Mediocridad, ¿ladrón de personalidad? Día a día se puede observar una diversidad de infomerciales asegurando que sus productos pueden simplificarte la vida. Pero ¿hasta que punto se puede simplificar la vida sin que nuestras acciones (o lo poco que sea de ellas) se vuelvan mediocres? Ciertamente buscar el camino mas sencillo no es incorrecto o mediocre, es práctico y hasta cierto punto más inteligente; en cambio, evitarlo si lo es. Puedo encontrar en mi contexto de estudiante un ejemplo de esto, donde resolver un problema matemático en un examen utilizando el método mas corto es válido y, sobre todo, efectivo. En cambio, evitarlo, afectaría gravemente mi puntuación final. No cabe duda que cada decisión tiene sus consecuencias y cuando se decide actuar mediocremente, se piensa que las consecuencias van a ser externas, terrenales, materiales… todo menos internas. Y es que el mediocre no ve mas allá de su exterior, no percibe que su decisión de actuar mediocremente le este afectando su integridad y su personalidad, que como huellas dactilares, son únicas. Sin embargo la mediocridad es capaz de inhibir este principio por momentos. Claro ejemplo esto, es la definición de José Ingenieros en su libro “el hombre mediocre”, en la que expone que la mediocridad es la ausencia de personalidad, es decir, que no existe una diferencia entre nosotros y los demás. Al fin y al cabo, nada en esta vida es para siempre y, afortunadamente, la mediocridad tampoco. Así como no se puede ser feliz o estar de mal humor todo el tiempo; no se puede ser mediocre siempre, solo por momentos. Sin embargo, en esos momentos (por más cortos que sean), estamos siendo infieles a nuestra propia autenticidad. El mediocre es voluble; no tiene voz; no tiene ideas, las copia; carece de valor y por eso siempre se refugia en su zona de confort (personas que solo les interesa el tópico en el que destaquen o que tenga relación con ellos mismos ejemplifican esto); se deja llevar fácilmente por el pensamiento de la masa; se refugia en la superficialidad. Todos estos modos o comportamientos son adoptivos y propios de la mediocridad como tal, no de nuestra personalidad y, al mismo tiempo, son razones por las cuales el mediocre es tan peligroso para la sociedad y para el mismo, porque, como dijo José Ingenieros, “es mas contagiosa la mediocridad que el talento”. Hoy, vivimos en un mundo que quiere transmitir la mediocridad por los medios de comunicación, en los cuales se expone lo que Enrique Rojas llamaría “la sociedad divertida”, que no es mas que buscar una felicidad banal y dejar a un lado las responsabilidades (otras características del mediocre). Esto nos lleva a una pregunta ¿Por qué querría la sociedad transmitir mediocridad? Quizá porque al ser mediocre y (por momentos) perder la personalidad, nos volvamos parte de la masa, que actúa inconsciente e impulsivamente y, como explica Le Bonn en su descripción del alma colectiva, seamos susceptibles a la sugestión. Dicho en otras palabras, el mundo quiere personas ignorantes, de fácil influencia, que sean sencillas de manipular. Y es que tan difícil es sacar al mediocre de su mediocridad, como encontrar una aguja en un pajar. Porque el mismo mediocre ignora su mediocridad (que desde luego es un problema), en cambio, ve una herramienta para evadir todo en lo que ve dificultad, como si de los mecanismos de defensa que planteo Freud se tratase. El mediocre no practica el esfuerzo, ni la autocrítica por eso conoce tanto el mundo exterior y no explora en lo más mínimo su interior. El mediocre no se conoce y más triste aun, es que no trata nunca de hacerlo. Probablemente la raíz de la mediocridad venga del miedo a uno mismo, a nuestra propia personalidad; de tener miedo a tus reacciones, acciones y decisiones ante las dificultades, e incluso, ante la vida misma. Un ejemplo de esto es la constante evasión de los estudiantes al pensamiento filosófico por miedo a que este les guste; porque se identifican con algunas ideas de algunos filósofos, pero temen a lo que puedan pensar los demás estudiantes sobre ellos y, por lo tanto, tienen miedo de ser ellos mismos. En ese preciso momento, actúa la mediocridad para evadir todo aquello e ignorar (incluso negar) sus gustos, sus pensamientos, sus comportamiento, su personalidad. Por esos comportamientos que uno adopta de la mediocridad y no son propios de tu personalidad, afirmo que la mediocridad despersonaliza temporalmente al ser y lo vuelve otro más, sin diferencia del resto. El mediocre vive del momento, porque su futuro, y lo que pueda hacer con el le preocupa tanto, que lo ignora. Le causa pavor no conocerse a sí mismo y por lo tanto no saber que será de él con el paso del tiempo; en cambio prefiere refugiarse en lo que sabe, en lo que conoce, en lo que esta viviendo. El mediocre vive en su zona de confort, no explora. Por eso es que el mediocre es ignorante, porque no importa la cantidad de conocimiento que tenga si la calidad del mismo es mala. El mediocre sabe todo y no sabe nada - como diría mi amigo José de León -. Y es que el mediocre mide su conocimiento por cantidad y no por calidad; no busca profundizar, le basta con lo que le dan. No comprueba la validez del conocimiento que se le da. Entonces ¿Puede ser la mediocridad otro tipo de caverna (como expuso Platón)? Yo creo que si. Pero una caverna interna, una caverna que no evita conocer la realidad, sino a ti mismo, a tu personalidad. Tal vez sea hora de preguntarnos si hemos sido mediocres o más bien, cuándo actuamos mediocremente. Es bueno –como dice mi profesor Mauricio- prestarle atención a tus reacciones, porque solo de ese modo se puede evitar la mediocridad, conociéndola. Creo que por eso hay tantos fallos en la sociedad. Nos dan a conocer la excelencia (contraria a la mediocridad) y no nos dan a conocer la mediocridad como tal. Y es que para conocer algo hay que vivirlo, pero también reflexionarlo. Quizá un mundo que conozca mas sobre la mediocridad que sobre la excelencia, sea un mundo mejor. Puede que muchos no escuchen e ignoren, pero también es cierto que todos estarán advertidos y muchos se salvarán. A veces es mejor conocer el problema para no caer en el. Como expuse antes, la dificultad de erradicar la mediocridad es enorme, pero entre mas difícil es el reto, mas grande es la recompensa. En fin, como muchos filósofos y médicos, no espero encontrar la cura, en cambio, espero encontrar el problema para que cada quien encuentre su propia solución. Diría Sartre “un hombre no es otra cosa que lo que hace de si mismo”. Espero entonces, algún día ser una sociedad de hombres únicos, valientes, correctos; hombres que busquen la excelencia. Luis Fernando Duarte Zepeda