el proceso en las cuestiones vecinales

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ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO PROCESAL PROFUNDIZADO
EL PROCESO EN LAS CUESTIONES VECINALES
TUTOR: Roberto O. Berizonce
AUTOR: Leonardo E. Paladino
Mayo 2003
Sede: La Plata
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
INDICE.
INTRODUCCIÓN.
DESARROLLO.
1)Cuestiones vecinales: Conceptualización
Competencia de la justicia vecinal.
2)El órgano interviniente.
Competencia. Antecedentes históricos.
Actualidad.
3) El proceso.
4) Derecho comparado.
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
INTRODUCCION
En los tiempos actuales, en los que existe una elevada concentración poblacional en las áreas urbanas, se producen numerosas disputas vecinales, cuyos
protagonistas carecen de un ámbito apropiado para su resolución; y en tanto
dichos conflictos no son solucionados, constituyen fuentes generadoras de
tensión social.
Esta cuestión preocupa mucho a los juristas y operadores del derecho, tanto
nacionales como extranjeros, quienes en diversos estudios han planteado la
necesidad de revalorizar a la justicia vecinal de menor cuantía. Se afirma que
ello implicaría garantizar un acceso irrestricto e igualitario a la justicia, pues
permite a una franja de la población –las de mayores carencias culturales y
menores recursos económicos- intentar encontrar una adecuada solución
para sus conflictos, que no se logra en los carriles ordinarios de la justicia
tradicional. Muchos sostienen que los litigios derivados de relaciones o situaciones de continuidad y permanencia, como lo son los conflictos vecinales,
requieren formas de justicia alternativas a los esquemas tradicionales. Entre
ellos, Cappelletti y Garth consideran que en cada tipo de conflicto debe tenerse en cuenta a las partes que litigan; algunas pueden estar vinculadas entre
sí por largas y complejas relaciones, en tanto que otras lo estarán sólo esporádicamente. Esto ha llevado a sugerir que la mediación, u otras formas similares, sean las más apropiadas para los casos de relaciones permanentes1.
Suele ocurrir que ante un problema de un vecino con otro, sea por ruidos
molestos, sea porque uno de ellos arroja basura hacia el fundo vecino, o
con origen en infinidades de situaciones que puede plantear la convivencia
barrial, uno de ellos pretenda la intervención de un tercero que logre poner
fin al problema. Sin embargo, el abanico de opciones presenta, o bien a un
proceso lento, complejo, plagado de obstáculos creados por los abogados
de ambas partes, cuyo costo económico suele ser mayor que los intereses en
disputa, o bien, se encauza el conflicto en un procedimiento contravencional, con intervención de la Comisaría o la Inspección municipal, en el que
se persigue la comprobación de hechos denunciados por una de las partes
en conflicto y la consiguiente sanción, y que por lo general no garantiza la
resolución del conflicto vecinal, sino que el mismo puede agudizarse, originándose represalias y nuevos conflictos, o subsistiendo el problema inicial,
en dimensiones mayores.
En este trabajo, pues, se parte de la idea que los procedimientos actuales
pueden tornarse inútiles al fin principal, cual es la solución del conflicto y
la paz entre los vecinos y se establece como objetivo general de este trabajo
el analizar los procesos imperantes en las cuestiones vecinales y proponer el
que se considera más apropiado, o inclusive sugerir otras alternativas.
1 Cappelletti, Mauro y Garth, Bryant. “El acceso a la justicia”.Traducción de Samuel Amaral. Col. Abog.
La Plata, 1983. Pág. 83.
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A la vez, constituyen objetivos específicos del mismo:
1)Definir el concepto de “cuestiones vecinales”, delimitando los asuntos que
resultarían propios de esos procesos.
2)Realizar un somero estudio de los órganos que en la actualidad son competentes en los asuntos vecinales y determinar el ámbito conveniente para
el desarrollo de este proceso, dentro de la provincia de Buenos Aires, y más
precisamente en el Gran Buenos Aires.
3)Describir las características esenciales del proceso, destacando aquellas
que resulten ventajosas para los justiciables y que tiendan a la efectividad del
servicio de justicia.
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DESARROLLO
1)CUESTIONES VECINALES: CONCEPTUALIZACIÓN. COMPETENCIA DE LA JUSTICIA
VECINAL.
La categoría “vecino” denota un lazo social entre personas que coexisten,
conviven en un espacio común, derivándose de este primer concepto que
las cuestiones vecinales hacen referencia a los conflictos que surgieran entre habitantes de un mismo barrio, con motivo justamente de la cercanía.
Berizonce plantea como propios de los órganos vecinales a los conflictos
derivados especialmente del urbanismo y problemas de la convivencia y
vecindad2. También en la sesión de la Convención Constituyente que reformara la Constitución provincial en 1994, se discutieron los alcances de
la cuestión vecinal, al debatirse los artículos referentes a la Justicia de Paz.
En ella, el diputado convencional Filloy definía a la competencia de menor
cuantía como aquella “que atiende pequeños asuntos de todos los días y de
todos los hombres que, a lo mejor por su monto, sencillez o la carencia de
la documentación probatoria, muchas veces no pueden ser llevados a los
tribunales”. Y hacía alusión a problemas diarios como un electrodoméstico
mal reparado, un trabajo mal efectuado, alguna operación de consumo no
satisfecha3. En palabras del diputado convencional Montezanti, asuntos de
menor cuantía o de vecindad aparecen como sinónimos4. No obstante ello,
la redacción definitiva de los artículos 172 y 174 de la Constitución Provincial pareciera distinguir a las cuestiones de menor cuantía de las cuestiones
vecinales, más allá de poder considerar conveniente para ambos asuntos un
procedimiento con iguales características.
Ahora bien, volviendo al problema de delimitar aquellos asuntos propios de
la justicia de vecindad, se pueden distinguir los siguientes que resultan comunes a diversos proyectos tanto para el conurbano bonaerense, como para
la ciudad autónoma de Buenos Aires, como también han sido expuestos por
doctrinarios y legisladores5:
a)Las acciones derivadas de molestias ocasionadas por el humo, calor, olores,
luminosidad, ruidos, vibraciones o daños similares por el ejercicio de activi2 Berizonce, Roberto. “Efectivo acceso a la justicia”. Librería Editora Platense. La Plata, 1987. pág. 124.
3 Diario de sesiones H.C.C., 15ª. Sesión, 10/9/94, pág. 1991.
4 Diario de sesiones H.C.C., 15ª. Sesión, 10/9/94, pág. 2004.
5 Proyecto de ley para la ciudad autónoma de Buenos Aires – Tribunal de pequeñas causas, de Augusto M.
Morello; Anteproyecto de ley: Tribunal de pequeñas causas para el conurbano bonaerense, también de Augusto M. Morello. Publicado en Revista El Derecho, “Los tribunales de pequeñas causas para el conurbano
bonaerense”, t. 172, págs. 881/891; Proyecto de ley: Justicia de Vecindad de la Ciudad de Buenos Aires, de
Gabriela González Gass; Proyecto de ley: Justicia de Vecindad, de Gustavo Béliz y Abel Fleitas Ortiz de
Rozas; Berizonce, Roberto O. “Justicia conciliatoria y justicia de paz. Tendencias y perspectivas”. J.A., t.
1984-I, pág. 774; Darritchon, Luis. “Justicia de menor cuantía”. Ponencia en IV Jornadas Rioplatenses de
Derecho. Rev. Col. Abog. San Isidro Nº 23, jul-dic. 1987, págs. 89/92; Gelsi Bidart, Adolfo. “Conciliación y
conflictos de vecindad”. J.A. 1992-I, pág. 950.
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dades en inmuebles vecinos (art. 2618 C.C.), estén o no sujetas al régimen de
propiedad horizontal, y que tengan por objeto el cese de las molestias.
b)Las derivadas del régimen de propiedad horizontal.
c)Las derivadas del régimen de medianería, restricciones y límites al dominio.
Muchos de los proyectos asignan también a la justicia de vecindad aquellas
cuestiones de derecho patrimonial que no superen determinado monto. Así
se refieren a acciones derivadas de contratos civiles y comerciales –en un
caso, relacionados con la adquisición, utilización o disfrute de bienes y servicios, en otros distinguen a las locaciones de inmuebles, de cosas, de obra,
y de servicios. En el proyecto de Morello, específicamente, se remite a la ley
24.240, de los derechos del consumidor.
Se diferencian entre sí, en cuanto algunos establecen la competencia para
acciones por daños y perjuicios derivados de hechos ilícitos; o en los procedimientos por acciones derivadas de la prestación del servicio doméstico.
En mi opinión no cabe discusión alguna en considerar como propias de un
tribunal vecinal a aquellas cuestiones detalladas en los puntos a), b) y c). No
obstante, en lo que atañe a los restantes asuntos indicados, considero que
si bien pueden ser resueltos bajo un mismo procedimiento que las acciones
arriba citadas y por el mismo órgano, no constituyen estrictamente “asuntos
o cuestiones vecinales”, aunque se trate de cuestiones derivadas de actos
cotidianos, sencillos, y que por tanto requieren también de un procedimiento
ágil, breve y de escaso costo.
Por último, cabe destacar que entre los proyectos mencionados, algunos
prevén la intervención preventiva de los tribunales vecinales en materia de
violencia familiar y protección de personas. Entiendo que estas cuestiones
requieren de un tribunal específico que, acompañado por personal técnico
especializado, podrá resolver o abordar los conflictos de una forma más
adecuada. Ello no impide que en el caso de los juzgados de paz, que luego
analizaremos, en situaciones de urgencia en las que deban adoptarse medidas cautelares para evitar mayores peligros, éstos asuman la competencia
provisoria, por cuestiones de cercanía e inmediatez, para posteriormente dar
paso a los tribunales de familia constituidos en las ciudades cabeceras de los
distintos departamentos judiciales.
Igual tesitura creo debe tomarse en el caso de conflictos laborales, entre
ellos, los derivados del servicio doméstico, ya que aunque se trate de disputas
propias de la coexistencia, y con montos no muy altos en discusión, rigen
para ellos principios propios del derecho laboral que pueden ser mejor aplicados por un tribunal del fuero.
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2)EL ÓRGANO INTERVINIENTE. COMPETENCIA. ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y
ACTUALIDAD.
El establecimiento de jueces pacificadores que buscaran la solución de conflictos mediante el avenimiento y la conciliación de las partes se ha dado en
nuestro país prácticamente desde el nacimiento mismo, con la creación de
la justicia de paz. En efecto, durante el gobierno de Bernardino Rivadavia
se dicta la ley del 24 de diciembre de 1821, suprimiéndose las Alcaldías de
Hermandad e instalando los Juzgados de Paz, cuyas funciones no se agotaron únicamente en la conciliación de intereses en pugna, sino que también
tuvieron facultades políticas, militares y policiales. Si bien el antecedente
inmediato surge de la justicia de paz creada en Francia, por la ley 16 del 24/
8/1790, durante la Revolución Francesa, junto con la Corte de Casación, no
tuvo iguales características. La institución tomó forma en Francia como una
reacción contra pleitos interminables, y se consideraba que cualquier persona de buen sentido, aplicando la razón individual y el sentido común, podía
administrar justicia, cuando estuviera acompañado de un sistema de normas
claras. Basados en este pensamiento instituyeron a magistrados legos, encomendándoles la función de mantener la paz y la armonía entre vecinos.
Tenían entonces como primer actividad el avenimiento de los litigantes, y
sólo en segundo plano, la administración de justicia. En nuestra legislación,
la institución de la justicia de paz no resultó similar al modelo francés. Las
características de nuestro país, con grandes distancias, y circunstancias históricas diferentes, hicieron de la justicia de paz, una autoridad poderosa pero
arbitraria. Como se señalara más arriba, acumuló, principalmente en la campaña, facultades judiciales, administrativas, municipales, militares y policiales.
En una misma persona se encontraban reunidos el juez, el comisario, y luego
el presidente de la Municipalidad. Esta sumatoria de funciones en un solo
órgano derivó en excesos y dio por tierra el cometido inicial.
En razón de los defectos enunciados, en tiempos de la organización nacional, y a través del dictado de las constituciones tanto nacional como provinciales, se distinguieron las funciones, declarándose especialmente a los jueces
de paz como funcionarios exclusivamente judiciales.
En la provincia de Buenos Aires, la Constitución de 1873, adoptó el criterio
arriba mencionado, y estableció que los Juzgados de Paz estarían a cargo de
ciudadanos mayores de veinticinco años de edad, contribuyentes, con residencia por lo menos de dos años en el distrito de actuación y alfabetos. El
procedimiento sería verbal y actuado.
Con base en dicho lineamiento, fue sancionada el 17 de mayo de 1887 y promulgada el 2 de junio del mismo año, la ley 1853, que fijó el procedimiento
ante los jueces de paz legos, quienes debían resolver a “verdad sabida y buena fe guardada”. Esta ley, proyectada por el entonces asesor de Gobierno,
doctor Juan José Montes de Oca, rigió por casi un siglo. Se fundó principalmente en la jurisprudencia de la Suprema Corte y doctrina procesal de la
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época, y en las enseñanzas del “manual” publicado para la instrucción de los
jueces legos. Justamente, el carácter lego de los magistrados, establecido por
esta ley, fue blanco de críticas. Se objetaba la ignorancia jurídica de varios de
los jueces de paz, quienes en muchos casos eran elegidos más por sus filiaciones políticas que por sus condiciones personales.
Se cuestionaba también que el juez de paz no asumía sus funciones de modo
excluyente, sino que su cargo era ocasional, y retribuido por la Municipalidad
por vía de viáticos, por lo cual aquél mantenía siempre su principal actividad
particular, quedando sujeto entonces a sus vinculaciones sociales y profesionales, circunstancia ésta que lo tornaba influenciable a la hora de tomar las
decisiones judiciales.
Otro punto que generaba preocupación era el hecho de que los jueces de
paz se encontraban exentos de la obligación de fundar sus sentencias en
derecho, ya que la Constitución provincial sólo dirigía esta exigencia a los
jueces letrados. Para asegurar pues que la solución de los litigios se ajustara
al derecho positivo se estableció un recurso de apelación ante jueces letrados de primera instancia. Pero éstos, absorbidos por sus propios asuntos no
prestaron atención directa y personal a las causas de menor cuantía que les
llegaban por vía de recursos. Así se llegó a proponer la creación de tribunales
letrados para conocer sólo en las sentencias de los jueces legos.
La reforma instituyendo una justicia letrada de menor cuantía parecía imprescindible. La competencia de los jueces de paz no siempre la constituían
asuntos sencillos: conocían tanto de acciones reales, como personales; también intervenían en asuntos criminales con penas de hasta $ 500 (quinientos
pesos) de multa o un año de prisión en aquellos partidos –en ese entonces
la mayoría- donde no tuvieran su asiento juzgados letrados en lo criminal y
correccional.
También erigidos en agentes de los tribunales de justicia, cumplen una labor
de cooperación con los jueces ordinarios en la recepción de prueba a producirse fuera de la sede de aquéllos, y la de ejecutar sus mandatos.
Además, como agentes de la Junta Electoral, son ejecutores de sus órdenes,
encargándose asimismo de llevar el padrón de extranjeros (arts. 24, 25, 30, 35,
ley 5109) y de la Dirección de Minoridad y de sus Consejos Departamentales,
con los que colaboran en la protección de la infancia (art. 93 ley 6661).
El Código de Comercio les encarga la matrícula de los comerciantes donde
no hubiera tribunales mercantiles. Asumen a un mismo tiempo funciones
notariales: foliatura y rúbrica de cuadernos de protocolo de los registros de
escribanos públicos y del depósito de las existencias de escribanías vacantes.
Al sancionarse la ley 6471, señala Baños que se incurrió en la imprudencia
de acordarles potestad para disponer inscripciones de nacimiento, rectifica-
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ciones y aclaraciones de nombre, rechazadas por la justicia de Capital Federal
en la corrección de partidas asentadas en el Registro Civil de la Ciudad de
Buenos Aires, por “faltarles las garantías de aptitud y apreciación jurídica
que impone la legislación nacional”6.
La propia justicia provincial debió decidir que no estaban autorizados a
conocer en actuaciones dirigidas al reconocimiento de la filiación extramatrimonial o legitimación por subsiguiente matrimonio, pues ello estaba
reservado a los jueces letrados (art. 68 ley 5725 del Registro Provincial de las
Personas).
Al problema del carácter de los jueces se le sumó también la desigualdad
del cúmulo de trabajo de los distintos juzgados. Ya en 1964 se advertía que
los juzgados del interior llevaban una vida apacible, mientras que los de las
grandes aglomeraciones vecinas a la Capital Federal se hallaban en su mayoría excedidos de trabajo.
La principal solución a los inconvenientes planteados apuntaba al establecimiento de jueces “profesionales”. “La función judicial no puede ejercerse
por vía de una actividad meramente circunstancial, complementaria o compartida. No habrá buena administración de justicia sin magistrados letrados,
carrera judicial y dedicación exclusiva”7.
Fue así que en el año 1978 se dictó el decreto-ley 9229, que sustituyó los jueces legos por magistrados letrados. Berizonce observa con agudeza que este
cambio acentúa los datos de profesionalización, legalización y formalismo8.
Oteiza, Sorá y Delucchi, por su parte, dejan en claro su adhesión a la incorporación de profesionales del derecho, y su oposición a modelos extranjeros
que propician la desprofesionalización de los servicios jurídicos, sin dejar
de lado que el juez debe actuar como un verdadero conciliador vecinal de la
disputa planteada. Entienden que si bien es difícil encontrar abogados que
comprendan la urgencia de cambiar el estado de cosas actual, más difícil aún
es dar con quien pueda dar satisfacción sin una formación adecuada para
ello y con el sólo aditamento de pertenecer a una clase o grupo que reúna
consenso9.
Conforme lo expresan Sosa y Berizonce, además del carácter técnico de
los magistrados, la ley introdujo la reformulación de su competencia, sobre
la base de que no debe tratarse exclusivamente de una justicia de menor
cuantía, dado que la extensión territorial de la provincia impone establecer
órganos judiciales con competencia especial sobre materias que permitan a
6 Baños, Amílcar Heberto. “La justicia de paz en la provincia de Buenos Aires”. Rev. Col. Abog. La Plata
Nº 14; enero-junio 1965. pág. 43.
7 Baños, Amílcar Heberto. Ob. cit. pág. 46.
8 Berizonce, Roberto. “Justicia conciliatoria y justicia de paz”. Pág. 771.
9 Oteiza, Eduardo-Sorá, Liliana-Delucchi, Cristina E., “La justicia de menor cuantía como propuesta de
modificación de la justicia de paz letrada en la provincia de Buenos Aires”. J.A. 1987-I, págs. 808/809.
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los justiciables un acceso al órgano de administración de justicia a nivel local,
sin tener que trasladarse a los departamentos judiciales alejados10.
Sin embargo, al implantarse la justicia de paz letrada, se eliminaron los órganos que tenían su sede en los asientos de cada Departamento Judicial, o los
que existían en las ciudades que cuentan con juzgados de primera instancia
en lo civil y comercial, e inclusive los que funcionaban en los partidos que
integran el Gran Buenos Aires. Se argumentó entonces que no se justificaba
mantener tal estructura en los partidos del denominado Gran Buenos Aires,
en los cuales los medios de comunicación permiten el acceso directo a los
tribunales respectivos. Esta medida originó numerosas críticas, señalando
que entre las tramitaciones realizadas ante esos órganos se encontraban algunas de carácter no contencioso, y que personas de escasos recursos requerían
frecuentemente del servicio público respectivo, generándosele inconvenientes propios de los gastos de traslado y del consumo de un mayor tiempo,
traducido en una eventual pérdida de salario al tener que dejar de concurrir
a sus tareas cotidianas, pese a la distancia cercana que pudiera existir con
relación a las ciudades cabeceras de los departamentos judiciales.
Fue así que se enfatizó en la necesidad de reinstalar los juzgados de paz letrados en el Gran Buenos Aires, donde los conflictos vecinales son numerosos
y se requiere de un servicio jurisdiccional, lo que dio paso a la redacción del
artículo 58 de la ley 5827, que mandó a establecer un juzgado de paz letrado
en cada partido de la provincia, con excepción únicamente de aquéllos en
los cuales funcionara la sede asiento de cada departamento judicial. De todos modos, esta estructura no pudo ser implementada en forma inmediata,
principalmente por motivos presupuestarios, y si bien el plazo originario se
había fijado para el año 1988, recién en 1991 se instalaron los juzgados de
paz de Berisso y Florencio Varela, en 1992 los de Lanús y Ensenada, en 1995
el de Almirante Brown, entre otros ejemplos. A su vez, diversas modificaciones operadas en el mapa político de la provincia, con la creación de nuevos
partidos como Ezeiza, Presidente Perón o Malvinas Argentinas, llevaron a la
instalación de nuevos juzgados de paz.
Años antes de la reforma constitucional, más precisamente en el año 1986,
durante el desarrollo de las Segundas Jornadas Bonaerenses de Derecho
Civil, Comercial y Penal, se propiciaba la ampliación de la competencia de
los juzgados de paz letrados de la Provincia de Buenos Aires, sin que se asimilara a la de los órganos de primera instancia, ni se lo considerara un fuero
especial a la manera del capitalino, y se mencionaba como necesidad el regular separadamente la Justicia de Paz Letrada, en ese entonces en funciones, y
la Justicia Vecinal, la que se consideraba importante para ser instalada en los
centros urbanos, especialmente en el Gran Buenos Aires. Por medio de esta
nueva justicia, se intentaría limitar costos, acortar la duración de los juicios,
10 Berizonce, Roberto O., Op. cit. pág. 772; Sosa, Gualberto L. “Instituciones de la moderna justicia de paz
letrada”, pág. 49.
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acercar los Tribunales a las partes y transformar la mentalidad de los juzgadores, imprimiendo mayor apertura hacia la informalidad y la conciliación.
No obstante, en la actualidad sólo funcionan los juzgados de paz letrados, y
la constitución provincial reformada en 1994, en su artículo 172, sólo prevé
la posibilidad de crear otros órganos jurisdiccionales letrados para entender
en cuestiones de menor cuantía, vecinales y faltas provinciales, sólo donde
no existan juzgados de paz.
Sin perjuicio de ello, ha destacado el Dr. Martínez, en ocasión de celebrarse
las IX Jornadas Bonaerenses de Derecho Civil, Comercial, Procesal y Laboral, en la ciudad de Junín en el año 2000, que el citado art. 172 de nuestra
Constitución local otorga como competencia genuina, propia de la Justicia
de Paz, a las cuestiones vecinales, de menor cuantía como también las faltas
provinciales; es decir, que no le pueden ser sustraídos a estos órganos tales
asuntos. Aclara también que conforme a la redacción de la mentada norma
constitucional, nada impide que en un determinado partido se instale más de
un juzgado de paz letrado, puesto que se puede incrementar su número en
función del grado de litigiosidad, la extensión territorial y la población respectiva, agregando que tampoco existiría obstáculo alguno en que tal posibilidad se materialice creando en un municipio con alta litigiosidad, juzgados
de paz especializados en faltas provinciales y otros que asuman el resto de la
competencia propia del fuero civil y comercial.11
En su momento, la Comisión de Estudio del Mapa Judicial, describía a la
Justicia de Paz Letrada como una magistratura local, de carácter popular,
destinada a dar respuesta a los requerimientos de los vecinos en pleitos pequeños o que requieran urgente tratamiento, y que en ese ámbito los conflictos debían ser tratados con herramientas y el espíritu de la mediación y
conciliación, debiendo asimismo prevenir en las situaciones de menores en
desamparo, y juzgar a los autores de ciertos delitos en procedimiento verbal.
En fin, actuando con inmediatez y celeridad para recomponer el tejido social
dañado por la discordia o la ilicitud12.
Morello advierte que en la ley 10.571 aparece pospuesto el propósito de dar
satisfacción a la esencia de la justicia vecinal, de menor cuantía, cuya filosofía tiende a resolver con métodos directos, desformalizados, de conciliación
y equidad –cual verdadera sala de primeros auxilios en horario continuo y
acentuado fuera de las horas laborales- el fárrago de pequeños y urticantes
problemas que afloran en la dura convivencia de los partidos del Gran Buenos Aires. Y hace énfasis también en que la tendencia que inició la ley 9229
11 Martínez, Oscar J. “La tutela de las pequeñas causas y su impacto en el modelo actual de la justicia de la
provincia de Buenos Aires” Jurisprudencia Argentina, t. 2001 – I, pág. 1209.
12 Informe de la Comisión de Estudio Dpto. Judicial, Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos
Aires, formada por decreto 1510/84. Citado por Oteiza, Eduardo. “Los tribunales de menor cuantía como
respuesta actual basada en los principios de la justicia de paz”, E.D. t. 122, págs. 852/853, y por Sosa, Gualberto Lucas. “Instituciones de la moderna justicia de paz letrada”. Pág. 166.
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no buscaba hacerse cargo de esa problemática, sino conquistar para cada
partido una justicia similar, hasta el máximo posible, a la que de primera
instancia funciona en las cabeceras de los departamentos13.
En resumen, y no obstante las críticas arriba citadas, podemos concluir que
son los juzgados de paz letrados quienes tienen la misión de entender en
las cuestiones vecinales, aunque no como asunto exclusivo, ya que a ellas se
les suman las cuestiones propias de la jurisdicción voluntaria (asentimiento
conyugal en los términos del art. 1277 C.C.; autorización para comparecer
en juicios y realizar actos jurídicos; autorización para contraer matrimonio a
menores de edad; copia y renovación de títulos; inscripción de nacimiento
fuera de plazo; informaciones sumarias; mensura; reconocimiento, adquisición y venta de mercaderías; rectificaciones de partidas de estado civil;
certificaciones de firmas); las que requieran por su urgencia una decisión
expeditiva (medidas cautelares incluida la protección y guarda de personas,
alimentos provisorios, diligencias preliminares, pruebas anticipadas, beneficio de litigar sin gastos); y los apremios.
La originaria concepción de adjudicar a la justicia de paz lega una competencia basada en la “ratione quantitatis”, se revirtió al crearse la justicia de paz
letrada, atribuyéndosele una competencia cualitativa con prescindencia del
monto objeto del litigio. La competencia de los Juzgados de Paz Letrados
de la provincia de Buenos Aires se encuentra detallada en el artículo 61 de
la Ley orgánica del Poder Judicial Nº 5827, y establece una restringida para
los juzgados del conurbano bonaerense y otra más amplia para los restantes
juzgados de paz. De tal modo, establece que los primeros conocerán :
1- de los siguientes procesos:
a)Cobro de créditos por medianería.
b)Restricciones y límites al dominio o sobre condominio de muros y
cercos y en particular los que se susciten con motivos de la vecindad
urbana o rural.
c)Deslinde y amojonamiento.
d)Beneficio para litigar sin gastos en los procesos que corresponde
tramitar ante los mismos.
e)Medidas preparatorias de los procesos de conocimiento y prueba
anticipada.
f)Apremios.
2– De los siguientes procesos voluntarios:
a)Asentimiento conyugal en los términos del artículo 1277 del Código Civil.
13 Morello, Augusto M. “La justicia de paz letrada de la provincia de Buenos Aires. La nueva ley 10.571”.
Jurisprudencia Argentina, t. 1987-IV, pág. 941.
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b)Autorización para comparecer en juicios y realizar actos jurídicos.
c)Autorización para contraer matrimonio a menores de edad, domiciliados en su jurisdicción, salvo que alguno de ellos se encontrare
sometido a la jurisdicción del Tribunal de Menores, caso en el cual
será este último el competente.
d)Copia y renovación de títulos.
e)Inscripción de nacimiento fuera de plazo.
f)Informaciones sumarias requeridas para la acreditación de hechos
por organismos públicos o por personas de derecho privado.
g)Mensura.
h)Reconocimiento, adquisición y venta de mercaderías en los términos del Capítulo VI del Libro VII del Código de Procedimiento Civil
y Comercial.
i)Rectificaciones de partidas de estado civil.
j)Certificaciones de firmas, constatación del estado material de documentos y autenticidad de copias de documentos públicos o privados,
mediante la registración de aquéllas y del estado material o copia de
éstos en los libros que establezca la Suprema Corte.
3 – En los casos de orfandad, abandono material o peligro moral de menores de edad, o incapaces, en que deberán adoptar de inmediato las medidas
de urgencia que requiera la situación tutelar comunicando el hecho con la
información sumaria del caso dentro de las veinticuatro (24) horas al Tribunal de Menores y al Asesor de Menores que corresponda, e instruir las
actuaciones pertinentes a la espera de lo que el primero decida.
4 – De los trámites de notificaciones, intimaciones, constataciones y demás
diligencias judiciales previstas por el Código Procesal Civil y Comercial, a
solicitud de otros órganos jurisdiccionales.
5 – En materia de faltas (Decreto Ley 8031/73 y sus modificatorias, t.o. por
Decreto 181/87).
6 – De la aplicación de las sanciones previstas por el artículo 78 del Decreto
Ley nacional 8204/63 y contemplado por el artículo 6 del Decreto provincial
7309/68.
Los restantes jueces de paz letrados conocerán además de las materias indicadas, en los siguientes procesos:
a)Separación personal, divorcio vincular y conversión de separación personal en divorcio vincular, en los términos de los artículos 205, 215, 216 y 238
del Código Civil (Texto según ley 23.515).
b)Alimentos.
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c)Tenencia de hijos y régimen de visitas.
d)Homologación de acuerdos de liquidación de sociedad conyugal en aquellos
casos en que el divorcio se hubiere tramitado por ante el mismo Juzgado.
e)Suspensión de la patria potestad.
f)Internaciones en caso de urgencia, comunicando la medida dentro de las
veinticuatro (24) horas al Señor Juez de Primera Instancia.
g)Hábeas corpus.
h)Adquisición de dominio por usucapión.
i)Desalojo urbano por intrusión, falta de pago y/o vencimiento de contrato.
Consignación y cobro de alquileres.
j)Medidas cautelares, debiendo el Juez remitir el expediente al Magistrado
que en definitiva entendiere en el proceso, tan pronto como le fuere comunicada su iniciación.
k)Juicios ejecutivos y ejecuciones especiales.
l)De los procesos universales consistentes en sucesiones “ab intestato” o
testamentarias.
Basado en las previsiones del art. 172 de la Constitución Bonaerense, el Dr.
Oscar Martínez ha elaborado un anteproyecto de ley, en el que, mediante
la reforma de la ley 5827 de Organización del Poder Judicial, propone la
creación de Juzgados de Menor Cuantía, Vecindad y Faltas, en las cabeceras
departamentales, específicamente en los partidos de La Plata, Bahía Blanca,
Lomas de Zamora, Mar del Plata, Mercedes, Morón, Quilmes, San Isidro,
San Martín y La Matanza, atribuyéndoseles los asuntos de menor cuantía
extraídos de entre las materias actualmente asignadas a los Juzgados de Paz
Letrados, más las que les corresponde a las actuales Secretarías del Registro
Público de Comercio, por considerar que estas últimas han quedado a cargo de funciones de menor entidad, residuales de su competencia originaria,
no justificándose su existencia autónoma. Así tramitarían ante estos nuevos
juzgados:
- las causas originadas en las faltas y contravenciones de la ley 8031 (t.o. por
decreto 181/87)
- las siguientes causas de menor cuantía y vecindad:
a)las referidas en el art. 61, parágrafo I, apartado 1, incs. “b” y “c”; en el
apartado 2, incs. “a”, “b”, “c”, “d”, “e”, “f ”, “h”, “i” y “j”; y en el apartado
6 del mismo artículo.
b)Todos los asuntos de jurisdicción voluntaria tendientes a la publicidad e
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
inscripción registral mercantil de acuerdo con las disposiciones del Código
de Comercio y demás leyes especiales, quedando excluidas las inscripciones
a que se refiere el artículo 1 de la ley 8671.
c)Las informaciones sumarias en los casos que determine la Suprema Corte
de Justicia.
En el ámbito de la Capital Federal, la ley 1893 del año 1886, asignó la competencia de la justicia de paz, la que debía entender en los asuntos civiles y
comerciales, en los juicios sucesorios y en los concursos de acreedores hasta
determinado monto. También intervenía en las causas por desalojo, cualquiera fuere el monto del alquiler cuando no mediara contrato escrito, o si
habiéndolo no excedía los $ 200.
La ley 2860, dictada el 16 de noviembre de 1891, dejó de lado el carácter
letrado de los jueces de paz, volviendo al sistema de justicia de paz lega.
Más tarde, en el año 1934, la ley 11.924 restableció el carácter de letrados de
dichos jueces, manteniéndoles igual competencia. Se dividió a la ciudad en
cuatro circunscripciones jurisdiccionales con diez juzgados en cada una de
ellas y una fiscalía, y se creó una Cámara de apelación integrada por cuatro
salas de tres miembros cada una.
En 1949, por ley 13.998, estos jueces pasaron a denominarse jueces nacionales de paz. El decreto-ley 1285/58, ratificado por la ley 14.467, elevó el
límite monetario y atribuyó facultades para conocer en cuestiones vinculadas
al contrato de locación (desalojos, rescisión, cumplimiento, cobro de alquileres). Luego la ley 19.809 sustituyó la denominación por la de Justicia Nacional Especial en lo Civil y Comercial, y la ley 21.203, modificó el artículo 46
del decreto-ley 1285/58, reestructurando la competencia de este fuero para
entender en lo sucesivo, además de las cuestiones de locación de inmuebles,
en las causas civiles y comerciales por daños y perjuicios originados por
accidentes de tránsito, en las cuestiones vinculadas con la propiedad horizontal, la división de condominios, los cobros hipotecarios, los interdictos,
la prenda con registro.
La ley 22.093 añadió a la competencia de estos juzgados, los juicios derivados de contratos de locación de obras y servicios; también los juicios por
división de condominios y los relativos a condominio sobre muros, cercos y
fosos; los de naturaleza civil derivados de contratos sobre cosas muebles; los
juicios por cobro de créditos garantizados con hipoteca; y los juicios ejecutivos de naturaleza civil.
Oteiza advierte que fueron dejados de lado los postulados principales de
la Justicia de Paz, constituyendo un fuero cuya especialidad sólo encuentra
explicación en las reglas de distribución del trabajo14.
14 Oteiza, Eduardo, Ob. cit. en nota 9, pág. 854.
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
La situación antes detallada ha llevado a muchos a exigir un cambio que
modernice el servicio de justicia. Se propicia la agilización, la inmediatez, y
la facilidad de acceso a la justicia de todos los sectores sociales, con el acercamiento de los tribunales a la vida cotidiana de la ciudadanía a través de
juzgados con competencia contravencional y de menor cuantía.
En octubre de 1995 se dictó para la Capital Federal la ley 24.573, mediante
la cual se estableció como forma alternativa de resolución de conflictos, y
con carácter obligatorio, a la mediación. Dicha ley, complementada con el
decreto reglamentario Nº 91/98, estableció que la mediación sólo puede ser
cumplida ante mediador registrado y habilitado por el Ministerio de Justicia,
y para poder inscribirse en dicho registro, debe contarse con título de abogado y tres años de ejercicio profesional. Las partes están obligadas a comparecer con patrocinio letrado y a hacerlo en forma personal.
La incomparecencia es sancionada con multa, y se tiene por no comparecida
a la parte que concurra sin asistencia letrada.
El acuerdo al que arriben las partes, instrumentado en acta suscripta por
el mediador, no requiere homologación, salvo que se hallen involucrados
intereses de incapaces, y es ejecutable mediante el procedimiento de ejecución de sentencia. En caso que las partes no llegasen a un acuerdo, queda
expresamente prohibido dejar constancia de los pormenores de la audiencia
celebrada.
Arribadas a un acuerdo, ambas partes cargan con los honorarios del mediador, los que son establecidos legalmente en relación con el monto en
disputa. De fracasar la mediación, el mediador tendrá derecho a percibir
sus honorarios de quien resulte condenado en costas en el juicio posterior.
Si transcurridos sesenta días de fracasada la mediación, no se inició el juicio
correspondiente, la parte que promovió aquélla instancia debe abonar al mediador una suma en concepto de honorarios, a cuenta de lo que correspondiera si posteriormente se iniciara la acción y se dictara sentencia.
La mediación consiste pues en un procedimiento en el cual, un tercero imparcial, interviene facilitando la discusión, procurando que las partes resuelvan su conflicto, pero sin indicar soluciones. El mediador no asesora a las
partes, no aconseja ni da órdenes. Se coloca en un plano de igualdad con los
litigantes, pero su tarea requiere de un conjunto de conocimientos y técnicas
para lograr la confianza de ambas partes, el diálogo ordenado y el convencimiento propio de aquéllos de arribar a una solución acordada.
Entre las ventajas que se considera presenta este sistema con relación al
proceso judicial, se pueden mencionar el que se trata de un procedimiento
carente de formalidad y que la solución del conflicto puede surgir de manera
más elástica que en el proceso judicial, en el que siempre las partes llegan a
posiciones extremas, ahondando en sus argumentaciones para convencer al
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
juez, quien a su vez, se encuentra atado por el principio de congruencia. Mas
nos advierte Roland Arazi que no debe verse en la mediación a la panacea, ya
que hay múltiples cuestiones que no pueden someterse a mediación, como
las no negociables, y hay otras en que si bien es legalmente posible, será totalmente ineficaz, como cuando el tiempo y la demora juegan en favor de una de
las partes: por ejemplo, quien debe pagar intentará demorar el cumplimiento
de la obligación si ello no le ocasiona perjuicio y difícilmente colaborará para
poner fin rápidamente al conflicto originado por su incumplimiento15.
El antecedente legal en el país de este sistema, lo constituye el decreto 1480/
92, mediante el cual se declaró de interés nacional la institucionalización y el
desarrollo de la mediación como método no adversarial y se encomendó al
Ministerio de Justicia de la Nación la formulación de proyectos legislativos
y el dictado de normas de nivel reglamentario para la puesta en marcha de
dicha institución. En él se señalaba como principio básico del instituto que
el procedimiento sería voluntario. Sin embargo, la ley 24.573 le asignó un
carácter obligatorio, generando numerosas críticas en este sentido.
No obstante, prestigiosos juristas no ven en esta característica del instituto
un grave problema. Así, Arazi confiesa que a pesar de habérsele generado
algunas dudas sobre el tema, cree que “en el estado actual la falta de una ‘cultura’ sobre la posibilidad de solucionar el conflicto en forma no adversarial,
tornaría en letra muerta cualquier disposición que, en una primera etapa, no
instituyera la mediación en forma obligatoria”16.
A su vez, Zannoni manifiesta que no le preocupa tanto la obligatoriedad
como la prejudicialidad. Para él, el hecho de que la mediación se imponga
como previa a la intervención de todo órgano jurisdiccional, en relación a
la cuestión litigiosa o básicamente conflictiva, “implica privar de amparo
jurisdiccional al proceso de mediación frente a diversas contingencias que
pueden sobrevenir durante su desarrollo. Impide tutelar situaciones jurídicas
reguladas por el derecho sustancial y procesal que presuponen en nuestro
sistema la necesaria intervención del juez”17.
Arazi ha criticado también las atribuciones que la mencionada ley le ha
otorgado al Ministerio de Justicia para crear el Registro de Mediadores y determinar su constitución, organización, actualización y administración, pues
genera una sensación de avance del Poder Administrador en detrimento del
Poder Judicial, y que por tanto hubiese sido preferible que aquella función
quedara en manos de los Colegios de Abogados.
15 Arazi, Roland. “Mediación, audiencia preliminar y prueba en la ley 24.573”. La Ley, t. 1996-A; págs.
1255/1256.
16Arazi, Roland. Ob. cit.; pág. 1256.
17 Zannoni, Eduardo A. “La mediación prejudicial y el servicio de justicia en la Capital Federal (A propósito
de la ley 24.573)”. La Ley, t. 1996-C; págs. 1315/1316.
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Hay quienes consideran acertado el requisito de ser abogado para ser mediador, ya que podrá advertir si un acuerdo traspone el orden público, aunque
otros estiman que hubiera sido prudente dejar esa evaluación en cabeza del
juez, al momento de la homologación, en lugar de darle fuerza ejecutiva al
acuerdo con la sola firma del mediador. Asimismo, creo que la profesión de
abogado no garantiza una buena mediación. Un excelente abogado puede
no lograr buenos resultados en la función de mediador, puesto que se requieren técnicas específicas para llevar por buen camino este instituto.
Se ha puesto de relieve que algunos abogados, ocasionalmente, cuando merme
la cantidad de trabajo de sus estudios, piensen en la mediación como una buena
alternativa laboral y desempeñen una función para la que tal vez no se encuentren preparados. Por ello se propicia que quien se desempeñe como mediador
lo haga en forma exclusiva, y con una instrucción y capacitación previa18.
3) EL PROCESO.
Nuestra constitución local ha delegado al poder legislativo la tarea de establecer para las cuestiones vecinales y de menor cuantía, un procedimiento
predominantemente oral, que garantice la inmediatez, la informalidad, la celeridad, la accesibilidad y la economía procesal, procurando la conciliación.
De este modo, los convencionales no han hecho más que volcar en la carta
provincial las demandas y los deseos de todos aquellos que se han interesado por la cuestión. Sin embargo, transcurridos hoy más de ocho años de la
reforma constitucional, la ley mencionada aún no ha sido dictada, a pesar
de su necesidad, manifestada reiteradamente en artículos jurídicos y por los
propios operadores del derecho, y por ende no se ha visto implementado un
sistema procesal que asegure los principios arriba enunciados. En la actualidad sigue rigiendo el art. 3 del decreto-ley 9229/78, reformado por la ley
10.571, que remite a las disposiciones del Código Procesal Civil y Comercial, para el procedimiento ante la justicia de paz. Es decir, que el proceso
escriturario aplicado ante los órganos tradicionales es el mismo que debe
llevarse adelante ante la justicia de paz. Sólo se prevén algunas especificaciones, como ser la inadmisibilidad de la recusación sin expresión de causa,
o la necesidad de declarar la incompetencia del juez de paz, cuando por la
interposición de la reconvención o por aplicación del principio del fuero de
atracción, se ventilaran asuntos que excedieran los propios de la justicia de
paz. También se establece la posibilidad de que el justiciable opte, en determinados supuestos, por acudir al juzgado de paz de su domicilio, o bien, al
juzgado de primera instancia en lo civil y comercial del departamento judicial
correspondiente.
18 Fariña, Gustavo. “Abogados-mediadores o mediadores y abogados”. Jurisprudencia Argentina, t. 1996
-II; págs. 989/991.
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Como nota distintiva hallamos la eximición del patrocinio letrado en las
tramitaciones de la jurisdicción voluntaria detalladas en el inciso 9 del artículo 3 del decreto-ley 9229/78, esto es: autorización para comparecer en
juicios y realizar actos jurídicos; autorización para contraer matrimonio a
menores de edad; copia y renovación de títulos; inscripción de nacimiento
fuera de plazo; informaciones sumarias; rectificaciones de partidas de estado
civil; certificación de firmas, constatación del estado material de documentos y autenticidad de copias de documentos públicos o privados. En estos
supuestos, los interesados pueden peticionar ante el juzgado, requiriendo
la prestación del servicio, sin que obligadamente se vean acompañados de
un abogado. También permite prescindir del patrocinio letrado cuando se
solicite internaciones en caso de urgencia, o en las tramitaciones de hábeas
corpus. Esta disposición imprime una mayor sencillez al proceso, y dado que
no habría en principio derechos encontrados sino que la intervención jurisdiccional asume principalmente un carácter asistencial, no se ve perjuicio alguno para los justiciables por el hecho de no encontrarse con asesoramiento
letrado. Distinto es el caso de los procesos iniciados por infracción a las leyes
8204/63 y 8031/73, para los cuales el decreto-ley 9229/78 tampoco exige
el patrocinio letrado. Estos procesos, correspondientes al ámbito contravencional, pueden concluir con sanciones para el procesado, por lo que resulta
aconsejable que el mismo reciba un acompañamiento técnico, y de hecho en
la práctica, y por aplicación supletoria del Código de Procedimiento Penal,
se le designa al justiciable un defensor oficial.
Siguiendo esta línea de gratuidad de la asistencia letrada, el decreto-ley
9229/78 prevé para otros procesos voluntarios o contenciosos que deban
tramitarse por ante el Juzgado de Paz, en los que el patrocinio letrado resulta
obligatorio (separación personal y divorcio vincular; alimentos; tenencia de
hijos y régimen de visitas; suspensión de la patria potestad; medidas cautelares; consignación de alquileres; restricciones y límites al dominio, o sobre
condominio de muros y cercos, o cuestiones que se susciten con motivo de
la vecindad urbana o rural; beneficio para litigar sin gastos; asentimiento
conyugal en los términos del artículo 1277 del Código Civil; rectificación de
partidas de estado civil), que las personas de escasos recursos que acrediten
sumariamente la imposibilidad de abonar los honorarios de un abogado
particular, puedan solicitar se les designe un defensor oficial, de acuerdo
al procedimiento previsto en el art. 91 de la ley 5827. En tal sentido la ley
orgánica del Poder Judicial manda confeccionar por los Colegios de Abogados Departamentales, para cada partido, un listado de abogados inscriptos
voluntariamente, con domicilio en el respectivo partido, para desempeñar
la función de defensor de pobres y ausentes o de asesor de incapaces. Ese
listado queda a disposición del Juzgado de Paz pertinente, y su titular en los
casos que requieran la intervención de tales funcionarios, procede a designar
por sorteo a uno de ellos.
página 18
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Apunta Sosa que en un principio el listado era confeccionado sobre la base
de los abogados que tuvieran estudio profesional en el partido donde se
encuentra el juzgado de paz, constituyendo el desempeño de esa función,
obligatorio, inexcusable y gratuito, por configurar una carga pública para el
letrado. Pero debido al fracaso del sistema, a pesar de la aplicación de multas
por incumplimiento, se produjeron modificaciones, primero dejando de lado la gratuidad de la función, esto es retribuyendo al letrado por su tarea; y
luego tornando facultativa la inscripción en el listado19.
En mi opinión, y tal como fuera destacado por la Comisión de Estudio del
Mapa Judicial, los juzgados de paz deberían dotarse de los órganos del Ministerio Público (Fiscalía, Defensoría Oficial y Asesoría de Incapaces). Es
decir, que en cada partido de la provincia deberían desempeñarse representantes de los órganos mencionados, evitándose así la necesidad de recurrir
a abogados de la matrícula, o a los mismos órganos citados que se hallan
emplazados en las cabeceras de cada departamento judicial.
Volviendo al punto inicial en cuanto al procedimiento aplicable en los asuntos tramitados ante los juzgados de paz, decíamos que existe una remisión
a las disposiciones del Código Procesal Civil y Comercial, y que por tanto
no hay diferencias con los procesos desarrollados en los juzgados civiles y
comerciales, a excepción de las situaciones arriba enunciadas. Por tanto, y
conforme surge de las reglas establecidas en el art. 320 CPCC., varios de
los asuntos que son competencia de los juzgados de paz, y en especial las
cuestiones vecinales aquí tratadas, tramitan por el proceso sumario previsto
en los arts. 484 al 495 CPCC.
El proceso sumario, también llamado plenario abreviado o rápido, responde
a las mismas características del proceso ordinario desde el punto de vista de
su objeto –conocer en plenitud las cuestiones litigiosas- y su finalidad –lograr la cosa juzgada material-, diferenciándose de aquéllos en que las tramitaciones son más simples y sencillas, con frecuente aplicación de los principios
de concentración y celeridad, con plazos más breves y con recursos más
limitados. Se compone igualmente de tres etapas: a) la introductiva, donde
el plazo para contestar la demanda es de diez días; toda la prueba debe ofrecerse en los escritos de demanda, reconvención y contestación de ambas
(art. 484 CPCC); las excepciones previas deben oponerse juntamente con la
contestación de la demanda (art. 486 CPCC); y a diferencia del ordinario, no
existe segundo traslado en el caso de declararse la causa como de puro derecho (art. 487 CPCC). b) la etapa probatoria, en la que corresponde al juez
la fijación del plazo respectivo (art. 487 CPCC), y no proceden ni el plazo
extraordinario de prueba ni la presentación de alegatos (art. 493 CPCC). c)
la etapa decisoria, cuyo plazo para dictar sentencia es de treinta o cincuenta
días, según se tratare de tribunal unipersonal o colegiado (art. 494 CPCC);
por lo que para los jueces de paz rige el primer plazo.
19 Sosa, Gualberto Lucas. Ob. cit. en nota 10, págs. 89/90.
página 19
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
No obstante las notas de celeridad y concentración que distinguen a este
proceso, una investigación realizada por la Fundación JUS, bajo la dirección
del Dr. Berizonce, mediante un muestreo de expedientes judiciales archivados, concluyó que la duración de los procesos sumarios desde su iniciación
hasta la percepción del crédito es de novecientos cuarenta y cuatro días, es
decir, dos años y medio20. Esta investigación demuestra claramente que el
proceso sumario, por más que contenga plazos más breves que el juicio ordinario, junto con ciertas normas que tienden a abreviar el trámite, no llega a
satisfacer el principio de celeridad que debe primar en los asuntos vecinales
u otros de menor cuantía, y que como dijéramos anteriormente, requieren
de una pronta solución.
Apuntando en gran parte a resolver este problema, los proyectos de ley citados en la nota 5 de este trabajo, proponen un procedimiento más ágil para
tratar las cuestiones vecinales y las de menor cuantía, basado en los principios de informalidad, inmediatez, oralidad y celeridad. En todos ellos se prevé una instancia de conciliación, mediante la fijación de una audiencia dentro
de los diez días (hábiles en unos, corridos en otros) de haber sido efectuado
el reclamo o demanda. El citado es advertido en la notificación respectiva,
que su incomparecencia hará tener por ciertos los hechos alegados en el
reclamo inicial. A su vez, si la ausencia es del actor, se tendrá por desistida
su acción. En los proyectos porteños dicha audiencia es conducida por uno
de los jueces del Tribunal, mientras que en el proyecto del Dr. Morello, se
halla la figura del Consejero Componedor. En ambos casos, el director del
encuentro deberá instrumentar los medios conducentes para que las partes
arriben a un acuerdo solución del conflicto. De lograrse el mismo, el Consejero Componedor tiene facultad suficiente para homologarlo, de modo tal
que obtendrá fuerza de título ejecutorio, mientras que en los otros proyectos
el acuerdo debe ser homologado por el Tribunal en pleno.
Es importante destacar que en el proyecto elaborado por González Gass, la
audiencia de conciliación puede abrir las puertas a un proceso de mediación
voluntario. Si bien la mediación también es un procedimiento tendiente a la
resolución de conflictos, como lo hemos analizado más arriba, posee algunas
características que la distinguen de la conciliación. En primer lugar, se les
garantiza a los participantes una confidencialidad absoluta, al punto tal que
ni el propio juez o tribunal tiene acceso a lo tratado en las audiencias o encuentros. Sólo recibe la información de que no se ha llegado a un acuerdo si
la mediación fracasa, o los puntos de solución para su homologación en caso
de existir concordancias. El mediador no realiza propuestas de solución a las
partes, sino que su función es la de facilitar la comunicación entre ambas,
y lograr que se replanteen sus pretensiones iniciales, en la búsqueda de sus
reales necesidades y la posibilidad de satisfacerlas de manera conjunta, disol20 Berizonce, Roberto. “Evaluación provisional de una investigación empírica trascendente para el mejoramiento del servicio de justicia”. E.D., t. 114, pág. 860. Citado por Oteiza, Eduardo. Ob. cit. en nota 9, pág.
851.
página 20
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
viendo los puntos que los enfrentan. Por ello mismo, tampoco se ofrecen
pruebas en esta instancia. Todo gira en torno a la palabra, a los dichos de los
participantes. El conciliador, en cambio, suele estar facultado para proponer
fórmulas que resuelvan la disputa, y es por ello que en el caso de los jueces
que luego van a decidir el conflicto, se establece que la mera proposición de
fórmulas no implicará prejuzgamiento21.
Cerrado este paréntesis, y volviendo al análisis de los proyectos, en todos
ellos a excepción del correspondiente a Béliz y Ortiz de Rozas, se propone
ante la imposibilidad de conciliación, la alternativa de un proceso arbitral.
El arbitraje es una antigua institución que se caracteriza por el procedimiento relativamente informal, por los árbitros con formación legal o técnica y
por el laudo obligatorio, sólo limitadamente apelable. Este instrumento procesal, más o menos rápido puede presentar el inconveniente económico de
que las partes deben cargar con los honorarios de los árbitros. No obstante,
comparado con los gastos de un juicio ordinario, éstos pueden resultar menos costosos, y los laudos pueden llegar también a beneficiar a los litigantes
más débiles22.
De no optar las partes por aquél, y fracasada la instancia de conciliación, se
continuará con el proceso.
Cabe señalar que Morello en su proyecto niega legitimación procesal activa
a las personas de existencia ideal y lo mismo impide ser demandadas a las
personas jurídicas de derecho público, permitiendo únicamente intervenir
en tal carácter a las privadas prestatarias de servicios públicos, además claro
está, de las personas físicas. Por su parte, González Gass admite que además
de las personas de existencia real, también puedan accionar las asociaciones
cooperadoras con personería jurídica y las asociaciones civiles sin fines de
lucro, y Béliz y Ortiz de Rozas otorgan poder para accionar a las personas
jurídicas de derecho privado y a los consorcios de copropietarios.
En el proyecto elaborado por González Gass, en la misma audiencia de
conciliación, y no habiéndose arribado a un acuerdo, se celebra la vista de
causa, en la que el Tribunal determina los hechos que han sido reconocidos,
y cuáles resultan controvertidos y por tanto son materia de prueba. En la
misma oportunidad el demandado puede reconvenir u oponer excepciones,
las que se decidirán de inmediato.
21 Existen en la provincia de Buenos Aires algunos proyectos de ley referentes a la institución de modos
alternativos de resolución de conflictos, apuntando principalmente al establecimiento de la mediación, en
algunos casos, con carácter obligatorio. Entre ellos se pueden nombrar los presentados por los diputados
Piemonte, Paz, Oliver y otros, registrado bajo el nº 2119 de la Cámara de Diputados (años 1998-1999); para
el mismo período de sesiones 126, también los pertenecientes a los diputados Carballal (nº 634), y a Tunessi
y Espada (nº 687). Ya anteriormente a los citados, el diputado Lugones presentó un proyecto en el período
123 (años 1995/1996) ingresado con el número 1687 en la mencionada Cámara de Diputados provincial.
22 Cappelletti, Mauro y Garth, Bryant. Ob. cit. págs. 92/93.
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Por su parte, Béliz y Ortiz de Rozas, establecieron para el caso de que la
conciliación no prospere, que en la misma audiencia el demandado conteste
el reclamo, reconvenga en su caso, y oponga excepciones si las hubiere. El
juez conductor de la audiencia resuelve las excepciones, desestima la prueba
inconducente o innecesaria y provee la restante, designando dentro de un
plazo de diez días hábiles la audiencia para instrucción y juzgamiento.
Morello, a diferencia de los anteriores, ideó la realización de dos audiencias
dentro del proceso, posteriores a la instancia de conciliación. La primera de
ellas es la audiencia de postulación y anticipatoria de instrucción, en la que
el juez insiste en la conciliación, y de no lograrse, invita al actor a delimitar
su pretensión y al demandado que la conteste y, en su caso, reconvenga. En
la misma, el juez resuelve las excepciones que se hubieran opuesto, las partes a su vez deben reconocer o negar la autenticidad de la documentación
que se hubiera presentado, y ofrecen los medios de prueba de que intenten
valerse. El juez fija los hechos controvertidos y desestima los que considere
inconducentes, al igual que los medios de prueba impertinentes o superfluos.
Acto seguido, designa la fecha para la segunda audiencia, que es justamente
la de práctica de prueba y juzgamiento, la cual deberá celebrarse dentro de
los treinta días de efectuada aquélla.
Los tres proyectos admiten todo medio de prueba, aunque el proyecto de
Morello asigna el carácter de excepcional al dictamen pericial, siempre que la
cuestión lo torne imprescindible. El número de testigos es restringido, a dos
o tres según el proyecto, por cada parte, las que asumen la carga de hacerlos
comparecer. Se prescinde del acta escrita de los testimonios, pudiendo utilizarse otros medios modernos de registro, como cintas de grabación, discos,
etc. Tanto Morello como Béliz y Ortiz de Rozas prevén la conservación
de los registros por un lapso determinado; el primero hasta que adquiera
firmeza la sentencia; los segundos hasta un año posterior a dicho evento.
González Gass en su proyecto admite que las partes confeccionen minutas
de las declaraciones, para que luego sean autenticadas por el Secretario del
Tribunal.
En la misma audiencia en que se ha producido la prueba, e inmediatamente
después de un breve alegato permitido a las partes, el juez o tribunal dicta
sentencia, mencionando los elementos de convicción. El proyecto elaborado
por Béliz y Ortiz de Rozas faculta al tribunal a fundamentar el fallo dentro
de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la finalización de la audiencia.
Las partes son notificadas de la decisión judicial en el mismo acto. La condena a pagar sumas de dinero debe ser líquida. Si la condena es de hacer o no
hacer, debe incluir las sanciones conminatorias a aplicarse automáticamente
en caso de incumplimiento. Morello diagramó medidas de compulsión en
contra del vencido que incumple la sentencia, a saber: revocación o suspensión de la licencia o habilitación comercial, o negación a la renovación de la
misma; suspensión de la licencia de conductor, cuando el reclamo se relaciopágina 22
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
ne con la titularidad o el uso de vehículos; y multa no superior al doble del
monto de la condena insatisfecha, con más las astreintes o multas proporcionales a la cuantía de la sentencia a favor del vencedor.
Mientras Béliz y Ortiz de Rozas hacen soportar los gastos del juicio a la parte
vencida, Morello prevé que se impongan en el orden causado, salvo temeridad o malicia. A su vez establece que los montos arancelarios no podrán
superar el diez por ciento, ni resultar inferiores al cinco por ciento del valor
en disputa.
En lo que a la recurribilidad de la sentencia se refiere, Béliz y Ortiz de Rozas
admiten en su proyecto la interposición del recurso de apelación contra la
sentencia, dentro de los tres días de notificada ésta. El mismo deberá ser escrito y fundado ante el Tribunal que dictó el pronunciamiento. Se da traslado
a la otra parte, también por tres días, y contestado o vencido el plazo, se eleva
a criterio de la Cámara de Apelación Vecinal. El recurso de apelación tiene
efecto suspensivo.
González Gass incorporó en su proyecto, el recurso de revisión, también
para ser interpuesto dentro de los tres días de notificada la sentencia. Sin
embargo, establece dos límites para su procedencia: el primero de ellos estriba en que debe estar motivado en la violación o aplicación errónea de la
ley sustantiva o cuando se hubiera afectado el derecho de defensa durante el
procedimiento; el segundo límite está dado por el monto en disputa, ya que
el reclamo debe exceder el valor equivalente al precio de venta de ochocientos litros de nafta especial. Aquí también se halla previsto el traslado por tres
días, para luego elevarse las actuaciones al Tribunal de Apelación de Vecindad. El recurso tiene efecto suspensivo por el plazo de diez días, lapso en el
cual deberá resolverse el recurso.
Morello, en el proyecto que redactara para el conurbano bonaerense, asigna a
la sentencia un carácter irrecurrible, admitiendo sólo el pedido de aclaratoria,
mientras que en el similar pensado para la ciudad autónoma de Buenos Aires
permite el recurso de apelación, aunque limitándolo al caso de que la sentencia se repute arbitraria o absurda, por resultar manifiestamente descalificable
como acto judicial. El plazo para su interposición es de cinco días, por ante
la sala competente, y el criterio de admisión será restrictivo. Sólo la admisión
del recurso, no así su interposición, tendrá efecto suspensivo, y en tal caso,
se dará traslado a la contraria por un plazo igual de cinco días.
En lo que a la recurribilidad de la decisión judicial se refiere, es importante
destacar la opinión del Dr. Oscar Martínez, quien se opone al establecimiento de una limitación de los recursos en función del monto del litigio. Aduce
que es un error conceptual entender que el pleito de poco monto no merece
la atención de un tribunal superior, olvidándose que para una persona de
escasos recursos una buena y justa solución puede ser importante e incluso
decisiva desde un punto de vista económico; y sostiene que limitar los recurpágina 23
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
sos afecta el principio de igualdad ante la ley, el debido proceso y la defensa
en juicio23.
Martínez ha postulado en sus trabajos que las cuestiones de menor cuantía
y vecindad tramiten por los respectivos procedimientos que se establecen
en el Libro VII, Título I del Código Procesal Civil y Comercial, o en su
caso por lo establecido en el artículo 496 del mismo ordenamiento, esto es,
las reglas del proceso sumarísimo. Propugna que las audiencias de prueba
se concentren en un solo acto, y se reciban bajo el método oral, dejándose
constancia en el acta respectiva sobre las personas que comparecieron, las
circunstancias consideradas esenciales, y toda otra que a pedido de parte,
el juez estime conveniente. El juez debe actuar personalmente, bajo pena
de nulidad -constituyendo falta grave-, y procurará conciliar a la partes,
invitándolas a reajustar sus pretensiones y a desistir de las pruebas innecesarias, superfluas u onerosas, sin perjuicio de las facultades otorgadas por
el art. 362 CPCC.24
Además de los autores de los proyectos arriba analizados, hubo quienes
también formularon diversas propuestas relativas a la conciliación. Entre
ellos, Berizonce propuso convertir a los actuales Consultorios Jurídicos
Gratuitos en Direcciones de Asistencia Jurídica Gratuita y Conciliación,
acordándoles la administración, fiscalización y contralor interno del sistema.
Su idea era confiar a las aludidas direcciones tareas de colaboración directa
con la administración judicial mediante la implementación de mecanismos
de información jurídica general y procedimientos de solución amistosa de
los diferendos (conciliación extrajudicial). Resalta en su proyecto el hecho
de que otorgar potestades conciliatorias a un órgano independiente, de base
colegial, implica un significativo avance, justificado por las características
administrativas pero no estatales, y al mismo tiempo la calificación de sus
integrantes. Asimismo, opina que resulta de mayor eficacia la dirección de un
procedimiento conciliatorio a cargo de un órgano distinto del juez, puesto
que se prescinde de cargas subjetivas, o limitaciones provenientes del temor
de incurrir en prejuzgamientos25.
También Sosa, preocupado por que los ciudadanos cuenten con una efectiva
tutela jurisdiccional, expuso la idea de crear en el ámbito municipal Consejos de Conciliación, integrados por profesionales de las ciencias jurídicas y
sociales, esto es, abogados, sociólogos, trabajadores sociales, bajo la supervisión de los jueces de paz letrados. Su función consistiría, en primer término,
en asesorar a los integrantes de la comunidad acerca de los derechos que les
asisten; y en segundo lugar, cuando existieran conflictos, intervenir como
mediadores con el objetivo de solucionar extrajudicialmente, sin ningún
23 Martínez, Oscar. “El acceso a la justicia. Protección privilegiada de los derechos y procesos de menor
cuantía”. El Derecho v. 113, pág. 907.
24 Martínez, Oscar J. Ob. cit. en nota 11. Pág. 1213.
25 Berizonce, Roberto. Ob. cit. en nota 2. Págs. 107/110.
página 24
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
formalismo, aquellas diferencias. El caso recién llegaría a ser tratado directamente por el propio juez de paz letrado en caso de fracasar tal procedimiento de conciliación26.
4) DERECHO COMPARADO.
La necesidad de permitir a todos un real acceso a la justicia, por más pequeño
que aparente ser el derecho alegado, ha desembocado en diversos países en
una amplia variedad de reformas: creación de nuevos tribunales, admisión de
personas legas en derecho tanto para juzgar como para defender, modificaciones al derecho sustantivo para evitar los conflictos o facilitar su solución,
establecimiento de órganos privados o informales para dirimirlos.
En Europa continental se propiciaron modificaciones tendientes a la aplicación de los principios de la “oralidad”, que abarcan la libre convicción
para apreciar la prueba, la concentración procesal, la inmediación –que pone
a los jueces en contacto directo con las partes y testigos-, y la oficiosidad
mediante la cual los jueces pueden averiguar la verdad real y equilibrar las
situaciones procesales de los litigantes.
El Stuttgarter Modell, del proceso civil alemán, por ejemplo, hace participar
a los litigantes, abogados y jueces en un vivo diálogo sobre las cuestiones de
hecho y de derecho, lo que no sólo acelera el proceso sino que lo termina por
una sentencia inteligible para las partes, quienes podrán conocerla y consentirla o apelarla de inmediato.
Las demandas de menor cuantía, en particular, han sido legisladas de manera
diferente a las de mayor interés económico, precisamente buscando que los
costos del proceso no superen los montos en disputa. De otro modo, muchos desistirían de embarcarse en un juicio de escasa o ninguna importancia
económica. Uno de los mayores gastos en todo proceso está dado por los
honorarios profesionales, por lo que muchos países apuntaron a limitar o
prohibir la intervención letrada en este tipo de cuestiones –las de menor
cuantía- para reducir los costos. Así, las reformas suecas o inglesas limitaron
la asistencia letrada de ambas partes, no permitiendo que el vencedor pueda
reembolsarse de la otra parte los honorarios que pague a su abogado. En
Australia, se decidió no permitir la presencia de letrados, postura ésta que
ha sido criticada, al considerar que impedir la asistencia jurídica de quien no
sabe expresarse -en gran número de casos se trata de aquellos carentes de
recursos- genera como resultado el ponerlo en una situación desventajosa
frente a su contraparte.
26 Sosa, Gualberto Lucas. “La justicia de paz letrada: bases para un régimen integral moderno para la provincia de Buenos Aires”. Rev. Jus N° 38. 1986. Págs. 79 y 102.
página 25
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Sin entrar a analizar profundamente aquí la cuestión de la asistencia jurídica
a los más pobres, punto principal del problema del acceso a la justicia, diremos que se han ideado diversos sistemas tendientes a garantizarla. Alemania,
por caso, creó un sistema de retribución estatal a los abogados que proporcionen asistencia jurídica gratuita, mientras que Francia ideó un sistema de
seguridad social. Se desarrollaron también planes de prestación de servicios
jurídicos por medio de los sistemas de mutual y convenio. Otros países han
confiado la tarea a los colegios de abogados.
Reconociendo la importancia de los factores económicos, algunos sistemas
han creado también incentivos para arreglar los conflictos. Uno de ellos es
“el pago de las costas”, imperante preponderantemente en Inglaterra, aunque
también aplicado en Canadá y Australia, mediante el cual se sanciona al actor
que no acepta una transacción propuesta por el demandado, considerada
razonable por el tribunal, cargándole a aquél tanto las costas propias como
las del adversario. En la práctica funciona del siguiente modo: el demandado
consigna judicialmente una cantidad determinada de dinero para arreglar el
juicio, sin conocimiento aún del juez del proceso. El actor puede aceptarla
dentro de un cierto plazo, obteniendo así las costas. Pero cuando no obstante
dicho ofrecimiento, el juicio tiene lugar, y el actor logra una cantidad de dinero similar a la ofrecida por el demandado, aquél deberá cargar con sus propias
costas, que podría haber obtenido de aceptar el ofrecimiento, más todas las
del demandado posteriores a la fecha del depósito de éste. Por el contrario, si
el actor consigue una cantidad mayor a la depositada por el demandado, las
consecuencias son las mismas que si éste nada hubiese consignado.
El sistema descripto facilita los arreglos y reduce la cantidad de juicios que
se ventilan en un tribunal, pero hace pasible de todos los gastos de justicia a
los actores, los que suelen ser, principalmente en los juicios de daños, la parte
más débil y menos familiarizada con el pleiteo, enfrentados por lo general
a un patrón o una compañía de seguros. Esto puede perjudicar seriamente
al actor, mientras que para el demandado, en el caso señalado, representará
sólo un pequeño rubro en su cuenta anual de ganancias y pérdidas. Esta
clase de demandados es un claro ejemplo de los que Cappelletti y Garth
llaman “litigantes habituales”; participantes de numerosos juicios que suelen
aventajar a sus oponentes por varios motivos: 1) pueden planificar mejor
sus juicios, 2) les resulta más económico, 3) se relacionan con el personal
judicial, 4) trasladan los riesgos a mayor cantidad de juicios, 5) aprovechan la
experiencia de juicios anteriores27.
En Michigan se aplica un sistema de mediación que remedia las falencias
indicadas. Sanciona tanto al actor como al demandado que se niegan a transigir, y posibilita un arreglo justo por la intervención de peritos que proporcionan a las partes información acerca del valor de sus pretensiones.
En lo que a la instancia conciliadora atañe, funcionó en Francia, a partir de
1977, a prueba en cuatro departamentos judiciales, la institución del “Conci27 Cappelletti, Mauro y Garth, Bryant. Ob. cit. pág. 34.
página 26
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
liador vecinal”. Estos conciliadores son vecinos que actúan en forma unipersonal, utilizando despachos municipales. Tienen atribuciones para procurar
el acuerdo en casos de conflicto y de solucionar equitativamente las disputas.
Con resultados positivos, la institución se extendió a todo el país desde 1978,
mediante el dictado del decreto 78.381.
En Estados Unidos, se crearon en tres ciudades los “Neighborhood Judicial
Centers”, cuya misión estriba en resolver controversias menores, en los casos en que las partes tengan la disponibilidad de su derecho, aliviando el trabajo de las cortes judiciales, a través del asesoramiento a los contradictores
para que estén en condiciones de decidir pleitos por la vía conciliatoria, o en
caso de que la mediación quede trunca, remitirlos a la sede judicial adecuada.
Se busca interesar al vecindario, facilitar la conciliación de los conflictos vecinales, cohesionar las relaciones de vecindad y restablecer la armonía entre
los vecinos. Uno de los principales propósitos consiste en crear un tribunal
atractivo para el pueblo, que de modo informal y descentralizado, incite a
corto plazo la discusión vecinal de situaciones por las cuales las relaciones
entre vecinos estén a punto de romperse. Redunda también de utilidad para
educar al vecindario acerca de la naturaleza, origen y soluciones de los conflictos que lo aquejan.
Hubo en Nueva York una experiencia interesante, en la que un magistrado
juzgaba un caso que previamente procuraba conciliarlo otro. Se implementó
en el año 1970 un sistema de “entrevistas y distribución del trabajo”, con
el objetivo de reducir la cantidad de 137.000 expedientes atrasados de los
tribunales de la ciudad. Cada juez se turnaba como “entrevistador” para
procurar el arreglo de los juicios, pendientes de vista de causa. Si el arreglo
no se lograba, el expediente era enviado a otro juez para su inmediato juzgamiento en audiencia. Así se compuso el 60% de los juicios y el atraso terminó a fines de 1971. El procedimiento consistía principalmente en que los
jueces escuchaban a las partes, les señalaban las falencias de sus argumentos
y subrayaban las dificultades que sobrevendrían como también el monto de
los gastos judiciales. Es factible que las propuestas de convenio fueran aceptadas en gran número por las partes, porque suponían un anticipo de lo que
sería la sentencia.
También funciona en el sistema judicial de Nueva York, como una subdivisión
de la Corte Civil, la Corte de Pequeñas Causas –Small Claims Court-, entendiendo sobre cualquier materia civil dentro de ciertos montos cuantitativos.
Tawil y Ruiz Coloma señalan que sólo resulta procedente el acceso a estas
cortes en aquellos supuestos donde lo que se reclama es el pago de una suma
de dinero, no siendo apta, en cambio, para exigir la realización o abstención de
conductas distintas a ella28. Esta limitación dificulta con cierta frecuencia la tarea de los magistrados, especialmente cuando conflictos de tipo personales exceden lo exclusivamente patrimonial. Así por ejemplo, en el caso de una queja
28 Tawil, Guido S. y Ruiz Coloma, Xavier. “Los tribunales de menor cuantía y su experiencia en el derecho
norteamericano”. La Ley, 1998-C, pág. 1011.
página 27
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
por parte de un individuo por roturas de vidrios realizada por el hijo de su
vecino, el remedio perseguido no es en realidad el pago del nuevo vidrio –a lo
único que en este tipo de procedimiento puede en realidad el actor aspirar y el
tribunal conceder- sino una orden para evitar de alguna forma la repetición de
tales hechos en el futuro. Algunos jueces, excediendo sus facultades, aconsejan
sin embargo, de manera informal a las partes para evitar nuevos incidentes.
Se trata pues de órganos judiciales populares, en los que prevalecen los principios de simplicidad, informalidad y oralidad, y en los que el juez asume una
función conciliatoria, para lograr la paz social, pudiendo emitir una sentencia
sobre la base de la convicción subjetiva. El acceso a la jurisdicción es facultativo para el actor, al cual se lo estimula a su presentación sin abogado.
Todas las anotaciones esenciales se registran en una simple ficha. En el mismo día de la presentación del actor, se fija una audiencia dentro del plazo de
treinta días y se le asigna a aquél la carga de la citación. Las audiencias se fijan
en horario vespertino para facilitar el acceso a las partes. En la audiencia se
busca arribar a una conciliación, y de fracasar ésta se propicia el arbitraje. De
no optar las partes por esta última alternativa, el juez recibe en la audiencia
toda la prueba y decide la cuestión en consecuencia.
Tawil y Ruiz Coloma encuentran en este sistema algunas fallas: no siempre
resulta posible ejecutar las sentencias dictadas, las demoras en la espera de
ser llamado para comparecer en audiencia son excesivamente prolongadas,
los horarios de funcionamiento muchas veces no son los más adecuados,
pero como contraposición encuentran que poseen un evidente efecto “solucionador” de las pequeñas injusticias. La población sabe que, por pequeño
que sea su reclamo, serán debidamente escuchados y auxiliados por los jueces y tribunales29.
No obstante la existencia de toda una corriente que propicia el sistema conciliatorio, éste se encuentra en regresión en Italia, debido a diversas causales,
entre ellas, una excesiva duración del trámite, grandes costos y la inflación.
Cappelletti agrega a aquéllas, dos elementos más que entiendo deben ser
considerados a la hora de instalar un proceso conciliatorio en nuestra provincia: 1) la pérdida de autoridad social del conciliador. 2) la reunión en una
sola persona de las funciones conciliatoria y judicial30. Esta segunda cuestión
lleva a Cappelletti y Garth a considerar propicio separar la etapa decisoria
del procedimiento de antejuicio o conciliatorio, distinguiendo al juzgador del
conciliador. Sostienen que de otro modo, el juzgador puede, por confusión
de sus funciones de sentenciante y conciliador, ser llevado a cumplir cada
una de ellas insatisfactoriamente. Como conciliador puede, de mala gana,
proponer un arreglo por la amenaza que en última instancia entraña su poder
decisorio; como sentenciador, puede dejar de lado sus tentativas conciliatorias, subvertiéndolas para aplicar la ley31.
29 Tawil, Guido S. y Ruiz Coloma, Xavier. Ob. cit., pág. 1023.
30 Citado por Hitters, Juan Carlos en “La justicia conciliatoria y los conciliadores”, cap. VIII del libro “La
justicia entre dos épocas”. págs. 159/180.
31 Cappelletti, Mauro y Garth, Bryant. Ob. cit. págs. 122/123
página 28
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Merecen mencionarse igualmente en este capítulo, los “tribunales populares” de China, Cuba y la mayoría de los países de Europa Oriental, como
también la institución Nyaya Pachayat de India. Así, los “tribunales de camaradas” búlgaros y soviéticos, y las “comisiones populares de conciliación”
polacas, funcionan en los vecindarios o en los lugares de trabajo, integrándose con personas elegidas por sus convecinos o compañeros. Son gratuitos
y tienen competencia, preponderantemente en asuntos contravencionales y
conflictos sobre la propiedad, y los que funcionan en los sitios de trabajo son
tribunales disciplinarios de empresas. Los “tribunales de camaradas” búlgaros y soviéticos pueden entender en demandas de menor cuantía siempre
que ambas partes acepten su competencia. Los tribunales soviéticos tienen
la facultad de hacer ejecutar sus decisiones y pueden imponer sanciones como las multas, mientras que las resoluciones de los tribunales polacos sólo
tienen valor persuasivo.
Cappelletti y Garth mencionan que estudios sobre las comisiones populares
de conciliación polacas han destacado la existencia de tres clases de tribunales
populares: 1) los que tienen competencia autónoma, que son integrados voluntariamente por vecinos que resuelven asuntos que otros vecinos, también
voluntariamente, les someten; 2) las “reparticiones para conservar el orden
público”, cuya función consiste en vigilar el comportamiento y lograr la convivencia pacífica entre los vecinos; 3) los “parajudiciales”, que tienen como
principal objetivo colaborar con los órganos de la justicia estatal, en especial
los tribunales ordinarios. Hacen notar también que el primero de éstos es el
que cuenta con mayor aceptación popular, pese a no contar con mayores poderes sancionatorios como la “repartición que conserva el orden público”,
o con un mayor formalismo y autoridad como los “parajudiciales”32.
Desde esta experiencia se ha concluido que las relaciones vecinales, sus
conflictos y sus formas de solución muchas veces no armonizan con un
sistema judicial rígido o con instituciones como las policiales. Igualmente en
la Nyaya Panchayat de la India se advirtió que si bien los tribunales comunitarios no podían garantizar la imparcialidad de los tribunales ordinarios, sí
otorgaban a los miembros de la comunidad mayor intimidad, informalidad
y posibilidad conciliatoria. Conectados con esta misma idea, Cappelletti
y Garth proponen la creación de “tribunales que sean física, psicológica
y económicamente accesibles a las personas, donde se sientan en un ambiente familiar, a cubierto de las argucias de sus adversarios”33. También se
ha analizado que la conciliación resulta efectiva cuando los valores de los
individuos que integran ese grupo son los mismos, es decir, cuando se trata
de un medio cultural homogéneo, mientras que no se obtienen fácilmente
resultados positivos cuando los conflictos se originan en problemas raciales,
generacionales, religiosos o ideológicos.
Acercándonos a países con características similares a las nuestras, tenemos
los modelos de Brasil y Uruguay. En el primero de los mencionados, se dis32 Cappelletti, Mauro y Garth, Bryant. Ob. cit. págs. 131/132.
33 Cappelletti, Mauro y Garth, Bryant. Ob. cit. pág. 109.
página 29
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
puso la creación y funcionamiento de Juzgados especiales de Pequeñas Causas, mediante la ley 7244, del 7/11/1984, el que ha sido suficientemente descripto y analizado por el Dr. Morello34. Se propugna en ella un proceso que
combina dos regímenes: uno de composición, sustentado en la conciliación
y el arbitraje; y otro de conocimiento y solución judicial, con la prestación
jurisdiccional específica. Se busca terminar con un tratamiento procesal
inadecuado para las causas de reducido valor económico, removiendo obstáculos tales como el alto costo de la demanda y la lentitud del proceso.
Morello destaca cuatro principios básicos en ese proceso: a) facultatividad en
su elección por parte del actor; b) búsqueda permanente de la conciliación;
c) simplicidad, celeridad y economía en los trámites; d) amplitud de los poderes del juez. En cuanto a la simplicidad, dicha ley es novedosa desde que
estipula la inexistencia de expedientes, concentrando la estructura del proceso en una ficha. Dispone también la gratuidad absoluta en el primer grado
de la jurisdicción. Los justiciables no están obligados a comparecer asistidos
por abogados, pero si la causa llegare a presentar cuestiones complejas, el
juez hará saber a las partes la conveniencia del patrocinio letrado.
Instituye la figura del conciliador, como un órgano extrajudicial, aunque
bajo la supervisión del magistrado. Tal función puede ser desarrollada por
bachilleres del derecho.
Para el caso de que la conciliación fracase, la ley prevé como segunda alternativa el arbitraje, sin ser obligatorio. Los árbitros son escogidos de entre los
abogados indicados por la Orden de Abogados de Brasil. Estos se encuentran autorizados a decidir con equidad, adoptando la decisión que reputen
más justa y ecuánime atendiendo a los fines sociales de la ley y a las exigencias del bien común.
De no optarse por el arbitraje, la tercera alternativa es la audiencia de instrucción y juzgamiento ante el Juez de las Pequeñas Causas. En ella se produce
concentradamente la contestación de demanda, se recibe la prueba y, seguidamente, se dicta sentencia.
Es en base al principio de celeridad que la ley prevé en la misma audiencia,
como único acto procesal, la conciliación, instrucción y juzgamiento, realizándose todo en un mismo día, salvo motivo relevante y excepcional.
Se limita la competencia de ese órgano a las causas de reducido valor económico, que versen sobre derechos patrimoniales que no excedan de veinte
veces el salario mínimo, y que tengan por objeto: a) la condena sobre obligaciones de dar sumas de dinero; b) la condena sobre obligaciones de dar
cosas ciertas muebles o cumplimiento de obligaciones de hacer, a cargo del
fabricante o proveedor de bienes; c) la rescisión o nulidad de contrato relativo a cosas muebles y semovientes.
34 Morello, Augusto M. “El arreglo de las disputas sin llegar a una sentencia final (El Tribunal de Pequeñas
Causas de Brasil)”. J.A. 1985-III, págs. 745/751.
página 30
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
De modo expreso, la norma prescribe que quedan marginadas de dicha
competencia las causas de naturaleza alimentaria, las relativas al estado y
capacidad de las personas, las de accidentes de trabajo, los concursos y las
causas sobre intereses fiscales del Estado.
Sosa describe este proceso, marcando cinco etapas35:
•Faz postulatoria: el proceso se inicia con una petición de citación al demandado. En dicho pedido se hace constar el nombre y datos personales
y domicilio de las partes; los hechos y fundamentos en forma suscinta; el
objeto y su valor. Se debe fijar la audiencia de conciliación dentro del plazo
de diez días. La citación al demandado se hace por correspondencia, con
aviso de retorno, y si se tratare de una persona jurídica, mediante entrega al
encargado de recepción.
•Faz conciliatoria: En la audiencia de conciliación se busca avenir a las partes. De concretarse un acuerdo, se lo plasma por escrito y se lo homologa,
mediante sentencia con eficacia de título ejecutivo.
•Alternativas: proceso arbitral o judicial. Si no prospera la conciliación, como se ha indicado antes, las partes pueden optar por la instauración de un
proceso arbitral, seleccionando en el caso el árbitro y fijando fecha de audiencia, o bien, en el mismo acto se procede a la instrucción y juzgamiento.
•Faz instructoria: en la audiencia de instrucción el juez oye a las partes, se
reciben las pruebas, siendo admisibles todos los medios probatorios moralmente legítimos, pudiendo el juez limitar las que considere superfluas, impertinentes o dilatorias. La prueba testifical se limita a tres testigos por cada
parte, los que en principio deben ser llevados por el proponente.
•Faz decisoria: La sentencia debe fundarse sobre la base de los elementos
de convicción formados en la audiencia de conciliación y prueba. Las sentencias homologatorias de conciliación o las emitidas por los árbitros son
irrecurribles, en tanto que contra las demás cabe el recurso de apelación,
realizándose la función revisora en la sede del mismo Juzgado, por tres jueces en ejercicio del primer grado de jurisdicción. El recurso debe deducirse
en el plazo de tres días, por escrito, haciendo constar las razones, y dentro de
las 48 horas siguientes a la interposición debe realizarse la fundamentación,
bajo pena de deserción.
Couture se encarga de describir el procedimiento verbal ante los jueces de
paz del Uruguay, los que no son letrados36. Deja en claro que se trata de un
juicio extraordinario, porque en él aparecen suprimidas ciertas garantías de
defensa en juicio, v.gr. las garantías del plazo de deliberación para contestar
la demanda, pues ésta debe hacerse de inmediato en la misma audiencia; la
garantía del previo conocimiento de los testigos del adversario, ya que si el
35 Sosa, Gualberto Lucas. Ob. cit. en nota 10, págs. 345/353.
36 Couture, Eduardo. “Estudios de Derecho Procesal Civil”. Pág. 483 y sig.
página 31
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
juez no dispone que se anticipen sus nombres, sólo se conocerán en la audiencia; la garantía de la citación para sentencia; la garantía de la apelación en
asuntos menores de $ 50.
Se intenta en este proceso un equilibrio, en el que no se supriman tantas garantías que desnaturalicen el sentido de todo procedimiento, pero tampoco
se hagan valer tantas que traicionen el carácter breve y expeditivo de aquél.
En principio, no hay una interposición de demanda, sino un pedido de citación. Se requiere al juez que llame al adversario a una audiencia en la que se
expondrán las razones de la citación. En dicha audiencia deben estar presentes el juez de paz, el actor y el demandado, y los testigos. En caso de existir
menores en el conflicto, debe concurrir el curador.
La asistencia letrada es facultativa. En lo que a este punto atañe, Couture
detalla que ha originado discusiones en cuanto a si las partes podían ser asistidas por personas no letradas, y que se ha admitido esta circunstancia sólo
como un acto de tolerancia.
En la primer audiencia las partes efectúan su exposición, importando que
el juez perciba claramente el fondo mismo del conflicto. Luego de ello, éste
intenta la conciliación, proponiendo a las partes soluciones amigables.
Arribados a una conciliación, el acuerdo debe formalizarse en acta. Existe
lo que se llaman “libros de conciliaciones”, o bien se plasma en un acta en
papel sellado.
De no haber conciliación, debe proseguir el juicio. Se confecciona un acta
con el resumen o referencia de las exposiciones de las partes. El acta es firmada por el juez, las partes y los testigos.
Se fija una audiencia de prueba, dentro del plazo de diez días. Este plazo,
respetando el límite impuesto, es discrecional, dependiendo de la cantidad y
medios de prueba a producirse.
Se ha discutido cuándo las partes debían ofrecer los testigos: se planteaba el
problema de que si debían hacerlo en la audiencia de demanda, el demandado quedaba indefenso en cuanto a los testigos que pudiera proponer; si en
cambio lo hicieran en la audiencia de prueba, ambas partes quedarían sujetas
a la sorpresa, sin tiempo a tachar a cualquiera de los testigos. La solución más
acertada, a los ojos de Couture, sería el anuncio de nombres y domicilios de
los testigos con una anticipación de por lo menos tres días.
En el lapso entre ambas audiencias, las partes pueden pedir al juez el libramiento de oficios o la realización de pericias, de modo tal que sus resultados
se hallen disponibles al momento de la segunda audiencia (de prueba).
Se prevé también la posibilidad de fijar una tercer audiencia para el caso
de que algún testigo no concurra, pudiendo hacérselo llevar por la fuerza
pública.
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EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
La audiencia puede funcionar en ausencia de uno de los litigantes, pero no
sin la presencia de ambos. Si no comparece el actor, producirá su prueba
el demandado. De no comparecer éste, el actor produce íntegramente su
prueba.
La ley nada contempla respecto de los alegatos, quedando a discreción del
juez; siendo que en la práctica son admitidos.
El juez se encuentra facultado para dictar sentencia en la misma audiencia
o en acto por separado. La forma estaba prevista mediante un formulario
administrativo, con esquema de sentencia, pero cayó en desuso. Los jueces
de paz no lo utilizan, ni se sienten obligados a él.
Couture habla de este proceso como una justicia mixta, de equidad y de ley,
pues si bien los jueces de paz están obligados a fallar con arreglo a derecho,
esa obligación no excluye que en ciertas circunstancias de excepción, hagan
pesar en sus fallos el convencimiento personal surgido del conocimiento
de las personas, de las circunstancias no plenamente probadas pero debidamente conocidas por el juez, de todo ese cúmulo de elementos que pueden
quitar a la justicia su notorio carácter formalista para hacer valer las razones
de equidad que puedan ellos aplicar en su condición de “hombres buenos”.
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
Luego de haber desarrollado el estudio de los diversos procedimientos existentes en nuestro país como en el extranjero para abordar el problema de los
conflictos vecinales, como de los órganos que los llevan a cabo, considero
necesario el que se practiquen modificaciones al proceso aplicable actualmente a las cuestiones vecinales en nuestra provincia, y entiendo que tal reforma
debería tener el carácter de experiencia piloto para el Gran Buenos Aires.
No obstante, resulta conveniente mantener como órgano competente en dichos asuntos a los juzgados de paz letrados. Estos han tenido históricamente
un papel trascendental en el tema, y son los más cercanos a la comunidad,
por lo que no debería innovarse en demasía al respecto. Deben pues, seguir
formando parte de su competencia los conflictos vecinales, englobando en
este concepto los asuntos mencionados en la página 4, esto es:
- Las acciones derivadas de molestias ocasionadas por el humo, calor, olores,
luminosidad, ruidos, vibraciones o daños similares por el ejercicio de actividades en inmuebles vecinos (art. 2618 C.C.), estén o no sujetas al régimen de
propiedad horizontal, y las que tengan por objeto el cese de las molestias.
- Las derivadas del régimen de propiedad horizontal.
- Las derivadas del régimen de medianería, restricciones y límites al dominio.
- Las que se susciten con motivo de las relaciones de vecindad.
página 33
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
Por su parte, teniendo en cuenta que en las ciudades cabeceras de los departamentos judiciales tales asuntos son resueltos por los juzgados de primera
instancia en lo civil, estimo prudente que en esos partidos se creen juzgados
vecinales, tal como lo contempla el art. 172 de nuestra Constitución provincial. Los mismos deberían contar con plantas funcionales iguales a las de los
juzgados de paz letrados, asumiendo la competencia en las cuestiones más
arriba detalladas. Estos nuevos juzgados también podrían entender en los
procesos de jurisdicción voluntaria, tal como lo ha propuesto en su trabajo
el Dr. Martínez, más allá de que no se traten de cuestiones vecinales, sino de
asuntos específicamente de menor cuantía; al igual que en materia contravencional, equiparándose así a la competencia de los juzgados de paz letrados ya
existentes. Asimismo, el que conozcan en las faltas contravencionales permitiría establecer que, aún en aquellos casos en que se tomara conocimiento de
un conflicto entre vecinos por la denuncia de uno de ellos, encuadrada en las
normas contravencionales del Código de Faltas, el juez de paz letrado o juez
vecinal, competente en las mismas, cuente con facultades para encauzarla
en la instancia conciliatoria, intentando obtener el cese de una conducta que
genera molestias antes que la aplicación de una sanción como puede ser la
multa. De esta manera, a diferencia del proceso contravencional en el que no
se admite la intervención de la víctima sea como querellante o como particular damnificado, el denunciante podrá participar del proceso, con miras a la
solución del problema que lo aqueja.
De todos modos, y con carácter previo a la actuación judicial, sea de los juzgados de paz letrados, sea de los nuevos juzgados vecinales, también letrados, entiendo que la reforma debería establecer una instancia conciliatoria,
presidida por una persona distinta del juzgador.
Hemos visto que mucho se ha discutido acerca de las características que debe
reunir un conciliador, y así han existido propuestas que van desde considerar
imprescindible que éste sea letrado, e inclusive que la potestad conciliatoria
recaiga únicamente en un juez, hasta otras sugerencias que propician la intervención de personas legas, estimando que se encontrarán en una posición
más cercana a los intereses y padecimientos de los justiciables. La persona
que ocupa el rol de conciliador a mi entender, no debe tratarse necesariamente de un abogado, aunque sí debe ser alguien que cuente con capacitación jurídica y social, pudiendo por tanto cumplir tal función trabajadores
sociales, sociólogos, psicólogos sociales. El conciliador debe tener, en mi
opinión, conocimiento del derecho aplicable a los conflictos que se presentan, pero sobre todo un buen manejo de técnicas que permitan un desarrollo
conveniente de las audiencias, en lo que a las relaciones interpersonales atañe
principalmente, y la capacidad suficiente para percibir el origen real de la
confrontación entre los vecinos, el que muchas veces resulta ser distinto del
conflicto abiertamente expuesto, surgido de malentendidos, deficiencias en
la comunicación o diferencias en la percepción de los hechos. El conciliador
debe además, tener en cuenta las pautas culturales y los valores del grupo
social al que pertenecen las personas que se acercan al servicio. Esto permitirá que el conciliador, a diferencia de un juez que zanja la cuestión señalanpágina 34
EL PROCESO EN LAS
CUSTIONES VECINALES
do a un vencedor y dejando subsistente una relación resquebrajada que se
tornará en obstáculo de la convivencia futura, pueda diseñar una propuesta
de solución que permita recomponer las relaciones vecinales, disolviendo el
conflicto existente entre ellos y evitando posteriores disputas.
A su vez, habría que garantizar la accesibilidad de los vecinos a esta instancia.
Para ello, los conciliadores pueden desarrollar su labor en “centros de conciliación”, emplazados en espacios físicos tales como clubes, asociaciones
de fomento, bibliotecas barriales, etc., en un horario amplio, que permita
la concurrencia de aquellos sin verse obligados a ausentarse de sus propios
trabajos. Asimismo, sería ideal que existiera un centro de conciliación en
cada localidad que integre el partido, conformándose el mapa divisorio de la
competencia territorial de estos centros en base a los nomencladores de las
comisarías o a las distribuciones de las delegaciones municipales. El objetivo
es facilitar el acceso de los miembros de la comunidad eliminando las barreras de la distancia o el horario, y otórgandoles mayor confianza, al concebir
a estos centros como una institución barrial más. No debe descuidarse aquí
el obstáculo de tipo presupuestario que pueda impedir el establecimiento de
tantos centros de conciliación, por lo que en principio, cada centro de conciliación podría abarcar varias localidades del partido, es decir que tendrían
una asignación zonal, debiendo guardar relación con la cantidad de habitantes por cada zona.
Si bien no estaríamos ante un órgano jurisdiccional, pues el conciliador carecería de “imperium” sobre las partes, y aunque su tarea se vea desprendida
de las formalidades habituales de los procesos judiciales, éste se encontrará
inserto en la estructura judicial, pudiendo su tarea ser supervisada por los
juzgados con competencia en los asuntos vecinales. Designado por el juez de
paz o el juez vecinal, cada conciliador será un auxiliar de la justicia, tendrá la
jerarquía de un perito judicial y dedicación exclusiva, y contará con la asistencia de uno o dos empleados, según las necesidades del centro de conciliación
en que se desempeñe.
La instancia de conciliación será gratuita, obligatoria, y no se admitirá la
intervención de letrados. La obligatoriedad puede ser considerada por muchos contraproducente, tal como ha ocurrido en la Capital Federal, donde
la instancia de mediación ha sido resistida por muchos abogados, que la
consideran una pérdida de tiempo y de dinero. Sin embargo, en aquel caso,
el patrocinio letrado es también obligatorio, siendo justamente los abogados, acostumbrados a pensar automáticamente en el litigio como variante
exclusiva para resolver un conflicto, los que encuentran inútil esa etapa,
mientras que en esta propuesta los profesionales letrados no intervienen en
la instancia conciliatoria, quedando las partes a solas con el conciliador, lo
que considero puede facilitar un rápido entendimiento, al encontrarse desprovistos de argucias legales. Además, a diferencia de la mediación en la cual
no hay propuestas, sino sólo aplicación de técnicas facilitadoras de la comunicación, aquí el conciliador sugiere fórmulas de composición del conflicto,
que pueden ser aceptadas o no por los vecinos participantes. Asimismo,
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considero importante, que a semejanza del sistema aplicado en Michigan,
fracasada la conciliación y conocida la solución surgida de la sentencia en
un juicio posterior, de no existir diferencias considerables entre ambas, se
sancione económicamente a aquel que se negó a transigir, se trate del actor
o del demandado.
El procedimiento se inicia con el reclamo del interesado contra un vecino. Se
fijará entonces una fecha y horario para la audiencia de conciliación, a la cual
debe citarse a aquella persona con la cual el reclamante mantiene un conflicto para que se presente, bajo apercibimiento de que su incomparecencia
permitirá la intervención directa del juez, quien podrá tener por ciertos los
hechos denunciados en el reclamo inicial. A su vez, si la ausencia es del actor,
se lo tendrá por desistido de su petición.
Contrariamente a diversos proyectos en los que se limita la legitimación activa o pasiva, según sean las personas de existencia física o ideal, o tratándose
de las últimas, distinguiéndose si lo son de derecho privado o público, entiendo que tanto unas como otras pueden ser parte en este proceso, siempre
que se encuentren inmersas en alguna cuestión vecinal. Deberá, por cierto,
quien represente a una persona jurídica, acreditar su condición de tal, y contar con facultades suficientes para transar y conciliar.
La obligatoriedad del paso por esta instancia para abrir la vía jurisdiccional
no impide que, si el conflicto requiere de la disposición de medidas cautelares en función de existir situaciones que no admitan demoras, el conciliador
que tome conocimiento del caso, y mediando la petición de parte, dé inmediata intervención al juez para su resolución. Igualmente, la parte interesada
podría presentarse primeramente ante el juez para solicitar cualquiera de las
medidas cautelares previstas en el Código Procesal Civil, y resuelta esa cuestión, se comunicará al conciliador para dar inicio a la etapa conciliatoria.
Reunidos en la audiencia, el conciliador escuchará la versión de cada una de
las partes, ilustrará a ambas acerca de la normativa aplicable al caso, indagará
a las mismas acerca de las formas de composición que crean convenientes,
y a falta de ellas, propondrá una solución para componer sus conflictos,
pudiendo establecer para ambos obligaciones de dar, de hacer o de no hacer.
Si por la naturaleza del conflicto resultara importante el reconocimiento del
lugar en que se origina el mismo, el conciliador podrá trasladarse de inmediato junto con las partes, o bien, fijar una nueva fecha y horario, la que no
podrá excederse de dos días, y realizará una proposición componedora inmediatamente después del reconocimiento. Si la propuesta formulada es aceptada, se elevará al Juzgado para su homologación; y una vez homologado, el
incumplimiento de sus cláusulas permitirá al afectado abrir la vía ejecutiva
de sentencia. El juez podrá observar el acuerdo si se viera afectado el orden
público, y mandará a que se modifique en nueva audiencia. Asimismo, podrá
efectuar recomendaciones y sugerencias a los conciliadores, con vistas a futuras intervenciones, como también evacuar consultas que éstos les planteen.
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De no conformar la propuesta a las partes, y sobre la base de las objeciones
planteadas, el conciliador podrá, si lo estima conveniente, reformular la propuesta, y de persistir el desacuerdo, se labrará un acta con un relato suscinto
de los hechos que confrontan a ambas partes, y de la propuesta rechazada,
debiéndose remitir al día siguiente al Juzgado, si el demandante lo solicitara,
para la tramitación del respectivo expediente. En el centro de conciliación
quedará registrado el procedimiento en una ficha.
Recibida el acta en el Juzgado, se llamará dentro de los diez días, a una audiencia preparatoria, en la que ambas partes volverán a fijar ante el juez sus
posiciones, opondrán excepciones si correspondieren y ofrecerán la prueba
de que intenten valerse. Abierta esta instancia, las partes podrán presentarse
acompañadas de abogado, aunque no resulta obligatorio. Empero, si una de
ellas contara con asesoramiento jurídico y la otra no, deberá indicársele a
esta última la conveniencia de ser patrocinado por abogado, y de carecer de
recursos para ello –bastará la declaración jurada para tener por acreditada tal
situación-, se le garantizará asistencia jurídica gratuita. Ya he manifestado mi
posición en cuanto a que debería funcionar en cada partido una defensoría
oficial, siendo ésta la encargada de asumir el patrocinio de quien no pueda
costear el trabajo de un letrado particular. En esta cuestión considero que no
estaríamos frente a un problema presupuestario, pues entiendo que resulta
más costoso y requiere mayores tiempos la alternativa actual de recurrir al
sorteo de un abogado de la matrícula para cumplir tal función.
El juez, en la audiencia mencionada, podrá intentar nuevamente la conciliación, y de no obtenerse, determinará la prueba a producirse, desechando la
que considere superflua o superabundante, e inclusive proponiendo aquélla
que él mismo considere necesaria para tomar una decisión, aún cuando no
hubiera sido propuesta por ninguna de las partes, señalando día y horario.
Se intenta de este modo, instaurar un juez activista37, capaz de disponer
pruebas por iniciativa propia, reservándose el poder de disposición formal,
distinto del de disposición material, reconocido a las partes. Garantizando
a éstas el derecho de defensa, que supone la oportunidad de controlar las
medidas de oficio y de impugnarlas, el juez podrá ordenar las diligencias que
considere necesarias para esclarecer la verdad de los hechos controvertidos,
y decisivas para la solución del conflicto. Resultan admisibles todos los medios de prueba. Cada parte podrá ofrecer hasta tres testigos, cargando con
su comparecencia. Sólo en aquellos casos en que la parte fundamente ante el
juez su temor de que el testigo se rehusará a presentarse, podrá citárselo bajo apercibimiento de hacerlo comparecer con el auxilio de la fuerza pública.
El juez a su vez, podrá ordenar declaraciones testimoniales de personas no
propuestas por las partes. Interrogará también libremente a partes y testigos.
Mandará a producir prueba pericial solamente en aquellos casos en que la
experiencia humana no resulte suficiente, fijando los puntos de pericia.
37 Sobre las características de un juez activista ver :
La Ley 1990 E – Secc. Doctrina. 920-941.
Berizonce, Roberto O. “El activismo de los jueces”.
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La prueba se producirá en una única audiencia, y finalizada la misma, se
dictará sentencia de inmediato, pudiendo fundadamente el juez posponer
la decisión hasta un máximo de tres días. La sentencia deberá ser motivada,
valorando el material probatorio recolectado, y sujetándose a las reglas de la
lógica y normas de experiencia.
Las costas se impondrán en el orden causado y los montos arancelarios deberán guardar relación con los valores en disputa, o fijarse un máximo legal
cuando el reclamo no sea cuantificable.
La sentencia definitiva dictada por el juez letrado en las cuestiones vecinales
sólo será recurrible al reputársela arbitraria o absurda, en cuyo caso deberá
deducirse la apelación debidamente fundada, dentro del plazo de tres días.
La admisión tendrá carácter restrictivo, y será tribunal de alzada la Cámara
de Apelación en lo Civil y Comercial.
Este ensayo en cuanto al proceso aplicable en las cuestiones vecinales puede tener modificaciones en cuanto a los plazos y otros detalles, pero lo que
principalmente quiero resaltar es la instauración de una instancia conciliatoria, conducida por alguien distinto del juez. Esta instancia no es puramente
extrajudicial, sino que si bien es previa a la intervención del juez natural, se
encuentra íntimamente vinculada, pues existe una interrelación entre conciliador y juez, debiendo acudirse a este último, siempre que se requiera en el
caso un amparo jurisdiccional.
De no obtenerse resultados positivos en la conciliación, se abre en su totalidad la vía judicial, con dos audiencias bien definidas: una preparatoria, en
la que se fijan las posiciones y se ofrece la prueba; y otra de producción de
prueba y juzgamiento. En este proceso el juez deberá siempre hacer prevalecer los principios de inmediación, celeridad, economía e informalidad.
El proceso antes descripto no sería aplicable a las cuestiones vecinales cuando se encuentren en disputa montos altos, -podría fijarse el límite en cinco
mil pesos ($ 5.000), por ejemplo-, en cuyo caso, aunque se ventilen por ante
el mismo órgano, tramitarán por juicio sumario, conforme lo prevé el Código Procesal Civil. A su vez, si el proceso que en este trabajo se propone,
con la instancia conciliatoria, diera buenos frutos, podría extenderse a otras
cuestiones de menor cuantía, aunque no se trate estrictamente de cuestiones
vecinales.
Estas reformas, y su aplicación, deberían acompañarse, primeramente, de
un programa de capacitación a los profesionales que asuman el rol de conciliadores, como requisito imprescindible para que se les pueda asignar el
cargo, como también de un espacio de reflexión de los magistrados que se
desempeñan en los juzgados de paz letrados, con vistas a lograr su adhesión al nuevo procedimiento, regido por los principios arriba enunciados
de inmediación, celeridad, informalidad, antes que su mera aplicación como
consecuencia de una transformación impuesta. En segundo lugar, estas
modificaciones deben desarrollarse conjuntamente con una clara y abierta
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información a la comunidad acerca de sus derechos, el modo de ejercerlos, y
los órganos a los cuales acudir para hacerlos valer.
Finalmente, atendiendo al carácter experimental de esta propuesta, deberán
realizarse evaluaciones periódicas a los fines de considerar los resultados que
se obtengan de su aplicación, y efectuar los ajustes necesarios para contar
con un proceso efectivo y útil a los intereses comunitarios; pues como enseña Quiroga Lavié, “sólo si los jueces y empleados del juzgado tienen conocimiento sobre los resultados en el tejido social –en las partes y su entorno- de
sus sentencias y actos procesales, sólo en ese caso podrán estar en condiciones de mejorar sus performances futuras. Sin retroinformación de su propia
actuación no habrá aprendizaje ni posibilidad de innovación”38.
38 Quiroga Lavié, Humberto. “La formación del derecho procesal organizacional”. Editado por la H. Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. Pág. 163.
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