Violencia en la familia, un vínculo destructivo

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Diplomado en Salud Pública
y Salud Familiar 2004
Autores:
Javier Arias Careaga
Soledad Bórquez Calixto
Maria Pérez Reiñanco
Diplomado en Salud Pública
y Salud Familiar
Módulo I: Tendencias en Salud Pública: Salud
Familiar y Comunitaria y Promoción
INTRODUCCION
La violencia se ha explicado por la teoría del instinto agresivo (innato), la teoría de la frustración
agresión, o la teoría del aprendizaje social, la teoría del condicionamiento operante de Skinner.
Sin embargo ninguna de estas puede explicar la violencia y caen en el reduccionismo al intentar
establecer relaciones lineales entre factores, tornándose en teorías abstractas y ahistóricas.
La naturaleza nos da únicamente la capacidad para la violencia y va ha depender de las
circunstancias especiales
que ejerzamos efectivamente esa capacidad y la forma de
expresarla.
La violencia intrafamiliar puede entenderse como una problemática inserta en una forma de
organización social y en un sistema de creencias culturales que van determinando nuestras
conductas, nuestra forma de ser y nuestro estilo de relacionarnos.
Estas creencias están insertas en las ideologías de algunas culturas. En occidente son las
relaciones patriarcales las que forman las dinámicas de poder con las cuales interactuamos.
El patriarcado como sistema reproduce la desigualdad ya que genera espacios de jerarquía
bastante rígidos, los cuales permiten la exclusión o inclusión de los grupos de menor poder o
subordinados. De esta manera se explica el surgimiento de clasificaciones raciales, etárias,
económicas y de género, en las cuales existen grupos que ejercen el poder y el control mientras
otros lo viven desde una posición de subordinación.
Este sistema de desigualdad se va reproduciendo en todas las instancias sociales, desde las
más amplias a las más pequeñas, como la familia.
Los valores del patriarcado están basados en el poder, en las cuotas de poder que a cada
individuo le corresponde “de modo que la parcela de poder de la que cada individuo disfruta
(por más mínima que sea), en los sistemas basados en las desigualdades, hace la opresión
soportable “(Reed Evely 1983).
1
El sistema social genera formas para replicar este orden manteniendo la distribución del poder.
La violencia constituye una de las formas para lograr esto y ella esta tan incorporada en nuestro
repertorio social que hemos llegado ha permitirla.
Así la violencia hacia la mujer se inserta en una estructura social donde el ejercicio del poder
está basado en la aceptación de la discriminación como principio ordenador de las relaciones,
donde se postula la superioridad de los hombres sobre las mujeres.
El abuso hacia la mujer, es una situación que no conoce de fronteras, ni ideologías, clase
sociales ni grupos étnicos, constituyéndose como un problema de características similares en
los distintos países. A pesar de esto existen patrones particulares que solo son comprendidos, y
remediados dentro de contextos sociales y culturales específicos. Por ende cada sociedad
cuenta con sus propios mecanismos que legitiman, oscurecen, niegan y mantienen la violencia.
Los roles socializados de manera rígida desde la infancia del hombre y la mujer al entrar en
juego las interacciones reales del uno con el otro, podrían impedir la flexibilización necesaria
para pasar de posiciones complementarias a simétricas y viceversa. Por lo cual el poder
quedaría siempre centralizado en una de las partes, habitualmente el hombre, siendo difícil una
redefinición de la relación.
Esta dinámica adquiere una fuerte intensidad en la red de vínculos más próxima al ser humano.
la familia. Y en este devenir forjado en base a ideologías y a una distribución del poder
desequilibrada, se constituyen relaciones abusivas que convierten el más importante espacio
afectivo, referencial y de desarrollo del ser humano, en un lugar donde las posibilidades de
expresión y crecimiento se hacen difíciles y en algunos casos imposibles.
Las estimaciones del Banco Mundial establecen que la victimación de género es responsable
de uno de cada cinco días de vida saludable perdidos por las mujeres en edad reproductiva.
La violencia conyugal es considerado un problema de salud pública de primer orden por
organizaciones internacionales y gobiernos. La O.N.U en 1995 establece entre sus objetivos
estratégicos la lucha contra la violencia contra las mujeres. La O.M.S. en 1998 declaró a la
violencia conyugal como una prioridad internacional para los servicios de salud.
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En nuestro país, la primera investigación de prevalencia, realizada por SERNAM, señala que en
uno de cuatro hogares de la Región Metropolitana, la mujer es golpeada por su pareja, y en uno
de cada tres, existen agresiones psicológicas hacia ella.
Solo un 40% de la muestra constituida por 1.000 mujeres entre 22 y 55 años, involucradas en
una relación de dos o más años de duración, no había vivido violencia conyugal. En la comuna
de Santiago, un estudio realizado por el Instituto de la Mujer en mayo de 1993, en una muestra
de 235 mujeres de 15 a 54 años de edad, de niveles socioeconómicamente medio bajo, bajo y
muy bajo, arrojó como resultado que el 30 % de ellas declara haber sufrido violencia doméstica.
Según estudios realizados por el Centro de Análisis de Políticas Públicas de la Universidad de
Chile (Noviembre 2001), el 34 % de las mujeres actual o anteriormente casadas de nuestro país
ha vivido violencia física y/o sexual el 16,3% violencia psicológica, el 14.9% ha sido victima de
violencia sexual por parte de su pareja y un 50.3% ha experimentado situaciones de violencia
de pareja alguna vez en la vida.
Dentro de esta problemática de la violencia se ha observado que un porcentaje de las mujeres
violentadas permanecen en esta relación abusiva. En base a esto hemos planteado las
siguientes interrogantes ¿Por qué continua la mujer en esta relación abusiva?, ¿Por qué la
mujer acepta la violencia?
Por lo tanto, nosotros postulamos que la aceptación de la violencia por parte de la mujer
obedece a una serie de factores, pero consideramos que todos estos están determinados
fundamentalmente por una baja autoestima de la mujer, que es el resultado de un autoconcepto
deficitario.
OBJETIVOS
•
Identificar y analizar los factores que perpetúan el ciclo de la violencia en la pareja para
que el equipo de salud pueda comprender y mejorar el enfoque respecto a esta situación.
•
Determinar el autoconcepto como la base esencial que regula los demás factores
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DISCUSION
Primeramente definiremos la violencia intrafamiliar como “un fenómeno en el cual, en un grupo
social doméstico, que mantienen una situación de amor y protección, una persona más débil
que otra es víctima de un abuso físico o psíquico ejercido por esa otra persona, en condiciones
tales que resulte difícil la implementación de recursos de control social que regulen o impidan
esa práctica, por lo que tiende a repetirse” (Larrain, S. 1992)
Jorge Corsi (1992) la define como todas las formas de abuso que tienen lugar entre los
miembros de la familia. Se denomina relación de abuso a la conducta que, por acción u
omisión, ocasiona un daño y/o psicológico a otro miembro de la familia. Para que esta relación
abusiva sea considerada dentro de las manifestaciones de la VIF debe ser crónica, permanente
o periódica. (Corsi, J 1992; Vila de Gerlic, 1988, Nicarthy y Davidson, 1989, Boetsch y
colaboradores, 1990 en Azócar, M., Kursmanic, V., Lucar, A.1991). No están incluidas en la
definición las situaciones de maltrato infrecuentes o esporádicas, que constituyen la excepción y
no la regla dentro de las relaciones familiares.
Esta definición pone énfasis en el concepto de relación y abuso. El primero respecto a la
instalación de la violencia como una forma de interacción de la familia. Hablaremos de relación
de abuso o relación de violencia , cuando nos encontremos frente a una interacción que ha
llegado a definirse en función de la violencia , como forma de comunicación, de organización,
de resolución de conflictos, , etc.- de modo tal que prácticamente no existen alternativas en el
repertorio relacional de los involucrados( Pérez, F 1993).
Nosotros nos enfocaremos a la violencia conyugal cuyas definiciones son:
Como aquellas agresiones que se producen en el ámbito privado en el que el agresor,
generalmente varón, tiene una relación de pareja con la víctima. Dos elementos deben tenerse
en cuenta en la definición: la reiteración o habitualidad de los actos violentos y la situación de
dominio del agresor que utiliza la violencia para el sometimiento y control de la víctima.
Como “un fenómeno social que ocurre en un grupo familiar, sea este el resultado de una unión
consensual o legal, y que consiste en el uso de medios instrumentales por parte del cónyuge o
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pareja para intimidar psicológica, física, intelectual y/o moralmente a su pareja, con el objeto de
disipar según su arbitrio y necesidad, la vida familiar” (Larrain, S 1993).
Como “Aquella situación de daño o abuso que se da en el seno de la pareja, sea o no
legalmente constituida” (Corsi; J.1991).
Como “La presencia de abusos o agresiones de carácter físico, psicológico o sexual, entre los
miembros de la pareja ya sea de modo unidireccional o cruzado”(Gutiérrez, A.,
Martinez,V.,Pereda,V.Perez,F.,1994).
Por otro lado, la violencia conyugal, está caracterizada por la ciclicidad del devenir de la
relación, esta ha sido descrita por Eleonor Walker en 1979, lo cual ha constituido uno de los
conceptos de mayor relevancia para la comprensión del fenómeno.
La autora describe el “CICLO DE LA VIOLENCIA”, como un proceso reiterativo, que ocurre en
fases que se suceden en el tiempo: Una fase inicial, denominada “estadio de acumulación de
tensiones”, una segunda llamada “crisis, episodio agudo o explosión violenta”, y una tercera
fase “conducta arrepentida, amante o luna de miel”.
Fase 1: Estadio de Acumulación de Tensiones
Durante esta fase se producen agresiones menores, y la mujer maneja estos incidentes de
diversas maneras con conductas que han resultado exitosas. Ella deja que su pareja sepa que
acepta su abuso, como una forma de que él no se enoje y explote. Ella no puede
comprometerse con una situación real, porque está volcada a impedir una nueva agresión, por
lo que se niega a si misma que está enojada. Racionaliza, identificándose con lo que piensa su
compañero, por lo que llega a justificar la agresión, o resuelve no enojarse ya que el incidente
pudo ser peor. Estos episodios aislados tienden a ser minimizados, y atribuidos a factores
externos, pensando que no puede hacer nada para modificar su situación.
Las mujeres que viven esta situación saben que estos incidentes aumentan, no obstante a
través de la repetición de una misma defensa psicológica, se niegan a si mismas lo que ya
conocen negando también el terror a la inevitable segunda fase. La mujer intenta soportar los
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incidentes, pensando que es lo mejor que puede hacer, ya que han aprendido que no pueden
impedir que suceda el resto del ciclo.
Fase 2: Crisis o Episodio Agudo
El proceso no responde a ningún control, esta fase se caracteriza por la descarga incontrolada
de las tensiones acumuladas en la anterior. La mujer acepta que la rabia del hombre no tiene
control, siente que el período e inevitabilidad se termina y que no puede tolerar más su terror,
su rabia su ansiedad. Sabe también que sigue a la fase aguda una de calma, pudiendo preferir
(no siempre concientemente) entrar en la segunda para propiciar su desenlace, haciendo que el
hombre explote sintiendo que tiene algún control.
La anticipación de lo que va a pasar genera gran tensión en las mujeres, padeciendo de
insomnio, inapetencia, o a la inversa, cefaleas, alza de presión.
Finalizando esta fase le sigue un shock: negación e incredulidad de que el episodio realmente
haya sucedido. El comportamiento de la mujer es similar a aquel de las víctimas de catástrofes,
de un colapso emocional, cuyos síntomas incluyen indiferencia, depresión y sentimientos de
desamparo.
Se observa que tienden a permanecer aisladas al menos 24 hrs., y pueden pasar varios días sin
buscar ayuda, sienten que nadie podrá protegerlas de su pareja. A la intervención de
instituciones se ven mujeres que rechazan su acción, esto porque ellas pretenden demostrar la
lealtad a su pareja con la esperanza de evitar una nueva agresión.
Fase 3: Conducta Arrepentida o Luna de Miel
Esta fase se caracteriza por el arrepentimiento y la demostración de afecto del hombre. Se
siente culpable y pide perdón, asegurando que no volverá a ocurrir, es en esta fase donde las
mujeres solicitan ayuda.
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Las mujeres en general son presa fácil de la culpa por desear abandonar el hogar, aunque
están concientes que no son felices en él. También reciben el mensaje de que sus parejas
necesitan ayuda y esto es posible si ellas se mantienen a su lado.
La mujer necesita creer que no volverá a sufrir, la conducta razonable de su pareja la hace
creer esto, que él ha cambiado. Las mujeres eligen creer que la conducta que observan les
muestra a su verdadero marido, si ella fuera capaz de ayudarlo- piensan- él sería siempre así.
La pareja que vive una relación de violencia, se convierte en un duplo simbiótico, tan
dependiente el uno del otro, que la ida de uno de ellos se considera trágica.
Junto a lo anterior podemos decir, que el punto más álgido del racionamiento sobre el maltrato
se evidencia en el sostenimiento del vínculo violento, en este sentido entra en consideración el
aplastamiento psíquico, la baja autoestima que se considera como una dimensión afectiva, es
decir que es la resonancia o la conmoción que la dimensión cognitiva suscita en el ego y esto
debido a un autoconcepto deficitario, el cual presenta las siguientes definiciones:
Como “un conjunto organizado y cambiante de percepciones que se refieren al sujeto. Como
ejemplo de estas percepciones citemos: las características, atributos, cualidades y defectos,
capacidades y limites, valores y relaciones que el sujeto reconoce como descriptivos de sí y que
el percibe como datos de su identidad” (C.rogers, 1967).
“La organización de percepciones acerca de si mismo que le hacen ser al individuo quien es el.
El self esta compuesto de miles de percepciones que varían con la claridad, precisión e
importancia según la peculiar economía del sujeto” (A.W.Combs et al.1971).
“Un dinámico y complejo sistema de creencias que el individuo mantiene acerca de si mismo y
en el que cada creencia aparece como valor negativo o positivo” (Purkey 1970).
“La evaluación que el individuo hace y generalmente mantiene con respecto a si mismo: esta
expresa una actitud de aprobación o desaprobación e indica la medida en la que el sujeto es
capaz. Importante, exitoso y valioso. (S. Coopersmith.1967)
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“Una estructura multidimensional compuesta de algunas estructuras fundamentales que
delimitan las grandes regiones globales del concepto de si mismo. Cada una de ellas abarca
porciones mas limitadas del sí mismo- las subestructuras que a su vez
fraccionan en un
conjunto de elementos mas específicos- las categorías- caracterizando así las múltiples facetas
del concepto de si mismo”
El autoconcepto es un conjunto de percepciones organizado jerárquicamente, coherente y
estable, auque también susceptible de cambios, que se construye por interacción ha partir de
las relaciones interpersonales.
El constructo del autoconcepto:
1.
Ideas, imágenes y creencias que uno tiene de sí mismo.
2.
Imágenes que los demás tienen del individuo.
3.
Imágenes de cómo el sujeto cree que debería ser.
4.
Imágenes que al sujeto le gustaría tener de si mismo.
A raíz de lo expuesto anteriormente podemos describir que en una relación de violencia, la
mujer sabe que es una situación que se mantendrá en el tiempo, al presentar ellas un
autoncepto deficitario transforman los siguientes factores en amenazas, es decir, que lejos de
generar oportunidades para un cambio se transforman en situaciones que la inhabilitan para
romper el ciclo.
El miedo
Es una emoción que afecta e invade en todas las áreas de la vida. Es una emoción que se vive
intensamente y en diferentes grados, que en algunas mujeres puede llegar hasta el pánico.
La percepción del futuro se ve lleno de obstáculos y dificultades, lo que las atemoriza e
inmoviliza, sintiéndose incapaces de enfrentarlo.
Las incertidumbres económicas, es uno de los principales frenos para poner fin a la violencia.
Son importantes los factores económicos, si la mujer tiene o no ingreso económico, si trabaja en
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forma independiente. Ya que si la mujer tiene pocos ingresos y no puede mantenerse de
manera independiente, no puede salir de la situación de violencia, porque tiene un grado de
dependencia de su agresor. Esto no quiere decir, que la mujer de pocos ingresos es golpeada.
El miedo se produce frente a las reacciones que puede presentar la pareja y a sus conductas
violentas, lo que produce una inhibición de acciones de autoprotección. Mientras más miedo,
más paralizadas se encuentran y más desprotegidas. Esta situación se ve reforzada por
alteraciones en la percepción del agresor y la sobrevaloración de su poder. Creen que él
siempre logra sus objetivos, que nada lo asusta, nada lo hace cambiar y detener la violencia
que ejercen.
Se ve alimentado, a través de permanentes amenazas, hostigamientos y amedrentamientos,
que realiza el agresor. Esta es una violencia de tipo psicológica, que tiene por objeto causar
temor e intimidación y controlar la conducta, sentimientos y pensamientos de la persona
agredida.
Se aprecia además una significativa alteración de la percepción y evaluación del peligro y de los
riesgos a los que están expuestos sus hijos. Estas mujeres aprenden a vivir con el peligro, a
vivir con miedo, sobresalto y expectación ansiosa.
El rango de tolerancia es amplio y han podido adaptarse a situaciones que por otra persona
serian imposibles de tolerar y aguantar. Esta carencia de evaluación se inscribe en los
fenómenos anestésicos.
También se aprecia el miedo e intolerancia terrible a la soledad, a estar sin él. Esta intolerancia
a la soledad se debe a que la relación del dependiente consigo mismo es muy negativa.
Temen también al estigma al divorcio, esto principalmente, a lo que dicta la sociedad (el miedo
a las críticas y al que dirán, a dejar a los hijos sin padre) y la iglesia que aborda la importancia
de la unión familiar y desvaloriza la separación, ya que es un bien que no debe negárseles a los
hijos. Es decir, es un bien para ellos, así la mujer debe ser una abnegada y sacrificarse por la
familia y los hijos. También en la sociedad, está influenciada por la parte cultural, donde se hace
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diferencias de género, donde el hombre es el que tiene el poder, el que es más fuerte y que
provee y que tiene derechos sobre la mujer.
Estas sumatoria de miedos las tornan altamente dependientes.
La vergüenza
Esta opera a la hora de mostrar su realidad, asumir que sus matrimonios no son como deben
ser y que finalmente eligieron erróneamente, las hace sentir muy mal frente a los demás y se
sienten merecedoras de los que les sucede.
Las mujeres se averguenzan de su situación, callan para evitar comentarios y juicios de
terceras personas y en varias oportunidades se creen a si misma enfermas, locas, es decir
diferentes y únicas en lo que le sucede.
Se ha visto que en un porcentaje importante de las mujeres, la violencia ocurre sin que su
entorno social se entere de la situación. Algunas parejas se han proyectado como un
matrimonio ideal, por lo se sienten avergonzadas de mostrar y contar su realidad. Al proteger o
esconder esta situación, al momento que ellas decidan solicitar ayuda a familiares o amigos, a
estos le resulta difícil de creer lo que ellas cuentan, ya que siempre han proyectado otra imagen
muy distinta.
La culpa
Este sentimiento toma forma e intensidad de acuerdo a las características particulares de cada
mujer, de sus historias de vida, de sus relaciones de pareja, entre otros aspectos.
Las mujeres que tienen internalizado el modelo tradicional que debe cumplir la mujer, con roles
rígidos de esposa, madre y dueña de casa, se evalúan de acuerdo a estos parámetros y
orientan su comportamiento en relación a expresiones de su pareja y del entorno, que en
general refuerzan este modelo. Estas mujeres se sienten culpables por no haber cumplido bien
su rol. Creen que si ellas hubieran actuado diferente, las cosas serian mejores, tienen la
sensación que son ellas quienes con sus comportamientos, acciones u omisiones generan la
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violencia y que si lograran entender que es lo que deben hacer para no provocar a sus parejas,
la situación de violencia cambiaría.
El conjunto de creencias e ideas acerca de la familia y del rol tradicional de la mujer, juega un
papel fundamental en la mantención de esta situación, motivo por el cual, no conciben otras
alternativas, adquiriendo la culpa gran potencia a través de estos contenidos (familia,
responsabilidad, los hijos).
Las parejas las culpan por no ser lo que esperaban, por no cumplir sus expectativas de pareja,
por no hacer lo que deben e incluso, algunos llegan a culparlas por acciones, historias y
personas de su familia de origen. Las culpan por su pasado y otros llegan a culparlas por
situaciones imaginarias.
Los hombres que agreden a sus parejas, externalizan la responsabilidad de sus conductas
violentas situando el origen de la violencia en ellas. Este mecanismo activa en las mujeres, la
internalización de la culpa para la que han sido socializadas. Ellas se hacen cargo y se culpan
de lo sucedido, cuestión que permite que el sistema se mantenga en equilibrio.
Al internalizar la culpa, las mujeres hacen o dejan de hacer lo que supuestamente provoca a
sus parejas. La actitud de evitación refuerza en ellos el ejercicio de la violencia y mantiene el
circuito en una perfecta homeostasis. Lo anterior, las torna cada vez más pasivas, débiles y sin
fuerzas para salir de esta situación.
La evitación, al transformarse en una manera frecuente de reaccionar, adaptarse y vivir ante las
situaciones de conflicto, produce que las mujeres eviten hacer, decir u opinar cualquier cosa o
idea que pueda provocar en su pareja una reacción violenta y alterar la relación. Sin embargo,
siempre hay una nueva situación que generara un episodio de violencia, no importando todo lo
que ellas hayan dejado o no de hacer.
La desesperanza aprendida
Tras intentos por años de cambios y el desarrollo de las más variadas conductas de adaptación
y estos han sido infructuosos, por lo que han llegado a un punto en que no se les ocurre nada
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que hacer. Esta sensación alimenta la creencia de que hagan lo que hagan no sucederá nada
distinto.
Al fracasar en su intento por contener las agresiones, y en un contexto de baja autoestima
reforzado por su incapacidad por acabar con la situación, la mujer termina asumiendo las
agresiones como un castigo merecido.
Ambivalencia
La gran mayoría de las mujeres declara sentir afecto y cariño hacia su pareja, sin embargo en
los momentos en que las conductas violentas se expresan, llegan a sentir rabia, rechazo y odio.
Viven estas emociones desde dos relaciones distintas con sus parejas, lo que las convierte en
situaciones emocionales confusas y desgastantes. Quieren y desean esa parte de sus parejas
que las trata mejor pero odian esa parte que las daña y atemoriza. Viven en la ambivalencia
emocional y conductual.
Esta situación de doble funcionamiento, impacta a la familia en su conjunto, ya que se establece
una dinámica en la que ambos miembros de la pareja funcionan cíclicamente.
Esta ambivalencia permite entender por que algunas mujeres en determinados momentos,
están decididas a dejar a su pareja y así terminar con la situación de violencia y en otros
momentos, presenten vacilaciones.
Aislamiento
Se produce un aislamiento y encierro, así tienen menos contactos con el mundo exterior. Está
distancia física y emocional implica que ellas no busquen ayuda en terceros.
Se produce este aislamiento porque la pareja tiene un control abusivo de la vida del otro,
mediante vigilancia de sus actos, escuchar conversaciones, impedimento de cultivar amistades
o por separarla de su familia o amistades que ya poseía.
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Son pocas las mujeres que mantienen amistades, para las que lo logran, éstas se constituyen
en relaciones muy importantes de acogida y afecto. Pero por el carácter dinámico y cambiante
de sus relaciones sienten vergüenza de hablar, de ambivalencias que tienen frente a su pareja y
se autocensuran.
Dependencia Emocional
La dependencia emocional es la necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra
a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. No obstante, su carácter crónico no se basa
en la sucesión de dichas relaciones sino en la personalidad de estos sujetos; es decir, el
dependiente emocional lo es también cuando no tiene pareja, aunque esto no sea lo más
habitual porque su condición provoca que busque otra desesperadamente. De hecho, una de
sus características es que no soportan la soledad.
Dos aspectos característicos emergen de la definición: en primer lugar, que la necesidad es
excesiva y que por tanto no se reduce a la propia de una relación amorosa; en segundo lugar,
que dicha necesidad es de carácter afectivo y no de otro tipo (pensemos en el clásico “trastorno
de la personalidad por dependencia”, en el que la indecisión y la sensación de inutilidad o
desvalimiento personal es lo que une a la persona de la cual se depende).
Estas causas son las que producen que la mujer continué en esta relación abusiva, pero
además son las principales características del llamado síndrome de la mujer maltratada.
Baja Autoestima
La autoestima es el valor que nos asignamos a nosotros mismos y tiene que ver con que tanto
nos aceptamos, como somos y que tan satisfechos estamos con lo que hacemos, pensamos o
sentimos.
La autoestima comienza a formarse desde los primeros años, a través de las relaciones con la
familia, amigos o en el colegio; en la adolescencia se reafirma o se revalora y la edad adulta los
éxitos o fracasos continúan repercutiendo en la manera de evaluarlos a nosotros mismos.
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Desde pequeñas, las niñas, interiorizan una serie de creencias acerca de lo que se espera que
ellas vayan asumiendo y, al llegar a la edad adulta tienden a reafirmar porque es lo que es, por
el hecho de ser mujer (asumir su rol).Tanto los modelos familiares como los culturales
conforman nuestra autoestima.
La baja autoestima está presente en un ser que no tiene plena confianza en las posibilidades
propias, bien sea, por experiencias que así se lo han hecho sentir o por la respuesta de sus
parejas, que mediante mensajes de desconfirmación, la denigran.
Se produce un grave deterioro de su autoestima producto de la exposición prolongada a
situaciones de violencia. Cada episodio degrada aún más este aspecto de su persona, cada vez
se sienten menos valiosas, menos competentes. Más aún cuando quien las agrede es alguien a
quien ella eligió por el cuál siente afecto, el maltrato pone en tela de juicio su propia capacidad
para elegir relaciones adecuadas. La violencia vivida y la responsabilización de esta por parte
de sus parejas, las hace sentir y creer más que son merecedoras del maltrato que reciben, lo
que deteriora aún más su autoestima.
Se tratan mal a si mismas, y sobredimensionan los defectos que creen tener, frases como no
sirvo para nada, no se hacer nada bien, soy fea.
La importancia que le dan a sus características positivas son mínimas. Presentan una gran
dificultad para aceptar reconocimientos y sentirse merecedoras de elogios. Se sienten poco
atractivas, sin atributos dignos, ni físicos, ni de personalidad. No valoran sus vidas, las
consideran erradas, sienten culpa y un calificativo automático constante es ser tontas por
aceptar la violencia que viven y no ser capaces de cambiar.
Su autoimagen se ve desvalorizada, construida sobre la base de las opiniones y calificativos
que sus parejas hacen de ellas. A veces, las voces de sus parejas recorren huellas que ya
existían, palabras escuchadas en otros momentos de sus vidas.
Pierden la voz propia, sus sensaciones, ideas y percepciones, no se encuentran presentes para
colocarle límites a su pareja. Tienen la experiencia de haber manifestado desacuerdos en
algunos momentos y de haber sido desconfirmadas a través de la violencia en esa acción.
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Además, por poner límites se torna particularmente imposible, cuando es el miedo la emoción
principal que relatan sentir y además, cuando la socialización de las mujeres las entrena para
decir que sí a las necesidades y voluntades de los demás.
La asertividad, que es la capacidad para decir, hacer y sentir en un contexto de respeto por el
otro y la autoconfianza se ven seriamente dañadas y disminuidas, quizá desde antes de
establecer las relaciones de pareja. Muchas mujeres provienen de relaciones familiares en las
que fueron descalificadas, por lo que la desacreditación actual, de sus parejas, se inscribe en
una distinción trazada a lo largo su historia.
La baja autoestima se conjuga con una bajísima expectativa de autoeficacia, entendida como el
juicio que la mujer emite acerca de sus habilidades y capacidades para ejecutar determinadas
conductas. Se sienten poco inteligentes y con una autopercepción de incompetencia frente a la
vida. No logran integrar en términos positivos lo que son capaces de hacer y han hecho en su
vida, desvalorizándola a cabalidad. La creencia de no ser eficientes y capaces, junto a la
potente idea de ser tontas e inadecuadas, configura una alta inseguridad en sus propias
capacidades y por lo tanto una definición rígida y devaluada de sí mismas.
En mujeres que desarrollan labores de casa, la sensación de ineficacia, en muchas
oportunidades está asociada a las tareas domésticas, al rol tradicional de dueña de casa. En
relación a la crianza de los hijos, se sienten ineficaces cuando estos presentan trastornos de
conducta, rendimiento escolar, problemas en la adolescencia; o cuando trabajan fuera de la
casa y sienten la responsabilidad de todo lo que hacen o no hacen los hijos. Además se ven
sometidas a constantes críticas acerca de la relación y crianza de los hijos por parte de sus
parejas.
En el aspecto corporal, la desvalorización de si mismas se expresa en descuido de la salud
general y del cuerpo.
Después de conocer los diferentes factores que influye en la mantención de esta relación, sin
pretender nombrarlos todos, consideramos que la condición fundamental en una mujer que vive
una situación de violencia y la cual la perpetua se debe ha una baja en su autoestima que esta
en directa relación con el autoconcepto deficitario.
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CONCLUSION
La violencia conyugal hacia la mujer, es un problema generalizado en todas las sociedades y un
problema de salud pública en nuestro país.
Tiene importantes consecuencias en todos los aspectos de la vida de la mujer, incluida la salud,
aumentando el riesgo de muchas enfermedades físicas, mentales e incluso la muerte.
Además es importante recordar, que al haber una aceptación y mantención de la violencia no
solo se ve afectada la mujer, si no también los hijos. Esto puede hacer que finalmente los hijos
por su experiencia de violencia continúen con este ciclo, y cuando tengan parejas es probable
que sean emocionalmente inestables, existiendo una alta probabilidad que repitan conductas
que fueron aprendidas ya que los fenómenos cognitivos son parte del autoconcepto.
Creemos que una mujer en la cual la imagen que tiene de si misma es deteriorada y por ende
su funcionamiento individual y comportamiento social están fuertemente afectados, se ajusta a
todos los factores anteriormente mencionados como perpetuadores de la violencia.
Nosotros consideramos que el autoconcepto incide en los factores estudiados, ya que será
determinante como la mujer enfrentara sus sentimientos (miedo, culpa, vergüenza) utilizándolo,
para crecer o invalidarse, esto ultimo observado con mas frecuencia en la mujer violentada, ya
que debemos recordar que el autoconcepto se crea de acuerdo a las características de cada
mujer, sus historias de vida y de su relación de pareja.
La decisión de romper el ciclo de la violencia estaría determinado por reconstruir su
autoconcepto, lo que conllevaría a un cambio cualitativo de su autoestima.
El conocimiento pleno de los factores que producen la continuación y aceptación de la violencia
por parte de la mujer es el elemento fundamental para comprender y al mismo tiempo mejorar la
calidad de atención en salud.
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RECOMENDACIONES
En la revisión bibliografía encontramos frecuentemente confusión y poca precisión respecto a
los términos autoestima y autoconcepto, por lo que es importante establecer las diferencias
entre ambos términos.
Conocer este concepto de violencia, por parte de el equipo de salud, para abarcar el tema de
forma mas objetiva y entregando un mejor apoyo a la mujer maltratada y que los sentimientos
personales del equipo no se involucren y así mantener una salud mental sana.
BIBLIOGRAFÍA
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Diplomado en Salud Pública
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Módulo I: Tendencias en Salud Pública: Salud
Familiar y Comunitaria y Promoción
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