Pasión de habitación / Gerardo Navarro Casa de la Cultura de Tala, 2014 B Era el anochecer, una noche que pintaba de suspenso. El viento soplaba fuerte, el silencio se apoderaba de las calles y la neblina caÃ-a y cubrÃ-a la mayor parte del terreno. Esto no era normal, sobre todo porque a Carlota se le habÃ-a hecho de noche al quedarse en la iglesia rezando y perder la noción del tiempo. Carlota tenÃ-a que llegar a su casa, pero ya era muy tarde. La luna habÃ-a salido, aunque era tapada por la neblina, y la calle estaba envuelta en el silencio más tenebroso, rodeada de viejas casonas, de espacios largos y solos.     Carlota caminaba por una calle sola y con poca luz. Llevaba una lámpara que le alumbraba el camino oscuro. El miedo se apoderaba de ella, sentÃ-a que ese ambiente no era bueno, pero no sabÃ-a que esto empeorarÃ-a. Para su suerte, el cielo comenzó a nublarse y relampaguear; la tormenta estaba cerca, y los problemas también. Empezó a llover. Ella corrió a refugiarse en el lugar más cercano: una casona abandonada, la cual la protegerÃ-a de la tormenta por un rato. Entró, prendió algunas velas y se instaló.     La casa le pareció interesante y tenebrosa. Carlota dio inicio a un recorrido dentro de ella que la llevó a una habitación con un interés en particular. Ésta era diferente a las demás, su ambiente se sentÃ-a menos tétrico que en toda la casa; la suciedad y lo abandonado parecÃ-an que no habÃ-an llegado a esta habitación y, sobre todo, un olor agradable predominaba en ella. Eso era demasiado raro. “¿Por qué en particular esta habitación se sentÃ-a con un ambiente diferente?―, se preguntaba mientras miraba atentamente la habitación.     Pasaba el tiempo y la tormenta no paraba. Cansada, se recostó y se quedó dormida, perdiendo toda noción de tiempo. Era demasiado tarde cuando despertó y la tormenta aún seguÃ-a. De repente sintió una presencia imponente, un hombre buenmozo que la miraba atentamente. Asustada le preguntó su identidad, a lo que él le respondió:     —Me llamo Ricardo. No temas, joven hermosa, soy el dueño de esta casa.     Carlota, aún temerosa de Ricardo, le pidió disculpas por estar en su habitación argumentando que estaba lloviendo afuera y que sólo habÃ-a entrado para refugiarse. Ricardo aceptó las disculpas y le dijo que no habÃ-a problema si aceptaba una condición: acompañarlo a cenar. Carlota aceptó y cenaron esa noche.     Entre el paso del tiempo y de las copas, la pasión se dio y los amantes terminaron por demostrar su amor en la cama de la habitación que desde un principio habÃ-a sido especial. Carlota, sin remordimiento de lo que habÃ-a hecho, se levantó dejando acostado a Ricardo. Recorrió de nuevo la interesante habitación y se encontró un cuadro antiguo con la imagen de Ricardo y, debajo de éste, un diario que con sólo verlo invitaba a ser hojeado. Lo tomó e inició a leerlo, dentro referÃ-a la vida de Ricardo. Era tanto el interés en el diario que se metió en la historia. Al final de la lectura se contaba que Ricardo habÃ-a muerto muchos años atrás en un trágico accidente.     Conmocionada con lo que habÃ-a leÃ-do, volteó hacia la cama y Ricardo ya no estaba. Asustada, acudió a la última página del diario en donde se encontraba una nota de suicidio en la que decÃ-a que el accidente era fingido, que en realidad Ricardo se suicidaba por no haber encontrado el amor de su vida y que en la muerte no descansarÃ-a hasta encontrarlo. Al final habÃ-a una frase que decÃ-a: “la muerte sólo es un estado más y allÃ- hay una eternidad para amarnos―.     Después de leer la frase, Carlota no superó lo que estaba pasando y se suicidó. Ahora se dice que cada noche, los amantes vuelven a repetir la pasión del dÃ-a que se conocieron, y la habitación permanece tan atrayente como la primera vez. http://luvina.com.mx/foros Potenciado por Joomla! Generado: 24 November, 2016, 16:50