Leer historia - Venta del Comendador

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ALGO QUE DECIR SOBRE ESTA CASA HISTÓRICA.
Una tarde lluviosa, bebiendo un vaso de vino en la “Bodega de los Brotones”, aquel viejo me contaba que
en esta casa de la Calle de Bernardo de Balbuena hubo una corrala, donde vivían varias familias en casas
arrendadas por “las Marotas”, buenas gentes de este pueblo. Me dijo que la llamaban “La posada de la
fruta”. Aquí venían también a la casa del practicante.
Ya con el segundo vaso, me contó que un lluvioso día como aquel, hubo una riada en el arroyo de la
Veguilla y el agua se llevó su taberna preferida: “La Casa el Cojo”. Luego, aquella taberna se trasladó a
esta misma casa en el año 80.
El viejo ciego, seguía llenando el vaso de la Tinajilla del gasto, y hablaba sin parar. Hablaba de Doña
Petronila…que vivió en la parte noble de la casa, y que fue contemporánea de D. Miguel de Cervantes y
emparentada con un tal Quevedo de La Torre. ¿Cómo podía creer todos los cuentos de aquel hombre?
Yo terminé mi vaso cuando él había bebido casi media docena, y seguía contando historias increíbles por la
fantasía y poco creíbles porque las contaba en primera persona, como en aquel momento que decía que
ayudó al mismo Cervantes en no se qué libro…. Era una mezcla de historias curiosas y simpáticas.
Aquel día no había nada mejor que hacer, así que seguí escuchando, aunque a veces me perdía en aquel
monólogo interminable.
Dijo que un Marqués compró Vaydepeñas cuando solo era una villa al Rey de España y construyó un
Palacio en la Plaza o en la Calle de la Virgen. Mucho tiempo después lo compraron “los Tarancón” y
creo que la cueva de la Bodega era la misma del Palacio.
Antes de la realeza y del Marqués de la Santa Cruz, la villa perteneció a los monjes de la Orden de
Calatrava que enviaron a un Comendador para organizar este pueblo. Creo que le mandaron construir una
casa en el mismo sitio donde luego hizo el palacio el Marqués. Pues sí, con gentes de varias aldeas
cercanas, instalaron la Encomienda de
Vaydepeñas sobre terreno baldío reconquistado a los musulmanes, de ahí nuestro nombre: predio baldío y
peña, o tierra baldía y peñas. No recuerdo con exactitud pero
algo parecido me contó el tal Alonso. Viejo loco, o no tanto, pero hablador como él solo.
Hubo diferentes personas que disfrutaron del cargo de “Comendador de la villa de Vaydepeñas”, y alguno
debió pasar por esta Venta, cuando Ibrahím servía jarros de vino claro que subían sus dos hijas desde la
cueva. Lo guardaba en grandes pellejos, junto con la matanza y los quesos. También tenía una tinaja, la
del vino bueno, para las personas de bien. La tenía en la escalera de bajada a la cueva para llegar antes y
tardar lo menos posible en atender a sus clientes.
Ibrahím y su familia se quedaron cuando los Reyes expulsaron a los “infieles” y en su casa, que debió ser
esta casa, comerciaba con los paisanos y con los que venían los domingos a Misa, ya que después iban a
los calabozos a visitar a sus familiares y amigos. Creo que la cárcel debía estar por aquí cerca, y debía
estar llena, pero no de malhechores, ni bandidos, sino de pobres de solemnidad que no les alcanzaba para
pagar los impuestos a nuestro Comendador.
Puestos a contar, el ciego ya no bebía, bajó la voz y como en secreto, me contaba que Ibrahím, antaño, en
época de vendimia, anduvo despierto y preparó un manjar de mosto y limón cocidos. Un brebaje para que
“los Calatravos”, protectores aquí en la frontera con Santiago, se fijaran en él y fueran permisivos con su
comercio.
Una mañana de sol, cuando Don Fernando, el Comendador partía para Almagro, le paró en la puerta de
la Venta, y le entregó unas cuartillas envueltas en pergamino, diciéndole que se trataba de un regalo para
los monjes de la Orden.
Sorprendido el Comendador le preguntó qué cosa era aquello, a lo que respondió Ibrahím que era una
golosina, un dulce, un manjar, algo exquisito,…”Si, pero ¿Qué es?” insistió D. Fernando. El converso
y ocurrente dijo: “es…mostillo, para el Maestre”.
La verdad es que nadie sabía qué era aquello, pero a la vuelta de Almagro, el Comendador propuso
convalidar los impuestos al Ventero, a cambio de unas cuartillas de mostillo cuando fuese a Calatrava, y
así lo hicieron.
Y la verdad sea dicha, no recuerdo mucho más; tan solo que aquel ciego desapareció y nunca más supe de
él.
Me dijo que se llamaba Alonso y no sé si fue el vino, o que estaba algo demente por la edad, pero creo
que desvariaba en las historias que me contó. Lo mezclaba todo, pero se pasó la tarde en un santiamén.
Yo he venido aquí para arreglar esta Venta a mi amigo Jesús. Me dijo que quería sacar el encanto de
esta casa, solariega, parte de ella, creo que pertenece al S. XVII. ¿estará encantada?
Creo que hay buenas viandas y buen vino. Por cierto, creo que todavía está la Tinaja del vino bueno aquí
abajo, en la cueva, donde maduraban los plátanos del frutero.
Al final no sé por qué os he contado todo esto, pero como dice el refrán castellano, cuando se bebe vino se
dice la verdad ¿o no era así?
¡Qué aproveche amigos!
Santos Neira.
Maese Decorador.
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