El alma mater de JICA

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Recuerdo
El “alma mater” de JICA
Yoshihiro Matsuzaki (der.), experto de JICA, trabajó durante cuatro años en INTI-Córdoba y además de
haber sido amigo de muchos compañeros como Jorge Alvarez (centro), propició un interesante
intercambio cultural.
Hace poco recibimos de Japón la noticia ingrata sobre el fallecimiento de nuestro gran amigo,
el ingeniero Yoshihiro Matsuzaki, “Yoshi” para los que lo conocieron y disfrutaron de su
afecto. Para los más jóvenes, les cuento que Yoshi fue el experto de largo plazo enviado a
INTI-Córdoba por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) con motivo del
del proyecto que llevamos a cabo desde 1994 hasta fines de 1998, donde participaron los
grupos de Mecánica, Electrónica y el Taller de Fabricación, y mediante el cual, entre otras
cosas, se equipó al Centro de Córdoba con maquinaria de control numérico. El proyecto
“Cooperación Técnica para la Actualización de la Tecnología de Diseño y Manufactura de
Maquinaria Industrial” fue la base para la conformación de grupos de trabajo muy
especializados y capacitados, que hasta el momento han seguido avanzando, constituyéndose
como referentes de la industria local.
En ese marco, también viajamos a Japón a capacitarnos varios de nosotros y recibimos otros
14 expertos por períodos más cortos que Yoshi, quien estuvo cuatro años en el INTI. En todas
esas actividades fue el alma máter, tanto en lo oficial como en lo personal, facilitándonos todo
tipo de contactos y trámites, incluso recomendándonos a amigos personales para que nos
dieran una mano cuando estuviéramos en Japón, nos hicieran conocer lugares y nos
agasajaran en sus propios hogares, cosa bastante infrecuente en una cultura tan distinta a la
nuestra.
Durante su estadía nos divertíamos mucho con las situaciones que se daban cotidianamente.
Por ejemplo, por los tremendos esfuerzos que hacía para hablar español, donde a veces
confundía términos; aunque al final lo terminó dominando a la perfección. También por las
constantes situaciones “naif” que se daban, producto de su inocencia con respecto a lo que
significa vivir en un país tan diferente. Recuerdo el día que lo acompañamos al banco a retirar
dólares para efectivizar la compra de un automóvil, y que cuando nos dimos cuenta estaba
saliendo a la calle con el fajo de dólares en el bolsillito delantero externo del saco, la mitad
fuera del mismo; ¡tal como la habría hecho en Japón! Por cierto, andando por la peatonal de
Córdoba no creo que le hubiera durado más de 30 segundos.
Recuerdo también que era un gran “filmador”, en épocas en que no era tan difundida esa
tecnología como lo es hoy en día. Todas las fiestas que hacíamos, como día de la primavera
en el galpón, fines de año, y otras, aparecía con su filmadora 8 mm y su metro sesenta de
estatura, dejando plasmados a todos y cada uno de nosotros con total perfección oriental y en
las situaciones más curiosas
Al final de su estadía se había convertido en un gran comedor de asado y, a su vez, quienes lo
frecuentamos, en un poco japoneses, ya que siempre nos estaba enseñando algo nuevo sobre
tan fascinante cultura. De hecho, fueron memorables las cenas en su casa, donde su
encantadora esposa Yurie preparaba los más delicados platillos japoneses y nos invitaba a
todos con gran alegría. Una de las veces recuerdo haber contado diecisiete platos, pasando por
sushi, tempura, udón, sobá, tofu y las más diversas ensaladas.
Querido Yoshi, muchas gracias por tu amistad. Te recordaremos siempre.
Jorge Alvarez, [email protected]
INTI-Córdoba.
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