AL OTRO LADO DE LA VIA DEL TREN

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AL OTRO LADO DE LA VIA DEL TREN
El despertador suena, ya es la hora, una noche más de sueños inalcanzables
otros seguramente que por llegar. Ducha, café y hacia el tren, es un paseo por
la avenida del lago, mamá Pato espera el mendrugo de pan de la noche
anterior que ha sobrado y no compartirá con sus pequeños polluelos,
intentamos alcanzar a los pequeños para que picoteen, pero siempre tenemos
prisa, el tren no espera.
Nos sentamos junto a la ventana, el lado que da al mar, es temprano
el tren solo lleva dos paradas y no hay casi pasajeros es silencioso hasta que
va recorriendo su trayecto y recoge a los siguientes pasajeros.
Con el tiempo te das cuenta que siempre somos los mismos, la joven separada
con su hijo que va a la escuela al lado dónde su madre ejerce de peluquera, la
señora que cuida a su madre por las mañanas mientras su hermano soltero va
a trabajar, el estudiante de arquitectura que siempre está buscando la mejor
trazada para su dibujo, el chico que escucha música y nos deja oír a pesar de
que molesta, la señora inglesa con pinta de profesora y sus barritas de
chocolate y nueces… y hace unos días siempre con el mismo traje y diferentes
camisas y corbatas, el señor del maletín oscuro y zapatos brillantes que parece
tener el coche en el taller y no le han concedido uno de cortesía, pocas cosas
quedan de cortesía, esto también se lo ha llevado los tiempos revueltos, estos
que llamamos crisis, el hombre que chatea con su novia desde mexico y se
acuesta muy tarde y se duerme en el tren… Muchas vidas dentro del tren,
siempre en el mismo horario y al mismo destino.
Los observo cada mañana como un buenos días, recién levantados, aseados,
maquilladas, camisas planchadas, zapatos lustrados, bolso a juego, con ganas,
echándoles ganas a todo y a todo.
Giro la cabeza y ahí está, el mar tan placido, tan silencioso, tan azul, miro el
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horizonte y el sol se refleja en él como si se tratase de un espejo grande e
inmenso, que maravilla, un espectáculo para la vista solo para ella, no puedes
tocar el mar, no puedes oír las olas contra las rocas, no puedes oler el mar, el
tren es un teatro dónde te sientas y observas y ves lo que quieres ver y no.
Me desconecto totalmente en mis pensamientos, sueño despierta en lo que
realmente me gustaría estar haciendo, me imagino en un velero alzando las
velas, navegando hacia ningún lugar, tirándome al mar , bañándome,
observando la puesta de sol, una copa de vino, mi buena compañía, mi libro.
Siempre quise vivir junto al mar, disfruto tanto con este momento que me
brinda el viaje en el tren que lo disfruto como si lo viviera de verdad, soñar
despierto es tan fácil pero tan irreal, mi cabecita necesita de estos momentos.
Ya estamos llegando, mis sueños se convierten en la realidad de mi agenda y
el duro día que me espera día tras día, aun echándole ganas todo resulta tan
duro, pero sigamos siendo positivos.
Van pasando las horas, estoy realmente cansada, el gimnasio me ha terminado
de agotar del todo, la última vez que me he mirado al espejo esta tarde me he
notado las ojeras de final de semana, el maquillaje se me ha caído, el vestido
esta arrugado y los tacones me están jugando una mala pasada, lo mejor será
que me valla para casa ya mismo.
Hemos llegado al andén, antes me he parado en el kiosco hoy ha salido mi
revista mensual, me acompaña durante varios días en mi trayecto en tren, dejo
a un lado mi libro mi otro compañero, hasta que devoro las páginas de la
revista tamaño poket es fantástico ocupa un cuarto de mi maxibolso.
Observo a mi alrededor y más o menos estamos todos, siempre alguien falla,
levanto la mirada para saludar a las caras conocidas, un hi! es suficiente así
estamos a estas horas de la tarde.
Meto la mano en mi maxibolso y me preparo mi revista, ya voy echándole un
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vistazo, me encanta siempre encuentro algo que me gusta en ella, todo es
happy.
Ha llegado el tren, puntual y mayor así es el tren de la tarde siempre es el
mismo con ganas de jubilarse pero no le dejan, lo limpian, engrasan y que se
yo que más cosas, pero es en balde, porque no luce, pero aguanta.
Las puertas se cierran a mis espaldas es mayor pero sigue siendo rápido, miro
para encontrar un asiento libre, al lado del mar me gustaría, pero a estas horas
de la tarde es difícil, todos queremos soñar despiertos y junto al mar.
Me siento al otro lado del tren, me acomodo y observo. Ahora se trata de un
buenas tardes, estamos cansados, un día duro, a veces no, no estamos recién
lavados, ni peinados, ni maquillados, ni planchados, y los zapatos no lustran
igual, los ojos parpadean y en nuestros rostros reflejamos el día que hemos
vivido, a veces hay rostros alegres, felices, despreocupados, si observas te
contagias y la comisura de tu boca se abre y sonríes y entonces te acuerdas de
esos momentos en que algo o alguien te hizo reír, o recuerdas algo muy bonito
con sentimiento que ha hecho que por un instante la magia de la felicidad se
reflejara en tu rostro, y sigues sonriendo porque te vas para casa, te vas a tu
remanso de paz y tranquilidad.
Se me ha caído la revista de las manos, otra vez soñando………………………
Hemos pasado una parada y no me he dado ni cuenta, ya somos menos, el
aire que se respira es este puntual y mayor tren es más desahogado una vez
pasado la primera parada, te relajas en el asiento te acomodas mejor, y
respiras.
Giro la cabeza, y ahí estamos, lo que realmente somos, la ciudad, a veces se
esconde por un bosque, un parque, e incluso un campo de golf, entonces
observo los balcones, las terrazas, te dicen mucho del tipo de personas que
viven en esos pisos, casas, un balcón bonito con sus flores de temporada, las
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ventanas nuevas, los visillos semi transparentes, el toldo limpio, las bicicletas
colocadas para no entorpecer, la regadera en un lugar estratégico y práctico, el
farol de la luz de la noche, y la reja recién pintada, la mesa a juego con las
sillas, e incluso alguna tumbona para las noches calurosas del verano, césped
artificial como si tuvieras un jardín grande, que bonito, te imaginas las casas
por dentro y son tan bonitas y tan limpias que huelen a verde del bosque y la
montaña.
Hemos pasado otra parada, esta estación me encanta parece de otra época es
grande, luminosa y alta, la fachada siempre luce y el reloj siempre en su hora,
la cuidan y la miman, como me gustaría ver al interventor con su uniforme y su
gorra y su silbato dando la salida a los trenes…
Mas ciudad, mas campo, parques, y más balcones, terrazas, la mayoría están
cerrados, durante todo el invierno o incluso todo el año, balcones y terrazas,
jardines casi abandonados, con polvo, alguna planta agonizo sin agua, sin
cuidado, abandonada, como el perro solo y quieto con su cabeza entre las
rejas esperando a su amo cada noche su regreso a casa, siempre está ahí,
hace días que cuelga el letrero de se vende, como en muchos otros, o se
alquila, la opción b cuando no consigues venderlo, pero aun así están los
balcones, las terrazas y los jardines abandonados, te imaginas las casas, están
llenas de recuerdos cuando los niños eran pequeños y veníamos a veranear a
la playa todo el verano, todo el día en chanclas, las toallas se secan al sol,
cambiando a diario tres y cuatro veces el bañador, los helados, los que
llamábamos polos, de naranja o limón, la siesta esa que los chillidos de los
niños en el patio, en la acerca llena de agua sucia, el primer vespino del hijo del
vecino, las fichas de dominó y María llamando siempre a Juan a gritos, no te
dejaban pegar ojo, y cansado de los ruidos y pegado del calor te levantabas
mirabas por el balcón y no había casa cerrada más que el vecino que acababa
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de instalarse una máquina de esas que anunciaban, el frío en casa el ruido
fuera, te imaginas, estas casas cerradas con sus salones empapelados de
flores, algunos más atrevidos con rayas o incluso una pared desentonada en
otro color fuerte, los sofás son tresillos con reposabrazos en madera y
tapizados de cretonas enormes y verdes, las sillas son sillas y las mesas
redondas se abren y ocupan tanto, que alegría todos en la mesa con el
gazpacho y el melón fresquito, la tele para la serie del verano encima la foto de
los papas cuando se casaron y al lado el último verano en la playa, que grande
se han hecho los niños, la abuela soportaba el calor como podía y con ganas
de volver al barrio de la ciudad para sentarse a la fresca con sus amigas
también mayores e ir al mercado cada día a ver a como está hoy el pescado,
para cuando venga mi hija sepa como sube la vida y que no se preocupe que la
cena la tengo preparada y los niños ya están bañados y con el pijama puesto.
Otras tantas vidas, tantos pisos y casas cerradas con el recuerdo de lo que
fueron, y ahora tantas otras personas sin un hogar propio, jóvenes reclamando
independencia, el papá divorciado, la mamá separada, el soltero de “oro” los
afectados por la hipoteca, tantos son… tan cerca de la ciudad y tan caro
resulta, se ven obligados a vivir de nuevo con los padres, a compartir el piso, a
soñar cuando nuevamente le daré a mi hija su propia habitación, cuando traeré
a mis hijos a pasar el fin de semana que me corresponde, cuando viviré en mi
piso e invitar a mis padres y los abuelos que tanto han velado por mí, mi
tranquilidad mi paz dónde está cuándo llegarán.
Otra vez he soñado, o estoy en la realidad, levanto la mirada y estamos casi
todos los que somos, las paradas van quedando atrás, me voy quedando sola
estoy llegando a casa, ya estoy de nuevo planificando sueños e ilusiones, llego
a mi remanso de paz y tranquilidad, dando gracias somos afortunados,
trabajamos cada día, duro pero con ganas y al llegar la noche, tenemos un
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hogar, un remanso de paz y tranquilidad, mañana será mejor.
Buenas noches!
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