La guerra para terminar la

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SERIE: Documentos Informativos
UMNG – IEGAP # 165
Bogotá, 12 de agosto de 2014
A PROPÓSITO DEL CENTENARIO DEL INICIO DE LA PRIMERA GUERRA
MUNDIAL: LA GUERRA PARA TERMINAR LA GUERRA1
(Segunda Entrega)2
Palabras clave: Primera Guerra Mundial, Diplomacia, Estrategia, Imperialismo,
Geopolítica.

Pronósticos y realismo
Con la frase que sirve de título a este ensayo sobre la Gran Guerra, denominada
posteriormente la Primera, el autor británico H. G. Wells abrevió la frase original atribuida
a su compatriota, el estadista David Lloyd George, quien en su momento expresó: “Esta
guerra, como la próxima guerra, es una guerra para terminar la guerra”. Mas no lo fue, sino
que, por el contrario, estimuló las causas del siguiente conflicto universal, una hecatombe
peor: la Segunda Guerra Mundial. En la contraparte británica y en los imperios centrales se
habló de una guerra corta, seis meses, o sea, no más allá del segundo semestre de 1914; los
ingleses, por ejemplo, aspiraron a encontrarse de regreso a sus hogares para la Navidad de
ese año. Tampoco ocurrió así: se prolongó por cuatro años durante los cuales se sacrificó en
las trincheras y las alambradas la mayor parte de una generación; baste anotar que de los
1
Este documento forma parte de la serie “Informativos” relacionada con el Centenario de la Primera Guerra
Mundial autoría del BG. Gustavo Rosales Ariza, Director del Instituto del Instituto de Estudios Geoestratégicos
y Asuntos Políticos de la Universidad Militar Nueva Granada. Las opiniones expresadas en este documento
son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente, los puntos de vista de la Universidad
Militar Nueva Granada.
2
La primera entrega titulada “A PROPÓSITO DEL CENTENARIO DEL INICIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL:
KÁISER GUILLERMO II” se encuentra en el Informativo No. 164.
42.243.211 movilizados por los aliados, 18.505.021 resultaron muertos o heridos, es decir, el
44 % de los movilizados. Si se suman las bajas de todos los contendientes, estas se aproximan
a los nueve millones. Se afirma que de los 68.8 millones de soldados movilizados en todo el
mundo, murió uno de cada ocho, con un promedio de 6.000 combatientes cada día.
Gráfico 10. Primera Guerra Mundial
Fuente: http://es.paperblog.com/la-primera-guerra-mundial-1914-1918-796376/

Geopolítica; imperialismo y nacionalismo
Como lo afirma Fuller3, “los orígenes inmediatos [de la Gran Guerra] han de ser buscados en
los resultados de la conflagración precedente”. En este caso, en los de la guerra francoprusiana, 1870-1871, que culminó con la derrota de Francia, el fin del segundo Imperio y el
surgimiento de una Alemania unificada convertida en la primera potencia continental
europea. El vertiginoso ascenso de Alemania incidió sobre los objetivos de su política
internacional, los cuales, a su turno, influyeron notoriamente sobre la definición de los
3
General J. F. C. Fuller, en Batallas decisivas del mundo occidental. Luis D Caralt Editores. Barcelona. 1.a
edición. Vol. 3., p. 201.
intereses geopolíticos particulares de la mayoría de los Estados del viejo continente. Y ello, a
la postre, se constituyó en el factor determinante que dio origen a la Primera Guerra Mundial.
Desde finales del S. XIX, y simultáneamente con los efectos de la Revolución Industrial y los
procesos de unificación territorial ocurridos en Alemania e Italia, Europa presentaba
manifestaciones de una enorme prosperidad económica, muy visible en el desarrollo
industrial de la Alemania imperial. Tal pujanza, que no corría pareja con la organización
política del mundo y la evolución de la economía hacia un carácter más internacional,
incentivaron el desarrollo de dos tendencias generadoras de los objetivos geopolíticos de las
principales potencias europeas, a las cuales había que agregar las correspondientes a los
Estados Unidos y el Japón; tales expresiones fueron el imperialismo y el nacionalismo.
El renacer del colonialismo europeo, que permitió al Imperio británico poseer casi una
tercera parte de las tierras del globo terráqueo y del dominio del mar, presentaba ante las
potencias motivadas por el espíritu nacionalista un rival para sus aspiraciones
expansionistas. De ahí entonces que el continente africano y el Asia insular y continental se
convirtieran desde mediados del siglo anterior en el botín por conquistar de los países
europeos. Ello solo era posible con una “política de poder” respaldada por una capacidad
militar y dentro del marco de la llamada Paz Armada.
Ocho décadas después de ocurrido el hecho que nos ocupa, analistas de la Universidad de
Oxford4, al referirse al tema, emplearon por primera vez la expresión “globalización militar”,
anotando que “con la consolidación del poder global en Europa, las civilizaciones, los
imperios y las naciones de todo el planeta empezaron a estar cada vez más correlacionadas
en términos de seguridad y supervivencia”, y agregando lo siguiente:
Aun cuando las grandes potencias tenían la capacidad de ejercer un mayor control
sobre su ambiente estratégico que los Estados subordinados, cada región estaba
interconectada a un sistema global de relaciones militares y de seguridad, que al
carecer de mecanismos efectivos para la resolución de conflictos, estaba sujeto a crisis
internas e incontrolables, con consecuencias potencialmente catastróficas.
4
Held, McGrew; Golblatt y Perraton, en Transformaciones globales. Política, economía y cultura; Oxford
University Press, México, 2001, pp. 84-85.
Los criterios anteriores los soportaron en tres consideraciones: el valor geoestratégico de los
dominios coloniales en África y el Oriente; el abastecimiento global de materias primas para
la industria militar, y la incapacidad de un Estado de lograr por sí mismo todos los recursos
necesarios para una victoria final. En el subfondo del escenario se hallaba el fortalecimiento
de la supremacía económica, y todo el conjunto de aspiraciones se encontraba soportado en
un entramado de alianzas que estaba destinado a la conformación del espectro de la guerra.

Objetivos nacionales; diplomacia, estrategia y guerra
En la Europa de la preguerra, los intereses geopolíticos de los Estados se habían
transformado en objetivos nacionales; estos, a su turno, condujeron a considerar las hipótesis
de conflicto o de amenaza, según el caso, que dieron lugar, en consecuencia, a la formulación
de sus respectivos planes de guerra.
El origen de esta sucesión de hechos prebélicos se remonta a 1879, cuando se concluyó entre
Alemania y Austria un tratado defensivo conocido inicialmente como la Doble Alianza, que
luego de la adhesión de Italia, distanciada de Francia por la injerencia de esta en su zona de
influencia en el norte de África, se transformó en la Triple Alianza, de la que desertó
posteriormente, convirtiéndose la alianza original, desde ese entonces, en la de los imperios
centrales. Pero, una vez superadas las diferencias franco-británicas por la existencia de
intereses contrapuestos, también en el África del Mediterráneo, estos dos Estados
resolvieron conformar su propia alianza, conocida en sus inicios como la Entente Cordiale
(1904), a la que se sumó posteriormente Rusia (1907), a partir de lo cual se transformó en la
Triple Entente. Dado que los intereses geopolíticos de Austria-Hungría se localizaban en los
Balcanes, en donde Serbia se constituía en un obstáculo, entró en escena uno de los objetivos
de la política internacional rusa: el paneslavismo, o sea, la protección de los pueblos con los
cuales esta potencia compartía vínculos étnicos. Serbia lo era, y lo es su hermano de raza. El
ultimátum austro-húngaro a ese país, fundamentado en la supuesta protección de Serbia a
los asesinos del heredero Habsburgo (28 de junio de 1914), devino en la movilización del
ejército ruso y la puesta en marcha del sistema de alianzas opuestos, y, con ello, en una
sucesión, en menos de un mes, de movilizaciones y declaraciones de guerra5 de magnitudes
5
28 de julio: Austria a Serbia; 1.° de agosto: Alemania a Rusia; 3 de agosto: Alemania a Francia y Bélgica; 4 de
agosto: Gran Bretaña a Alemania; 5 de agosto: Austria a Rusia, y Montenegro a Austria; 6 de agosto: Serbia a
desconocidas hasta entonces. Evocando aquel mes de julio de 1914 en que se precipitó la
tragedia, Winston Churchill, testigo de los acontecimientos, anotó: “El silencio en el mar
venía acompañado de incertidumbre en tierra. Había una pausa sofocante antes de que se
descargara aquella tormenta”6. Los diplomáticos, entonces, cedieron la palabra a los
militares.
Dos planes de guerra, los correspondientes a Alemania y Francia, han sido objeto de análisis
por parte de los estudiosos de la ciencia y el arte militares. El primero de ellos, conocido como
el plan Schlieffen7, que lleva el nombre de su autor; en el caso francés, se atribuye al general
Joffre8 el plan XVII. El primero de estos, concebido en 1899, preveía el empleo de una potente
masa de fuerzas que, partiendo de una rápida movilización y concentración, posibilitara el
despliegue estratégico del poder militar alemán para desarrollar una maniobra envolvente
que permitiera cercar el ejército francés al sur de París, facilitando su derrota y la ocupación
de la capital. La maniobra estaba soportada en el esfuerzo principal a cargo del ala derecha
del ejército alemán, en tanto que en el frente oriental al adversario ruso se opondrían
unidades menores, dejando la tarea principal para confrontarlos a las fuerzas austrohúngaras. Helmuth von Moltke, sucesor de Schlieffen, resolvió fortalecer el frente oriental,
retirando del occidental un 20 % de los soldados previstos inicialmente, con lo cual alteró la
concepción inicial debilitando la composición de la fuerza principal. El proyecto francés, o
plan XVII, contemplaba una acción ofensiva basada en la masa y la velocidad dirigida hacia
el norte con la intención de recuperar los territorios perdidos de Alsacia y Lorena, amenazar
los flancos alemanes al sur y frenar la maniobra alemana, que no suponía, como sucedió, que
esta se desarrollaría especialmente mediante la violación de la soberanía de Bélgica; ocurrida
esta, la Gran Bretaña, como garante de la soberanía belga, declaró la guerra a Alemania (4 de
agosto) y envió al territorio francés un cuerpo expedicionario (British Expeditionary Force).
Alemania, y Francia a Austria-Hungría; 13 de agosto: Gran Bretaña a Austria-Hungría; 23 de agosto: Japón a
Alemania; 25 de agosto: Austria-Hungría a Japón.
6
Winston Churchill, en La crisis mundial 1911-1918, cap. “La invasión a Francia”. Reproducido en Lecturas
Dominicales, p. 10. Bogotá, marzo de 2014.
7
Conde Alfred von Schlieffen (1833-1913), jefe del Estado Mayor alemán entre 1891 y 1906.
8
General Joseph Joffre (1852-1931), comandante en jefe del ejército francés desde 1911 hasta 1916.
Fuller9 calificó el proyecto alemán, evocando a los antiguos espartanos, como el de “una
muralla de hombres avanzando” que fijaría al enemigo para luego envolverlo, mientras que
respecto al francés, más al estilo de la antigua Roma, sostenía que “un ataque de flanco puede
ser impedido mientras que ello no es factible en el ataque frontal”.
Para los estudiosos de la estrategia militar resulta del mayor interés profundizar sobre las
etapas del planeamiento, en particular aquellas que motivan enseñanzas; vale decir, las que
ameritan ser ubicadas en los planos de la ciencia y el arte militares. En mi opinión, dentro del
primer concepto, la ciencia, se hallan la movilización y la concentración; en el segundo, el
arte, se encuentran el despliegue y la maniobra estratégica.
En el caso de las movilizaciones, con solo citar la de Alemania bastaría para inquietar el
espíritu de la investigación: El primero de junio de 1914, en tiempo de paz, Alemania contaba
con 880.000 soldados; después de la movilización, mes y medio después, estos ascendieron a
3.750.000 componentes, divididos en 25 cuerpos de ejército activos y 14 en la reserva, y otros
2 en el ejército del interior, que conformaban 51 divisiones activas y 31 de reserva, más 11
divisiones de caballería (4 por cuerpo). La primera conclusión que surge es la necesidad de
contar con un Estado Mayor General lo suficientemente idóneo para planificar de manera
casi perfecta, cuadriplicar el número de soldados, dotarlos, asignarlos conforme a su
especialidad y utilizar las vías de comunicación, especialmente las férreas, de modo tan
sincronizado que se lograra ubicar en las zonas de concentración 7 ejércitos de campaña en
el frente occidental. Un reconocimiento similar le cabe también al Estado Mayor francés, que
en el mismo periodo pasó de 880.000 hombres a 3.580.000.
El General J. E. Valluy10, en su excelente obra sobre la Primera Guerra Mundial, y respecto a
las movilizaciones, anotó:
la movilización representaba pues, una operación de una envergadura y de una
complejidad hasta entonces desconocida […]. Para que semejante operación pudiera
efectuarse sin tropiezos según el mecanismo de relojería y el ritmo previsto por los
9
Op. cit., p. 219.
General J. E. Valluy, con la colaboración de Pierre Dufourcq, en La Primera Guerra Mundial; versión en
español, Carroggio, Barcelona, 1982, vol. 2, p. 72.
10
Estados Mayores era necesario también que no retrasara su puesta en marcha para
que en ningún caso pudiera ser turbada por el adversario.
Para formarse una idea de la complejidad de esta fase de las operaciones estratégicas, basta
anotar que la puesta en marcha de la máquina de guerra requirió, para los franceses, entre el
primero y el 15 de agosto, disponer de 10.000 trenes para la movilización y de 5.000 para la
concentración. En cuanto a esta última, desde el lado alemán sirva como ejemplo la
correspondiente al primer ejército de campaña (Von Kluck) al norte: 320.000 soldados; la
imaginación se agudiza si tenemos en cuenta que se trató de la concentración para el
despliegue de siete ejércitos de campaña ubicados desde la frontera con Bélgica hasta la
correspondiente con Suiza.
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