LLos cuerpos des-cubiertos de la Guadalupana*

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Los cuerpos
des-cubiertos de la
Guadalupana*
MARGARITA ZIRES ROLDÁN
n este artículo la autora reflexiona
sobre el cuerpo de la Guadalupana
como un cuerpo-signo, cuya identidad
y significación está en constante
transformación de acuerdo con las
épocas y movimientos sociales que se la
apropian. Si bien es una la imagen
oficial, uno el ayate guadalupano, éste
ha sido descifrado desde múltiples
proyectos religiosos y políticos. Además,
esta imagen —que fuera concebida por
los cánones de la estética religiosa y del
criollismo— se ha visto modificada por
múltiples artistas y, sobre todo, por el
movimiento chican@ al cruzar las
fronteras de Estados Unidos. Desde una
concepción derridiana del signo, se
analizan las transformaciones pictóricas
del ícono guadalupano a partir del
movimiento feminista chicano, donde
el cuerpo de la Guadalupana es
transformado poniendo en duda
algunos de los estereotipos de la mujer
pasiva y siempre víctima de las
circunstancias sociales con el fin de
convertirla en un modelo de acción.
EN ESTE ARTÍCULO quiero reflexionar sobre el cuerpo de la Guadalupana,
cuerpo-signo, cuya identidad y significación está en constante
transformación de acuerdo con las épocas y movimientos sociales que se
la apropian. Cuerpos —en plural— de la Guadalupana que se han
proyectado sobre la concepción de la mujer mexicana. Cuerpo negado,
cuerpo escondido o tapado bajo el manto azul, cuerpo virgen, cuerpo
embarazado de una mujer virgen, cuerpo moreno que lleva en su piel
* Este artículo forma parte de una investigación más amplia sobre las representaciones
contemporáneas del símbolo guadalupano en México y Estados Unidos, subvencionado actualmente
por la UAM-Xochimilco y Conacyt.
ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2004 • UAM-X • MÉXICO • 2005 • PP. 89-107
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inscrita la bandera nacional. Cuerpo divino, sagrado, desacralizado y
vuelto terrenal.
Si bien es una la imagen oficial, es uno el ayate guadalupano, éste ha
sido descifrado, interpretado, cubierto y descubierto desde múltiples
proyectos religiosos, políticos, culturales y mercadotécnicos. Además,
esta imagen oficial que fuera concebida por los cánones de la estética
religiosa y del criollismo (Vargas Lugo, 1987), se ha visto modificada
por múltiples artistas y sobre todo por el movimiento chican@ al cruzar
las fronteras de Estados Unidos (Griswold del Castillo/Mc Kenna/Yarbro
Bejarano, 1991).
Desde una concepción neo-estructuralista del signo, aquí se analizarán
algunas transformaciones pictóricas del icono guadalupano (Frank,
1983). En ellas el cuerpo oficial de la guadalupana es descubierto,
subrayado, desnudado, poniendo en duda algunos de los estereotipos
de la mujer tradicional.
Cuerpos de la Guadalupana. Cuerpo-signo, con una identidad
inestable, producto de la diferencia.
No todo signo es cuerpo, aunque necesite de una materia y de un
cuerpo para existir. No todo cuerpo es sólo signo, requiere de la materia
para existir, pero todo cuerpo significa.
El signo en la concepción tradicional saussureana ha sido concebido
como la unidad de un significante y un significado, una materia y un
contenido, atribuyéndole, por ello, una identidad estable. Por otra parte
y en cierta contradicción a esto, se ha señalado también en la visión
saussureana que el valor de un signo y su significación es fruto de la
diferencia, es pura diferencia entre significantes y significados, los cuales
forman parte de un sistema de signos:
[...] en la lengua no hay más que diferencias. Todavía más: una
diferencia supone, en general, términos positivos entre los cuales se
establece; pero en la lengua sólo hay diferencias sin términos
positivos. Ya se considere el significante, ya el significado, la lengua
comporta ni ideas ni sonidos preexistentes al sistema lingüístico,
sino solamente diferencias conceptuales y diferencias fónicas
resultantes de ese sistema [Saussure, 1945:203].
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En general este sistema ha sido concebido como un conjunto cerrado,
poseedor de un centro. La noción de estructura fija ha quedado privilegiada
en demérito de una noción de estructuralidad cambiante a la que invitaría
a viajar la noción del valor del signo como pura diferencia.
En coincidencia con algunas tendencias neo-estructuralistas inspiradas
en el pensamiento de Derrida, me parece importante poner énfasis en la
noción de estructuralidad, más que en la noción de estructura o centro
fijo de un sistema de signos (Frank, 1983:30-115).
Se ha pensado siempre que el centro, que por definición es único,
constituía en una estructura aquello que, gobernando la estructura,
se sustraía a la estructuralidad [Derrida, 1967:11].
De acuerdo con esta noción de estructuralidad, los sistemas de signos
no se pueden considerar como sistemas cerrados, acotados, con límites
definidos y centros fijos. Un orden de signos no se exhibe nunca totalmente
porque no está fijo, ni tiene unidades preestablecidas. Los elementos que
lo componen no poseen el mismo tipo de presencia. Existe un juego de
presencia y ausencia de dichos elementos que es lo que constituye la
estructuralidad. De acuerdo con el contexto histórico y situación específica
de significación, diferentes elementos aparecen o desaparecen y se ponen
en juego como rasgos distintivos y pertinentes de la significación.
Esta concepción toma en consideración tanto la dimensión temporal
como la relacional del signo al mismo tiempo. El signo en esta concepción
no puede poseer una estructura estable. Los significantes varían, los
significados cambian.
Los elementos distintivos no se llegan a constituir en elementos
esenciales o núcleos inamovibles. Las circunstancias, el contexto histórico
o de relación de fuerzas pueden convertir un determinado rasgo en el
rasgo distintivo en relación con otros rasgos distintivos de otros signos.
En esta perspectiva, los signos se explican a través de otros signos que
en ese momento entran en interacción en el momento de su producción
e interpretación a partir de su semejanza y diferencia.
Ahora bien, habrá elementos que aparecen como distintivos en
múltiples circunstancias, unos que gozarán de una vida más duradera y
otra más efímera.
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El signo de la Guadalupana como signo visual posee múltiples rasgos,
huellas o marcas significantes que en determinado momento, en un
proceso de significación concreto, se manifiestan como rasgos distintivos.
Los significados de ese signo son por lo tanto variables.
Si vemos el signo pictórico guadalupano descubrimos múltiples
materias y rasgos que pueden ser motivo o no de significación (ilustración
1). Nos podemos fijar en las formas, en los colores, en la composición
del cuadro, en las técnicas de pintura, en los estilos pictóricos, lo cual ha
sido motivo de reflexión de los historiadores del arte (Cuadriello, 1989;
Vargas Lugo, 1987).
Ilustración 1. Reproducción del icono oficial de la Virgen de Guadalupe.
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Si hablamos, como en este caso, del signo-cuerpo, le imponemos a la
vista un eje de desciframiento. El signo guadalupano se verá interpretado
desde la mirada que busca la figura humana. La mirada construye el
objeto, es un planteamiento de Saussure. La mirada, en nuestro caso
—ya que yo apelo a la mirada del lector— busca la figura humana de la
Guadalupana, el tipo de mujer que la representa. ¿Cuáles son los rasgos
de esa mujer que constituye y reconstruye permanentemente el signo de
la Guadalupana? ¿Cómo es su cabeza, cabello, rostro, frente, cejas, ojos,
nariz, boca? ¿Cómo son sus hombros, tronco, cuello, brazos, manos,
senos, sexo, piernas, pies? ¿Cómo es su piel? ¿Cómo es su complexión?
Todos estos rasgos remiten a otros rasgos de signos pictóricos de mujeres
representadas en diferentes épocas y en diferentes discursos.
Aquí encontramos nuevamente múltiples aspectos sobre los que se
puede erigir la construcción de la significación. La presencia o ausencia
de determinados rasgos del signo son los que determinan la significación
en un contexto específico.
Esto nos lleva a hablar de un cuerpo-signo inserto en un contexto
discursivo, en un contexto de producción, transformación, circulación,
exhibición e interpretación, transformación y desciframiento, y por lo
tanto, descubrimiento y recubrimiento, hallazgo y pérdida del sentido
aparentemente único que se ve definido desde un proyecto religioso.
Cuerpo de la Guadalupana, cuerpo signo, cuerpo investido
por los términos y las nociones que la designan
y le otorgan múltiples significados
Términos que interpretan, la descubren y la recubren, modelan la visión
desde la cual se le descifra, pero que no actúan necesariamente al mismo
tiempo; términos que aparecen, desaparecen, reaparecen, coexisten por
determinado tiempo y se separan para volver a unirse en un momento
inesperado: María, Madre, Señora, Virgen, Santa, Reina de México,
Emperatriz de las Américas, Patrona, Soberana, Guadalupe, Guadalupana.
Aquí privilegiamos este término, la Guadalupana para distanciarnos de las
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significaciones claramente religiosas y subrayar las múltiples interpretaciones
socio-políticas del signo.
Cuerpos des-cubiertos
Cuerpos cubiertos, tapados, destapados, ocultos, escondidos, hallados,
desenmascarados, vestidos, desvestidos, desnudados, mostrados, exhibidos,
expuestos y recubiertos por los múltiples discursos que los atraviesan. El eje
que privilegiamos en este análisis son los cuerpos des-cifrados a partir de los
movimientos sociales que fuera de la institución religiosa la han retomado
como símbolo de lucha.1 Aquí analizaremos algunas obras pictóricas de
diferentes artistas, sobre todo de las feministas chicanas que reinterpretan el
cuerpo guadalupano; tomaremos en cuenta algunos de los términos y títulos
otorgados a esas obras pictóricas y las expresiones de júbilo o rechazo colectivo
que permiten vislumbrar una parte de su proceso de desciframiento.
¿Por qué sobre todo las interpretaciones chicanas?
En un mundo donde las imágenes ocupan un lugar cada vez más
preponderante en la construcción del sentido social, los chicanos y
chicanas luchan por adquirir un lugar legítimo en la sociedad
estadounidense a través del signo guadalupano y las formas como lo
transforman. La guerra de las imágenes guadalupanas sigue teniendo
vigencia. Ya en tiempo de la Independencia la imagen guadalupana fue
puesta a luchar en contra de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios,
que era el estandarte de los peninsulares (Turner, 1978; Zires, 1994).
Ahora la imagen de la Virgen se vuelve a poner en el campo de batalla,
1
Desde la concepción de la antropología simbólica de Victor Turner (1978) los símbolos
funcionan como sistemas dinámicos de significantes y significados en el contexto de procesos
socioculturales temporales. No poseen significados unívocos, ni fijos, pueden tener múltiples
significados, así como significantes. El símbolo guadalupano es un símbolo de lucha, de identidad
nacional (De la Maza, 1953; Lafaye, 1974; Zires, 1993 y 1994; Brading, 2002) y, por lo tanto, de
convergencia cultural —aunque no de perspectiva común—, ya que no todos los mexicanos creen
en ella o representa lo mismo para todos.
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pero en el terreno de la cultura. El signo guadalupano lucha entre su
forma convencional, sagrada y otras formas que le confieren nuevos
sentidos religiosos y paganos, culturales y políticos. Desde la década de
los setenta la visión feminista chicana se plasmó en el campo artístico y
produjo interpretaciones de la Virgen de Guadalupe que pusieron en
duda algunos de los estereotipos de la mujer pasiva y siempre víctima de
las circunstancias sociales para convertirse en un modelo de acción
(Griswold del Castillo/Mc Kenna/Yarbro Bejarano, 1991).
Cuerpo sagrado versus cuerpo desacralizado,
humanizado, terrenal
Una de las primeras transformaciones pictóricas de este signo lo sufre en
manos de la pintora chicana Yolanda López. La comparación se vuelve
obligatoria. El signo es pura
diferencia. ¿Qué rasgos prevalecen
del signo oficial y qué se añade o se
elimina? ¿Qué des-cubre Yolanda de
ese cuerpo?
Pies y piernas desnudos al
momento de caminar, vestido
recortado, tacones (ilustración 2). El
cuerpo de la Guadalupana pierde
el carácter estático y adquiere
movimiento. Mismo rostro y
manos. Algunas marcas del signo
desaparecen y en tanto desaparecen
se convierten en rasgos significantes
distintivos: el ángel, el halo y la
aureola que le confiriera un sentido
sagrado y sobrenatural a ese cuerpo.
La Virgen camina, toca tierra y se
Ilustración 2. Portada de la revista Fem de 1984, vuelve terrenal. La impresión de esta
imagen en la portada de la revista
imagen producida por Yolanda López.
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Fem en 1984 le valió una amenaza
de bomba a la redacción de la
revista si no retiraba las revistas de
los puestos de periódicos. Este
nuevo signo guadalupano fue
descifrado claramente como una
puesta en duda del origen
sobrenatural de la imagen oficial de
la Virgen y su sentido sagrado. Si
acaso este significado social en el
signo oficial no era obvio antes de
la nueva interpretación de Yolanda
López, queda manifiesto a partir
del rechazo que provoca. Otros
posibles sentidos de la imagen se
ven relegados en ese contexto
específico de significación.
En una segunda imagen de
Ilustración 3. Yolanda López,
Yolanda López, “Madre Mestiza”,
Madre mestiza, Collage, 1978.
el significado de Madre que recubre
a la Virgen María y por lo tanto también a la Guadalupana, como
mencionamos antes, sufre también una reinterpretación terrenal y
desacralizadora. Los rasgos significantes y distintivos sobre los cuales se
construye la significación de ese cuerpo-signo son: el rostro cambiado
de la Guadalupana, la exhibición de una parte de su seno derecho, sus
manos en acción, su diferente vestimenta y el movimiento en el que se
ve inserto ese cuerpo de mujer al momento de amamantar y acercarle el
pezón a la boca al niño. Frente a la imagen oficial, podemos observar:
manos en rezo, en actitud piadosa ver sus manos ayudando a amamantar
al niño. Los nuevos rasgos del cuerpo remiten a la concepción tradicional
de una madre del campo mexicano amamantando a su hijo en el camino:
el color de la piel de la mujer, sus facciones, su peinado, la blusa, el
rebozo y la posición de su cuerpo de pie (ilustración 3). Un signo remite
a otro signo y en ese encuentra su propia identidad temporal, desde esta
mi propia lectura y particular desciframiento. La permanencia de algunos
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rasgos pictóricos del signo oficial guadalupano como son el halo, las
nubes y la aureola permiten comprender que se trata de una interpretación
amparada en él. Sobre éstos se monta el proceso de significación y la
estrategia pictórica para otorgarle una identidad sagrada y legítima al
cuerpo de la madre campesina mexicana.
Dentro de esta misma línea de reinterpretación pictórica del signo
guadalupano Yolanda López realiza un tríptico en el cual incorpora y
encarna la figura de su madre, de su abuela y su propia figura (ilustración
4). En el lugar del rostro de la Virgen se hallan tres rostros de tres
generaciones: cara sonriente de una mujer joven, cara redonda y seria de
mujer adulta; cara arrugada, tranquila y ecuánime de una mujer
envejecida, un ser mortal, un ser por el que el tiempo pasa. Allí donde la
Virgen mira de lado y abajo, humildemente, se hallan otras tres miradas,
dos al frente y adelante, la de la joven y la abuela, mientras la madre
desde su posición de sentada ve de lado, pero también al frente sobre la
máquina de coser que acredita su identidad profesional de costurera,
como tantas mujeres que acaban de cruzar la frontera. Allí donde no se
puede apreciar el tipo de brazos, y piernas del cuerpo de la Guadalupana,
aparecen tres cuerpos delineados en diferente acción: cuerpo de
complexión delgada de la mujer joven deportista, cintura acentuada, piernas
bien torneadas y atléticas en el momento de ir corriendo (ilustración 5);
Ilustración 4. Yolanda López, Tríptico Guadalupano, Pastel sobre papel, 1978.
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brazos robustos de la costurera, al coser su
propio manto (ilustración 6); cuerpo de
complexión mediana, brazos y piernas
recargados plácidamente de la abuela, en
actitud plena de simplemente estar
(ilustración 7). Nuevamente prevalecen
algunos rasgos significantes del signo oficial
guadalupano que aquí se convierten en
distintivos y tienden a asegurar una
interpretación o desciframiento de parte del
espectador, en caso de que se conozca este
signo de antemano. Por ello encontramos
Ilustración 5. Yolanda López, en las tres imágenes: el vestido rosáceo de la
Portrait of the artist as the Virgin
Guadalupana, el lazo negro en la cintura, el
of Guadalupe, 1978.
manto azul con estrellas, el ángel y la bandera
mexicana, así como el halo y los rayos dispuestos de maneras particulares
en cada caso.
Se asiste a un proceso de desacralización y sacralización al mismo
tiempo. El cuerpo divino de la Virgen se desacraliza, pero se sacraliza el
cuerpo de la mujer real y concreta que la encarna. Se desmitifica a la
Ilustración 6. Yolanda López, Margaret F.
Stewart: Our Lady of Guadalupe, 1978.
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Ilustración 7. Yolanda López, Victoria F.
Franco: Our Lady of Guadalupe, 1978.
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Virgen como un ser sobrenatural, se valoriza a la realidad cotidiana de la
que emerge. La Virgen pierde solemnidad, pero gana en calidez y humor.
Cuerpo moreno europeo versus cuerpo moreno indígena.
El color de la piel y las facciones como rasgos pertinentes
En las pinturas del estadounidense Michael Walker, que llevan también la
marca del feminismo chicano al destacar la vida cotidiana de las mujeres
que le sirven de modelo para representar a la Guadalupana, se ponen de
relieve, además, dos rasgos del cuerpo en tanto signo: el color de la piel y
las facciones de la cara (ilustración 8). ¿Qué se descubre? En una primera
imagen se descubre el rostro y se tapa el resto del cuerpo. Se destacan las
facciones de una indígena
tarahumara. Walker las reivindica.
Indian is beautiful.
El cuerpo-signo de la Guadalupana que carga en sus sentidos el
atributo de ser morena, morenita,
tal cual el indio Juan Diego, a quien
se le apareciera, se ve matizado.
Morena, morena, sí, pero con
facciones europeas. El contraste
entre el cuerpo-signo oficial y esta
indígena produce una nueva signifiIlustración 8. Michael Walter, Retablo de la
cación, induce la pregunta: ¿de qué
Virgen, 1996.
“morenidad” se trata en el caso del
signo oficial? La identidad temporal del signo se constata al verse alterada
por la introducción de un nuevo signo en el sistema de signos, el rostro de la
morena indígena de Walker. El signo es lo que no es, es puro valor negativo.
En la diferencia con los rostros de las Vírgenes blancas es morena, frente
a las negras, como es el caso de la Virgen de Guadalupe de Extremadura,
es paradójicamente más blanca y frente a esta indígena resulta un tanto
europea, si acaso Virgen mestiza, como a veces se le designa. Black is
beautiful. Brown is beautiful. En una entrevista realizada al Padre Armando
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Ruíz especialista en arte sacro, éste dijo frente a la imagen de Walker:
Pero, ¿por qué tan fea? Brown is beautiful, but not the Indians.2
Cuerpo asexuado
En los años noventa surgieron otras interpretaciones feministas entre
las chicanas poniendo en duda otros aspectos de la figura guadalupana:
la castidad, humildad, la virginidad que ella representaba. Una
interpretación poco conocida es la de la chicana Mita Cuarón, “La Virgen
de la Sandía”, de los noventa (ilustración 9).
En el juego de presencias y ausencias de los rastros en los signos
guadalupanos, destaca la ausencia de vestido de esta Guadalupana. Cuerpo
descubierto totalmente, desnudo, desvestido, destapado. ¿Qué descubre o
desviste en relación con la imagen oficial? Cuerpo de complexión delgada,
Ilustración 9. Mita Cuarón, Virgen de la Sandía, 1996.
2
Para un análisis más detenido de la obra de Michael Walter, véase Zires (1998).
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senos nacientes de una adolescente, ausencia de vello en el sexo, piernas
juntas temerosas, cuerpo débil, asexuado. Se destapa la fragilidad de un
cuerpo expuesto a la mirada. ¿De dónde me vienen estos atributos de
fragilidad, timidez, temor en la descripción de este cuerpo expuesto?
¿Cómo puedo extraer dichos atributos? Un signo reenvía a otros signos
y sistemas de signos. Lo leo a partir de las imágenes que circulan en mi
entorno, en donde el cuerpo desnudo generalmente aparece ligado con
una connotación sexual, de seducción. No soy médica. Los rastros que
yo detecto en este signo me remiten a este tipo de signos mediáticos y
desde ahí leo una fragilidad en el cuerpo-signo de Mita Cuarón y lo
descifro a pesar de su desnudez como un cuerpo asexuado, que tapa
posiblemente de una manera más vehemente que en el signo oficial el
sexo del cuerpo de la mujer que plasma.
Al enseñar esta imagen a varios obreros sindicalizados católicos en
Estados Unidos, rechazaron inmediatamente la imagen al ver un desnudo
relacionado con la Virgen y consideraron que era una total profanación.
Inmediatamente le otorgaron una connotación sexual. Otras mujeres
artistas chicanas la contemplaron detenidamente y manifestaron también
su rechazo, pero por otra razón: les parecía que la Virgen no debía ser
representada de una manera tan débil. Más bien les pareció, igual que a
mí, que su sexo parecía negado. Lógicas diferentes de desciframiento se
ponen en juego: de género, religión y profesión, las cuales parece
convergen en un punto: su desaprobación.
Cuerpo-rostro-objeto sexual
El pintor mexicano Rolando de la Rosa produce en 1987 una
interpretación pictórica guadalupana con el rostro de la artista Marilyn
Monroe y ésta es exhibida en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad
de México. Fue tal el rechazo que generó esta obra, donde se asociaba a
la Guadalupana con el símbolo sexual de los cincuenta, que llevó a que
fuera quitada de la exhibición y a que el director del Museo fuera
destituido (ilustración 10).
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El entonces Cardenal Primado de México, Ernesto Corripio
Ahumada, al referirse a la obra de De la Rosa, dijo a uno de los reporteros
de La Jornada:
¿Le gustaría a usted que pusieran a su mamá como la Marilyn
Monroe? [24/01/1988].
Ilustración 10. Rolando de la Rosa, Nuestra Señora de Marilyn, 1987.
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Cuerpo descifrado desde la doctrina oficial católica
arraigada en nuestra sociedad
La pregunta del Cardenal intenta poner a funcionar dos interpretaciones:
una sobre la Virgen de Guadalupe y otra sobre la madre mexicana. De
acuerdo con la primera, la Virgen de Guadalupe es la madre de los
mexicanos, concepción imperante entre algunos sectores católicos y sobre
todo guadalupanos. Según la segunda, la madre es una figura pura, casi
virginal, toda protección, cuya bondad no debe ser nunca puesta en duda,
concepción vigente que atraviesa diferentes grupos sociales de la sociedad
mexicana, aunque adquiere modalidades diversas en cada uno de ellos.
En una entrevista realizada a mujeres en Ecatepec, Estado de México,
unas mujeres sin saber a quién se parecía el rostro de la Virgen afirmaron
simplemente: “se le ve muy bonita”, “está muy linda ahí”.
Queda claro que si el signo incorpora nuevos rasgos distintivos —en
este caso el símbolo sexual de los años cincuenta— que no pueden ser
interpretados por el que lo recibe, el signo puede suscitar lecturas y
desciframientos insospechados que responden a otros códigos: en este
caso se lee la simple belleza del rostro de la mujer, desde el código de
belleza más arraigado: rubia + rasgos finos = bella.3
Cuerpo deseante
En los últimos años han surgido nuevas imágenes las cuales siguen
cuestionando el paradigma pictórico de la Guadalupana. Entre ellas
podemos mencionar las imágenes de Alma López o Alex Donis que no
sólo ponen en duda la a-sexualidad de la Virgen, sino el modelo
dominante de sexualidad: la heterosexualidad.
La ilustración 11 forma parte de una instalación de Donis en la cual
introduce sus Kissing icons. En estos íconos el artista centroamericano juega
con personajes del mismo sexo, considerados antagónicos ideológicamente
3
Un análisis más detallado de lo expuesto aquí en relación con el impacto que ocasionó la
obra pictórica de Rolando de la Rosa se encuentra en Zires (1992 y 2000).
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en la opinión pública, como el Che Guevara y César Chávez, el Papa
Juan Pablo II y Mahatma Gandhi, Fidel Castro y el presidente Kennedy,
y los pone en escena en un acto de intimidad sexual besándose
apasionadamente. Algunas de estas imágenes fueron destrozadas en el
momento de la exhibición.
Ilustración 11. Alex Donis, María Magdalena and the Virgen of Guadalupe, parte de la instalación:
My Catedral, en San Francisco, 1997.
En la imagen que nos concierne, el cuerpo y signo oficial guadalupano
se ve enmarcado. Se trata de un recorte, pero que permite reconocer
nuevamente un rasgo distintivo del signo: el manto estrellado de la Virgen.
¿Qué partes se descubren de ese cuerpo? Rostros, bocas, labios besándose,
ojos cerrados. Todo en plural. La Guadalupana no está sola. El título de la
obra nos aclara que se trata de María Magdalena, la pecadora y redimida
besando a la Virgen de Guadalupe. Cuerpo contra cuerpo. Cuerpo tocado,
abrazado, cercano evidentemente. Todo parece reenviarnos al sistema de
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signos cinematográficos, un close-up de un beso pasional inserto en una
película de amor: Bésame, bésame mucho. La representación del deseo que
está haciendo de las suyas.
El contraste con la imagen sagrada oficial es flagrante. En ella, la mirada
se dirige al suelo, abajo, en actitud distante, sin ver a nadie, perdida en ella
misma. Cuerpo intocable. Baste recordar que para viajar a ver la imagen
sagrada original de la Basílica es necesario montarse en una banda eléctrica
y a una distancia de por lo menos diez metros apreciarla a través de un
vidrio protector.
Algunas reflexiones finales
En este artículo se intentó plantear la necesidad de concebir la transformación permanente de los significados de los signos a través del signo
guadalupano. Su identidad en permanente transformación en el terreno
material significante y de los significados. Sin embargo, me parece muy
importante no caer en una concepción vigente que plantearía la idea de
que la semiosis es infinita y de la relatividad total de los códigos siguiendo
la perspectiva de Steiner (1989). Los sistemas de signos son abiertos. Unos
sistemas reenvían a otros. Los sistemas de signos religiosos como en este
caso remiten a otros más amplios sociales y políticos culturales, pero existen
códigos de interpretación y de desciframiento. Algunos son muy fuertes y
están arraigados en el entretejido social, como los que se ponen en juego
en las afirmaciones del Cardenal y en los rechazos colectivos de algunas
interpretaciones pictóricas de la Guadalupana. Contra estos códigos se
dirigen algunas interpretaciones pictóricas chicanas vistas aquí.
Hasta las expresiones de las mujeres de Ecatepec muestran un código
de desciframiento apartados de los códigos de la sociedad de consumo,
pero muestran otros códigos de belleza arraigados en nuestra sociedad
desde la Colonia.
Finalmente quiero subrayar que en todas estas representaciones
pictóricas que transforman el cuerpo tradicional guadalupano se puede
percibir la puesta en duda del modelo ideal de mujer que representa la
Virgen de Guadalupe. Los términos que utilizan los artistas para designar
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esta figura son muy elocuentes: De Virgen de Guadalupe ha pasado a
nombrarse Tonantzin o Tonantzin Guadalupe con el fin de evocar el
sincretismo que encierra esta figura con las religiones indígenas y culturas
prehispánicas. Guadalupana, símbolo de convergencia cultural y político
que atraviesa las fronteras de México a Estados Unidos y regresa a México
transformada en Lupe, una mujer con una vida terrenal, sexual, madre,
trabajadora, campesina, indígena tarahumara, pintora o artista reclamando
una identidad legítima.
Bibliografía
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