obligación que debe asumir constructor aun cuando

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OBLIGACIÓN QUE DEBE ASUMIR CONSTRUCTOR AUN CUANDO
CONTRATO SEA CONSENSUAL. OBRA DEBE SERVIR PARA EL OBJETO QUE
SE CONTRATÓ. BUENA FE.
Rol 2073-13, de 29 de mayo de 2014, Corte Suprema.
Santiago, veintinueve de mayo de dos mil catorce.
VISTOS:
En estos autos Rol Nro. 3.778-2009, seguidos ante el Tercer Juzgado Civil de Talca, sobre juicio
ordinario de cumplimiento de contrato e indemnización de perjuicios, caratulados “Inversiones
Clarkson y Compañía Limitada con Humberto Guillermo Donoso Caamaño”, por sentencia
escrita a fojas 362, de fecha treinta y uno de enero de dos mil doce, se resolvió rechazar la
demanda de fojas 7.
La demandante interpuso recursos de casación en la forma y de apelación en contra de dicho
fallo, y una Sala de la Corte de Apelaciones de Talca, por resolución de once de enero de dos
mil trece, que se lee a fojas 413, luego de desestimar la nulidad formal impetrada, lo confirmó.
En contra de esta última resolución, la parte actora deduce recursos de casación en la forma y
en el fondo.
Luego de haberse declarado inadmisible la nulidad formal intentada, se trajeron los autos en
relación para conocer del recurso de casación en el fondo.
Y TENIENDO EN CONSIDERACIÓN:
PRIMERO: Que en el recurso de nulidad sustancial formulado, la recurrente denuncia que la
sentencia impugnada infringe, en primer lugar, los artículos 1443 y 1460 del Código Civil.
Asevera que en el caso en estudio nos encontramos frente a un contrato consensual, al tenor
de lo que prevé el primer precepto citado y, al no aplicar debidamente dicha norma se deja de
emplear también la segunda. Afirma que lo anterior ocurre desde que la sentencia confunde la
forma del contrato con la prestación contenida en el mismo. Añade que la obligación contraída
por el demandado es una obligación de hacer consistente en la ejecución de la construcción a
suma alzada y, a falta de especificación, se entiende que se habrá de cumplir la obligación de
forma que aquello que se obligó a construir lo fuera en términos tales que no sólo sirviera para
lo que es, sino además que en las fases constructivas se respetaran los principios y normas del
arte del buen construir.
Seguidamente la impugnante reclama la conculcación de los artículos 1437, 1543, 1545, 1563,
1560 y siguientes, 1996 y 2003 del Código Civil, por cuanto los sentenciadores se
conformaron con disponer que existe un contrato y que éste era consensual, sin entrar a
calificar ni a interpretar su sentido y alcance. Expone que el juez contaba con los elementos
para determinar que lo que se había pactado entre las partes era un contrato a suma alzada
conforme al cual el constructor se obligó a la entrega de un producto contra el pago de un
precio prefijado de antemano. Refiere que en el contrato consensual el intérprete debe ser
más preciso y cauteloso en la aplicación de las reglas sobre interpretación del mismo. Luego,
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señala, que en un contrato de construcción a suma alzada constituye un elemento de la
naturaleza que la obra además de entregarse terminada debe estar correctamente construida
de acuerdo a los principios constructivos generalmente aceptados, lo que constituye la lex artis
de la construcción. Agrega que lo anterior es concordante, a su vez, con las reglas de los dos
últimos artículos reseñados, no aplicados, y del artículo 1546 del aludido cuerpo legal. Lo
anterior, además, en concordancia con la recta aplicación del artículo 1560 mencionado, que
obliga al juez a establecer no sólo aquello que extrae del texto contractual sino que también lo
que es la voluntad de las partes. Añade que la aplicación de esta norma también debe
vincularse con la fuerza obligatoria de los contratos reconocida en el artículo 1545 del Código
Civil.
En el tercer acápite de su libelo la recurrente postula que se ha transgredido el artículo 1698
en relación con los artículos 1547 inciso 3°, 1996 y 2003 Nro. 3 del Código Civil y artículo 18 de
la Ley General de Urbanismo y Construcción. Expresa que la obligación del constructor era una
obligación de hacer: se obligó a construir una vivienda y un galpón de ciertas características.
Asevera que la obligación fue cumplida de manera imperfecta, es decir incumplió su obligación
porque la construcción tiene un sin número de defectos que tienen su causa en la falta de
diligencia del contratista lo que se demostró en el proceso por las diferentes probanzas
aportadas. Indica que se trata de una obligación de resultado, por ende, no admite un
cumplimiento parcial. Este incumplimiento asevera, está reconocido por el juez de primera
instancia y recogido por el de segunda, al señalar en el considerando 11º “que ambas obras
presentan deficiencias de distinta naturaleza en su estructura”.
Continúa exponiendo que es así como se vulnera por errónea aplicación la regla del artículo
1698 del Código de Bello en relación con el artículo 1527 citado, inciso tercero, en tanto que
ambas normas establecen que el acreedor sólo debe probar la existencia de la obligación y
afirmar el incumplimiento para colocar al deudor en situación de aportar la prueba de su
diligencia o la exclusión de responsabilidad por caso fortuito o fuerza mayor.
Estos mismos razonamientos son también recogidos por las normas de los artículos 1996 y
2003 número 3° del Código Civil y 18 de la Ley General de Urbanismo y Construcción, todas sin
aplicación en el caso sub lite.
Añade que al deudor entonces le correspondía la prueba del cumplimiento de su obligación y
no al revés como lo ha estimado el fallo objetado.
Manifiesta que es responsabilidad del dueño de la obra sólo pagar el precio, desde que el
constructor se obliga a entregar un producto terminado, final, llave en mano, de manera que la
ausencia de planos, proyectos, autorizaciones, especificaciones técnicas y otros es de única y
exclusiva responsabilidad del constructor que deberá conforme las reglas citadas probar los
hechos que lo liberen de responsabilidad.
En el cuarto apartado de su libelo de nulidad, quien recurre denuncia la infracción de las
normas reguladoras de la prueba, invocando los artículos 1700 y 1702 del Código Civil y 384
Nro. 2, 408 y 425 del Código de Procedimiento Civil. Asimismo, sostiene la transgresión de los
artículos 1489, 1553 Nro. 3, 1556 y 1557 del Código Civil. Expone que si bien la recta aplicación
de las reglas de distribución del peso de la prueba liberan a su parte de la actividad probatoria,
en tanto el deudor debe demostrar su diligencia, ocurre que la demandante ha ido mucho más
allá y ha producido la prueba en ese sentido tanto para acreditar la presencia de defectos así
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como para probar el perjuicio que estos efectos han erogado a su parte, todo lo cual ha sido
reconocido en la sentencia censurada, la cual ha hecho una deficiente aplicación de las leyes
reguladoras de la prueba.
Seguidamente asevera que la sentencia conculca los artículos 1700 y 1702 del Código Civil
respecto de los documentos consistentes en el informe del clima de fojas 46, informe
estructural de fojas 51 e informe técnico de visita inspectivas en terreno de fojas 77, todos
demostrativos de los defectos estructurales que enuncia.
También, afirma, se violenta la regla del artículo 384 Nro. 2 del Código de Procedimiento Civil
en tanto ha desatendido el valor de los testimonios de los seis testigos que individualiza,
quienes de manera invariable, señala, con atestados precisos y concordantes dan cuenta de los
defectos constructivos.
Por otro lado, sostiene, se ha dejado de aplicar el artículo 408 del cuerpo legal citado, en tanto
dispone que la inspección personal del tribunal hará plena prueba y esa diligencia que rola a
fojas 184, constata la existencia de defectos.
Tampoco se ha otorgado su real valor al informe pericial que al tiempo de reconocer los
defectos enunciados hace además una estimación de los daños que este incumplimiento ha
generado a la demandante. De esta forma se ha dejado de atender a la regla del artículo 425
del compendio procedimental que regla la materia, que manda la forma en que debe valorarse
este medio probatorio.
Por último, arguye que con la prueba documental, testimonial y pericial se ha demostrado de
modo indubitado la presencia de daños que han de indemnizarse, es decir, se ha determinado
tanto su existencia como su monto. Se han infringido entonces, dice, las reglas sustantivas que
la consignan, en los artículos 1489, 1553 Nro.3, 1556 y 1557, además de las normas
reguladoras aludidas;
SEGUNDO: Que en autos se ha intentado por la demandante acción de cumplimiento de
contrato e indemnización de perjuicios solicitando declarar: a) que el demandado incumplió su
obligación de construir la vivienda y el galpón objeto del contrato de construcción de obra
dentro del plazo establecido en dicho contrato y que además dicha construcción presenta
defectos de construcción; b) que tanto el atraso en el plazo como los defectos de construcción
son imputables al constructor demandado, quien obró con culpa; c) que por lo anterior se
dispone que el demandado debe cumplir con el contrato de construcción de obras celebrado
entre las partes y, en consecuencia, luego de haber ejercido el actor el derecho del artículo
1553 numeral tercero del Código Civil, debe pagar al demandante la suma de $15.000.000 por
los defectos de construcción de la vivienda y $14.000.000 por los defectos de construcción del
galpón, además de la suma de $5.301.672 por materiales comprados por el mandante; sumas
todas que deben pagarse reajustadas conforme a la variación del IPC y con más el interés
moratorio desde el instante en que nació la obligación de entregar los inmuebles conforme el
contrato de construcción de obra o, en subsidio, desde la interpelación judicial del
demandado, hasta la fecha del pago efectivo; d) que el demandado debe pagar al actor por el
daño moral derivado de la infracción del contrato la suma de $8.000.000 y; e) se condena al
demandado al pago de las costas de la causa;
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TERCERO: Que al contestar, la parte demandada pide se rechace la demanda. Reconoce que
celebró un contrato consensual con el actor por el cual se le encargó la construcción de una
obra consistente en una casa habitación y una bodega, contrato que, afirma, se cumplió
íntegra y oportunamente sin existir hasta la fecha de la presentación de la demanda reclamo
alguno. Niega que la fecha de entrega de la obra fuese aquella que señala la demandante,
añadiendo que esta última aprobó la construcción.
Finalmente, el demandado desconoce los perjuicios que aduce la actora y que existan
obligaciones pendientes entre las partes;
CUARTO: Que, los jueces del mérito, para decidir rechazar la demanda, luego de dejar fijados
como presupuestos fácticos que las partes de este juicio celebraron un contrato consensual de
construcción de obra material, consistente en una casa y un galpón, obra terminada llave en
mano y que ambas obras presentan deficiencias de distinta naturaleza en su estructura, han
argumentado que sin perjuicio de tener por acreditada la obligación genérica del demandado
en orden a confeccionar una obra material (misma que fue cumplida por el demandado), las
probanzas producidas resultan del todo insuficientes para tener por legal y válidamente
establecidas cuales eran sus obligaciones exactas, precisas y determinadas.
Razonan que al demandado se le encargó la confección de una obra material respecto de la
cual no existe proyecto ni plano alguno como, asimismo, tampoco existen especificaciones
técnicas, elemento que conforme a la ciencia o arte de la arquitectura y construcción resultan
básicos para determinar en forma precisa y exacta cuál era la obligación de hacer que derivaba
del contrato de que se trata, para el demandado. Todo lo anterior, expresan, se desprende de
los antecedentes probatorios de autos, en especial, de la prueba testimonial rendida por
ambas partes, de las cuales se infiere que incluso una de las ocupantes del inmueble de
nombre Erika Gutiérrez, a la sazón, socia de la Compañía actora, daba órdenes a los jornaleros
que se empleaban en la construcción, del todo diversas a las impartidas por el demandado en
cuanto a la confección de sectores de la obra encomendaba. En las condiciones descritas,
reflexionan, resulta particularmente difícil concluir que el demandado no ha cumplido su
obligación de hacer en forma exacta, íntegra y oportuna, toda vez que las obligaciones de
hacer específicas no existían, particularmente, en lo que dice relación con los materiales
empleados en la obra. Adicionan que, a mayor abundamiento, aquella se verificó al margen de
la legalidad, pues su construcción no contaba -por lo menos en sus inicios- con los permisos
respectivos de la Dirección de Obras Municipales de la Municipalidad de San Rafael, cuya
obtención eran de cargo de la compañía que encomendó la confección de la obra.
Agregan sobre este aspecto que el contrato entre las partes fue de naturaleza consensual, es
decir, producto del sólo acuerdo de voluntades entre ellas sobre la obligación a cumplir y el
precio a pagar; que un contrato de construcción de obra material puede perfeccionarse por
esa vía, pues la ley no ha exigido solemnidades especiales, pero ello trae como efecto que
deberán probar cuales fueron esas obligaciones, su monto, características y plazos de
cumplimiento, todo lo cual se facilitaría con la existencia de un contrato por escrito, de planos
o proyectos de arquitectura, lo que en este caso no aconteció.
Con todo, indican además los juzgadores, para el caso de que se estimare que la acción de
indemnización de perjuicios es procedente, lo cierto es que tampoco se puede acceder a ella,
por los capítulos de daño emergente y lucro cesante demandados. Sostienen que el primero
no se encuentra acreditado y, además, en cuanto a la cantidad de $5.301.672 que pretende la
actora, por el mismo capítulo, de las boletas legibles que rolan en autos, resulta que ellas
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arrojan una suma de $4.016.371 y, atendida la competencia entregada por la actora sobre el
particular, en la parte petitoria de su libelo, el tribunal carece de la facultad de fijar una suma
inferior a la impetrada por el actor, so pena de incurrir en infra petita. A su turno, resuelven
que el concepto de lucro cesante también debe ser desechado, en razón de que su cobro se
encuentra en estrecha relación con un daño emergente no concedido.
Finalmente, en cuanto al daño moral perseguido, los sentenciadores lo desestiman por no
haberse debido, exacta y específicamente justificado las obligaciones de hacer del demandado
y cuyo incumplimiento sirve de fundamento a la acción de autos, agregando que si las
obligaciones de hacer hubieren sido legal y válidamente demostradas, la procedencia del daño
en cuestión hubiere sido viable jurídicamente;
QUINTO: Que dentro de los reproches formulados por la recurrente se plantea el equivocado
entendimiento de los que constituyen los alcances de la responsabilidad y obligaciones que el
fallo le atribuye a la parte demandada, razón por la cual parece conveniente señalar, por
ahora, que en el denominado Derecho de daños, las modernas tendencias tienden a poner el
acento en su carácter protector de la víctima más que en su función sancionatoria de actos
ilícitos, concibiendo y estructurando la responsabilidad considerando más bien la persona que
sufre el daño y no aquél que lo produce.
Tocante a este asunto, el profesor Hernán Corral Talciani, en un artículo sobre la
“Responsabilidad Civil Extracontractual en la Construcción”, publicado en la Gaceta Jurídica,
1999, N° 223, pp. 31 a 42, señala que: “Por eso, de alguna manera, la frontera entre
responsabilidad civil contractual y la extracontractual tiende, si no a desaparecer (porque
siempre persisten elementos estructurales que mantienen la diferencia), a hacerse cada más
flexible e interconectada. Por otro lado, de un sistema subjetivo de responsabilidad, en que la
obligación de responder se radica en aquél que ha obrado con dolo (intencionalmente) o culpa
(negligentemente), se pretende transitar, aunque con cautelas, hacia un régimen de
responsabilidad objetiva, en el que el deber de reparar surge de factores diversos de la culpa
del agente, como el riesgo organizacional o de empresa o la utilización lucrativa de cosas o
energías peligrosas”.
Continúa señalando el autor citado que “Estas dos tendencias principales del moderno
Derecho de la responsabilidad civil se aprecian en el sector de los daños producidos por la
actividad de la construcción. Así, se articulan sistemas especiales que tienden a aplicarse con
independencia de que exista contrato entre el responsable y la víctima, y que buscan favorecer
a esta última relevándola de la obligación de identificar y probar la negligencia del individuo
concreto que con su error produjo el daño constructivo”, y añade, “Es lo que sucede con la
nueva regulación de la responsabilidad civil en la construcción que establece la reciente ley Nº
19.472, de 1996. Pero como esta ley claramente ha dejado vigente la normativa que desde el
año 1855 contiene el Código Civil, principalmente en sus arts. 2003, reglas 3ª y 4ª, 2004, 2323
y 2324 CC, parece necesario primero describir sucintamente cómo funciona este último
régimen, que será el común”;
SEXTO: Que, en efecto, la Ley General de Urbanismo y Construcciones ha introducido un
régimen de responsabilidad que expresamente deja vigente el sistema común del Código Civil,
generando una dualidad de estatutos normativos que en ciertas ocasiones y para
determinadas materias, ciertamente podría producir conflictos en la aplicación de las normas.
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Por lo anterior, conviene hacer mención a la normativa contenida en la Ley General de
Urbanismo y Construcciones, contenida en el Decreto con Fuerza de Ley N° 458 del Ministerio
de la Vivienda y Urbanismo, relativa a la planificación urbana, urbanización y construcción.
Dicha legislación general, conforme a su artículo 2°, tiene tres niveles de acción: “La Ley
General, que contiene los principios, atribuciones, potestades, facultades, responsabilidades,
derechos, sanciones y demás normas que rigen a los organismos, funcionarios, profesionales y
particulares, en las acciones de planificación urbana, urbanización y construcción.”
“La Ordenanza General, que contiene las disposiciones reglamentarias de esa Ley y que regula
el procedimiento administrativo, el proceso de planificación, urbanización y construcción, y los
estándares técnicos de diseño y construcción exigibles en los dos últimos.”
“Las normas técnicas, que contienen y definen las características técnicas de los proyectos,
materiales y sistemas de construcción y urbanización para el cumplimiento de los estándares
exigidos en la Ordenanza General”
Como se indica, la mencionada ley regula, entre otras materias, la construcción y la
responsabilidad en ella, y así el artículo 18 prevé en su inciso tercero: “Sin perjuicio de lo
establecido en el Nº 3 del artículo 2003 del Código Civil, los constructores serán responsables
por las fallas, errores o defectos en la construcción, incluyendo las obras ejecutadas por
subcontratistas y el uso de materiales o insumos defectuosos, sin perjuicio de las acciones
legales que puedan interponer a su vez en contra de los proveedores, fabricantes y
subcontratistas.”
En este mismo sentido, por la concordancia con la ley, la clarificación de conceptos a que
contribuye y el desarrollo que efectúa de los mismos, es pertinente también hacer mención a
las normas reglamentarias de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, contenida
en el Decreto Supremo N° 47 del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo de 1992, que en su
capítulo 2°, entre otras materias, se refiere a la responsabilidad, en los siguientes términos:
Artículo 1.2.6: “Los constructores serán responsables por las fallas, errores o defectos de la
construcción, incluyendo las obras ejecutadas por subcontratistas y por el uso de materiales o
insumos defectuosos, sin perjuicio de las acciones legales que puedan interponer a su vez en
contra de los proveedores, fabricantes y subcontratistas y de lo establecido en el número 3 del
artículo 2003 del Código Civil.”
Se dispone a su vez, en el Artículo 1.2.9, que “el constructor o las empresas y los profesionales
distintos del constructor contratados por el propietario serán responsables de adoptar,
durante el transcurso de la obra, medidas de gestión y control de calidad para que ella se
ejecute conforme a las normas de la Ley General de Urbanismo y Construcciones y de la
presente Ordenanza, y se ajuste a los planos y especificaciones del respectivo proyecto.
Asimismo, una vez que la obra está terminada, dichos profesionales serán responsables de
informar al Director de Obras Municipales respectivo de las medidas de gestión y control de
calidad adoptadas y certificar que éstas se han cumplido.
Las personas jurídicas que presten el servicio de gestión y control mencionado en el inciso
anterior, deberán realizarlo a través de profesionales competentes y serán solidariamente
responsables con el constructor a cargo de la obra”;
SÉPTIMO: Que del sistema de responsabilidades estatuidas en la normativa a que se ha hecho
mención, debe precisarse que el propietario será responsable por todos los daños y perjuicios
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que provengan de fallas o defectos en ella, sea durante su ejecución o después de terminada,
como, además, está obligado a incluir en la escritura pública de compraventa, una nómina que
contenga la individualización de los proyectistas y constructores a quienes pueda asistir
responsabilidad. Por su parte al proyectista le asiste la obligación de responder por las
acciones propias derivadas del correcto ejercicio profesional y en especial serán responsables
por los errores en que hayan incurrido, si de éstos se han derivado daños o perjuicios.
Finalmente el constructor, al que se alude como el “profesional competente que tiene a su
cargo la ejecución de una obra sometida a las disposiciones de la Ley General de Urbanismo y
Construcciones. Se entenderá también por "Constructor", la persona jurídica en cuyo objetivo
social esté comprendida la ejecución de obras de construcción y urbanización y que para estos
efectos actúe a través de un profesional competente”, resulta responsable en los términos a
que se refiere el Código Civil y leyes especiales, en particular los artículos 2000 inciso final y
2003 N° 3 de la mencionada codificación y “por las fallas, errores o defectos en la construcción,
incluyendo las obras ejecutadas por subcontratistas y el uso de materiales o insumos
defectuosos”.
De igual forma, el constructor responde, “sin perjuicio de las acciones legales que puedan
interponer a su vez en contra de los proveedores, fabricantes y subcontratistas”.
A su turno el artículo 1999 del Código Civil estatuye que “Habrá lugar a la reclamación de
perjuicios, según las reglas generales de los contratos, siempre que por una o por otra parte no
se haya ejecutado lo convenido, o se haya retardado su ejecución. Por consiguiente, el que
encargó la obra, aun en el caso de haberse estipulado un precio único y total por ella, podrá
hacerla cesar, reembolsando al artífice todos los costos, y dándole lo que valga el trabajo
hecho y lo que hubiere podido ganar en la obra”.
De lo dicho resulta que es evidente la intención del legislador en el sentido de perseguir el
correcto y debido resguardo de quienes puedan verse afectados por el indebido cumplimiento
de las obligaciones propias de quienes se encargan de la construcción de una obra, en
cualquier etapa y buscando cubrir todas y cada una de ellas;
OCTAVO: Que en el caso sub lite, como se adelantó, la actora dedujo demanda de
cumplimiento de contrato de construcción de obra material e indemnización de perjuicios,
para hacer efectiva la responsabilidad contractual del demandado, en lo concerniente a la
construcción de una casa y una bodega, en la forma pactada al celebrar la convención. La
existencia de esa relación contractual consensual que, válidamente liga a las partes de este
proceso, ha resultado ser un punto pacífico. Luego, se trata de un contrato que contiene una
obligación de hacer para el demandado, que consistió en la ejecución de la construcción a
suma alzada de las obras mencionadas, según dejaron fijado los juzgadores del grado al
señalar que el contrato recaía sobre una obra terminada, llave en mano.
De acuerdo a lo anterior al encargado de la confección de la obra le corresponderá hacer
entrega del producto, contra el pago de un precio previamente fijado por las partes. Esta
obligación que recae sobre el demandado es la que debe ser ponderada conforme a sus
elementos, para determinar su naturaleza y extensión, según la teoría general de las
obligaciones, puesto que en ella se funda la exigibilidad de la reparación de los daños y
perjuicios que se pretenden;
NOVENO: Que el estudio de las obligaciones tiene su origen en el Derecho Romano, en las
nociones de vinculación imperativa entre determinadas personas, en que una de ella puede
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reclamar de otra una acción en su favor, esto es, la satisfacción de determinadas prestaciones.
“Este deber hacer una prestación terminó por llamarse obligación”. “La ‘prestación’ (debitum =
‘lo debido’), que da contenido a cualquier obligación, es siempre un ‘hacer’ del sujeto pasivo o
deudor a favor del acreedor. Las relaciones obligacionales no se satisfacen, en consecuencia,
mediante actos unilaterales del sujeto activo dirigidas al aprovechamiento de una cosa, tal cual
ocurre en los derechos reales, sino mediante el concurso del deudor, a quien algo se le pude
exigir hacer.” “Este ‘hacer’ genérico a cargo del deudor aparece en el lenguaje de las leyes y de
las formas procesales y en el de los juristas bajo la triple tipología de ‘dar, hacer y prestar’
(dare, facere, prestare), en el entendido de que el ‘hacer’ (facere), a su vez, puede consistir en
un ‘no hacer’ (non facere)”. “La prestación de facere incluye todas las actividades posibles que
no resulten especificadas por el resultado adquisitivo del dominio o de derechos reales: hacer
una cosa o una obra material (opus facere)…” (Alejandro Guzmán Brito, Derecho Privado
Romano, Editorial Jurídica de Chile, Tomo I, páginas 674 a 677). La prestación así entendida
tiene importancia primordial, pues constituye el objeto de la obligación;
DÉCIMO: Que tratándose de una obligación de hacer de las particulares condiciones que
presenta la ejecución de una obra de construcción, la discusión que se ha planteado dice
relación con la forma en que ésta debió cumplirse ante la ausencia de un contrato escrito que
detallara la especificidad de su realización y los elementos que se han debido utilizar en el
desempeño. Sobre este punto no puede dejar de anotarse que era tarea del demandado
realizar el estudio del proyecto a ejecutar, objeto del contrato, y dentro de cuyo precio se
incluye todo aquello que sea necesario para la correcta terminación y funcionamiento de la
instalación, más allá de la determinación de los materiales que se haya acordado utilizar. En
efecto, aun cuando la parte que encomienda el trabajo no detalle en forma expresa la manera
como el contrato debe cumplirse, en esta especial situación debe mirarse al resultado
obtenido luego de ejecutada la obra, de suerte que aquella haya quedado en condiciones de
servir para lo que es, respetando los principios constructivos y la lex artis que regla la materia.
Esta misma línea argumentativa nos impide tener por cumplida una obligación de la naturaleza
de que hablamos cuando, una vez entregada o bien dada por terminada la obra por quien
tenía a su cargo la edificación, se constata que presenta defectos de construcción, como ha
quedado precisamente justificado en el caso que nos ocupa. Ciertamente, no puede
permitirse, so pretexto que se trata de un contrato consensual -en los términos del artículo
1443 del Código Civil- y que se carece de las especificaciones técnicas precisas y claras, que se
tenga por cumplida una prestación que adolece de deficiencias e incorrecciones que han
quedado en evidencia; según se consignó por los jueces del fondo en el motivo undécimo del
fallo de primera instancia y que resulta ser, en el presente estadio procesal, un presupuesto
fáctico inalterable;
UNDÉCIMO: Que, a partir de lo expresado cobra especial relevancia el tenor del artículo 1546
del Código Civil, también invocado por la demandante, de acuerdo al cual los contratos deben
ejecutarse de buena fe, obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino que a todas las cosas
que emanan de la naturaleza de la obligación o que por la ley o la costumbre pertenecen a
ella. Se trata, entonces, de una extensión del deber de prestación, conforme a los dictados de
la buena fe contractual, conjugando a los contratantes en una conducta de colaboración
mutua en el cumplimiento de sus obligaciones, orientados a todo aquello que deriva de la
naturaleza de la obligación que cada quien debe acatar.
Respecto a la buena fe contractual, se ha dicho que es “una actitud de cooperación que vincula
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al deudor a poner energías propias al servicio de los intereses ajenos, a la vista de un
cumplimiento que responde con todos sus bienes” (Emilio Betti, Teoría General de Las
Obligaciones, Ed. Rev. de Derecho Privado, Madrid, pág. 118). En palabras del profesor Jorge
López Santamaría, “[…] la buena fe implica, por consiguiente, la reiteración del valor
fundamental de los usos en la interpretación, salvo en la hipótesis descrita del acuerdo
evidente de las partes destinado a atribuir a la declaración una significación diversa de la usual.
Ahora, si no hubiere ni tal acuerdo de las partes, ni usos sociales específicos susceptibles de
determinar el sentido de la convención discutida, la buena fe exige, en último término, que el
juez interprete aplicando el criterio del ‘hombre correcto’, preguntándose cómo el prototipo
de hombre normal comprendería la convención” (Los Contratos, parte general, Ed. Jurídica de
Chile, pág. 377).
Siguiendo al mismo catedrático, no debe olvidarse la evidente función social y económica que
exhibe el contrato en el desenvolvimiento de la actividad de un país, permitiendo la
materialización de las relaciones económicas entre las personas y, con ellas, la circulación de la
riqueza, el intercambio de bienes y de los servicios. Mirado en ese contexto, el principio de la
buena fe impone a las partes de un contrato “el deber de lealtad y corrección frente a la otra
durante todo el íter contractual. O sea, desde las conversaciones preliminares o fase
precontractual, pasando por la celebración, hasta la ejecución del contrato y las relaciones
postcontractuales”. (op. cit., pág. 9);
DUODÉCIMO: Que, de esta manera, ha de entenderse que el citado artículo 1546 contempla
una verdadera norma de integración de los contratos, pues según ella, estos últimos dictan
más allá de su letra “todos los elementos que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella. Esta norma, no obstante
encontrarse ubicada en el Título XII del Libro IV del Código Civil, a propósito del efecto de las
obligaciones, más parece una norma de integración del contrato, básica de considerar para el
proceso interpretativo posterior” (Corte Suprema, sentencia de 11 de mayo de 1992, R.D.J., T.
89, secc. 1ª, pág. 46);
DÉCIMO TERCERO: Que, consecuencialmente, una interpretación del contrato habido entre las
partes en la situación sub judice, acorde con la buena fe a que se ha hecho alusión, nos
conduce indefectiblemente a la conclusión que su cumplimiento debe verificarse en términos
tales que los defectos de construcción, no atribuibles por supuesto a quien demanda, deben
estar ausentes. Ergo, al constatarse la existencia de tales anomalías, se tendrá por incumplida
la obligación del encargado de la obra, consistente en hacer entrega de la misma,
correspondiéndole, por consiguiente indemnizar los perjuicios que tal incumplimiento han
podido provocar;
DÉCIMO CUARTO: Que, a idéntica conclusión se arriba si se examina la el caso sub lite a la luz
del artículo 1563 del Código citado, norma que regla que “En aquellos casos en que no
apareciere voluntad contraria deberá estarse a la interpretación que mejor cuadre con la
naturaleza del contrato. Las cláusulas de uso común se presumen aunque no se expresen”. En
efecto, aparece indiscutible, atendida la naturaleza del contrato celebrado entre las partes que por cierto resulta ser una ley para ellas atento a lo que prevé el artículo 1545 del Código
Civil- que éste no puede tenerse por cumplido si se presentan falencias en la edificación
encargada, sin que fuera ni siquiera necesario que las partes expresaran una cláusula en tales
términos. Es más, difícilmente podría pensarse que la intención de las partes fue pactar lo
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contrario, de manera que también resulta atinente al efecto lo que expresa el artículo 1560 del
mencionado compendio normativo;
DÉCIMO QUINTO: Que, como corolario, debe apuntarse que frente a un incumplimiento como
el que se viene narrando, tratándose de un contrato bilateral, la parte cumplidora puede
perseguir, de acuerdo con el artículo 1489 del Código sustantivo, el cumplimiento del mismo
con indemnización de perjuicios, así como también pudo solicitar su resolución. La primera
opción fue la elegida por la actora y es precisamente la que correspondía acoger, máxime
cuando, tratándose de una obligación de hacer, constituido el deudor en mora, el acreedor se
encuentra en el derecho de solicitar, junto con la indemnización de la mora, entre otras
posibilidades, que el deudor le indemnice de los perjuicios resultantes de la infracción del
contrato.
Luego, al tenor del artículo 1556 del mencionado cuerpo legal la indemnización de perjuicios
comprende el daño emergente y lucro cesante, ya provengan de no haberse cumplido la
obligación, o de haberse cumplido imperfectamente, o de haberse retardado el cumplimiento;
DÉCIMO SEXTO: Que de la forma como se ha analizado resulta entonces que la resolución
impugnada, al confirmar aquella que rechazó la demanda efectivamente ha cometido error de
derecho, toda vez que conculca las normas denunciadas en el arbitrio en estudio,
particularmente los artículos 1437, 1489, 1545, 1546, 1556, 1560, 1563, 1996 del Código de
Bello, defecto que, por supuesto, influye sustancialmente en lo dispositivo de lo resuelto, ya
que en el presente caso cabía hacer lugar a lo menos en parte, a la demanda impetrada en
autos;
DÉCIMO SEPTIMO: Que las transgresiones de ley y errores de derecho que se han advertido
precedentemente son suficientes para acoger el recurso de nulidad sustancial formulado por la
actora por haberse configurado los presupuestos que justifican anular el fallo censurado.
De acuerdo a lo expresado resulta inoficioso entrar a analizar las demás conculcaciones
contenidas en el libelo de casación en estudio.
Por estas consideraciones y visto, además, lo dispuesto en las normas legales citadas y en los
artículos 764, 765, 767 y 805 del Código de Procedimiento Civil, se acoge el recurso de
casación en el fondo deducido por el abogado señor Mauricio Lozano Donaire, en
representación de la parte demandante, en el primer otrosí de la presentación de fojas 417, en
contra de la sentencia de once de enero de dos mil trece, escrita a fojas 413, la cual se anula
en lo pertinente al arbitrio en examen, correspondiendo emitir la de reemplazo consiguiente,
por separado y sin nueva vista.
Regístrese.
Redacción a cargo del Ministro señor Guillermo Silva G.
Nro. 2073-2013.
Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema por los Ministros Sr. Guillermo Silva G.,
Sra. Rosa María Maggi D., Sra. Rosa Egnem S., Sr. Juan Fuentes B. y Abogado Integrante Sr.
Emilio Pfeffer U.
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No firma la Ministra Sra. Maggi, no obstante haber concurrido a la vista del recurso y acuerdo
del fallo, por estar en comisión de servicios.
Autorizado por la Ministra de fe de esta Corte Suprema.
En Santiago, a veintinueve de mayo de dos mil catorce,
notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la resolución precedente.
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