sujeto-resto: caído por el discurso capitalista.

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ERRANCIA…
LITORALES
MARZO 2016
SUJETO-RESTO: CAÍDO POR EL DISCURSO
CAPITALISTA.
MARCELO AUGUSTO PÉREZ
“Lo que distingue al discurso del capitalismo es esto: la verwerfung, el rechazo,
el rechazo fuera de todos los capos de lo Simbólico, con lo que ya dije que tiene
como consecuencia. ¿El rechazo de qué? De la castración. Todo orden, todo
discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llamamos
simplemente las cosas del amor, amigos míos. Ven eso, eh? ¡No es poca cosa!”
Jacques Lacan, “El saber del Psicoanalista” – Seminario 19, 1972.
Voy a aprender a llorar sin sufrir,
Sin detenerme a mirar una flor.
(…)
Llegó la indiferencia metiéndose en mi
piel
Pacientemente cruel, ¡matando mi
verdad!
Saber que no me importa nada...
De alguna vibración pasada;
Y caminar narcotizado
Por un mundo helado sin amor.
Eladia Blázquez, Sin Piel.
Resumen: El texto realiza una crítica al discurso capitalista que pretende aniquilar el
deseo, la Castración. Por ello reivindica el amor, como propuesta ética contra la muerte,
el goce de la muerte, donde la falta es la metáfora del sujeto, donde sólo vía del Amo
castrado puede hacerse futuro, donde la Castración opere como posibilidad del amor.
Palabras clave: necropolítica, biopolítica, amor, castración, capitalismo, sujeto.
http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v13/litorales_4.html
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Analizar significa desatar. Intento revelar en estos párrafos, cómo sólo atándose a la
Castración es posible menguar el sufrimiento de la neurosis nuestra de cada día. Me valgo,
para eso, de un discurso inverso al que tiene como agente el objeto: el del capitalismo.
Que –a diferencia del discurso amoroso- introduce el tapón para la falta y su consecuente
camino hacia un Otro ideal perfecto; goce mítico obviamente perdido desde el origen.
Como sabemos por Lacan, en el discurso el Otro está castrado y el Goce es mítico; es
decir: imposible. Esto no es así en el discurso capitalista (nuevo algoritmo creado por
Lacan a partir del Seminario 16 y especialmente en la Conferencia de Milan de 1972).
Podríamos preguntarnos si el discurso capitalista es realmente un discurso, ya que –por
definición- un discurso es lo que hace lazo, y el capitalismo –con sus objetos de
acumulación- consume al sujeto y tapa sistemáticamente la falta: impulsado por el
imperativo de la pulsión de muerte, no hay más que un goce que rechaza la palabra
(Verwerfung) en pro de la forclusión del sujeto de deseo. Falsamente –enlace falso
freudiano- el sujeto cree que podrá acceder –vía el consumo metonímico- a un Otro sin
falta –sin barrar- y, entonces, a una felicidad absoluta: de allí que las promesas –en
perpetuidad liberal- se afiancen en declarar que el Paraíso es posible.
En la Necropolítica, Achille Mbembe nos recuerda que el apotegma se basa “en los
nuevos actores internacionales que deciden quién debe vivir y quién debe morir en un
momento dado, atendiendo a criterios estrictamente económicos. Y las nuevas guerras,
en consecuencia, son actos bélicos nomádicos que realizan empresas privadas –en
connivencia o no con los Estados, poco importa...– que no buscan obtener territorio ni
someter a las poblaciones; tan sólo afianzar recursos estratégicos y obtener beneficios
inmediatos a cualquier coste.”
En la Biopolítica de Michel Foucault, el autor francés versa sobre la misma problemática
que el autor de Camerún. Los ciudadanos son –en esta necropolítica- meros entes
intercambiables donde su subjetividad queda abolida sine qua non. Claro que, hay que
ser honestos, a cierto ciudadano hay algo de esto –de este goce que lo va a devorar- que
le seduce y lo tranquiliza. La voracidad del poder –vía tecnología y consumo- no es ajena
a esta Demanda del sujeto poco advertido del latigazo que se viene; de la boca del
cocodrilo –como diría Lacan- que se avecina glotona, hambrienta de poder. (¿Se escucha
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el falo en todo este andamiaje? No quiero decir que el sujeto es cómplice de este
capitalismo voraz, pero el falo seduce a cualquier hijo de vecino. Paradójicamente, el
sujeto queda expropiado de un plus de goce que le pertenece por estar caído al Lenguaje.
Lacan dixit: “Lo que Marx denuncia en la plusvalía es la expoliación del goce”.)
Dice Clara Valverde:
“La nueva necropolítica no necesita armas para matar a los excluidos. Por medio
de sus políticas, los excluidos viven muertos en vida o se les deja morir porque no
son rentables. No sirven ni para ser esclavos. Pero, ¿no es suficiente con dejarles
morir sin acceso a comida, techo y atención sanitaria? ¿Por qué se desarrollan
políticas y maneras de gobernar que aceleran su muerte, que aseguran que estén
al límite de la vida con el “privilegio” de sobrevivir? Pues porque son una
amenaza. Sin darse cuenta ni proponérselo, lo excluidos y los precarios ponen en
evidencia, como cuerpos resonantes, como altavoces, todas las injusticias del
neoliberalismo. Y eso, los poderosos, no lo van a tolerar porque podría inspirar
solidaridad en el resto de la sociedad, solidaridad que se podría convertir en
revuelta. Por eso, a través de muchas formas de violencia discreta, se aplasta, una
y otra vez, a los excluidos. Se les remata. Y se convence al resto de la sociedad de
que participen en esa necropolítica, no solo asegurándose de que no haya
solidaridad, sino también utilizando a los “incluidos” y a los expertos para
mantener a los excluidos a raya. El neoliberalismo se mantiene, en parte, gracias
a esos “incluidos” que aún creen que están a salvo, los que aún creen falsamente
que son libres y los que esperan que vengan tiempos mejores por arte de magia.
Por eso urge, más que nunca, la creación de una empatía radical para amenazar
al neoliberalismo.”1
1
[13-DIC-2014: http://www.eldiario.es/catalunya/opinions/complices-necropolitica
neoliberalismo_6_334276597.html]
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El anarcocapitalismo –término Foucualtiano- lleva directamente –vía la globalización
neoliberal- al capitalismo de mercado, salvaje en cuanto el Amo-Empresarial se apodera
del dominio no sólo económico sino también social. Como sabemos, el sentido de toda
Empresa es la ganancia: es decir que la lógica del discurso capitalista se da la mano con
el sujeto que –haciendo mutis por el foro su castración- pretende ganar sin perder. Lo
simbólico –vía lo real- cae, y lo imaginario gana: se trata de un espejo candente y siempre
fálico donde la imagen toma el poder resolutivo y absoluto de dominio. Como también
sabemos desde Lacan, la pulsión invocante y la pulsión escópica hacen aquí su tour
conveniente: el sujeto se apodera de bienes-objetos que satisfacen (a) su pulsión y crean
la ilusión imaginaria –valga el pleonasmo- de que la totalidad sin hiancia es factible. Dice
Lacan: “Las vidrieras están llenas de plus-de-gozar y (…) mantienen a mucha gente
entretenida.” Objetos donde la voz y la mirada (celulares, televisión, playstation, etc.)
cobran un tamiz por demás preponderante en la cotidianidad del sujeto. Verse al espejo y
ver vidrieras permanentemente con ánimo de consumo, es verse reflejado en un goce
fálico constante, donde el narcisismo cobra privilegio ante la presencia –y la dignidaddel prójimo.
Es decir, entonces, que el sujeto de deseo (determinado por lo inconsciente) se reemplaza
por un imperativo de goce donde la perversión impacta contra la pregunta por la causa.
Analizantes muy angustiados salen del consultorio y van a comprar algo que les permita
disminuir ese afecto que los perturba. Lo mismo ocurre con los matrimonios que ya nada
tienen que decir(se) o los trabajos que achanchan al sujeto o la rutina inercial y monótona
del acontecer diario. De allí que en las antípodas de este discurso, está el discurso
amoroso; donde una flor, un gesto, representa la falta en la que todo sujeto-amoroso se ve
involucrado. Donde la falta es, obviamente, metáfora del sujeto. El enamorado puede
sentirse feliz sin necesidad de visitar un shopping o sin recurrir a la compra compulsiva:
una plaza, un río, un horizonte compartido; son metáforas de esas miradas que se
entrelazan rememorando que sólo es el amor lo que permite condescender el goce al
deseo. Es en el amor donde la castración –permutable vía la transferencia- coloca a los
partenaires en una dimensión endeble y, a la vez, fortificante y reconfortante;
hermanados por el lenguaje que, por definición, está agujereado.
En el discurso capitalista –arraigado en su estirpe más evolutiva por el neoliberalismo- el
mundo deja su aurea romántica y el consumismo se perfila como mero voluntariado
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táctico. De allí que las terapias conductuales se afianzan en estos regímenes y el
psicoanálisis cae no sólo como antipático sino incluso como estéril. Recordemos a Freud
entrando a los Estados Unidos: “Nos aplauden y no saben que le traemos la peste”. El
sujeto, atrapado por una promesa de felicidad futura y estable que promete cierto Estado
emancipado a un liberalismo salvaje, se desata también y queda desprotegido y
desmontado de lo que realmente debería custodiarlo: la Castración. “Lo que distingue al
discurso del capitalismo es esto: la verwerfung, el rechazo, el rechazo fuera de todos los
capos de lo Simbólico, con lo que ya dije que tiene como consecuencia. ¿El rechazo de
qué? De la castración. Todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja
de lado lo que llamamos simplemente las cosas del amor, amigos míos. Ven eso, eh? ¡No
es poca cosa!”
Cuando Lacan –en Función y Campo del Habla y del Lenguaje en Psicoanálisis- cita a
Antoine Tudal nos está advirtiendo que es imposible atravesar el muro del lenguaje; que
no hay sujeto por fuera de éste; y que –entonces- no hay sujeto sin falta: “Entre el hombre
y la mujer hay el amor. Entre el hombre y el amor hay un mundo. Entre el hombre y el
mundo hay un muro”. En el amor el sujeto –en posición de deseante- da lo que no se tiene
(su castración, su falta) a quien no es (el falo). De allí que uno no sabe lo que tiene y otro
no sabe lo que necesita. Por eso también la histérica nos enseñó que no alcanza con los
bienes, y su discurso intenta colocar al Amo en posición de castrado. (“Me vas a amar
más allá de lo que me das, por lo que no tengo”.) El capitalismo, en cambio, es dar lo
que sí se tiene. La histérica nos ha enseñado que toda Demanda es de amor y que no
alcanza con los bienes que pretende satisfacerla; quizás por eso también una flor
representa todo el gesto de amor que el capitalismo pretende aniquilar. Un sujeto que
lleva un ramo de flores lleva quizás todo lo que se puede significar del amor. Y supongo
que no habrá sido casual que el Modelo Óptico de Lacan esté esquematizado con un
ramillete de flores, cuya inversión debajo de la caja metaforiza el cuerpo perdido, al cual
ya no será posible acceder sino es por artilugios de lo simbólico; es decir: de la palabra.
De allí también –supongo- que el te-amo como verbo performativo, sea tan significante
para una pareja de enamorados: se trata de la palabra que pone en evidencia que el sujeto
que la enuncia está castrado –sin red, a la espera de un abismo-; holofrase que simboliza
la falta. O, como dice el poeta del tango, la falta que me hacés.
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Jacques Lacan nos enseñó a pensar que sólo la Castración introduce el deseo y que no es
sin el pasaje por la angustia. Un Amo castrado (barrado) es un futuro Sujeto que puede
hacerse la pregunta por su deseo. [Podríamos relacionar esto con el campo del deseo del
analista: sólo cuando el analista percibe angustia en su trazo –a partir del discurso
histérico de su analizante- es que lo convoca (a) su control; es decir: cuando se percibe
castrado. El control del analista ratifica (o rectificará) su posición frente al Acto.]
Aprendimos con Lacan que sólo la Castración protege. El discurso capitalismo, enemigo
del amor y hermano del consumo global- pretende hacernos creer que la Ley del Otro no
sirve; que no ordena, que sólo es menester creer en las leyes del Mercado. Aprendimos
que –al revés de lo que pensaba Freud- sin Castración suficiente se produce la Neurosis.
Aprendimos, entonces, que –lejos de los que algunos autores “de la sospecha” pretenden
hacernos creer, no es liberando pulsiones, voluntades y/o represiones, que el sujeto puede
encontrar un lugar en su deseo; sino –es necesario repetirlo una vez más- atándose a la
Castración.
Diciembre / 2015
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