Directrices direc espiritual

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EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL
1. QUIÉN ES EL QUE ACOMPAÑA ESPIRITUALMENTE
 Persona que conoce bien el camino. a quien se abre el alma, y hace de maestro, de
médico, de amigo, de buen pastor, para las cosas que se refieren a Dios.
 Abre horizontes en la vida espiritual. Ayuda a la formación del criterio. Sugiere metas para
la vida interior. Aconseja modos de conseguirlas, adecuados a las circunstancias. Señala
posibles obstáculos. Corrige posibles deformaciones o desviaciones. Alienta a ser sal y luz.
Ayuda y anima siempre. Enseña a ver las cosas “desde Dios”.
2. IMPORTANCIA.
 El alma necesita ser ayudada para rendir al máximo.
 Sólo la imitación de Jesucristo por la acción del Espíritu Santo puede hacer que el alma
crezca al ritmo que Dios quiere.
 El médico no se puede operar a sí mismo. Un equipo no se puede dirigir bien cuando se
está en la cancha.
 Es importante dedicarle tiempo porque: “Dios quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad”; las almas hay que tratarlas una a una (como a las
joyas); es necesario conseguir vocaciones; necesitamos ayuda en la labor pastoral: formar
“apóstoles de apóstoles”.
3. CARACTERÍSTICAS.
LIBERTAD:
 Todos los fieles tienen, en su vida espiritual, la libertad que Cristo nos ha ganado: sólo la
autoridad eclesiástica puede señalar deberes. No se puede obligar a nadie a tener
dirección espiritual. No se puede obligar a tenerla con una persona determinada.
 No mandar nunca, aconsejar: hacer que el alma quiera.
LABOR DE INSTRUMENTO:
 Quien acompaña es instrumento de Dios para ayudar a las almas en su camino espiritual.
Nadie es director espiritual propietario: el alma sólo es de Dios. Ser muy sobrenaturales y
muy humanos: “hacerse todo con todos para ganarlos a todos”.
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CARIDAD
 La caridad (amor a Dios y a las almas) es la raíz de esta tarea y la causa de su eficacia. Por
eso se apoya primariamente en los medios sobrenaturales: oración y mortificación por él;
piedad personal (conocimiento “experiencial” de Dios y de las cosas divinas); ejemplo;
palabra.
DISPONIBILIDAD
 Dominar el propio carácter. No asustarse de nada, no regañar. No impacientarse, aunque
se alargue la conversación. Ser suave en la forma, escuchando con cariño y amabilidad.
 Interesarse sinceramente por sus problemas. Dosificar la exigencia, subiendo escalón por
escalón. No hay recetas generales. Aconsejar sólo lo espiritual.
3. BUSCARLOS Y ENCONTRARLOS.
 En ocasiones vienen solos. Otras veces hay que buscarlos: gente que viene a confesarse,
gente que vemos con frecuencia.
 Todos tenemos alguna preocupación. “Vamos a hablar con más calma”.
 Enseñarles a traer a sus amigos.
4. LO QUE HAY QUE CONSEGUIR DEL ACOMPAÑADO.
 Sinceridad: abrir el alma por completo. Docilidad y constancia.
 Estado de gracia: punto de partida básico.
 Que cuente con los medios sobrenaturales, poniendo su confianza en Dios, (sacramentos,
oración, intercesión de la Virgen).
 Que no tenga miedo a las exigencias de Dios, que cuenta con su debilidad: evitar el
desaliento.
 Deseo de ser apóstol, misionero.
5. TEMAS A TRATAR.
 Familia. Trabajo y/o estudio, en relación con su alma. Caridad (familia, amigos y otros).
Relación con Dios: trato con Dios: vida de oración; obstáculos para el estado de
gracia y para el crecimiento interior.
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 Problemas y preocupaciones.
 Saberse hijo de Dios y actuar en consecuencia.
 Aprender a tratar a las tres Personas.
 Confesión frecuente, puede ser con la dirección espiritual
 Plan de vida espiritual para ir consiguiendo con el tiempo: Misa y Comunión, meditación,
lectura de la Sagrada Escritura, examen de conciencia…
 Sentido vocacional de la vida.
 Formar paralelamente en la doctrina para dar solidez.
 Formar virtudes. Fe, esperanza, caridad: en la práctica.
 Las cuatro “P”: Piedad (oración, sacrificio), Pobreza, Pureza, Pereza (laboriosidad).
 Generosidad: espíritu de sacrificio y preocupación por los demás (pobres y enfermos).
6. COSAS PRÁCTICAS
 Dar pie a que hable de preocupaciones, alegrías, tristezas.
 Ser breves. Dejar que hable, sin interrupciones innecesarias.
 Animar: no sólo marcar los errores, también los triunfos.
 Guardar silencio sobre lo hablado.
 Recordar lo que habían dicho.
 Lugar visible.
 Pedir al Espíritu Santo el don de Consejo.
 Antes de hablar de Dios a las almas, hay que hablar a Dios de las almas.
 No ser “señales del camino”, caminar con ellos.
 Pedir que sepamos fundir la fortaleza con la caridad.
 Que tenga claro a dónde queremos llegar y que se vaya cada vez con un punto de lucha
concreto. Llevarlos “por un plano inclinado”.
 la lucha interior no es un paseo triunfal... es comenzar y recomenzar, viviendo la vida
interior como un deporte sobrenatural.
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PERFIL DEL QUE ACOMPAÑA
 Para poder acompañar a los demás, hay que tener la experiencia personal de ser
acompañado.
 Disponibilidad de tiempo.
 Compatibilidad con la gente que atenderá.
 Discreción y capacidad de silencio.
 Capacidad de escuchar.
 Deseo de santidad.
 Humildad.
 Vida personal recta (con esfuerzo, no perfecta).
 Experiencia personal de lucha.
 Conocimiento de la moral y de la vida de oración: tercera y cuarta parte del Catecismo de
la Iglesia Católica o, por lo menos, de su Compendio.
 Preparación personal (¿conversaciones con el sacerdote?): ver el siguiente apartado.
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PREPARACIÓN PERSONAL DEL QUE ACOMPAÑA
1. RESPONSABILIDAD Y DISPOSICIONES.
 Importancia de esta tarea: se trata de ayudar a las almas en la identificación con Jesucristo.
Para eso, somos instrumentos del Espíritu Santo.
 Hay que tener visión sobrenatural y poner medios sobrenaturales: oración y sacrificio por
los que atendemos.
 Cuidar de la propia vida espiritual.
 Cuidar la propia formación doctrinal y espiritual.
 Cuidar la propia dirección espiritual.
 Fidelidad personal a la voluntad de Dios.
 Humildad, amor a la libertad. Desprendimiento de las almas. Saber pedir tiempo para
responder: rezar, estudiar, consultar.
 Caridad y comprensión, disponibilidad, espíritu de servicio.
2. INSTRUMENTOS DE DIOS Y DE LA IGLESIA.
 Convicción profunda de ser sólo instrumento. La eficacia viene de Dios: no presunción, no
desaliento. Confiar en las personas y en el Espíritu Santo.
 El modelo es Jesucristo, el modelador es el Espíritu.
 Llevar a las almas “por donde Dios quiere”. En cada alma hay un fondo delicado en el que
sólo Dios puede entrar.
 “Hacer y desaparecer”: no somos propietarios de las almas. Por eso, ordinariamente no se
manda: se trata de “hacer que el alma quiera”. Evitar apegamientos, no hacer acepción de
personas.
 Paciencia: las almas van al paso de Dios: contar con la gracia y con el tiempo.
 Dios no trata a las almas en serie: no hay recetas generales.
 Respeto absoluto al fuero interno. Es un “secreto natural” que obliga en conciencia.
 No detenerse porque nosotros tengamos los mismos defectos: más bien nos tiene que
llevar a esforzarnos más. El buen médico cura, aunque padezca la misma enfermedad.
 El instrumento debe estar en manos del Maestro: cuidado de la propia alma.
3. MODO DE ATENDER A LA GENTE.
 Buscar un ambiente de sencillez, no de solemnidad.
 Establecer la frecuencia que le hace bien a cada alma: quincenal, mensual, de preferencia en
día fijo, para que no se olvide. Puede haber temporadas en que se necesite hablar con
mayor frecuencia. Cuidar la puntualidad. De preferencia, buscar un horario en que ninguno
de los dos esté muy cansado.
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 Interesarse por problemas familiares, de estudio o trabajo, de salud, etc. “Que nadie tenga
una preocupación para él solo”. Que nadie se sienta solo en el camino de la santidad.
 Tratar de ser (y ayudar a ser) breves, para que no se vuelva algo pesado. Nunca dar la
impresión de prisa, impaciencia, intranquilidad, etc.
 No actuar por reglas generales. El mensaje de Cristo es siempre el mismo, pero los
caminos para que la persona la asimile y se enamore son distintos.
 Las razones y argumentos que se le den han de ser muy humanos y profundamente
sobrenaturales.
 Evitar las generalidades abstractas: puntualizar y ser prácticos. Evitar también los
“diagnósticos sumarios” (“eres soberbio”, “te falta caridad”, etc.).
 Ayudarle a darse cuenta de las raíces y manifestaciones de sus defectos para que, con la
gracia de Dios, luche eficazmente. No hacer complicadas a las personas pidiéndoles que se
busquen raíces profundas ante cada pequeñez.
 Procurar descubrir pronto cuál es el “defecto dominante” de la persona, para luchar en él,
y cuáles son las “cualidades fuertes”, para apoyarse en ellas. Animarlo a que lleve a su
oración personal estos temas.
 Los consejos pueden, y a veces deben, estar en la misma línea durante temporadas más o
menos largas, las cualidades requieren tiempo para conseguirse.
 Saber escuchar. Recordar lo que se habló la última vez. No interrumpir si no es necesario.
 No escandalizarse ni mostrar sorpresa por los errores que haya cometido. Yo puedo
cometer los mismos o peores errores.
 Conocer sus gustos y aficiones; circunstancias y ambiente profesional y familiar; salud, etc.
 Si hay que aclarar algo que no se entendió, se pregunta con delicadeza y nunca por simple
curiosidad.
 No hay que dar respuesta y solución a todos y cada uno de los puntos de que hable.
 Pedir luces al Espíritu Santo.
4. FORMAR.
 En la vida espiritual hay un gran margen de libertad y autodeterminación, que el Espíritu
Santo fomenta en el alma bien formada.
 No hay que fabricar criaturas que carecen de juicio propio. Amar la libertad y la
responsabilidad personales. Formar personas de criterio, con madurez, firmeza de
convicciones, conocimiento de la fe, delicadeza de espíritu, fortaleza de la voluntad.
 Ayudar a actuar siempre “cara a Dios”, lejos de todo control, por propia decisión.
 Fomentar el sentido de responsabilidad personal ante Dios y ante los demás.
 Es fundamental fomentar los deseos de santidad. Abrirles panoramas animantes. Fomentar
los deseos de ser santos. Para poder forjar el hierro hay que ponerlo al rojo vivo.
 Cuando el alma en su oración personal —ayudado tal vez por sugerencias de quien lo
acompaña— ve y siente la luz de Dios, lucha con más convicción y mayor eficacia por la
santidad.
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 Muchas veces —conforme las almas van madurando— los consejos son orientación de lo
que el mismo interesado ha concluido en su oración.
 Procurar que los consejos sean optimistas y llenos de sentido sobrenatural. Que sean una
realidad pastoral, sin perderse en aspectos teóricos o poco realistas.
 Que los consejos animen, enseñen a vivir con alegría y tengan contenido apostólico.
 Tomar en cuenta que anima más una meta exigente y positiva, que un panorama blando y
conformista.
 Hay que conjugar los horizontes amplios con las metas concretas, para llevar a las almas a
subir poco a poco pero con constancia, como por un plano inclinado.
 Suele ser muy útil tener un “examen particular”: un punto concreto en que se luchará y
por el que se rezara especialmente durante una temporada.
 Ayudar a amar a la Iglesia y a fomentar la unidad: con el Papa, con el Obispo, con el
Párroco, con los demás católicos, con todas las personas.
 Si participan con otros en actividades de la Parroquia —que será muy frecuente—
enseñarles y ayudarles a vivir la corrección fraterna.
 Unir al que acompañamos con Dios y con su Iglesia, no con nosotros.
 Fomentar, en la práctica, la humildad y la caridad: el respeto a las opiniones ajenas, el
perdón, el espíritu de servicio, etc.
 Que vean su vida familiar como un camino de santidad, en el que hay que esforzarse por
entregarse a los demás. Para los casados, el matrimonio es una auténtica vocación divina.
Cuidado de la educación de los hijos. Convertir sus casas en “hogares de familia luminosos
y alegres”.
 Ayudarles a superar la “complicación interior”, simplificarse: pensar en Dios y en los
demás, controlar la imaginación y la memoria, no agrandar las pequeñeces, santificar el día
de hoy sin preocuparse demasiado por el pasado o por el futuro.
 No se puede aconsejar “no pensar en tal asunto”, sino animar a pensar en cosas positivas,
relativas a Dios y a los demás.
 Dar consejos sencillos, fáciles de llevar a la práctica y de examinar.
 Enseñarles a luchar con eficacia contra las tentaciones: pedir ayuda a Dios y poner los
medios.
 Ayudar a rechazar el desaliento ante los fracasos y la soberbia disfrazada de humildad
(probablemente la tentación más peligrosa) que lleva a dejar de esforzarse.
 Fomentar la pobreza cristiana que está hecha de desprendimiento de las cosas (ver los
medios como medios, no como fines), de confianza en Dios, de sobriedad y de disposición
a compartir. El sentido de responsabilidad para trabajar mucho y bien y la responsabilidad
económica también son parte de esta virtud.
 Que aprendan a trabajar uniendo ese trabajo al sacrificio de Cristo en la Misa, con
intención recta, a ofrecer su trabajo a Dios, a tener espíritu de servicio y a procurar poner
en práctica las virtudes cristianas en el desempeño de su profesión u oficio. Que las
relaciones de trabajo sean oportunidad de acercar almas a Dios. Un trabajo bien hecho y
con esas disposiciones, se convierte en oración.
 Saber cómo descansan, para que no se meta un modo egoísta de descansar.
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 No hay que confundir una temporada de especial cansancio con la tibieza o la falta de
lucha.
 Impulsarlos por caminos de sinceridad con Dios, para huir del anonimato en la oración;
para seguir las inspiraciones de la gracia; para rectificar lo que haya que rectificar; para
distinguir lo que es voluntad de Dios de lo que procede de nuestro capricho o de nuestras
pasiones; para pedir la ayuda del Señor; para ser muy sinceros en la confesión y en la
dirección espiritual.
 Animarlos a ser sinceros consigo mismos en el examen de conciencia, para descubrir los
obstáculos y las manifestaciones de la soberbia y de la tibieza; para no acostumbrarse a lo
que no está bien; para fomentar el arrepentimiento y el agradecimiento; para ser sinceros
con Dios y con los demás.
 Facilitarles ser sinceros con quien los acompaña, para alcanzar la humildad y la sencillez;
para facilitar la penitencia, la purificación, la reparación y el agradecimiento; para no perder
la alegría; para lograr que no falte ni la gracia de Dios ni la ayuda de quien acompaña.
Cuando haga falta, facilitarles la sinceridad haciéndoles ver que lo que verdaderamente
importa es el juicio de Dios —que los ama con amor infinito— y no el de quien escucha.
También tenemos defectos y, por lo tanto, no tiene por qué avergonzarse con nosotros.
Si hace falta, preguntarles para que sea más fácil decir las cosas. Enseñar a luchar contra el
“demonio mudo” (la insinceridad, el no dejarse ayudar, es una tentación).
 Para lograr la sinceridad es necesario ganarse la confianza de aquél a quien se acompaña, a
base de cariño, poniéndose a su altura y manifestando —con hechos y palabras— que se le
comprende.
 Animarlos a ser sinceros “antes” de que los problemas se hagan grandes, cuando aparecen
los primeros síntomas.
 Ayudarlos a llamar a las cosas por su nombre, huyendo de los eufemismos, de los
circunloquios y de las justificaciones.
 La sinceridad es necesaria, pero no se puede pedir “cuenta de conciencia”: debe nacer del
convencimiento personal de que sólo así se puede ser fiel a Dios.
 Cosa práctica: enseñarles a decir primero lo que más cuesta. Así se quitan el peso de
encima.
 También se facilita la sinceridad si se llena la vida de esperanza; si los consejos que se dan
son positivos (no se construye destruyendo) y optimistas; si se ayuda con fortaleza, pero
con modos suaves.
5. CASOS ESPECIALES.
 Cuidar especialmente a quienes dan esperanza de vocación. Pedir consejo al sacerdote
para ayudarlos mejor.
 Pedir consejo siempre que haga falta (cuidando la debida discreción), especialmente en el
caso de escrúpulos, de tibieza, de enfermedades crónicas, de un cansancio mayor, de
depresión, o de cosas semejantes.
 Hay que ser especialmente cuidadosos en ciertas etapas de la vida, como el inicio de la
vida profesional, el inicio de la vida matrimonial, las llamadas “crisis de edad” (alrededor de
los 40 o de los 50 años) y la vejez.
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