Un fin de semana con Ian Coates.Un viajero Tranquilo

Anuncio
REPORTAJE
Un viajero tranquilo
UN FIN DE SEMANA CON IAN COATES
¿Os imagináis lo que supone salir de casa
para dar una vuelta en moto y trece años
más tarde seguir con lo mismo? Pues ésa
es la historia de un hombre y su Africa
Twin. Hace unos días estuvo en España, y
nosotros nos fuimos de ruta con él.
■■CHARLY SINEWAN
(http://sinewan.com)
Víctor Rider es un gran aficionado a los viajes en moto,
tanto a practicar los suyos propios como a empaparse
con los de los demás. Un día supo sobre Ian Coates,
leyó la poca literatura que anda por la Red sobre uno
de los más grandes viajeros en moto de la historia,
y no pudo menos que interesarse. Al saber que
pasaría por España contactó con él y le preguntó
si sería posible compartir unos días de ruta.
Ian Coates, después de trece años viajando
por el mundo, y a sus casi setenta años, tardó
escasos minutos en contestar a través de una red
social. Por supuesto que accedía encantado.
La ruta que Víctor diseñó con Ian pasaba por San
Lorenzo de El Escorial el sábado 18 de febrero.
Nos interesamos por la noticia y quedé en asistir
para escribir la crónica del fin de semana junto
con este peculiar viajero inglés. Tenía mi querida
F 800 GS en Ghana, esperando que fuera a
recogerla, así que Solo Moto pidió a BMW que me
dejara una para cubrir el evento. Dicho y hecho.
La noche del viernes llegaba a El Escorial
una pequeña avanzadilla del gran grupo
que formaríamos el sábado. Esa noche
teníamos una cita en el Hotel Victoria.
FOTOS: C. SINEWAN / S. MORCHON
El viajero
Centro de
94
SOLO MOTO
ención
El viajero inglés y su Afat
rica Twin no pasan
desapercibidos.
Ian Coates es un tipo enorme, de gesto afable y
mirada apacible. Siempre usa gafas y cuando no
lleva casco suele llevar gorra; estos días una con la
bandera de Chequia que alguien le regaló y que usará
hasta que alguien le obsequie con una que le mole
más. Luce una sonrisa típica del que está plenamente
satisfecho con quien es. Lleva años haciendo lo
que le da la gana. Eso es viajar tranquilamente con
su Africa Twin por más de noventa países. La moto
está envuelta en una gruesa capa de pegatinas y
otra de mugre acumulada por los cinco continentes,
durante trece años y cuatrocientos mil kilómetros.
“Cuanto peor parece, más pobre piensan que
soy, y eso siempre ayuda”, explica. Nos damos un
fuerte apretón de manos, cabeceamos agradecidos
de conocernos y nos vamos todos a cenar.
Mientras callejeábamos en busca de un lugar
donde tomar un vino, Ian comienza a contar su
historia a la vez que deja huecos para escuchar la
mía. Podría copar cualquier conversación durante
horas, pero como buen viajero, sabe escuchar,
le interesa la historia del que tiene enfrente.
Su inglés es perfecto para los torpes oídos del
que no es bilingüe; se nota que lleva mucho
tiempo haciéndose entender por el mundo.
Al igual que existen muchos tipos de viajes, también
existen muchas clases de viajeros. Ian Coates es un
viajero circunstancial. Nunca planeó su viaje. Un día
SOLO MOTO
95
Reportaje
Un buen
ágape sirve
para reponer
fuerzas y
aprender
escuchando.
a un ilustre
viajero.
Ian contó cientos de anécdotas de sus viajes por
todo el mundo y no faltó quien quiso saber más
sobre sus aventuras.
Vivir con tres maletas
Ian Coates
sabe que para
viajar hay que
tener mucha
paciencia
y que la
prisa nunca
es buena
consejera.
Su Africa Twin está envuelta en una gruesa
capa de pegatinas y de mugre acumuladas en
13 años, 90 paises y 400.000 kilómetros
alguien le propuso conducir un Land
Rover con turistas desde Sudáfrica a
Inglaterra, accedió, y cuando llegaron
a Etiopía se encontraron con que había
estallado la guerra contra Eritrea, así
que no consiguieron los visados para
continuar. Tuvieron que conducir de
vuelta hasta Sudáfrica. Entonces llamó
a su mujer y le pidió que le mandara
en barco su moto porque quería
intentar llegar a Inglaterra conduciendo.
Tardó un año, pero lo consiguió.
El viaje
Tomamos unos vinos en El Muérdago, un
pequeño local en el casco antiguo de San
Lorenzo de El Escorial donde Mar y Olga,
viejas amigas, nos hacen sentir en casa.
Ian me cuenta cómo traspasó la barrera
que hace que un simple viaje pase a
transformarse en una forma de vida.
Cuando los viajes sobrepasan las
habituales vacaciones de un mes, la
dimensión es otra, los tiempos son
distintos, las prioridades cambian y el
viajero sufre una transformación que
termina trastocando su futuro. A mí, como
a muchos otros, me pasó. Viajé durante
ocho meses y cuando regresé estuve
una temporada perdido, sopesando
seriamente mandar todo al carajo para
continuar haciendo lo que realmente me
hace feliz: errar en moto por el mundo.
En ese momento no fui capaz y volví a la
ficticia seguridad del sistema, al puesto
96
SOLO MOTO
de trabajo que me esperaba congelado.
Ian tenía 56 años cuando llegó a su
pueblo, una pequeña aldea al norte de
Yorkshire, después de más de un año
viajando por África. Hasta entonces
había tenido una intensa vida trabajando
de sol a sol, envejeciendo al ritmo que
marca el estrés del mundo desarrollado
y las necesidades que crea. Debió
verse rejuvenecido tras atravesar
Sudán en plena guerra civil, así que
no se lo pensó dos veces y metió su
moto en un contenedor en dirección
a Australia. Quería seguir viajando,
quería vivir más. Decidió cruzar esa
barrera que pocos cruzan. Ahí empezó
su verdadero periplo por el mundo.
Australia, Nueva Zelanda, Sudamérica
de sur a norte hasta llegar a Panamá,
donde fue contratado como mecánico
en un carguero. Así visitó decenas de
islas en el Pacífico, llegó de nuevo a
Nueva Zelanda y de ahí de nuevo a
Panamá, hasta que desembarcó su moto
y siguió rumbo a Alaska. Cuando llegó
era 2009, habían pasado más de nueve
años desde que su mujer le mandara
la moto a Sudáfrica. Decidió entonces
volver tranquilamente por Siberia,
Rusia, Ucrania, Moldavia, avanzando
lentamente en dirección a casa.
No sabe cuándo llegará, sólo
sabe a ciencia cierta que esta
noche cenará con unos cercanos
desconocidos en El Escorial.
Compartimos desayuno el sábado
por la mañana. Todos comentamos
cómo escuchamos hasta altas horas
de la noche a una pareja disfrutando
más que los demás. Menos mal que
nosotros somos moteros y nos toca
disfrutar ahora por la mañana. El sol
luce espléndido, y aunque todavía
hace frío, parece que el día será
espectacular para montar en moto.
Ian completa el protocolo de cada día
desde hace trece años. Su casa es
su moto y todo su patrimonio son tres
maletas y una enorme bolsa donde
guarda la tienda de campaña y el saco
para dormir. Ahí dentro tiene todo lo
necesario para vivir de una forma sencilla
pero digna. Tiene ropa para el desierto
y también para la montaña. Tiene una
cocina, herramientas suficientes para
arreglar su moto, un techo en forma de
tienda e incluso un pequeño ordenador
con el que conecta con su familia, que
después de trece años resulta estar
repartida por todo el globo terráqueo.
No necesita nada más. Éste es
uno de los mejores aprendizajes
de un viaje largo.
Yo recuerdo que cuando llevaba
varios meses de viaje me pregunté
qué coño era todo aquello que había
guardado meticulosamente en cajas
de cartón antes de salir de casa,
qué demonios habría allí dentro
que en tanto tiempo de felicidad
plena no había echado de menos.
El grupo arranca y subimos el
puerto de la Cruz Verde, todavía
con un asfalto frío y peligroso allá
donde el sol aún no calienta.
El poder la paciencia
En lo alto del puerto es típico comer
morcilla. Allí está el bar que hace de punto
de encuentro para moteros llegados desde
diferentes lugares. El sol derrite las últimas
Toledo fue una de las paradas en el viaje con Coates.
Los paisajes del centro de la Península acompañaron al ilustre visitante.
heladas de la noche mientras los calurosos
abrazos se suceden, entre amigos que
hace tiempo que no nos vemos y entre
desconocidos recién presentados.
Esperamos pacientemente
a que lleguen todos.
La paciencia es quizá la única virtud
esencial para poder viajar durante tanto
tiempo. Le pregunto a Ian con qué policía
o en qué frontera ha tenido mayores
problemas. “Sin duda, en la embajada
de Sudán en Etiopía”, me dice. “Llegué
en plena guerra y estuve más de un
mes esperando que me dieran el visado.
Cada vez que acudía el funcionario
me decía que cuatro días más, yo le
contestaba con una enorme sonrisa y me
iba una semana a conocer algún lugar al
que todavía no había ido. Así hasta que
finalmente un día me dio el jodido sello
que legalizaba mi situación en el país.
Arranqué mi moto y salí victorioso de
Etiopía. En el primer control militar
en Sudán no me dejaron continuar,
además de visado necesitaba un
permiso especial para poder viajar
por el país en plena guerra civil. El
fucking funcionario había obviado
hablarme de ello. Una nueva sonrisa,
vuelta atrás y a empezar de nuevo”.
Carreteras secundarias
Por fin estamos todos. Somos 24
motos las que escoltamos al inglés.
Salimos hacia las Navas del Marqués,
serpenteando por pequeñas carreteras
que nos llevan a Cebreros, el Barraco,
el embalse de Burguillo y, finalmente,
Burgohondo, donde comemos.
El gran viajero motero tiene otro
denominador común, el rechazo a
las grandes ciudades y el amor a
las pequeñas carreteras que llevan
a recónditos lugares. Allí la gente
es más cercana, los malos suelen
deambular por las oscuras noches
de las grandes urbes pero nunca por
pequeñas aldeas, donde un motero
solitario siempre es bienvenido.
Ian adora las granjas y sabe de
animales, lo que le ha permitido en
todos estos años trabajar a cambio
de comida, techo y conversación.
Ha pasado grandes temporadas
en pequeños pueblos donde todos
los habitantes han terminado por
conocerle y aceptarle como a uno más.
Disfruta mucho hablando de eso.
Comemos en Burgohondo, en un
magnífico restaurante en el que
Juan Recio, incansable viajero y
colaborador de esta revista, ha
reservado mesa. Nos han preparado
un menú de sopa castellana, patatas
con torreznos, ensalada, entrecot o
pescado, algo de vino, cafés y postre.
La mesa alberga todo tipo de
viajeros y las conversaciones sobre
lugares remotos fluyen nerviosas,
solapándose unas con otras.
Alguien pregunta a Ian si es rico,
asumiendo que alguien que viaja
durante tanto años debe serlo.
“Nada más lejos de la realidad”, explica
Ian. “Yo duermo en mi tienda, nunca
me hospedo en hoteles, nunca como
en restaurantes y nunca compro
nada porque casi nunca necesito
nada. Si tengo frío en los pies, uso
una bolsa de supermercado a modo
de calcetines. Y si tengo mucho
frío, uso dos. Cada día estoy más
En poco
más de tres
maletas, Ian
Coates ha
puesto su vida
en los últimos
trece años.
SOLO MOTO
97
Reportaje
La Africa Twin y la F 800 GS también tuvieron su momento para descansar.
Cualquier
momento es
bueno para
disfrutar
de una
conversación
con Coates.
joven, no fumo y como diferentes
alimentos cada día; mi pasaporte
dice que tengo casi setenta, pero mi
cabeza me dice que tengo veinte”.
Cuando la conversación se diluye
por la mesa nos quedamos hablando
de comidas. Se le iluminan los ojos
al explicarme lo ricos que estaban
los bocadillos de plátano que se
calzaba a pares en Sudamérica. De
langosta o de caviar no me habla.
La noche
Da igual que esté en un país más
o menos civilizado, conducir sin
luz no está nunca en los planes
del que se protege cada día desde
hace trece años. Así que nos vamos
antes de que caiga la noche. El
grupo se separa. Moisés, Juan Recio
y yo volvemos serpenteando el
puerto de Mijares con nuestras GS,
apurando los últimos rayos de luz.
Antes de llegar a casa tengo
que repostar por primera vez,
después de 350 km. El consumo
de la F 800 GS es bajísimo.
El domingo, la cita es a las once
en el Parador de Toledo.
Esta vez somos siete las motos
que acompañamos el errar de Ian
Coates por nuestro país. Los moteros
de la zona nos regalan una ruta
por pequeñas carreteras que nos
adentran en los montes de Toledo.
En lo alto de una loma, con una brisa
fresca pero agradable, paramos
a descansar y charlar un rato.
Intercepto una conversación en
la que Ian habla de la peor de sus
experiencias. No sabe lo que es un
GPS y no suele llevar buenos mapas,
así que con frecuencia suele perderse.
Generalmente le da igual porque
cualquier ruta suele llegar a algún
buen lugar, pero en una ocasión, y tras
una tormenta de arena, se perdió dos
98
SOLO MOTO
Llega el momento de la despedida y cada uno sigue su camino.
Su casa es su moto y todo su patrimonio son
tres maletas y una enorme bolsa donde guarda
la tienda de campaña y el saco de dormir
semanas en el desierto de Sudán, y
terminó sin comida los últimos días y
con gran escasez de agua. Sin duda,
la peor de sus experiencias. En ese
momento, alguien oportuno pregunta
por lo mejor del viaje. “Salir de aquel
desierto”, dice convencido el inglés,
que nunca pierde su sentido del humor.
llegó desde Sudáfrica y la segunda
para renovar su pasaporte. Sus
hijos y nietos le han visitado alguna
vez. Su mujer, siete veces.
El cree que es mejor ver pocas veces
a un abuelo aventurero que todos los
días a uno amargado y envejecido. “Mis
hijos y mis nietos se sienten orgullosos
de mí”, me dice con ojos brillosos.
La familia
Enamorados del buen trato recibido
La ruta toledana termina en Navahermosa, en La Carpintería, como se llama el
donde nos preparan un menú al calor
restaurante, partimos en dirección
de una chimenea. Se trata de un
a Toledo, donde Ian y Víctor tienen
restaurante familiar al que los asistentes
reservada una habitación de hotel.
de la zona suelen ir. Han llamado para
Un último refresco, una última
que nos improvisen unos embutidos
conversación y nos despedimos
y una buena carne de la zona.
calurosamente. Ian me recuerda
Como cada día desde que ha llegado
que me ha invitado a visitarle
a España, los curiosos preguntan a
en su pueblo en Inglaterra. Yo
Ian por su familia. Tiene un hijo, una
le recuerdo que por supuesto
hija, varios nietos y un bisnieto. En
intentaré ir, pero no por verle a él.
estos trece años sólo ha regresado
Quiero conocer a la verdadera
a casa dos veces, la primera cuando
protagonista de esta historia. Su mujer.
Descargar