de que Gutiérrez Paula presentó su renuncia al cargo. Por esos días, la SIP celebró su asamblea anual en San Francisco, California, e incluyó en su temario de discusión la situación de la prensa en Cuba considerándola similar a la existente en Nicaragua, República Dominicana y Paraguay, países bajo las férreas tiranías de Somoza, Trujillo y Stroessner. La Junta de Gobierno del Colegio de Periodistas rechazó tal acción de la CIA, y emitió una declaración diciendo que “en Cuba no hay censura ni temor, sino libertad y dignidad. Es injusto que se haya señalado a Cuba entre los países a discutir, cuando lo que debía hacerse es felicitar a los periodistas cubanos por haber recobrado su libertad”. La SIP se quejó de que Castro hubiese atacado públicamente a periódicos “respetables” como Diario de la Marina y Avance, los cuales luego de la promulgación de la Reforma Agraria se convirtieron en voceros de los latifundistas, terratenientes y otros sectores afectados por la Ley agraria y que, en sus pronunciamientos, incitaban a la violencia y al derrocamiento de la Revolución siguiendo el guión concebido y puesto en práctica por la entonces administración de Eisenhower. También la SIP expresó su profundo malestar por la incautación de periódicos batistianos por el Gobierno Revolucionario –léase Alerta, Tiempo en Cuba y Ataja—lo que consideró “un acto contra la libertad de expresión”. Recordemos las razones que tuvo la Revolución para ello: el primero de esos diarios lo dirigió Ramón Vasconcelos, quien como ministro de Comunicaciones de Batista firmó una buena parte de los decretos de censura a la prensa; Tiempo en Cuba y Ataja eran prensa típicamente sensacionalista, amarilla, y dirigidos por el criminal de guerra y terrorista Rolando Masferrer y Alberto Salas Amaro, secretario personal de Batista y alabardero de la dictadura, respectivamente. Flaco favor se hizo la SIP al defenderlos con el pretexto de la libertad de prensa. Otra cosa que molestó a la SIP fue la revelación de la lista de Palacio con el pago de casi tres millones de pesos anuales que hacía Batista a un crecido número de directores de medios y a algunos destacados periodistas. Para la SIP, y así lo dijo en la asamblea de San Francisco, la prensa cubana no había recibido subsidios del régimen de Batista, “sino pago por publicidad oficial”. La SIP, en ese encuentro, dio la medalla de “Héroe de la Libertad de Prensa” a Jules Dubois, quien antes de viajar a la ciudad californiana estuvo en Miami y allí se reunió con el criminal de guerra Rolando Masferrer. Tras la Reforma Agraria, los medios privados tradicionales arreciaron sus ataques. Diario de la Marina creó una columna titulada “Relámpagos”, firmada por Vulcano, consagrada a combatir la revolución. Otra, denominada “Buzón de Vulcano”, acoplaba toda suerte de resentimientos contra la revolución. El premio Mergenthaler, de la SIP, se otorgó al periódico Prensa Libre, por “los editoriales y artículos firmados por su director Sergio Carbó y los subdirectores Humberto Medrano y Ulises Carbó desde el primero de enero al primero de julio de 1959”. El periódico Avance inició una campaña destinada a sembrar la división entre los dirigentes de la Revolución y destacar a los que pudieran traicionarla. El 19 de septiembre, el periodista Bernardo Viera escribió en la sección Entre paréntesis: “Ojalá que sobre la marcha aparezcan tres o cuatro Hubert Matos más. Entonces sí echarían a andar definitivamente la buena intención del Gobierno y las medidas revolucionarias”. Entonces, Fidel Castro salió al paso a estas infamias. “Es muy curioso que mientras se hace una campaña sistemática contra los pilares más sólidos de la Revolución, se está por otro lado haciendo otras campañitas apologísticas a favor de otros elementos de la Revolución. Donde puedan encontrar la vanidad, donde puedan encontrar la ambición, donde puedan encontrar cabecillas en su táctica de tratar de dividir la Revolución, donde puedan encontrar al que le haga el juego a la reacción…” En la radio y la televisión ocurrió que los dueños comenzaron a obstaculizar la transmisión de los pronunciamientos de los máximos dirigentes de la revolución alegando compromisos de publicidad comercial. También dieron espacio a voces que buscaban la desunión del pueblo e intentaban atemorizar con el fantasma del comunismo y otros prejuicios. La televisión de los Mestre abrió espacios a Luis Conte Agüero, un periodista politiquero y con la estrategia de dividir a los revolucionarios. También a voceros de los grandes hacendados para que atacasen la revolución. En la radio, emisoras como CMQ, Radio Progreso y Radio Capital Artalejo tuvieron una franca actitud contrarrevolucionaria. La confrontación de ideas se dio tanto en los periódicos y revistas como en la radio y la televisión, así como en lo interno de los colegios y asociaciones de periodistas. Los periodistas defensores de la Revolución no se amilanaron. En los diarios Excelsior y El País decidieron integrarse a los trabajadores de los talleres en un frente único para combatir las maniobras contrarrevolucionarias de la empresa. Y una semana después, un grupo de periodistas de Avance dirigieron una carta al Primer Ministro, en la cual señalaban sus discrepancias con la línea editorial de esos periódicos. Entraron, en fin, en combate de ideas, a la vez que emprendían acciones de apoyo a la Revolución, entre ellas la recaudación de fondos para adquirir medicinas para los hospitales, para la compra de armas defensivas y, además, el 15 de diciembre la Junta de Gobierno del Colegio Provincial de Periodistas decidió integrar la Milicia Félix Elmuza de los periodistas, a cuyo frente estuvieron Tirso Martínez, Pedro A. Seuret y Manuel de Jesús Zamora. A finales de año, Pepinillo Rivero se fue a Estados Unidos “para explorar el rumbo de la política norteamericana” hacia Cuba. Como pretexto del viaje utilizó el de un tratamiento médico a su hija menor. Fue, primero a Albany, y concluyó el viaje en el sur de la Florida. Se reunió en Miami con el empresario y millonario estadounidense William Pawley, agente de la CIA, y conversó telefónicamente, desde la casa de Pawley, con el entonces vicepresidente Richard Nixon sobre la situación en Cuba. Su plan consistía en “una concertación de fuerzas de la sociedad civil cubana, hacendados, colonos, industriales, comerciantes, banqueros, médicos, líderes estudiantiles y obreros”. Muchos años después, en una entrevista con El Nuevo Herald, Pepinillo confesó que había pedido apoyo a ambos para su plan contra Castro. Y también, al regreso a Cuba, a mediados de enero de 1960, recibió luz verde de Abel y Goar Mestre, los magnates de la televisión cubana, para presentar el plan en vivo a través de CMQ TV y CMQ Radio. Lo que no hizo porque las fuerzas que consultó en privado se negaron a presentarse en público como adherentes.