Siempre he tenido un problema con el término “Gamer”. Más que nada porque es un término único y extraño desde el principio. ¿Cómo llamas a las personas que ven películas, escuchan música o leen libros? No existen etiquetas para estos casos, a menos que se trate de un gusto que define su forma de comportarse y su disfrute del mismo como aficionado, gente que básicamente se inyecta su medio a la vena: Cinéfilo, melómano o audiófilo, ratón de biblioteca o bibliófilo, etc. En cambio, a cualquiera persona que juega videojuegos con relativa frecuencia, o reconoce hacerlo, son etiquetados socialmente bajo la palabra “Gamer”. No existe un término similar a este en cualquier otro medio masivo. Principalmente esto se debe a que los videojuegos no son socialmente aceptados por todos. A toda la gente le gusta la música. Toda la gente disfruta ver una película, o una serie, o leer un libro. Hay gente a la cual no le gustan los videojuegos, o directamente no los juegan. Pero el término no nace para distinguir a la gente que juega juegos de aquellos que no. ¿Por qué se aplica esta etiqueta a cualquier persona que juega videojuegos, independiente de otros gustos o aficiones? De esta forma, el término es vago y con poco significado, a menos que se utilice como generalización del estereotipo que rodea a la cultura “videojueguil”. Y aquí es donde la cosa empieza a ponerse fea. El estereotipo social del gamer es el del hombre adulto que come nachos, bebe bebidas energéticas y se pasa el día frente al PC o la consola, encerrado en un sótano o en su habitación, viviendo con sus padres hasta los 40 años. O el jugador de FPS, hardcore hasta la médula, insultando a las madres de los demás cada vez que alguien lo vence. O el chico de 810 años que frota la entrepierna de su avatar virtual en tu cara cada vez que te mata. O el tipo que te escupe en la cara por siquiera pensar que la Wii es una consola seria. Todas esas son las imágenes que se quedan junto al término a la hora de discutirlo en sociedad. Y tenemos que asumir que las razones existen para que esto pase. Estos estereotipos existen con mayor frecuencia de la que nos gustaría y está en nuestras manos cambiar eso. Dejar de utilizar el medio para esconder nuestras inseguridades o para escapar del mundo real. Ahí es donde hay que crecer un poco, aceptar estos errores y reconocer que son factores que evitan que los juegos y los videojuegos puedan ser tomados en serio. Los juegos deben ser un instrumento de gozo y alegría, algo excitante, encantador. Los juegos nos muestran lo que podemos ser, inconscientemente nos enseñan día a día que podemos lograr lo que nos proponemos, alcanzar nuestras metas. Pero esta visión de la cultura gamer no es completamente nuestra culpa. Gran parte de este problema nace de una sociedad conservadora que reniega de estas culturas, quizás más insegura que aquellos grupos que intenta estigmatizar. Los juegos han sido demonizados y atacados por estos grupos ya que se tratan del objetivo fácil. Pasó con el cine, la televisión, la música, los cómics y ahora nos pasa a nosotros. La gente que no entiende el medio, y que no se toma el tiempo para informarse del mismo, ha perpetuado un estereotipo global que simplemente no es verdad, y probablemente nunca lo fue. Ahora, el mayor problema nace cuando son los mismos gamers los que perpetúan este estigma social, mostrándose en gran medida como seres inmaduros que solo se relacionan con otros gamers. Eso solo reafirma al jugador como un ser que tiende al aislamiento y la no aceptación de otras personas en su estilo de vida. Los gamers disfrutamos de nuestra propia cultura. Nuestros propios chistes, nuestros propios héroes, nuestra propia forma de comunicarnos, nuestra propia música. Esto es algo hermoso para nosotros, pero es algo que nos separa del resto del mundo y que, realmente, no parece que el cambiarlo sea algo importante o prioritario. Todos somos felices jugando en nuestras propias cajas de cartón. Pero es algo que necesita cambiar. Jugar juegos es una actividad normal, y se debe eliminar todo tipo de vergüenza que venga con ella. Y el actual ambiente de la industria nos está ayudando. Vivimos un tiempo sorprendentemente propicio para esto, ya que, con la explosión de los videojuegos sociales y la capacidad de cualquier persona de convertirse en un gamer, la masificación de la venta de juegos mediante diferentes plataformas (Steam, Origin, On-Live) o la aceptación social de ciertas conductas (En nuestro país, se están empezando a hacer eventos de lanzamientos del último juego de turno, algo que no pasaba hasta hace cinco años) es algo que se está generando en este momento, y que hay que aprovechar. Pero la aceptación social del jugar no pasará por sí misma. No estoy diciendo que hay que cambiar nuestro modo de vida, o renegar nuestra propia naturaleza ludológica. Pero tenemos que ser capaces de hablar de otras cosas que no solo sean juegos con la gente que no los entiende. Pero aquí viene otro problema: los “pro-gamers”. Aquellos que toman el término para sí mismos, escupiéndote su amor por los juegos directamente en tu cara. Y eso no ayuda en nada. De la misma forma que la gente que va al teatro o a la ópera se siente orgullosa de su conocimiento y como este enriquece sus vidas, los gamers deberíamos ser capaces de hacer lo mismo, sin tener que levantar banderas de lucha por nuestros gustos. Amar los juegos no es una razón para mirar en menos al resto del mundo solo porque ellos nos han mirado en menos a nosotros, y no debemos atacar a los jugadores casuales por no disfrutar los juegos de la misma forma que nosotros. Solo seamos nosotros. No tenemos nada que probarle a nadie. Nosotros, como comunidad, podemos ser más y mejores, y eso es lo único que debería importarnos. Y eso debería saberlo el gamer que insulta a nuestra madre porque nos gustan más las consolas portátiles que las de sobremesa. Pero por sobre todas las cosas, tenemos que exigir mejores juegos. Llegamos al punto de tener una enorme librería de juegos de las cuales la mayoría de la gente puede utilizar para declarar que los juegos no tienen valor, o son violencia sin sentido. Y como comunidad podemos hacer cosas al respecto. No compres juegos malos. De la misma forma que un verdadero amigo no deja conducir a un amigo ebrio, un gran amigo no permite que otro compre un juego horrible. La industria jamás hará un El Padrino o un Blade Runner (O alguna Pulp Fiction o Inception si quieren algo más nuevo) si entienden que pueden vendernos Farmvilles o Call of Duty o FIFA una y otra vez y no pidamos algo mejor. Seremos conocidos bajo el término Gamer mientras el acto de jugar sea considerado algo anormal. El estigma del gamer se mantendrá mientras sea considerado algo anormal. Esto evitará que los juegos y sus jugadores sean tomados en serio. Debemos sentirnos orgullosos, como pioneros de esta nueva cultura. Y como predicadores de la cultura que somos todos los que formamos parte de la misma, debemos tratarla con el respeto y la dignidad que se merece.