Instituto para la Integración de América Latina Derecho de la Integración Económica Regional Banco Interamericano de Desarrollo A lberto ZELADA CASTEDO Derecho de la Integración Económica Regional D IST RIBU ID O R E D I C I O N E S SfyxZ/faZBlM O S AIRES Talcahuano 494 (1013) Buenos Aires Distr. General BID. IN T A L /D P 304/85 Publ. N ° 315 BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO INSTITUTO PARA LA INTEGRACIÓN DE AMÉRICA LATINA BID-INTAL Derecho de la Integración Económica Regional ALBERTO ZELADA CASTEDO Buenos Aires 1989 Instituto para la Integración de América Latina/BID-INTAL Esmeralda 130, (1035) BUENOS AIRES Casilla de Correo 39, Sucursal 1 (1401) BUENOS AIRES República Argentina El autor es responsable de las ideas y opiniones expuestas y las mismas no necesa­ riamente reflejan políticas o posiciones del BID o del INTAL. Impreso en la Argentina Hecho el depósito que previene la ley 11.723 BID. INTAL Derecho de la Integración Económica Regional [por] Alberto Zelada Castedo, Buenos Aires, 1989, 216 pp. BID. IN T A L/D P 304/85, Publ. No. 315. 1. Derecho de la Integración. 2. Integración económica — América Latina. I. Autor I.S .B .N .: 950 99331-8-X Precio: US$ 7 .- Para Elizabeth, mi esposa, y Ximena, mi hija, sin cuyo afecto y, sobre todo, sin su comprensión y tolerancia, tal vez este libro nunca se hubiese escrito. PRESENTACIÓN La función del Instituto para la Integración de América Latina no se agota con la búsqueda e identificación de oportunidades concretas y operativas para incitar a los gobiernos y a los agentes económicos de los países de la región a emprender acciones específicas para fortalecer las relaciones económicas recíprocas, cooperar más intensamente e, inclusi­ ve, integrar las economías nacionales o, al menos, ciertas actividades económicas, ni tampoco con la exploración de bases técnicas para nue­ vas políticas gubernamentales orientadas a incorporar en las estrategias de desarrollo nacional el dato y el instrumento de la cooperación y de la integración regionales. Su misión institucional se plasma, también, con aquellas actividades destinadas a promover la investigación académica, a brindar oportunidades de capacitación y a difundir, entre más amplios sectores de la población de los países latinoamericanos, el interés por los problemas de la región y las ideas para el mejor conocimiento de éstos y, en especial, sobre las ventajas, los beneficios y los medios de la coope­ ración y de la integración entre estos países. El primer grupo de esfuerzos responde al propósito de convertir a las políticas de integración en oportunidades tangibles y concretas. El segun­ do se inspira en la intención de contribuir al surgimiento de una suerte de doctrina sobre la integración económica regional latinoamericana, acompañada de un ideario capaz de poner en funcionamiento las ener­ gías sociales en procura de ésta. El presente trabajo se inscribe, en su esencia, dentro de este segun­ do grupo de actividades. Temporalmente, pretende colmar un vacío, pues ya son de antigua data los esfuerzos similares para sistematizar el cono­ cimiento del Derecho de la Integración Económica regional, los cuales, sin quitarles méritos, se han tornado insuficientes debido a los nuevos hechos y nuevos desarrollos que se han producido en los últimos años dentro de los regímenes que regulan los programas de integración eco­ nómica en América Latina y en otras regiones. X DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Sus pretensiones, sin embargo, no se agotan con una mera actuali­ zación de las informaciones o las noticias sobre hechos recientes, sino que se extienden hasta el intento de proponer, así sea por la vía de un ensa­ yo, ciertas técnicas analíticas y un esquema expositivo. Entre las prime­ ras merece ser destacado el procedimiento de examen comparativo, espe­ cialmente relevante para el estudio del Derecho de la Integración econó­ mica aplicado por los países latinoamericanos y que se caracteriza, este último, por la diversidad de ordenamientos jurídicos existentes. Del se­ gundo, en cambio, vale la pena rescatar su pretensión de ser lo más fiel posible a los métodos de conocimiento y expositivos empleados, tradicio­ nalmente, en otras disciplinas jurídicas. La tarea de la que ha resultado este trabajo bien pudo ser empren­ dida en un ambiente más estrictamente académico. El INTAL es, más bien, un servicio público internacional destinado a cumplir funciones específicas determinadas en su creación y, también, en respuesta a las demandas de sus países miembros. Sin embargo, no es menos cierto que las condiciones ofrecidas por el Instituto, debidas a su experiencia de más de dos decenios dedicados a estudiar los problemas de la integración regional, a la base de información acumulada a propósito de sus tareas y a la producción intelectual resultante de sus actividades, eran propi­ cias para emprender este esfuerzo. Por esta razón, valía la pena desti­ nar una porción de sus recursos a estimular el mismo, sin pretender con ello sustituir sino, en todo caso, complementar los esfuerzos similares que tal vez se realizan en ámbitos académicos y que, además, sería deseable que se intensifiquen y multipliquen. Además, este libro forma parte de un conjunto de actividades orientadas a los aspectos teóricos de las res­ pectivas disciplinas, que abarcan, aparte del Derecho de la Integración Económica regional, la Teoría de la Integración Económica y los aspec­ tos políticos y sociales de la Integración Regional. Al impulsar estas tareas, el Instituto ha tenido presente, antes que nada, las inquietudes, intereses y necesidades de quienes, en los países de la región, están ocupados en la enseñanza, la investigación y el estudio de la integración económica regional y del derecho de la integración, no sólo en centros orientados al derecho y la economía, sino también en aquellos dedicados a la ciencia política y las relaciones internacionales. Son aquéllas materias nuevas que, lentamente y recién en los últimos años, van ganando terreno en los programas de estudio como disciplinas más o menos autónomas o menos adheridas formalmente a las tradicio­ nales disciplinas del Derecho Internacional, la teoría del comercio inter­ nacional y la teoría general de las relaciones internacionales. Por este motivo, existe seguramente la necesidad de disponer de textos de análi­ sis y exposición básicos que, además de presentar los aspectos cruciales de la materia, brinden informaciones sobre otras fuentes de conocimiento, PRESENTACIÓN XI especialmente bibliográficas, con cuyo empleo sea posible alcanzar una más amplia y profunda versación sobre el tema. Al pretender salir al encuentro de esta necesidad, sin la ingenua creencia de que su labor es o puede ser la única ni que su tarea abarca todas las posibilidades de indagación que brindan estas nuevas áreas del complejo mundo de las relaciones económicas internacionales, el Instituto considera estar cumpliendo con la obligación de brindar un servicio, dentro del ámbito de sus funciones específicas. Eduardo A. Zalduendo Director del INTAL NOTA DEL AUTOR Algunos libros se explican y justifican por sí mismos. Otros, en cam­ bio, reclaman un esclarecimiento, a cargo de su autor o de quien ten­ ga la, benevolencia de presentarlo, sobre sus motivaciones y propósi­ tos. liste, que el lector tiene en sus manos, pertenece a esta segunda categoría. Si toca al autor, como en este caso, la aventura de preparar el camino que conduzca el libro hacia su público, es irrenunciable aña­ dir algunas reflexiones sobre los íntimos deseos que inspiraron su preparación y algunos datos que matizaron su elaboración. Al fin y al cabo, el libro es para el autor una parte de su ser más que un “otro” o un “alter ego”. Escribir, para comunicar y compartir las fantasías o para transmitir los conocimientos, es un acto íntimo, del cual no todo se puede develar, que se convierte, inexorablemente y después que la tarea está impresa, en un hecho externo del cual el lector se puede apropiar. La fisonomía externa de la escritura, sus formas y contenidos, quedan a juicio de este último. En cambio, las vicisitudes de su cons­ trucción quedan reservadas para la memoria y la valoración del autor y sólo él puede hacer o no hacer de ellas una experiencia también compartida. La decisión de emprender este trabajo tuvo dos motivaciones cla­ ras: una referida a las inquietudes y a los intereses del autor, y otra vinculada a las presuntas intenciones de los probables e indefinidos lectores. Para el primero, varios años, no menos de veinte, dedicados a conocer, asimilar e interpretar una materia en respuesta a necesida­ des profesionales y al calor del paulatino surgimiento de la convicción sobre la bondad y oportunidad de una idea, hicieron brotar un impul­ so incontenible hacia el intento de sistematizar ese conocimiento y ordenar esa experiencia. La idea fue la de la integración económica entre los países de América Latina, pergeñada e impulsada por la urgencia del desarrollo económico de éstos, así como de su mejor XIV DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL inserción en el sistema económico internacional. A su vez, la materia con la que hubo de lidiar fue la de la regulación jurídica de las políticas de integración. Aquella idea, al proveer los valores, las aspiraciones y los objetivos materiales de las acciones concertadas de los países de la región, resultaba indisolublemente ligada a la segunda materia, por ser ésta el mejor medio, si no el único, para enunciar formalmente y, de esa manera, convertir en pautas obligatorias de comportamiento tales valores, aspiraciones y objetivos. El orden jurídico de los programas de integración económica, dicho en otros términos, se nutre de las propuestas acordadas mediante voluntades políticas concurrentes. Estas coincidencias, que traducen intereses coordinados o convergentes e, inclusive, intereses comunes, se convierten en conductas obligatorias o exigibles merced a su explicitación a través de normas jurídicas. Transmitir, con cierto rigor, las vivencias y las percepciones surgidas del conocimiento de los sistemas normativos adoptados por los países latinoamericanos y por países de otras regiones, para disciplinar su voluntad política de integrar, progresivamente, sus respectivas economías nacionales, fue, en consecuencia, la causa radical o la intención primordial que guió el esfuerzo del autor. Al realizarlo, tuvo presente, en todo momento, que la mejor vía a seguir para presentar las reflexiones sobre la realidad de tales ordenamientos es aquella que pasa, necesariamente, por su descripción y su interpretación, basada esta última, sobre todo, en sus elementos intrínsecos más que en los factores extrínsecos que también los han condicionado. En otras palabras, trató de ser fiel a la más estricta dogmática jurídica, entendida como método de conocimiento y como instrumento de comunicación de este conocimiento. Las explicaciones extrajurídicas y la identificación de las fuentes metajurídicas, quedaban, así, en manos de los sociólogos, politólogos y axiólogos. Al dar cauce a sus intenciones, el autor hubo de afrontar una de las dificultades más arduas para quien se propone estudiar no sólo los regímenes jurídicós sino también las políticas de integración entre los países de América Latina, tanto desde el punto de vista de sus postu­ lados e instrumentos, como desde el punto de vista de sus efectos reales. Esta dificultad proviene de que en la región latinoamericana, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en la Europa Occidental, son varios los estilos adoptados para alcanzar la integración, y diversos, en consecuencia, los regímenes normativos para plasmar esos estilos. Esta heterogeneidad impulsó la salida por un solo camino: el del análisis comparativo. El autor pensó que esta forma de presentación, podría, tal vez, colmar una doble inquietud. Primero, la de identificar las particu­ laridades, los rasgos singulares, las características especiales, que reflejan la diferente idiosincrasia de los países que intentan la integra­ NOTA DEL AUTOR XV ción económica o, dicho de otra manera, la diversidad de sus estruc­ turas económicas, de sus sistemas sociales y de sus órdenes políticos que, en conjunto y de manera sistemática, condicionan los estilos de integración. Segundo, poner de manifiesto los elementos compartidos, las fórmulas similares, los problemas y las soluciones equiparables, que bien pueden justificar o dar sustento a la elaboración de una suerte de teoría general del Derecho de la Integración o de una teoría con voca­ ción universal. Sólo el lector podrá juzgar si tiene efectivamente esta doble inquietud y si el empeño plasmado en este libro le sirve en algo para coadyuvar a despejarla. Por último, no estuvo ausente en la labor del autor la reflexión sobre la eficacia del derecho para inducir, efectivamente, los cambios en las relaciones económicas recíprocas que se propone, expresamen­ te, la política de integración instaurada por un grupo de países. Esta pregunta surge con mayor intensidad cuando se trata de la eficacia de las normas jurídicas adoptadas, sobre todo mediante procedimientos convencionales, entre Estados, y de normas que, por su naturaleza y finalidades, están dirigidas a crear derechos y obligaciones para éstos, cuya esencia se define por su autonomía —euíemísticamente denomi­ nada “soberanía”— o, por lo menos, por la reivindicación de su auto­ nomía dentro de órdenes jurídicos, total o parcialmente, internaciona­ les, como es el caso del Derecho de la Integración económica. No es infrecuente, sobre todo en América latina, dejarse llevar por el desa­ liento o dejarse seducir por el escepticismo, cuando se observa el abismo entre la regla pactada y el comportamiento real de los sujetos de los regímenes jurídicos de integración. En efecto, no se puede ser optimista ni sostener la creencia en la eficacia del derecho, cuando se constata que la conducta real de tales sujetos convierte a éste en algo así como “letra muerta”, vigente formalmente pero impotente para modificar de modo efectivo, según un modelo prefigurado, dicho comportamiento. A veces, este escepticismo conduce al extremo de negar la idoneidad del derecho —así en abstracto— como instrumen­ to de control social, particularmente en el ámbito descentralizado de la sociedad o comunidad de Estados y a considerar fútil, infructuosa y nada relevante la tarea de examinar sistemáticamente órdenes norma­ tivos que parecen haber perdido su sentido al quedar situados lejos del mundo real. Sin embargo, una profunda convicción democrática que, por for­ tuna, nunca falta, y que, por supuesto, también inspiró al autor, revier­ te rápidamente esa caída hacia el desaliento. Para quienes adhieren a esa convicción no hay otro medio más apropiado que el derecho, pro­ puesto por las instituciones competentes o elaborado de común acuer­ do y en libertad, para establecer el orden de la convivencia entre los XVI DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL individuos, los grupos sociales e, inclusive, los Estados. Tratándose de estos últimos, la voluntad de obligarse mediante normas jurídicas es, nada menos, que la más auténtica manifestación y afirmación de su individualidad y de su autonomía. Además, cuando se pretende orga­ nizar la cooperación entre Estados, para alejar el conflicto o para evi­ tar que las expresiones de éste rebasen ciertos límites o para combi­ nar los esfuerzos y las capacidades en el sentido de buscar y promo­ ver intereses comunes, no existe instrumento más idóneo que la nor­ ma jurídica, hacia la cual es necesario referir el comportamiento de aquéllos. Adherido a una política de integración, sea económica o también política y social, el derecho, con las instituciones que estable­ ce, los principios que consagra y las conductas que prefigura, reafir­ ma su sentido como instrumento privilegiado de aquélla, de dotar de forma a sus contenidos consistentes en valores, propósitos y finalida­ des concretos. El derecho es el responsable, en buena medida, de que las políticas de integración se conviertan en las mejores técnicas para promover el entendimiento entre los Estados y entre los grupos socia­ les sometidos a la jurisdicción de los Estados y confinar, de esa mane­ ra, los gérmenes del conflicto, atenuando su posible impacto o reem­ plazando sus motivaciones por la orientación de los esfuerzos hacia la realización de intereses y valores comunes. Si se afirma que esta convicción es democrática, es porque al hacerlo se niega que la fuerza no regulada formalmente es un medio para ejercer el control social o para conducir las relaciones entre Es­ tados. O, dicho en otro giro, es porque al hacerlo se rechaza la violen­ cia como forma de relación entre individuos, grupos sociales y Estados y se postula, en su reemplazo, un estilo de convivencia superior basa­ do en el derecho. Todo esto, en definitiva, equivale a reafirmar que la democracia, lo democrático o la actitud democrática, no son únicamen­ te técnicas o modalidades de comportamiento para administrar la so­ ciedad, el Estado y la sociedad de Estados, sino, también, una concep­ ción de vida, que da lugar a una verdadera cultura individual y colec­ tiva, enraizada en la indeclinable aspiración a la libertad. Muchas, si no todas, las páginas de este libro fueron escritas al impulso de esta convicción y con el ánimo de que el avisado lector perciba su aliento al discurrir por esas páginas. La otra motivación para elaborar este libro, provino de la presunción del autor sobre los intereses y las inquietudes de los probables lectores. El primer paso consistió en identificar, al menos con la imaginación, a estos presuntos lectores. Con muchas probabilidades, éstos serán los que pertenecen a la categoría de los interesados en el conocimiento de la sociedad, el Estado y el sistema internacional, en particular del sistema económico internacional. Sin embargo, dentro de NOTA DEL AUTOR XVII este grupo existe, sin duda, un núcleo más reducido compuesto por quienes se preocupan, más específicamente, por el ordenamiento jurídico de aquellas realidades, así como por los medios para promover y alcanzar la integración económica, de la misma manera que la más ambiciosa integración política entre Estados. En definitiva, los lectores serán reclutados entre quienes piensan que las relaciones económicas internacionales, una de cuyas manifestaciones más sobresalientes es la integración de las economías nacionales, es una materia cada vez más importante en el momento actual, que marca el irreversible tránsito hacia una economía internacional francamente mundializada o universal. Con toda seguridad, estos probables lectores concuerdan en el convencimiento de que el proceso de acelerada transnacionalización de las fuerzas productivas —ya sea que se desarrolle dentro de una lógica objetiva o al impulso de una acción deliberada, o sea que abarque al conjunto de los Estados de la sociedad internacional o que se profundice, en una primera fase, entre economías nacionales pertenecientes a diversas regiones— debe marchar al mismo ritmo del desarrollo de instituciones y normas jurídicas destinadas a dotarlo de un orden y un sentido, no sólo intrínsecos sino también trascendentes. La identificación de los probables lectores, pensó el autor, no era suficiente. Asimismo, era urgente presumir o descubrir, apriorísticamente, las causas de su interés en la materia. Para algunos, proba­ blemente, el motivo principal será la simple, aunque respetable, curio­ sidad intelectual. Para otros, será cumplir con la obligación de apren­ der impuesta por una vocación o, por lo menos, por tareas conectadas con una vocación. Para los demás, será satisfacer necesidades de in­ formación planteadas por el ejercicio profesional o por el desarrollo de actividades condicionadas por las políticas de integración y por las reglas de juego acordadas formalmente dentro de éstas. Teniendo en cuenta estas diversas motivaciones, bien se puede adelantar que los hipotéticos lectores serán algunos estudiosos del derecho, en especial del Derecho Internacional y del Derecho Internacional Económico, profesores universitarios, estudiantes de la carrera de Derecho y de otras carreras afines, funcionarios públicos, profesionales independien­ tes o en función de asesores y, quién sabe si algunos empresarios o dirigentes de organizaciones de empresarios. En homenaje a este pú­ blico potencial, el autor dirigió su esfuerzo a la preparación de un análisis y de una exposición ceñidos a un contenido y a una forma re­ lativamente tradicionales, pasando revista a las aspectos que pueden ser considerados sustanciales y necesarios para el conocimiento y la com­ prensión de la materia. Este esfuerzo estuvo combinado con otro desti­ nado a la búsqueda y presentación de las fuentes de conocimiento, contenidas en la ya extensa bibliografía especializada en la materia, a las que fue posible acceder en el medio en el que fue preparado el libro. XVIII DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Las precedentes confidencias sobre la génesis de este libro y sobre algunas de las peripecias en la tarea de su preparación, tienen que concluir, también en homenaje a sus probables lectores, con una ad­ vertencia: se trata, nada más ni nada menos, que de una introducción al estudio del Derecho de la Integración Económica regional. Como toda introducción tiene el alcance y las pretensiones de desbrozar un primer sendero para acceder al conocimiento de la materia y aspira, antes que nada, a estimular la curiosidad, a proponer un esquema analítico preliminar, a ensayar una técnica expositiva provisional y a señalar el camino para intentar, con la consulta de otras fuentes, un conocimiento más amplio y profundo. Cualquier introducción tiene la limitación de que no agota las posibilidades de conocimiento de un tema. Pero tiene la ventaja, que compensa con creces la anterior defi­ ciencia, de que invita al lector a adoptar una actitud menos pasiva, menos receptiva, para emprender la aventura de aprehender nuevas realidades. Por lo que toca a las aspiraciones del autor, este libro tiene la virtud de haberlas colmado hasta un grado razonable y aceptable. En cuanto a los probables lectores, si consigue salir al encuentro de sus inquie­ tudes y, sobre todo, si logra responder a algunas de sus preguntas e incitarlos a la búsqueda de nuevos horizontes en el conocimiento de la materia, cosas que son difíciles de constatar anticipadamente, el mismo autor considerará que su esfuerzo y las horas y días dedica­ dos a realizarlo no han sido vanos. Buenos Aires, mayo de 1989 DATOS BIOGRÁFICOS DEL AUTOR Abogado boliviano, con estudios superiores en la Universidad de San Francis­ co Xavier (Sucre-Bolivia). Estudios de especialización en Derecho Internacio­ nal, relaciones económicas internacionales e integración económica regional en el INTAL, la Comisión de la Comunidad Europea y la Secretaría del GATT. Desempeñó altas funciones en el Servicio Exterior de su país, como Director General de Asuntos Económicos. Subsecretario de Relaciones Exteriores, Subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, Embajador Represen­ tante Permanente de Bolivia en el Comité Ejecutivo Permanente de la ALALC y Embajador de Bolivia ante el Gobierno de la República Oriental del Uruguay. Ocupó, asimismo, otras funciones en diversas organizaciones internacionales, habiendo sido Asesor del Secretario Ejecutivo de la ALALC, Director-Secreta­ rio de la Junta del Acuerdo de Cartagena y Jefe del Sector Jurídico-Institucional del INTAL. Dedicado, también, a la actividad académica es, actualmente, Profesor Titular de Relaciones Económicas Internacionales en la Carrera de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Belgrano (Buenos Aires) y Profesor Titular de Organismos Económicos Internacionales en la Facultad de Estudios para Graduados (Maestría en Política Económica Internacional) de la misma Universidad. Dicta cursos, asimismo, sobre Aspec­ tos Políticos de la Integración Regional en el Instituto de Integración Latinoa­ mericana de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Como investigador ha publicado numerosos trabajos, en las Revistas “Derecho de la Integración” e “Integración Latinoamericana”, así como en otros medios especializados, en particular sobre aspectos jurídicos, institucionales y políticos de la integración económica regional latinoamericana. Ha realizado trabajos de consultoría, entre otras organizaciones, para el INTAL, la Junta del Acuerdo de Cartagena y la Secretaría de la ALADI. ÍNDICE GENERAL CAPÍTULO I LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL DERECHO DE LA INTEGRACIÓN 1. 2. Relaciones internacionales e integración regional....................... Dimensiones de la integración regional: la integración económi­ ca ................................................................................................... I>a integración política y la integración social............................... U i integración regional y el Derecho de la Integración............... 4 9 14 B ib lio g ra fía ................................................................................................. 15 3. 4. 1 CAPÍTULO II LA NATURALEZA DEL DERECHO DE LA INTEGRACIÓN 1. 2. 3. 4. 5. Un ordenamiento jurídico “sui generis” ....................................... Estructura formal y contenidos materiales del Derecho de la In­ tegración Rasgos diferenciales específicos.................................................... El Derecho de la Integración en América Latina.......................... El estudio del Derecho de la Integración........ ............................ Bibliografía................................................................................................. 19 21 25 32 41 42 CAPÍTULO III LAS FUENTES DEL DERECHO DE LA INTEGRACIÓN 1. Consideraciones ge ne rales..................................................................... 49 2. Las fuentes del Derecho de la Integración.................................. 53 X X II 3. 3.1. 3.2. 3.2.1. 3.2.2. 3.2.3. 3.2.4. 4. 4.1. 4.2. 4.2.1. 4.2.2. 4.2.3. 4.2.4. DERECHO DE IAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Las fuentes convencionales del Derecho de la Integración...... El derecho convencional en la Comunidad Europea................ Las fuentes convencionales en el Derecho de la Integraciónen América Latina.............................................................................. Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)............... Grupo Andino............................................................................... Mercado Común Centroamericano (M CCA)............................. Comunidad del Caribe (CARICOM)........................................... Las fuentes no convencionales del Derecho de la Integración.... El Derecho no convencional en la Comunidad Europea........... Las fuentes no convencionales en el Derecho de la Integración en América Latina........................................................................ Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)............... Grupo Andino............................................................................... Mercado Común Centroamericano (M CCA)............................. Comunidad del Caribe (CARICOM)........................................... B ib lio g ra fía ................................................................................................ 60 62 65 66 68 71 74 76 77 79 80 81 83 85 86 CAPÍTULO IV L A E S T R U C T U R A O R G Á N IC A 1. 2. 3. 3.1. 3.2. 3.3. 3.4. La estructura orgánica de las organizaciones de integración... La estructura orgánica de la Comunidad Europea.................... I>a estructura orgánica de las organizaciones de integracióneco­ nómica en América Latina Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)............... Grupo Andino............................................................................... Mercado Común Centroamericano (M CCA)............................. Comunidad del Caribe (CARICOM)........................................... B ib lio g ra fía ................................................................................................ 93 97 100 101 105 108 111 116 CAPÍTULO V L O S Á M B IT O S D E V A L ID E Z D E L D E R E C H O D E LA IN T E G R A C IÓ N 1. 2. 2.1. 2.2. Consideraciones generales.......................................................... El ámbito de validez material del Derecho de la Integración... El ámbito de validez material del Derecho de la ComunidadEu­ ropea (C E ) El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)................ 121 123 125 127 ÍNDICE GENERAL 2.3. 2.4. 2.5. 3. 4. 4.1. 4.2. 4.3. 5. 6. XXIII El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico del Gru­ po Andino........................................................................................ El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico del Mer­ cado Común Centroamericano (MCCA)....................................... El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico de la Co­ munidad del Caribe (CARICOM).................................................. El ámbito de validez territorial del Derecho de la Integración ... El ámbito de validez personal del Derecho de la Integración..... Los Estados como sujetos del Derecho de la Integración........... Las organizaciones de integración como sujetos del Derecho de la Integración.................................................................................. Las personas particulares como sujetos del Derecho de la Inte­ gración ............................................................................................. El Derecho de la Integración y el derecho interno de los Esta­ dos ................................................................................................... I>a discriminación y la no discriminación en el Derecho de la In­ tegración.......................................................................................... B ib lio g ra fía ................................................................................................. 129 131 134 135 138 141 144 150 153 162 174 CAPÍTULO VI EL CONTROL DE LA LEGALIDAD, LA INTERPRETACIÓN UNIFORME Y LA SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS EN EL DERECHO DE LA INTEGRACIÓN 1. 2. 3. 4. 4.1. 4.2. 4.3. 4.4. Aplicación e interpretación del derecho en las organizaciones in­ ternacionales ................................................................................... Control de la legalidad, interpretación uniforme y solución de controversias en los ordenamientos de integración económica... El sistema de la Comunidad Europea............................................ Los sistemas de control de la legalidad, interpretación uniforme y solución de controversias en América Latina............................ Los procedimientos en la Asociación Latinoamericana de Integra­ ción (ALADI).................................................................................. El sistema jurisdiccional del Acuerdo de Cartagena.................... El sistema arbitral del Mercado Común Centroamericano (MC­ CA) .................................................................................................. Los métodos de la Comunidad del Caribe (CARICOM).............. B ib lio g ra fía ................................................................................................. 185 189 193 196 198 201 204 207 210 CAPÍTULO I LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL DERECHO DE LA INTEGRACIÓN 1. Relaciones internacionales e integración regional El estudio del Derecho de la Integración reclama un examen previo de algunos conceptos básicos sobre la integración regional. Esto se debe a que esta última, tanto en cuanto proceso, como en cuanto situación resultante de aquél, está regulada por el conjunto de normas jurídicas que integran el Derecho de la Integración. La integración a la que nos referimos es un fenómeno que se da en el escenario del sistema internacional. Sus actores son los mismos que protagonizan el múltiple juego de interacciones en el que consis­ te dicho sistema, o sea las comunidades políticas denominadas Estados y los grupos sociales y políticos situados en el ámbito jurisdiccional de los Estados. En sentido estricto, la integración sería una de las formas de interacción de dichos actores, basada en el impulso originado en el desarrollo inherente de éstos y orientado históricamente hacia la formación progresiva de una verdadera sociedad internacional. Discurriendo en un alto nivel de abstracción y en alusión a la esencia del fenómeno de la integración, Karl Deutsch, sostiene, por ejemplo, que “integrar significa generalmente constituir un todo con las partes, es decir, transformar unidades previamente separadas en componentes de un sistema coherente”. Añade, luego, que “la caracte­ rística esencial de cualquier sistema, debemos recordar, es un grado significativo de interdependencia entre sus componentes, y la interde­ pendencia entre dos componentes o unidades cualesquiera consiste en la probabilidad de que un cambio ocurrido en una de ellas —o una o­ 2 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL peración realizada sobre una de ellas— produzca un cambio predecible en la otra”.1 De acuerdo con lo anterior, el fenómeno de la integración entre los actores del sistema internacional, de la misma manera que aquél entre los actores de otros sistemas políticos y sociales que actúan en un ámbito más reducido, está íntimamente asociado con los fenómenos de la interacción y la interdependencia. La base o el supuesto del proce­ so de integración es la interacción entre los actores participantes, y la interdependencia es la más típica de sus manifestaciones. La primera, por consiguiente, es una condición necesaria, aunque no suficiente, de dicho proceso. De igual manera, la segunda es un signo también nece­ sario, aunque tampoco suficiente. Ni la intensificación y diversificación de las interacciones, ni la acentuación de la interdependencia, garantizan, por sí mismas, la presencia de un proceso y una situación de efectiva integración. Para poder apreciar un proceso y una situación de esa índole, se hace necesario escudriñar en busca de los factores, no puramente espontáneos, que proveen a las interacciones y a la interdependencia de un sentido y de una finalidad extrínsecos. Para ser valoradas como indicios fehacientes de una integración efectiva, éstas deberán estar sustentadas en el propósito convergente de los actores involucrados de conseguir, por ese medio, determinados objetivos, previamente valora­ dos, que en el plano economico podrían consistir en el mayor bienes­ tar, y en el plano político, en la mayor seguridad. Esta conceptualización acepta, en primer lugar, que la integración es el resultado, al mismo tiempo, del impulso expansivo inherente a los actores participantes —comunidades políticas, estructuras económicas y grupos sociales y políticos— y de una acción o conjunto de acciones deliberadas, que confieren al proceso una orientación racional y un desenvolvimiento controlable y controlado. En este sentido, al indagar sobre situaciones o procesos de integración concretos, es posible dife­ renciar, así sea sólo con fines analíticos, entre la integración real o provocada por fuerzas y factores históricos objetivos, y la integración como una gama de actos deliberados orientados hacia el logro de aquélla como un medio para alcanzar valores extrínsecos. Se alude, en este segundo caso, a la política de integración, como una de las políti­ cas que los actores participantes, en forma individual o colectiva, adoptan para promover sus intereses y realizar sus valores. En segundo lugar, la misma conceptualización deja fuera de su 1 Deutsch, Karl W., El análisis de las relaciones internacionales, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1970. CAPÍTULO I 3 enfoque a los procesos de integración fundados en la fuerza, para considerar como genuinos procesos de integración únicamente a aque­ llos que, por el contrario, se basan en el consentimiento de los acto­ res participantes. Este punto de vista, aun a riesgo de apartarse del rigor científico que exige la mayor objetividad posible y la menor inje­ rencia de actitudes valorativas en el enunciado de conceptos analíticos y proposiciones explicativas, brinda una base apropiada para el examen y la interpretación del fenómeno de la integración como se da, por lo menos, en el espacio histórico contemporáneo de las relaciones inter­ nacionales. En corroboración de este enfoque, Ernst B. Haas diferen­ cia la integración, en sentido estricto, del fenómeno de “establecimien­ to de imperios por la fuerza”. En su opinión, lo que singulariza a la primera es que “puede deberse a un acto deliberado y voluntario por parte de los interesados, o bien puede ser el resultado de consecuencias imprevistas de tales decisiones”, pero “nunca puede basarse en la fuerza”.2 De aquí se desprende una primera consecuencia importante para el estudioso del Derecho de la Integración. Al considerar como genui­ nos procesos de integración únicamente a los que se basan en el consenso de los actores participantes y no a los que provienen del ejercicio de la violencia o la fuerza se afirma, implicitamente, que aquéllos están fundados en un sistema de normas de derecho. Por consiguiente, la integración por la fuerza sería un proceso desprovisto de juridicidad, o un proceso que aunque esté dotado de cierta legalidad formal, carece, en cambio, de legitimidad. 1.a integración así concebida es un proceso y una situación que se da, o se puede dar, tanto en el escenario del sistema internacional global como en el ámbito geográficamente más restringido de los subsistemas regionales. Por tal motivo, se puede hablar de una integración internacional y de una integración regional. Para Manuel Medina, la integración internacional, que “constituye un aspecto de la dinámica de la sociedad internacional”, se refiere a la superación de entidades políticas menores mediante su “fusión” en entidades de mayor extensión superficial y puede abarcar “desde la simple conclusión de tratados de paz y alianza hasta la formación de confederaciones, federaciones y otras uniones de Estados”.3 Para Ernst B. Haas, a su vez, “el término ‘integración regional' se refiere a un proceso que tiene lugar entre dos o más Estados en una escala 2 Haas, Ernst B., “Integración internacional: integración regional”, en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, t. 6, Madrid, Ed. Aguilar, 1976. 3 Medina, Manuel, “La integración internacional”, en Revista de Política Interna­ cional, n° 164, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1979. 4 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL geográficamente limitada y en un plano inferior al de la integración global”.4 Sea que se desarrolle en el plano del sistema internacional global o en el plano regional, la integración, sobre todo como acción delibe­ rada -o como política, constituye uno de los instrumentos de la política internacional. Adopta algunos de los objetivos básicos de ésta, como el mantenimiento de la paz y de la seguridad dentro del sistema interna­ cional, y recurre, para coadyuvar al logro de los mismos, a aquellos elementos del comportamiento y de las interacciones entre los Estados que encierran un potencial primordialmente cooperativo. En la concepción de las relaciones internacionales basada en la clásica dicotomía entre interacciones de conflicto e interacciones de cooperación, la integración se ubica, por consiguiente, dentro de este segundo grupo de formas de relación entre los Estados. Su función primordial, desde el punto de vista de los fines de la política interna­ cional, consiste en la identificación racional de materias y procedimien­ tos de relación entre los Estados de naturaleza preferentemente coope­ rativa, y en la elaboración, sobre esa base, de un interés común desti­ nado a dar sustento a un conjunto de acciones encaminadas a eliminar las interacciones de conflicto o, por lo menos, a atenuar sus efectos. 2. Dimensiones de la integración regional: la integración económica Desde el punto de vista de su materia, la integración regional puede estar referida a las interacciones y a la interdependencia entre las co­ munidades políticas independientes denominadas Estados o entre las estructuras económicas y los grupos sociales y políticos pertenecientes a jurisdicciones estatales diferentes. Por esta razón es posible distinguir entre integración política, por un lado, e integración económica e integración social, por otro. En la realidad, estas tres dimensiones de la integración regional se dan estrechamente conectadas y su diferenciación, las más de las veces, no es sino un nuevo artificio con fines analíticos. A pesar de esto último, lo que no se puede ignorar es que las diversas políticas de integración suelen poner el acento en uno u otro objetivo material. De esa manera es posible encontrar ejemplos histó­ ricos de programas de integración orientados, de preferencia, a modi­ 4 Haas, Ernst B., ob. cit. CAPÍTULO I 5 ficar cualitativamente las interacciones y la interdependencia entre los Estados, de manera global, y de programas dirigidos especialmente a transformar las interacciones y la interdependencia entre las estructu­ ras económicas y los grupos sociales y políticos ubicados en la jurisdic­ ción de diversos Estados. Con el propósito de encontrar un esquema conceptual operativo para desarrollar investigaciones empíricas, Joseph Nye ha expresado que “el concepto de integración, definido verbalmente como lo que constituye partes en un todo o lo que crea interdependencia, puede ser desmembrado en integración económica (formación de una economía transnacionaD, integración social (formación de una sociedad transna­ cional) e integración política (formación de interdependencia política transnacional)”.5 Cada una de estas formas de la integración regional ha dado lugar a su correspondiente teoría analítica, de la cual es posible extraer tanto conceptos y proposiciones explicativos como orientaciones prescriptivas para la acción política. Históricamente hablando, la integración econó­ mica ha sido la primera en provocar el surgimiento de una teoría su­ ficientemente desarrollada. Las teorías sobre la integración política y la integración social, en cambio, surgieron con posterioridad, y segu­ ramente por esta razón no alcanzaron aún la amplitud y precisión de aquélla. Para Ramón Tamames, la integración económica es una de las formas de las relaciones económicas contemporáneas entre los Estados, juntamente con el librecambio y la cooperación económica. Según este autor, la integración económica consiste específicamente en un proce­ so mediante el cual “dos o más mercados nacionales previamente separados y de dimensiones unitarias poco adecuadas se unen para formar un solo mercado (mercado común) de una dimensión más idónea”.6 Bela Balassa, en un enunciado clásico, define la integración eco­ nómica como un proceso y una situación de las actividades económicas. Considerada como un proceso, se “encuentra acompañada de medidas dirigidas a abolir la discriminación entre unidades económicas perte­ necientes a diferentes economías nacionales; vista como una situación de los negocios, la integración viene a caracterizarse por la ausencia de 5 Nye, Joseph S., “Integración regional comparada: concepto y medición”, en Revista de la Integración, nQ 5, Buenos Aires, INTAL, 1969. 6 Tamames, Ramón, Estructura económica internacional, Madrid, Alianza Editorial, octava edición, 1984. 6 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL varias formas de discriminación entre economías nacionales”.7 En opinión de estos dos autores es esencial diferenciar la integración económica de la cooperación económica. Según Tamames, mediante la cooperación económica se trata de “reducir las barreras”, mientras que con la integración económica se persigue “la supresión absoluta de tales barreras, para crear un mercado único, sin solución de continuidad, sin trabas fronterizas”.8 Según Balassa, “mientras que la cooperación involucra acciones encaminadas a disminuir la discrimi­ nación, el proceso de integración económica implica medidas encami­ nadas a suprimir algunas formas de discriminación”.9 Tanto la teoría como el Derecho Internacional Económico aceptan que la integración económica puede revestir diversas formas. Para Richard G. Lipsey, la “integración parcial de las economías de un grupo de países” puede adoptar las siguientes formas: a) b) c) d) e) el sistema arancelario preferencial; la zona de libre cambio; la unión aduanera; el mercado común; la unión económica; y f) la integración económica completa. El sistema arancelario preferencial “está compuesto por un grupo de países que gravan los productos importados de uno de los países componentes del grupo con tarifas inferiores a las que gravan los productos importados del mundo”. La zona de libre cambio o de libre comercio está formada por un conjunto de países que “no tienen un arancel común frente al resto del mundo”. La unión aduanera es “la que mantiene comercio libre entre los países miembros y que, además, cuenta con un arancel exterior común”. El mercado común “es una unión aduanera que adopta medidas adicionales para garantizar el libre movimiento de los factores de producción entre los países miembros”. La unión económica “es un mercado común con determinadas medidas encaminadas a mantener una política común en cuestiones monetarias, fiscales y otros aspectos de la política oficial”. La integración económi­ ca completa, por último, “supone una política económica para todos los países participantes”.10 7 Balassa, Bela, Teoría de la integración económica, México D.F., Ed. UTEHA. 8 Tamames, Ramón, ob. cit. 9 Balassa, Bela, ob. cit. 10 Lipsey, Richard G., “Integración internacional: uniones económicas”, en CAPÍTULO I 7 Esta clasificación de las formas que puede revestir la integración económica se basa en dos criterios: por una parte, el ámbito material abarcado por los respectivos programas de integración y, por otra, el alcance de los instrumentos utilizados en cuanto al tratamiento preferencial que se otorgan los países participantes en relación con los no participantes. Así, por ejemplo, las tres primeras formas de integración económica se diferencian de las restantes debido a que la materia de aquéllas son, únicamente, las transacciones comerciales. A su vez, el sistema arancelario preferencial y la zona de libre comercio se diferencian de las otras cuatro formas en razón de los procedimientos para aplicar un tratamiento más favorable y, por consiguiente discriminatorio, con relación a terceros países. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), considerado como uno de los más importantes instrumentos del Derecho Internacional Económico, hace referencia a sólo dos de estas formas de integración económica. Después de consagrar el prin­ cipio de no discriminación, como principio general de las relaciones comerciales entre los países signatarios, y de formalizar la obligación de aplicar, de manera incondicional y automática, la cláusula de la nación más favorecida, el Acuerdo enuncia, en su artículo XXIV, dos excepciones a estas reglas generales: el de la zona de libre comercio y el de la unión aduanera. Según esta disposición, las normas del Acuerdo “no impedirán, entre los territorios de las Partes Contratantes, el establecimiento de una unión aduanera ni el de una zona de libre comercio”. A los efectos de aplicar esta norma, el Acuerdo define como unión aduanera “la sustitución de dos o más territorios aduaneros por un solo territorio aduanero de manera: 1) que los derechos de aduana y las demás reglamentaciones comerciales restrictivas, sean eliminadas con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales entre los territorios constitutivos de la unión o, al menos, en lo que concierne a lo esencial de los intercambios comerciales de los productos originarios de dichos territorios; y 2) que cada uno de los miembros de la unión aplique al comercio con los territorios que no estén comprendidos en ella derechos de aduana y demás reglamentaciones de comercio que, en sustancia, sean id én tic o s Al mismo tiempo prescribe que se entenderá por zona de libre comercio “un grupo de dos o más territorios aduaneros entre los cuales se eliminen los derechos de aduana y demás reglamentaciones comerciales, con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, t. 6, Madrid, Ed. Aguilar, 1979. 8 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL de los productos originarios de los territorios constitutivos” de dicha zona de libre comercio.11 La clasificación propuesta por Richard G. Lipsey, de la misma manera que las propuestas por otros estudiosos, da a entender que las diversas formas de integración económica constituyen etapas de un proceso que discurre desde las más simples a las más complejas. En este sentido, el sistema arancelario preferencial sería la primera etapa de un proceso que podría desembocar, finalmente, en la integración económica completa Esta concepción, que ha sido utilizada también en la teoría de la integración política, fue criticada por algunos autores latinoamericanos. Al referirse a las definiciones tradicionales de integración económica y de integración política, con sus respectivas formas, Isaac Cohén O. puntualiza: “Posiblemente el rasgo común más saliente que comparten ambas definiciones sea el énfasis que ponen en el resultado del proceso de integración, o sea en la meta final del mismo, que consiste en el es­ tablecimiento de un espacio mayor —en el caso de la económica—, o bien el surgimiento de una unidad mayor —en el caso de la política”. “Ambas definiciones —añade— comparten, además, un rasgo de linealidad, por la forma de esperar que se alcance la meta. Caracterizada por la sucesión ordenada de etapas, en el caso de la económica, o bien por la automaticidad, en el caso de la política”. A juicio de este autor, estas definiciones tienen innegable desventajas, sobre todo, “cuando se las juzga a la luz de la influencia negativa que ejercen sobre el tipo de medidas integracionistas susceptibles de ser identificadas y propuestas, basadas en ellas”.12 Consecuente con estas apreciaciones, Isaac Cohén O. propone una nueva definición, según la cual la integración económica puede ser 11 Los programas de integración económica más importantes surgieron después de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos se pueden mencionar los siguientes: 1) En Euro­ pa: el Bénélux, la Unión Económica Belgo-Luxemburguesa, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA-1951), la Comunidad Económica Europea (CEE-1957), la Comunidad Europea de Energía Atómica (CEEA-1957); 2) En América Latina: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC-1960), el Mercado Común Centroamericano (MCCA-1961), el Grupo Andino (GRAN-1969), la Comunidad del Caribe (CARICOM-1973), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALAD1-1980); 3) en Africa: la Comunidad Económica del África Occidental (CEAO-1974), la Comuni­ dad Económica de los Estados del África Occidental, (CEDEAD-1975), la Unión del Río Mano (1973), la Unión Aduanera y Económica del África Central (UDEAC-1975), la Comunidad Económica de los Países de los Grandes Lagos (CEPGL-1976), la Zona de Comercio Preferencial del África Oriental y Meridional (ZCP-1981). 12 Cohén, O., Isaac, “El concepto de integración”, en Revista de la CEPAL, Santiago de Chile, Secretaría de la CEPAL, diciembre de 1981. CAPÍTULO I 9 entendida como “el proceso mediante el cual dos o más gobiernos adoptan, con el apoyo de instituciones comunes, medidas conjuntas para intensificar su interdependencia y obtener así beneficios mutuos*. Cualesquiera que sean los supuestos conceptuales adoptados, los estudios sobre la integración económica abarcan tanto la determinación de los efectos reales de los acuerdos o programas pertinentes en las estructuras o actividades económicas nacionales, cuanto la identificación de instrumentos de las políticas de integración destinados a lograr, efectivamente, los beneficios que se aguardan de la elimina­ ción de los obstáculos a las transacciones entre dichas estructuras. Se presume que la mayor interdependencia entre éstas puede favorecer el mejoramiento de su aptitud para satisfacer más eficientemente las necesidades individuales y colectivas. De igual manera, se considera que la mayor competencia y la mejor utilización de las economías de escala, resultantes del establecimiento de mercados comunes entre los países que se integran, estimularán una mejor asignación de los recur­ sos productivos y promoverán, por esta vía, un mayor bienestar. Resumiendo lo expuesto, se puede concluir que la integración económica se singulariza por los siguientes rasgos: a) es un proceso y una situación; b) atañe a las relaciones económicas entre los Estados y a las transacciones, a través de las fronteras estatales, entre otros agentes económicos; c) consiste en la eliminación de restricciones y discriminaciones a las transacciones económicas; y d) afecta la asignación de recursos para la producción, la localización de actividades productivas y la división del trabajo entre las unidades que se integran. 3. La integración política y la integración social Así como la integración económica es un fenómeno referente al sistema de las relaciones económicas entre los Estados, la integración política es un fenómeno asociado al funcionamiento del sistema político internacional. Tiene una relación más directa con el conflicto y la cooperación como formas básicas de interacción entre los actores de este sistema. Se trata, al igual que la integración económica, de un proceso desencadenado por la aceptación voluntaria de los actores involucrados. Con excepción del desarrollo de la denominada integración inter­ nacional, en la época contemporánea no se han presentado fenómenos de integración política en sentido estricto. Estos se han dado, en todo caso, estrechamente vinculados a los procesos de integración econó­ 10 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL mica. Se sostiene que esta última tiene motivaciones de índole política y produce efectos también de naturaleza política. Se afirma, igualmen­ te, que la integración económica está condicionada por factores políti­ cos y se orienta a la búsqueda de objetivos también políticos. El interés por la integración política, consiguientemente, se ha puesto de manifiesto a propósito del desarrollo de los esfuerzos de integración económica regional surgidos en las últimas décadas. Sin embargo, los trabajos teóricos y analíticos realizados no se han limitado a este campo, sino que abarcan, igualmente, el examen de los fenóme­ nos más vastos de la integración política asociada a la integración in­ ternacional global. Dentro de esta última orientación de los estudios es pertinente la idea de Ernst B. Haas, para quien “en las discusiones específicamente políticas, el vocablo en cuestión (integración) queda reservado al aná­ lisis de los cambios que se dan entre unidades políticas más o menos soberanas, en tanto que en el estudio de las relaciones internacionales el término queda limitado al análisis de las relaciones constantemente cambiantes entre los diversos Estados, dando lugar, por parte de estos últimos, a la aceptación de una nueva autoridad centrar. Más especí­ ficamente, el vocablo integración —según este mismo autor— se “emplea a veces para especificar el resultado de un proceso de erosión de la autonomía, la condición resultante de la terminación del proce­ so”.13 Manuel Medina, por su parte, diferencia la integración política de la integración internacional. La primera conduce a “la desaparición de la independencia de las entidades que se integran”, mientras que la segunda supone la subsistencia de dichas entidades. La diferencia entre una y otra es una diferencia de grado: toda “integración internacional reduce la independencia de las entidades que participan en el proceso de integración” y la “integración política marca sólo la etapa final del proceso cuando las entidades que participan en el mismo desaparecen para constituir una nueva entidad política”.14 En la misma línea de pensamiento, Wolfram F. Hanreider sostie­ ne que la “integración política puede definirse como un proceso acumu­ lativo de cambio en la naturaleza de las relaciones existentes entre unidades políticas más o menos soberanas (tales como los Estados), durante el cual estas unidades aceptan voluntariamente una especie de autoridad central”. Se trata de un “proceso voluntario” merced al cual esta nueva autoridad está dotada no sólo de “poder” sino también de 13 Haas, Ernst B., ob. cit. 14 Medina, Manuel, ob. cit. CAPÍTULO I 11 “legitimidad”. Por esta circunstancia, la “imposición de una autoridad central por la conquista militar —históricamente la fuerza principal que obliga a las unidades políticas autónomas a someterse a una nueva autoridad— no puede considerarse como ejemplo de integración”.15 Para percibir con mayor precisión la índole del proceso de la integración política es pertinente recordar que son múltiples las formas o estructuras de organización de las relaciones entre los actores del sistema internacional, todas ellas destinadas a controlar el conflicto o a promover la cooperación. Así, por ejemplo, cabe mencionar el bilateralismo, el equilibrio de poderes, las alianzas y coaliciones, las ligas, confederaciones y federaciones, el colonialismo, el imperialismo y las zonas de seguridad e influencia, las organizaciones internacionales y la seguridad colectiva y, finalmente, la cooperación política y la integración política. Estas formas no son, por supuesto, forzosamente excluyentes. En la mayoría de los casos se trata de procedimientos de ordenamiento y regulación de las relaciones internacionales que coexis­ ten y, en algunos casos, se complementan dentro de estructuras com­ plejas. El fenómeno de la integración política ha dado lugar, más que a una teoría única y global, a diversos enfoques interpretativos. La mayoría de éstos se inspiraron en el deseo y la necesidad de explicar los cambios en las relaciones internacionales contemporáneas y, sobre todo, las motivaciones y posibles consecuencias políticas de los proce­ sos regionales de integración económica. Aparte del enfoque global de la integración política como fenómeno inherente al proceso de integración internacional, cabe mencionar, a manera de ejemplo, el enfoque de las “comunidades de seguridad”, de Karl W. Deutsch,16 el enfoque de la transferencia de lealtades de los grupos sociales y políticos nacionales hacia una autoridad supranacional, de Ernst B. Haas17 y el enfoque de la formación de comunidades políticas mediante la concentración de la autoridad para el empleo de la fuerza, la centralización del poder decisorio y el establecimiento de un centro dominante de identificación política, de Amitai Etzioni.18 15 Hanreider, Wolfram F., “Integración internacional: integración global”, en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, t. 6, Madrid, Ed. Aguilar, 1976. 16 Deutsch, Karl W. y otros, Integración y formación de comunidades políticas. Análisis sociológico de experiencias históricas, Buenos Aires, INTAL, 1966. 17 Haas, Ernest B., Partidos políticos y grupos de presión en la integración europea, Buenos Aires, INTAL, 1966. 18 Etzioni, Amitai, Political Unifxcation. A Comparative Study of Leaders and Forces, Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, Inc., s/a. 12 DERECHO DE LAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL También es importante destacar otros enfoques analíticos o, por lo menos, preocupaciones más o menos sistemáticas sobre determinados aspectos políticos de la integración económica regional, utilizados, especialmente, en los países en desarrollo. Uno de ellos se refiere al examen de la función de las instituciones o los órganos de los sistemas institucionales de los esquemas de integración económica como medios para confrontar los intereses nacionales y, en especial, para procesar los intereses comunes. Otro se relaciona con el análisis de los efectos de los procesos de integración económica en la formación y consolida­ ción de los subsistemas políticos regionales y con el análisis del desem­ peño y las funciones de éstos dentro del sistema internacional global. Un tercer enfoque ha sido el dedicado al estudio de las consecuencias de los cambios en los regímenes políticos de los países participantes en un esquema de integración y, en especial, de los efectos de la mayor o menor homogeneidad o heterogeneidad de dichos regímenes.19 A pesar de la ausencia de una teoría general sobre la integración política, se puede concluir que este fenómeno, sea que se lo conside­ re en forma global o asociado a los procesos de integración económi­ ca, se caracteriza, en su esencia, por los siguientes rasgos: a) es un proceso y una situación; b) atañe a las interacciones entre los Estados y a las interacciones, a través de las fronteras estatales, entre otros actores políticos; c) consiste en la progresiva erosión de la autonomía de las unidades que se integran debido a la acentuación de la interde­ pendencia, y d) afecta las interacciones entre dichas unidades en el sentido de promover el surgimiento progresivo de una entidad o de estructuras políticas nuevas y diferentes. La integración social, por último, ha sido interpretada como un fenómeno referente a lo que se ha dado en llamar la creciente transna­ cionalización en las relaciones internacionales contemporáneas. Se trata de las cada vez más amplias e intensas interacciones, a través de las 19 Algunos de estos enfoques han sido utilizados en los siguientes trabajos: 1) Lleras Restrepo, Carlos, “Los aspectos políticos y sociales de la integración de América Latina”, en INTAL, La integración latinoamericana en una etapa de decisiones, Buenos Aires, INTAL, 1973. 2) Peña, Félix, “El Grupo Andino: un nuevo enfoque en la participación internacional de los países en desarrollo, en Revista de Estudios Internacionales, nQ22, Santiago de Chile, Instituto de Estudios Internacionales, 1973. 3) Tomassini, Luciano, “Elementos para un estudio sobre los procesos de integración y otras formas de cooperación en América Latina”, en Comercio Exterior, vol. XXVII, nQ2, México D.F., 1977, 4) Cohén, Isaac, “Aspectos institucionales de la integración. Consi­ deraciones teóricas”, en Integración Latinoamericana, nQ43, Buenos Aires, INTAL, 1980. 5) Peña, Félix, “Proyecciones institucionales del Grupo Andino”, en Revista de la Integración, nQ2, Buenos Aires, INTAL, 1968. 6) Galtung, Johan, La Comunidad Euro­ pea: una superpotencia en marcha, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1976. CAPÍTULO I 13 fronteras estatales, entre diversos grupos sociales y otras entidades, como las empresas, las organizaciones de empresarios, los sindicatos, las organizaciones profesionales, las entidades académicas, las comuni­ dades científicas, los grupos religiosos, las fuerzas armadas, etcétera. Lo que singulariza a las interacciones entre estos grupos y entidades es que, por regla general, se desarrollan fuera del control de los tradi­ cionales agentes o instituciones de las relaciones interestatales. El sur­ gimiento de una mayor interdependencia transnacional, sin embargo, repercute en estas relaciones. En la época actual, el fenómeno de la formación progresiva de una verdadera “sociedad transnacional”, ha sido destacado por Ramón García Pelayo. Esa sociedad transnacional, según este autor, “tiene como supuesto la distinción entre Estado y sociedad y puede definir­ se como el conjunto social resultante de las interacciones directas entre actores pertenecientes a sociedades de distintos Estados”. Sus actores —señala— “son los individuos o entidades cuyas acciones eventual o permanentemente trascienden las fronteras de sus Estados”. Estos, enfrentados al nuevo fenómeno, se ven en la necesidad de desarrollar, junto con una política interior y una política exterior orientada a las relaciones interestatales, una política transnacional, pues “la sociedad transnacional es distinta de la sociedad nacional” ya que trasciende de los límites de éstas, y es “también distinta de la sociedad internacional en el sentido clásico del concepto (es decir sociedad interestatal), ya que sus actores no son primordialmente los Estados, ni las organizacio­ nes interestatales”.20 Más específicamente, la integración social, al igual que la integración política, ha sido considerada como un fenómeno vinculado con la integración económica. En buena medida ambos procesos se condicionan recíprocamente. Por esta razón, Joseph S. Nye propone, para el estudio de la integración regional, un esquema en el que caben las tres dimensiones de ésta, o sea la integración económica, la integra­ ción política y la integración social. Esta última sería el proceso condu­ cente a la formación de una sociedad transnacional. Para precisar sus alcances y su realización, Nye sugiere utilizar el concepto de “transac­ ciones”, tanto entre colectividades globales como entre las élites de Estados diferentes. La integración social, en definitiva, sería “la aboli­ ción de impedimentos nacionales para la libre circulación de las tran­ sacciones”.21 20 García Pelayo, Ramón, “Sociedad y política transnacionales”, en Las transformaciones del Estado contemporáneo, Madrid, Alianza Editorial, 1977. 21 Nye, Joseph S., ob,cit. 14 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL 4. La integración regional y el derecho de la integración Aceptada la premisa de que la integración regional, económica, política o social es un proceso resultante de la acción deliberada por parte de los actores involucrados —Estados, estructuras económicas, grupos políticos y sociales—, salta a la vista la función que desempeña el derecho en dicho proceso. Vista desde esta perspectiva, la integración regional viene a ser un política que, como tal, persigue determinados objetivos y está provista de sus respectivos instrumentos. El derecho, o sea el sistema de normas jurídicas que regulan el proceso, constituye, junto con las estructuras institucionales u orgánicas, uno de los instrumentos más importantes. Esta función instrumental del derecho surge inmediatamente después de que los actores involucrados, en especial los Estados, acuerdan llevar adelante un programa de integración o, lo que es lo mismo, poner en aplicación una política de integración, una vez cum­ plidos los procesos políticos previos de concertación y negociación, de los que resultan criterios y pautas para acomodar sus intereses y ob­ jetivos particulares y, lo que es más importante, para identificar intere­ ses y objetivos comunes. El resultado de este acuerdo, si se pretende convertirlo en una conducta obligatoria, no puede ser formalizado sino mediante un ordenamiento jurídico. En éste quedan enunciados los objetivos, las metas, los principios generales y particulares y los medios o instrumentos de esa política de integración. El proceso inaugurado de esa manera demandará, por su propia naturaleza, sucesivos entendimientos entre los participantes sobre la aplicación de los medios del programa de integración. Esos nuevos acuerdos, al igual que el acuerdo básico o de partida, tendrán que ser formalizados mediante nuevas normas jurídicas. La función del dere­ cho, por consiguiente, no se agota con la instauración del proceso de integración, sino que se desarrolla permanentemente, a lo largo del desenvolvimiento de éste. La necesidad de esta función deriva del hecho de que la política de integración, como toda política, tiene como finalidad última inducir la modificación del comportamiento de los sujetos hacia los que está dirigida —los Estados, los agentes económicos, las administraciones nacionales, los grupos sociales y políticos— y orientarla hacia el logro de los objetivos que se ha propuesto. Para lograr este propósito, dicha política tiene que recurrir al derecho, a fin de enunciar y prefigurar, a través de él, las conductas postuladas y proveer los medios para su efectiva realización. BIBLIOGRAFIA Balassa, Bela, Teoría de la integración económica, México D.F., Ed. Uteha, 1964. Balassa, Bela y Stoutjesdijk, A., “Economic Integration among Developing Countries”, en Journal of Common Market Studies, vol. XIV, Oxford, 1975, págs. 37-55. 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Hasta el surgimiento, hace poco más de treinta años, de los esque­ mas o programas de integración económica regional, en especial del programa de integración de la Comunidad Europea, el estudio de los ordenamientos jurídicos para la regulación de las relaciones internacio­ nales no prestó gran atención a la posibilidad de que aquellos nuevos procesos pudiesen dar lugar al establecimiento de sistemas jurídicos diferentes del Derecho Internacional tradicional. Las precedentes expe­ riencias de uniones entre Estados, como las Uniones Personales, las Uniones Reales o las Confederaciones, así como los sistemas especia­ les de relación, como las alianzas y ligas, fueron examinadas como fenómenos propios del desarrollo del Derecho Internacional, de la misma manera que las organizaciones internacionales, ampliamente difundidas poco después de la Segunda Guerra Mundial. A su vez, las experiencias de fusiones u organizaciones de Estados a través de Fe­ deraciones, fueron estudiadas en el marco del Derecho Constitucional. La aprobación y suscripción del Tratado de París, por el cual se estableció la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), 20 DERECHO DE LAINTEGRACIÓNECONÓMICAREGIONAL llamó la atención de los estudiosos sobre la necesidad y conveniencia de encontrar nuevos modos de pensamiento, a fin de facilitar el cono­ cimiento y la interpretación de este ordenamiento jurídico que, en razón de algunos de sus elementos básicos, se alejaba de las formas tradicionales de los ordenamientos de las antiguas uniones de Estados, así como de aquellos de las modernas organizaciones internacionales. Esta inquietud se acentuó poco tiempo después, al ser suscriptos los Tratados de Roma, que dieron nacimiento a la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la Comunidad Europea de Energía Atómica (EURATOM). Al quedar establecidos estos nuevos sistemas de integración eco­ nómica, los juristas europeos se encontraron frente a novedosos siste­ mas normativos que, fundados en la voluntad concurrente de los Esta­ dos, parecían formar parte del Derecho Internacional. Sin embargo, debido a sus finalidades y a su amplio ámbito material, planteaban cuestiones nuevas referentes a su aplicación en el territorio de los Estados participantes. Del mismo modo, en razón de ciertas peculiaridades en cuanto a las reglas para su posterior desarrollo, a las características de las estructuras institucionales a las que dieron origen y a sus efectos en los ordenamientos jurídicos nacionales suscitaban problemas para los cuales el Derecho Internacional no ofrecía respues­ tas apropiadas. Por este motivo, Nicola Catalano, coincidiendo con otros autores, afirmaba: uLa entrada en vigor del Tratado de París y de los Tratados de Roma y la aplicación de las disposiciones establecidas por ellos, han sentado las premisas de la creación de una nueva rama del derecho: el Derecho Comunitario, o Derecho de las Comunidades Europeas”.1 En el mismo sentido, luego de esbozar los rasgos de este nuevo derecho, W. Andrew Axline puntualizaba: “It has become clear from the forgoing discussion of the body of law of the European Community that the term law used to refer to this body of rules does not mean exactly the same thing as it does in the context of the national legal system, either with regard to public or constitucional law, or with regard to prívate law. Likewise, it is evident that this body of rules contains aspects that are not normally present in what is generally considered international law”.2 Los posteriores intentos de integración económica en otras regio­ nes también sirvieron de estímulo para la búsqueda de nuevos métodos de análisis. Sin embargo, es justo reconocer que varios, sino la mayo­ 1 Catalano, Nicola, Manual de Derecho de las Comunidades Europeas, Buenos Aires, BID-INTAL, 1966. 2 Axline, W. Andrew, European Community Law and Organizational Development, Nueva York, Oceana Publications, Inc., 1968. CAPÍTULO II 21 ría, de los trabajos y estudios emprendidos sobre estas otras experiencias fueron influidos, en mayor o menor grado, por el pensa­ miento europeo. En una primera aproximación, no es difícil constatar que los sistemas jurídicos de los procesos de integración económica exhiben, por su contenido material y su estructura formal, ciertas características que los diferencian del Derecho Internacional tradicional. De aquí, sin embargo, no se puede inferir que tales ordenamientos sean totalmente asimilables a un sistema jurídico interno. En todo caso, se trata de estructuras jurídicas “sui géneris”, para cuyo análisis es preciso recurrir a categorías extraídas de diversas disciplinas jurídicas. 2. Estructura formal y contenidos materiales del Derecho de la Integración Algunos autores, como Elisa Pérez Vera, han advertido sobre los ries­ gos de adoptar una definición única e inequívoca del Derecho de la Integración. En su opinión, “cada fenómeno integrador se acompaña inexorablemente de un conjunto de reglas jurídicas que son los instru­ mentos idóneos para determinar sus objetivos y alcanzar su organiza­ ción institucional”. Por consiguiente, “no existe una técnica jurídica unitaria de la integración, porque el derecho, reflejó de la pluralidad de elementos que componen el orden económico y social, deberá respon­ der en cada caso a las características que éstos determinen”. Teniendo en cuenta esta premisa, la autora, al ensayar una noción del Derecho de la Integración, opta por “prescindir de su eventual contenido” y se limita a brindar “una caracterización formal”, referida “al conjunto de normas que intentan regular la pluralidad de relaciones jurídicas a que da lugar un fenómeno de integración”.3 En este sentido señala que con la denominación de Derecho Comunitario “se cubren, al menos, tres grandes categorías jurídicas: normas convencionales, normas que se podrían considerar de Derecho interno de la organización regional, puesto que tienen por objeto regular la actividad interna y el funcionamiento de sus órganos y, por último, el Derecho derivado, es decir, el que emana de las instituciones regionales para ser aplicado, de forma directa e inmediata, en el interior de los Estados miembros”. 3 Pérez Vera, Elisa, “Reflexiones sobre los procesos de integración regional”, Revista de Instituciones Europeas, vol. 4, nQ 3, Madrid, 1977. 22 DERECHO DE LAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL La primera evidencia, por consiguiente, es que los ordenamientos jurídicos de los procesos de integración económica contienen normas convencionales o de Derecho Internacional, así como normas adoptadas por los órganos de sus respectivos sistemas institucionales. La base de dichos ordenamientos se encuentra en un tratado internacional, cuyos requisitos formales están regulados por el Derecho Internacional, el cual, además, brinda criterios para la aplicación e interpretación de aquél. Las normas contenidas en este tratado, así como en otros instrumentos equivalentes, complementarios o modificatorios, constituyen el denominado “derecho originario”. Las resultantes de los actos pertinentes de las instituciones del esquema de integración integran el denominado “derecho derivado”. A pesar de lo importante que es la evidencia anterior, no es suficiente para dar una nocion más precisa de las peculiaridades del Derecho de la Integración. Es necesario, por ello, tomar en cuenta, asimismo, el contenido de las normas incluidas en el mismo. Desde esta perspectiva, cabe mencionar, entre las más importantes del derecho originario, aquellas que enuncian y definen una determinada forma de integración económica como finalidad básica de las acciones a ser emprendidas por los Estados participantes.4 De igual modo, las disposiciones que, en consonancia con éstas, enuncian y definen los objetivos e instrumentos del programa de integración.5 4 El artículo 2 del Tratado de la CCE, por ejemplo, estipula que “La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el establecimiento de un mercado común y la progresiva aproximación de las políticas económicas de los Estados miembros, un desarrollo armonioso de las actividades económicas en él conjunto de la Comunidad...” El artículo 4 del Tratado de Montevideo 1980 que estableció la ALADI dispone que “Para el cumplimiento de las funciones básicas de la Asociación establecidas por el artículo 2 del presente Tratado, los países miembros establecen un área de preferencias económicas”. El artículo I del Tratado General de Integración Económica Centroameri­ cana dispone que “Los Estados contratantes acuerdan establecer entre ellos un merca­ do común que deberá quedar perfeccionado en un plazo máximo de cinco años...*. El artículo II del mismo instrumento, además, estipula que “para los fines del artículo anterior las Partes Contratantes se comprometen a perfeccionar una zona centroameri­ cana de libre comercio en un plazo de cinco años y a adoptar un arancel centroamerica­ no uniforme...” . El artículo 4 del Tratado de Chaguaramas señala que la Comunidad del Caribe tendrá como objetivos, entre otros, “la integración económica de los Estados Miembros a través del establecimiento de un régimen de Mercado Com ún..”. En otros casos, por último, la forma de integración económica no está enunciada de manera explícita, pero se desprende claramente de las estipulaciones de los instrumentos jurí­ dicos básicos. Esta circunstancia se da en el Acuerdo de Cartagena, cuyo artículo 3 enumera los “mecanismos” del programa de integración: a) la armonización de las políticas económicas; b) la programación conjunta del proceso de industrialización sub­ regional; c) un programa de liberación del intercambio, y d) un Arancel Externo Común. 5 Las siguientes normas enuncian y definen los objetivos e instrumentos de los CAPÍTULO II 23 Por otra parte, tanto el derecho originario como el derecho derivado contienen normas de comportamiento que regulan en forma directa la conducta de los Estados signatarios, en relación con ciertas materias específicas y con el fin de poner en ejecución el programa de integración convenido, así como normas orgánicas referentes a las estructuras de organización encargadas de impulsar, ejecutar y, en suma, desarrollar las acciones conjuntas pertinentes. Aquellas reglas, por su naturaleza, crean derechos y obligaciones concretos, tanto para los Estados como para otros sujetos.6Están relacionadas, además, con otras disposiciones que hacen explícitos determinados principios generales destinados a orientar el comportamiento de los Estados. Por su índole, estas últimas sirven para dar razón del espíritu del ordenamiento jurídico en su conjunto y facilitar su interpretación y aplicación.7 En la mayoría de los casos, las normas orgánicas disponen el establecimiento de una organización —con suficiente capacidad jurídica y con una estructura orgánica apropiada— encargada de promover y ejecutar las acciones conjuntas programadas.® Se refieren asimismo, a respectivos procesos de integración: 1) el artículo 3 del Tratado de la CECA; 2) los artículos 2 y 3 del Tratado de la CEE; 3) los artículos 1 y 4 del Tratado de Montevideo 1980; 4) los artículos 1, 2 y 3 del Acuerdo de Cartagena; 5) los artículos I, II y III del Tratado General de Integración Económica Centroamericana; 6) el artículo 4 del Trata­ do de Chaguaramas y el artículo 3 de su Anexo sobre el Mercado Común. 6 En términos generales, estas disposiciones versan sobre las obligaciones de los Estados participantes y de otros sujetos de derecho con referencia a las medidas a ser adoptadas para dar cumplimiento al programa de integración, especialmente las relati­ vas a liberación del comercio, coordinación o armonización de políticas, adopción de normas de política comercial, regulación de relaciones con terceros países, etcétera. Como normas generales sobre este particular, cabe recordar las relativas al trato nacional y al tratamiento de la nación más favorecida, incorporadas en varios tratados de integración económica. 7 En cuanto al enunciado de principios en los tratados de integración, es frecuen­ te encontrar referencias a principios tales como la no discriminación, la reciprocidad, el trato preferencial y el desarrollo armónico y equilibrado. Así, por ejemplo, el artículo 3 del Tratado de Montevideo 1980 hace referencia a los principios del pluralismo, la multi­ plicidad, y el artículo 15 del mismo instrumento se refiere a los principios de la “no re­ ciprocidad” y la “cooperación comunitaria", aplicables dentro del régimen especial en favor de los países de menor desarrollo económico relativo. El principio de la no discri­ minación está consagrado, igualmente, en el artículo 7 del Tratado de la CEE, según el cual “en el ámbito de la aplicación del presente Tratado, y sin perjuicio de las dispo­ siciones especiales que se establezcan, se prohibirá toda discriminación por razón de la nacionalidad”. 8 El artículo 1 del Tratado de Chaguaramas dispone que “por este Tratado las Partes Contratantes establecen entre ellas la Comunidad del C a r i b e Su Anexo, en su artículo 1, a su vez, estipula que “se establece el Mercado Común del Caribe”. El artícu­ lo 1 del Tratado de la CEE establece que “por el presente Tratado, las Altas Partes 24 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL la asignación y distribución de competencias y poderes entre los órganos del sistema institucional y entre éstos y los órganos de los gobiernos de los países participantes. De igual manera, definen y regulan las formalidades de los actos jurídicos de aquellos órganos y determinan, en forma expresa o implícita, los ámbitos de validez material, territorial, temporal y personal del ordenamiento jurídico del esquema de integración. En sínteses, el sistema normativo de un esquema de integración contiene normas constitucionales, dispositivas y reglamentarias. En virtud de reglas expresas o de acuerdo con criterios implícitos, estas disposiciones están relacionadas entre sí de manera coherente y orgánica. Por esta razón, se considera que dicho sistema es un verdadero orden jurídico.9 Al mismo tiempo, es un sistema normativo auto suficiente, en el sentido de que contiene en sí mismo todos los elementos para su desarrollo, interpretación y aplicación. Su fundamento reside en normas del Derecho Internacional, mientras que su posterior desarrollo depende, primordialmente, del cumplimiento de actos jurídicos de diferente naturaleza, como son los que se derivan del poder normativo de instituciones provistas de esta capacidad. Contratantes constituyen entre sí una Comunidad Económica Europea. El Tratado de la CEEA, en su artículo 1 dispone que “por el presente Tratado las partes contratantes constituyen entre sí una Comunidad Europea de la Energía Atómica " . El artículo 1 del Tratado de Montevideo 1980 estipula que “por el presente Tratado las Partes Contratan­ tes prosiguen el proceso de integración encaminado a promover el desarrollo econó­ mico-social, armónico y equilibrado de la región, y para ese efecto instituyen la Asociación Latinoamericana de Integración”. Según el artículo 210 del Tratado de la CEE, ula Comunidad tendrá personalidad jurídican. El artículo 52 del Tratado de Montevideo 1980, a su vez, dispone que “la Asociación gozará de completa personalidad jurídica”. El artículo 20 del Tratado de Chaguaramas estipula que “la Comunidad tendrá plena personalidad jurídica”. Por lo que se refiere a la estructura orgánica o sistema institucional, resulta per­ tinente mencionar las siguientes disposiciones: 1) el artículo 28 del Tratado de Monte­ video 1980; 2) el artículo 5 del Acuerdo de Cartagena y el artículo 6 del Tratado del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena; 3) el artículo XX del Tratado General de Integración Económica Centroamericana; 4) el artículo 6 del Tratado de Chaguaramas y el artículo 5 de su Anexo sobre el Mercado Común; 5) el Titulo I del Tratado de la CEE, así como las diversas disposiciones del Tratado de Bruselas del 8 de abril de 1965 referente a las instituciones de la Comunidad Europea. 9 Según Eduardo Jiménez de Aréchaga, “una de las principales características de las normas jurídicas consideradas en su conjunto, es la de configurar un sistema cohe­ rente y orgánico; en el Derecho de cada país, así como en el Derecho Internacional, las normas jurídicas se presentan como un todo dotado de congruencia lógica, un sistema donde rige el principio de no contradicción”. Véase Jiménez de Aréchaga, Eduardo, Introducción al Derecho, Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 1983. CAPÍTULO II 25 3. Rasgos diferenciales específicos Para otros autores, la simple descripción de la estructura formal y de los principales contenidos de las normas de los ordenamientos jurídicos de integración tampoco permite percibir con exactitud la verdadera naturaleza de éstos. Para este objeto consideran que es necesario descubrir y poner de manifiesto ciertos supuestos generales de tales contenidos materiales, que atañen, sobre todo, a sus alcances e inspiran el empleo de técnicas peculiares de formulación, interpretación y aplicación de las normas pertinentes. Así, por ejemplo, P.J.G. Kapteyn y Peter Ver Loren Van Themaat, al referirse al Derecho de las Comunidades Europeas sostienen: “From the formal viewpoint Community law belongs to international law”. A1 mismo tiempo, sin embargo, desde el punto de vista de su contenido “is a common internal law in the Member States rather than a law between these States”.10 Para estos autores “Community law regulates a conglomerate of mutual rights and duties between the community and its subjects, both Member States and private persons, and between these subjects among themselves”. Por su parte, Pierre Pescatore sostiene que la principal diferencia entre el Derecho Comunitario y el Derecho Internacional proviene de los diversos fundamentos y técnicas de uno y otro. En su opinión, “the insuitability of international law for the solution of Community problems is due to the fact that the law of nations was conceived to meet the needs of a society with a very different structure from that of the Community”.11 La ausencia de una auténtica solidaridad, como fundamento de la sociedad o del sistema de Estados, hace que el Derecho Internacional sea, primordialmente, un derecho de conflictos, de equilibrio y de coordinación. Su función principal consiste en coordinar la voluntad y los intereses particulares de los Estados y en regular la cooperación entre ellos. A la inversa, debido a que la Comunidad Europea está fundada en la solidaridad, su ordenamiento jurídico es un derecho de integración. Para apreciar este concepto, es importante destacar la diferencia entre coordinación y cooperación, por un lado, y entre solidaridad e 10 Kapteyn, P.J.G. y Ver Loren Van Themaat, Peter, Introduction to the Law of the European Communities, Londres, Sweet and Maxwell, 1973. 11 Pescatore, Pierre, “International Law and Community Law. A Comparative Analysis”, en Common Market Law Review, nQ 7, 1970. 26 DERECHO DE LA. INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL integración, por el otro. La coordinación, según Pescatore, “is based on the hidden premise that national interests prevail at every stage and, specially in the last resort, over all other considerations”. Por esto, la cooperación no es sino el medio para promover las relaciones interestatales de acuerdo con esa jerarquía de intereses. La integración, en cambio, “presupposes the establishment of a common interest between two or more States in an essential area, such as security or economic affairs, and it is brought into being by the organization of inter-States relations on the basis of an attitude of solidarity in such a way that the safeguarding of the over-all interests prevails over motives drawn from the defence of national interest”. De acuerdo con estas apreciaciones, las primeras características esenciales del Derecho de la Integración —o por los menos del Derecho de las Comunidades Europeas— derivan, por una parte, de sus efectos en el ámbito territorial de los Estados, y por otra de la naturaleza de la estructura interestatal regulada por el mismo. En el primer caso, el Derecho Comunitario, aunque originado en el ámbito del Derecho Internacional, pasa a convertirse en un derecho común aplicable en los territorios nacionales, en todo lo relativo a las relaciones de la Comunidad con los Estados miembros y con las personas particulares, así como en todo lo referente a las relaciones, sobre las materias específicas abarcadas por aquél, de estos sujetos entre sí. En el segundo caso, el Derecho Comunitario es un derecho de integración y no de cooperación, fundado en la solidaridad —que supone la existencia de un interés común que prevalece sobre los intereses particulares de los Estados— y no en la coordinación —que implica la prevalencia de estos últimos. Otro rasgo esencial de los ordenamientos jurídicos de integración es su índole eminentemente evolutiva. Se trata, en efecto, de sistemas normativos que se realizan paulatinamente, a medida que se cumple el programa de integración. Por esta razón, el tratado internacional que los sustenta ha sido concebido como un “tratado-marco”, es decir, como un instrumento que enuncia objetivos y principios generales, propone metas y programas también globales y, al mismo tiempo, establece una estructura institucional, cuyos órganos tienen competencia y poderes para desarrollar, mediante nuevas normas jurí­ dicas, sus disposiciones básicas. De esto último se desprende que el sistema institucional destinado a llevar a cabo los programas convenidos entre los Estados de un esquema de integración económica es un elemento inherente a su ordenamiento jurídico. Otra importante característica de éste, por consiguiente, es su dimensión constitutiva u orgánica, pues sirve de CAPÍTULO II 27 fundamento a una nueva estructura institucional que, según los casos, podrá ser más o menos independiente de los Estados. Es por ello que los instrumentos que integran dicho ordenamiento, sean de derecho originario o de derecho derivado, dedican a las normas sobre el particular un espacio amplio y les confieren una posición destacada. Esta dimensión orgánica o constitutiva del derecho de los esquemas de integración económica, así como la importancia que dentro del mismo tiene la estructura institucional de éstos, han conducido a sostener que se trata de un derecho de organizaciones internacionales. Los ordenamientos jurídicos de la mayoría de esas organizaciones comparten varios de los rasgos esenciales del derecho de los esquemas de integración económica. Al mismo tiempo, sin embargo, este último tiene ciertas características que lo diferencian de aquéllos. Se puede afirmar, en consecuencia, que el Derecho de la Integración es una categoría especial del Derecho de las Organizaciones Internacionales.12 En este sentido, por ejemplo, Leontin J. Constantinesco sostiene que la naturaleza del Derecho de las Comunidades Europeas se percibe con claridad si se acepta que es el ordenamiento jurídico de verdaderas organizaciones internacionales de carácter “integrante”, que se diferencian de las organizaciones internacionales de “cooperación”.13 Las primeras se caracterizan porque la cooperación que promueven “sigue el modelo de la dinámica estructural, que toca y modifica la estructura de los Estados miembros”. No se proponen, únicamente, “administrar un servicio internacional”, sino que aspiran a “integrar política y económicamente varios Estados de una región”. Las organizaciones de cooperación, en cambio, se “fundan sobre la soberanía de los Estados miembros” y no afectan las estructuras ni las funciones de éstos. Constituyen formas o modelos de “cooperación institucionalizada”. Las organizaciones integrantes, por su lado, constituyen formas o modelos de “integración constitucionalizada”. Abundando en las características de las organizaciones que son reguladas por el Derecho de Integración —o, por lo menos, por el Derecho Comunitario europeo—, otros autores insisten en que la 12 Al respecto se puede consultar: 1) Schermes, Henry G., International Institu­ tional Law, 2 tomos, Leyden, A.W. Sijthoft 1972; 2) Bowett, D.W., The Law o f Interna­ tional Institutions, Londres, cuarta edición, Stevens and Sons, 1982; 3) Diez de Velas­ co, Manuel, Curso de Derecho Internacional Público, Madrid, Ed. Tecnos, 1963; 4) Medina, Manuel, La Comunidad Económica Europea y sus principios constitucionales, Madrid, Ed. Tecnos, 1974. 13 Constantinesco, Leontin Jean, “La naturaleza jurídica de las Comunidades Euro­ peas”, en Diez de Velasco, M., compilador, El Derecho de la Comunidad Europea, Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1982. 28 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL índole de éste deriva, primordialmente, del hecho de que regula el funcionamiento de organizaciones “supranationales”. Por esta razón, sería un derecho también “supranacional”, diferente tanto del Derecho Internacional como del Derecho Federal. La primera noción de la supranacionalidad —expresión cargada de evidentes valores políticos y sobre cuyas consecuencias jurídicas concretas se han planteado varias dudas— fue proporcionada por Roberto Schuman, al referirse a los fundamentos y características de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, en los siguientes términos: “Lo supranacional se sitúa a igual distancia entre, de una parte, el individualismo internacional que considera intangible la soberanía nacional y no acepta como limitaciones de la soberanía sino obligaciones contractuales, ocasionales y revocables, y por otro lado, el federalismo de Estados que se subordinan a un super-Estado dotado de una soberanía territorial propia. La institución supranacional, como es nuestra Comunidad, no posee las características de un Estado, pero detenta y ejerce ciertos poderes soberanos”.14 Precisando mejor el concepto, Paul Reuter sostuvo que la naturaleza supranacional de la CECA se debía a las siguientes características de su ordenamiento jurídico: independencia de las instituciones comunitarias frente a los gobiernos nacionales; transferencia de competencia de los Estados a la Comunidad y posibilidad de establecer relaciones directas entre los órganos de la Comunidad y los particulares.15 Por su parte, Peter Hay, enfatizando las novedosas técnicas de formulación del derecho instauradas por los tratados de la integración económica europea, asevera: “The contribution of the Communities for legal science is the breaking-up of the rigid dichotomy of national and international law. The Treaties and the Communities’ experience demonstrate that an alternative to the creation of treaty-based obligations for the solution of common problems is the constituing of a law-maker with authority to prescribe norms which bind their addressees”. Por esta razón, “the legal technique for regional association which the Communities contribute thus is supranational law-making. And the institutional structure of the Communities demonstrates the federal nature of the relations between supranational and national legislator: the supranational authority is constituted for the promulgation of supranational law with binding and preemptive effect and in this it differs from organs established by revocable agreements 14 Citado por Medina, Manuel, ob. cit. 15 Reuter, Paul, La Communauté europeenne du carbon et de l'acier, Paris, LGDJ, 1953, citado por Medina, Manuel, ob. cit. ca pít u lo ii 29 or compact for the implementation or creation of rules oí international law”.16 Coincidiendo en esencia con este punto de vista, Manuel Medina, por último, señala que las “Comunidades europeas constituyen un nuevo tipo de organización internacional, en el que junto a las características normales de las organizaciones internacionales (instituciones permanentes, poderes propios y transferencia de atribuciones o limitación de competencias por parte de los Estados) se da una nueva característica, que se designa con el nombre de ‘supranacionalidad’, y que consiste en que su ordenamiento jurídico es directamente aplicable en la esfera interna de los Estados miembros sin necesidad de ningún acto de aceptación o recepción por parte de éstos”.17 En opinión de Nicola Catalano, en cambio, “parece más prudente renunciar al intento de formular una definición jurídica del término supranacional”, pues sería difícil atribuir a esta expresión “un real alcance jurídico”. En todo caso, los atributos con que han sido dotadas las tres Comunidades europeas, como organizaciones internacionales “sui géneris”, las singularizan como “estructuras de tipo federal”, si bien restringidas a determinadas materias. Se trataría, en todo caso, de federaciones “incompletas” y “parciales”.18 Según lo expuesto, otras características o rasgos distintivos del Derecho de la Integración provienen de las técnicas utilizadas para su desarrollo y de la naturaleza de la organización que instaura y regula. A pesar de que, formalmente hablando, es un ordenamiento o sistema normativo autosuficiente, su desarrollo se produce progresivamente, por lo que se convierte en una de las condiciones para el desenvolvimiento del correspondiente programa de integración. Para esto, incluye disposiciones que establecen y regulan mecanismos y procedimientos para la formulación, interpretación y aplicación de normas de derecho, dentro del marco de las reglas constitucionales de sus tratados fundamentales y a cargo de las instituciones u órganos de la estructura orgánica instaurada por imperio de estos mismos tratados. Al mismo tiempo, o más bien por este motivo, el Derecho de la Integración viene a ser el ordenamiento jurídico de verdaderas organizaciones internacionales que, por el alcance de sus objetivos y, sobre todo, por su potencial efecto en las estructuras de los Estados, 16 Hay, Peter, Federalism and Supranational Organizations Patterns for New Legal Structures, Londres, University of Illinois Press, 1966. 17 Medina, Manuel, ob. cit. 18 Catalano, Nicola, ob. cit. 30 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL tienen una naturaleza diferente de las de aquéllas cuya función se reduce a coordinar y no a integrar los intereses de sus miembros. En función de su propósito integrador, por último, este derecho recurre al empleo simultáneo de criterios y técnicas de formulación, interpretación y aplicación del Derecho Internacional, consuetudinario o escrito, y del Derecho de la Confederación y del Estado Federal.19 Una última característica de los sistemas normativos de los procesos de integración económica se desprende de la materia que regulan. En su esencia, estos ordenamientos versan sobre las relaciones económicas entre dos o más Estados o, dicho con mayor rigor, sobre las interacciones o transacciones entre estructuras económicas situadas en el ámbito de la jurisdicción de dos o más Estados. Su principal finalidad consiste en regular las acciones, los programas o, en definitiva, las políticas orientadas a modificar cualitativamente dichas relaciones e interacciones, en el sentido de acentuar la interdependencia entre esas estructuras, hasta el grado de integrarlas, mediante la reducción y eliminación de las barreras y discriminaciones, sobre todo de índole jurídica, que las separan y diferencian. Esta función de los mencionados sistemas normativos está, por supuesto, condicionada, en cuanto a sus alcances y técnicas, por la previa voluntad concurrente de los Estados involucrados, sobre el tipo de estructura económica global o de estructuras económicas parciales integradas que se proponen alcanzar. En consecuencia, en razón de su materia, el Derecho de la Integración puede ser considerado como un ordenamiento jurídico especial dentro del denominado Derecho Internacional Económico. Este último ha sido definido, en palabras de Peter Ver Loren Van Themaat, como “the total range of norms (directly or indirectly based on treaties) of public international law with regards to transnational relations”.20También ha sido concebido por George Schwarzenberger como “the branch of international public law which is concerned with the ownership and exploitation of national resources, production and distribution of goods, invisible international transactions of an economic 19 Un examen comparativo entre el Derecho de la Integración, por una parte, y el Derecho Internacional y el Derecho del Estado Federal, por otra, se puede consultar en Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, Derecho de la Integración Latinoamericana. Ensayo de sistematización, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1969. Asimismo, un análisis del Derecho de la Confederación y del Derecho del Estado Federal, se puede consultar en García Pelayo, Manuel, Derecho Constitucional, Madrid, quinta edición, Revista de Occidente, s/a. 20 Véase Ver Loren Van Themaat, Peter, The Changing Structure of International Economic Law, La Haya, Martinus Nijhoff Publishers, 1981. CAPÍTULO II 31 and financial character, currency and finance, related services and organization of the entities in such activities”.21 Partiendo de una definición más amplia, George Erler considera que dentro del Derecho Internacional Económico están incluidos los siguientes sistemas normativos: 1) el Derecho de las relaciones comerciales internacionales, en el que se incluye: a) disposiciones internas aduaneras, de contingentes, comercio exterior, etcétera, y b) armonización interestatal y derecho de la liberación; 2) Derecho monetario internacional, que comprende: a) Derecho monetario y de divisas internas; y b) Derecho interestatal de la liberalización y armonización al respecto; 3) Derecho de la planificación económica internacional: a) Derecho de las subvenciones, inversiones, “stocks”, carteles y compras con efecto internacional; y b) Derecho interestatal de integración en la materia.22 Ya sea que se lo conciba de manera más restringida, como Peter Ver Loren Van Themaat, o en forma más amplia, como George Erler, es evidente que el Derecho Internacional Económico incluye, como ordenamientos jurídicos especiales, los sistemas normativos de los procesos de integración económica regional. Esto permite sostener que, tal como ocurre con los principios y criterios adoptados en el Derecho Internacional estatuido por la Carta de las Naciones Unidas, en materia de regulación de las relaciones económicas internacionales ha surgido una suerte de “regionalismo” cuya expresión más genuina son, precisamente, los diversos programas de integración económica. La importancia de los vínculos entre el Derecho de los procesos de integración económica y el Derecho Internacional Económico general, 21 Citado por Ver Loren Van Themaat, Peter, ob. cit.. Para otros autores especial­ mente latinoamericanos y de otras regiones en desarrollo, el Derecho Internacional Económico está relacionado más estrechamente con los esfuerzos para establecer lo que en el decenio de 1970 se dio en denominar un nuevo orden económico internacional. Sobre el particular, véase: 1) Brito Moneada, Javier Ramón, Derecho Internacional Económico, México, D.F., Ed. Trillas, 1982. 2) Bedjaoui, Mahommed, Hacia un nuevo orden económico internacional Nuevos horizontes del Derecho Internacional, Salaman­ ca, UNESCO-Ediciones Sígueme, 1979; 3) Linares, Antonio, Derecho Internacional Eco­ nómico, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1981. Dentro de esta concepción, Héctor Gross Espiell se refiere a este nuevo sistema normativo como al Derecho Inter­ nacional del Desarrollo y lo define, según comentario de Enrique Aimone Gibson, “como una parte del Derecho Internacional General”, integrado por “normas y principios jurí­ dicos que regulan los aspectos económicos, comerciales, sociales y técnicos del desa­ rrollo y de la cooperación internacional con sentido global y sistemático, de todos los países y, particularmente, de todos los países en vías de desarrollo”. Véase Aimone Gibson, Enrique, Derecho Económico Internacional, Santiago de Chile, Ediciones Univer­ sitarias de Valparaíso, 1980. 22 Citado por Aimone Gibson, Enrique, ob. cit 32 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL reside en que aquél, en muchos casos, debe ser compatible con algunos principios consagrados por éste. Así está estipulado, por ejemplo, en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), del que participan una gran mayoría de los países miembros de las Naciones Unidas, al quedar establecido que únicamente mediante regímenes jurídicos de zona de libre comercio, de unión aduanera y de preferencias arancelarias entre países en desarrollo es posible exceptuar la aplicación del tratamiento general e incondicional de la cláusula de la nación más favorecida. Al mismo tiempo, el Derecho de la Integración tiene una relación funcional con el Derecho Internacional Económico general, en el sentido de que sirve para lograr, en un ámbito geográfico limitado, ciertas finalidades propias de éste vinculadas a la mayor libertad para las transacciones económicas internacionales, a la aplicación de la reciprocidad en las negociaciones comerciales y sobre materias conexas, a la efectividad de los tratamientos no discriminatorios y a la regulación de los tratamientos preferenciales o más favorables. La compatibilidad entre ambos sistemas normativos deriva, por consiguiente, no sólo del cumplimiento de requisitos y formalidades que puedan estar prescriptas en el Derecho Internacional Económico, sino de diversos propósitos materiales coincidentes. En conclusión, el orden jurídico que regula los procesos de integración económica entre dos o más Estados constituye, en razón de su materia, un segmento del Derecho Internacional Económico. De igual manera, al servir de soporte de una estructura orgánica determinada, con competencias materiales, funciones y finalidades específicas, forma parte del Derecho de las Organizaciones Internacionales. Tanto por determinados supuestos en los que se apoya como por las técnicas que emplea para su formulación, interpretación y aplicación, sobre todo en relación con los ordenamientos jurídicos nacionales de los Estados participantes y con sus efectos en los derechos y obligaciones de sujetos de diferente naturaleza, es un sistema normativo apoyado en la solidaridad, por lo cual se orienta no sólo a coordinar los intereses particulares de estos sujetos sino a integrarlos en un interés común. 4. El Derecho de la Integración en América Latina En buena medida, el Derecho de la Integración vigente en América Latina exhibe varias de las características antes expuestas. Por este motivo, su presentación y análisis sistemáticos bien se pueden CAPÍTULO II 33 beneficiar de los hallazgos surgidos a propósito del estudio de ordenamientos jurídicos similares de otras regiones, en especial de la Europa Occidental. Es evidente, al mismo tiempo, que para los estudiosos del Derecho de la Integración vigente en América Latina, el punto de partida es diferente del de los expositores y analistas del Derecho de la Integración vigente en Europa Occidental. Para éstos, el objeto de estudio consiste en un solo ordenamiento jurídico, el cual, como se ha visto, ha sido denominado, de manera singular, como Derecho Comunitario o Derecho de las Comunidades Europeas. Para los primeros, en cambio, la materia de estudio está constituida por varios sistemas normativos de integración, que, aparte de ser autónomos entre sí, consagran objetivos instrumentales diferentes y adoptan técnicas también diversas. Resulta más apropiado, por consiguiente, referirse en este caso más que al Derecho de la Integración Latinoamericana, en forma singular, a los ordenamientos jurídicos de los procesos de integración económica entre los países latinoamericanos. En sentido estricto, están vigentes, por el momento, en América Latina cuatro sistemas normativos de integración: 1) el de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); 2) el del Acuerdo Subregional Andino o Grupo Andino; 3) el del Mercado Común Centroamericano (MCCA), y 4) el de la Comunidad del Caribe (CARICOM). Cada uno de ellos está asociado a una forma de integración económica diferente, la cual, a su vez, responde tanto a las características de los países participantes y de sus relaciones recíprocas, como a los alcances del acuerdo político previo que le sirve de supuesto.23 Estos ordenamientos jurídicos especiales, en razón de su materia, 231) El Tratado de Montevideo 1980, que instituye la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), fue suscripto en Montevideo el 12 de agosto de 1980. Forman parte de este Tratado los siguientes países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. 2) El Acuerdo de Cartagena, que instituye el proceso de integración económica del Grupo Andino, fue suscripto en Bogotá el 26 de mayo de 1969. Forman parte del mismo, los siguientes países: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. 3) El Tratado General de Integración Económica Centroamericana, principal instrumento jurídico básico del proceso de integración del Mercado Común Centroamericano (MCCA), fue suscripto en Managua el 13 de di­ ciembre de 1960. Forman parte de este Tratado, los siguientes países: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. 4) El Tratado de la Comunidad del Caribe (CARICOM) se suscribió en Chaguaramas el 4 de julio de 1973. Forman parte de él los siguientes países: Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Grenada, Guyana, Jamaica, Montserrat, San Cristóbal-Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas y Trinidad y Tabago. 34 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL pueden ser considerados como parte de una suerte de Derecho Internacional Económico aplicable en la región, el cual se ha desarrollado con creciente intensidad en los últimos veinte años, siguiendo el ritmo del acrecentamiento y la ampliación de las relaciones económicas y de la cooperación entre los países latinoamericanos. Los vínculos entre éste y aquéllos, sin embargo, son únicamente de índole funcional, al coincidir sus propósitos globales, consistentes en regular acciones encaminadas a promover la ampliación de las relaciones económicas intrarregionales y a estimular la interdependencia entre las estructuras económicas de los países de la región. No existen entre ambos conjuntos de ordenamientos normativos, interrelaciones formalmente necesarias, pues el sistema jurídico general de la cooperación económica entre los países latinoamericanos no exige, como jurídicamente necesaria, la compatibilidad entre éste y los ordenamientos especiales de integración. Teniendo en cuenta la amplitud de su ámbito geográfico y la variedad de las materias que regula, el ordenamiento jurídico del Sistema Económico Latinoamericano (SELA) bien puede ser considerado como el sistema normativo global de las relaciones y la cooperación económicas entre los países de América Latina.24 Este ordenamiento es igualmente autónomo y, por lo tanto, desvinculado de los ordenamientos de integración antes mencionados. Sólo en un sentido muy alto, algunas de sus disposiciones fijan criterios para el desarrollo de ciertas acciones de coordinación funcional a cargo de los órganos de su estructura institucional y con referencia a las actividades de las instituciones de los esquemas de integración económica.25 Al mismo tiempo, existen otros sistemas normativos de cooperación económica, cuyo ámbito geográfico es más restringido. Se 24 E\ Tratado que instituye el SELA, conocido como Convenio de Panamá, fue suscripto el 17 de octubre de 1975. Forman parte del mismo los siguientes países de América Latina y el Caribe: Argentina, Brasil, Barbados, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Grenada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tabago, Uruguay y Venezuela. Según el artículo 2 del Convenio, “el SELA es un organismo regional de consulta, coordinación, cooperación y promoción económica y social conjunta”. Sus propósitos, según el artículo 3 son: “a) promover la cooperación intrarregional, con el fin de acelerar el desarrollo económico y social de sus miembros; b) promover un sistema permanente de consulta y coordinación para la adopción de posiciones y estrategias comunes sobre temas económicos y sociales, tanto en los organismos y foros internacionales como ante terceros países y agrupaciones de países”. 25 El artículo 5, numeral 2 del Convenio de Panamá, estipula que uno de los ob­ jetivos del SELA será el de “ apoyar los procesos de integración de la región y propiciar acciones coordinadas de éstos, o de éstos con Estados Miembros del SELA y en espe­ cial aquellas acciones que tiendan a su armonización y convergencia, respetando los compromisos asumidos en el marco de tales procesos”. CAPITULO II 35 trata, por ejemplo, de los ordenamientos del Programa de la Cuenca del Plata y del Programa de Cooperación Amazónica.26 En algunas disposiciones de éstos se hace referencia, en términos generales, a presuntos objetivos de integración económica, o se alude a posibles acciones del mismo alcance. Este hecho podría crear dudas sobre la pertinencia de considerarlos como ordenamientos de integración. Sin embargo, un cuidadoso examen de sus normas fundamentales, de sus finalidades y sus técnicas de formulación y aplicación de reglas de derecho evita el riesgo de incurrir en ese equívoco. Dichos ordenamientos regulan simples procesos de cooperación económica, diferentes en su esencia de los genuinos procesos de integración económica. Algo parecido ocurre con los numerosos ordenamientos jurídicos que regulan la cooperación económica bilateral desarrollada por varios países latinoamericanos. En su gran mayoría, estos sistemas normativos datan de los decenios anteriores al surgimiento de los esquemas de integración económica antes mencionados. Su ámbito de materias es amplio y difuso, e incluye temas que van desde el desarrollo de áreas limítrofes, la explotación conjunta de recursos naturales, la circulación de personas, el desarrollo científico y técnico, la cooperación cultural y social, el transporte, etcétera, hasta algunas formas de complementación de actividades productivas y ciertas modalidades de colaboración referidas al intercambio comercial y a las inversiones. En principio, estos ordenamientos son igualmente autónomos, o sea que tampoco están vinculados, en términos de necesidad jurídica, con los sistemas normativos de integración económica. Este derecho de la cooperación económica bilateral no debe ser confundido con los ordenamientos especiales o parciales acordados 26 El Tratado que instituye el Programa de la Cuenca del Plata fue suscripto en Brasilia el 21 de abril de 1969. Forman parte del mismo los siguientes países: Argen­ tina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay. En su artículo 1 expresa que “las Partes Contratantes convienen en mancomunar esfuerzos con el objeto de promover el desa­ rrollo armónico y la integración física de la Cuenca del Plata y de sus áreas de influencia directa y ponderable”. El Tratado de Cooperación Amazónica, a su vez, fue suscripto en Brasilia, el 3 de julio de 1978. Forman parte del mismo los siguientes países: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. En su artículo 1 expresa que “las Partes Contratantes convienen en realizar esfuerzos y acciones conjuntas para promover el desarrollo armónico de sus respectivos territorios amazónicos, de manera que esas acciones conjuntas produzcan resultados equitativos y mutuamente provechosos, así como para la preservación del medio ambiente y la conservación y utilización racional de los cursos naturales de esos territorios”, para tal fin “intercambiarán informaciones y concertarán acuerdos y entendimientos operativos así como los instrumentos jurídi­ cos pertinentes que permitan el cumplimiento de las finalidades del presente Tratado”. 36 DERECHO DESINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL entre dos países de la región, miembros de algún esquema de integración económica, al amparo y dentro del ámbito del respectivo ordenamiento jurídico de éste. Al contrario de lo que ocurre con los mencionados ordenamientos de la cooperación económica bilateral, estos regímenes particulares se vinculan necesariamente con el respectivo sistema normativo de integración, el cual fija las condiciones y los requisitos para su aplicación. En algunos casos, esos regímenes han sido autorizados de manera excepcional, mientras que en otros constituyen verdaderos instrumentos de los programas globales de integración económica. En resumidas cuentas, los sistemas normativos de los procesos de integración económica entre los países latinoamericanos son ordenamientos autónomos, tanto entre sí como en relación con los sistemas normativos globales o especiales, bilaterales o multilaterales, que regulan la cooperación económica entre los mismos países. Aparte de esto, los ordenamientos jurídicos de integración se diferencian cualitativamente de los ordenamientos jurídicos de cooperación debido a la naturaleza de la materia o de las acciones que ambos regulan. Desde el punto de vista de sus supuestos y contenidos, los cuatro sistemas normativos de la integración se diferencian con claridad. El Tratado General de Integración Económica Centroamericano adopta el “mercado común” como forma de integración económica entre los países participantes.27El Tratado de Chaguaramas, por su parte, adopta la “comunidad” e incluye el “mercado común” como uno de los componentes de la misma28El Tratado de Montevideo 1980 postula el “área de preferencias económicas” como forma de integración entre los países de la Asociación Latinoamericana de Integración.29 El Acuerdo 27 El artículo 1 del Tratado General de Integración Económica Centroamericana estipula: “Los Estados contratantes acuerdan establecer entre ellos un mercado común que deberá quedar perfeccionado en un plazo máximo de cinco años a partir de la fecha de entrada en vigencia de este Tratado. Se compromete además a constituir una unión aduanera entre sus territorios”. 28 El artículo 1 del Tratado de Chaguaramas dispone que “por este Tratado las Partes Contratantes establecen entre ellas la Comunidad del Caribe”. El artículo 4, a su vez, estipula que la Comunidad tendrá los siguientes objetivos: a) “La integración de los Estados Miembros a través del establecimiento de un régimen de Mercado Común”; b) “La coordinación de las políticas exteriores de los países miembros”; y c) “La coopera­ ción funcional”. El mencionado Tratado legisla sobre estos dos últimos objetivos. El régimen del Mercado Común, en cambio, está contenido en un Anexo al Tratado. 29 Según el artículo 4 del Tratado de Montevideo 1980, “para el cumplimiento de las funciones básicas de la Asociación, establecidas por el artículo 2 del presente Tra­ tado, los países miembros establecen un área de preferencias económicas, compuesta por una preferencia arancelaria regional, por acuerdos de alcance regional y por acuerdos de alcance parcial”. Dichas funciones, de acuerdo con el citado artículo 2, serán: CAPÍTULO II 37 de Cartagena, por último, adopta, aunque no de manera expresa, una forma de integración que podría ser asimilada a una “comunidad económica”.30 En función de los objetivos diferentes que enuncian y que, en consecuencia, condicionan la naturaleza de los respectivos procesos de integración económica, estos sistemas normativos son, asimismo, diferentes en cuanto a sus mecanismos u objetivos instrumentales, a sus metas, a los alcances de sus normas y a la índole y competencias de las instituciones de sus estructuras orgánicas. A pesar de estas diferencias, todos ellos, con la única excepción del ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena, se singularizan por el empleo de técnicas intergubernamentales o convencionales, más que federales o supranacionales, para la formulación, interpretación y aplicación de normas de derecho. Más específicamente, el ordenamiento jurídico de la ALADI tiene la característica singular de proponer, desde el punto de vista instrumental, medios de acción de alcance multilateral, o sea que incluyen a todos los países miembros, y medios de acción de alcance parcial, es decir que incorporan sólo a algunos de estos países. Esto supone que, por lo menos en una etapa transitoria, el programa de integración económica incluirá, al mismo tiempo, un sistema normativo general y sistemas normativos parciales para la regulación de las correspondientes acciones de integración. Por supuesto, las disposiciones pertinentes del Tratado de Montevideo 1980 regulan las condiciones y los requisitos de estos últimos, de tal manera que sean formal y funcionalmente coherentes con los objetivos globales, los principios y los supuestos fundamentales del orden normativo general. “la promoción y regulación del comercio recíproco, la complementación económica y el desarrollo de las acciones de cooperación económica que coadyuven a la ampliación de los mercados”. 30 La forma de integración económica postulada por el Acuerdo de Cartagena se puede inferir de la siguiente enumeración de los “mecanismos” u objetivos instrumen­ tales del programa de integración contenida en su artículo 3: “ a) La armonización de políticas económicas y sociales y la aproximación de las legislaciones nacionales en las materias pertinentes; b) la programación conjunta, la intensificación del proceso de industrialización subregional y la ejecución de Programas Sectoriales de Desarrollo Industrial; c) Un programa de liberación del intercambio más acelerado que el que se adopte en general en el marco de la ALALC; d) Un Arancel Externo Común, cuya eta­ pa previa será la adopción de un Arancel Externo Mínimo Común; e) Programas des­ tinados a acelerar el desarrollo del sector agropecuario; f) La canalización de recursos de dentro y fuera de la subregión para proveer a la financiación de las inversiones que sean necesarias en el proceso de integración; g) La integración física; y h) Tratamien­ tos preferenciales a favor de Bolivia y el Ecuador”. 38 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Como consecuencia de lo anterior, la adopción de normas de derecho para poner en aplicación las disposiciones básicas del Tratado de Montevideo, así como la interpretación y aplicación de aquéllas, se realizan, simultáneamente, mediante un sistema institucional central y por diversos medios institucionales descentralizados. En cuanto al ordenamiento del Mercado Común Centroamericano, su rasgo principal consiste en que sus fundamentos no están contenidos en un solo instrumento jurídico internacional de tipo convencional, sino en un conjunto diverso de tratados e instrumentos equivalentes. Según algunos comentaristas, como Francisco Villagrán Kramer, esto se debe a que “para los países centroamericanos, la integración económica es un programa que tiende a unificar las economías e impulsar el desarrollo conjunto de la región, a fin de mejorar las condiciones de vida de los habitantes”. Así se explica, “por una parte, la ausencia de un instrumento internacional básico al cual referir la estructura normativa e institucional y, por la otra, la existencia de una serie de tratados, convenios, protocolos y acuerdos internacionales, ciertamente interrelacionados, a los que se incorporan los lincamientos y principios acordados por los Estados dentro del Programa de Integración Económica”.31 En cierta medida, como consecuencia de lo anterior, en el sistema normativo del Mercado Común Centroamericano es notoria la preeminencia de la técnica convencional para la adopción de normas de derecho derivado. “La modalidad jurídica de la integración centroamericana — señala Villagrán Kramer— corresponde, por consiguiente, a las modalidades del orden jurídico internacional. En otros términos, a la modalidad de creación del derecho por los propios Estados y por los órganos a los que para el efecto confieran potestad normativa”. En definitiva, “el principal método para la creación del derecho es el de los tratados, convenios, protocolos y acuerdos internacionales”.32 Desde el punto de vista de su ámbito material, el ordenamiento 31 Villagrán Kramer, F'rancisco, “Los instrumentos legales de la integración centro­ americana” en Derecho de la Integración, nQ 3, Buenos Aires, INTAL, 1968. 32 Villagrán Kramer, Francisco, ob. cit. Sin perjuicio de esta apreciación general, este mismo autor sostiene que la “estructura normativa” de la integración económica centroamericana está integrada por: a) “las normas legales creadas directamente por los Estados a través del mecanismo internacional de los tratados, convenios, protocolos y acuerdos”; b) “las normas legales creadas por los órganos de la integración en el ejer­ cicio de la potestad normativa que los Estados les confieren y que jerárquicamente tienen categoría de normas secundarias frente a las normas convencionales”, y c) “las normas creadas por los Estados individualmente con base en cualesquiera de los dos tipos de normas antes puntualizadas”. CAPÍTULO II 39 jurídico de la Comunidad del Caribe tiene un alcance mucho más amplio que los demás. Incluye, como materias de competencia de la comunidad, la coordinación de las políticas exteriores de los países miembros, la integración económica mediante un mercado común y la denominada cooperación funcional. Esta última, en su esencia, abarca las más diversas modalidades de cooperación económica. Debido, entre otras razones, a que es posible que un país sea miembro de la Comunidad sin participar, necesariamente, en el mercado común, las normas jurídicas para su establecimiento y funcionamiento no están contenidas en el Tratado que instituye la Comunidad sino en un instrumento anexo que, por sus formalidades y características, tiene el mismo valor que aquél. Dentro de este sistema normativo rige, además, un ordenamiento jurídico especial aplicable al Mercado Común del Caribe Oriental, un proyecto de integración del que participan sólo algunos de los países de la Comunidad. En opinión de C.W. Dundas, la Comunidad del Caribe “es, al menos atendiendo a sus objetivos, un proceso multidimensional que no reivindica ninguna forma final de integración política como meta”.33 Al mismo tiempo, “no presenta rasgo alguno de supranacionalidad”, pues en los métodos para la creación del derecho “existe un fuerte predominio del principio del centralismo estatal, imbuido de la doctrina de la soberanía del Estado, lo que significa que los firmantes del Tratado no tenían la intención de compartir gran parte de sus poderes soberanos con las instituciones creadas por el Tratado”. Por último, la base del sistema normativo del proceso de integración económica de los países del Grupo Andino está integrada por dos instrumentos de Derecho Internacional: el Acuerdo de Cartagena y el Tratado que instituye el Tribunal de Justicia. Una de las características más sobresalientes del primero es que, originariamente, no fue un instrumento autónomo, pues fue negociado y suscripto dentro del ordenamiento jurídico de la antigua Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), con la modalidad del “acuerdo subregional” prevista en el mismo. Por esta razón, especialmente de índole formal, algunos comentaristas consideraron que se trataba de un instrumento no equiparable a un verdadero tratado internacional, en sentido estricto. Otros, en cambio, opinaron que, por su materia, y en especial por el alcance de los compromisos que consagraba y los efectos de sus disposiciones en el derecho interno de los países participantes debía ser considerado como un 33 Dundas, C. W., “Ensayos acerca del derecho y la práctica de la CARICOM (incluyendo el Mercado Común)”, en Integración Latinoamericana, nQ44, Buenos Aires, INTAL, 1980. 40 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL tratado internacional. Con posterioridad, al ser suscripto el Tratado que instituye el Tribunal de Justicia, el Acuerdo alcanzó su plena autonomía.34 Si se toman en cuenta las características de los órganos de la estructura institucional establecida por el Acuerdo de Cartagena, particularmente en cuanto a sus competencias y procedimientos decisorios, así como la calidad de los compromisos asumidos, la naturaleza de los principales instrumentos del programa de integración y los efectos de las normas jurídicas referentes a los mismos, se puede sostener que este ordenamiento se caracteriza por su tendencia al empleo de técnicas supranacionales. El segundo de sus instrumentos constitucionales, o sea el Tratado que instituye el Tribunal de Justicia, hace más explícitas estas técnicas, al consagrar el principio del “efecto directo” de las normas de derecho derivado, o sea las Decisiones de la Comisión del Acuerdo y las Resoluciones de la Junta, en el ámbito territorial de los países miembros. De igual manera, al establecer un sistema jurisdiccional independiente para el control de la legalidad y la interpretación uniforme del ordenamiento jurídico del programa de integración y para la solución de controversias a propósito de su interpretación y aplicación. Manuel Orellana Ayora define este sistema normativo como “el conjunto de normas por el que se rige la integración de los países miembros del Acuerdo de Cartagena”. “No se trata —añade— de una acumulación cualquiera de reglas sino de una estructura jurídica”, pues “tiene un sentido dado por su finalidad y además una disposición de sus elementos para alcanzarla”.35 “Goza de identidad, de autonomía propia, es común o subregional pero a la vez forma parte de los ordenamientos jurídicos de los países miembros. Es además dinámico y evolutivo, en función del contexto histórico, político y económico dentro del cual actúa”. 34 En su segundo párrafo, el artículo 38 del Tratado que instituye el Tribunal de Justicia dispone: ‘Tanto este Tratado como el Acuerdo de Cartagena, tendrán vigencia de manera independiente de la vigencia del Tratado de Montevideo”. Aunque sin decirlo expresamente, esta disposición tenía como consecuencia dejar sin efecto varias dispo­ siciones del Acuerdo de Cartagena referentes a sus vínculos con el Tratado de Monte­ video que estableció la ALALC, en especial las del artículo 110, en cuyo último párrafo estipulaba: “El presente Acuerdo permanecerá en vigencia mientras los compromisos que se adquieran en el marco general del Tratado de Montevideo no superen los que aquí se establecen”. 35 O rellana Ayora, Manuel, “El ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”, en El Derecho de la Integración en el Grupo Andino, la CEE, el CAME, y la ALADI, Lima, Junta del Acuerdo de Cartagena, 1983. CAPÍTULO II 41 5. El estudio del Derecho de la Integración El Derecho de la Integración, considerado como la disciplina que se ocupa del estudio de los ordenamientos jurídicos que regulan los procesos regionales de integración económica, incluye, desde el punto de vista lógico-formal, todos los elementos propios de las restantes disciplinas jurídicas. En ese sentido y de manera general, podría ser definido como el conjunto de tareas teóricas de descripción, análisis e intepretación de las normas que integran dichos ordenamientos, con el fin de lograr el conocimiento sistemático de éstos y brindar elementos para facilitar su desarrollo y aplicación. Con mayor rigor, se puede sostener que el estudio del Derecho de la Integración constituye una verdadera “jurisprudencia técnica”, en los términos empleados por Eduardo García Maynes. Para este autor, la jurisprudencia técnica “tiene por objeto la exposición ordenada y coherente de los preceptos jurídicos que se hallan en vigor en una época y un lugar determinados, y el estudio de los problemas relativos a su interpretación y aplicación”.36 Por consiguiente, ofrece dos aspectos fundamentales: uno teórico o sistemático y otro técnico o práctico. En el primero, “es una exposición de las reglas jurídicas” de un ordenamiento jurídico determinado, mientras que en el segundo se convierte en “el arte de la interpretación y aplicación de las normas” del mismo. En razón de la naturaleza de su objeto de estudio, esta disciplina, tanto en su aspecto sistemático como en su aspecto técnico, bien puede recurrir a categorías analíticas propias y más o menos autónomas o a categorías analíticas de otras disciplinas, como las que se dedican al estudio del Derecho Internacional y el Derecho Constitucional. En el primer caso, con especial referencia a los criterios empleados para el análisis del Derecho de la Confederación, del Derecho de las Organizaciones Internacionales y del Derecho Internacional Económico. En el segundo, a las formas de pensamiento empleadas en el estudio del Derecho del Estado Federal. 36 García Maynes, Eduardo, Introducción al estudio del Derecho, México D.F., vigésimo primera edición, Editorial Porrúa, 1980. BIBLIOGRAFÍA Aimone Gibson, E., Derecho económico internacional, Valparaíso, Ediciones Universita­ rias, 1980. Akehurst, Michael, Introducción al Derecho Internacional, Madrid, Alianza Editorial, 1975. Albuquerque Mello, C., de, “Direito Internacional Público na conjuntura atual. A políti­ ca internacional e sua influência no desenvolvimento do Direito Internacional Público”, en OEA, Quinto Curso de Derecho Internacional, Washington D.C., Comité Jurídico Interamericano, 1979, págs. 83-108. 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Consideraciones generales Antes de examinar las formas de creación del Derecho Internacional Hans Kelsen advierte que el término “fuente” del derecho “es una expresión figurativa y sumamente ambigua”. “No sólo se la emplea — señala— para designar los métodos de creación del derecho, sino también para caracterizar la razón de validez del derecho y, especial mente, la última razón”.1 En el mismo sentido, si bien desde una perspectiva más global, Enrique Aftalión, comentando a Luis Legaz y Lacambra, señala que la expresión “fuentes” del derecho se refiere, entre otros, a los siguien1 Kelsen, Hans, Principios de Derecho Internacional Público, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1965. En muchos estudios sobre las fuentes del Derecho Internacional es frecuente que se cite como referencia general el artículo 38 del Estatuto del Tribunal Internacional de Justicia. Según esta norma, “la Corte, cuya función es decidir confor­ me al Derecho Internacional las controversias que le sean sometidas, deberá aplicar: a) las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes; b) la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho; c) los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas; d) las decisiones judicia­ les y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones, como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho”. Con buen crite­ rio, sin embargo, algunos autores, como González Campos y Sánchez Rodríguez, cita­ dos por J.A. Carrillo Salcedo, puntualizan que "la finalidad del citado artículo 38 no es otra que reglamentar el modo en el que el Tribunal debe proceder para determinar el derecho aplicable a una determinada controversia que le hubiere sido sometida”. “Esta norma, por consiguiente, no debe ser interpretada como catálogo de las fuentes forma­ les del Derecho Internacional”. Véase Carrillo Salcedo, Juan Antonio, El Derecho inter­ nacional en un mundo en cambio, Madrid, Ed. Tecnos, 1985. 50 i ) i - r i x i 10 d i-; i a í x t l g r a c í ó x e c o x ó m ic a r e g io n a l tes conceptos: 1) el acto concreto creador del derecho; 2) el fundamen­ to de validez jurídica de una norma, y 3) la forma de manifestación de la norma jurídica.2 Eduardo García Maynez, por su parte, admite que la misma expre­ sión tiene tres acepciones que es necesario distinguir con precisión. Se habla, en primer lugar, de las “fuentes formales” que se refieren a los “procesos de creación de las normas jurídicas”. En segundo lugar, de las “fuentes reales”, o sea de “los factores y elementos que determinan el contenido de tales normas”. Por ultimo, de las “fuentes históricas”, que denotan “los documentos (inscripciones, papiros, libros, etcétera) que encierran el texto de una ley o conjunto de leyes”. 3 Desde el punto de vista de la presentación sistemática, la descrip­ ción analítica y la interpretación del conjunto de las normas jurídicas que integran un determinado orden jurídico, los conceptos de fuentes del derecho como procesos o métodos de creación de las normas jurí­ dicas y como fundamentos de validez de éstas, resultan las más perti­ nentes. Para la jurisprudencia técnica, el examen de las fuentes de un sistema jurídico singular se reduce al estudio de las fuentes formales del mismo. El análisis de las “fuentes materiales” —“ciertos datos o hechos de la vida social que contribuirían a determinar el contenido de las normas jurídicas”, al decir de Enrique Aftalión— es, en todo caso, una indagación por los determinantes extrajurídicos del derecho, que si bien pueden coadyuvar al esclarecimiento de los contenidos de éste, son objeto de otras disciplinas, como la Sociología Jurídica y la Axiología Jurídica. Lo que interesa en el análisis rigurosamente jurídico de un orde­ namiento normativo cualquiera es el estudio de los modos de creación y de las formas de manifestación de las normas que lo integran. Sus fundamentos de validez salen a la luz, desde una perspectiva estricta­ mente formal, al ser conocidos y descriptos esos métodos y formas. Bien señala Eduardo García Maynez que “cada fuente formal está constituida por diversas etapas que se suceden en cierto orden y deben realizar determinados supuestos”, de tal manera que la reunión de los elementos que integran estos procesos “condiciona la validez de las normas que los mismos procesos engendran”.4 El estudio de los métodos de creación del Derecho de la Integra­ 2Aftalión, Enrique y otros, Introducción al Derecho, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, décima segunda edición, 1980. 3 García Máynez, Eduardo, Introducción al Estudio del Derecho, México, D.F, Ed. Porrúa, trigésima primera edición, 1980. 4 García Máynez, Eduardo, ob. cit CAPÍTULO III 51 ción hace inexcusable una previa referencia a los modos de creación del Derecho Internacional. Ai fin y al cabo, en ambos sistemas norma­ tivos, los Estados desempeñan un papel relevante, como agentes en los procesos de formulación de las normas y como sujetos de los derechos y obligaciones creados por éstas. Esta referencia preliminar, sin embar­ go, no debe ser interpretada como un intento de asimilar estos dos ordenamientos que, como se expresó anteriormente, tienen una natu­ raleza diferente. La doctrina tradicional considera como fuentes del Derecho Inter­ nacional la costumbre y los tratados, o dicho con mayor propiedad, los métodos consuetudinarios y los métodos convencionales. En opinión de Hans Kelsen, estos son, por lo menos, los métodos “principales” de creación del Derecho Internacional. Este, en consecuencia, está “compuesto por normas creadas por la costumbre (Derecho Internacional consuetudinario) y normas creadas por los tratados (Derecho Internacional convencional)”.5 En la base de esta concepción subyace la idea de que en la crea­ ción del Derecho Internacional, la voluntad y el consentimiento de los Estados constituyen el verdadero fundamento de la validez de sus normas. Por esta razón, el Derecho Internacional debe ser considera­ do, en su esencia, como resultado de un proceso de coordinación de las voluntades de los Estados, basado en el supuesto de que es preciso lograr, antes que nada, un ajuste recíproco de los intereses que tales voluntades representan o expresan. Dicho en otros términos, los modos de creación del Derecho Internacional están condicionados por las características de la sociedad —una sociedad de Estados soberanos e independientes— cuyas relaciones pretende regular. Esta sociedad, según advierte Juan Antonio Carrillo Salcedo, es “una sociedad paritaria y descentralizada, relativamente inorgánica, en la que el destinatario de la norma se confunde con el legislador y en la que, lógicamente, el acuerdo resulta ser la pieza maestra en el proceso de creación de la norma”.6 En las últimas décadas, diversos e importantes acontecimientos que son el síntoma de cambios significativos en el sistema internacional han puesto de manifiesto las limitaciones de esta concepción tradicional. Entre tales hechos, el surgimiento de las modernas organizaciones internacionales es, sin duda, el dato que más ha contribuido a la transformación de las ideas sobre las fuentes del Derecho Internacional. Este proceso, denominado de progresiva 5 Kelsen, Hans, ob. cit. 6 Carrillo Salcedo, Juan Antonio, ob. cit. 52 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN E C O N Ó M IC A REGIONAL “institucionalización” de la sociedad internacional, ha traído como consecuencia no sólo la instauración de nuevos métodos de creación de normas jurídicas internacionales, sino también el establecimiento de nuevos procedimientos y recursos para estimular a los propios Estados a convenir tales normas, así como para influir en los contenidos, características y alcances de éstas. La premisa de que el “consentimiento” de los Estados "desempeña una función de capital importancia en el proceso de positivación del Derecho ínter nacional”7 ha cedido terreno y dejó de ser un supuesto absoluto. El propio Hans Kelsen sostiene que “además de la costumbre y los tratados, las decisiones de los organismos internacionales, especialmen­ te los fallos de los tribunales internacionales, son fuentes del Derecho Inter nacional”. El poder normativo de esas instituciones deriva de un tratado internacional. Ocurre, como subraya Kelsen, que un órgano especial establecido por un instrumento de este tipo puede ser “com­ petente para crear normas jurídicas generales obligatorias para las partes” signatarias, debido a que es “un órgano de la comunidad inter­ nacional instituida por el tratado”.8 Concordando con esta apreciación, Alíred Verdross admite que “hay órganos interestatales con facultad para promulgar directamente normas obligatorias de carácter general”. Estas normas, según su cri­ terio, “pueden obligar tanto a los Estados como a los particulares”. Como resultado de esto, “con respecto a objetos determinados, se ha ido formando una auténtica legislación internacionar, que a pesar de no gozar de igual jerarquía que los procedimientos convencionales, “pues­ to que sólo puede establecerse en virtud de un convenio internacional”, ocupa, en “la pirámide del ordenamiento jurídico internacional, el esla­ bón que sigue al de los convenios”.9 1 Carrillo Salcedo, Juan Antonio, ob. cit * Kelsen, Hans, ob. cit. 9 Verdross, Alíred, “Derecho Internacional Público”, Madrid, Ed. Aguilar, sexta edición, 1982. La jurisprudencia internacional, por su parte, no ha sido ajena a esta nueva orien­ tación del pensamiento. A s í, por ejemplo, al emitir una opinión consultiva sobre el al­ cance de ciertas decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas referen­ tes a procedimientos para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, la Corte Internacional de justicia sostuvo: “Cuando el Consejo de Seguridad adopta una decisión en base al artículo 25 que sea conforme con la Carta, incumbe a los Estados miembros el acatarla, incluso aquellos miembros del Consejo que votaron en contra y los miembros de las Naciones Unidas que no están representados en el Consejo. El soste­ ner lo contrario significaría privar a este órgano principal de las funciones y poderes esenciales que le confiere la Carta”. Véase Jiménez de Aréchaga, Eduardo, El Derecho Internacional Contemporáneo, Madrid, Ed. Tecnos, 1980. CAPÍTULO III 53 El reconocimiento de la competencia normativa de los órganos de las organizaciones internacionales introdujo un cambio fundamental en la concepción de los métodos o modos de creación del Derecho Inter­ nacional. A pesar de que en la mayoría de los casos son los Estados los que participan directamente en los procedimientos decisorios de dichos órganos, se admite que éstos, en virtud de las disposiciones del trata­ do en el que se sustentan las respectivas organizaciones, están dotados de ciertos atributos que les confieren una personalidad propia expresa­ da especialmente mediante su capacidad para crear normas obligatorias para esos mismos Estados. Los órganos que tienen esta potestad no son equiparables a las antiguas y aún contemporáneas conferencias internacionales convocadas con el cometido de discutir y negociar un tratado internacional sobre alguna materia específica. La capacidad normativa de esos órganos es una competencia inherente a su natura­ leza, pues en algunas circunstancias se ejerce, inclusive, sin necesidad de la voluntad concurrente de todos los Estados integrantes. La función de las conferencias, en cambio, que ha sido considerada como una especie de función “cuasi legislativa”, está restringida a promover el interés de los Estados en la adopción de un texto jurídico y a poner a disposición de éstos los procedimientos apropiados para encauzar las negociaciones pertinentes, manteniendo el criterio tradicional de que dicha adopción debe ser el resultado de la aceptación expresa de los participantes. Siguiendo el paso de la evolución de las relaciones internacionales o, más propiamente, de la sociedad internacional, la teoría de las fuen­ tes del Derecho Internacional terminó por aceptar que las normas que lo integran surgen de uno de estos modos de creación: a) la práctica de los Estados que adquiere la calidad de una costumbre, 2) el acuerdo expreso entre los Estados que se expresa en los tratados, y 3) los actos pertinentes de los órganos de las organizaciones internacionales dota­ dos de potestad normativa y de competencia jurisdiccional. 2. Las fuentes del Derecho de la Integración La transformación de los modos de creación de normas que vinculan obligatoriamente a Estados soberanos e independientes tiene su máxi­ ma expresión en los sistemas jurídicos de los esquemas de integración económica regional. La naturaleza especial de estos nuevos ordena­ mientos está ligada, en buena medida, a las nuevas técnicas adoptadas por los mismos para su propio desarrollo, consistente en un proceso continuo de formulación de normas de derecho. Estos modos de cre­ ación han alejado a estos sistemas del Derecho Internacional tradicio­ 54 DERECHO DELA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL nal, basado en la primacía de los métodos convencionales, y los han acercado, asemejándolos, a ciertos sistemas de derecho interno, como el del Estado Federal, basados en el valor equivalente, desde el punto de vista funcional, de las técnicas convencionales y de los procedimien­ tos no convencionales o centralizados. Por ello se sostiene que dichos sistemas normativos se caracterizan por la utilización de técnicas fede­ rales de creación del derecho. Este rasgo del Derecho de la Integración económica se debe a la índole de la materia que regula. Las interacciones o relaciones econó­ micas entre los Estados, o entre las estructuras económicas pertene­ cientes a la jurisdicción de diferentes Estados, que constituyen el obje­ to de las normas que integran este ordenamiento, están sujetas a una mutación constante y cada vez más acelerada debido, sobre todo, al desarrollo de las fuerzas productivas que conlleva la modificación de las relaciones de intercambio. Al mismo tiempo, el proceso deliberado para alcanzar la integración económica entre un grupo de Estados, o la integración entre las estructuras económicas internas de un grupo de Estados, que es la materia más específica del Derecho de la Integración, se concibe como un proceso gradual y progresivo, dotado de un dinamismo intrínseco. Tanto por la índole cambiante de las interacciones económicas, como por la índole eminentemente evolutiva de los procesos de inte­ gración económica se plantean permanentes e imprevistas exigencias de regulación. 1.a respuesta oportuna a estas demandas sólo se puede lograr con la aplicación de procedimientos de adopción de normas de derecho desprovistos de las exigencias y requisitos — sobre todo for­ males o de solemnidad— propios de los métodos convencionales del Derecho Internacional tradicional. De no ser así, existe el riesgo de que el sistema jurídico que pretende regular dichas interacciones se distan­ cie del desarrollo intrínseco de éstas y, al mismo tiempo, pierda el con­ trol del proceso para cuyo ordenamiento fue instaurado. La sujeción de los modos de creación de normas obligatorias dentro de un ordena­ miento jurídico de integración económica a las formalidades convencio­ nales tradicionales puede comprometer la eficacia de éste como instru­ mento para inducir el comportamiento de los sujetos hacia los que se dirige su función regulatoria, en el sentido de alcanzar progresivamen­ te situaciones de creciente interdependencia y, en definitiva, situacio­ nes de efectiva integración. Estas condicionantes también están presentes en el Derecho Inter­ nacional Económico, del cual, como antes se señaló, el Derecho de la Integración Económica Regional es un segmento especializado. Las discusiones contemporáneas entre los estudiosos y analistas en torno a la naturaleza y las funciones de aquel derecho, y entre los Estados o CAPÍTULO III 55 sus representantes, en torno a sus formas de creación y contenidos, reflejan las tensiones y contradicciones entre una interdependencia económica internacional cada vez más acentuada y el ordenamiento de las relaciones económicas internacionales por medio de normas jurídi­ cas y de estructuras institucionales apropiadas. Así como el desarrollo de los sistemas defensivos basados en el posible empleo de las armas atómicas, bien llamadas medios de destrucción masiva, difusa y casi ilimitada, creó la percepción de la seguridad como un valor común a toda la humanidad y conmovió, de ese modo, los supuestos del Dere­ cho Internacional tradicional, la transnacionalización de las necesidades individuales y colectivas y de las actividades de producción de bienes y servicios —esta última acentuada gracias al avance tecnológico—, impulsó el surgimiento de un incipiente Derecho Internacional Econó­ mico, al cual, en los últimos años, le han sido planteadas nuevas y urgentes demandas. Con todo, estas exigencias provienen de factores y hechos objeti­ vos, cuyo desarrollo responde a una lógica propia. En el caso del Derecho de la Integración económica, aparte de las demandas origina­ das en los mismos factores se presentan las exigencias asociadas a la necesidad de cumplir los objetivos y las metas de un programa delibe­ radamente adoptado y que, por consiguiente, conlleva la realización de valores e intereses que una colectividad de Estados ha convenido en conferirles la calidad de comunes. Por tal motivo, este derecho adop­ ta técnicas más versátiles y flexibles que los métodos del Derecho Internacional tradicional para la creación de normas vinculantes. Desde otro punto de vista, el valor equivalente de los modos convencionales y de los modos no convencionales de creación de normas obligatorias en los ordenamientos de los esquemas de integra­ ción económica regional proviene de la naturaleza y el alcance de los respectivos tratados fundamentales. A diferencia de los tratados del Derecho Internacional tradicional, estos instrumentos se caracterizan no tanto por cristalizar situaciones o relaciones jurídicas determinadas, como por abrir el cauce para un proceso normativo sucesivo, median­ te el cual se realizan las metas y objetivos de un programa de integración. En virtud de este rasgo esencial se puede sostener, inclu­ sive, que el orden jurídico al cual sirven de fundamento dichos trata­ dos es un orden incompleto o inacabado, que se completa o desarro­ lla progresivamente. La principal función de los métodos no convencio­ nales de creación de normas consiste, precisamente, en impulsar ese desarrollo. El derecho resultante de las fuentes convencionales está necesaria­ mente conectado con el derecho emergente de las fuentes no conven­ cionales. Para realizarse plenamente, el primero requiere del segundo. 56 DERECHO DE IAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Éste, a su vez, tiene su razón fáclica y su fundamento de validez en el derecho convencional. Esta interrelación condicionante da sentido a la conceptualización del Derecho de la Integración como un verdadero orden jurídico. Aun reconociendo que cada ordenamiento jurídico de integración económica regional tiene su propia fisonomía, se puede admitir, al mismo tiempo, que no es riesgoso ni imposible postular una teoría o modelo analítico general de las fuentes del Derecho de la Integración. Este postulado se asienta en la previa percepción y conceptualización de la naturaleza común a los diversos sistemas jurídicos de integración económica regional. Al señalar, por ejemplo, que una de las notas más características de estos ordenamientos, desde el punto de vista de su estructura formal, es que abarcan normas que emanan de tratados internacionales y normas que emanan de actos jurídicos de órganos provistos de competencias normativas y jurisdiccionales, se insinúa de manera inequívoca que las fuentes de sus normas son tanto convencio­ nales como no convencionales. Tal como se puntualizó anteriormente, este rasgo también está presente en el Derecho Internacional contemporáneo y, en especial, en el Derecho de las Organizaciones Internacionales. En éstos, sin embar­ go, el alcance de los procedimientos no convencionales no es tan pre­ ciso como en el Derecho de la Integración. Por esta razón, algunos comentaristas son cautelosos al exponer su criterio sobre el efecto de tales métodos. Michael Virally, por ejemplo, sostiene que “en su gran mayoría, los actos de las instituciones internacionales no crean obliga­ ciones para los Estados”. Estos actos, a lo sumo, pueden constituir una fuente de “derecho interno de la institución” a la que pertenece el órgano que los emite, “sin ser fuente de derechos y deberes para los Estados Miembros”.10 10 Virally distingue el “orden jurídico internacionar del “orden jurídico interno” de las organizaciones internacionales. En su criterio, esta distinción es válida debido a que “no es posible considerar del mismo modo a las reglas que gobiernan el régimen jurí­ dico de los funcionarios internacionales, que son individuos, y a aquellas normas que gobiernan el régimen jurídico de los Estados en su condición de miembros de una institución internacional”. Véase el trabajo “Fuentes del Derecho Internacional”, en Sorensen, M., Manual de Derecho Internacional Público, México, D.F., Fondo de Cul­ tura Económica, 1978. Esta distinción es compartida p:>or la mayoría de los tratadistas contemporáneos. La coincidencia es menor, sin embargo, con referencia al efecto de los actos de los órganos de las organizaciones internacionales como fuente de normas vinculantes para los Estados miembros. Al respecto, merece consultar entre otros, los siguientes trabajos: 1) Reuter, Paul, Derecho Internacional Público, Barcelona, Bosch Casa Editorial, 1978; 2) Schermes, Henry G., International Institutional Law, Leyden, A.W. Sijthoff, 1972; 3) Bowett, D.W., The Imw of International Institutions, Londres, Stevens and Sons, 1982; 4) Miaja de la Muela, Adolfo, Introducción al Derecho Interna­ CAPÍTULO III 57 En el caso del Derecho de la Integración, la situación es radical­ mente diferente. El propio Michel Viral ly, luego de sostener desde una perspectiva tradicional, que “atribuir a los órganos internacionales facultades para tomar medidas reguladoras de carácter obligatorio es investirlos, en realidad, de funciones legislativas, lo que resulta contra­ rio al principio de la soberanía de los Estados”, excluye expresamen­ te de este criterio a las denominadas “instituciones dotadas de carác­ ter supranacional”, característica que los estudiosos europeos suelen asignar a los órganos de la Comunidad Europea. En efecto, en el orde­ namiento jurídico de éstas, al igual que en el ordenamiento de otros esquemas de integración económica regional, se otorga un valor equi­ valente, si bien dentro de ámbitos materiales claramente diferenciados, a las normas de los respectivos tratados internacionales que integran esos ordenamientos y a las normas resultantes del ejercicio de las competencias conferidas a los órganos de la correspondiente estructu­ ra orgánica. Aparte de esta equivalencia, las disposiciones constitucio­ nales pertinentes, en forma expresa o implícita, fijan criterios y reglas de interrelación, generalmente en términos de jerarquía, entre estos dos conjuntos de normas y, como corolario, entre los dos métodos para su creación. Partiendo de esta premisa, Nicola Catalano propone un esquema de las fuentes del Derecho de las Comunidades Europeas que bien puede servir de paradigma para el estudio de los métodos de creación de normas vinculantes en cualquier esquema de integración económi­ ca regional. Según el profesor italiano es posible distinguir, en primer lugar, entre 1) las fuentes normativas directas, y 2) las fuentes norma­ tivas subsidiarias. A su vez, las primeras se pueden diferenciar en 1) fuentes normativas primarias, y 2) fuentes normativas secundarias.u Las fuentes normativas directas y primarias son de carácter conven­ cional y se manifiestan en los tratados internacionales que instituyen las tres Comunidades Europeas, así como en los tratados y protocolos adicionales o modificatorios y en otros instrumentos similares, suscrip­ tos entre los Estados miembros. En cambio, las fuentes normativas directas y secundarias, no son de carácter convencional, pues consisten en los métodos y procedimientos atinentes a los actos jurídicos de aquellos órganos de la Comunidad que han sido provistos de potesta­ des para adoptar normas de derecho y se manifiestan en instrumentos cional Público, Madrid, Gráficas Yagues, séptima edición, 1979. 5) Diez de Velasco, M., Curso de Derecho Internacional Público, Madrid, Ed. Tecnos, 1963. 11 Nicola, Catalano, Manual de Derecho de las Comunidades Europeas, Buenos Aires, INTAL, 1966. 58 DERECHO DE IAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL tales como las “decisiones” de la antigua Alta Autoridad de la CECA y los “reglamentos” del Consejo de la Comunidad Económica y de la CEEA. Esta diferenciación se inspira en diversos criterios. La distinción entre fuentes directas y subsidiarias se basa tanto en la naturaleza de los agentes que operan los respectivos procedimientos, como en el ámbito material de las normas resultantes. En los métodos directos participan los Estados reunidos colectivamente, procediendo según las reglas del Derecho Internacional, así como los órganos de la Comuni­ dad, que ajustan su conducta a las normas del Derecho Comunitario. En los métodos subsidiarios actúan los Estados en forma individual, con arreglo a las disposiciones de su derecho interno. Los procedimientos directos dan como resultado, especialmente en el caso de las normas secundarias, disposiciones referidas exclusivamente a las materias comprendidas por los tratados constitu­ cionales. Los procedimientos subsidiarios, a su vez, producen, como regla general, normas referidas a las mismas materias, si bien en for­ ma excepcional pueden dar lugar a disposiciones sobre materias cone­ xas. La oposición entre fuentes directas primarias y fuentes directas secundarias se apoya, sobre todo, en la concepción del Derecho de las Comunidades Europeas como orden jurídico especial y autosuficiente, de donde se infiere, en primer lugar, el nexo en términos de jerarquía entre los distintos conjuntos de normas del mismo y, en segundo lugar, una definida distribución de competencias entre los Estados y los órganos de la Comunidad. En este sentido, los métodos directos prima­ rios, además de ser de tipo convencional y de corresponder a las facul­ tades de los Estados miembros, dan origen a disposiciones básicas, fundamentales o constitucionales. Los métodos directos secundarios, en cambio, aparte de no ser de índole convencional y de corresponder, más bien, a los poderes de los órganos de la Comunidad, dan como resultado normas de nivel jerárquico inferior a las normas de los tra­ tados y demás instrumentos análogos, que tienen como finalidad el desarrollo de estas últimas. En virtud de las características y alcances de las normas emanadas de los procedimientos secundarios es usual y apropiado designarlas “normas derivadas” o, simplemente, “derecho derivado”, en contraste con la denominación de “normas primarias” o “derecho primario” de las disposiciones que resultan de los métodos convencionales. Al sostener que los modos convencionales de creación de normas del Derecho de la Integración están sujetos a los principios y reglas del Derecho Internacional, se insinúa que los métodos de creación de éste CAPÍTULO III 59 se sitúan en la posición de fuentes accesorias del primero.12 Esta infe­ rencia, sin embargo, debe ser entendida en el sentido de que las fuen­ tes del Derecho Internacional colaboran sólo de manera supletoria en la aplicación de las técnicas convencionales de creación del Derecho de la Integración, o sea en tanto y en cuanto las disposiciones constitucio­ nales de este último no fijen reglas al respecto. Lo habitual es que los tratados fundamentales de un orden jurídico de integración legislen sobre las fuentes convencionales mediante prescripciones sobre los métodos para la modificación, complementación e, inclusive, sustitución de aquéllos. Por supuesto, estas normas no están presentes en el proceso originario de adopción de un primer tratado de integración, por lo cual éste resulta regulado, exclusivamente, por las normas del Derecho Internacional. Después de la vigencia de dicho tratado, en cambio, esas normas pasan a desempeñar un papel accesorio o, más propiamente, supletorio. El análisis de las fuentes del Derecho de la Integración, por con­ siguiente, pone de manifiesto uno de los vínculos más importantes entre éste y el Derecho Internacional. Dicha evidencia surge del exa­ men de la naturaleza de los modos convencionales de creación del Derecho de la Integración. En esta materia, el nexo entre ambos sistemas normativos se da en términos de verdadera necesidad jurídica, aun reconociendo que la aplicación de las normas del Derecho Internacional en las técnicas convencionales del Derecho de la Integración sea meramente supletoria.13 12 Hasta hace algún tiempo, las normas para la regulación de los métodos conven­ cionales provenían, en lo sustancial, del Derecho Internacional Consuetudinario. Desde la suscripción (23 de mayo de 1969) y posterior entrada en vigencia en numerosos países miembros de las Naciones Unidas de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, han pasado a formar parte del Derecho Internacional Convencional. Este importante código de disposiciones resulta aplicable a los procedimientos de ela­ boración de tratados internacionales, incluyendo los de los tratados de integración económica. 13Algunos aspectos del vínculo entre el Derecho Internacional y el Derecho de la Integración en esta materia han sido examinados por Rudolf Bernhardt, a propósito del estudio de los procedimientos de revisión de los Tratados de las Comunidades Europe­ as. Se pregunta este autor: “¿Pueden los Estados miembros ignorar el procedimiento previsto para la revisión de los tratados y, mediante convenios formales o tácitos pro­ mulgar un nuevo derecho en lugar del antiguo? ¿Podrían incluso derogar los tratados por votación unánime?” A su juicio, si se considera “la finalidad de los tratados y las intenciones de las partes contratantes en el momento de su conclusión”, sólo “pueden revisarse según el procedimiento previsto”, quedando excluidas otras modificaciones de común acuerdo. En consecuencia, en este caso las normas del Derecho Comunitario tienen prevalencia frente a las normas del Derecho Internacional. Véase Bernhardt, Rudolf, “Las fuentes del Derecho Comunitario: La Constitución de la Comunidad”, en Comisión de las CCEE, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Poblicaciones Oficiales de las CCEE, 1984. 60 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICAREGIONAL Del análisis de las fuentes no convencionales, en cambio, se dedu­ ce una cierta analogía entre las técnicas de creación del Derecho de la Integración y los métodos de creación de normas en el ámbito de otros sistemas jurídicos, como el Derecho Constitucional y, en particular, el Derecho del Estado Federal. Sin embargo, esta similitud es de índole exclusivamente metodológica o doctrinal. 3. Las fuentes convencionales del Derecho de la Integración Tal como queda dicho, las fuentes convencionales del Derecho de la Integración son aquellos métodos que se caracterizan por la participa­ ción directa de los Estados y por la necesidad del acuerdo expreso entre éstos. Las normas surgidas de esta manera se manifiestan en la forma de tratados internacionales o de instrumentos equivalentes, como acuerdos, convenios, protocolos, etcétera.14 Estos procedimientos están regidos por el Derecho Internacional, tanto en cuanto a sus requisitos materiales como con respecto a sus formalidades. Los requisitos materiales son las condiciones que se deben cumplir para que se entienda que la voluntad concurrente de los Estados es evidente. Los requisitos formales, a su vez, son las condi­ ciones para la expresión cabal de esa voluntad concurrente. Las reglas aplicables son las del derecho escrito incorporadas en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados y, subsidia­ riamente, las del Derecho Internacional Consuetudinario. Estas normas se refieren, de manera general, a las siguientes materias: 1) Conclusión y entrada en vigor de los tratados; 2) Aplicación de los tratados; 3) 14 Para la doctrina contemporánea, en general, la designación de los instrumentos a través de los cuales se manifiestan las fuentes convencionales del Derecho Interna­ cional, no reviste mayor significado. Lo importante es el requisito material de la concu­ rrencia de las voluntades de los Estados. En este sentido, E. de la Guardia y M. Delpech, sostienen que “la clasificación de los tratados hace a un problema de termi­ nología, pero no a su naturaleza esencial, que es igual para todo tratado”. Véase De la Guardia, Ernesto y Delpech, Marcelo, El Derecho de los Tratados y la Convención de Viena de 1969, Buenos Aires, La Ley, 1970. Hans Kelsen, por su parte, sostiene que “un tratado es un acuerdo entre dos o más Estados, por el que se establece la expresión de su consentimiento común en relación a la conducta mutua”. Consiguientemente, “la base del tratado es la razón de la validez de la norma convencional, es el consentimiento común de las partes contratantes”. Véase Kelsen, Hans, ob. cit. Por último, la Conven­ ción de Viena sobre el Derecho de los Tratados, en su artículo 1, a) estipula que “se entiende por tratado un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instru­ mentos conexos y cualquiera sea su denominación particularr . CAPÍTULO III 61 Enmiendas y modificaciones; 4) Tratados inválidos, y 5) Terminación de los tratados.15 Estas normas del Derecho Internacional se aplican exclusivamen­ te a los métodos convencionales que dan origen a un primer tratado de integración económica. En cambio, los procedimientos para la revisión, ampliación e, inclusive, sustitución de ese tratado están regulados por las disposiciones del Derecho de la Integración contenidas en el trata­ do constitucional del respectivo esquema. En rigor, estas últimas nor­ mas no innovan sobre el acuerdo entre los Estados como fundamento último de validez de los métodos convencionales, sino que se refieren, especialmente, a condiciones o aspectos de orden procesal. Este elemento de los ordenamientos jurídicos de los esquemas de integración es uno de los motivos por el cual los tratados que institu­ yen estos esquemas se asemejan a la Constitución Política de un Esta­ do. Ocurre, por cierto, que varios de los criterios empleados para legis­ lar sobre los métodos de revisión, ampliación y sustitución de estos tratados se asimilan a los criterios utilizados en el Derecho Constitu­ cional. Por lo demás, esta nota distintiva se presenta también en los tra­ tados que instituyen otro tipo de organizaciones internacionales. Por este motivo, Manuel Medina sostiene, acertadamente, que “debido al rango superior que ocupan los tratados internacionales frente al dere­ cho derivado de las organizaciones internacionales es corriente llamar a los primeros derecho constitucional de la organización en cuestión”.16 Desde el punto de vista formal, los tratados constitucionales de los sistemas jurídicos de integración económica tienen una estructura peculiar. Como regla general, sus disposiciones versan sobre las si­ guientes materias: 1) el enunciado de la forma de integración econó­ mica elegida por las partes contratantes; 2) la enumeración y, en algu­ nos casos, la definición de los objetivos, tanto intrínsecos como trascen­ dentes, tanto finales como instrumentales, del programa de integración; 3) la determinación de los compromisos, generales y particulares, asumidos por las partes contratantes o, dicho de otro modo, la fijación de pautas de comportamiento de éstas en función del cumplimiento de los objetivos del programa; 4) la definición de los instrumentos y mecanismos a ser empleados para alcanzar los objetivos propuestos; 5) 15 Akehurst, Michael, Introducción al Derecho Internacional, Madrid, Alianza Editorial, 1975. 16 Medina, Manuel, La Comunidad Europea y sus principios constitucionales, Madrid, Ed. Tecnos, 1974. 62 DERECHO DE LAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL el enunciado o explicitación de ciertos principios generales de derecho, destinados a orientar el comportamiento de las partes contratantes y, al mismo tiempo, servir de criterios para la interpretación y aplicación del ordenamiento jurídico del esquema de integración; 6) el estableci­ miento de una entidad u organización dotada de personalidad jurídica y encargada de cumplir las funciones pertinentes para el desarrollo del programa; 7) la institución de una estructura orgánica y la determina­ ción de las funciones, competencias y poderes de sus órganos; 8) las reglas referentes a los procesos decisorios y, en ciertas circunstancias, los criterios relativos a la naturaleza y alcance de los actos jurídicos de los órganos del sistema institucional, y 9) los procedimientos para la revisión, ampliación, complementación y sustitución del tratado cons­ titucional. Esta estructura formal es una razón adicional para considerar que un tratado de integración se asemeja a una Constitución Política. Si se reconocen las diferencias esenciales en la naturaleza de cada uno de estos instrumentos se puede admitir que el primero, al igual que la segunda, contiene, por una parte, un conjunto de normas de carácter dogmático o prescriptivo y principista y, por otra, un conjunto de nor­ mas orgánicas. De igual manera, ambos instrumentos incluyen reglas sobre el derecho derivado, de las cuales se extraen criterios o, inclu­ sive, prescripciones concretas sobre la legalidad de éste. 3.1. El derecho convencional en la Comunidad Europea Las normas del Derecho de las Comunidades Europeas, resultantes de los procedimientos convencionales, están incorporadas en los siguien­ tes instrumentos: 1. Tratado constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (18 de abril de 1951). 2. Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (25 de marzo de 1957). 3. Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (25 de marzo de 1957). 4. Convenio relativo a ciertas constituciones comunes a las Comu­ nidades Europeas (25 de marzo de 1957). 5. Tratado constitutivo de un Consejo único y una Comisión única de las Comunidades Europeas (8 de abril de 1965). 6. Tratado y decisiones del Consejo relativos a la adhesión a las CAPÍTULO III 63 Comunidades de Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido de Gran Breta­ ña e Irlanda del Norte (22 de enero de 1972). 7. Tratado y decisión del Consejo relativos a las cuestiones finan­ cieras y presupuestarias de la Comunidad (21 de abril de 1970; 22 de abril de 1970; 22 de julio de 1975). 8. Decisiones y acto del Consejo relativos a la elección de los representantes en la Asamblea por sufragio universal directo (20 de septiembre de 1976). 9. Tratado y decisiones del Consejo relativos a la adhesión de Grecia a las Comunidades (28 de mayo de 1979). 10. Tratado y decisiones del Consejo relativos a la adhesión de España y Portugal a las Comunidades (12 de junio de 1985). 11. Acta Única Europea (17 de febrero de 1986).17 Varios estudiosos y juristas europeos denominaron el conjunto de estos instrumentos “constitución” de la Comunidad Europea. Ya en 1967, Walter Hallstein destacó “el hecho de que el Tratado de Roma se había impuesto como Acta Constitucional y representaba el primer elemento de una constitución de Europa”.18 En forma más precisa, Rudolf Bernhardt señala que el término constitución “es empleado para destacar y hacer resaltar las particula­ ridades del ordenamiento comunitario”. En su opinión, “la constitución de la Comunidad se halla en los Tratados concluidos entre Estados”, por lo cual este concepto es asimilado a “la noción de derecho comu­ nitario originario”.19 El mismo autor, valiéndose de esta conceptualización, destaca una diferencia esencial entre el derecho originario y el derecho derivado. La expresión constitución, en cuanto fuente del Derecho Comunitario, designa, “las normas obligatorias para todas las instituciones comuni­ tarias y para los Estados miembros, sobre las que éstos no tienen nin­ gún poder”. En cambio, el derecho derivado es el “creado por las instituciones, y que éstas pueden asimismo modificar o derogar”. 17 La mayoría de estos instrumentos pueden ser consultados en Medina, Manuel, compilador, Tratados fundacionales de las Comunidades Europeas, Madrid, Consejo Su­ perior de Investigaciones Científicas, 1976. Igualmente en Office for Official Publications of the European Communities, Treaties Establishing the European Communities, Luxem­ burgo, European Communities, 1983. 18 Bernhardt, Rudolf, ob. cit. 12 Bernhardt, Rudolf, ob. cit. 64 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL De acuerdo con este criterio, las normas resultantes de los proce­ dimientos convencionales y las normas emergentes de los actos jurídi­ cos de las instituciones de la Comunidad se diferencian no sólo por la diversa naturaleza de sus modos de creación, sino también por el alcan­ ce de su obligatoriedad. Las primeras obligan a los Estados y a las instituciones en condiciones tales que éstos no se pueden apartar de ellas ni modificarlas. Las segundas, a la inversa, son susceptibles de enmienda o derogación por las instituciones comunitarias. En otros términos, el derecho convencional sólo puede ser enmendado o susti­ tuido mediante los procedimientos pertinentes, así éstos estén regula­ dos por el mismo ordenamiento originario. El derecho derivado, por el contrario, puede ser enmendado o derogado mediante nuevos actos de los órganos correspondientes, según las reglas establecidas tanto en el derecho originario como en el propio derecho derivado. De los tratados antes mencionados, los que instituyen la Comuni­ dad Europea del Carbón y del Acero, la Comunidad Económica Euro­ pea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica son, sin duda, los más importantes. El resto, con excepción del Acta Única Europea, se refieren únicamente a ciertas materias de índole institucional y a las condiciones para el ingreso de nuevos países a la Comunidad. Entre los referidos a materias institucionales, merecen una mención especial los acuerdos mediante los cuales se resolvió la integración del Parlamen­ to Europeo a través del procedimiento de elección popular directa. El Acta Única Europea,20 en cambio, incorpora en los tres tratados comunitarios básicos las enmiendas más amplias y de mayor significa­ ción desde su entrada en vigencia. Estas reformas están relacionadas con 1res aspectos: en primer lugar, las condiciones para el estableci­ miento del “mercado interior” comunitario; en segundo lugar, las competencias materiales de la Comunidad, y en tercer lugar, el proce­ so decisorio y los poderes de los órganos de la Comunidad. En cuanto al primer tema, el Acta ratifica formalmente el propósi­ to de los países miembros de establecer, hasta 1992, el “mercado inte­ rior”, como objetivo central del programa de integración económica. El mercado interior, tal como señala Dusan Sidjanski, “implica un espacio sin fronteras interiores dentro del cual la libre circulación de mercade­ rías, personas, servicios y capitales está asegurada”.21 20 El texto del Acta Unica Europea se puede consultar en Integración Latinoamericana, nQ 131, Buenos Aires, INTAL., 1987. 21 Sobre los antecedentes y contenido del Acta Única Europea véase Sidjansky, Dusan, “Del proyecto de Tratado de Unión del Icariamente Europeo al Acta Unica Europea, en Integración Latinoamericana, nQ 131, Buenos Aires, INTAL, 1987. CAPÍTULO III 65 Con referencia al ámbito material de las competencias de la Comunidad, el Acta incorpora a éste nuevas materias, como la política social, la política monetaria, la política regional, la investigación y el desarrollo tecnológicos y la política del medio ambiente. De igual manera, incluye, si bien de manera indirecta, la cooperación política como otra materia que compete a la Comunidad. En cuanto al funcionamiento y competencias de los órganos de la Comunidad, el Acta contiene normas sobre los siguientes temas centra­ les: “implantación de las votaciones por mayoría calificada en el seno del Consejo, fortalecimiento del papel desempeñado por la Comisión en la ejecución de actos jurídicos y acrecentamiento de la participación del Parlamento Europeo en la adopción de las reglamentaciones comunita­ rias”.22 Según estas enmiendas, las decisiones del Consejo en varias materias deberán ser adoptadas en “cooperación con el Parlamento Europeo”, para lo cual se estipulan los procedimientos pertinentes. Por último, también en materia institucional, el Acta provee al Consejo Europeo, competente en materia de cooperación política, de “un fundamento jurídico”. En virtud de esta disposición, “sin ser una institución comunitaria, el Consejo Europeo goza de atribuciones que le permiten orientar las políticas comunes así como actuar en su carác­ ter de Consejo de la Comunidad si una voluntad política se afirma en ese sentido”.23 3.2. Las fuentes convencionales en el Derecho de la Integración en América Latina Las normas jurídicas emergentes de métodos convencionales en los cuatro ordenamientos jurídicos de integración en América Latina se manifiestan, asimismo, en los tratados internacionales y otros instru­ mentos equivalentes que sirven de base a dichos sistemas. En térmi­ nos generales, existe similitud entre la estructura formal de éstos y la estructura formal de los tratados básicos de las Comunidades Europe­ as y otras organizaciones internacionales. En gran parte de los ordenamientos de los procesos latinoameri­ canos de integración económica, los métodos convencionales se aplican, igualmente, al desarrollo del derecho derivado. Por esta 22 Sidjansky, Dusan, ob. cit. 23 Sidjansky, Dusan, ob. cit. El Consejo Europeo, integrado por los jefes de Esta­ do y de Gobierno de los países de la Comunidad, se estableció el 10 de diciembre de 1974. 66 DERECHO DE L\INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL circunstancia, en esos casos no es posible asimilar forzosamente las normas resultantes de dichos métodos al derecho originario. Esta situación se presenta, especialmente, en los sistemas jurídicos de la ALADI, el Mercado Común Centroamericano y la Comunidad del Caribe. En cambio, en el ordenamiento del Grupo Andino, los métodos no convencionales se utilizan con mayor amplitud y con referencia a varias materias sustantivas. Los estudiosos de los sistemas jurídicos de los esquemas latinoa­ mericanos de integración económica han sido más cautelosos en la designación de los tratados fundaciones como “constitución” de aqué­ llos. Es probable que esto se deba a la percepción, más aparente que real, de que tales instrumentos no tienen un alcance propiamente constitucional, sino que se acercan más a los tratados del Derecho Internacional tradicional. Asimismo, es posible, que esta cautela res­ ponda a que muchos analistas, al enunciar una opinión sobre el alcan­ ce y la naturaleza de estos tratados, temen herir ciertos valores arrai­ gados en las sociedades y, sobre todo, en los círculos políticos de muchos países latinoamericanos, con relación a las potestades sobera­ nas de los Estados. Sin embargo, si se acepta que estos instrumentos sirven de base a ordenamientos jurídicos eminentemente evolutivos y, por consiguien­ te, inacabados y que, asimismo, son el documento constitutivo de organizaciones internacionales, no es riesgoso ni desacertado recono­ cer que estos tratados tienen una dimensión constitucional. Por lo demás, en esta materia, el concepto que denota la expresión constitu­ ción, inclusive para los estudios del Derecho de las Comunidades Europeas, no tiene la misma connotación que en el Derecho Constitu­ cional. Este término alude, en todo caso, a instrumentos constituciona­ les “sui géneris”’ en razón de su estructura formal y de sus efectos en el ámbito del respectivo esquema de integración y con referencia al desenvolvimiento sucesivo del ordenamiento jurídico en su conjunto. 3.2.1. Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) En el sistema de la ALADI, los instrumentos “constitucionales” resul­ tantes de métodos convencionales de creación normativa son los si­ guientes: 1. El Tratado de Montevideo 1980 (12 de agosto de 1980). 2. Las Resoluciones adoptadas en la Reunión del Consejo de CAPÍTULO III 67 Ministros de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) (12 de agosto de 1980).24 El Tratado de Montevideo 1980 sustituyó al Tratado de Montevi­ deo suscripto el 18 de febrero de 1960. Mediante este último se esta­ bleció una zona de libre comercio entre las partes contratantes y se instituyó la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Por el nuevo Tratado, los países signatarios establecen, en reemplazo de la zona de libre comercio, un área de preferencias económicas e instituyen la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) ,25 También dentro de la ALADI, la aplicación de los mismos métodos convencionales da como resultado otros dos tipos de instrumentos normativos: 1. Los Acuerdos de Alcance Regional. 2. Los Acuerdos de Alcance Parcial. Los primeros están definidos en el Tratado de Montevideo 1980, desde el punto de vista formal, como “aquellos en los que participan todos los países miembros”. Los segundos, a su vez, como “aquellos en cuya celebración no participa la totalidad de los países miembros”. La diferencia sustancial entre ambos, consiguientemente, reside, más que en su contenido o en los procedimientos para su adopción, en su dife­ rente ámbito geográfico.26 A pesar de que estos acuerdos surgen a través de métodos conven­ cionales de creación normativa, no forman parte del derecho origina* rio de la Asociación sino, más bien, del derecho derivado. Esta conclu­ sión se desprende, por ejemplo, de lo dispuesto por el artículo 4 del Tratado de Montevideo 1980, según el cual, “para el cumplimiento de las funciones básicas de la Asociación”, los países miembros “estable­ cen un área de preferencias económicas compuesta por una preferen­ cia arancelaria regional, por acuerdos de alcance regional y por acuer­ dos de alcance parcial”. Cabe entender que estos acuerdos se conside­ ran instrumentos para lograr el objetivo de establecer o perfeccionar dicha área de preferencias económicas, por lo cual estarán destinados 24 En forma expresa, el Tratado de Montevideo 1980, en su artículo 69, estipula: “Las resoluciones aprobadas por el Consejo de Ministros de la Asociación Latinoame­ ricana de Libre Comercio en su Reunión del 12 de agosto de 1980 se incorporarán al ordenamiento jurídico del presente Tratado una vez que éste entre en vigor”. 25 Peña, Félix, “El régimen jurídico de la transformación de la ALALC en la ALADI”, en Integración Latinoamericana, nQ 42, Buenos Aires, INTAL, 1974. 26 Véase artículos 6 y 8 del Tratado de Montevideo 1980. 68 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓ MICA REGIONAL a formalizar más que normas constitucionales, normas derivadas de las disposiciones básicas del Tratado. 3.2.2. Grupo Andino Dentro del programa de integración económica del Grupo Andino, las fuentes convencionales han dado origen a los siguientes instrumentos: 1. Acuerdo de Integración Subregional o Acuerdo de Cartagena (26 de mayo de 1969). 2. Instrumento adicional al Acuerdo de Cartagena para la adhesión de Venezuela (13 de febrero de 1973). 3. Protocolo adicional al Acuerdo de Cartagena (5 de octubre de 1976). 4. Protocolo de Lima adicional al Acuerdo de Cartagena (30 de octubre de 1976). 5. Protocolo de Arequipa adicional al Acuerdo de Cartagena (12 de abril de 1978). 6. Tratado de Creación del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena (28 de mayo de 1979). 7. Tratado constitutivo del Parlamento Andino (25 de octubre de 1979). 8. Protocolo de Quito adicional al Acuerdo de Cartagena (12 de mayo de 1987).27 De todos estos instrumentos, el Acuerdo de Cartagena, el Tratado de creación del Tribunal de Justicia y el Tratado constitutivo del Par­ lamento Andino pueden ser considerados como verdaderos instrumen­ tos constitucionales del esquema de integración económica del Grupo 27 La mayoría de estos instrumentos puede ser consultada en Junta del Acuerdo de Cartagena, Ordenamiento Jurídico del Acuerdo de Cartagena. Instrumentos Básicos, t. I, la. edición oficial, Lima, 1982. El Tratado constitutivo del Parlamento Andino se puede consultar en Pico Mantila Galo, Documentos básicos de la integración andina, Quito, Cámara Nacional de Representantes, 1981. Originariamente este Tratado no formaba parte del ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena. En la actualidad, ha pasado a integrar este ordenamiento en virtud de lo dispuesto por el artículo 14 del Protocolo de Quito, según el cual “el Tribunal de Justicia y el Parlamento Andino se regirán de conformidad con las facultades y funciones previstas en los respectivos tratados que los crean”. E\ Protocolo de Quito puede ser consultado en Integración Latinoamericana, n9 134, Buenos Aires, INTAL, 1988. CAPÍTULO III 69 Andino. Al mismo tiempo, las disposiciones de estos tratados forman parte de las normas de derecho originario. Los restantes instrumentos incorporan diversas enmiendas en el Acuerdo de Cartagena. Las más amplias y profundas están contenidas en el Protocolo de Quito y abarcan aspectos referentes a las caracterís­ ticas y modalidades de aplicación de los instrumentos del programa de integración, al ámbito de materias de éste, a ciertas reglas sobre medidas de política comercial, a determinados principos generales —como el de no discriminación— y sus reglas pertinentes —como la cláusula de la nación más favorecida y la cláusula del trato nacional— y, por último, a la estructura orgánica del Acuerdo.28 Con referencia a los instrumentos del esquema de integración, el Protocolo de Quito modifica algunas condiciones para el cumplimien­ to del programa de liberalización del comercio entre los países del Grupo Andino. Al mismo tiempo, deja en suspenso la fecha límite, prevista originariamente para la adopción y aplicación del Arancel Externo Común o, dicho en otras palabras, para la formación de la unión aduanera. lista fecha será fijada oportunamente por los órganos del Acuerdo. Por otra parte, reemplaza los anteriores Programas Sec­ toriales de Desarrollo Industrial, como instrumentos de la Programa­ ción Industrial Conjunta, por tres tipos de nuevos mecanismos destinados a formalizar, entre todos los países miembros o entre sólo algunos de ellos, acciones de integración en el campo industrial.29 En lo relativo al ámbito de materias del programa de integración, el Protocolo de Quito incorpora nuevos temas, sobre los cuales los países del Acuerdo llevarán a cabo acciones de cooperación. Esas nuevas materias son: las relaciones económicas externas, el desarrollo científico y tecnológico, la integración fronteriza, el desarrollo y el comercio de servicios y la preservación de los recursos naturales y el medio ambiente.30 En cuanto a la estructura orgánica del Acuerdo, el Protocolo incor­ pora a ésta, como órganos principales, al Parlamento Andino y al Tri­ 28 Carmona, Podro, “El Protocolo modificatorio del Acuerdo de Cartagena: negociación y características”, en Integración Latinoamericana, nQ 134, Buenos Aires, INTAL, 1988. Zelada Castedo, Alberto, “Las reformas al Acuerdo de Cartagena: la estructura institucional y el principio de no discriminación”, en Integración Latinoamericana, nQ 134, Buenos Aires, INTAL, 1988. 29 Sobre el Programa de Liberalización del Comercio véase los artículos 23, 25, 26, 27, 29, 30, 31, 32 y 61 del Protocolo de Quito. Sobre nuevos instrumentos para acciones de integración industrial, el artículo 22. Sobre el principio de no discriminación los artículos 24, 40 y 76. 30 Véase el artículo 70 del Protocolo de Quito. 70 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL bunal de Justicia. Este último sin embargo, ya había sido incluido en el sistema institucional como órgano principal en virtud de las normas del Tratado de su creación. En concordancia con esta reforma, el Protocolo añade nuevas funciones y competencias a los otros dos órganos principales, vale decir, a la Comisión y a la Junta.31 A propósito del ordenamiento convencional del esquema de inte­ gración del Grupo Andino, vale la pena recordar que su principal ins­ trumento constitucional, o sea el Acuerdo de Cartagena, fue originaria­ mente adoptado no como un tratado autónomo sino como un “acuerdo subregional”, con arreglo a las normas sobre el particular del ordena­ miento jurídico de la antigua Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC).32 Por este motivo, varios comentaristas estimaron, con acierto, que el Tratado de Montevideo de 1960 y otras disposicio­ nes adoptadas por los órganos de la ALALC también debían ser consi­ derados como fuentes del derecho del esquema subregional.33 Confir­ mando esta apreciación, el Acuerdo original incluía normas expresas sobre su vinculación con el sistema jurídico de la ALALC.34 Esta situación fue superada al ser suscripto y entrar en vigencia el Tratado de creación del Tribunal de Justicia. Este instrumento, en su artículo 38, prescribe: 'Tanto este Tratado como el Acuerdo de Carta­ gena, tendrán vigencia de manera independiente de la vigencia del Tratado de Montevideo”. Aun sin decirlo expresamente, esta norma supuso dejar sin efecto lo dispuesto en el artículo 110 del Acuerdo original, en el sentido de que éste “permanecerá en vigencia mientras los compromisos que se adquieran en el marco general del Tratado de Montevido no superen los que aquí se establecen”. De esa manera, el Acuerdo de Cartagena se convirtió en un instrumento constitucional autónomo. 31 Véase los artículos 5 y 14 del Protocolo de Quito. Asimismo, el artículo 5 del Tratado de creación del Tribunal de Justicia. Sobre los efectos de este último tratado en el Acuerdo de Cartagena, véase Zelada Castedo, Alberto, “El tratado que crea el Tribunal Andino de Justicia: sus consecuencias en el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, n° 89, Buenos Aires, INTAL, 1984. 32 Peña, Félix y Cárdenas, Emilio, “Los acuerdos subregionales y el Tratado de Montevideo”, en BID/INTAL, Im dimensión jurídica de la integración, Buenos Aires, INTAL, 1973. 33 Villagrán Kramer, Francisco, “Sistematización de la estructura jurídica del Acuerdo de Cartagena”, en BID/INTAL, La dimensión jurídica de la integración, Buenos Aires, INTAL, 1973. 34 Véase, entre otros, los artículos 110 y 114 del texto original del Acuerdo de Cartagena. CAPITULO III 71 3.2.3. Mercado Común Centroamericano (MCCA) En el caso de las normas convencionales, sobre todo las de índole constitucional, del esquema de integración económica del Mercado Común Centroamericano, existen algunas dificultades para su deter­ minación precisa. Esto se debe, en especial, a las características del proceso histórico que dio origen a dichas normas y al efecto que, probablemente, aquéllas provocaron en las fórmulas de redacción de algunos textos. Así, por ejemplo, el artículo XVII del Tratado General de Integración Económica Centroamericana, que fue el último de los instrumentos constitucionales más importantes suscriptos, estipula: “El presente Tratado prevalecerá, entre las Partes Contratantes, sobre el Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económica Cen­ troamericana y sobre los demás instrumentos de libre comercio suscriptos bilateral o multilateralmente entre las Partes Contratantes; pero no afectará la vigencia de dichos convenios”. Esta misma disposición añade que las normas de tales convenios se aplicarán “en lo que no se considere en el presente Tratado”. Para corroborar la anterior apreciación, Gautama Fonseca señala­ ba, en su oportunidad, que “la determinación de las fuentes del Dere­ cho a través del cual se impulsa en Centroamérica la integración eco­ nómica, no es una tarea fácil”.35 A su criterio, esta dificultad se deriva, entre otras causas, de “la falta de una decisión de autoridad que fije de modo preciso los actos que tienen la virtud de crear normas del pro­ ceso integracionista”. Por otra parte, hay que advertir que en el ordenamiento jurídico del Mercado Común Centroamericano, como en pocos sistemas de esta índole, son numerosos los instrumentos resultantes de métodos con­ vencionales de creación normativa. Estos instrumentos, además, contie­ nen tanto normas de derecho constitucional u originario como normas de derecho derivado. Hechas estas advertencias, se puede considerar como instrumen­ tos de índole constitucional adoptados mediante procedimientos con­ vencionales, los siguientes: 1. Tratado General de Integración Económica Centroamericana (13 de diciembre de 1960). 2. Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económi­ ca Centroamericana (10 de junio de 1958). 35 Fonseca, Gautama, “Las fuentes del derecho comunitario centroamericano”, en Derecho de la Integración, nQ 1, Buenos Aires, INTAL, 1967. 72 DERECHO DELAINTEGRACÍÓN ECONÓMICAREGIONAL 3. Protocolo al Tratado General de Integración Económica Centro­ americana (Nómina de productos sujetos a régimen transitorio de excepción al libre comercio) (16 de noviembre de 1962). 4. Protocolo al Tratado General de Integración Económica Centro­ americana (Medidas de emergencia de defensa de la balanza de pagos). 1Qde junio de 1968). Por supuesto, esta enumeración puede ser discutible o, por lo menos, opinable. Algunos comentaristas, por ejemplo, añaden a esta nómina el Tratado de la Asociación Económica entre Honduras, Guatemala y El Salvador (6 de febrero de I960).36 Otros, con mayor amplitud, incluyen la Carta de la Organización de los Estados Centro­ americanos (ODECA) (12 de diciembre de 1962).37 Aquellos instrumentos resultantes también de métodos convencio­ nales, pero que contienen normas de derecho derivado, se refieren a las más diversas materias. Son, en su esencia, los principales medios a través de los cuales se ha pretendido regular las acciones encamina­ das al cumplimiento del programa de integración trazado en los trata­ dos constitucionales. De particular importancia son los siguientes: 1. Convenio sobre Régimen de Industrias Centroamericanas de Integración (10 de junio de 1958). 2. Convenio Centroamericano sobre Equiparación de Gravámenes a la Importación (1Qde septiembre de 1959). 3. Convenio sobre el Régimen Arancelario y Aduanero Centroame­ ricano (14 de diciembre de 1984).38 Un rasgo destacable del ordenamiento jurídico del Mercado Común Centroamericano es la evolución de la forma de integración postulada, que se produce entre la suscripción del Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económica Centroamericana y la 36 Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, Derecho de la Integración Latinoamericana, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1969. 37 Fonseca, Gautama, ob. cit. 38 El texto de estos instrumentos, así como el de los tratados constitucionales, puede ser consultado en SIECA, “Convenios Centroamericanos de Integración Económica”, Guatemala, 1963. Asimismo en INTAL, Ordenamiento jurídico de la integración económica en América Latina, Buenos Aires, 1986. Una nómina amplia de los instrumentos convencionales puede ser consultada en Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, ob. cit. Igualmente en Villagrán Kramer, Francisco, “Los instrumentos legales de la integración económica centroamericana”, en Derecho de la Integración, ne 3, Buenos Aires, INTAL, 1968. CAPÍTULO III 73 suscripción del Tratado General de Integración Económica Centroa­ mericana. En el primero de estos instrumentos, se propone, como objetivo global del programa de integración, el establecimiento de un régimen multilateral de libre comercio entre los países miembros, equiparable, por la amplitud del universo de productos abarcado, a una zona de libre comercio. Al mismo tiempo, sin embargo, se dispone que dicho régimen será establecido con el propósito de “constituir, tan pronto las condiciones sean propicias, una unión aduanera”.™ En el segundo instrumento, en cambio, se hace explícito el acuerdo de los países signatarios “de establecer entre ellos un mercado común”, así como el compromiso de “constituir una unión aduanera”. Para alcanzar estas metas, se formaliza, además, el compromiso de “perfeccionar una zona centroamericana de libre comercio” y de “adoptar un arancel centroamericano uniforme”.40 Otra característica de este ordenamiento jurídico es la situación de aplicación parcial de los instrumentos convencionales, como consecuencia de las crisis que han afectado al proceso de integración económica en América Central. Esta situación se originó en 1969, con la decisión de Honduras de dejar de aplicar, sin denunciar los tratados de integración, el régimen multilateral de libre comercio, sustituyén­ dolo por acuerdos comerciales bilaterales suscriptos con los restantes países miembros. A este hecho se sumaron, posteriormente, otros acontecimientos motivados por diversos factores, configurando esta particular situación.41 La amplia utilización de modos convencionales para el desarrollo del derecho dentro del programa de integración económica del Merca­ do Común Centroamericano ha llevado a sostener a Francisco Villagrán Kramer, entre otros, que la “dinámica legal” en este esquema radica “en el acuerdo de los Estados de seguir utilizando el método de los protocolos —que por su naturaleza, son también tratados internaciona­ les— y en los plazos para la adopción de los mismos”. En conse­ cuencia, “ninguna norma convencional compulsa al cumplimiento de esos compromisos, sino la norma fundamental pacta sunt servanda”.42 39 Véase el artículo I del Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económica Centroamericana. 40 Véase los artículos I y II Centroamericana. del Tratado General de Integración Económica 41 Un examen de la evolución de estos acontecimientos y de sus efectos en las condiciones de aplicación del ordenamiento jurídico del Mercado Común Centroamericano puede ser consultado en Dada Hirezi, Héctor y Guerra Borges, Alfredo, La institucionalidad del Mercado Común Centroamericano: su conformación originaria y su evolución, Buenos Aires, INTAL, 1987. 42 Villagrán Kramer, Francisco, ob. cit. 74 DERECHO DE I.AINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL 3.2.4. Comunidad del Caribe (CARICOM) Dentro de la Comunidad del Caribe, los siguientes instrumentos cons­ titucionales son la consecuencia de los correspondientes métodos convencionales: 1. Tratado que establece la Comunidad del Caribe (4 de julio de 1973). 2. Anexo que establece el Mercado Común del Caribe (4 de julio de 1973). 3. Acuerdo para el establecimiento de la Tarifa Externa Común del Mercado Común del Caribe (4 de julio de 1973).43 El primero de estos instrumentos legisla sobre el establecimiento de la Comunidad del Caribe y sobre dos de sus funciones básicas: la coordinación de las políticas exteriores de los países miembros y la denominada “cooperación funcionar. El anexo, en cambio, contiene las normas referentes al programa de integración económica, incluyendo sus objetivos generales e instrumentales y la estructura institucional del Mercado Común. De esa manera, reemplaza al Tratado de la Asocia­ ción de Libre Comercio del Caribe (CAMFTA), que fue suscripto el 15 de diciembre de 1965. En razón de la modalidad adoptada para el establecimiento de la Comunidad, resulta que ésta está integrada por las tres actividades y procesos mencionados. Por consiguiente, tal como estipula el artículo 4 del Tratado de Chaguaramas, la “integración económica de los Esta­ dos miembros a través del establecimiento de un régimen de Mercado Común”, es una de las tareas de la Comunidad, junto con la "coordina­ ción de las políticas exteriores” y la “cooperación funcionar. Esta forma de concebir el proceso de integración de los países del Caribe tiene dos efectos importantes, en cuanto a las condiciones para participar en el proceso y con respecto a la estructura institucional. En 43 Véase INTAL, Ordenamiento jurídico de la integración económica en América latina, Buenos Aires, 1986. Asimismo, Geiser, Hans J., y otros, Legal Problems of Caribbean Intégration, Leyden, A. W., Sijthoff, 1976. Es importante señalar que entre un grupo limitado de países miembros de la CARICOM y otros no miembros (Antigua, Dominica, Grenada, Montserrat, Saint Kitts-Nevis, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas), rige, igualmente, un Acuerdo para el establecimiento de un mercado común, que forma parte del Tratado de la Organización de Estados del Caribe del Este (18 de junio de 1981). El Tratado de la Comunidad, en su artículo 14, reconoce al Consejo de Ministros del Mercado Común del Caribe Oriental, la calidad de “institución asociada”. CAPÍTULO III 75 el primer caso, autorizados comentaristas han interpretado que las disposiciones sobre participación, tanto del Tratado de la Comunidad como del Anexo sobre el Mercado Común, abren la posibilidad de que un Estado pueda ser miembro de la primera sin ser miembro del segundo. La situación inversa, en cambio, no estaría jurídicamente permitida. Hans J. Geiser, luego de examinar la situación particular de Bahamas, sostiene: “One can, therefore, say that there is compulsory membership for the original/signatoria Members of CARICOM, in both the Community ‘strictu sensu’ and in the Common Market, an exception being made in the case of the Bahamas. This conclusión derives directly from the Treaty text itself.44 Añade luego que “as far as acceding Members are concerne, nothing in the text prohibits them from applying for membership is only one of the two Organizations; it will be up to the Conference to decide in each particular case”.45 En lo que se refiere a la estructura institucional, según las reglas de los dos instrumentos constitucionales, la Conferencia de Jefes de Gobierno, que es el órgano máximo de la Comunidad, también tiene competencias en materias referentes al Mercado Común, a pesar de que el Anexo no la menciona expresamente como órgano de ésta. Algunas de estas competencias son concurrentes con facultades del Consejo del Mercado Común. Así, por ejemplo, según el artículo 7 del Anexo, el Consejo tiene las funciones de hacer proposiciones a la Conferencia “para facilitar el establecimiento de vínculos económicos y comerciales más estrechos con otros Estados, asociaciones de Estados u organizaciones internacionales”. Al mismo tiempo, según los artículos 65 y 72 del mismo Anexo, la Conferencia tiene competencia para “determinar las condiciones” de adhesión de nuevos Estados y para la participación de otros en calidad de asociados. El citado Hans J. Geiser se pregunta “qué motivos han llevado a los redactores del Tratado a crear esta división un tanto artificial en dos organizaciones separadas, habida cuenta de la relación estrecha que existe entre los objetivos fundamentales de la CARICOM”. En su opi­ nión, esto se debe a que los intereses particulares de los países parti­ cipantes eran diferentes. Para unos, la integración económica era de fundamental importancia y “se anteponía a cualquier otro interés”. Para otros “no sentían atracción por la cooperación económica, sino que el 44 Véase los artículos 2 del Tratado de la Comunidad y del Anexo del Mercado Común. Bahamas fue admitida formalmente como miembro de la Comunidad durante la IV Reunión de la Conferencia de Jefes de Gobierno (Puerto España, Trinidad y Tabago, 4 a 8 de julio de 1983). Ello no supone su participación como miembro del Mercado Común. 45 Geiser, Hans J. y otros, ob. cit. 76 DERECHO D E SIN T EG R A C IÓ N ECONÓMICA REGIONAL núcleo central de sus preocupaciones era la cooperación funcionar. A fin de conciliar estas diversas expectativas, los redactores del Tratado optaron por la forma de un solo instrumento principal acompañado de un Anexo sobre el Mercado Común, evitando, de esa manera, “escin­ dir totalmente el esfuerzo de integración en dos, posiblemente tres, tratados independientes”.46 Por otro lado, como instrumentos con normas de derecho deriva­ do, pero adoptados mediante procedimientos convencionales, cabe mencionar los siguientes: 1. Acuerdo sobre armonización de incentivos fiscales a la industria (1Qde junio de 1973). 2. Acuerdo para evitar la doble imposición y la evasión fiscal respecto de los impuestos sobre el ingreso y para el fomento del comercio internacional y de la inversión (1Qde junio de 1973). 3. Acuerdo de establecimiento de la Corporación de Inversiones del Caribe (1° de junio de 1973). 4. Las fuentes no convencionales del Derecho de la Integración Los modos no convencionales de creación de normas de derecho, tal como se adelantó, consisten en los actos de aquellos órganos de la estructura institucional de los esquemas de integración económica, que han sido dotados de poderes normativos, en virtud de las disposiciones de los tratados constitucionales. De esta fuente surgen, por regla general, las normas de derecho derivado. Dependiendo de la naturaleza y los alcances de cada ordenamien­ to jurídico que, a su vez, dependen de las características, amplitud y profundidad de la forma de integración económica elegida, las fuentes no convencionales son aplicadas para producir reglas sobre materias más o menos sustantivas. De igual modo, en función de las mismas condiciones, las normas que regulan los procedimientos para el ejerci­ cio de los poderes normativos de los órganos son más o menos exigen­ tes en lo referente a la forma de procesar y expresar la voluntad de los mismos. 46 Geiser, Hans J., “La integración regional entre los países en desarrollo: el caso de la Commonwealth del Caribe”, en Derecho de la Integración, n° 21, Buenos Aires, INTAL, 1976. CAPÍTULO III 77 Los modos no convencionales son uno de los datos fundamentales que hacen que el Derecho de la Integración sea considerado como un sistema jurídico “sui generis”, diferente del Derecho Internacional tra­ dicional y de los ordenamientos jurídicos nacionales. De igual modo, estos métodos dan pie para la concepción de un tratado de integración económica como un “tratado marco”, que sirve de base a un sistema jurídico inacabado y, por ello, eminentemente dinámico y evolutivo. Por último, estos mismos procedimientos refuerzan la noción sobre los ordenamientos jurídicos de integración, como ordenamientos autosuficientes, en el sentido de que disponen, dentro de su ámbito, de todos los medios para su interpretación, aplicación y permanente desarrollo. Desde otra perspectiva, la característica esencial del Derecho de la Integración de servir de base al establecimiento de una entidad u organización y de su respectiva estructura orgánica, está íntimamente asociada a la adopción de métodos no convencionales de creación normativa. La principal función de ciertos órganos de dicha estructura es, precisamente, poner en aplicación estos procedimientos y dar origen a normas que vinculan a los Estados participantes, a la propia organización y a otros sujetos de derecho. Además, la capacidad de la entidad para engendrar, con métodos no convencionales, normas de derecho, es la principal manifestación de su personalidad jurídica. Si bien es evidente que en la mayoría de los casos son los mismos Estados, a través de sus representantes, quienes participan en la formación del Derecho de la Integración por métodos no convenciona­ les, los actos jurídicos pertinentes de los órganos normativos son dife­ rentes, en su naturaleza, de los procedimientos convencionales. En el primer caso, se trata de actos jurídicos específicos que hacen explícitos los poderes y las competencias conferidas a dichos órganos, cuya índole, desde el punto de vista formal, no depende de los sujetos que participan en los mismos, sino de la naturaleza de dichas facultades. A tales actos concurren los Estados, a través de sus representantes, para dotarlos de la legalidad, sobre todo formal, que exigen las normas sobre composición de los órganos y sobre requisitos para la realización de aquéllos. En el segundo caso, los Estados, también a través de sus representantes, concurren para configurar el acuerdo expreso que es la condición necesaria para el surgimiento de las normas jurídicas por la vía convencional. 4.1. El Derecho no convencional en la Comunidad Europea El Tratado de la Comunidad Económica Europea enumera, en forma precisa, los actos de los órganos de ésta que crean normas obligatorias, 78 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL resultantes del desarrollo de métodos no convencionales de creación normativa. En este sentido, el artículo 189 de dicho instrumento dispo­ ne al respecto: “Para el cumplimiento de su misión, el Consejo y la Comisión adoptarán reglamentos y directivas, tomarán decisiones, formularán recomendaciones y emitirán dictámenes, en las condiciones previstas en el presente Tratado”.47 Por su parte, el artículo 14 del Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero estipula que “en ejecución de las misiones que le sean confiadas y en las condiciones previstas en el presente Trata­ do, la Alta Autoridad tomará decisiones, formulará recomendaciones o emitirá dictámenes”. Ambos instrumentos determinan, al mismo tiempo, la naturaleza de estos actos, en función de los efectos de las normas a que dan ori­ gen. Según esta definición, sólo los reglamentos, las directivas y las decisiones, en el caso de la Comunidad Económica, y las decisiones y recomendaciones, en el caso de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, formalizan normas vinculantes. Con referencia a los primeros actos, el citado artículo 189 del Tratado de la Comunidad Económica fija las siguientes reglas: 1) “El reglamento tendrá un alcance general. Será obligatorio en todos sus elementos y directamente aplicable en cada Estado miembro”; 2) “La directiva obligará al Estado miembro destinatario en cuanto al resulta­ do que deba conseguirse, dejando, sin embargo, a las autoridades nacio­ nales la elección de la forma y de los medios”; 3) “La decisión será obligatoria en todos sus elementos para todos sus destinatarios”. En cuanto a los segundos, el mencionado artículo 16 del Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero establece los si­ guientes criterios: 1) “Las decisiones serán obligatorias en todas sus partes, y 2) “Las recomendaciones serán obligatorias en cuanto a los fines que determinen, pero dejarán en manos de sus destinatarios la elección de los medios para alcanzar esos fines”. Por último, ni las recomendaciones, en el caso de la Comunidad Económica, ni los dictámenes, en el caso de ésta y en el de la Comu­ nidad del Carbón y del Acero, son obligatorias.48 47 En el mismo sentido, el artículo 161 del Tratado de la Comunidad Europea de la Energía Atómica. 48 Un análisis detallado de la naturaleza y las formalidades de estos actos puede ser consultado en Grabitz, Eberhard, “Las fuentes del Derecho Comunitario: los actos de las instituciones comunitarias”, en Comisión de las Comunidades Europeas, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Publicaciones Oficiales de la CEE, 1984. CAPÍTULO III 79 El conjunto de las normas formalizadas en estos actos integran el derecho derivado de las Comunidades Europeas. Están, por consiguien­ te, subordinadas a las normas constitucionales contenidas en los trata­ dos fundacionales y demás instrumentos convencionales equivalentes, que integran el derecho originario. “La mayor parte de las normas vigentes en el interior de la Comunidad —subraya Manuel Medina— proceden del derecho comunitario derivado”.49 La subordinación de las normas de derecho no convencionales a las normas de derecho convencionales tienen tres importantes efectos. En primer lugar, implica la sujeción de los modos no convencionales a las competencias materiales y a los requisitos formales fijados por las normas constitucionales. En segundo lugar, supone asignar a las nor­ mas resultantes de los primeros la función primordial de desarrollar, sea por la vía reglamentaria o por la vía ejecutiva, las normas del derecho originario. En tercer lugar, sirve de fundamento a los proce­ dimientos de control de la legalidad, ante el Tribunal de Justicia de la Comunidad, de las disposiciones creadas mediante los métodos no convencionales. 1.a precisa definición de los actos de los órganos de las Comuni­ dades Europeas, como modos no convencionales de creación de nor­ mas obligatorias, así como de los efectos de las disposiciones origina­ das por esta vía, ha sido destacada por varios estudiosos y comentaris­ tas como uno de los signos más elocuentes de que el ordenamiento jurídico comunitario representa una experiencia nueva en el campo de las relaciones entre Estados soberanos. Al respecto, Pierre Pescatore ha insistido en que una de las características de este sistema normati­ vo es el “establecimiento de un poder legislativo común, es decir un poder capaz de crear, día a día, reglas comunes que se imponen a los listados participantes y, en gran parte, dentro del territorio de dichos Estados, directamente a los súbditos de éstos”.50 4.2. Las fuentes no convencionales en el Derecho de la Integración en América Latina Al igual que en el sistema del derecho de la Comunidad Europea, en los esquemas de integración económica entre los países latinoamerica­ nos, los respectivos tratados constitucionales hacen referencia a los 49 Medina, Manuel, La Comunidad Europea y sus principios constitucionales, Madrid, Ed. Tecnos, 1974. 50 Pescatore, Pierre, Derecho de la Integración: Nuevo fenómeno en las relaciones internacionales, Buenos Aires, INTAL, 1973. 80 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL actos de los órganos de las correspondientes estructuras instituciona­ les como modos no convencionales de creación de normas vinculantes. Sin embargo, no en todos los casos se definen de manera explícita la naturaleza y los efectos de las normas originadas en dichos actos. 4.2.1. Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) Los artículos 30 y 34 del Tratado de Montevideo 1980 confieren al Consejo de Ministros y a la Conferencia de Evaluación y Convergencia de la ALADI, la facultad de adoptar decisiones. El artículo 37, a su vez, otorga al Comité de Representantes el poder de adoptar resoluciones.51 Estas mismas normas encomiendan igualmente a estos dos últimos órganos, la adopción de recomendaciones dirigidas, en el caso de la Conferencia, al Consejo de Ministros y, en el caso del Comité, a la Conferencia y al mismo Consejo. En razón de los vínculos jerárquicos entre estas tres instituciones cabe entender que dichas recomendacio­ nes no son obligatorias. En la práctica, las denominadas “decisiones” del Consejo y de la Conferencia adoptan la forma de “resoluciones”.52 En vista de esto y tomando en cuenta el citado artículo 37 del Tratado de Montevideo 1980, se puede sostener que los actos jurídicos o modos no convencio­ nales creadores de normas obligatorias se expresan en las resoluciones de estos tres órganos. Las principales condiciones y requisitos de estos actos están regu­ lados en el Tratado de Montevideo 1980, al fijar, mediante el artículo 43, las normas sobre votación en el Consejo, la Conferencia y el Comité para la aprobación de sus decisiones. Como regla general, éstas podrán ser adoptadas “con el voto afirmativo de dos tercios de los países miem­ bros'. Excepcionalmente y cuando se trate de decisiones sobre las materias enumeradas en la citada disposición, las mismas se aprobarán “con los dos tercios de votos afirmativos y sin que haya voto negativo 51 En concordancia con el artículo 37, el artículo 21 del Reglamento del Comité de Representantes estipula que “el Comité se expresará a través de resoluciones, salvo en aquellos casos en que estime suficiente expresarse a través de un acuerdo del que se dejará constancia en acta”. 52 Lista práctica ha sido formalizada, por lo menos en cuanto al Consejo de Ministros. El Reglamento de este órgano, en su artículo 24, dispone que “las resoluciones, acuerdos y demás decisiones adoptadas se recogerán en un acta final, salvo disposición en contrario del Consejo”. El Reglamento de la Conferencia de Evaluación y Convergencia, en cambio, utiliza únicamente la expresión “decisión”. Sin embargo, este Reglamento ha sido adoptado como Resolución 14 (VII-E). CAPÍTULO III 81 Otras exigencias formales adicionales están reguladas en los regla­ mentos de los tres órganos. Los efectos de las normas formalizadas en las resoluciones no están definidas expresamente en las normas del Tratado de Montevi­ deo 1980 ni en otras disposiciones. Sin embargo, su alcance vinculan­ te se desprende con claridad de las normas que fijan las competencias y atribuciones del Consejo, la Conferencia y el Comité.53 Por su propia naturaleza, estas resoluciones, que surgen de la aplicación de métodos no convencionales, contienen normas de dere­ cho derivado. Asimismo tienen este carácter, según se adelantó, las disposiciones contenidas en los “acuerdos de alcance regional” y en los “acuerdos de alcance parcial” que, por el contrario, son el producto de modos convencionales de creación normativa. Ambos grupos de normas están, por supuesto, subordinados a las normas constituciona­ les y de derecho originario del Tratado de Montevideo 1980. 4.2.2. Grupo Andino Dentro del esquema de integración del Grupo Andino, los instrumentos que contienen normas surgidas de fuentes no convencionales están expresamente enumerados tanto en los tratados constitucionales como en otras normas de derecho derivado. El artículo 6 del Acuerdo de Cartagena dispone que “la Comisión expresará su voluntad mediante Decisiones”. A su vez, el artículo 11 del Reglamento de la Junta del Acuerdo prescribe que “en las materias en las que la Junta tiene facultades decisorias propias, contenidas en el texto del Acuerdo o delegadas por la Comisión, expresará su voluntad mediante Resolucio­ nes”. 54 En concordancia con estas disposiciones, el Tratado del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena enuncia, en su artículo 1, todos los instrumentos originados tanto en las fuentes convencionales como en las fuentes no convencionales, en los siguientes términos: “El orde­ 53 Véase los artículos 30, 33 y 35 del Tratado de Montevideo 1980. 54 Son varias las materias en las cuales la Junta del Acuerdo de Cartagena tiene poderes decisorios propios. A manera de ejemplo y según lo dispuesto por varias normas del propio Acuerdo y, especialmente, por el artículo 7 de su Reglamento, se pueden mencionar las siguientes: a) determinar si una medida adoptada unilateralmen­ te por algún país constituye un “gravamen” o una “restricción”; b) excepciones al pro­ grama de liberalización del comercio; c) autorizar la aplicación de medidas correctivas según las normas sobre competencia comercial; d) autorizar la aplicación de medidas al amparo de cláusulas de salvaguardia, y e) establecer requisitos específicos de origen. 82 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL namiento jurídico del Acuerdo de Cartagena comprende: a) El Acuer­ do de Cartagena, sus Protocolos e instrumentos adicionales; b) El presente Tratado; c) Las Decisiones de la Comisión; y d) Las Resoluciones de la Junta”.55 Otras normas definen, asimismo, la naturaleza, los alcances y los efectos de las disposiciones adoptadas mediante Decisiones y Resoluciones. De este modo, el artículo 2 del citado Tratado del Tribu­ nal de Justicia dispone que “las Decisiones obligan a los Países Miembros desde la fecha en que sean aprobadas por la Comisión”, mientras que el artículo 3 estipula que las Decisiones “serán directa­ mente aplicables en los Países Miembros a partir de su publicación en la Gaceta Oficial del Acuerdo, a menos que las mismas señalen una fecha posterior”.56 Por su parte, el artículo 13 del referido Reglamen­ to de la Junta prescribe que “las Resoluciones de la Junta entrarán en vigor en la fecha en que se adopten”. Otras reglas fijan las condiciones para la formalización de estos actos, especialmente en lo que se refiere a la formación de la voluntad del órgano correspondiente. Con referencia a los actos de la Comisión, el artículo 11 del Acuerdo de Cartagena establece, como regla general, que este órgano “adoptará sus decisiones con el voto afirmativo de los dos tercios de los Países Miembros”. Excepcional mente y cuando se trate de Decisiones sobre ciertas materias, las mismas se adoptarán “por los dos tercios de votos afirmativos y sin que haya voto negativo”.*1 Con relación a los actos de la Junta, el artículo 17 del Acuerdo dispone que este órgano “se expresará en todos sus actos por la unanimidad de sus miembros”. Al igual que en otros ordenamientos jurídicos de integración, dentro del esquema del Grupo Andino, los actos de los órganos del Acuerdo de Cartagena que crean normas vinculantes, o sea las Decisio­ 55 Un análisis completo de la naturaleza de los procedimientos no convencionales de creación normativa puede ser consultado en los siguientes trabajos: 1) Villagrán Kramer, Francisco, Sistematización de la estructura jurídica de la integración, Buenos Aires, INTAL, 1973, y 2) García Amador, F. V., “Naturaleza y validez de los actos de los órganos subregionales andinos”, en Derecho de la Integración, n° 21, Buenos Aires, INTAL, 1976. 56 Un examen sobre el efecto directo de las Decisiones de la Comisión puede ser consultado en los siguientes trabajos: 1) Andueza, Guillermo, “La aplicación directa del ordenamiento público del Acuerdo de Cartagena", en Integración Latinoamericana, nQ 98, Buenos Aires, INTAL, 1985, y 2) Zelada Castedo, Alberto, “El Tratado que crea el Tribunal Andino de Justicia: sus consecuencias en el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, nQ 89, Buenos Aires, INTAL, 1984. 57 Estas materias están enumeradas en los Anexos I, II, y III del Acuerdo de Cartagena, que han sido modificados recientemente mediante el Protocolo de Quito. c a p ítu lo iii 83 nes de la Comisión y las Resoluciones de la Junta, contienen disposi­ ciones de derecho derivado. Por consiguiente, están subordinadas a las normas del Acuerdo de Cartagena y de los demás instrumentos cons­ titucionales de derecho originario. De ahí se derivan los fundamentos para los procedimientos de control de la legalidad de estos actos, que pueden ser tramitados ante el Tribunal de Justicia del Acuerdo. A diferencia de otros esquemas de integración entre países de América Latina, en el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena, los modos convencionales de creación normativa están reservados al establecimiento de normas constitucionales y de derecho originario. Los procedimientos no convencionales, a su vez, se destinan a la adop­ ción de disposiciones de derecho derivado. Esto significa que en este sistema jurídico de integración no se da el caso de la creación de normas de este último tipo mediante procedimientos convencionales.58 4.2.3. Mercado Común Centroamericano (MCCA) Con respecto al Mercado Común Centroamericano hay que advertir, tal como se señala en un estudio sobre el particular, que la sistematización de las fuentes no convencionales se dificulta por “la escasa regulación de que es objeto esta materia en los instrumentos constitutivos del programa de integración”, lo que obliga a recurrir, en algunos casos, a “la práctica de los propios órganos”.59 Las reglas del Tratado General de Integración Económica Centro­ americano sobre el particular son, en efecto, escuetas. En primer lugar, el artículo XX de este instrumento dispone que el Consejo Económico Centroamericano, uno de los órganos principales de la estructura orgánica, “examinará los trabajos realizados por el Consejo Ejecutivo y tomará las resoluciones que juzgue pertinentes”. En segundo lugar, el artículo XXI, que instituye el Consejo Ejecutivo, estipula que sus “resoluciones se tomarán por mayoría de votos del total de los miem­ bros del Consejo”. Aparte de estas normas, no existen otras que per­ mitan extraer elementos para definir con mayor precisión la naturale­ za, los alcances y los efectos de estos actos jurídicos. 58 A pesar de esto, importantes tratados han sido suscriptos entre los países del Grupo Andino, los cuales están directamente relacionados con el Acuerdo de Cartagena. Cabe citar, en especial, los siguientes: 1) Convenio Constitutivo de la Corporación Andina de Fomento (7 de febrero de 1968), y 2) Convenio para el establecimiento del Fondo Andino de Reservas (12 de noviembre de 1976). 59 Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales ob. cit 84 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Sin embargo, la doctrina, al interpretar la práctica de los mencio­ nados órganos, ha colmado este vacío. Así, por ejemplo, según Francis­ co Villagrán Kramer, en el ordenamiento del MCCA se emplean dos mecanismos para la creación de normas obligatorias: 1) los mecanis­ mos convencionales que dan origen a los tratados fundacionales y a los reglamentos de éstos; y 2) los métodos no convencionales de los que resultan las resoluciones de los órganos, que pueden contener “normas complementarias, normas reglamentarias y normas individualizadas”.60 En sentido estricto y a pesar de algunas interpretaciones doctrina­ les, el denominado “poder reglamentario” de los órganos del Mercado Común Centroamericano no debería ser confundido con la naturaleza de los métodos para la creación de normas obligatorias. Dicho poder reside, en efecto, en esos órganos, pero su ejercicio se puede realizar tanto mediante métodos convencionales como con procedimientos no convencionales. En la práctica, los reglamentos surgidos como conse­ cuencia de los primeros han sido procesados y adoptados en el seno del Consejo Económico Centroamericano, en razón, seguramente, de la jerarquía más elevada de los representantes gubernamentales que lo integran. En cambio, las normas reglamentarias contenidas en resolu­ ciones han sido aprobadas, en su mayoría, por el Consejo Ejecutivo. En el primer caso, el acuerdo expreso de los Estados es un requisito indispensable. En el segundo, tal como lo dispone el citado artículo XXI del Tratado general de Integración Económica Centroamericana, se exige sólo “la mayoría de votos del total de los miembros” del Consejo Ejecutivo. Ateniéndose a ciertas expresiones de este último tratado, algunos analistas pretenden diferenciar, como otros actos normativos de los órganos del Mercado Común Centroamericano, los denominados “actos interpretativos” de las normas de los instrumentos constitucionales. Con todo, esta diferenciación, al igual que la caracterización del deno­ minado “poder reglamentario”, que tienen fundamentos más bien materiales o de contenido de los respectivos actos, es irrelevante a los fines de precisar, desde el punto de vista formal, los modos no conven­ cionales de creación normativa dentro de este ordenamiento jurídico.61 En definitiva, se puede admitir que las resoluciones, tanto del Consejo Económico Centroamericano como del Consejo Ejecutivo, constituyen los actos no convencionales de creación normativa dentro del sistema jurídico del Mercado Común Centroamericano, las cuales, 60 Villagrán Kramer, Francisco, “El reglamento como instrumento de la integración centroamericana”, en Derecho de la Integración, nQ 7, Buenos Aires, INTAL, 1970. 61 Véase Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, ob. cit CAPÍTULO III 85 por esta circunstancia, contienen normas de derecho derivado. Los de­ nominados “reglamentos”, a su vez, son también instrumentos con disposiciones de derecho derivado, pero pueden ser originados median­ te la aplicación de procedimientos convencionales o por la adopción de resoluciones. 4.2.4. Comunidad del Caribe (CARICOM) En el sistema jurídico de la Comunidad del Caribe, las fuentes no convencionales están situadas en las competencias de la Conferencia de Jefes de Gobierno y del Consejo del Mercado Común. Con relación a la primera, el Tratado de la Comunidad, en su artículo 9 prescribe que la “Conferencia tomará decisiones y recomendacionesCon referencia al segundo, el artículo 8 del Anexo alude a las decisiones y recomendaciones del Consejo. En los dos casos, las recomendaciones se consideran no vinculantes. Por consiguiente, las decisiones de la Conferencia y del Consejo del Mercado Común vienen a ser los medios de expresión de los actos normativos de ambos órganos, ejercitados mediante métodos no con­ vencionales. En cuanto a la naturaleza y demás condiciones de estos actos y de las normas a que dan origen, los instrumentos constitucionales contienen normas expresas. En el citado artículo 9 del Tratado de la Comunidad y en el artículo 8 del Anexo, se estipula que la decisión de ambos órganos es “obligatoria para cada Estado miembro a quien se dirige”. Asimismo, prescriben que esa decisión se adoptará con el voto favorable de todos los miembros de la Conferencia y del Consejo.62 62 Es probable que la exigencia de unanimidad para la adopción de las decisiones de la Conferencia de Jefes de Gobierno se haya inspirado en las normas sobre modifi­ caciones del Tratado de la Comunidad. El artículo 26 de éste dispone que “mediante una decisión de la Conferencia a este efecto, este Tratado puede ser enmendado por las Partes Contratantes”. Sin embargo, esta regla no se aplica a los procedimientos de modificación del Anexo sobre el Mercado Común. 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CAPÍTULO IV LA ESTRUCTURA ORGÁNICA 1. La estructura orgánica de las organizaciones de integración Todos los tratados que sirven de fundamento a un proceso de integración económica, aparte de formalizar un programa para el logro de ésta, instituyen una organización internacional, como ente dotado de una personalidad distinta de la de los Estados participantes. Como corolario, establecen una estructura institucional para esa organización, integrada por órganos de diversa índole. Estas instituciones tienen asignadas variadas funciones, y para cumplir con ellas están provistas de competencias y poderes apropia­ dos. La ejecución de dichas funciones supone, en lo fundamental, el desarrollo de verdaderos actos de derecho. Por otro lado, uno de los cometidos más importantes es el de crear normas jurídicamente vinculantes. Debido a esta circunstancia, el examen de la naturaleza y las fun­ ciones de los órganos de un esquema de integración económica está íntimamente vinculado con el análisis de las fuentes formales del dere­ cho que regula las acciones en el ámbito de aquél. Este vínculo se hace más evidente a propósito del examen de los modos no convencionales de creación normativa. Desde el punto de vista del programa o la política de integración que los Estados miembros de un esquema se proponen llevar a cabo, las instituciones de éste son, junto con las normas jurídicas que regulan tanto el comportamiento de aquéllos como las acciones conjuntas per­ tinentes, los medios más importantes para el logro de sus metas y objetivos. En una primera fase, los órganos cumplen la función de 94 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL procesar el interés colectivo o común de los Estados, mediante la acomodación, la conciliación e, inclusive, la amalgamación de sus inte­ reses particulares, así como la función de formalizar dicho interés común mediante normas obligatorias. En una segunda fase, esas mismas instituciones, en virtud de las competencias que les han sido expresamente delegadas por los Estados o en forma concurrente con las competencias de éstos, cumplen el cometido de aplicar y hacer cumplir el derecho antes formalizado. Por estas dos vías, consiguientemente, los órganos desarrollan el ordenamiento jurídico del esquema de integración y, al mismo tiempo, impulsan el desenvol­ vimiento del programa previamente convenido. En razón del especial papel que desempeñan, las estructuras orgá­ nicas de los sistemas de integración son objeto de estudio no sólo desde la óptica de la ciencia del derecho, sino también desde la pers­ pectiva de la ciencia política. Esto implica reconocer que estas estructuras y, en especial, sus órganos singulares, despiertan la curio­ sidad de los estudiosos en su doble condición de sujetos de derecho y de actores políticos. El análisis desde la primera perspectiva se concen­ tra en los aspectos jurídico-formales de la posición de las estructuras y sus órganos dentro del ordenamiento jurídico de las organizaciones de integración económica. El estudio desde la segunda óptica, en cambio, se dirige hacia su comportamiento real, en conexión o interrelación con el comportamiento de los Estados miembros de las organizaciones, de otros Estados y de otros actores políticos, nacionales o transnacionales.1 En general, los sistemas institucionales de los esquemas de integración económica se asemejan a los de otras organizaciones inter­ nacionales.2 En este sentido, formalmente hablando, suelen estar 1 A manera de ejemplo se pueden citar los siguientes trabajos cuyo enfoque no es estrictamente jurídico: 1) Hening, Stanley, “The Institutional Structure of the European Communities”, en Journal of Common Market Studies, vol. XII, nQ 4, Oxford, 1974; 2) Lodge, Juliet, compiladora, Institutions and policies of the European Community, Londres, Francés Pinter, 1983; 3) Sidjanski, Dusan, Problemas actuales de la integración econó­ mica. 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De igual manera, en casi todos los casos están compuestos por órganos primordialmente normativos y órganos que cumplen, preferentemente, funciones ejecutivas o técnicas. En algunas estructuras, además de estos órganos, existe una institución que cumple tareas de índole jurisdiccional para el control de la legali­ dad y la solución de controversias dentro del respectivo ordenamiento de integración. Para el estudioso del derecho, tres son las cuestiones fundamen­ tales que es preciso examinar y, en lo posible, tratar de dilucidar, a propósito de las estructuras orgánicas de los sistemas de integración económica. En primer lugar, la naturaleza de sus órganos, en función de diversos elementos como su composición, funciones o cometidos, competencias y poderes, y procedimientos de funcionamiento, en especial en lo referente a los requisitos y formalidades de los procesos de adopción de normas de derecho. En segundo lugar, la índole y los ámbitos de su competencia, sobre todo con relación a las competencias de los Estados participantes y de sus órganos, así como de otras ins­ tituciones del mismo sistema. Por último, la naturaleza, los alcances y efectos de los actos jurídicos ejercidos según las competencias y los poderes que les han sido conferidos. Las respuestas a estas preguntas surgen de una cabal interpreta­ ción de las normas del correspondiente ordenamiento de integración, en particular de aquellas contenidas en los tratados constitucionales. Estos instrumentos no se limitan a establecer una estructura institucio­ nal, sino que definen expresamente, o cuanto menos enuncian o fijan criterios para definir varios de los elementos antes citados. En este aspecto, es evidente la semejanza de los tratados funda­ cionales con la parte orgánica de la Constitución política de un Estado. Por consiguiente, para su examen metodológico es posible recurrir, con las salvedades del caso desde el punto de vista material, a los supues­ tos o modos analíticos empleados en el estudio del Derecho Constitu­ cional. Varios autores sostienen que, al igual que en el caso de las fuentes formales del Derecho de la Integración, las modalidades em­ pleadas para la estructura orgánica de los esquemas de integración económica se singularizan por el empleo de técnicas federales, especial­ Internacional Público, Madrid, Ed. Tecnos, 1963; 2) Schermes, Henry G., International Institutional Law, Leyden, A.W. Sijthoff, 1972; 3) Ver Loren Van Themaat, Peter, The Changing Structure of International Economic Law, La Haya, Martinus Nijhoff Publi­ shers, 1981. 96 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL mente en cuanto a los procedimientos y criterios sobre distribución de competencias entre los órganos de dicha estructura y los Estados participantes, así como entre los órganos entre sí. Otros autores se inclinan a sostener que lo que caracteriza a las estructuras institucionales de los sistemas de integración económica es su índole “supranacional”. Con esta designación pretenden dar a entender que son estructuras orgánicas diferentes, en sustancia, de las estructuras orgánicas de otras organizaciones internacionales, pero que, al mismo tiempo, están lejos de ser asimiladas a las de los Esta­ dos nacionales. En este sentido, por ejemplo, Henry G. Schermes, teniendo en cuenta la naturaleza de sus órganos, clasifica las organizaciones internacionales en dos grandes categorías: 1) las organizaciones inter­ gubernamentales, y 2) las organizaciones supranacionales.3 I.as principales características de las primeras serían las siguientes: 1) los poderes decisorios son ejercidos, primordialmente, por representantes gubernamentales, y 2) en materias importantes, los gobiernos no pueden ser obligados por los órganos de la organización en contra de su voluntad. Esto significa, por una parte que dichas organizaciones se basan en la cooperación inlergubernanientai y, por otra, que las decisiones obligatorias que pudiesen adoptar deben con­ tar, en todo caso, con la aprobación unánime de los Estados miembros. Las características de las organizaciones supranacionales, en cambio, serían las siguientes: 1) las decisiones de sus órganos pueden ser obligatorias para los listados miembros; 2) los órganos encargados de adoptar decisiones no dependen enteramente de la cooperación de todos los Estados participantes, lo que supone la posibilidad de apro­ barlas sólo con el voto de la mayoría; 3) la organización debe estar dotada de poderes para adoptar normas obligatorias y directamente aplicables a las personas particulares de los Estados miembros; 4) los órganos deben tener, asimismo, la facultad o el poder de hacer efectivas sus decisiones, y 5) la organización y sus órganos deben tener autonomía financiera. Por lo menos en el plano teórico, la organización que reúna todas estas características debería ser considerada como organización “supra­ nacional”. Sin embargo, como puntualiza Schermes, tal organización, en la realidad, no existe. Este autor señala: “We therefore shall use the term ‘supranationaf in a relative sense. The more the conditions are fuIfilled, the more supranational is the organization. All public 3 Schermes, Henry G., ob. cit. CAPÍTULO IV 97 international organizations have some supranational aspects”. Esta última salvedad tiene como consecuencia desmitificar la expresión y el concepto de “supranacionalidad”, que tantas discusiones, a veces enconadas, ha suscitado. Sea que se use este término u otro, lo evidente es que las estructuras orgánicas de las organizaciones de integración económica, en razón de la índole del proceso y de las materias que tienen a su cargo, están provistas de ciertos rasgos que las diferencian nítidamente de otras estructuras del Derecho Interna­ cional tradicional, incluidas las de las modernas organizaciones inter­ nacionales. Se puede sostener que, en esencia, las diferencias entre éstas y aquéllas son, más que nada, de grado. Los mayores poderes de los órganos de las organizaciones de integración, en comparación con los poderes de los órganos de otras organizaciones internacionales, se derivan de la índole eminentemente evolutiva de los programas de integración y de su ordenamiento jurídico. 2 . La estructura orgánica de la Comunidad Europea Dentro del esquema de integración de la Comunidad Europea, existían originariamente dos sistemas institucionales: uno para la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y otro para la Comunidad Económica y la Comunidad Europea de la Energía Atómica. El primero fue establecido en virtud del Tratado de París, suscripto el 18 de abril de 1951, y el segundo por los Tratados de Roma, suscriptos el 25 de marzo de 1957. U estructura orgánica de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero estaba integrada por las siguientes instituciones: 1) la Alta Au­ toridad; 2) la Asamblea Común; 3) el Consejo Especial de Ministros, y 4) el Tribunal de Justicia.4 A su vez, el sistema institucional de la Comunidad Económica y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica estaba integrado por los siguientes órganos: 1) la Asamblea; 2) el Consejo; 3) la Comisión; y 4) el Tribunal de Justicia.5 Esta diferencia en las estructuras orgánicas no era una cuestión meramente formal, sino que reflejaba determinadas concepciones sobre las funciones, los poderes y otros aspectos de los respectivos sistemas 4 Véase artículo 7 del Tratado de la CECA. 5 Véase artículo 4 del Tratado de la CEE y artículo 3 del Tratado de la CEEA. 98 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL institucionales. En el caso de la Comunidad del Carbón y del Acero era notoria la orientación a concentrar los principales poderes normativos en un órgano no intergubernamental, como la Alta Autoridad. En el caso de la Comunidad Económica y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica, a la inversa, era evidente la inclinación a conferir la facultad de esa misma naturaleza a una institución intergubernamental, como el Consejo. Con razón anota, al respecto, Maurice Lagrange que “el Tratado de Roma implica una nueva concepción del equilibrio ins­ titucional, en relación al Tratado de París, concepción que se traduce mediante reglas diferentes, no sólo en cuanto a las competencias atri­ buidas a las diversas instituciones, sino en cuanto al proceso de elabo­ ración de las decisiones”. Esta modificación en los acentos, según su criterio, se debió a tres razones: primero, la diferente naturaleza de ambos Tratados (el primero es, sobre todo, un “tratado-marco”, mientras que el segundo es un “tratado-regla”); segundo, la experien­ cia recogida en el funcionamiento de la CECA, que había demostrado “la necesidad de una colaboración estrecha entre el ejecutivo suprana­ cional y el órgano intergubernamental”, y tercero, las consideraciones políticas asociadas a las discusiones entre los partidarios de una “evo­ lución hacia la Federación europea” y los partidarios de la “simple co­ operación entre Estados que se mantuvieran plenamente soberanos”. 6 Con posterioridad, al ser suscripto el Tratado del 8 de abril de 1965, las tres Comunidades pasaron a tener un solo sistema insti­ tucional, integrado por los siguientes órganos: 1. 2. 3. 4. el la la el Consejo de las Comunidades Europeas; Comisión de las Comunidades Europeas; Asamblea o Parlamento Europeo; Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. El Consejo de las Comunidades desempeña las funciones asignadas por el Tratado de la CECA al Consejo Especial de Ministros y por los Tratados de Roma al Consejo de la CEE y de la CEEA. A su vez, la Comisión de las Comunidades cumple los cometidos asignados a la Alta Autoridad de la CECA y a la Comisión de la CEE y de la CEEA. Según los estudiosos europeos, esta estructura orgánica se caracteriza por el “cuatripartismo” de las instituciones, diferente del “tripartismo” imperante en los Estados modernos, a partir de la famo­ sa concepción de Montesquieu. 6 Lagrange, Maurice, “El poder de decisión en las Comunidades Europeas”, en INTAL, La dimensión jurídica de la integración. Europa, Buenos Aires, INTAL, 1973. CAPÍTULO IV 99 Tal como señala Guy Schrans, ya los autores del Tratado de la CECA rompieron con “este modelo tradicional con el fin de crear una estructura institucional que corresponda a las exigencias propias de una Comunidad caracterizada por la transferencia parcial y progresiva de competencias.” 7 Las facultades y prerrogativas del Consejo y de la Comisión varían, según se trate del cumplimiento de sus funciones dentro del ordena­ miento de la CEE y de la CEEA, por un lado, o de la CECA, por el otro. En el primer caso, el Consejo es, por antonomasia, el órgano dotado de poderes normativos, y la Comisión, el órgano encargado de velar por el cumplimiento del ordenamiento jurídico comunitario y de someter al Consejo propuestas o iniciativas de normas de derecho. En el segun­ do caso, el poder normativo reside, primordialmente, en la Comisión, mientras que las facultades consultivas o de coordinación intergubernamental residen en el Consejo. En las dos situaciones, tanto el Parlamento Europeo como el Tribunal de Justicia cumplen las mismas funciones. El primero como órgano con facultades de control político sobre los actos de la Comisión y con prerrogativas para “cooperar” con el Consejo en algunos procesos decisorios. El segundo como órgano con funciones de índole jurisdiccional para controlar la legalidad de los actos del Consejo y de la Comisión, para resolver los conflictos de derecho entre los Estados Miembros y entre éstos y las restantes instituciones y para interpretar de manera uniforme el Derecho Comunitario. En forma escueta, el artículo 145 del Tratado de la Comunidad Económica define en los siguientes términos la naturaleza del Conse­ jo: “Para garantizar el cumplimiento de los fines establecidos en el presente Tratado y en las condiciones previstas en él, el Consejo: 1) proveerá a la coordinación de las políticas económicas generales de los Estados miembros; 2) dispondrá de poder de decisión”. El artículo 155 del mismo instrumento, a su vez, estipula que la Comisión: “1) velará por la aplicación de las disposiciones del presente Tratado, así como de las disposiciones adoptadas por la instituciones en virtud del mismo; 2) formulará recomendaciones o dictámenes en los ámbitos definidos por el presente Tratado cuando éste explícitamente así lo prevea o si lo estimase necesario; 3) dispondrá de un poder propio de decisión y participará en la formación de los actos del Consejo y de la Asamblea en las condiciones previstas en el presente Tratado; 4) 7 Schrans, Guy, “La Comunidad y sus instituciones”, en Comisión de las Comuni­ dades Europeas, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Publi­ caciones Oficiales de las CCEE, 1984. 100 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL ejercerá las competencias que el Consejo le confiera para el cumplimien­ to de las normas por él establecidas”. En cuanto al Parlamento Europeo, originariamente denominado Asamblea, el artículo 137 del mismo Tratado de la CEE prescribe que estará compuesto por “representantes de los pueblos que integran la Comunidad, ejercerá los poderes de deliberación y control que se le atribuyen por el presente Tratado”.8 Con referencia al Tribunal de Justicia, por último, el artículo 164 estipula que “garantizará el respe­ to del derecho en la interpretación y aplicación del presente Tratado”. Se ha puntualizado con exactitud que las competencias otorgadas a las instituciones de la Comunidad Europea provienen de un acto de delegación por parte de los Estados miembros, a través de los tratados constitucionales de París y Roma. Por consiguiente, no se trata de competencias generales, sino de competencias especiales, en función de los objetivos para el cumplimiento del programa de integración económica. La denominada “competencia sobre las competencias” queda reservada a los Estados, como principales sujetos de los procesos convencionales que originaron dichos Tratados, o que en el futuro pudieran modificarlos o ampliarlos.9 3. La estructura orgánica de las organizaciones de integración económica en América Latina Las organizaciones de integración económica en América latina han adoptado, en líneas generales, el modelo de estructura orgánica ampliamente difundido para este tipo de organizaciones. En la mayoría de los casos incluyen órganos intergubernamentales con poderes decisorios y órganos ejecutivos o con funciones preferentemente técni­ cas. Algunas de estas organizaciones tienen más de un órgano 8 Desdo la suscripción del Acta de 20 de septiembre de 1976, los miembros del Parlamento Europeo son elegidos por votación popular directa en los Estados miembros de la Comunidad. Por lo que se refiere a sus competencias y funciones, el Acta Unica Europea, aprobada a principio de 1987, le ha conferido una mayor participación en los procesos decisorios del Consejo. 9 A pesar de esto, tanto la doctrina como la jurisprudencia del Tribunal de la Comunidad reconocen que las competencias materiales y los poderes funcionales de ésta pueden estar enunciados explícitamente en los Tratados constitucionales o estar “implícitos” en otras disposiciones, a través de cuya interpretación “Ideológica” pueden ser extraídos. Véase al respecto Tizzano, Antonio, “Las competencias de la Comunidad”, en Comisión de las Comunidades Europeas, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Publicaciones Oficiales de las CCEE, 1984. CAPÍTULO IV 101 intergubernamental, mientras que sólo una de ellas incluye un órgano con competencias jurisdiccionales. Las formas de composición de los órganos no son iguales en todos los casos. Los órganos de algunas organizaciones están compuestos por representantes gubernamentales de nivel ministerial, mientras que los de otras están constituidos por representantes de otro nivel. En una de ellas existe un órgano integrado por Jefes de Gobierno. En la mayoría de las organizaciones latinoamericanas, los órganos con competencias ejecutivas o técnicas son unipersonales, tienen rela­ tiva independencia en sus funciones y no disponen de poderes normativos. En una sola de estas organizaciones, el órgano ejecutivo es de carácter colegiado y tiene competencias decisorias propias. Como no podía ser de otro modo, las características de las estructuras orgánicas de la mayor parte de estas organizaciones, así como la naturaleza de las funciones y poderes de sus órganos, refle­ jan la tendencia predominante en los ordenamientos jurídicos latinoa­ mericanos de integración a utilizar procedimientos decisorios de índo­ le intergubernamental. Son excepcionales los casos en los que se uti­ lizan, al mismo tiempo, procedimientos decisorios no intergubernamen­ tales. 3.1. Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) El sistema institucional de la ALADI está integrado por los siguientes órganos: 1. 2. 3. 4. el la el la Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores; Conferencia de Evaluación y Convergencia; Comité de Representantes; Secretaría General. Los tres primeros son designados por el Tratado de Montevideo 1980 como “órganos políticos”, mientras que la última es considerada “órgano técnico”.10 El Consejo, la Conferencia y el Comité se integran con representantes de los gobiernos de los países miembros. La Secretaría está a cargo de un titular designado por el Consejo de Ministros. Según el artículo 30 del Tratado de Montevideo 1980, el Consejo 10 Véase los artículos 28 y 29 del Tratado de Montevideo 1980. 102 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL de Ministros de Relaciones Exteriores es el “órgano supremo de la Asociación y adoptará las decisiones que correspondan a la conducción política superior del proceso de integración económica”. La Conferen­ cia, por su parte, tal como lo estipula el artículo 34 del Tratado, “estará integrada por plenipotenciarios de los países miembros”. El Comité de Representantes, según los artículos 35 y 36, es el “órgano permanente de la Asociación” y estará integrado por “un Representante Permanen­ te de cada país miembro”. En términos generales, el poder normativo y las funciones de coordinación intergubernamental radican en estos tres órganos. En todos ellos, los actos creadores de normas obligatorias se expresan en Resoluciones. Desde el punto de vista material, las competencias de los tres órganos se diferencian más o menos nítidamente. El Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores tiene a su cargo la discusión y el procesamiento de acuerdos sobre todas las materias abarcadas por el ordenamiento jurídico de la Asociación, si bien en algunas de ellas con el carácter de orientación general, más que de regulación concreta. Sus poderes son más específicos en materias tales como: a) las normas para regular los “acuerdos de convergencia y cooperación con otros países en desarrollo y las respectivas áreas de integración económica”; b) las disposiciones para regular “las relaciones de la Asociación con otras asociaciones regionales, organismos o entidades internacionales”; c) la aceptación de la adhesión de países no miembros de la Asociación; d) las enmiendas y adiciones al Tratado de Montevideo, con arreglo a los procedimientos previstos para este efecto, y e) la designación del Secretario General.11 La Conferencia de Evaluación y Convergencia, a pesar de que también tiene poderes normativos, está orientada en especial al cum­ plimiento de funciones de coordinación y negociación intergubernamen­ tales y de proposición al Consejo, sobre todo en materia de la llamada “convergencia” o “multilateralización” de los acuerdos de alcance par­ 11 Véase el artículo 30 del Tratado de Montevideo 1980. Con referencia a las en­ miendas al Tratado, el inciso j) de este artículo dispone concretamente: “acordar enmien­ das y adiciones al Tratado: en los términos del artículo 61”. Este último, por su parte prescribe: “Los países miembros podrán introducir enmiendas o adiciones al presente Tratado, las que deberán ser formalizadas en protocolos que entrarán en vigor cuando hayan sido ratificados por todos los países miembros y depositados los respectivos instrumentos, salvo que en ellos se estableciere otro criterio”. Cabe entender, en con­ secuencia, que la facultad del Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores consiste en negociar y aprobar el texto de tales protocolos, quedando la suscripción de los mismos a cargo de sus integrantes en calidad de representantes de los países miembros. CAPÍTULO IV 103 cial y de la adopción y ampliación o modificación de la ‘preferencia arancelaria regional”. Asimismo, tiene el cometido específico de “propi­ ciar la negociación y concertación de acuerdos de alcance regional en los que participen todos los países miembros”.12 El Comité de Representantes desempeña funciones más variadas, unas de índole ejecutiva, otras de carácter normativo. Asimismo, tiene facultades de proposición a los otros dos órganos intergubernamenta­ les, y prerrogativas para controlar la legalidad de algunos actos, como ser los “acuerdos de alcance parcial” entre países miembros de la Asociación y los “acuerdos de alcance parcial” entre éstos y países no miembros. Del mismo modo, tal como lo prescribe el inciso m) del artículo 35 del Tratado de Montevideo 1980, puede “proponer fórmulas para resolver las cuestiones planteadas por los países miembros, cuando fuere alegada la inobservancia de algunas normas o principios del presente Tratado”. Por último, está facultado para “representar a la Asociación ante terceros países”.13 Las competencias y poderes tanto de la Conferencia como del Comité pueden ser modificadas transitoriamente, en virtud de la facul­ tad conferida al Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores por el inciso h) del artículo 30 del Tratado de Montevideo 1980 para “delegar en los restantes órganos políticos la facultad de tomar decisiones en materias específicas destinadas a permitir el mejor cumplimiento de los objetivos de la Asociación”. La Secretaría está dirigida por un Secretario General. Sus funcio­ nes son, básicamente, de índole técnica y administrativa. Sin embargo, según el inciso a) y el inciso d) del artículo 38 del Tratado, también tiene facultades para uformular propuestas a los órganos de la Asociación que corresponda, a través del Comité, orientadas a la me­ jor consecución de los objetivos y el cumplimiento de las funciones de la Asociación”, así como para urepresentar a la Asociación ante organis­ mos y entidades internacionales de carácter económico con el objeto de tratar asuntos de interés común”.14 Como ocurre con otros aspectos de la nueva Asociación Latinoame­ ricana de Integración, es frecuente en varios analistas y estudiosos comparar su sistema institucional con la estructura orgánica de la antigua Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Esta última fue evolucionando, desde su establecimiento, con la creación de un Conse­ 12 Véase el artículo 33 de Tratado de Montevideo 1980. 13 Véase el artículo 35 del Tratado de Montevideo 1980. 14 Véase el artículo 38 del Tratado de Montevideo 1980. 104 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL jo de Ministros de Relaciones Exteriores. La nueva Asociación, en cambio, incluye desde su origen un órgano de estas características. En la antigua ALALC, las funciones esencialmente negociadoras, a los fines de poner en aplicación los diversos instrumentos para la liberalización del comercio, estaban concentradas en la Conferencia de las Partes Contratantes. En la ALADI se mantiene en parte este criterio, pues la Conferencia de Evaluación y Convergencia tiene mucho que ver con el cometido de negociar y adoptar los instrumentos para el mismo fin que tienen alcance multilateral, como la “preferencia arancelaria regional”, los “acuerdos de alcance regional” y los procedimientos de “convergencia” de los acuerdos de alcance parcial. En cuanto al Comi­ té de Representantes de la nueva ALADI, en líneas generales tiene las mismas características que el Comité Ejecutivo Permanente de la ALALC. En el primero, sin embargo, se presentan ciertas diferencias en las funciones y competencias, impuestas por dos factores: primero, las modalidades de los nuevos instrumentos para la liberalización del comercio, en especial los “acuerdos de alcance parcial” entre países de la Asociación y los “acuerdos de alcance parcial” entre éstos y países no miembros, y segundo, la existencia de otros dos órganos guberna­ mentales de nivel jerárquico superior. Por último, la antigua Secretaría de la ALALC, en comparación con la actual Secretaría General de la ALADI, era un órgano más subordinado al Comité Ejecutivo Permanen­ te.15 La nueva Secretaría tiene facultad para elevar propuestas o iniciativas tanto al Consejo de Ministros como a la Conferencia de Evaluación y Convergencia, cosa que no ocurría con la Secretaría de la ALALC. La estructura orgánica de la ALADI es un buen ejemplo de cómo la complejidad, pero no necesariamente la profundidad, de las acciones de integración de un esquema determinado puede influir en las caracterís­ ticas de aquélla. Para llevar adelante un esquema de zona de libre comercio, la ALALC disponía de un sistema institucional más simple y, al mismo tiempo, una definición más precisa de las funciones y com­ petencias de sus órganos. En cambio, para lograr el objetivo de esta­ blecer un “área de preferencias económicas”, la ALADI tiene como me­ dio una estructura orgánica más compleja, con un mayor número de ór­ ganos y, como consecuencia de esto, con una definición menos preci­ sa de funciones y competencias. 15 Tan era así, que se consideraba que la Secretaría no era, en sentido riguroso, un “órgano” de la ALALC, sino la secretaría del Comité Ejecutivo Permanente. El artículo 41 del Tratado de Montevideo de 1960, que estableció la ALALC, disponía que “el Comité tendrá una Secretaría, dirigida por un Secretario Ejecutivo y compuesta de personal técnico y administrativo”. A pesar de esto, el Secretario Ejecutivo era desig­ c a p itu lo iv 105 3.2. Grupo Andino La estructura orgánica actual del esquema de integración económica del Grupo Andino tampoco es la establecida originariamente. Cuando se suscribió el Acuerdo de Cartagena, dicha estructura estaba integra­ da únicamente por los siguientes órganos principales: 1) la Comisión del Acuerdo de Cartagena, y 2) la Junta del Acuerdo de Cartagena. Por diversas circunstancias, este sistema institucional, al igual que el programa de integración del Grupo Andino, fue considerado, en su momento, como uno de los más avanzados de cuantos habían sido adoptados en las organizaciones de integración entre países latinoame­ ricanos. I,a novedad más importante fue la asignación de poderes normativos tanto al órgano intergubernamental, o sea a la Comisión, como al órgano no intergubernamental, es decir, a la Junta. También fueron nuevos la norma de votación por mayoría, como regla general, en el seno de la Comisión, así como el criterio de composición de la Junta como órgano colegiado. Por último, igualmente novedosos fueron los criterios sobre el efecto de los actos jurídicos de ambos órganos, así como las disposiciones sobre la participación de la Junta en los proce­ sos decisorios de la Comisión, mediante la facultad de la primera de elevar “propuestas”. En la actualidad, y luego de las últimas enmiendas incorporadas al Acuerdo de Cartagena por el Protocolo de Quito, el sistema institucio­ nal de este esquema de integración está compuesto por los siguientes órganos principales: 1. 2. 3. 4. la Comisión del Acuerdo de Cartagena; la Junta del Acuerdo de Cartagena; el Tribunal de Justicia; el Parlamento Andino. A pesar de esta reforma, los dos primeros órganos mantienen, en esencia, las características, competencias y poderes que les fueron otorgados originariamente. La Comisión continúa siendo el órgano con facultades y poderes normativos en materias sustantivas y con efecto general, mientras que la Junta es el órgano independiente con faculta­ des de iniciativa, de vigilancia del cumplimiento del ordenamiento jurídico del Acuerdo y de decisión ejecutiva en ciertas materias específicas.16 nado no por el Comité sino por la Conferencia de las Partes Contratantes. 16 Véase artículos 5, 6, 7, 13, 14, y 15 (reformados) del Acuerdo de Cartagena; 106 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Concretamente, el artículo 6 del Acuerdo de Cartagena define a la Comisión en los siguientes términos: “La comisión es el órgano máximo del Acuerdo y como tal tiene capacidad de legislación exclusiva sobre las materias de su competencia. Está constituida por un representante plenipotenciario de cada uno de los Países Miembros”. El artículo 13, a su vez, define a la Junta diciendo que es el “órgano técnico del Acuer­ do, estará integrada por tres Miembros y actuará únicamente en Junción de los intereses de la Subregión en su conjunto”. Además según el artícu­ lo 14, “los Miembros de la Junta deberán ser nacionales de cualquier país latinoamericano: serán responsables de sus actos ante la Comisión; actuarán con sujeción a los intereses comunes; se abstendrán de cual­ quier acción incompatible con el carácter de sus funciones; no podrán desempeñar durante el período de su cargo ninguna otra actividad profesional, remunerada o no; y no solicitarán ni aceptarán instruccio­ nes de ningún Gobierno, entidad nacional o internacional”. Las competencias de la Comisión abarcan las más diversas materias. Sin embargo, en lo fundamental, se pueden sintetizar en las siguientes, enunciadas en el artículo 7 del Acuerdo de Cartagena: 1) “'formular la política general del Acuerdo y adoptar las medidas que sean necesarias para el logro de sus objetivos”, y 2) “aprobar las normas que sean indispensables para hacer posible la coordinacion de los planes de desarrollo y la armonización de las políticas económicas de los Países Miembros”. Tanto éstas como las restantes competencias pueden ser delegadas a la Junta. Las facultades y poderes de la Junta son de diversa índole y abar­ can diferentes materias. Aparte de las funciones estrictamente adminis­ trativas y técnicas, entre las atribuciones más importantes cabe destacar las siguientes, enunciadas en el artículo 15 del Acuerdo de Cartagena: 1) “Velar por la aplicación del Acuerdo y por el cumplimiento de las Decisiones de la Comisión y de sus propias Reso­ luciones”, 2) “Formular a la Comisión proposiciones destinadas a faci­ litar y acelerar el cumplimiento del Acuerdo, con la mira de alcanzar sus objetivos en el término más breve posible”.17 Además, la Junta posee poderes decisorios propios y exclusivos en ciertas materias asimismo, Zelada Castedo, Alberto, “La estructura institucional y el principio de no discriminación”, en Integración Ixitinoameri ana, nQ 134, Buenos Aires, INTAL, 1988. 17 Según las normas del texto original del Acuerdo de Cartagena, en todas las materias la Comisión no podía discutir ni decidir sino sobre la base de una propuesta de la Junta. El Protocolo de Quito modifica, más o menos sustancialmente, esta regla general, al estipular, mediante la enmienda del artículo 7, que corresponde a la Comi­ sión “aprobar, no aprobar o enmendar las proposiciones que los Países Miembros, indi­ vidual o colectivamente, sometan a su consideración”. CAPÍTULO IV 107 específicas, al amparo de los cuales puede emitir normas jurídicas obligatorias para los países miembros del Acuerdo. La incorporación definitiva del Tribunal de Justicia y del Parla­ mento Andino en el sistema institucional del esquema de integración del Grupo Andino supone una reforma sustancial de éste. Desde el punto de vista de las competencias materiales del programa de integración significa añadir a las acciones de integración económica propiamente dichas, las acciones de “cooperación política” a cargo del Parlamento. Desde las perspectivas de las competencias y funciones, implica adicionar la función jurisdiccional a cargo del Tribunal. En cuanto a las atribuciones y, sobre todo, a las funciones de interrelación interinstitucional, conlleva modificaciones en el cuadro de competencias y funciones de la Comisión y de la Junta. Tanto el Tribunal de Justicia como el Parlamento Andino fueron establecidos por sendos tratados internacionales específicamente des­ tinados a ese efecto. Según lo dispuesto por el Protocolo de Quito, estos instrumentos continuarán regulando el funcionamiento de los dos órganos. Aun sin decirlo expresamente, el Tratado del Tribunal de Justicia ya significó, en su momento, una reforma del Acuerdo de Cartagena.18 No así la suscripción del Tratado constitutivo del Parla­ mento Andino, que fue acordado como un instrumento situado fuera del ámbito del ordenamiento jurídico del Acuerdo. Su inclusión dentro de éste es una consecuencia de las enmiendas adoptadas por el Proto­ colo de Quito. Según su Tratado constitutivo, el Tribunal es un “órgano principal” del Acuerdo de Cartagena, “independiente de los gobiernos de los Países Miembros y de los otros órganos”, con “capacidad de declarar el derecho comunitario, dirimir las controversias que surjan del mismo e interpretarlo uniformemente’’}9En forma concordante, el artículo 2 del Estatuto del Tribunal define a éste como “órgano jurisdiccional instituido para asegurar el respeto al derecho en la aplicación e interpre­ tación del ordenamiento jurídico del Acuerdo”. Según estas definiciones, el Tribunal tiene competencias para declarar la nulidad de las Decisio­ nes de la Comisión y de las Resoluciones de la Junta, para conocer y resolver los conflictos entre los países miembros y entre éstos y los órganos del Acuerdo a propósito del presunto incumplimiento por los 18 Veáse Zelada Castedo, Alberto, “El tratado que crea el Tribunal Andino de Justicia y sus consecuencias en el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, nQ 134, Buenos Aires, INTAL, 1988. 19 Véase el Preámbulo y el artículo 6 del Tratado de Creación del Tribunal de Justicia. Asimismo, la Decisión nQ 184 de la Comisión del Acuerdo de Cartagena. 108 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL primeros de las normas del ordenamiento jurídico subregional y para interpretar, de manera uniforme y por la vía prejudicial, dichas normas.20 Por último, el Parlamento Andino tiene, en esencia, la función de desarrollar la cooperación política entre los países del Grupo Andino. Por el momento está integrado por representantes designados por cada uno de los parlamentos nacionales. En el futuro estará compuesto por miembros elegidos mediante sufragio popular directo. Sus cometidos se refieren a la realización de esfuerzos conjuntos para preservar los sis­ temas democráticos, salvaguardar la vigencia de los derechos humanos y promover, en general, el entendimiento y la comunicación entre diversos actores políticos de los países. Por lo que se refiere, de manera más directa, al programa de integración económica, tiene la prerrogativa de emitir recomendaciones dirigidas a los gobiernos y a los otros órganos del Acuerdo, en especial a la Comisión y a la Jun­ ta, así como la función de promover la armonización o aproximación de las legislaciones nacionales, en función de las necesidades del progra­ ma de integración económica.21 El sistema institucional del esquema de integración del Grupo Andino se caracteriza, asimismo, por su complejidad. A la inversa de lo que ocurre con la estructura orgánica de la ALADI, esa complejidad está asociada a un programa de integración más amplio y, sobre todo, más profundo. Su transformación refleja, más que los avances materia­ les del proceso, las crisis en su desenvolvimiento. Estas han traído como consecuencia mayores exigencias de un mayor número de acto­ res, provocando tanto la expansión del ámbito material del programa de integración como la creciente complejidad de su estructura institucio­ nal. 3.3. Mercado Común Centroamericano (MCCA) La estructura orgánica del Mercado Común Centroamericano tiene su fundamento en el Tratado general de Integración Económica Centroa­ mericana. Está integrada por los siguientes órganos: 1. el Consejo Económico Centroamericano; 2. el Consejo Ejecutivo; 20 Véase Sáchica, Carlos y otros, El Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartage­ na, Buenos Aires, INTAL, 1985. 21 Véase Zelada Castedo, Alberto, “La cooperación política en el Grupo Andino”, en Integración Latinoamericana, n° 83, Buenos Aires, INTAL, 1983. CAPÍTULO IV 109 3. la Secretaría Permanente. A diferencia de otros tratados de integración, el mencionado ins­ trumento no establece, en una sola o pocas disposiciones, las funciones y competencias de estos órganos. Las mismas están expresamente mencionadas en varias normas referentes a las más diversas materias. A pesar de esto, el Tratado General de Integración Centroamerica­ na, al crear estos órganos, define su naturaleza. Así, por ejemplo, el artículo XX prescribe: “Para dirigir la integración de las economías centroamericanas y coordinar la política en materia económica de los Estados contratantes, se crea el Consejo Económico Centroamericano”. De igual manera, el artículo XXI establece que “con el objeto de aplicar y administrar el presente Tratado, así como de realizar todas las gestiones y trabajos que tengan por objeto llevar a la práctica la unión económica de Centroamérica, se crea el Consejo Ejecutivo”. El primero de estos órganos '‘examinará los trabajos realizados por el Consejo Ejecutivo y tomará las resoluciones que juzgue pertinentes”. Será, además, el órgano “encargado de facilitar la ejecución de las resoluciones del Comité de Cooperación Económica del Istmo Centro­ americano relativas a la integración económica”. El Consejo Ejecutivo, por su parte, “dictará las medidas que sean necesarias a fin de asegurar el cumplimiento de los compromisos establecidos” mediante el Tratado General. De igual manera, tendrá facultades para “resolver los problemas que se susciten con motivo de la aplicación de las disposiciones” de este instrumento. Podrá, finalmen­ te, “proponer a los Gobiernos la suscripción de los convenios multila­ terales que adicionalmente se requiera para alcanzar los fines de la integración económica de Centroamérica”. Según lo expuesto, ambos órganos tienen un verdadero poder normativo. El Consejo Económico sobre un amplio espectro de mate­ rias, pero con alcance de normas de orden más general. El Comité, en cambio, también sobre varias materias, pero con un alcance más eje­ cutivo. La composición de ambos órganos confirma, en parte, esta apreciación. El Consejo Económico está integrado por los Ministros de Economía de los países del Mercado Común. El Consejo Ejecutivo, a su vez, por “un funcionario propietario y un suplente, designados por cada una de las Partes Contratantes”. Ambos, por consiguiente, son órganos intergubernamentales, tanto por su composición como por las características de sus procesos decisorios. 110 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Según la opinión de Gautama Fonseca y Dante Ramírez, al preten­ der precisar la “naturaleza jurídica” del Consejo Económico, “parecie­ ra que es ineludible reconocer que dicho órgano ocupa hasta la fecha una posición intermedia entre las denominadas instituciones supranacionales y las entidades clásicas del Derecho Internacional Público”. Esta posición se “aprecia con absoluta claridad en los actos jurídicos y operaciones materiales por medio de los cuales logra sus fines, ya que algunos de ellos requieren para su perfeccionamiento de acciones gubernamentales complementarias (firma, ratificación y depósito de instrumentos internacionales), en tanto que otros valen por la sola notificación de la medida tomada”.22 Para estos mismos autores, el Consejo Ejecutivo, a pesar de ser también un órgano intergubernamental, tiene algunas características que lo diferencian del Consejo Económico, las cuales derivan de dos elementos principales: su relación de subordinación con el Consejo Económico y las reglas para la adopción de sus decisiones. En razón de lo primero y teniendo en cuenta que corresponde al Consejo Eco­ nómico “formular la política que debe seguirse para alcanzar los fines del Tratado General”, el Consejo Ejecutivo tiene como principal come­ tido “materializar o concretar” esta política, pues inclusive “los manda­ tos que de manera directa le confieren los instrumentos jurídicos en que descansa” el programa de integración económica, “los cumple de acuerdo con las reglas que haya establecido” el Consejo Económico. En cuanto a las reglas para la adopción de sus decisiones, a la inversa de lo que ocurre en el caso del Consejo Económico, el Conse­ jo Ejecutivo requiere el voto concurrente sólo de la mayoría de sus miembros. Este hecho, según Gautama Fonseca y Dante Ramírez, “abre la posibilidad de que las decisiones que adopte dicho órgano tengan carácter obligatorio respecto de todos los Estados y que sean inmediatamente aplicables, aun en aquellos que manifestaron una vo­ luntad contraria en el momento de su adopción” y, al mismo tiempo, determina que el Consejo Ejecutivo pueda ser considerado como una “entidad sui géneris” de carácter intergubernamental. La Secretaría Permanente, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo XXIV del Tratado General de Integración Económica Centro­ americana, tiene las siguientes funciones y competencias: 1) velar por la “aplicación entre las Partes Contratantes, de este Tratado y de los demás instrumentos equivalentes suscriptos entre los países miembros, 22 Fonseca, Gautama y Ramírez, Dante, “Los órganos del Tratado General de In­ tegración Económica Centroamericana”, en Derecho de la Integración, nQ 4, Buenos Aires, INTAL, 1970. CAPÍTULO IV 111 así como por “el cumplimiento de las resoluciones del Consejo Econó­ mico Centroamericano y el Consejo Ejecutivo”, y 2) realizar los traba­ jos y estudios que le encomienden estos dos órganos. Tal como ocurre con todo el ordenamiento jurídico del Mercado Común Centroamericano, su estructura institucional ha soportado las vicisitudes de las crisis que han afectado y aún afectan a este esquema de integración. A partir de 1969, tanto el Consejo Económico como el Consejo Ejecutivo dejaron de funcionar efectivamente a raíz del retiro de Honduras. Esta ruptura institucional fue solucionada, por los menos transitoriamente, en 1972, mediante el acuerdo para poner en funciona­ miento las Reuniones de Ministros y Viceministros “responsables de la integración económica centroamericana”. Ambas estructuras institucionales ad hoc asumieron las funciones y competencias del Consejo Económico y del Consejo Ejecutivo, respec­ tivamente. En oportunidad de la Trigésima Reunión de Ministros Res­ ponsables de la Integración Económica Centroamericana, celebrada en 1984, se convino “restablecer el funcionamiento” de ambos Consejos, “con el propósito de que en su seno y por consenso, se convenga en el manejo de los asuntos atinentes al Mercado Común Centroamerica­ no, mediante la adopción del régimen normativo transitorio que se con­ sidere necesario y que conduzca al reajuste del proceso de integración económica centroamericana, teniendo en cuenta las necesidades del desarrollo económico de la región”.23 3.4. Comunidad del Caribe (CARICOM) Debido a las peculiaridades de la concepción que presidió el estableci­ miento de la Comunidad del Caribe, su estructura orgánica tiene ciertas características singulares. Propiamente hablando, se trata de dos siste­ mas institucionales: uno para la Comunidad en su conjunto y otro para el Mercado Común. Algunos órganos son comunes a ambos sistemas, mientras que otros son propios de cada uno de ellos, La estructura orgánica de la Comunidad está compuesta por los siguientes órganos: 23 Véase Resolución n° 1/84 de la Trigésima Reunión de Ministros Responsables de la Integración Económica Centroamericana. Asimismo, los siguientes trabajos: 1) Ordónez Fernández, Hugo, “Posible reactivación del Consejo Económico y del Conse­ jo Ejecutivo del MCCA”, en Integración Latinoamericana, n9 99, Buenos Aires, INTAL, 1985, y 2) Halperin, Marcelo, “El restablecimiento de los órganos del MCCA y la adop­ ción de un régimen normativo transitorio”, en Integración Ijitinoame ricana, nQ 101, Buenos Aires, INTAL, 1985. 112 Di:RECIIO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL 1. la Conferencia de Jefes de Gobierno; 2. el Consejo del Mercado Común; 3. la Secretaría de la Comunidad. Además, según el artículo 10 del Tratado de Chaguaramas, se consideran también como órganos las siguientes denominadas “institu­ ciones” de la Comunidad: 1. la Conferencia de Ministros de Salud; 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. el el el el el el el el Comité Comité Comité Comité Comité Comité Comité Comité Permanente Permanente Permanente Permanente Permanente Permanente Permanente Permanente de de de de de de de de Ministros Ministros Ministros Ministros Ministros Ministros Ministros Ministros de Educación; de Trabajo; de Relaciones Exteriores; de Finanzas; de Agricultura; de Minas; de Industria; de Transporte. Tanto la Conferencia de Jefes de Gobiernos como la Secretaría son órganos de la Comunidad y del Mercado Común. El Consejo y las “instituciones”, en cambio, son órganos del Mercado Común, el prime­ ro, y de la Comunidad, las segundas. Esta separación de las estructuras orgánicas está relacionada con la diferenciación entre los esquemas u organizaciones de integración: la Comunidad y el Mercado Común. Tal como se explicó antes, un país, signatario o adherente, puede formar parte de la primera sin participar, necesariamente, en el segundo. De la misma manera puede integrar los órganos de la Comunidad sin integrar, forzosamente, los órganos del Mercado Común. De acuerdo con el artículo 8 del Tratado de Chaguaramas, la Conferencia de Jefes de Gobierno tiene como principal responsabilidad "determinar la política de la Comunidad”. En función de esto, está dotada de las siguientes competencias: 1) “establecer y designar institu­ ciones de la Comunidad; 2) “dictar normas de carácter general o espe­ cial” y dictar “la política a ser ejecutada por el Consejo y demás insti­ tuciones de la Comunidad”; 3) concluir tratados de interés para la Comunidad y “establecer relaciones” entre ésta y otros Estados y orga­ nizaciones internacionales, y 4) adoptar las “resoluciones necesarias con el propósito de establecer las disposiciones financieras que cubran los gastos de reuniones de la Comunidad”. CAPÍTULO IV 113 Las “instituciones” de !a Comunidad que se ocupan del desarrollo de la denominada “cooperación funcional” tienen la facultad, tal como lo prescribe el artículo 12 del Tratado de Chaguaramas, de formular las políticas y funciones que fueren necesarias para la realización de los objetivos de la Comunidad, dentro de sus “respectivas órbitas de competencia”. Adicionalmente, tienen atribuciones para “dictar sus propios procedimientos”, “establecer comités subsidiarios, agencias y otros cuerpos que estimen necesarios” y “decidir la admisión de observadores en sus deliberaciones”. Las “instituciones” están compuestas por Ministros de los Estados miembros. En el ejercicio de sus poderes, adoptan “decisiones” y “re­ comendaciones”, las primeras con el “voto afirmativo de todos sus miembros” y las segundas con el voto afirmativo de los dos tercios de éstos.24 Las funciones del Consejo del Mercado Común, que está igualmen­ te compuesto por ministros de los Estados miembros, están reguladas en el Anexo al Tratado de la Comunidad. Sus competencias y poderes, según el artículo 7 de este instrumento, son los siguientes: 1) “asegu­ rar el funcionamiento eficiente y el desarrollo del Mercado Común, incluyendo la solución de problemas derivados de su funcionamiento”; 2) mantener el Anexo bajo “constante revisión”, con miras a “hacer proposiciones” a la Conferencia para el desarrollo progresivo del Mer­ cado Común; 3) “recibir y considerar denuncias concernientes a viola­ ción de cualquiera de las obligaciones convenidas” en el Anexo y “deci­ dir" en consecuencia, y 4) “hacer proposiciones a la Conferencia” sobre establecimiento de vínculos económicos y comerciales con otros Esta­ dos, asociaciones de Estados u organizaciones internacionales. Adicio­ nalmente, el artículo 10 del mismo Anexo confiere al Consejo importan­ tes funciones y competencias dentro del procedimiento de solución de conflictos en el Mercado Común.25 Por último, la Secretaría, según el artículo 15 del Tratado de Cha­ guaramas, es el “órgano administrativo principal” de la Comunidad, y según el artículo 9 del Anexo es la “responsable de las funciones admi24 Véase el artículo 13 del Tratado de la Comunidad. Al regular las abstenciones, esta disposición incorpora un criterio que se asemeja al del voto calificado. Estipula, en efecto, que “las abstenciones no se interpretarán como comprometiendo la validez de las decisiones de una institución, siempre que no menos de las tres cuartas partes de sus miembros, incluyedo como mínimo dos de los países de mayor desarrollo, voten en favor de esas decisiones”. En el mismo sentido, el artículo 9, con referencia a la Con­ ferencia de Jefes de Gobierno, y el artículo 8 del Anexo sobre el Mercado Común con referencia al Consejo. 25 Véase Capítulo VI del presente trabajo. 114 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL nistrativas del Mercado Común”. Está a cargo de un Secretario Gene­ ral designado por la Conferencia de Jefes de Gobierno. En el ámbito de la Comunidad, la Secretaría tiene las siguientes funciones: 1) atender las reuniones de la Comunidad y de sus órganos; 2) “tomar las acciones para llevar a cabo las decisiones adoptadas” en las reuniones de los órganos de la Comunidad; 3) “iniciar, acordar y llevar a efecto estudios en temas económicos y de cooperación funcio­ nal”; 4) “prestar servicios a los Estados miembros cuando lo soliciten en relación a temas que miren a la realización de objetivos de la Comuni­ dad”, y 5) tomar a su cargo cualquier otra tarea que le sea asignada por la Conferencia u otro órgano.26 En el ámbito del Mercado Común tie­ ne estas mismas funciones y competencias, si bien específicamente referidas a la “integración económica” y al funcionamiento del Conse­ jo.27 Uno de los elementos más destacables de la estructura orgánica de la Comunidad del Caribe es, sin duda, el alto nivel de los representantes de los países miembros que componen los diversos órganos intergubernamentales. En el caso de la Conferencia se trata de los propios Jefes de Gobierno de estos países, mientras que en el res­ to de los órganos son diversos Ministros de Estado. En contraste con este avance en cuanto a nivel de las representaciones gubernamenta­ les es notoria la exigencia de la unanimidad, en todos los casos y en todos los órganos, para la adopción de normas obligatorias, así como la debilidad de los poderes y el reducido ámbito de las competencias de la Secretaría. Asimismo, es digno de ser destacado el hecho de que las denomi­ nadas “instituciones” están dotadas de un poder normativo propio en las materias de su competencia. Algo similar ocurre con el Consejo del Mercado Común. Esto no implica, sin embargo, desconocer la subor­ dinación de ambos a la Conferencia de Jefes de Gobierno, a la cual quedan reservadas las competencias para adoptar decisiones que su­ pongan normas y orientaciones generales de política. Tal como subraya Roderick Rainford, el sistema institucional de la Comunidad no surgió en un vacío absoluto. Al contrario, “ciertos aspectos críticos de dicha estructura institucional se hallaban enraiza­ dos en la voluntad interior instintiva de los pueblos de habla inglesa del Caribe respecto de la cooperación, y han persistido, pese al derrumbe 26 Véase artículo 16 del Tratado de la Comunidad. 27 Véase artículo 10 del Anexo sobre el Mercado Común. CAPÍTULO IV 115 de la forma instrumental del federalismo, junto con lo que se podría llamar un imperativo social y psicológico de cooperación, o como una expresión de ese imperativo”.28 El actual sistema, por consiguiente, es el resultado de una práctica anterior. Sus orígenes más remotos se encuentran en las estructuras de la fallida Federación de las Indias Occidentales y sus antecedentes inmediatos se sitúan en las estructu­ ras de la más exitosa Asociación de Libre Comercio del Caribe. 28 Rainford, Roderick , “El proceso de adopción de decisiones y la estructura ins­ titucional de la Comunidad del Caribe”, en Integración Latinoamericana, nQ91, Buenos Aires, INTAL, 1984. Asimismo, se puede consultar Dundas, C.W., “Ensayos acerca del derecho y la práctica de la CARICOM (incluyendo el Mercado Común)”, en Integración Latinoamericana, nQ 44, Buenos Aires, INTAL, 1980. BIBLIOGRAFÍA Alcalde, Javier, “Hacia una caracterización de las negociaciones en el Acuerdo de Car­ tagena”, en Integración Latinoamericana, n3 71, Buenos Aires, INTAL, 1982, págs. 2847. Allot, P., ‘The Democratic Basis of the European Communities. The European Parlia­ ment and the Westminster Parliament”, en Common Market Law Review, nQ 11, 1974, págs. 298-326. 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Al fin de cuentas, el Derecho de la Integración económica regional, al igual que el Derecho Internacional, presume la existencia de otros ordenamientos jurídicos que se identifican con los Estados nacionales y que están vigentes en el mismo ámbito geográfi­ co, regulan habitualmente las mismas materias y se dirigen a los mis­ mos sujetos. 1.a superposición o, cuanto menos, la coexistencia de órdenes normativos diversos es, por lo tanto, una cuestión que atañe tanto al Derecho Internacional como al Derecho de la Integración. Dentro de su concepción monista, Hans Kelsen atribuye al Dere­ cho Internacional la función primordial de coordinar los órdenes jurí­ dicos nacionales y, como consecuencia de esto, de delimitar sus ámbitos de validez. “Generalmente se admite — señala Kelsen— aun por los partidarios de la construcción dualista, que los órdenes jurídicos nacionales se encuentran en una relación de coordinación y que sus 122 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL ámbitos de validez, y especialmente sus territorios, están jurídicamen­ te delimitados. Esto supone que otro orden jurídico procede a esa coordinación y delimita los ámbitos de validez”.1Este orden jurídico no puede ser otro que el Derecho Internacional, como sustento de la unidad lógica y positiva del sistema jurídico. Una función parecida, en lo que atañe sobre todo a las materias que son objeto de sus normas, puede ser atribuida al ordenamiento jurídico de un esquema de integración económica. Al estar basado en un tratado internacional, resultante del acuerdo entre los Estados participantes, entra a formar parte del Derecho Internacional conven­ cional como un sistema especial. De igual manera se erige como un conjunto de normas que se suma a los ordenamientos nacionales de dichos Estados y que contiene criterios o reglas para coexistir con éstos. El Derecho de la Integración económica regional, al ser un orden especial aplicable sólo a ciertas materias específicas y vigente en un espacio geográfico limitado, puede sustituir o, por lo menos, afectar sensiblemente el imperio de los ordenamientos jurídicos nacionales. Sus normas tienen el efecto de penetrar en los ámbitos de validez de las normas de los ordenamientos nacionales, sustrayendo hacia su esfera algunas materias concretas y estableciendo derechos y obligaciones dentro de este ámbito material para los sujetos obligados por los de­ rechos nacionales. Esta superposición de los dos órdenes jurídicos puede plantear conflictos entre ambos, que se solucionan en función de las fórmulas explícitas brindadas por cada uno de ellos y, según los casos, mediante actos interpretativos a cargo de sus órganos dotados de facultad para ello. El Derecho de la Integración, a diferencia del Derecho Internacio­ nal, plantea problemas de delimitación de sus ámbitos, en especial con relación a sus normas creadas mediante métodos no convencionales. Las cuestiones que surgen con referencia a sus normas emergentes de procedimientos convencionales se solucionan, en buena medida, con los criterios y las pautas del Derecho Internacional. Los ámbitos material, territorial y personal de los ordenamientos de integración coinciden, en muchos casos, con los ámbitos de validez del propio Derecho Internacional. Esta superposición plantea nuevas cuestiones, para cuya solución es preciso recurrir a las pautas adopta­ das en cada uno de estos sistemas normativos incluyendo, en el caso 1 Kelsen, Hans, Teoría pura del Derecho, Buenos Aires, Ed. Eudeba, decimonove­ na edición, 1983. CAPITULO V 123 del segundo, las establecidas por el Derecho Internacional Convencio­ nal y las contenidas en el Derecho Internacional Consuetudinario.2 Por tratarse de un orden jurídico especial, el Derecho de la Integración económica está basado en lo que la doctrina denomina el principio de la “atribución de competencias” o, dicho de otra manera, en la determinación expresa de sus ámbitos de validez mediante normas de derecho convencional. El derecho interno de los Estados, en cam­ bio, se funda en la universalidad en cuanto a sus ámbitos material y personal, si bien dentro de un ámbito territorial delimitado por el Derecho Internacional. Este último, a su vez, particularmente como Derecho Internacional común, tiene también un alcance global, sobre todo si se acepta, junto con las más modernas doctrinas al respecto, que es la fuente de donde emerge la norma jurídica fundamental que sirve de soporte a la unidad del sistema jurídico de los Estados. El Derecho de la Integración económica regional tiene validez y es aplicable en aquellas esferas que, en forma expresa, enuncian sus normas constitucionales o de derecho originario. Es un ordenamiento vigente en el territorio de un número limitado de Estados y está desti­ nado a regular sólo ciertas materias. Si bien sus normas regulan el comportamiento de los mismos sujetos del derecho interno y del Derecho Internacional, lo hacen exclusivamente en cuanto a las rela­ ciones de éstos dentro de esa esfera material particular. 2. El ámbito de validez material del Derecho de la Integración Uno de los mejores medios para identificar el ámbito material de un ordenamiento de integración determinado es el conocimiento e interpretación de las normas de su Tratado constitucional, que definen y regulan las funciones básicas de la correspondiente organización. Estas funciones responden a los objetivos materiales e instrumentales enunciados en el mismo instrumento, los cuales dependen, a su vez, de la forma de integración económica que los Estados participantes se proponen alcanzar. 2 Al respecto vale la pena consultar los siguientes trabajos: 1) Goux, Jena y Manin, Philippe, The European Communities in the International Order, Luxemburgo, Office for Official Publications of the European Communities, 1985, 2) Schermes, Henry G., “Las relaciones de Derecho Internacional Público de la Comunidad”, en Comisión de la Comunidades Europeas, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Publicaciones Oficiales de las CCEE, 1981. 124 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL En la mayoría de los casos es difícil separar las funciones básicas de la organización y la forma de integración postulada, pues las prime­ ras están en íntima relación con la segunda. Con todo, en ciertas cir­ cunstancias, los cometidos de la organización trascienden el objetivo de integración buscado. En rigor, este último no es una finalidad váli­ da por sí misma, sino un objetivo instrumental para alcanzar otros fines trascendentes. Así, por ejemplo, se puede interpretar que el estableci­ miento de un mercado común entre un grupo de países constituye un medio para alcanzar un desarrollo económico más acelerado y un mayor bienestar para su población. Tanto la teoría de la integración económica como el Derecho In­ ternacional Económico ofrecen esquemas de clasificación y definición de las diferentes formas de integración económica. De acuerdo con la teoría, según se vio en otra parte de este trabajo, la integración econó­ mica entre Estados puede revestir las formas de un sistema arancelario preferencia/, una zona de libre comercio, una unión aduanera, un mercado común, una unión económica y una integración económica completa. A su vez, el Derecho Internacional Económico, incluido en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), define con mayor precisión dos de estas formas de integración: la zona de libre comercio y la unión aduanera.3 A pesar de que en la práctica los diversos elementos de cada una de estas formas pueden aparecer combinados de diferentes maneras, dando origen a modelos de integración más o menos híbridos o hete­ rodoxos, las definiciones básicas de las mismas no dejan de ser útiles para precisar el ámbito material de un ordenamiento de integración. En este sentido es posible sostener, apriorísticamente, que el ámbito de materias del ordenamiento de un sistema arancelario preferencial será menos amplio que el ámbito del ordenamiento de un mercado común. Asimismo, el solo hecho de que un mercado común suponga la eliminación de los obstáculos para permitir la libre circu­ lación de los bienes, los capitales, los servicios y la mano de obra entre los países que forman parte del mismo, frente al hecho de que una zona de libre comercio implica, únicamente, la eliminación de barreras sobre lo sustancial del comercio de bienes, sirve de base para sostener que las materias reguladas por el ordenamiento jurídico del primero son más numerosas que aquellas reguladas por el ordenamiento de la segunda. 3 Véase Lipsey, Richard G., “Integración internacional: uniones económicas”, en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, t. 6, Madrid, Ed. Aguilar, 1979. Asi­ mismo, artículo XXIV del GATT. CAPÍTULO V 125 Aparte de las funciones básicas de la organización y de la forma de integración es preciso tomar en cuenta el mencionado principio de “atribución”, en cuanto a las competencias materiales de cualquier organización u orden jurídico de integración. La aplicación de este criterio pone de manifiesto la concepción del Derecho de la Integración como un sistema normativo especial que regula o incorpora a su órbita ciertas materias y deja de lado otras que se mantienen en el ámbito de los ordenamientos jurídicos nacionales o en la esfera del Derecho Internacional. 2.1. El ámbito de validez material del Derecho de la Comunidad Europea (CE) El artículo 2 del Tratado de la Comunidad Económica Europea define en los siguientes términos las funciones básicas de esta organización: “La Comunidad tendrá por misión promover, mediante el establecimien­ tos de un mercado común y la progresiva aproximación de las políti­ cas económicas de los Estados miembros, un desarrollo armonioso de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una expan­ sión continua y equilibrada, una estabilidad creciente, una elevación acelerada del nivel de vida y relaciones más estrechas entre los Estados que la integran”. Tales funciones tienen como medio el establecimiento de un mer­ cado común y la progresiva aproximación de las políticas económicas de los Estados miembros. En principio, se trata de lograr una forma de integración caracterizada por algo más que la libre circulación en­ tre tales Estados de los bienes, los capitales, los servicios y la mano de obra. En concordancia con esto, el artículo 3 del mismo Tratado prescribe que, a los fines enunciados en el artículo 2, “la acción de la Comunidad llevará consigo”, lo siguiente: a) la supresión, entre los Estados miembros, de los derechos de aduana y de las restricciones cuantitativas a la entrada y salida de las mercancías, así como de cualesquiera otras medidas de efecto equiva­ lente; b) el establecimiento de un arancel aduanero común política comercial común respecto de terceros Estados; y de una c) la supresión, entre los Estados miembros, de los obstáculos a la libre circulación de personas, servicios y capitales; d) el establecimiento de una política común en el sector de la agricultura; 126 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL e) el establecimiento de una política común en el sector de los transportes; f) el establecimiento de un régimen que garantice que la competencia no será falseada en el Mercado Común; g) la aplicación de procedimientos que permitan coordinar las políticas económicas de los Estados miembros y superar los desequili­ brios de sus balanzas de pagos; h) la aproximación de las legislaciones nacionales en la medida necesaria para el funcionamiento del Mercado Común; i) la creación de un Fondo Social Europeo, con objeto de mejorar las posibilidades de empleo de los trabajadores y contribuir a la eleva­ ción de su nivel de vida; j) la constitución de un Banco Europeo de Inversiones, destinado a facilitar la expansión económica de la Comunidad mediante la creación de nuevos recursos; k) la asociación de los países y territorios de ultramar, a fin de incrementar los intercambios y promover en común el desarrollo económico y social.4 Tal como expresa Antonio Tizzano, las Comunidades Europeas “no poseen, según la expresión tradicional, más que una simple competencia de atribución: en otros términos, deben actuar en el marco de las disposiciones previstas por su respectivo estatuto”.5 El ámbito de sus competencias materiales se define “en función de la combinación de varios elementos de apreciación y, en particular, en base tanto de las materias que le son propias como de las acciones que la Comunidad puede llevar a cabo y los poderes que le son conferidos a tal efecto”. En consecuencia, las materias sobre las cuales versan las normas del Tratado constitucional de la Comunidad Económica Europea y de la normas que se adopten en aplicación de éste, son las referentes a 4 Las funciones básicas de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero están enunciadas en el artículo 3 del Tratado de París. A su vez, el artículo 1 del Tratado de la Comunidad Europea de la Energía Atómica define, en los siguientes términos, las funciones de esta organización: “La Comunidad tendrá por misión contribuir, median­ te el establecimiento de las condiciones necesarias para la creación y crecimiento de industrias nucleares, a la elevación del nivel de vida en los Estados miembros y al desarrollo de los intercambios con los demás países”. Los objetivos’instrumentales, por su parte, están enumerados en el artículo 2 del mismo Tratado. 5 Tizzano, Antonio, “Las competencias de la Comunidad”, en Comisión de las Comunidades Europeas, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Publicaciones Oficiales de las CCEE, 1981. CAPÍTULO V 127 la formación del Mercado Común, a la adopción y aplicación de las políticas comunes comercial, agrícola y de transportes, a la coordina­ ción de las políticas económicas de los Estados miembros, a la compe­ tencia dentro de la Comunidad y a la aproximación de las legislacio­ nes nacionales. Adicionalmente, también forman parte de ese ámbito las materias que, de una u otra manera, se refieren a la misión de la Comunidad definida en el citado artículo 2 del Tratado de Roma. El principal efecto de la asignación de estas competencias es el de sustraer del ámbito de los ordenamientos nacionales ciertas materias que pasan a la órbita del Derecho Comunitario. Sin embargo no en todos los casos se trata del otorgamiento de competencias exclusivas. En varios, las competencias y los poderes de ambos ordenamientos jurídicos se combinan, dando lugar a las denominadas competencias o poderes “concurrentes”. El alcance, la naturaleza y los efectos de las normas del ordena­ miento comunitario con referencia a cada una de las materias enuncia­ das no son iguales. Para algunas de ellas, como el programa de esta­ blecimiento de la unión aduanera, las políticas comunes comercial, agrícola y de transportes y el régimen de competencia, los poderes con­ feridos son exclusivos y tienen alcance normativo. Para otras, los pode­ res se reducen a la función de coordinación de la acción de los Esta­ dos miembros o a la adopción de directrices u orientaciones genera­ les. 2.2. El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) El Tratado de Montevideo 1980, en su artículo 2, enuncia como “funciones básicas” de la ALADI “la promoción del comercio recíproco, la complementación económica y el desarrollo de las acciones de coo­ peración económica que coadyuven a la ampliación de los mercados”. Para cumplir con estas funciones, según estipula el artículo 4 del mismo Tratado, los países de la Asociación “establecen un área de preferencias económicasy compuesta por una preferencia arancelaria regional, por acuerdos de alcance regional y por acuerdos de alcance parcial”. Por otra parte, el artículo 1 declara que “por el presente Tratado las Partes Contratantes prosiguen el proceso de integración encamina­ do a promover el desarrollo económico-social, armónico y equilibrado de la región” y que este proceso “tendrá como objetivo a largo plazo el establecimiento, en forma gradual y progresiva, de un mercado común latinoamericano”. 128 DERECHO DE LA INTEGRACIÓNFXONÓMICA REGIONAL Si se combinan y sintetizan estas disposiciones, se llega a la conclusión de que el ordenamiento jurídico de la ALADI tiene como propósito general, estimular el desarrollo económico-social, armónico y equilibrado de los países miembros y, como finalidad específica —en función de este objetivo trascendente y de las funciones asignadas a la Asociación por el citado artículo 2—, regular las acciones encaminadas al establecimiento de un área de preferencias económicas. El ámbito de materias abarcado por el ordenamiento de la ALADI incluye, por consiguiente, todas aquellas relacionadas con el cumpli­ miento de las funciones de promover y regular el comercio entre los países participantes, de lograr la complementación económica y de desarrollar acciones de cooperación económica que coadyuven a la ampliación de los mercados, así como aquellas referentes a la creación y funcionamiento del área de preferencias económicas. Al mismo tiem­ po, abarca otras materias vinculadas con el desarrollo del proceso de integración económica entre los países miembros, con miras al even­ tual establecimiento de un mercado común latinoamericano. La forma de integración económica postulada por el Tratado de Montevideo 1980 no corresponde a ninguna de las anteriormente enumeradas, según la teoría de la integración económica y el Derecho Internacional Económico. A primera vista, el “área de preferencias económicas” parece ser algo más que un “sistema arancelario preferen­ cial” y algo menos que una “zona de libre comercio” o una “unión aduanera”. Esta apreciación preliminar, sin embargo, no es totalmente exac­ ta, por lo menos en su segunda parte. Nada impide que mediante los instrumentos denominados “acuerdos de alcance parcial”, por ejemplo, dos países de la ALADI convengan entre sí el establecimiento de una zona de libre comercio o de una unión aduanera. El área de preferen­ cias económicas, en cambio, es algo más que un sistema arancelario preferencial, ya que éste, por definición, abarca sólo el comercio de bienes, mientras que la primera puede incluir otras transacciones eco­ nómicas, como el comercio de servicios y la circulación de personas y capitales. El Tratado de Montevideo 1980, desafortunadamente, no contiene una definición, desde el punto de vista material, del área de preferen­ cias económicas. El artículo 4 enuncia, a lo sumo, una especie de definición meramente descriptiva de sus elementos formales, o sea de la preferencia arancelaria regional, de los acuerdos de alcance regio­ nal y de los acuerdos de alcance parcial. A pesar de esto, la revisión e interpretación de otras reglas relativas a estos instrumentos permiten una aproximación a los contenidos materiales de aquélla. CAPÍTULO V 129 En este sentido, se puede admitir que el “área de preferencias económicas” vendría a ser el conjunto de regulaciones y, sobre todo, de tratamientos preferenciales convenidos por los países de la Asocia­ ción, mediante los tres instrumentos mencionados, con referencia no sólo al intercambio de bienes, sino también en relación con otro tipo de transacciones económicas.6 Esto supone que si se toma en cuenta la hipotética amplitud del campo de materias de tales regulaciones o tratamientos preferenciales, el área de preferencias económicas podría ser algo más que la zona de libre comercio y que la unión aduanera. Sin embargo, si se considera la incierta profundidad de esos tratamien­ tos, así como el hecho de que su adopción y aplicación no están suje­ tas a un programa preestablecido, también se podría sostener que el área de preferencias económicas es o será algo menos que una zona de libre comercio o que una unión aduanera. Es difícil, por consiguiente, definir con total precisión y, sobre todo, apriorísticamente, el ámbito material del ordenamiento jurídico de la ALADI. Esta dificultad es aun mayor debido a las características de este sistema normativo que, como se ha visto, combina métodos de crea­ ción de normas más o menos centralizadas (la preferencia arancelaria regional, los acuerdos de alcance regional y los actos normativos de los órganos de la Asociación), con métodos descentralizados (los acuerdos de alcance parcial).7 2.3. El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico del Grupo Andino Al enunciar los objetivos del Acuerdo de Cartagena, este instrumento, en su artículo 1, define en realidad las funciones básicas del programa de integración económica del Grupo Andino. De acuerdo con esa norma, dichos objetivos son: 1) promover el desarrollo armónico y equi­ librado de los países miembros, en condiciones de equidad; 2) acelerar su crecimiento y la generación de ocupación mediante la integración y la cooperación económica y social; 3) facilitar su participación en el 6 Véase Zelada Castedo, Alberto, “Convergencia y multilateralismo en la ALADI”, en Estudios sobre integración económica y cooperación regional en el Cono Sur, Santia­ go de Chile, Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile, 1985. 7 Un examen del alcance del ámbito de materias del ordenamiento jurídico de la ALADI, especialmente en relación con la capacidad de sus países miembros para sus­ cribir convenios bilaterales de cooperacion económica, puede ser consultado en Zelada Castedo, Alberto, “Los acuerdos del Programa de Integración y Cooperación Económi­ ca entre Argentina y Brasil y el ordenamiento jurídico de la ALADI”, en Integración Latinoamericana, nQ 129, Buenos Aires, INTAL, 1987. 130 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL proceso de integración regional, con miras a la formación gradual de un mercado común latinoamericano; 4) disminuir la vulnerabilidad externa y mejorar la posición de los países miembros en el contexto económi­ co internacional; 5) fortalecer la solidaridad subregional y reducir las diferencias de desarrollo existentes entre los países miembros, y 6) procurar un mejoramiento persistente en el nivel de vida de los habi­ tantes de la subregión.8 Para lograr estos objetivos, según el artículo 3 del mismo Acuer­ do, se emplearán, entre otros, los siguientes mecanismos y medidas: a) la armonización gradual de políticas económicas y sociales y la aproximación de las legislaciones nacionales en las materias pertinen­ tes; b) la programación conjunta, la intensificación del proceso de industrialización subregional y la ejecución de programas industriales y de otras modalidades de integración industrial; c) un programa de liberación del intercambio comercial más avan­ zado que los compromisos derivados del tratado de Montevideo 1980; d) un arancel externo común, cuya etapa previa será la adopción de un arancel externo mínimo común; e) programas para acelerar el desarrollo de los sectores agropecua­ rio y agroindustrial; 0 la canalización de recursos internos y externos a la subregión para proveer el financiamiento de las inversiones que sean necesarias en el proceso de integración; g) la integración física y h) tratamientos preferenciales a favor de Bolivia y Ecuador; El mismo artículo 3 añade que, igualmente, se adoptarán y lleva­ rán a efecto “los siguientes programas y acciones de cooperación económica y social: a) acciones externas en el campo económico, en materias de interés común; b) programas orientados a impulsar el desarrollo científico y tecnológico; c) acciones en el campo de la integración fronteriza; d) programas en el área del turismo; e) acciones para el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales y del medio ambiente; f) programas en el campo de los servicios; g) programas de desarrollo social; h) acciones en el campo de la comunicación sociaF.9 8 La Protocolo 9 La Protocolo referencia corresponde al texto del Acuerdo de Cartagena reformado por el de Quito. referencia corresponde al texto del Acuerdo de Cartagena reformado por el de Quito. CAPÍTULO V 131 Si bien el Acuerdo de Cartagena no enuncia expresamente la for­ ma de integración económica que se proponen alcanzar los países participantes, de la lectura e interpretación de la primera parte del ci­ tado artículo 3 de este instrumento es fácil inferir que se trata de algo bastante aproximado a una “comunidad económica”. De esta inferencia, así como del contenido de dicha norma, se desprende que el ámbito material del ordenamiento jurídico del Acuerdo es amplio. Incluye tanto las materias que hacen a las acciones pertinentes para alcanzar esta forma de integración, como aquellas que atañen al desarrollo simultáneo de acciones de cooperación económica entre los países del Grupo Andino. Si se tiene en cuenta lo establecido por los artículos 5 y 19 del nuevo texto del Acuerdo de Cartagena se puede admitir que, de la misma manera, la “cooperación política” a cargo del Parlamento Andi­ no —uno de los órganos principales de la estructura institucional del Acuerdo— es otra materia que cae dentro de la órbita de competen­ cias de ésta.10 Es obvio que la naturaleza y los alcances de las competencias con referencia a las materias enunciadas no son iguales para todas ellas. En cuanto a las materias relativas a la creación y funcionamiento de la “comunidad económica”, los órganos del Acuerdo están dotados de verdaderos poderes normativos, ya sea que en algunos casos tales fa­ cultades sean exclusivas o se ejerzan de manera concurrente con los poderes de los Estados miembros.11En cuanto a la cooperación econó­ mica y a la cooperación política, las competencias de los mismos órga­ nos se limitan al cumplimiento de funciones de coordinación. 2.4. El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico del Mercado Común Centroamericano (MCCA) El artículo I del Tratado General de Integración Económica Centroa­ mericana enuncia el acuerdo de los países signatarios para “establecer 10 El nuevo artículo 5 incorpora el Parlamento Andino a la estructura orgánica del Acuerdo. El artículo 19, a su vez, estipula que este órgano se regirá, en cuanto a sus “facultades” y “funciones”, por su respectivo Tratado constitutivo. Según este instrumen­ to, las funciones del Parlamento consisten, básicamente, en promover y desarrollar la “cooperación política” entre los países del Grupo Andino, mediante diversas acciones emprendidas entre los congresos nacionales. Sobre el particular se puede consultar Zelada Castedo, Alberto, “La cooperación política en el Grupo Andino”, en Integración Latinoamericana, nQ 83, Buenos Aires, INTAL, 1983. 11 Un examen de las características, la naturaleza y los alcances de las competen- 132 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓ MICA REGIONAL entre ellos un mercado común”, así como el compromiso de “constituir una unión aduanera entre sus territorios”. Por su parte, el artículo II del mismo instrumento enuncia el compromiso de los países de “per­ feccionar una zona centroamericana de libre comercio” y de “adoptar un arancel centroamericano uniforme”. A primera vista y a la luz de lo estipulado por el artículo I, esta segunda disposición parece redundante y, por ello, innecesaria. Sin embargo, los conceptos de “mercado común” y de “unión aduanera”, por una parte, y los conceptos de “zona de libre comercio” y “arancel uniforme”, por la otra, están vinculados entre sí en una relación de fines y medios. Según el artículo II, estos dos últimos objetivos instrumen­ tales se consideran como medios para alcanzar las otras dos finalida­ des enunciadas en el artículo I. Por otra parte, el artículo III del mismo Tratado expresa el acuer­ do entre los países signatarios de otorgarse recíprocamente el trata­ miento de “libre comercio para todos los productos originarios de sus respectivos territorios”. En este sentido, “los productos naturales de los países contratantes y los productos manufacturados en ellos, quedarán exentos del pago de derechos de importación y de exportación, inclusive de los derechos consulares y de todos los demás impuestos, sobre car­ gos y contribuciones que causen la importación y la exportación, o que se cobren en razón de ellas, ya sean nacionales, municipales o de otro orden”.12 A pesar de la declaración expresa del citado artículo I en cuanto al compromiso de establecer un “mercado común”, no se incluyen en el Tratado General disposiciones concretas sobre la libre circulación de personas, servicios y capitales. Una única excepción a esta regla serí­ an las normas de los artículos XV y XVI, que hacen referencia a la “libertad de tránsito” por el territorio de los países miembros, tanto de las mercancías como de “los vehículos que transporten tales mercan­ cías”, y al tratamiento nacional para las “empresas de los otros Esta­ dos signatarios que se dediquen a la construcción de carreteras, puentes, presas, sistemas de riego, electrificación, vivienda y otras obras”. cías materiales de los órganos del Acuerdo de Cartagena, se puede consultar en Villa­ grán Kramer, Francisco, “Sistematización de la estructura jurídica del Acuerdo de Cartagena”, en INTAL, La dimensión jurídica de la integración, América Latina, Bue­ nos Aires, BID-INTAL, 1973. 12 Del tratamiento de “libre comercio” están exceptuados, únicamente, los produc­ tos incluidos en una nómina que figura como Anexo A del Tratado. CAPÍTULO V 133 El establecimiento de la “unión aduanera”, mediante la adopción de un arancel externo común, está expresamente legislado por un instrumento diferente, pero de igual rango que el Tratado General: el Convenio Centroamericano sobre Equiparación de Gravámenes a la Importación, suscripto el 1Qde septiembre de 1959 y sustituido poste­ riormente por el Convenio sobre el Régimen Arancelario y Aduanero Centroamericano, suscripto el 14 de diciembre de 1984. Este último instrumento adopta el Arancel Centroamericano de Importación, que figura como Anexo A del Convenio, y en el cual se incluyen la “nomen­ clatura para la clasificación oficial de las mercancías que sean suscep­ tibles de ser importadas al territorio de los Estados contratantes”, los “derechos arancelarios a la importación” y las “normas que regulan la ejecución de sus disposiciones”. En consecuencia, el ordenamiento jurídico del Mercado Común Centroamericano incluye en su ámbito material, sólo aquellas materias que atañen al establecimiento de un régimen de libre comercio entre los paises miembros y a la aplicación de un arancel externo común. O, dicho en otros términos, las materias vinculadas a la instauración y funcionamiento de una unión aduanera. A su vez, las funciones básicas de la organización del Mercado Común Centroamericano, están enunciadas en el preámbulo del Tra­ tado General y en las disposiciones sobre las funciones y competencias de sus órganos. En el preámbulo se hace constar el propósito de “unificar las economías’ de los países signatarios y de “impulsar en forma conjunta el desarrollo de Centroamérica a fin de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes”. En el artículo XX se encomien­ da al Consejo Económico Centroamericano, la función de “dirigir la integración de las economías centroamericanas y coordinar la política en materia económica de los Estados contratantes”, y en el artículo XXI se atribuye al Consejo Ejecutivo Centroamericano, entre otros, el cometido de “realizar todas las gestiones y trabajos que tengan por objeto llevar a la práctica la unión económica de Centroamérica”. De estos enunciados y disposiciones específicas se desprenden nuevas posibles materias que caen dentro de la órbita del ordenamien­ to jurídico del Mercado Común Centroamericano. Con referencia a la gran mayoría de las materias atinentes a la creación y el funcionamien­ to de la unión aduanera, los poderes atribuidos a los órganos tienen un alcance normativo. En cuanto a las materias vinculadas a las restantes funciones de la organización, las competencias conferidas a los mismos órganos se limitan a las tareas de coordinación. 134 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL 2.5. El ámbito de validez material del ordenamiento jurídico de la Comunidad del Caribe (CARICOM) Al examinar el ámbito material del ordenamiento jurídico de la Comu­ nidad del Caribe hay que tomar en cuenta, al igual que en otros temas, los rasgos especiales de este esquema, que se desprenden de su de­ senvolvimiento mediante dos sistemas normativos e institucionales. Las funciones básicas de la Comunidad del Caribe están insinuadas en el artículo 4 del Tratado de Chaguaramas. Según esta disposición, la Comunidad tendrá los siguientes objetivos: 1) la “integración económica Mercado Común”; mediante el establecimiento de un 2) la “coordinación de las políticas exteriores de los Estados Miembros”, 3) la “cooperación funcionar. La Comunidad, al igual que otras organizaciones de integración entre países latinoamericanos, abarca tanto acciones de integra­ ción económica propiamente dicha como acciones de cooperación económica. Al mismo tiempo, es la única que incluye la “coordinación de las políticas exteriores” como una de sus funciones centrales. En lo que se refiere a la integración económica, el citado artículo 4 establece que ésta tendrá los siguientes propósitos: a) “el fortaleci­ miento, la coordinación y la regulación de las relaciones económicas y comerciales entre los Estados miembros, en orden a promover su acelerado, armonioso y equilibrado desarrollo”; b) “la expansión soste­ nida y la integración continua de actividades económicas”, cuyos bene­ ficios deben ser “equitativamente compartidos”, y c) “la obtención de mayor independencia económica y efectividad de los Estados miembros en su relación con otros Estados, grupos de Estados o entidades de cualquier naturaleza. Por consiguiente, el Tratado de Chaguaramas y su Anexo postulan una forma de integración “sui géneris” que incluye la cooperación polí­ tica por medio de la coordinación de las políticas exteriores, la in­ tegración económica mediante la formación de un Mercado Común y la cooperación económica con diversas modalidades de acción com­ binada en sectores específicos. Debido a que el Mercado Común es el objetivo instrumental bási­ co para lograr la integración económica, el Anexo del Tratado regula las siguientes materias: 1) establecimiento de un régimen de libre comer­ cio entre los países miembros, incluyendo las reglas pertinentes sobre CAPÍTULO V 135 eliminación de obstáculos al intercambio de bienes, derechos fiscales y tributos internos, medidas de apoyo a las exportaciones, “dumping” y prácticas desleales de comercio, restricciones cuantitativas a las importaciones y exportaciones, ayudas comerciales restrictivas; 2) adopción de una tarifa externa común y coordinación de relaciones comerciales con terceros países; 3) comercio de servicios y circulación de capitales y de mano de obra, y 4) coordinación de políticas económicas y armonización de legislaciones nacionales. Con referencia a varias de estas materias y, particularmente, a las que atañen al establecimiento del régimen de libre comercio y a la adopción del arancel externo común, los órganos del Mercado Común disponen de verdaderos poderes normativos. Con respecto a las demás, así como a la coordinación de las políticas exteriores, tanto estos órganos como los restantes de la Comunidad tienen facultades para realizar, únicamente, funciones de coordinación. Para las materias circunscriptas en la órbita de la cooperación funcional, las denominadas “instituciones” de la Comunidad disponen de poderes de regulación y de atribuciones de coordinación. 3. El ámbito de validez territorial del Derecho de la Integración Las normas de un ordenamiento jurídico de integración económica rigen y están vigentes en el territorio de los países que forman parte del mismo. Cada uno de estos territorios o, mejor dicho, la suma de todos ellos, constituye el ámbito espacial o territorial de tal ordenamien­ to. Debido a que el Derecho de la Integración es, en fin de cuentas, un derecho común a un grupo de Estados o, cuanto menos, tiene vocación para ser un derecho común, se puede sostener que su ámbi­ to de validez espacial es uno solo: el territorio integrado o en vías de integrarse de tales Estados. Al respecto, vale la pena recordar la idea de PJ.G. Kapteyn y Peter Ver Loren Van Themaat sobre uno de los rasgos esenciales del Derecho de las Comunidades Europeas. Para estos autores, desde el punto de vista material, este derecho “is a common internal law in the Member States rather than a law between these States”.13 Según este concepto, el territorio integrado no sería 13 Kapteyn, P.J.G. y Ver Loren Van Themaat, Peter, Introduction to the Law of European Communities, Londres, Sweet and Maxwell, 1973. 136 DERECHO DELA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL una mera ficción jurídica sino una realidad efectiva resultante de la naturaleza y los efectos del Derecho de la Integración. El frecuente empleo en las normas concretas de los ordenamien­ tos de integración económica de expresiones como “Comunidad”, “región”, “subregión”, “zona”, etcétera, da a entender que los redacto­ res de estos textos parten de la premisa de que se trata de disposicio­ nes emitidas para regir en un solo territorio. Estas expresiones deno­ tan un espacio geográfico único que resulta de la suma o integración y no simple yuxtaposición de los territorios de los Estados participantes. En general, la delimitación del ámbito territorial del Derecho de la Integración no plantea cuestiones difíciles. Su entendimiento y acep­ tación parecen obvios. Por este motivo, no es habitual que los tratados constitucionales de los esquemas de integración económica incluyan normas explícitas sobre el particular. A pesar de esto, con el Derecho de la Integración no ocurre lo mismo que con el Derecho Internacional, especialmente el Derecho Internacional común, cuyas esferas de validez, temporal y espacial, al decir de Hans Kelsen, son ilimitadas. “El orden normativo llamado tra­ dicionalmente derecho internacional —dice este autor— no contiene normas que limiten sus esferas de validez; y en cuanto éste sea consi­ derado como un orden jurídico supremo que no está por debajo de ningún otro orden jurídico, la validez del orden jurídico internacional no puede ser limitada en ninguna dirección”.14 El Derecho de la Integración, por ser un orden jurídico de alcan­ ce “regional”, por el contrario, tiene un ámbito de validez espacial limitado: rige en todos los territorios, o en el territorio integrado de los Estados que participan de un determinado sistema de integración, pero no rige más allá de ese espacio. Por este motivo, los órdenes jurídicos 14 Kelsen, Hans, Principos de Derecho Internacional Público, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1965. Alfred Verdross sostiene que “el ámbito de validez espacial del ordena­ miento jurídico internacional no coincide con la suma de los territorios de sus sujetos, sino que abarca todo espacio en el que puedan darse actos de Estado”. Por ejemplo alta mar, territorios fuera del dominio de un Estado, espacio aéreo, subsuelo, espacio ultra­ terrestre, etcétera. A pesar de esto, no participa, en cuanto al ámbito material del Derecho Internacional, de la concepción de Hans Kelsen sobre lo ilimitado del mismo “Esta doctrina no es sostenible”, dice. “Si tenemos en cuenta que el ordenamiento jurídico-internacional presupone la existencia de comunidades jurídicas que se autogobiernan, se verá claramente que el Derecho Internacional no puede contener norma alguna susceptible de suprimir la existencia de tales comunidades o destruir su autonomía. Si, pues, el Derecho Internacional interviniese de manera general en la vida del Estado hasta el punto de hacer imposible el autogobierno de éste, quedaría suprimido el propio Derecho Internacional”. Véase Verdross, Alfred, Derecho Internacional Público, Madrid, Ed. Aguilar, sexta edición, 1982. CAPÍTULO V 137 de integración regional se consideran, desde el punto de vista de su validez territorial, también como sistemas normativos especiales. Por otra parte, el fundamento mismo de estos ordenamientos, o sea su Tratado constitucional, está sujeto al denominado “principio de la relatividad”. Tal como puntualiza Charles Rousseau, “por aplicación pura y simple de la regla res inter alios nece nocere nec procedere potest, sus efectos jurídicos están estrictamente limitados a los Estados contratantes”.15 Ninguno de estos tratados, en consecuencia, puede dar origen a un sistema normativo que obligue a terceros Estados, ni mucho menos que rija en el territorio de éstos. Los ordenamientos jurídicos de integración económica regional tienen validez sólo en los territorios de los Estados que forman parte, tanto desde el punto de vista jurídico formal como desde el punto de vista geográfico, de las denominadas “Comunidad”, “zona”, “región”, “subregión”, etcétera.16 Si bien la esfera de validez territorial de un orden jurídico de integración regional surge de su propia naturaleza y de algunas de sus disposiciones, bien puede constituir una preocupación del Derecho Internacional Económico. En la hipótesis de que este ordenamiento lograse la adhesión o lealtad de toda la sociedad de Estados estaría fundado, al igual que el Derecho Internacional general, en una voca­ ción de universalidad o de validez ilimitada. En tales condiciones, los ordenamientos de integración económica regional serían una excepción o una situación especial, frente a esa pretendida universalidad. Por esta razón, bien puede corresponder al Derecho Internacional Económico fijar las pautas o reglas para delimitar los ámbitos de validez de estos órdenes especiales. En alguna medida, esto ocurre ^a con las disposiciones del artículo XXIV del GATT, por lo menos en cuanto a los países miembros del Acuerdo General. Este instrumento, como se recordará, está inspirado en la concepción de un sistema de relaciones económicas internacio­ nales basado en la no discriminación o, lo que es casi lo mismo, orientado a regir universalmente. Como excepciones a esta pauta ge­ neral acepta, al mismo tiempo, la posibilidad del establecimiento de órdenes jurídicos discriminatorios, en las formas de “zonas de libre comercio” o “uniones aduaneras”. De ese modo, cumple la función, no sólo de fijar las condiciones y los requisitos para estos arreglos 15 Rousseau, Charles, Derecho Internacional Público, Barcelona, Ed. Ariel, tercera edición, 1966. 16 El “principio de la relatividad” está enunciado expresamente en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, que en su artículo 34 expresa: “Un tratado no crea obligaciones ni derechos para un tercer Estado sin su consentimiento”. 138 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL parciales, sino también la de delimitar la validez geográfica o espacial de los ordenamientos pertinentes. Por esta vía, las citadas disposicio­ nes del GATT dieron nacimiento a lo que se ha dado en llamar “regionalismo” en el sistema económico internacional, equiparable al “regionalismo” que, desde el punto de vista del mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales, fuera aceptado por la Carta de las Naciones Unidas.17 4. El ámbito de validez personal del Derecho de la Integración El ámbito de validez personal del Derecho de la Integración está cons­ tituido por el conjunto de sujetos, personas jurídicas individuales y colectivas, cuya conducta está regulada por sus normas o, de manera más precisa, para las cuales crea obligaciones y derechos. Esto impli­ ca que cada ordenamiento de integración incluye un sistema normati­ vo —con pautas, criterios y procedimientos— de reconocimiento de la personalidad jurídica dentro del ámbito de las relaciones materiales que regula y dentro de la esfera territorial en la que tiene validez. Como en todo orden jurídico, en el Derecho de la Integración el reconocimiento de esta personalidad o de la calidad de sujeto de dere­ cho, se realiza de manera expresa o tácita. De igual manera, los efec­ tos de ese reconocimiento son los mismos que los de cualquier siste­ ma normativo. Por estas dos razones, el examen del ámbito de validez personal del Derecho de la Integración no se aparta, en esencia, de la teoría general de la personalidad jurídica. Eduardo Jiménez de Aréchaga sostiene que esta teoría se propo­ ne dar respuesta a las siguientes cuestiones básicas: 1) qué es ser sujeto de derecho, y 2) quién es sujeto de derecho.18 Con relación a la pri­ mera pregunta, cuyo esclarecimiento está asociado a “los conceptos de 17 Un examen en detalle de las diversas cuestiones discutidas sobre la “no discriminación” y el “regionalismo” puede ser consultado en los siguientes trabajos: a) Isaiah, Frank, El Mercado Común Europeo. Un análisis de política comercial, Barcelo­ na, Ed. Hispano-Europea, 1962; b) L'Huillier, Jacques A., Cooperación económica Internacional, Barcelona, Ed. Luis Miracle, 1962; c) Weintraub, Sidney, Comercio internacional. Preferencias para los países en desarrollo, Buenos Aires, Ed. Troquel, 1969. Sobre la concepción del “regionalismo”, también se puede consultar a Panebianco, Massimo, “Integración europea y latinoamericana: entre el internacionalismo y el cons­ titucionalismo”, en Integración Latinoamericana, nQ 86, Buenos Aires, INTAL, 1983. 18 Jiménez de Aréchaga, Eduardo, Introducción al Derecho, Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 1983. CAPÍTULO V 139 derecho subjetivo y de deber jurídico”, la teoría admite que “es sujeto de derechos todo aquel capaz de ser titular de derechos subjetivos y de deberes jurídicos”. Con referencia a la segunda cuestión, la teoría reconoce que es “persona jurídica” o “sujeto de derecho”, “toda enti­ dad que disfruta de esa capacidad”, sea un ser humano individualmen­ te considerado o una entidad colectiva. El estudio de la personalidad jurídica en el Derecho de la Integración, sin embargo, se beneficia de manera más directa de la teoría de la personalidad jurídica en el Derecho Internacional. Tanto en aquél como en esta última, ocurre lo inverso de lo que ocurre en el derecho interno, en cuanto a los criterios y las pautas para el reconocimiento de la personalidad jurídica. Mientras que en el derecho interno los individuos son, por antonomasia, los sujetos de derecho, en el Derecho Internacional y en el Derecho de la Integración las entida­ des colectivas, en especial los Estados, son las personas jurídicas ori­ ginarias e indiscutidas. En el derecho interno, las entidades colectivas, para ser efectivamente titulares de derechos y obligaciones, requieren de un reconocimiento expreso que puede ser “genérico” o “específico”.19 Por el contrario, tanto en el Derecho Internacional como en el Derecho de la Integración los individuos son los que tradicionalmente plantean dudas sobre su efectiva condición de sujetos de derecho. Dentro del Derecho Internacional tradicional, en efecto, únicamen­ te los Estados eran considerados sujetos de derecho. Sólo en los pri­ meros decenios de este siglo, la doctrina empezó a discutir si las or­ ganizaciones internacionales estaban, o no, igualmente dotadas de personalidad jurídica o si, al menos, gozaban de cierta capacidad jurí­ dica. Mucho después, casi al promediar la presente centuria, surgió la cuestión de si también los individuos podían ser considerados sujetos de derecho en el ordenamiento jurídico internacional. En la actualidad, y sobre todo a partir de la famosa opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia emitida el 11 de abril 19 La discusión sobre la verdadera naturaleza de la personalidad jurídica de las entidades colectivas ha dado lugar a dos clásicas corrientes de pensamiento: 1) la doc­ trina de la “ficción” de Savigny, según la cual “el único sujeto natural de derechos y obligaciones es el hombre”, por lo cual el reconocimiento de la personalidad jurídica de las entidades colectivas no es sino una ficción del derecho, que considera a tales entidades, por razones de conveniencia o de interés económico o social, “como si fue­ ran personas”; 2) la doctrina “realista” de Gierke, Jellinek y Michoud, entre otros, se­ gún la cual “las personas colectivas, las agrupaciones de hombres dotadas de personería jurídica, tienen una individualidad especial, un ser propio, diferentes del ser de los individuos de la especie humana”, o, dicho de otra manera, constituyen una “realidad ontológica” que justifica su reconocimiento por el orden jurídico. Véase Jiménez de Aréchaga, Eduardo, ob. cit. 140 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL de 1949, con referencia a la capacidad jurídica de la organización de las Naciones Unidas,20 está fuera de duda que las organizaciones inter­ nacionales, dentro de las pautas fijadas por sus tratados constituciona­ les, gozan de diversos atributos para ser consideradas titulares de de­ rechos y obligaciones emanados de las normas del Derecho Interna­ cional. La Corte sostuvo que “las Naciones Unidas son una persona internacional”yy que si bien esto no “equivale a decir que la organiza­ ción sea un Estado, y menos que sea un super Estado”, significa que “la organización es un sujeto de derechos y deberes internacionales” y que tiene, consecuentemente, “la capacidad de hacer prevalecer sus dere­ chos mediante reclamaciones internacionales”. Hasta antes de la adopción de este criterio por parte de la Corte Internacional de Justicia, la principal duda que se planteaba era si las organizaciones internacionales podían ser consideradas efectivamente personas jurídicas o sujetos de derecho en el ámbito del Derecho In­ ternacional. En cambio, su capacidad jurídica en los ámbitos del dere­ cho interno de los Estados miembros y en el denominado “derecho interno de la organización” estaba ampliamente reconocida.21 En cuanto a las personas particulares, como bien señala James Nkambo Mugerwa, “la opinión de los autores es unánime en afirmar que los individuos constituyen —y que por largo tiempo en la historia del Derecho Internacional han constituido— la preocupación natural de este derecho”. Sin embargo, “sólo hasta este punto llega el acuerdo, pues no hay coincidencia sobre si tal preocupación del Derecho Internacional por el individuo lo convierte en sujeto de él, con posesión 20 Se trata de la opinión consultiva emitida a pedido de la Asamblea General de las NU a propósito de las gestiones de la organización solicitando reparación por perjuicios que le fueron causados en el cumplimiento de las funciones encomendadas en el terri­ torio de Palestina. La Asamblea planteó su consulta en los siguientes términos: 1) En caso de que un agente de las NU sufra, en ejercicio de sus funciones, un perjuicio en circunstancias que impliquen la responsabilidad de un Estado, ¿posee la ONU la capa­ cidad para presentar contra el gobierno de iure o de facto responsable una reclamación internacional a fin de obtener la reparación de los perjuicios causados: a) a las NU; b) a la víctima o a sus derechos habientes? 2) si la respuesta al punto 1, b) fuera afirma­ tiva, ¿cómo se conciliaria la acción de las NU con los derechos que pudiera poseer el Estado del cual fuera nacional la víctima del perjuicio? Véase García Ghirelli, José L, Repertorio de Jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía Editor, 1973. 21 Así, por ejemplo, el artículo 104 de la Carta de las NU estipula expresamente: “La Organización gozará, en el territorio de cada uno de sus Miembros, de la capacidad jurídica que sea necesaria para el ejercicio de sus funciones y la realización de sus propósitos”. El artículo 105, a su vez, dispone: “La Organización gozará, en el territorio de cada uno de sus Miembros, de los privilegios e inmunidades necesarias para la realización de sus propósitos”. CAPÍTULO V 141 no sólo de derechos y obligaciones basados en ese sistema, sino tam­ bién de la capacidad para hacer valer los derechos que él pueda tener”.22 Esta duda puede ser válida si se postula, en abstracto, que las personas particulares son sujetos de derecho en el ámbito del Derecho Internacional general o común. No lo es, sin embargo, cuando se tra­ ta de la capacidad jurídica de los individuos dentro de ordenamientos jurídicos internacionales particulares o especiales.23 Además, como sostiene Mugerwa, “la situación del individuo como sujeto del Derecho Internacional ha sido considerablemente oscureci­ da por la falta de distinción entre el reconocimiento de derechos que producen efectos en beneficio del individuo y el hecho, diferente, de que él pueda hacer valer esos derechos por sí mismo”. En rigor, “el hecho de que el beneficiario sea incapaz de realizar gestiones indepen­ dientes, en su propio nombre, para hacerlos valer coactivamente, no significa que él no sea sujeto de derecho, o que los derechos en cues­ tión estén conferidos exclusivamente a la agencia que tiene la capaci­ dad de hacerlos valer”.24 Por tratarse de un ordenamiento internacional especial o, con más propiedad, de un ordenamiento jurídico “sui géneris”, las normas del Derecho de la Integración tienen como destinatarios tanto a los Esta­ dos como a las organizaciones y a las personas particulares. Recono­ ce, por consiguiente, que son verdaderos sujetos de derecho dentro de los ordenamientos de integración. 4.1. Los Estados como sujetos del Derecho de la Integración La personalidad jurídica de los Estados dentro del ordenamiento jurí­ dico de un esquema de integración se manifiesta de diversas maneras 22 Mugerwa, James Nkambo, “Sujetos de Derecho Internacional”, en Sorensen, Max, compilador, Manual de Derecho Internacional Público, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1973. 23 Luego de exponer los diferentes puntos de vista de la doctrina sobre la subje­ tividad internacional de los individuos, Alfred Verdross concluye expresando: “Hay que destacar, por último, que la situación de los individuos ante el Derecho Internacional consuetudinario y convencional, de que hasta ahora hemos hablado, se diferencia de la situación de aquellos individuos a los que conceden derechos o imponen obligaciones normas que dictan órganos de la comunidad internacional sobre la base de tratados internacionales (derecho interno de comunidades internacionales). Encontramos normas de esta índole, que proceden de órganos internacionales y conceden derechos e impo­ nen obligaciones directa e inmediatamente a individuos en distintas comunidades inter­ nacionales”. Véase Derecho Internacional Público, Madrid, Ed. Aguilar, sexta edición, 1982. 24 Mugerwa, James Nkambo, ob. cit. 142 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL y tiene consecuencias diferentes. Las disposiciones contenidas en los respectivos tratados constituciones, así como en otras fuentes no con­ vencionales, prescriben conductas obligatorias para los Estados y, al mismo tiempo y como contrapartida, generan derechos en su favor. Tales obligaciones pueden ser positivas o negativas, es decir que pueden consistir en obligaciones de dar cumplimiento a determinados compromisos o en abstenerse de ciertos comportamientos. Así, por ejemplo, cuando se trata de la eliminación de obstáculos al comercio de bienes y a otro tipo de transacciones, como parte de los programas de integración económica, los Estados quedan obligados a adoptar las medidas necesarias para materializar esa obligación, así como a evitar medidas que se puedan oponer a la misma. Algo similar ocurre cuan­ do se trata de medidas encaminadas a poner en aplicación compromi­ sos de armonización o coordinación de políticas económicas. El principal derecho que, al mismo tiempo, adquieren los Estados es el de plantear a los otros Estados la sujeción de su comportamien­ to a las normas pactadas y de reclamar, por las vías establecidas en los ordenamientos de integración, en caso de incumplimiento de los compromisos prescriptos. En diversos casos, las obligaciones generales de los Estados es­ tán expresamente estipuladas en los tratados constitucionales de los ór­ denes de integración. Así, por ejemplo, el artículo 5 del Tratado de la CEE prescribe que “los Estados Miembros adoptarán cuantas medidas generales o particulares sean apropiadas para asegurar el cumplimien­ to de las obligaciones derivadas del presente Tratado o resultantes de los actos de las instituciones de la Comunidad”, y que “se abstendrán de cuantas medidas sean susceptibles de poner en peligro la realiza­ ción de los fines” de dicho instrumento. Las obligaciones específicas, a su vez, están reguladas por diver­ sas normas, en especial por aquellas que se refieren a las acciones y medidas para dar cumplimiento al programa de integración formaliza­ do por el respectivo ordenamiento jurídico. Por otra parte, la prerrogativa de los Estados para demandar el cumplimiento, por parte de otros, de las normas y compromisos acor­ dados dentro de los ordenamientos de integración está regulada, asi­ mismo, por disposiciones expresas. Esta facultad se reconoce habitual­ mente en las normas referentes a procedimientos de solución de con­ troversias, incluidos los procedimientos jurisdiccionales. El Tratado de la CEE, por ejemplo, al legislar sobre las competencias del Tribunal de Justicia de la Comunidad, reconoce, en su artículo 170, el derecho de cualquier Estado miembro para recurrir c a p ít u lo v 143 a este órgano “si estima que otro Estado miembro ha faltado a una de las obligaciones que le incumben”. Del mismo modo, el artículo 24 del Tratado de creación del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartage­ na, al regular la denominada acción de incumplimiento, admite la fa­ cultad de cualquier país miembro que “considere que otro País Miem­ bro ha incurrido en incumplimiento de obligaciones emanadas de las normas que conforman el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Car­ tagena”, de elevar su reclamo a la Junta, a los efectos de que ésta gestione la rectificación de esta conducta o inicie la correspondiente acción ante el Tribunal En otro sentido, dentro del ordenamiento jurídico de la ALADI, tal como lo prescriben el Tratado de Montevideo 1980 y la Resolución 2 del Consejo de Ministros de la Asociación, están abiertas otras vías para plantear reclamos por parte de cualquier país miembro. Según el inci­ so m) del artículo 35 del primer instrumento, dichos reclamos podrán ser planteados ante el Comité de Representantes en caso de “inobservancia de algunas de las normas o principios” del Tratado. Más concretamente, según el inciso 0 del artículo 5 de la Resolución 2 del Consejo, cualquier país miembro tiene la facultad de “reclamar” ante el mismo Comité cuando estime que en un acuerdo de alcance parcial suscripto entre otros países no se “han observado las normas genera­ les y procesales” pertinentes. Por otra parte, el Reglamento sobre Procedimientos para Resolver Conflictos vigente en el ordenamiento del Mercado Común Centro­ americano reconoce el derecho de cualquier Estado miembro de poner en funcionamiento tales procedimientos, recurriendo al Consejo Eco­ nómico Centroamericano, al Comité Ejecutivo Centroamericano o al Tribunal Arbitral previsto en aquel instrumento. Estas vías están abier­ tas para los casos en que se plantean conflictos con motivo de “la aplicación o interpretación de las disposiciones contenidas” en el Tra­ tado General de Integración Económica Centroamericana o “en cual­ quier otro instrumento de integración”. Por último, el Tratado de la Comunidad del Caribe, en su artículo 19 referente a las competencias de la Conferencia de Jefes de Gobier­ no para resolver los conflictos “concernientes a la interpretación o aplicación” de este instrumento, reconoce, implícitamente, el derecho de todos los Estados miembros para plantear sus reclamos. El artícu­ lo 11 del Anexo sobre el Mercado Común, por su parte, admite la prerrogativa de cualquier Estado miembro de recurrir al Consejo cuan­ do considere que “algún beneficio acordado” en este instrumento o “algún objetivo del Mercado Común está siendo o puede ser frustra­ do”. 144 DERECHO DE IAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL La personalidad jurídica de los Estados se manifiesta, asimismo, mediante su participación en los diversos procedimientos de creación normativa aplicados dentro de los sistemas de integración económica. Sea que se trate de modos convencionales o modos no convenciona­ les de adopción de normas, los Estados miembros de cada esquema son los principales sujetos llamados a procesar reglas obligatorias, tanto para ellos mismos como para otros sujetos de derecho. Al haber convenido, mediante un tratado internacional, atribuir a un determinado ordenamiento especial la capacidad de regular ciertas materias, los Estados signatarios están obligados a sujetar su compor­ tamiento individual a las disposiciones de éste y no exclusivamente a las normas de su derecho interno. De igual modo, quedan obligados a ordenar sus relaciones recíprocas referentes a las mismas materias con arreglo a dichas normas y no a otras de derecho convencional. 4.2. Las organizaciones de integración como sujetos del Derecho de la Integración Las normas de los ordenamientos jurídicos de integración crean dere­ chos y obligaciones para la entidad u organización creada por el correspondiente tratado constitucional. O, dicho en otros términos, hacen de esta entidad un verdadero sujeto de derecho. La titularidad de los derechos y obligaciones de la organización se ejercen, normalmente, a través de sus órganos. Una de las facultades, expresas o implícitas, de éstos es la de ejercitar aquellos actos que materializan o ponen de manifiesto la personalidad jurídica a la orga­ nización. Tal como ocurre con otras organizaciones internacionales, la capa­ cidad jurídica de las organizaciones de integración no ofrece dificulta­ des cuando se trata de su ejercicio en los ámbitos del respectivo orde­ namiento de integración y del ordenamiento de los Estados participan­ tes. En cambio, su personalidad en el ámbito del Derecho Internacio­ nal no está reconocida en todos los casos, o por lo menos plantea algu­ nas dudas en cuanto a sus alcances. Según Nicola Catalano, “al tenor de los artículos 6 de la CECA, 210 de la CEE y 184 de la CEEA, respectivamente, la personalidad jurídica de las tres Comunidades ha sido expresamente reconocida”. Este re­ conocimiento “produce efectos tanto en el marco de los ordenamientos internos de los Estados miembros como en el ámbito internacionaF ,25 25 Catalano, Nicola, Manual de Derecho de las Comunidades Europeas, Buenos CAPÍTULO V 145 El citado artículo 6 del Tratado de la CECA prescribe que “la Comunidad tendrá personalidad jurídica ’ y que en sus “relaciones ex­ ternas’ gozará de la “capacidad jurídica necesaria para el ejercicio de sus funciones y la consecución de sus fines”. Además, en cada uno de los Estados miembros gozará de la “capacidad jurídica necesaria para el ejercicio de sus funciones y la consecución de sus fines”. Además, en cada uno de los Estados miembros gozará de la “capacidad más am­ plia que se reconozca a las personas jurídicas nacionales”, especialmen­ te para adquirir y enajenar bienes y para comparecer ante los Tribu­ nales. Los artículos 210 del Tratado de la CEE y 184 del Tratado de la CEEA no hacen referencia a la capacidad de la Comunidad en la esfe­ ra del Derecho Internacional. Sus competencias al respecto se extraen, preferentemente, de lo dispuesto por los artículos 228 del primer instrumento y 101 del segundo. Estas normas confieren a la Comuni­ dad la facultad de “concluir acuerdos” con Estados y organizaciones internacionales, los cuales serán “negociados” por la Comisión y “concluidos” por el Consejo. La doctrina está de acuerdo en que estas últimas disposiciones constituyen el verdadero fundamento de la capacidad de la Comunidad como sujeto del Derecho Internacional. En opinión de Nicola Catalano, mediante estas reglas, “seis Estados soberanos reconocen la com­ petencia específica de la Comunidad para estipular acuerdos interna­ cionales, competencia que presupone la cualidad de sujeto internacio­ nal”.26 Por otra parte, la suscripción de varios tratados con arreglo a esas normas “implica el reconocimiento material, por parte de los Estados terceros o de uniones internacionales, de esta competencia y, por tanto, de la personalidad internacional de la Comunidad”. Al igual que en el Derecho de las Comunidades Europeas, en los Aires, INTAL, 1966 26 Nicola Catalano señala que el “elemento determinante” de los efectos jurídicos de la personalidad de una entidad en el ordenamiento internacional es “el resultado de manifestaciones concretas, tanto por parte del órgano que asume los rasgos de un sujeto internacional, como por parte de otros organismos que tengan institucionalmente ese carácter”. Tales manifestaciones pueden ser “las relaciones mantenidas en el plano internacional con el organismo interesado, las representaciones activas o pasivas y, en particular, la estipulación de acuerdos”. Sobre este mismo tema se pueden consultar los trabajos citados en la nota 2. Véase, igualmente, los siguientes trabajos: 1) Couvreur, P., “Introducción al estudio de los fundamentos jurídicos del compromiso convencional externo de la Comunidad Económica Europea”, en Integración Latinoamericana, n9 56, Buenos Aires, INTAL, 1981; 2) Louis, Jean-Victor, “Las relaciones exteriores de las Comunidades Europeas”, en Diez de Velasco, M., compilador, El Derecho de la Comu­ nidad Europea, Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1982. 146 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL ordenamientos jurídicos de los esquemas de integración económica entre los países latinoamericanos se reconoce, de manera más o me­ nos explícita, la personalidad jurídica de las respectivas organizaciones de integración. Este reconocimiento es inequívoco en cuanto a la capacidad de éstas para ejercer sus derechos y cumplir sus obligaciones en las órbitas de los ordenamientos de integración y del derecho nacional de los Estados miembros. Es más dudosa, en cambio, cuando se trata de su capacidad como sujetos en el ámbito del Derecho Internacional. El Tratado de Montevideo 1980, en su artículo 52, establece que la Asociación Latinoamericana de Integración “gozará de completa personalidad jurídica ’ y, especialmente, de capacidad para contratar, adquirir bienes muebles e inmuebles y disponer de ellos, demandar en juicio y conservar fondos en cualquier moneda. El mismo Tratado, mediante los incisos d) y e) de su artículo 38, confiere a la Secretaría la facultad de 44representar a la Asociación y ante organismos y entida­ des internacionales de carácter económico con el objeto de tratar asuntos de interés común”, así como la capacidad de “administrar el patrimonio de la Asociación y representarla, a este efecto, en actos y contratos de derecho público y privado Al no existir normas expresas sobre el particular, cabe presumir que los países signatarios del Tratado de Montevideo 1980 no tuvieron la intención de conferir a la Asociación capacidad jurídica para actuar, asimismo, en el ámbito del Derecho Internacional. Con todo, si se tie­ ne en cuenta la competencia de la Secretaría para “tratar asuntos de interés común” con “organismos y entidades internacionales” y se acepta que su ejercicio bien podría traer como consecuencia la nego­ ciación y suscripción de acuerdos formales con éstas, también se puede presumir que la Asociación está dotada de algunas facultades limitadas para desempeñarse como sujeto en el ordenamiento internacional. Dentro del sistema normativo de la Comunidad del Caribe, según el artículo 20 del Tratado de Chaguaramas, la “Comunidad tendrá ple­ na personalidad jurídica” y según el numeral 3 del mismo artículo, “puede suscribir acuerdos con los Estados Miembros, con terceros Esta­ dos y con organizaciones internacionales”. A su vez, el artículo 63 del anexo al Tratado de Chaguaramas, admite que el Mercado Común “tendrá personalidad jurídica internacionaT y prescribe que cada Estado miembro le otorgará en su terri­ torio la más amplia “capacidad legal otorgada a las personas jurídicas según sus leyes locales, incluyendo la capacidad de adquirir y transferir bienes muebles e inmuebles y demandar y ser demandado en juicio en su propio nombre”. CAPÍTULO V 147 El Tratado General de Integración Económica Centroamericana no contiene normas referentes a la personalidad jurídica del Mercado Común Centroamericano. Este reconocimiento es explícito únicamen­ te con relación a la Secretaría Permanente creada por el artículo XXIII del Tratado. Sin embargo, no se puede negar que, implícitamente en algunos casos y explícitamente en otros, los órganos del Mercado Común, en especial el Consejo Económico Centroamericano y el Comité Ejecuti­ vo Centroamericano, han sido dotados de plena capacidad para actuar en el ámbito del ordenamiento del esquema de integración. Esta capa­ cidad se deriva de las competencias y los poderes que el Tratado General de Integración Económica Centroamericana confiere a estos ór­ ganos. Por lo que se refiere al Acuerdo de Cartagena, es importante advertir que no contiene normas expresas referentes al establecimien­ to de una organización. Por este motivo, tampoco incluye disposiciones expresas sobre reconocimiento de personalidad jurídica de la presun­ ta entidad encargada de llevar a cabo el programa de integración eco­ nómica postulado por el Acuerdo. Este vacío, sin embargo, no ha impedido que, en la práctica, los órganos de este sistema de integra­ ción desarrollen diversos actos que denotan manifestaciones de una evidente capacidad jurídica, en el ámbito del ordenamiento jurídico del Acuerdo y en el ámbito del derecho interno de los Estados miembros. Utilizando diversos razonamientos, varios analistas concuerdan en afirmar que, pese a la ausencia de normas expresas sobre el particu­ lar, el Acuerdo de Cartagena instituye una verdadera organización o entidad, diferente de los Estados signatarios. Francisco José Vendrell sostiene, por ejemplo, que a pesar de que el Acuerdo no reconoció de un modo explícito “al complejo institucional creado por él la calidad de organización internacional”, es evidente que “la capacidad de formular una voluntad propia hace de la estructura creada por la convención de base de la integración andina una entidad diferente”.27Además, si bien el Acuerdo tampoco reconoció explícitamente la personalidad jurídica de esta entidad, cabe advertir que “el reconocimiento explícito de la personalidad jurídica de una organización internacional no es necesa­ rio”, pues el mismo se deduce de las funciones atribuidas a la misma. Felipe Salazar Santos, por su parte, teniendo en cuenta la natura­ leza y alcances de las competencias y de los poderes atribuidos a los órganos principales del Acuerdo, llega a la conclusión de que “todas 27 Vendrell, Francisco José, “La organización del Acuerdo de Cartagena”, en De­ recho de la Integración, nQ, 18/19, Buenos Aires, INTAL, 1975. 148 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL las características que la doctrina atribuye al Derecho de la Integración están dadas en la organización institucional” establecida por este ins­ trumento y por el Tratado de creación del Tribunal de Justicia. De aquí se deduce que, en virtud de los mismos, “aparece una organización in­ ternacional compleja, autónoma en cuanto a las facultades que tiene para ejercer las funciones que le son propias, sometida al derecho, con sus reglas propias y un sistema jurídico debidamente protegido por la existencia del Tribunal”.28 Esta organización así establecida, según Felipe Salazar Santos, está dotada de personalidad jurídica, la cual se deriva, precisamente, de las funciones y poderes conferidos a sus órganos. Esta capacidad está implícita en las competencias de la organización y de sus órganos, pues de lo contrario no sería posible que éstos cumplan con los objetivos previstos en el Acuerdo de Cartagena. Asimismo, dicha facultad es una condición necesaria para el desarrollo y la aplicación de las normas de este instrumento. En otros términos, si la organización no estuviese dotada de personalidad jurídica para actuar en el ámbito del derecho interno de los Estados miembros e, inclusive, en el ámbito del orde­ namiento jurídico internacional, las finalidades del programa de integra­ ción económica no podrían ser cumplidas así como tampoco quedaría asegurada la efectiva aplicación de las normas del ordenamiento del Acuerdo.29 En realidad, la capacidad jurídica de los órganos del Acuerdo de Cartagena o, dicho con mayor propiedad, de la organización creada por éste, ha sido reconocida formalmente por la Decisión N9 2 de la Comisión del Acuerdo. En virtud de esta norma, la Comisión “delegó” en la Junta las atribuciones para celebrar actos y contratos, adquirir 28 Salazar Santos, Felipe, “La personalidad jurídica internacional de la organización creada por el Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, nQ 84, Buenos Aires, INTAL, 1983. 29 Para llegar a estas conclusiones, Felipe Salazar Santos interpreta el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena según la “teoría de las facultades implícitas de las organizaciones internacionales” y la “teoría del efecto útil de la norma legal”. Tal como expone, la primera de ellas se funda en el “principio de interpretación teleológica o funcional de los tratados”, según la cual “las disposiciones de éstos deben ser interpretadas en el sentido que contribuyan a la realización de los fines de la organización creada” por los mismos. En este sentido, “los órganos respectivos deben estar dotados de poderes, pero si estos poderes explícitos no alcanzan para el cumplimiento de los fines del tratado, se debe entender que el órgano respectivo tiene implícitamente las facultades que hagan falta”. La segunda teoría postula que “se debe preferir aquella interpretación que no priva de todo efecto a la norma que se trata de interpretar”. Por consiguiente, “las normas establecidas por un tratado internacional o por una ley llevan implícitas las normas sin las cuales las primeras carecerían de sentido o no permitirían una aplicación razonable y útil”. CAPÍTULO V 149 derechos y contraer obligaciones, administrar los fondos del presupues­ to y, en general, “realizar todo acto conducente al cumplimiento de los propósitos del Acuerdo, de conformidad con los términos que le seña­ len dicho instrumento y la Comisión”. Debido a que las facultades delegadas no estaban expresamente atribuidas a la Comisión, cabe entender que este órgano, al proceder de esa manera, no ha hecho sino interpretar que esas facultades esta­ ban implícitas en las disposiciones del Acuerdo de Cartagena atinen­ tes a sus competencias y poderes generales. Si bien la Decisión NQ 2 de la Comisión, así como otras normas que confieren atribuciones concretas a los órganos del Acuerdo, des­ pejan las dudas sobre la capacidad jurídica de la organización creada por éste en el ámbito del derecho interno de los listados y en el ámbito de su ordenamiento jurídico, no responden a la pregunta de si también tiene facultad para actuar en el ámbito del Derecho Internacional. De la práctica, sin embargo, surgen algunos indicios que permiten presu­ mir que los países miembros reconocen que la organización creada por el Acuerdo tiene, asimismo, ciertas competencias. En 1983, por ejemplo, los países del Grupo Andino, actuando en forma conjunta y dentro del sistema institucional del Acuerdo, suscri­ bieron sendos convenios de cooperación económica con Argentina, Panamá y los países de la Comunidad Europea. La negociación de estos instrumentos estuvo a cargo de la Junta, la aprobación de su texto correspondió a la comisión y la suscripción a los representantes pleni­ potenciarios de cada uno de los países miembros.30 En síntesis, la personalidad jurídica de las organizaciones de integración y de sus órganos en el ámbito de su propio ordenamiento jurídico y en el ámbito del derecho interno de los Estados tiene su fundamento en dos tipos de normas: primero, las normas de los trata­ dos constitucionales mediante las cuales se reconoce expresamente esa personalidad o se les atribuyen determinadas competencias y poderes y, segundo, las normas de acuerdos suscriptos entre las organizacio­ nes y los Estados miembros, como los clásicos “acuerdos de sede” y los acuerdos sobre privilegios e inmunidades. En cuanto a las competencias y poderes de los órganos, la doctrina está de acuerdo en 30 Véase: 1) Zelada Castedo, Alberto, “Cuestiones jurídicas e institucionales en el desarrollo de las relaciones externas del Grupo Andino”, en Integración IMtinoamericana, n° 62, Buenos Aires, INTAL, 1984; 2) Zelada Castedo, Alberto, “Las relaciones externas del Grupo Andino, en Contribuciones, año II, n° 2 (6), Buenos Aires, Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo Latinoamericano (CIEDLA), abril-junio de 1985. 150 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL que no es imprescindible que las mismas se atribuyan en forma expre­ sa, pues algunas de ellas bien pueden ser inferidas de las funciones general y especiales de la organización, así como de los objetivos del respectivo programa de integración. A su vez, el reconocimiento de la personalidad jurídica de las mismas organizaciones en el ámbito del Derecho Internacional, recla­ ma la concurrencia de otros factores adicionales. Aparte de la volun­ tad de los países miembros, manifestada formalmente en normas jurí­ dicas precisas o expresada mediante conductas o prácticas inequívocas, de conferir a las organizaciones esa capacidad, es primordial e inelu­ dible que ésta sea aceptada por los Estados miembros y por otras or­ ganizaciones internacionales. Si bien la personalidad jurídica plena se manifiesta al concurrir la facultad de establecer relaciones formales, el ejercicio del derecho de representación, activa y pasiva y, sobre todo, la capacidad de negociar, concluir y suscribir acuerdos o tratados in­ ternacionales, la calidad de sujeto en la esfera del Derecho Internacio­ nal también puede ser admitida cuando se reconoce sólo algunas de tales prerrogativas. 4.3. Las personas particulares como sujetos del Derecho de la Integración Las personas particulares, sean individuos o personas colectivas, están obligadas por las normas de los ordenamientos jurídicos de integración. Ello se debe, entre otras razones, a la naturaleza misma de estos ór­ denes, a las materias que regulan y a su validez en el territorio de los Estados participantes. Las transacciones económicas o, más propiamente, las interaccio­ nes de índole económica, que constituyen la materia primordial del Derecho de la Integración, tienen como actores, aparte de los Estados, a las personas particulares —también denominadas agentes económi­ cos— situados dentro de la jurisdicción de éstos. En las relaciones pertinentes y merced a las disposiciones de este orden jurídico, esos actores se convierten en verdaderos sujetos de derecho. Como en todo sistema normativo, en los ordenamientos de integra­ ción económica, la capacidad jurídica de las personas particulares consiste, en esencia, en su capacidad para ser titulares de derechos y obligaciones. Al igual que otros sujetos de derecho, las personas par­ ticulares adquieren, en el ámbito de las normas de tales ordenamien­ tos, la obligación de ajustar su comportamiento a lo prescripto por éstas y, en forma simultánea y como contrapartida, el derecho de plantear a otros sujetos el cumplimiento de las mismas disposiciones. CAPÍTULO V 151 No sólo la revisión de las normas pertinentes sino también la propia teoría de la personalidad jurídica en el Derecho Internacional conven­ cional, confirman la calidad de sujetos de las personas particulares en la esfera del Derecho de la Integración. Al examinar ésta y otras ma­ terias, la doctrina distingue con claridad el Derecho Internacional común o general, cuya fuente primordial es la costumbre, del Derecho Internacional particular o especial, cuya fuente se encuentra en los métodos convencionales que dan origen a los tratados internacionales.31 Siguiendo esta distinción, Alfred Verdross, al analizar el problema de la calidad de sujetos de derecho de los individuos, señala que la situa­ ción de éstos frente al Derecho Internacional consuetudinario “se dife­ rencia de la situación de aquellos individuos a los que conceden dere­ chos o imponen obligaciones normas que dictan órganos de la comunidad internacional, sobre la base de tratados internacionales”.32 Esto equivale a sostener que la condición de sujetos de las personas particulares no admite dudas cuando se trata de las normas de orde­ namientos internacionales especiales, como el Derecho de la Integra­ ción Económica. Si bien las obligaciones y los derechos, de orden general e inclu­ sive de índole específica, de las personas particulares, no están en muchos casos explícitamente enunciados en las normas de los ordena­ mientos de integración sino que se deducen del contenido de éstas, es frecuente que otras disposiciones reconozcan en forma expresa la facultad de estas personas para demandar ante las autoridades corres­ pondientes el cumplimiento de dichas normas por parte de otros suje­ tos. Este derecho abarca la prerrogativa de intentar acciones ante los tribunales jurisdiccionales comunitarios establecidos en algunos esque­ mas de integración. Por ejemplo, el artículo 177 del Tratado de la CEE, al legislar sobre el procedimiento de interpretación prejudicial ante el Tribunal de Jus­ ticia de la Comunidad, admite implícitamente el derecho de las perso­ nas particulares de los Estados miembros de demandar ante los tribu­ nales nacionales la aplicación o el cumplimiento por otros sujetos de derecho de las normas del Derecho Comunitario.33 De manera más 31 Según Hans Kelsen, “el derecho internacional general o común es un derecho consuetudinario válido para los Estados pertenecientes a la comunidad intemacionar. “El derecho internacional particular, en cambio, sólo es válido para algunos Estados y comprende especialmente las normas creadas por tratados, válidas únicamente para las partes contratantes”. Véase Kelsen, Hans, ob. cit. 32 Verdross, Alfred, ob. cit 33 Véase al respecto Gaudet, Michel, “El juez nacional y la Comunidad Europea”, en INTAL, La dimensión jurídica de la integración. Europa y Africa, Buenos Aires, INTAL, 1973. 152 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL explícita, el artículo 27 del Tratado de creación del Tribunal de Justi­ cia del Acuerdo de Cartagena estipula que “las personas naturales o jurídicas tendrán derecho a acudir ante los tribunales nacionales competentes, de conformidad con las prescripciones del derecho inter­ no, cuando los Países Miembros incumplan” su obligación, según el artículo 5 del mismo instrumento, de “adoptar las medidas que sean necesarias para asegurar el cumplimiento de las normas que conforman el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena” y de “no adoptar ni emplear medida alguna que sea contraria a dichas normas”. En cuanto a la facultad para recurrir a los órganos jurisdicciona­ les comunitarios, tanto el Tratado de la CEE como el Tratado de crea­ ción del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena reconocen el derecho de las personas particulares de iniciar, en forma directa y por su cuenta, la denominada “acción de nulidad” de los actos de los órga­ nos de los respectivos sistemas. El artículo 173 del primero de estos instrumentos prescribe que “toda persona física o jurídica podrá inter­ poner” recurso “contra las decisiones de las que sea destinataria y contra las decisiones que, aunque revistan la forma de un reglamento o de una decisión dirigida a otra persona, le afecten directa e indivi­ dualmente”. Por su parte, el artículo 19 del segundo Tratado establece que “las personas naturales o jurídicas podrán intentar la acción de nulidad contra las Decisiones de la Comisión o Resoluciones de la Junta que les sean aplicables y les causen perjuicio”. Con otro sentido, pero con los mismos alcances, el Reglamento sobre Procedimientos para la Solución de conflictos vigente en el ordenamiento del Mercado Común Centroamericano y otras normas de éste reconocen la prerrogativa de las personas particulares de deman­ dar el cumplimiento de obligaciones por parte de otros sujetos de derecho. Esta facultad se puede ejercer en forma directa cuando está dirigida a las autoridades u otros sujetos del país del presunto deman­ dante. En cambio se ejerce a través de los gobiernos cuando está diri­ gida al gobierno de otro país. Por este motivo, se ha sostenido que el sistema de solución de conflictos establecido por el Reglamento abar­ ca también los conflictos “entre un Estado y una persona natural o jurídica”.34 Dentro de los órdenes de integración, los derechos y obligaciones 34 Villagrán Kramer, Francisco y otros, “Comentario sobre los procedimientos para resolver conflictos en la integración económica centroamericana”, en Derecho de la Integración, nQ3, Buenos Aires, INTAL, 1968. Un análisis de la facultad de las personas particulares para recurrir a las autoridades y tribunales nacionales se puede consultar en Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, Derecho de la Integra­ ción Latinoamericana, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1969. CAPÍTULO V 153 de las personas particulares se derivan tanto de las normas convencio­ nales como de las normas no convencionales. De las primeras, en ra­ zón de la calidad de Derecho Internacional particular o especial de los tratados constitucionales y demás instrumentos equivalentes que inte­ gran dichos ordenamientos. De las segundas, en virtud de las compe­ tencias y de los poderes conferidos a los órganos normativos de los respectivos esquemas de integración, los cuales se ejercen dentro del marco de esos tratados constitucionales. 5. El Derecho de la Integración y el derecho interno de los Estados El estudio de los ámbitos de validez del Derecho de la Integración pone de manifiesto la importante cuestión de las relaciones de éste con el derecho interno de los Estados. Esta cuestión se expresa en la necesidad de precisar de qué manera y en qué condiciones, las normas de un ordenamiento jurídico de integración son aplicables en el ámbi­ to del territorio de los Estados, con referencia a las materias que caen dentro de la órbita de aquél y con relación a los sujetos de derecho sometidos a las jurisdicciones estatales. Al igual que en otros temas, varios aspectos de esta materia se re­ suelven a la luz de los criterios adoptados en el Derecho Internacional. Otros, a su vez, se resuelven según las pautas adoptadas dentro de los propios ordenamientos de integración. Las relaciones entre el ordenamiento jurídico internacional y el orden jurídico interno de los Estados es uno de los temas más exten­ samente debatidos en la doctrina del Derecho Internacional. La coexis­ tencia de estos dos órdenes normativos, tal como puntualiza Guillermo R. Moncayo, plantea dos problemas: el primero de ellos “consiste en determinar si el derecho internacional puede ser aplicado directamen­ te en el ámbito interno de los Estados o si necesita para ello una nor­ ma del derecho nacional que lo integre a este sistema jurídico”, y el segundo se refiere a la relación jerárquica entre ambos ordenamientos.35 Como consecuencia de la pretensión de dar respuesta a estas dos preguntas, han surgido entre los tratadistas las denominadas doctrinas “dualista” y “monista”. Según la síntesis del autor citado, esta última, “bajo el supuesto de la unidad del derecho, propone la existencia de 35 Moncayo, Guillermo R. y otros, Derecho Internacional Público, t. I, Buenos Aires, Víctor P. de Zavalía Editor, 1985. 154 DERECHO DE IAINTEGRACIÓN FXONÓMICA REGIONAL dos subsistemas jurídicos relacionados jerárquicamente” y postula que el Derecho Internacional integra, sin más, el orden jurídico de los Estados. La teoría dualista, a su vez, “propone la coexistencia de dos órde­ nes jurídicos independientes”, pues tanto el derecho interno como el Derecho Internacional “tienen su propio ámbito de validez y su propio campo de acción”. Los dos órdenes, además, difieren en razón de sus fuentes y de los sujetos a los que obligan. La fuente del Derecho In­ ternacional es, sobre todo, la “voluntad común de los Estados”, mien­ tras que la fuente del derecho interno es la “voluntad del Estado”. Los sujetos por excelencia del Derecho Internacional son los Estados, mientras que los del derecho interno son los individuos. Por lo tanto, para que una norma del Derecho Internacional pueda ser invocada y aplicada en el ordenamiento interno es necesario que medie un acto del Estado a fin de que la “transforme en derecho interno”. Por lo que se refiere al fundamento de validez o al fundamento de la obligatoriedad del Derecho Internacional y del derecho interno, no existe acuerdo entre los autores que adhieren a la teoría monista. Para unos, “en esta unidad del derecho, prima el derecho interno sobre el Derecho Internacional”, por lo cual éste “está subordinado al derecho interno de cada Pistado y en él fundamenta su existencia”. Para otros, a la inversa, el “Derecho Internacional prevalece sobre el derecho interno” y, en consecuencia, éste no sólo deriva de aquél, sino que también está subordinado al mismo. En una versión que se ha denominado “monismo moderado”, la teoría monista, luego de aceptar que en ambos ordenamientos pueden existir normas contradictorias entre sí, postula que la unidad de los dos sistemas se basa, en última instancia, en el deber de responsabilidad del Estado. De acuerdo con este criterio, tal como señala Antonio Truyol y Serra, el Derecho Internacional está “mediatizado por el derecho interno” y, por tal motivo, “toda ley interna contraria al Dere­ cho Internacional tiene vigencia”. Esto, sin embargo, no excluye la responsabilidad del Estado frente a otros sujetos, con quienes está obligado en virtud de una norma internacional. “Esta responsabilidad puede darse, tanto por dictar el Estado normas opuestas al derecho internacional, como por omitir los medios para la realización de sus obligaciones internacionales”. Dicho de otro modo, el derecho interno, si bien tiene su propia fuente de validez, “provoca una responsabilidad internacional del Estado cuando infringe el Derecho Internacional”.36 36 Truyol y Serra, Antonio, Fundamentos de Derecho Internacional Público, Madrid, cuarta edición, Ed. Tecnos, 1977. CAPÍTULO V ' 155 Tanto la doctrina monista como la doctrina dualista fueron dos in­ tentos para dar respuesta a los problemas de la aplicación del Derecho Internacional consuetudinario en el ámbito interno de los Estados. En cuanto a la aplicación del Derecho Internacional convencional, las cuestiones que se plantean se resuelven con arreglo a otros criterios. Con el surgimiento y creciente desarrollo de las organizaciones internacionales han surgido nuevos aspectos del problema de las rela­ ciones entre el Derecho Internacional y el derecho interno. De singu­ lar relieve son las cuestiones referentes a la aplicación, en el ámbito territorial de los Estados, de las normas surgidas merced a modos no convencionales de creación normativa. En definitiva, según advierte Guillermo R. Moncayo, “tanto la teo­ ría monista como la dualista no alcanzan, dentro de su rigorismo, a dar una respuesta coherente para la solución global de los problemas que plantean las relaciones del Derecho Internacional con el derecho in­ terno”. A pesar de esto, ambas teorías “prestan utilidad a la ciencia jurídica en cuanto encuadran racionalmente las áreas normativas en con­ flicto”.37 Los aportes de la doctrina con referencia a las relaciones del Derecho Internacional consuetudinario o común y el derecho interno de los Estados, no son especialmente relevantes para el tratamiento del problema de las relaciones del Derecho de la Integración y el derecho interno. Esto se debe a que, por su propia naturaleza, los ordenamien­ tos de integración son órdenes normativos integrados por normas convencionales y no convencionales, o sea sistemas normativos inter­ nacionales particulares. En consecuencia, su relación con el orden jurídico interno de los Estados se plantea a estos dos niveles, dando origen a diversas cuestiones para cuyo esclarecimiento son útiles la doctrina, la práctica y la jurisprudencia referentes al Derecho Interna­ cional convencional y al Derecho de las Organizaciones Internaciona­ les. Los problemas de la aplicación de las normas del Derecho Inter­ nacional convencional y de la posición jerárquica de éste frente al dere­ cho interno, se resuelven según los criterios y pautas resultantes tan­ to de la práctica y la jurisprudencia internacionales, como de las nor­ mas constitucionales de los ordenamientos internos. Son varios los casos en los cuales los tribunales internacionales se han pronunciado en el sentido de que el Derecho Internacional es aplicable en el ámbito territorial de los Estados y que, por consiguien­ 37 Moncayo, Guillermo R. y otros, ob. cit 156 DERECHO DEIA IN T EGM C IÓ N FXO N Ó M ICA REGIO N A L te, éstos están obligados a adoptar las medidas necesarias para asegu­ rar esa aplicación, incluyendo la adaptación de su legislación interna. De igual manera, no son menos numerosos los casos en que los mis­ mos tribunales han declarado que el Derecho Internacional tiene pre­ eminencia frente al derecho interno. En este sentido, por ejemplo, la antigua Corte Permanente de Justicia Internacional declaró, en uno de los asuntos sometidos a su jurisdicción, que “un Estado no puede ale­ gar ante el Tribunal que el incumplimiento de sus obligaciones inter­ nacionales o la violación de un tratado internacional es debida a su Constitución o a los actos u omisiones por parte de sus órganos legis­ lativos, judiciales o administrativos, o de algún cuerpo autónomo bajo su dirección”. En otra oportunidad, este mismo tribunal se pronunció en sentido de que “el derecho interno no puede prevalecer ni sobre las obligaciones de un Estado, según el Derecho consuetudinario Interna­ cional, ni sobre sus obligaciones, según el Derecho Internacional con­ vencional”. En un tercer fallo, por último, declaró que “un Estado que ha contraído obligaciones internacionales está obligado a hacer en su derecho interno las modificaciones que sean necesarias para el cum­ plimiento de estas obligaciones”.38 Por otro lado, la generalidad de las normas constitucionales de los Estados fijan, de manera más o menos precisa, las condiciones para la aplicación, en el territorio nacional, de las normas del Derecho Inter­ nacional convencional y determinan la relación jerárquica de éste dentro del derecho nacional.39 Si bien las soluciones no son uniformes, espe­ cialmente en los últimos decenios es notoria la tendencia a otorgar 38 Extractos de estos y otros fallos pueden ser consultados en Miaja de la Muela, Adolfo, Introducción al Derecho Internacional Público, Madrid, séptima edición, Gráficas Yagues, 1979. 39 Es clásico, por ejemplo, el enunciado de la cláusula 2- del artículo VI de la Constitución Política de Estados Unidos, según la cual esta Constitución y las leyes de Estados Unidos que se hagan en su cumplimiento, y todos los tratados estipulados o que se estipulen bajo la autoridad de Estados Unidos, serán la ley suprema del país, y los jueces de cada uno de los Estados están sujetos a ellos, siendo nulas las leyes de cada uno de los Estados o su Constitución que sean contrarias a ellos. Un examen de las normas constitucionales de los países miembros de la Comunidad Europea se puede consultar en Constantinesco, Leontin, “Las relaciones del derecho comunitario con el derecho de los Estados Miembros”, en INTAL, La dimensión jurídica de la integración. Europa y África, Buenos Aires, INTAL, 1973. En cuanto a las normas constitucionales de los países latinoamericanos, pueden ser consultados los siguientes trabajos: 1) Cár­ denas, Emilio, “Hacia un derecho comunitario latinoamericano”, en Derecho de la Integración, nQ 1, Buenos Aires, INTAL, 1967; 2) Colegio de Abogados de Buenos Ai­ res, “Mesa redonda sobre posibilidad constitucional de la integración latinoamericana (Debate)”, en Derecho de la Integración, nQ 4, Buenos Aires, INTAL, 1969; 3) Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, Derecho de la Integración Latinoamericana, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1969. CAPÍTULO V 157 plena validez, en el ámbito interno, al Derecho Internacional conven­ cional e, inclusive, al Derecho Internacional consuetudinario, así como a reconocer la preeminencia de éste frente al derecho nacional. En cuanto a las condiciones para la aplicación de las normas internaciona­ les, la mayoría de las disposiciones constitucionales prescriben diver­ sos procedimientos, siendo el más importante y difundido el de la apro­ bación legislativa de los tratados. Estos criterios son plenamente aplicables a las cuestiones referen­ tes a la validez de los tratados constitucionales de los ordenamientos de integración y de otros instrumentos equivalentes adoptados dentro de éstos. Por su naturaleza, dichos instrumentos no difieren de cuales­ quiera otros tratados internacionales a los cuales se aplican las mismas pautas. La aceptación de esta premisa se expresa mediante la inclusión en los tratados de integración de normas concretas sobre su vigencia, las cuales, en todos los casos, están referidas a las normas constituciona­ les o de otra índole de los Estados signatarios.40 Explícitamente, estas disposiciones tienen un efecto externo, pues hacen referencia al pro­ cedimiento de la “ratificación” como condición para la entrada en vigen­ cia de los tratados. Sin embargo, implícitamente, también tienen efecto interno, pues en la generalidad de los casos la ratificación, de acuerdo con las normas constitucionales de los Estados, está precedida de la “aprobación” por un órgano nacional competente. La exigencia de rati­ ficación conlleva el cumplimiento de requisitos que aseguran, al mismo tiempo, la plena validez de los tratados en el ámbito territorial de los Estados. Aparte de los problemas que se plantean a propósito de la aplica­ ción de los tratados constitucionales, en varios ordenamientos de inte­ gración surgen cuestiones adicionales con motivo de la validez de otros instrumentos que contienen normas de derecho derivado y que se adoptan, al igual que los primeros, mediante procedimientos conven­ cionales. Esta situación se da, particularmente, en algunos de los or­ denamientos de integración entre los países latinoamericanos. Es el caso, por ejemplo, de los convenios o protocolos acordados dentro del Mercado Común Centroamericano, y mediante los cuales se aplican las disposiciones del Tratado General de Integración Económica Centroa­ mericana y otros instrumentos constitucionales, así como los acuerdos 40 Véase el artículo 247 del Tratado de la CEE, el artículo 56 del Tratado de Montevideo 1980, el artículo 110 del Acuerdo de Cartagena, el artículo XXX del Trata­ do General de Integración Económica Centroamericana y el artículo 23 del Tratado de la Comunidad del Caribe. 158 DERECHO DE IAINTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL de alcance regional y de alcance parcial utilizados en el sistema de la ALADI. En su momento, también fue el caso del denominado Acuerdo de Integración Subregional o Acuerdo de Cartagena, negociado y sus­ cripto dentro del ordenamiento de la antigua ALALC.41 Habitualmente, estos instrumentos incluyen normas mediante las cuales su aplicación efectiva en el territorio de los Estados participan­ tes queda sujeta a la adopción de medidas internas por parte de éstos. La apreciación del efecto de tales disposiciones no ha sido uniforme. Para algunos comentaristas, esas medidas deberían tener como conse­ cuencia operar una verdadera incorporación de tales acuerdos o instru­ mentos similares al derecho interno de los Estados, facultad que en muchas legislaciones nacionales se atribuye al Poder Legislativo me­ diante el procedimiento de aprobación. Para otros, se trataría de sim­ ples medidas de ejecución o destinadas a posibilitar la efectividad de las normas contenidas en tales instrumentos, más que a establecer la validez de las mismas en el territorio nacional. En ese entendido, las medidas referidas corresponderían al Poder Ejecutivo, que tiene facul­ tades para actuar sobre la base del Tratado constitucional del respec­ tivo ordenamiento de integración, que se entiende plenamente vigente al haber sido oportunamente aprobado por el Poder Legislativo. En apoyo de su opinión, estos últimos autores asimilan ese tipo de acuer­ dos o instrumentos convencionales, a los que la doctrina ha denomi­ nado “executive agreements”. A pesar de estos puntos de vista diferentes los Estados latinoame­ ricanos, especialmente los miembros de la ALADI y del Mercado Común Centroamericano, se han inclinado en la práctica por dictar medidas de aplicación más que medidas propiamente aprobatorias. Sin embargo, en algunos casos, como en el de la incor­ poración del Acuerdo de Cartagena a los ordenamientos nacionales de algunos de los Estados signatarios, las medidas del Poder Ejecutivo fueron impugnadas por ser presuntamente inconstitucionales.42 41 Sobre la naturaleza del Acuerdo de Cartagena, como “acuerdo subregional” según el ordenamiento de la ALALC, puede ser consultado el análisis contenido en García Amador, Francisco V., El ordenamiento jurídico andino, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1977. 42 Un análisis de los problemas prácticos suscitados a propósito de la aprobación del Acuerdo de Cartagena, que bien puede servir de paradigma para otros eventuales casos referentes a instrumentos de naturaleza parecida, se puede consultar en los si­ guientes trabajos: 1) Orrego Vicuña, Francisco, “La incorporación del ordenamiento subregional al derecho interno, Análisis de la práctica chilena”, en Derecho de la Integración, nQ 7, Buenos Aires, INTAL, 1970. 2) Orrego Vicuña, Francisco, “La incor­ poración del ordenamiento jurídico subregional al derecho interno. Análisis de la prác­ tica y jurisprudencia de Colombia”, en INTAL, La dimensión jurídica de la integración. América Latina, Buenos Aires, INTAL, 1973. ca pítu lo v 159 La aplicación del Derecho de la Integración en el territorio de los Estados, de la misma manera que el Derecho de las Organizaciones Internacionales, plantea problemas novedosos cuando se trata de la validez de las normas contenidas en los actos jurídicos de los órganos de la estructura orgánica de los sistemas de integración. Por su pro­ pia índole, esos actos son el resultado de la aplicación de procedimien­ tos no convencionales de creación normativa y se basan en las compe­ tencias y poderes conferidos a dichos órganos por los tratados consti­ tucionales de los respectivos ordenamientos de integración. En ciertos casos estos problemas se solucionaron con normas expresas sobre el particular contenidas en los referidos tratados de algunos esquemas de integración y, en otros, mediante criterios inter­ pretativos adoptados por tribunales comunitarios. Esto implica que, por regla general, las respuestas a cuestiones surgidas en este nivel de relaciones entre los ordenamientos de integración y el derecho inter­ no de los Estados se deben buscar, más que en el Derecho Interna­ cional, en estos mismos sistemas normativos. Dentro del ordenamiento de la Comunidad Europea, los Tratados de París y de Roma, por una parte, contienen normas precisas sobre la materia y, por otra, el Tribunal de Justicia de la Comunidad ha de­ sarrollado una amplia y clara jurisprudencia al respecto. El Tratado de la CEE, por ejemplo, al determinar las fuentes no convencionales del Derecho Comunitario, no sólo define la índole de los correspondientes actos de los órganos de la Comunidad sino que, al mismo tiempo, precisa los alcances de esos actos. En su artículo 189 dispone que el “reglamento”, cuya aprobación corresponde al Consejo, “tendrá un alcance general” y “será obligatorio en todos sus elementos y directa­ mente aplicable en cada Estado miembro”. En cuanto a la “decisión”, establece que “será obligatoria en todos sus elementos para todos sus destinatarios”. Adicionalmente, en su artículo 191 estipula que “los reglamentos se publicarán en el Diario Oficial de la Comunidad” y “entrarán en vigor en la fecha que ellos mismos fijen o, a falta de ella, a los veinte días de su publicación”. Las directivas y decisiones, a su vez, “se notificarán a sus destinatarios y surtirán efecto a partir de tal notificación”. Por su parte, el Tribunal de Justicia de la Comunidad ha precisa­ do, en varios de sus fallos, el alcance de las disposiciones citadas, así como de otras concordantes. Según explica Robert Kovar, al sostener que el “Tratado de la CEE ha instituido un ordenamiento jurídico propio integrado con el sistema jurídico de los Estados miembros”, el Tribu­ nal ha puesto en evidencia, simultáneamente, “la autonomía del dere­ cho comunitario con respecto a los derechos nacionales, su inserción 160 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL en el ordenamiento jurídico de los Estados miembros y, finalmente, su primacía sobre las normas de estos últimos”.43 En cuanto a la validez de los tratados constitucionales, el Tribunal sostuvo, en uno de sus fallos, que el orden jurídico comunitario “inde­ pendiente de la legislación de los Estados miembros, al igual que crea deberes para los particulares, está también destinado a engendrar derechos que entren en su patrimonio jurídico, derechos que tienen su origen no sólo en atribuciones explícitas existentes en el Tratado, sino también en las obligaciones que el Tratado impone de forma bien definida, lo mismo a los particulares que a los Estados miembros y a las instituciones comunitarias”. Con referencia al denominado “efecto directo” del reglamento, afirmó, en otra de sus sentencias, que “en ra­ zón de su misma naturaleza y de su función en el sistema de las fuen­ tes del Derecho comunitario, produce efectos inmediatos y es, como tal, apto para otorgar a los particulares derechos que las jurisdicciones nacionales tienen la obligación de proteger”.44 En el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena, existen asimismo normas precisas sobre los efectos de los actos de los órga­ nos del sistema, en el ámbito territorial de los Estados miembros. El Tratado de creación del Tribunal de Justicia del Acuerdo, aparte de definir las fuentes convencionales y no convencionales del ordenamien­ to jurídico subregional, determina los alcances de estas últimas y, sobre todo, las condiciones de su integración a los órdenes jurídicos nacio­ nales. En primer lugar, el artículo 2 prescribe que “las Decisiones obligan a los Países Miembros desde la fecha en que sean aprobadas por la Comisión”. En segundo lugar, el artículo 3 dispone que “las De­ cisiones serán directamente aplicables en los Países Miembros a partir de la fecha de su publicación en la Gaceta Oficial del Acuerdo, a menos que las mismas señalen una fecha posterior”. Por último, el artículo 4 estipula que las “Resoluciones de la Junta entrarán en vigencia en la fecha y con las modalidades que establezca su Reglamento”.45 Luego de examinar el sentido y alcance de estas disposiciones, así como de otras contenidas en el propio Acuerdo de Cartagena, José 43 Kovar, Robert, “Relaciones entre el derecho comunitario y los derechos nacio­ nales”, en Comisión de las Comunidades Europeas, Treinta años de Derecho Comunitario, Luxemburgo, Oficina de Publicaciones Oficiales de las CCEE, 1981. 44 Extractos citados en Pérez González, Manuel, “Derecho Comunitario y Derecho Interno”, en Diez de Velasco, Manuel, compilador, El Derecho de la Comunidad Europea, Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1982. 45 El artículo 13 del reglamento de la Junta dispone que sus Resoluciones “entra­ rán en vigor en la fecha en que se adopten” y que serán “comunicadas” a los Países Miembros por el Director-secretario de este órgano. CAPÍTULO V 161 Guillermo Andueza sostiene que el ordenamiento jurídico de éste es “un ordenamiento imperativo y por tanto obligatorio” y que “se aplica di­ rectamente en el territorio de los países miembros sin necesidad de la intervención del país que lo recibe”.46 Los fundamentos de la obligato­ riedad y de la aplicación directa de las normas del Acuerdo y de las normas adoptadas mediante actos de sus órganos, son diferentes. “La obligatoriedad del Acuerdo entre las partes y su aplicabilidad directa a los particulares se origina en el principio pacta sunt servanda y en la incorporación de este acuerdo al derecho interno de los países miembros”, según los procedimientos previstos en sus respectivos or­ denamientos constitucionales. En cambio, la obligatoriedad y aplicabilidad directa de las Decisio­ nes de la Comisión y de las Resoluciones de la Junta, se fundan en normas expresas del ordenamiento jurídico del Acuerdo, en especial las contenidas en los citados artículos del Tratado de creación del Tribunal de Justicia. “Las Decisiones —añade José Guillermo Andueza— son actos unilaterales de un órgano”, lo cual impide que se les pueda aplicar “el mismo sistema de incorporación que el derecho interno ha previs­ to para recibir las normas internacionales”. Esta es la razón por la cual el ordenamiento jurídico subregional, al fijar las reglas del artículo 3 del Tratado del Tribunal de Justicia, ha reservado para sí la determi­ nación de las condiciones para la validez de las mismas en el ámbito territorial de los Estados miembros. En los sistemas normativos de los restantes esquemas de integra­ ción económica en América Latina no existen disposiciones tan preci­ sas como las comentadas. El efecto de los actos jurídicos de sus órga­ nos, en particular de aquellos dotados de poderes normativos, así como las formalidades para su integración en el ordenamiento interno de los Estados participantes tendrán que ser inferidos de otras normas que, de alguna manera, definen la naturaleza de tales actos. De la misma manera que en los instrumentos normativos conven­ cionales pero que adoptan normas de derecho derivado antes mencio­ nados, en algunas resoluciones, decisiones o actos similares de los ór­ ganos de los esquemas de integración se establece que para su aplicación en el ámbito territorial de los Estados, los mismos deberán ser motivo de medidas expresas de orden interno. Por propia definición, 46 Andueza, José Guillermo, “La aplicación directa del ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, nQ 98, Buenos Aires, INTAL, 1985. Sobre el mismo tema, también puede ser consultado Zelada Castedo, Alberto, “El Tratado que crea el Tribunal Andino de Justicia: sus consecuencias en el ordenamien­ to jurídico del Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, nQ 89, Buenos Aires, INTAL, 1984. 162 DERECHO D E SIN T EG R A C IÓ N ECONÓMICA REGIONAL por ejemplo, las “directivas” del Consejo de la Comunidad Económica Europea requieren de esas disposiciones internas. El artículo 189 del Tratado de Roma establece que “la directiva obligará al Estado miembro destinatario en cuanto al resultado que deba conseguirse, dejando sin embargo, a las autoridades nacionales la elección de la forma y de los medios”. En otros términos, pero con un alcance análogo, el artículo 3 del Tratado de creación del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Carta­ gena dispone que “cuando su texto así lo disponga, las Decisiones requerirán de incorporación al derecho interno, mediante acto expreso en el cual se indicará la fecha de su entrada en vigor en cada País Miembro”. A pesar de que entre los comentaristas subsiste aún cierto desa­ cuerdo sobre el alcance de estas condiciones, predomina la opinión de que las medidas internas exigidas no son, en sentido estricto, un requisito para la validez de los actos de los órganos en el ámbito terri­ torial de los Estados, sino, en todo caso, simples disposiciones de eje­ cución destinadas a garantizar su efectividad. Si tales medidas fuesen consideradas como actos aprobatorios, similares a los requeridos en el caso de los instrumentos convencionales, existiría el riesgo de desvir­ tuar la naturaleza de tales decisiones o resoluciones que son, más bien, actos unilaterales, ejercidos en virtud de competencias y poderes ex­ presamente conferidos. El establecimiento de condiciones adicionales para efectivizar su aplicación en el ámbito territorial de los Estados, depende, más que de la potestad de éstos, de las normas de los res­ pectivos ordenamientos de integración, sea mediante la definición de la naturaleza de algunos de esos actos o mediante el otorgamiento de facultades para determinar dichas condiciones al mismo órgano que los emite. 6. La discriminación y la no discriminación en el Derecho de la Integración Un segundo problema importante que emerge como consecuencia del análisis de los ámbitos de validez de los ordenamientos de integración económica se refiere a su posición frente al postulado de la no discri­ minación en las relaciones económicas y comerciales internacionales, compartido por la gran mayoría de los Estados de la sociedad interna­ cional, y a las condiciones en que estos sistemas normativos aseguran, dentro de su propio ámbito, la vigencia del mismo principio entre los Estados participantes. Por su propia naturaleza, un ordenamiento jurí­ dico de integración económica regional es un ordenamiento CAPÍTULO V 163 discriminatorio, pues consagra situaciones jurídicas diferentes para aquellos sujetos que pertenecen a él y para aquellos otros que no participan. Al mismo tiempo, desde el punto de vista de la situación jurídica de los primeros, todo sistema normativo de integración conlle­ va, necesariamente, la finalidad de igualar la misma, evitando los tra­ tamientos discriminatorios entre los Estados involucrados. La teoría de la integración económica regional basa sus análisis en este importante supuesto. Así, por ejemplo, es muy precisa en este sentido la conceptualización de Fritz Machlup: “Whenever it is less than worldwide, integration itnplies both discrimination and nondiscrimination. Regional integration, for example, requieres non-discrimination among Products and factor coming from (orgoing to) countries within the región, but discrimination against Products or factors coming from (or going to) countries outside the región”}1 En los últimos decenios, y en especial después de la Segunda Guerra Mundial, se ha discutido intensamente sobre el papel de los sistemas de integración económica regional e, inclusive, de los acuer­ dos regionales de comercio, en la política económica internacional orientada a lograr un sistema comercial y económico internacional más integrado y, consiguientemente, más libre de obstáculos a los intercambios de bienes y a otro tipo de transacciones entre los países. Después de este debate se ha reconocido que esos esquemas regiona­ les, sobre todo si siguen ciertas pautas, contribuyen positivamente a ese objetivo global, al crear condiciones para una economía internacional más integrada merced a la intensificación de los procesos de liberalización en ámbitos geográficos limitados. Al respecto Isaiah Frank señala que, por ejemplo, el GATT “no se limita a permitir las uniones adua­ neras”, sino que va más allá y “estimula su formación”, y en apoyo de esta aseveración cita lo dispuesto en el artículo XXIV del Acuerdo General, en el sentido de que “las Partes Contratantes reconocen la conveniencia de aumentar la libertad comercial por el desarrollo, a través de acuerdos voluntarios, de una más estrecha integración entre las economías de los signatarios de tales acuerdos”.48 El postulado de la no discriminación tiene una larga historia y está vinculado directamente con el postulado del reconocimiento de la igualdad jurídica de los Estados. Desde el punto de vista económico y comercial está estrechamente conectado con la necesidad de estimular 47 Machlup, Fritz, A History of Thought on Economic Integration, Nueva York, Columbia University Press, 1977. 48 Frank, Isaiah, El Mercado Común Europeo. Un análisis de política comercial, Barcelona, Ed. Hispano Europea, 1962. 164 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL una creciente multilateralización de los regímenes pertinentes como condición para lograr una mejor asignación de los recursos a escala internacional.49 El principal medio para asegurar la aplicación del principio de no discriminación ha sido la incorporación de la “cláusula de la nación más favorecida” en los tratados internacionales. En opinión de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, “la cláusula de la nación más favorecida puede considerarse como instrumento o medio de promover la igualdad de los Estados o la no discriminación”. La Corte Internacional de Justicia, a su vez, ha sostenido que el objeto de la cláusula es “establecer y mantener en todo momento una igualdad fundamental sin discriminación entre los países interesados”.50 La misma Comisión, en su Proyecto de Artículos sobre la Cláusu­ la de la Nación más Favorecida, define a ésta como “una disposición de un tratado en virtud de la cual un Estado contrae respecto de otro Estado la obligación de otorgar el trato de nación más favorecida en una esfe­ ra convenida de relaciones”. El trato de la nación más favorecida, a su vez, “es el trato otorgado por el Estado concedente al Estado benefi­ ciario, o a personas o cosas que se hallan en determinada relación con ese Estado, no menos favorable que el trato conferido por el Estado concedente a un tercer Estado o a personas o cosas que se hallan en la misma relación con ese tercer Estado”.51 En una primera etapa, la cláusula de la nación más favorecida fue adoptada mediante acuerdos o tratados internacionales bilaterales y, en muchas ocasiones, con carácter condicional o sujeta a reciprocidad. Posteriormente fue incorporada en acuerdos o tratados multilaterales y con carácter incondicional, culminando el proceso con la aprobación, a fines del decenio de 1940, del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, cuyo artículo I contiene la formulación contemporánea de esa cláusula.52 49 Sobre el desarrollo de los denominados “principios sustantivos” del Derecho Internacional Económico, entre los cuales figura el principio de “no discriminación”, se puede consultar Ver Loren Van Themaat, Peter, The Changing Structure of Internatio­ nal Economie Law, La Haya, Martinus Nijhoff Publishers, 1981. 50 “Informe de la Comisión a la Asamblea General sobre la labor realizada en su Trigésimo Período de Sesiones”, en Anuario de la Comisión de Derecho Internacional, 1978, A/CN.4/SER.A/1978/Add. 1 (Part 2). 51 Véase artículos 4 y 5 del Proyecto incluido en el documento citado en la nota 50. 52 Los temas de la no discriminación y, sobre todo, de la cláusula de la nación más favorecida, han motivado una extensa bibliografía. Para un examen de sus aspectos principales se puede consultar Orrego Vicuña, FYancisco, compilador, Derecho Interna­ CAPÍTULO V 165 Otro medio para asegurar la no discriminación es la “cláusula del trato nacional”, incorporada, igualmente, en numerosos tratados inter­ nacionales. Mientras que la cláusula de la nación más favorecida pretende garantizar la igualdad de tratamiento, en el territorio de un Estado, entre el Estado beneficiario y los restantes terceros Estados, la finalidad de la cláusula del trato nacional es evitar la discriminación entre los nacionales del Estado beneficiario y los nacionales del Esta­ do concedente. Si bien el trato de la nación más favorecida y el trato nacional pueden ser reconocidos con referencia a diversas materias, para el examen de los problemas de discriminación y no discriminación en los ordenamientos de integración económica regional interesa, especial­ mente, su aplicación a las transacciones económicas entre los Estados y, de manera singular, a los intercambios comerciales. El citado artículo I del GATT enuncia el “trato general de la na­ ción más favorecida” en los siguientes términos: “En materia de derechos de aduana y cargas de cualquier clase, impuestos a las im­ portaciones o a las exportaciones, o en relación con ellas o que graven las transferencias internacionales de fondos en concepto de pagos de importaciones o exportaciones, en lo que concierne a los métodos de exacción de tales derechos y cargas, así como en todos los reglamen­ tos y formalidades relativos a las importaciones y exportaciones (...) cualquier ventaja, favor, privilegio o inmunidad concedido por una parte contratante a un producto originario de otro país o destinado a él, será concedido inmediata e incondicionalmente a todo producto similar origi­ nario de los territorios de todas las demás partes contratantes o a ellos destinado”. El artículo III del mismo instrumento, a su vez, enuncia la cláusula del “trato nacional” en los siguientes términos: “Los productos del territorio de toda parte contratante importados en el de cualquier otra parte contratante no estarán sujetos, directa ni indirectamente, a impuestos u otras cargas interiores, de cualquier clase que sean, superiores a los aplicados, directa o indirectamente, a los productos nacionales similares". Al mismo tiempo que consagra el principio de la no discriminación, especialmente en materia comercial, mediante la mencionada cláusula de la nación más favorecida, el Acuerdo General dispone que la apli­ cación de ésta no impedirá la suscripción, entre los países signatarios, de cierto tipo de acuerdos regionales o parciales. En efecto, el artículo cional Económico. América Latina y la cláusula de la nación más favorecida, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1974. 166 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL XXIV de este instrumento estipula expresamente que “las disposiciones del presente Acuerdo no impedirán, entre los territorios de las partes contratantes, el establecimiento de una unión aduanera ni el de una zona de libre comercio, así como tampoco la adopción de un acuerdo provi­ sional necesario para el establecimiento de una unión aduanera o de una zona de libre comercio”. Esto significa que los acuerdos o esquemas de integración económica entre países miembros del Acuerdo que tengan estos alcances constituyen verdaderas excepciones al prin­ cipio de no discriminación y al trato de la nación más favorecida. Por consiguiente, desde el punto de vista jurídico, el Derecho Internacional Económico acepta los postulados de la teoría de la integración económica regional y de la política comercial internacional, referentes a la conveniencia del establecimiento de regímenes comer­ ciales V económicos preferenciales y, en consecuencia, discriminatorios, como un medio para favorecer el objetivo de una economía internacio­ nal más integrada y libre de obstáculos. Con posterioridad, los países miembros del GATT han aceptado excepciones adicionales a la cláusula de la nación más favorecida, a fin de atender las legítimas aspiraciones de los países en desarrollo. La más importante de ellas es la adoptada mediante una decisión de las Par­ tes Contratantes del Acuerdo General y que se conoce con el nombre de “cláusula de habilitación”. En virtud de esta cláusula se permite a los países industrializados otorgar a los países en desarrollo preferen­ cias arancelarias discriminatorias, así como a los países en desarrollo negociar y adoptar entre ellos regímenes arancelarios también discriminatorios.53 La índole discriminatoria de los ordenamientos de integra­ ción deriva de que éstos se basan en el supuesto de que consagran, necesariamente, un régimen preferencial, tanto en materia comercial como en otras materias, en favor de los países participantes, excluyendo de ese régimen a los países no participantes. A su vez este tratamiento preferencial está fundado en la reciprocidad, por lo cual su hipotética extensión a terceros países está habitualmente sujeta a condiciones más o menos rígidas y, en algunos casos, expresamente excluida. El carácter discriminatorio o preferencial de estos órdenes se des­ prende, asimismo, de las disposiciones de sus respectivos tratados constitucionales referentes a la adhesión de nuevos Estados. Se trata, en general, de tratados cerrados que, por esta circunstancia, fijan 53 Halperin, Marcelo, “La Ronda Tokio y los países en desarrollo: la cláusula de habilitación”, en Integración Latinoamericana, nQ 45, Buenos Aires, INTAL, 1980. CAPÍTULO V 167 condiciones expresas, tanto objetivas como subjetivas, para la adhesión. Se puede sostener que, en rigor, ningún tratado de integración econó­ mica regional tiene vocación universal sino, a lo sumo, vocación para ampliar su ámbito de aplicación a Estados objetivamente situados en la misma región, sea que la misma se defina en función de criterios geográficos o de otra índole. El Tratado de la CEE, por ejemplo, mediante su artículo 237 res­ tringe la participación en la Comunidad a los países europeos. Según esta norma, “cualquier Estado europeo podrá solicitar el ingreso como miembro de la Comunidad”. Esta solicitud deberá ser dirigida al Con­ sejo y “las condiciones de admisión y las adaptaciones del presente Tratado que ello implique serán objeto de un acuerdo entre los Estados miembros y el Estado solicitante”, el cual “se someterá a la ratificación de todos los Estados contratantes de acuerdo con sus respectivas normas constitucionales”. El Tratado de Montevideo 1980 restringe de la misma manera la eventual participación en la ALADI a los países de América latina. En este sentido, en su artículo 58 estipula que el Tratado “quedará abier­ to a la adhesión de aquellos países latinoamericanos que así lo solici­ ten”. La adhesión será aceptada por el Consejo de Ministros mediante una decisión aprobada por los dos tercios de votos afirmativos de los países miembros y sin que haya voto negativo.54 En cuanto al Acuerdo de Cartagena, en su texto original restringía la participación a los restantes países miembros de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Según la última enmienda introducida por el Protocolo de Quito, esa eventual participación está ahora abierta a otros países latinoameri­ canos. Las condiciones de adhesión, tal como lo dispone el artículo 109 del Acuerdo, “serán definidas por la Comisión, para lo cual tendrá en cuenta que la incorporación de nuevos miembros debe ajustarse a los objetivos” de este instrumento. A su vez, la posible participación en el Tratado General de Integración Económica Centroamericana está restringida a los países de América Central. Según el artículo XXXIII del Tratado, éste “queda abierto a la adhesión de cualquier Estado Centroamericano que no lo hubiera suscripto originalmente”. Del mismo modo, el Tratado de Chaguaramas limita la participación en la Comunidad del Caribe a los países de esta región. Tal como lo establece el artículo 29 del Trata­ do, “cualquier Estado o Territorio de la región del Caribe puede solici­ 54 Véase artículo 43, inciso e) del Tratado de Montevideo 1980. 168 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL tar a la Conferencia su adhesión como miembro de la Comunidad y puede, si así lo decide la Conferencia, ser admitido como tal”. Si bien los textos citados no expresan una prohibición, sus efectos son los mismos. En ningún caso, por consiguiente, se ha previsto la eventualidad de que los ámbitos territorial y personal de los respecti­ vos ordenamientos de integración se amplíen a otros territorios o paí­ ses que no sean aquellos situados en la correspondiente región. Al mismo tiempo que los ordenamientos de integración crean un régimen discriminatorio en relación con los Estados no participantes, se basan en el supuesto de evitar las discriminaciones entre los Esta­ dos participantes. Según la forma de integración económica adoptada, son varios los medios empleados para asegurar la vigencia del princi­ pio de no discriminación, incluyendo la cláusula de la nación más fa­ vorecida y la cláusula del trato nacional. Por regla general, la primera de estas cláusulas está incorporada en aquellos tratados constitucionales que adoptan formas de integración menos profundas que la unión aduanera. Esto se debe a que la principal consecuencia del perfeccionamiento de ésta es la pérdida de autono­ mía de los países integrantes en materia de aranceles aplicables a las importaciones de bienes desde terceros países y al consiguiente tras­ lado de la competencia para administrar el arancel común a las insti­ tuciones del respectivo esquema de integración. La exigencia de apli­ car, generalmente en forma incondicional y automática, el tratamiento de la nación más favorecida entre los países de un determinado esque­ ma, según el compromiso estipulado en una cláusula de la nación más favorecida, se basa en el supuesto de que dichos países mantienen su propias competencias en cuanto a su política comercial frente a terce­ ros Estados. Por esta razón, el Tratado de la CEE no incorpora la cláusula de la nación más favorecida. Sin embargo, no por ello deja de postular la obligación de asegurar la vigencia del principio de no discriminación. Así, en su artículo 7 prescribe que “en el ámbito de aplicación del presente Tratado y sin perjuicio de las disposiciones particulares que establezca, se prohibirá toda discriminación por razón de la nacionali­ dad!'. Según Nicola Catalano, el artículo 7 “enuncia un principio de carácter general” y, en consecuencia, “establece un criterio de interpre­ tación de las distintas disposiciones del Tratado y, al mismo tiempo, una directiva para la acción de las instituciones de la Comunidad y de los Estados miembros”.55 55 Catalano, Nicola, ob. cit. CAPÍTULO V 169 Algo similar ocurre en los ordenamientos jurídicos del Mercado Común Centroamericano y de la Comunidad del Caribe. En el prime­ ro, la cláusula de la nación más favorecida ha sido reemplazada por tres tipos de obligaciones cuyo efecto consiste, básicamente, en asegurar la no discriminación entre los países miembros: 1) obligación de rea­ lizar consultas antes de celebrar acuerdos con terceros países; 2) obli­ gación de renegociar o denunciar aquellos acuerdos con terceros paí­ ses que contengan la exigencia de conceder a éstos un tratamiento igual al pactado con los restantes países miembros del Mercado Común, y 3) obligación de aplicar, en futuros acuerdos a ser negociados con terceros países, la denominada “cláusula centroamericana de excep­ ción”. El principio y las reglas referentes a esta cláusula están enun­ ciados en el artículo XXIV del Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económica Centroamericana.56 El principio que inspira la misma es, según esta norma, que “el presente Tratado es de carác­ ter específicamente centroamericano y tiene por objeto sentar las bases para la unión aduanera de los países contratantes y la integración progresiva de sus economías”. En virtud de este supuesto, “los Esta­ dos signatarios convienen en seguir manteniendo la Cláusula Centro­ americana de Excepción en los tratados comerciales que celebren sobre la base del tratamiento de la nación más favorecida con países distintos a los Estados contratantes”. Esto significa que los países centroamericanos, al negociar esos acuerdos, deberán hacer constar formalmente que la correspondiente cláusula de la nación más favore­ cida no los obliga a extender al tercer Estado los tratamientos acorda­ dos por aquéllos dentro del ordenamiento del Mercado Común Cen­ troamericano.57 En el ordenamiento de la Comunidad del Caribe y, especialmen­ te, del Mercado Común, las normas que tienen efecto directo en las relaciones comerciales de los países miembros con terceros países es­ tán contenidas en el conjunto de regulaciones referentes a la adopción y administración del arancel externo común. A pesar de esto, el Ane­ xo del Tratado de Chaguaramas enuncia en su artículo 68, un criterio general que, interpretado en forma amplia, serviría como un medio para evitar las discriminaciones entre los países miembros resultantes de tratamientos acordados en favor de terceros países. Esta norma estipu56 El compromiso de mantener la “cláusula centroamericana de excepción” está igualmente enunciado en el artículo XXV del Tratado general de Integración Económi­ ca Centroamericana. 57 Villagrán Kramer, Francisco, “La cláusula de la nación más favorecida en los esquemas de integración económica. El caso de Centroamérica”, en Revista de la Inte­ gración Centroamericana, nQ 8, Tegucigalpa, Banco Centroamericano de Integración Económica, 1973. 170 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL la que “nada de este Anexo impedirá a cualquier Estado miembro participar en otros acuerdos en la medida en que estos acuerdos no sean incompatibles con las obligaciones que los Estados miembros tienen en virtud de este Anexo”. En el ordenamiento del Acuerdo de Cartagena, hasta la reciente reforma introducida por el Protocolo de Quito, no regía la cláusula de la nación más favorecida. Se consideraba que el principio de no discri­ minación entre los países miembros estaba plenamente en vigencia en virtud de diversas normas del Acuerdo, pero especialmente debido al compromiso enunciado en su artículo 68. Según esta disposición, los países miembros se comprometían a “no alterar unilateralmente los gravámenes que se establezcan en las diversas etapas del Arancel Externo Común”, así como a “celebrar consultas en el seno de la Comisión antes de adquirir compromisos de carácter arancelario con países ajenos a la Subregion”. Sin embargo, la interpretación de los alcances de esta norma no fue uniforme, y en alguna oportunidad dio lugar a discrepancias entre los países del Acuerdo.08 Seguramente por esta razón, y además para contemplar el efecto de otras modificaciones, mediante el Protocolo de Quito se convino incorporar al Acuerdo de Cartagena la cláusula de la nación más favorecida. La misma está enunciada en el artículo 114 del nuevo texto del Acuerdo, en los siguientes términos: “Cualquier ven­ taja, favor, franquicia, inmunidad o privilegio que se aplique por un País Miembro en relación con un producto originario o destinado a cualquier otro país, será inmediata a incondicionalmente extendido al producto similar originario de o destinado al territorio de los demás Países Miembros”.59 Como se puede observar, esta norma pretende evitar la discriminación derivada tanto de ventajas concedidas a terceros países como de aquellas otorgadas entre los países miembros del Acuerdo mediante instrumentos o mecanismos no previstos en éste. Por último, en el ámbito de la ALADI se pretende asegurar la no discriminación por medio de la cláusula de la nación más favorecida. Esta cláusula está incluida en el artículo 44 del Tratado de Montevideo 1980, en los siguientes términos: “Las ventajas, favores, franquicias, inmunidades y privilegios que los países miembros apliquen a produc- 58 Zelada Castedo, Alberto, “El principio de discriminación y la regla del ‘standstill’ en el Acuerdo de Cartagena”, en Integración Latinoamericana, nQ 90, Buenos Aires, INTAL, 1984. 59 Zelada Castedo, Alberto, “Las reformas al Acuerdo de Cartagena: la estructura institucional y el principio de no discriminación”, en Integración Latinoamericanay nQ 134, Buenos Aires, INTAL, 1988. CAPÍTULO V 171 tos originarios de o destinados a otro país miembro o no miembro, por decisiones o acuerdos que no están previstos en el presente Tratado o en el Acuerdo de Cartagena, serán inmediata e incondicionalmente ex­ tendidos a los restantes países miembros”.60 En este caso, la cláusula pre­ tende evitar las discriminaciones entre los países de la Asociación y terceros países, así como entre los primeros siempre que se trate de ventajas otorgadas en virtud de arreglos no previstos en el Tratado.61 Por lo general, las normas que consagran el principio de no dis­ criminación entre los países de un ordenamiento de integración, por cualquier vía que sea, establecen al mismo tiempo, determinadas ex­ cepciones. Por ejemplo, una de las excepciones más comunes a la aplicación de la cláusula de la nación más favorecida es la referente a las ventajas comerciales pactadas para facilitar el tráfico fronterizo. Otras excepciones, especialmente en los esquemas de integración entre países latinoamericanos, tienen diversos fundamentos y alcances. Una de las más importantes se funda en el principio u objetivo de promover, dentro de los correspondientes programas de integración, un desarrollo económico equilibrado y armónico entre los países participantes, y se refiere a la posibilidad de otorgar tratamientos preferenciales y, por consiguiente, discriminatorios en favor de los países calificados como de menor desarrollo económico relativo. Desde que fue aprobado el Tratado de Montevideo 1960, que estableció la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, ésta se ha convertido en una excepción clásica en los ordenamientos de integración entre paí­ ses de América Latina. El Tratado de Montevideo 1980 admite la posibilidad de que los países de la ALADI otorguen a los de menor desarrollo económico relativo y de desarrollo intermedio, ventajas comerciales no extensivas, automáticamente, a otros países no beneficiarios.62 De la misma manera, el Acuerdo de Cartagena contiene diversas disposiciones que autorizan el otorgamiento de ventajas especiales en favor de Bolivia y Ecuador que, asimismo, no se hacen extensivas a los restantes países miembros.63 Otras excepciones particularmente novedosas se derivan de la 60 El artículo 48 del Tratado de Montevideo 1980 incorpora también una cláusula de la nación más favorecida aplicable a los tratamientos otorgados a los capitales. 61 Oria, Jorge L., “La cláusula de la nación más favorecida en el Tratado de Montevideo 1980”, en Integración Latinoamericana, nQ 62-63, Buenos Aires, INTAL, 1981. 62 Véase Capítulo III del Tratado de Montevideo 1980. 63 Véase Capítulo XIII del Acuerdo de Cartagena. 17 2 DERECHO DE L\INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL concepción misma del programa de integración de la ALADI. Según el régimen del Tratado de Montevideo 1980, el “área de preferencias económicas” postulada por éste está constituida, entre otros, por los denominados “acuerdos de alcance parcial”. Por propia definición, estos instrumentos podrán contener ventajas arancelarias y de otro tipo entre los países signatarios que beneficiarán exclusivamente a éstos, o sea que podrán ser discriminatorias con respecto a los restantes miembros de la Asociación no signatarios de los acuerdos. Explícitamente, el artículo 7 del Tratado de Montevideo 1980 dispone que “los derechos y obligaciones que se establezcan en los acuerdos de alcance parcial regirán exclusivamente para los países miembros que los suscriban o que a ellos adhieran”. Sin embargo, este tipo de discriminación tiene un carácter transi­ torio, pues otras disposiciones del Tratado de Montevideo 1980 obligan a la progresiva “convergencia” o “multilateralización” de los acuerdos de alcance parcial. En este sentido, el artículo 9, en su inciso b), esta­ blece que estos acuerdos “deben contener cláusulas que propicien la convergencia a fin de que sus beneficios alcancen a todos los países miem­ bros”,64 Como se ve, la norma de la no discriminación entre los países miembros de los ordenamientos de integración económica en Améri­ ca Latina no tiene un valor absoluto. Admite no sólo la clásica excep­ ción de tráfico fronterizo, sino otras debidas a la consideración de las diferencias en el grado de desarrollo de los países participantes e, in­ clusive, a la concepción misma de los medios para alcanzar la integra­ ción económica. Estas últimas excepciones, sin embargo, no desvirtú­ an la vigencia del principio de no discriminación, pues están sujetas a condiciones expresamente estipuladas, referentes a las negociaciones de los instrumentos pertinentes, así como al control institucional de la aplicación de éstos. En diversas circunstancias, los argumentos para autorizar algunas de estas excepciones a la no discriminación se han fundado en la interpretación del principio o la norma de la reciproci­ dad que, al igual que el principio de la no discriminación, es uno de los supuestos fundamentales de estos ordenamientos de integración.65 64 Zelada Castedo, Alberto, “Convergencia y multilateralismo en la ALADI”, en Integración Latinoamericana, nQ 93, Buenos Aires, INTAL, 1984, y Zelada Castedo, Alberto, “Los acuerdos del Programa de Integración y Cooperación Económica entre Argentina y Brasil y el ordenamiento jurídico de la ALADI”, en Integración Latinoame­ ricana, nQ 129, Buenos Aires, INTAL, 1987. 65 En el ordenamiento de la antigua ALALC, por ejemplo, fueron establecidas, asimismo, excepciones a la norma de la discriminación al autorizarse la suscripción, en- CAPÍTULO V 173 En cuanto a la posible discriminación entre nacionales de un país y nacionales de otro país miembro, en los tratados de integración, especialmente en el caso de los ordenamientos en América Latina, es frecuente la inclusión de la cláusula del “trato nacional”. Así, el Trata­ do de Montevideo 1980, en su artículo 46, dispone que “en materia de impuestos, tasas y otros gravámenes internos, los productos originarios del territorio de un país miembro gozarán en el territorio de los demás países miembros de un tratamiento no menos favorable al que se apli­ que a productos similares nacionales”. De la misma manera, el Acuer­ do de Cartagena, en su texto modificado, incorpora esta cláusula en el artículo 44. Por su parte, el artículo VII del Tratado General de Inte­ gración Económica Centroamericana, dispone que “ninguno de los Estados signatarios establecerá ni mantendrá regulaciones sobre la distribución o expendio de mercancías originarias de otro listado signatario, cuando tales regulaciones tienda a colocarlos o efectivamen­ te la coloquen en situación discriminada con respecto a iguales mer­ cancías de producción nacional o importadas de cualquier otro país”. Para concluir, se puede sostener que los ámbitos de validez de los ordenamientos jurídicos de integración económica están en relación directa con la índole de ordenamientos discriminatorios que éstos tie­ nen, así como con los principios y normas de no discriminación entre los países miembros que consagran al mismo tiempo. Cualquier hipotética ampliación del ámbito, por ejemplo mediante la adhesión de un tercer Estado, supone reducir el ámbito de las prohibiciones de discriminación externa y ampliar el ámbito de la no discriminación interna. O, a la inversa, el mayor o menor alcance de las reglas sobre discriminación o no discriminación de la medida de los ámbitos, especialmente del ámbito territorial y personal, de los ordenamientos de integración. tre algunos países miembros, de los denominados “acuerdos de complementación indus­ triar y “acuerdos subregionales”, los cuales podían contener tratamientos en favor, únicamente, de los países signatarios de los mismos. 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CAPÍTULO VI EL CONTROL DE LA LEGALIDAD, LA INTERPRETACIÓN UNIFORME Y LA SOLUCIÓN DE CONTROVERSIAS EN EL DERECHO DE LA INTEGRACIÓN 1. Aplicación e interpretación del derecho en las organizaciones internacionales La aplicación de las normas jurídicas e, inclusive, su cumplimiento por parte de los destinatarios de las mismas suponen, necesariamente, un acto de interpretación de su contenido y alcances. Esta premisa es válida para todo orden jurídico, sea de carácter interno o de carácter internacional. Se puede sostener, por ello, que la interpretación es la condición para la aplicación y el cumplimiento de las normas jurídicas. Al referirse al Derecho Internacional y, en especial, al Derecho de las Organizaciones Internacionales, Henry G. Schermes sostiene: “Whoever applies a rule in the way he thinks it should be understood. This is why the Member Satates and the organs of the organization, to whom most of the rules apply, have an extensive power to interpret their rights, their obligations and their competence under the law of an international organization”.1 En algunas circunstancias, esta interpretación puede ser cuestionada por otro sujeto de derecho, dando origen a una controversia. Por tal razón, como subraya este autor, “it is difficult to separate questions of interpretation from disputes”. Sinembargo, no siempre una interpretación es el único motivo de controversia. Los sujetos pueden estar de acuerdo en los aspectos estrictamente legales o jurídicos de una materia, pero discrepar en 1 Schermes, Henry G., International Institutional Law, Leyden, A.W. Sijthoff, 1972. 186 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL cuanto a determinados hechos implicados en la aplicación o el cumplimiento de las normas. En respuesta a esta lógica, todo orden jurídico desarrolla, dentro de sí mismo, los medios para la aplicación e interpretación de sus normas, así como para la solución de los conflictos que surjan a propósito de éstas, o de hechos referentes a su cumplimiento. El examen de la aplicación del derecho en los ordenamientos de integración económica, reclama, obligatoriamente, una referencia a las soluciones sobre el particular utilizadas en el Derecho Internacional y, especialmente, en el Derecho de las Organizaciones Internacionales. En buena medida, los criterios de aplicación y los métodos de solución de conflictos empleados en estos dos ámbitos normativos sirvieron de inspiración a las fórmulas adoptadas en el Derecho de la Integración. En ciertas circunstancias, además, esos métodos se emplean en forma directa o, cuanto menos, en forma supletoria, en el ámbito de este último. El estudio del Derecho Internacional se concentra, preferentemen­ te, en los denominados métodos o procedimientos de solución pacífi­ ca de las controversias, que después de un largo proceso de entendi­ miento entre los Estados de la sociedad internacional se han incorpo­ rado al aservo de aquél. Según la doctrina más difundida, dichos mé­ todos pueden ser agrupados en dos grandes categorías: los procedimien­ tos diplomáticos y los procedimientos jurisdiccionales. En el primer grupo figuran la negociacióny los buenos oficios, la mediación, la conciliación, la investigación y los recursos ante organizaciones internacionales. En la segunda categoría, se incluyen el arbitraje y el recurso judicial? 2 Véase Vinuesa, Raúl Emilio, “La solución pacífica de controversias entre Esta­ dos”, en OEA, Noveno Curso de Derecho Internacional organizado por el Comité Jurídi­ co Interamericano, Washington D.C., Secretaría de la OEA, 1983. Advierte este autor, con acierto, que de todos estos métodos sólo uno de ellos, la negociación, supone la no intervención de un tercero. La negociación, considerada el “método originario”, produce un resultado final que “se basará en concesiones recípro­ cas”, originando un “acuerdo o tratado en donde las partes generan un régimen jurídi­ co particular aplicable para la solución de la controversia”. Los buenos oficios implican la intervención de un tercero, generalmente un Estado, que “acerca a las partes en conflicto cuando éstas han interrumpido la posibilidad de negociar directamente” y “ejerce su persuasión para que los Estados acepten la necesidad de llegar a un acuer­ do”. En la mediación, la intervención del tercero supone, además de acercar a las par­ tes en conflicto, proponer “cursos de acción” o “soluciones alternativas”. La conciliación se caracteriza por el hecho de que el tercero propone “formalmente una solución al conflicto planteado”. En el procedimiento de la investigación, las comisiones respecti­ vas tienen la “misión de establecer los hechos sobre los cuales existe una controversia”, dejando que las partes involucradas decidan o acuerden el curso de acción a seguir. Por último, los recursos ante organizaciones internacionales, no innovan, en su esencia, los CAPÍTULO VI 187 Al definir los alcances o el ámbito de estos métodos, la doctrina ha intentado diferenciar los conflictos entre Estados en conflictos políticos y conflictos jurídicos, así como en controversias justiciables y controversias no justiciables. De acuerdo con este punto de vista, los métodos diplomáticos serían aplicables a los conflictos políticos y no justiciables, mientras que los procedimientos jurisdiccionales a las controversias jurídicas o justiciables.3 Sin embargo, no todos los autores aceptan sin reservas esta diferenciación. En opinión de Raúl Emilio Vinuesa, debido a que en la práctica “la calificación del conflicto como político o jurídico, justiciable o no justiciable, depende no de pautas objetivas, sino de la intención y deseo de las partes, es inaceptable doctrinariamente asimilar los métodos diplomáticos a los conflictos calificados como políticos y los métodos jurisdiccionales a los conflictos calificados como jurídicos”.4 En todo caso, las controversias entre Estados son, en términos generales, controversias de derecho, por lo cual son aplicables a cualesquiera de ellas los procedimientos diplomáticos o jurisdiccionales que más convengan a los intereses de los Estados involucrados o que más se adecúen a la naturaleza de los conflictos. Los métodos de solución de controversias antes mencionados no son ajenos al Derecho de la Integración. Por su propia naturaleza, sin embargo, es notoria en éste la propensión al empleo de los procedimientos jurisdiccionales, sin que esto signifique dejar de lado totalmente los métodos diplomáticos. Las concepciones y prácticas del Derecho de la Integración están más cerca de los procedimientos utilizados en los sistemas normativos de las organizaciones internacionales. En rigor, las primeras son una versión más perfeccionada de los métodos empleados en estas organizaciones. Por este motivo, es útil traer a colación los comentarios de Peter Ver Loren Van Themaat, contenidos en la síntesis de uno de los más ambiciosos estudios emprendidos sobre el Derecho de las Organizaciones Económicas Internacionales.5 Según este autor, las controversias dentro de una organización internacional pueden ser de métodos diplomáticos tradicionales, sino que simplemente reemplazan con el órgano de una organización al Estado tercero, para ejercitar buenos oficios, mediar, conciliar o investigar. 3 Briggs, H.W., The Law of Nations, Nueva York, Appleton-Century Crofts Inc., segunda edición, 1966. Citado por Vinuesa, Raúl Emilio, ob. cit. 4 Vinuesa, Raúl Emilio, ob. cit 5 Ver Loren Van Themaat, Peter, The Changing Structure of International Econo­ mic Law, La Haya, Martinus Nijhoff Publishers, 1981. 188 DERECHO DE ^IN T EG R A C IÓ N ECONÓMICA REGIONAL los siguientes tipos: 1) controversias entre la organización y sus Estados miembros; 2) controversias entre los Estados miembros de la organización; 3) controversias entre la organización y otros sujetos de los Estados miembros o de Estados no miembros; 4) controversias entre la organización y sus funcionarios; 5) controversias entre un Estado miembro y personas privadas con referencia a las normas básicas o a la aplicación de decisiones de la organización; 6) controversias entre personas privadas dentro del ámbito de materias del derecho de la organización, y 7) controversias entre la organización y personas privadas en materias reguladas por el derecho interno de los Estados. Para lograr la solución de estos conflictos, de acuerdo con Peter Ver Loren Van Themaat, las diversas organizaciones económicas inter­ nacionales adoptaron los siguientes métodos: 1) procedimientos de control referidos al cumplimiento de las decisiones de la organización, que no conducen a la aplicación de medidas obligatorias o que no tie­ nen efectos jurídicos muy precisos; 2) procedimientos que, aún sin llegar a medidas obligatorias, tienen efectos jurídicos concretos; 3) procedimientos destinados a prevenir las controversias mediante la autorización para no aplicar, excepcionalmente, ciertas normas obligatorias adoptadas por la organización, bajo el control de algún órgano de ésta; 4) procedimientos de arbitraje, y 5) procedimientos jurisdiccionales.6 Es innegable que los esquemas precedentes ayudan a comprender las características de los ordenamientos jurídicos de las organizaciones económicas internacionales, incluidas las organizaciones de integración económica, desde el punto de vista de la aplicación de sus normas y, sobre todo, de las disputas que pudiesen surgir a propósito de su interpretación o de hechos involucrados en dicha aplicación. Constituyen un instrumento analítico especialmente útil para el examen del tema. Cubren, prácticamente, todas las posibilidades de controversias en el ámbito de una organización, así como todos los métodos utilizados para su solución. De todas maneras, dependiendo de la índole del programa a cargo 6 El análisis comparativo dirigido por Peter Ver Loren Van Themaat abarcó el ordenamiento jurídico y la estructura orgánica de las siguientes organizaciones econó­ micas internacionales: el Sistema de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Interna­ cional (FMI), el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), el Consejo de Asistencia Económica Mutua (COMECOM), la Comunidad Europea (CE), la Organiza­ ción de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la Agencia Internacional de Energía, el Banco Mundial (BM), algunas organizaciones regionales de países en desarrollo y algunos convenios internacionales sobre productos básicos. CAPÍTULO VI 189 de las respectivas organizaciones de integración económica y, sobre todo, de la naturaleza misma de sus ordenamientos jurídicos, las soluciones adoptadas dentro de éstos tienen rasgos particulares. Si bien los criterios fundamentales de la concepción de los medios de solución de controversias en estos sistemas normativos se extraen de la doctrina y la práctica del Derecho Internacional, por sus características operativas y funcionales, así como por sus propósitos, esos procedimientos pertenecen a la categoría de los medios utilizados por las organizaciones internacionales. Aún así tienen ciertos aspectos, derivados de supuestos especiales, que también los diferencian de los métodos empleados en las organizaciones internacionales basadas en la cooperación. 2. Control de la legalidad, interpretación uniforme y solución de controversias en los ordenamientos de integración económica Una primera cuestión que se plantea en la fase de aplicación y desarrollo de las normas de un ordenamiento jurídico de integración deriva de los eventuales conflictos entre las normas de derecho derivado y las normas de derecho originario. Una segunda cuestión tiene sus raíces en las hipotéticas controversias que pudieran surgir entre los Estados miembros de un esquema de integración a propósito de la interpretación de las normas de su ordenamiento jurídico o de hechos involucrados en la aplicación de éstas. Para enfrentar ambas situaciones, los sistemas normativos de integración disponen, dentro de su propio ámbito, de los medios para controlar la legalidad de los actos creadores de normas de derecho derivado y para solucionar dichas controversias. Los procedimientos de control de la legalidad de los actos creadores de derecho de los órganos de los esquemas de integración, tienen su fundamento en la concepción de los respectivos sistemas normativos como verdaderos órdenes jurídicos. De igual manera, se inspiran en la concepción, consecuencia de la anterior, de los vínculos, en términos de jerarquía, entre los diversos conjuntos de normas que componen dichos ordenamientos. Bien señala Eduardo Jiménez de Aréchaga que “una de las características de las normas jurídicas, consideradas en su conjunto, es la de configurar un sistema coherente y orgánico: en el Derecho de cada país, así como en el Derecho Internacional, las normas jurídicas se presentan como un todo dotado de congruencia lógica, un sistema donde rige el principio de no 190 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL contradicción”.7 Esa congruencia se asegura “mediante el imperio de dos principios, el de derogación y el de jerarquía”. De acuerdo con el primero, cuando se dan dos normas contradictorias de igual jerarquía, la segunda en el tiempo deja sin efecto a la primera. Conforme al principio de jerarquía, las normas de inferior nivel se deben adecuar a las normas de nivel superior. En los ordenamientos de integración económica, los tratados fundacionales, en los que están incluidas las disposiciones de derecho originario, desempeñan el papel de norma fundamental o de última razón de validez de las normas de derecho derivado. Fijan, por ello, las condiciones materiales y los requisitos formales de los actos creadores de estas últimas, sea que se ejerzan por órganos dotados de competencias y poderes normativos, o que consistan en nuevos acuerdos entre los Estados miembros. El derecho derivado debe satisfacer tales condiciones o, dicho en otros términos, debe estar provisto de “legalidad”. El citado Eduardo Jiménez de Aréchaga señala, en otro trabajo, que los métodos de control de la legalidad de los “actos comunitarios”, junto con los procedimientos de “interpretación unitaria” del derecho de un esquema de integración tienen la finalidad de “mantener la unidad del orden jurídico comunitario". Esta unidad puede ser entendida como provista de dos dimensiones: una intrínseca y otra extrínseca. La unidad intrínseca implica “una estricta concordancia entre las normas derivadas y las normas que integran el marco jurídico original”. La unidad extrínseca supone “la adecuación de la conducta de los sujetos a las disposiciones de ese orden jurídico”. La falta de concordancia y la falta de adecuación constituyen verdaderas violaciones del derecho: en el primer caso, “por la acción de los propios órganos de la comunidad” y en el segundo, “por la conducta ilícita de los sujetos sometidos al orden jurídico”.8 De acuerdo con este punto de vista, cabe entender que los procedimientos de control de la legalidad abarcan tanto los eventuales actos ilegales de los órganos normativos cuanto las posibles acciones y omisiones —también denominados “incumplimientos”— de los sujetos destinatarios de las normas de un ordenamiento de integración. En rigor, resulta más conveniente calificar como genuinos medios de 7 Jiménez de Aréchaga, Eduardo, Introducción al Derecho, Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 1983. 8 Jimenez de Aréchaga, Eduardo y Paolillo, Felipe, “Contralor de la legalidad de los actos comunitarios. Interpretación unitaria del Derecho de Integración”, en Derecho de la Integración, n° 1, Buenos Aires, INTAL, 1967. CAPÍTULO VI 191 control de la legalidad a los métodos dirigidos a los actos de los órganos normativos. Los procedimientos relativos a los “incumplimientos” de los Estados miembros, en cambio, están más cerca, por sus fundamentos y por las condiciones para su puesta en funcionamiento, de los medios para dirimir las controversias entre éstos. En buena medida, un acto de incumplimiento puede tener su origen en una forma determinada de interpretar una norma o en una conducta conectada con la aplicación de la norma, la cual puede provocar una impugnación por parte de otro sujeto eventualmente perjudicado por dicho incumplimiento, con lo que se plantea, en sentido estricto, una controversia entre dos sujetos de derecho. En la práctica, los ordenamientos de integración económica han optado por diversos métodos para el control de la legalidad de los actos de los órganos de sus estructuras orgánicas. En algunos sistemas, las funciones de control están radicadas, principalmente, en los mismos órganos creadores de normas. En otros, esas funciones se encomiendan a un órgano diferente e independiente de los demás. La primera fórmula está inspirada en cierto predominio de los modos convencionales de creación de normas vinculantes. 1.a segunda, en cambio, se traduce en la adopción de medios o procedimientos jurisdiccionales. Cosa parecida ocurre con los métodos para la solución de controversias. En algunos casos predominan los métodos diplomáticos del Derecho Internacional tradicional, mientras que en otros tienen mayor relevancia los procedimientos jurisdiccionales, sean “arbitrales” o “judiciales”. En todas las circunstancias, obviamente, los métodos diplomáticos o, por lo menos, algunos de ellos, como la “negociación”, los “buenos oficios” y la “mediación”, no están totalmente excluidos. Muchas veces, estos procedimientos, en especial la “negociación”, se aplican en instancias previas al recurso a los medios jurisdiccionales. Por lo que se refiere a la denominada “interpretación uniforme” del Derecho de la Integración son igualmente diversas las fórmulas de solución adoptadas. La necesidad de este tipo de interpretación surge como consecuencia de la posibilidad de que las normas de un ordenamiento de integración sean aplicadas y, en consecuencia, interpretadas por autoridades diferentes. En ciertos casos, dicha aplicación e interpretación corresponde a los órganos de las estructuras institucionales de los esquemas de integración. En otros, las mismas funciones son ejercidas por órganos de los gobiernos nacionales de los Estados participantes. Esta posibilidad existe en la aplicación e interpretación tanto por la vía ejecutiva como por la vía jurisdiccional. Como bien advierte Isidro Morales Paul, en el ámbito territorial de los Estados participantes en un esquema de integración económica, “las 192 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL normas emanadas de las instituciones comunitarias ampliarán el campo del Derecho aplicable, tanto desde el punto de vista cuantitativo, como cualitativo”. La adopción de dichas normas hará surgir “la necesidad de aplicar normas no emanadas del poder legislativo interno, concurrentemente con las normas del Derecho Interno y, al propio tiempo, normas con características específicas, que responden a finalidades específicas con características particulares, que las distinguen de las normas ordinarias”.9 La necesidad de asegurar una cierta unidad en la interpretación y aplicación de las normas de los ordenamientos de integración económica se hace más evidente por el hecho de que tales disposiciones tienen efectos no sólo en cuanto al comportamiento de los Estados sino, igualmente, en cuanto a los derechos y obligaciones de las personas particulares. Para hacer valer estos derechos, siempre está abierta para estos últimos sujetos la vía contencioso-administrativa o judicial que corresponda, dentro del derecho interno de su propio país. Esta posibilidad, en caso de realizarse, obliga a las autoridades administrativas o judiciales pertinentes a ejercitar sus potestades de interpretación y aplicación del derecho del sistema de integración. Al mismo tiempo, por el hecho de que las normas emanadas de los órganos de los esquemas de integración requieren, en todos los casos, de disposiciones de derecho interno para su aplicación efectiva e, inclusive, en otros casos, de normas de incorporación a este derecho, se precisa de la intervención de las autoridades nacionales para tal efecto. Al ejercer sus poderes estas autoridades también realizan una verdadera interpretación de las reglas del derecho de integración. Las vías abiertas, sobre todo en favor de los particulares, para demandar, por la vía contencioso-administrativa o judicial, la aplicación de las normas de un ordenamiento de integración, están en conformidad con las garantías inherentes a todo orden normativo. Por otra parte, los actos interpretativos con fines de aplicación a cargo de autoridades nacionales con competencias ejecutivas forman parte de los procedimientos corrientes para formalizar la aplicabilidad, en el ámbito territorial de los Estados, de las normas surgidas dentro de un orden de integración. Sin embargo, estas posibilidades de intervención crean el riesgo de que surjan múltiples, diferentes y, hasta en ciertas circunstancias, contradictorias interpretaciones de tales disposiciones. 9 Morales Paul, Isidro, Derecho Internacional Económico. Derecho de la Integración, Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, 1980. Véase, asimismo, Gaudet, Michel, “El juez nacional y Ja Comunidad Europea”, en INTAL, La dimensión jurídica de la integración. Europa y Africa, Buenos Aires, INTAL, 1973. CAPÍTULO VI 193 Para evitar ese riesgo, los ordenamientos de integración incorporan medios para garantizar una interpretación “uniforme”. En algunos sistemas de integración, esos medios se identifican, preferentemente, con las potestades de los mismos órganos que emiten normas obligatorias. Se entiende que tales poderes incluyen, necesariamente, la facultad de interpretar las propias disposiciones mediante normas adicionales, por ejemplo, de carácter reglamentario. En otros sistemas, en cambio, la función de interpretación está radicada, en última instancia, en un órgano jurisdiccional, independiente de los órganos normativos. En general, las diferentes soluciones dependen, en alto grado, de las características del correspondiente esquema de integración, en cuanto a la amplitud y profundidad de sus objetivos, así como de la naturaleza del efecto de las normas adoptadas por sus órganos, desde el punto de vista de la materia y de los sujetos destinatarios de las mismas. 3. El sistema de la Comunidad Europea En el ordenamiento jurídico de la Comunidad Europea, las funciones de control de la legalidad, solución de controversias e interpretación uniforme, por la vía jurisdiccional, están concentradas en el Tribunal de Justicia, establecido por los Tratados de París y de Roma. Según la opinión de Pierre Pescatore, “el sistema judicial creado por los tratados que establecen las Comunidades se singulariza, en muchos aspectos, en relación con todo lo que hasta ese momento se había imaginado y practicado”.10 Este Tribunal, en efecto, se diferencia con nitidez de los sistemas de arbitraje y judiciales, empleados en el Derecho Internacional tradicional.11 El artículo 134 del Tratado de la Comunidad Económica Europea define los cometidos y la naturaleza del tribunal en los siguientes términos: “El Tribunal de Justicia garantizará el respeto del derecho en 10 Pescatore, Pierre, Derecho de la Integración: nuevo fenómeno en las relaciones internacionales, Buenos Aires, INTAL, 1973 11 El Tribunal Internacional de Justicia de las Naciones Unidas puede ser consi­ derado como el sistema más avanzado dentro del Derecho Internacional. Sin embargo, el solo hecho de que su jurisdicción no sea obligatoria sino voluntaria, o sea dependien­ do del previo acuerdo entre los Estados, lo diferencia con claridad del Tribunal de la Comunidad Europea. Sobre la naturaleza y las funciones del primer tribunal se puede consultar, entre otros, el siguiente trabajo: Caminos, Hugo, “La Corte Internacional de Justicia”, en Curso de preparación para la enseñanza de las Naciones Unidas, Rosario, Argentina, Universidad del Litoral, 1961. 194 DERECHO D E IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL la aplicación e interpretación del presente Tratado7’. En función de esto, el mismo instrumento le asigna las siguientes competencias básicas: 1) ejercer el “control de la legalidad de los actos del Consejo y de la Comisión' y, en tal virtud, “pronunciarse sobre los recursos por incompetencia, quebrantamiento de las formas sustanciales, violación del presente Tratado o de cualquier regla de derecho relativo a su aplicación o abuso de poder”, así como conocer y pronunciarse sobre las demandas en contra de estos mismos órganos, cuando en violación del Tratado, se “abstengan de pronunciarse”; 2) conocer y pronunciarse sobre las demandas interpuestas en contra de un Estado miembro, por presunto incumplimiento de las “obligaciones que le incumben” en virtud del Tratado, y 3) Pronunciarse, a solicitud de una autoridad judicial nacional y a “título prejudicial” sobre la “interpretación” del Tratado, la “validez e interpretación de los actos realizados por las instituciones de la Comunidad” y la “interpretación de los estatutos de los organismos creados por un acto del Consejo, cuando dichos estatutos así lo prevean”.12 Aparte de estas competencias básicas, el Tribunal tiene otras facultades accesorias, pero no menos importantes. En este sentido, es competente, asimismo, para conocer y resolver sobre lo siguiente: 1) los “litigios relativos a la reparación de los daños” por acciones de la Comunidad y en virtud de su responsabilidad extracontractual; 2) los litigios relativos a la “ejecución de las obligaciones de los Estados miembros que derivan de los Estatutos del Banco Europeo de Inversiones”, así como de las resoluciones del Consejo de Gobernadores y del Consejo de Administración del Banco, y 3) cualquier “litigio entre la Comunidad y sus agentes, dentro de los límites y condiciones determinados por el estatuto resultante del régimen aplicable a estos últimos”.13Por otra parte, mediando una “cláusula compromisoria” o un “compromiso” previo entre los Estados miembros, el Tribunal tendrá facultades para juzgar en un “contrato de derecho público o de derecho privado celebrado por la Comunidad o en su nombre” y para “pronunciarse sobre cualquier litigio entre Estados miembros, relacionado con el objeto” del Tratado de la CEE.14 El Tribunal de la Comunidad, por último, tiene competencia para emitir “dictámenes” y “opiniones” en los siguientes casos: 1) cuando se trate de introducir modificaciones en el Tratado de la Comunidad 12 Véase los artículos 169, 170, 171, 172, 173, 174, 175, 176 y 177 del Tratado de la CEE. 13 Véase los artículos 179 y 180 del Tratado de la CEE. 14 Véase los artículos 181 y 182 del Tratado de la CEE. CAPÍTULO VI 195 Europea del Carbón y del Acero, en los términos de lo dispuesto por su artículo 3, y 2) cuando el Consejo, la Comisión o uno de los Estados miembros soliciten opinión o dictamen previo acerca de la compatibilidad con las disposiciones del Tratado de la CEE, de concluir un acuerdo entre la Comunidad y terceros Estados u organismos internacionales.15 Al referirse a la naturaleza y las funciones del Tribunal de Justi­ cia de la Comunidad, Nicola Catalano ha destacado que “es una juris­ dicción permanente y obligatoria” y, además, “una jurisdicción interna del orden jurídico instaurado por la creación de las Comunidades Euro­ peas”. No se lo puede considerar, por consiguiente, “como una juris­ dicción internacional, especialmente por el hecho de que, no sólo los Estados miembros, sino también los sujetos de derecho de los Estados miembros, tienen título para apelar a él, si bien dentro de determina­ dos límites”.16 En opinión de este mismo autor, el Tribunal puede ser asimilado, “con ciertas reservas”, a una Corte Constitucional, a un Consejo de Estado y a una Corte de Casación. La primera similitud es posible “si se admite que los tres tratados son comparables, en sus grandes lincamientos, a una constitución comunitaria” y si se comprueba que “las disposiciones de los tratados son rígidas, en sentido de que las normas adoptadas por las instituciones comunitarias no podrían derogar las disposiciones de cada tratado”. El Tribunal actúa como Corte Constitucional en los tres casos siguientes: 1) “Cuando es llamado a pronunciarse acerca de la legalidad de los actos normativos de las Comunidades”, 2) “Cuando estatuye acerca de los conflictos entre los Estados miembros y las instituciones de la Comunidad”, y 3) “Cuando es llamado a emitir dictámenes acerca de la compatibilidad de las modificaciones del Tratado de la CECA con las disposiciones de dicho 15 El artículo 95 del Tratado de la CECA autoriza la enmienda de éste “si dificul­ tades imprevistas reveladas por la experiencia en las formas de aplicación del presente Tratado, o un cambio profundo en las condiciones económicas o técnicas que afecten directamente al mercado común del carbón y del acero, hicieren necesaria una adapta­ ción de las reglas relativas al ejercicio por la Alta Autoridad de los poderes que le han sido conferidos”. Estas modificaciones, “serán objeto de propuestas preparadas por acuerdo entre la Alta Autoridad y el Consejo, que decidirá por mayoría de ocho nove­ nas partes de sus miembros, y sometidas al dictamen del Tribunal”. En cuanto a la celebración de acuerdos con terceros países y organizaciones internacionales, según el artículo 228 del Tratado de la CEE, los mismos serán “nego­ ciados” por la Comisión y “concluidos” por el Consejo. “El Consejo, la Comisión o un Estado miembro podrán recurrir al dictamen previo del Tribunal de Justicia sobre la compatibilidad del acuerdo previsto con las disposiciones” del Tratado. 16 Catalano, Nicola, Manual de Derecho de las Comunidades Europeas, Buenos Aires, INTAL, 1966. 196 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Tratado, o acerca de la compatibilidad de un acuerdo internacional concluido entre la Comunidad Económica y un Estado tercero o una organización internacional, con las disposiciones del Tratado de la CEE”. Las funciones del Tribunal que lo asemejan a un Consejo de Estado se hacen visibles en la hipótesis de que se recurra a él “en demanda de anulación de un acto administrativo propiamente dicho (medidas individuales concernientes a una empresa, a un funcionario)”. Por último, el Tribunal ejerce una competencia comparable a la de una Corte de Casación, “en la hipótesis de que sea llamado a verificar la legalidad de las decisiones del Comité de arbitraje previsto en el artículo 18 de la CEEA”. Para otros autores, como PJ.G. Kapteyn y Peter Ver Loren Van Themaat, las competencias del Tribunal pueden ser agrupadas en las tres categorías siguientes: 1) solución de controversias, 2) emisión de opiniones obligatorias con carácter excepcional, y 3) emisión de interpretaciones prejudiciales. En consecuencia, sus funciones son similares a las de una Corte Administrativa y a las de una Corte Constitucional17 4. Los sistemas de control de la legalidad, interpretación uniforme y solución de controversias en América Latina Los procedimientos para el control de la legalidad, la solución de controversias y la interpretación uniforme del derecho, en los esquemas de integración económica entre países latinoamericanos, no son iguales entre sí. Como no pudo ser de otro modo, sus características fueron influidas por la naturaleza y los alcances de los respectivos programas de integración y, sobre todo, por concepciones un tanto diferentes en cuanto a función del derecho como instrumento para el logro de sus objetivos Con todo, siguiendo una tradición firmemente arraigada en la región, siempre ha existido una especial preocupación por el tema.18 Algunos esquemas de integración económica, como el Mercado Común 17 Kapteyn, P.J.G. y Ver Loren Van Themaat, Peter, Introduction to the Law of the European Communities, Londres, Sweet and Maxwell, 1973. 18 Una breve pero completa exposición de los procedimientos desarrollados entre los países americanos se puede consultar en Puig, Juan Carlos, "Traditional Diploma- CAPÍTULO VI 197 Centroamericano y la Comunidad del Caribe, incluyeron, desde su origen y en sus tratados fundacionales, algunas disposiciones sobre el particular. En otros, como la antigua Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y el Grupo Andino, se realizaron esfuerzos posteriores para colmar el vacío de sus tratados constitucionales. En todos los casos se propusieron y discutieron diversas propuestas e iniciativas, originadas en los círculos académicos o en los órganos de los sistemas de integración. Las fórmulas aplicadas han estado condicionadas, asimismo, por las concepciones previas sobre los modos de creación del derecho, adoptadas en los respectivos ordenamientos jurídicos de integración. Así, por ejemplo, no es infrecuente enfatizar el empleo de proce­ dimientos diplomáticos de solución de conflictos, como tampoco lo es la práctica de encomendar las funciones de control de la legalidad e, inclusive, de solución de controversias, a los mismos órganos norma­ tivos. En un solo caso, las fórmulas jurisdiccionales se han traducido en el establecimiento de un Tribunal permanente. En otros, se ha re­ currido, a lo sumo, al sistema del Tribunal arbitral no permanente. Las reglas sobre requisitos para la aprobación de disposiciones obligatorias por los órganos normativos no han sido menos influyentes. Con relación a muchas materias importantes, predomina, como se ha visto, el criterio de la unanimidad para la adopción de decisiones en dichos órganos. En estas condiciones resulta menos imperiosa la necesidad de emplear métodos adicionales, sobre todo para el control de la legalidad de los actos de éstos. Por último, la magnitud de los resultados materiales efectivamente alcanzados en el desarrollo de los programas de integración económica entre los países de la región no ha sido lo suficientemente importante para estimular la búsqueda de medios más desarrollados para la aplicación y la interpretación del derecho. En muchos casos, los intereses involucrados o afectados se concentran en un número relativamente reducido de sujetos, a la inversa de lo que habría ocurrido si los programas —por ejemplo los de eliminación de obstáculos al comercio o de coordinación de políticas económicas—, hubiesen alcanzado las metas originariamente previstas. tic Approaches to the Control of Latin American Conflicts”, en Morris, Michael A. compilador, Controlling Latin American Conflicts. Ten approaches, Boulder, Colorado. Westview Press, 1983. 198 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL 4.1. Los procedimientos en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) A la inversa de lo ocurrido en la antigua Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, en la ALADI aún no se ha desarrollado un sistema más o menos complejo para el control de la legalidad y la solución de las controversias.19Sin embargo, el Tratado de Montevideo 1980 y otras disposiciones básicas contienen referencias sobre el particular que dan pie para sostener que existen, así sean incipientes o poco precisos, determinados procedimientos para esos efectos. Por las características especiales del ordenamiento jurídico de la ALADI, que combina formas de creación normativa basadas en la descentralización de los poderes —como en el caso de los “acuerdos de alcance parcial”— con formas basadas en una mayor centralización —como en el caso de los “acuerdos de alcance regional” y la “preferencia arancelaria regional”—, se plantean problemas particulares en cuanto al control de la legalidad de los actos normativos, así como sobre eventuales controversias a propósito de la interpretación y aplicación de las normas jurídicas pertinentes. La situación se hace más compleja aún en razón de otros dos factores: primero, la combinación de modos convencionales y de procedimientos no convencionales de creación de normas de derecho derivado, y segundo, la existencia de varios sistemas institucionales creados dentro de los acuerdos de alcance parcial que, de alguna manera, están conectados con los órganos de la estructura orgánica central de la Asociación. Al fijar las competencias de algunos de estos últimos órganos, así como al determinar las reglas para la aplicación de los mecanismos de integración de alcance parcial, el Tratado de Montevideo 1980 enuncia ciertas pautas para enfrentar la necesidad de controlar la legalidad de determinados actos y arbitrar medios para solucionar eventuales controversias. Con referencia a lo primero, por ejemplo, son dignas de mención las disposiciones contenidas en los incisos n) y ñ) del artículo 37 del 19 Dentro de la ALALC, a pesar de que el Tratado de Montevideo de 1960 no contenía normas básicas al respecto, se instauró un mecanismo de solución de contraversias basado en el arbitraje, mediante el Protocolo suscripto el 2 de septiembre de 1967. De igual manera, mediante la Resolución 165 de la Conferencia de las Partes Contratantes se estableció un Mecanismo Provisional para la Solución de Controversias, que regiría hasta tanto entre en vigencia el mencionado Protocolo. Un análisis sobre esta materia, incluyendo los antecedentes y las características de estos regímenes, se puede consultar en Instituto Interamericano de Estudios Jurídicos Internacionales, Derecho de la Integración Latinoamericana, Buenos Aires, Ed. Depalma, 1969. CAPÍTULO VI 199 Tratado, referentes a las facultades del Comité de Representantes. Según el inciso n), el Comité tiene competencia para “apreciar multilateralmente los acuerdos parciales que celebren los países miembros” de la Asociación con otros países latinoamericanos no miembros.20 De acuerdo con el inciso ñ), el Comité tiene atribuciones para “declarar la compatibilidad de los acuerdos parciales que celebren los países miembros” de la Asociación con países en desarrollo no miembros.21 Si bien la naturaleza de la denominada “apreciación multilateral” no está definida con precisión, tanto ésta como el procedimiento de “declarar la compatibilidad” bien pueden ser considerados verdaderos medios para controlar la legalidad de estos dos tipos de acuerdos. Esas competencias son ejercidas de oficio por el Comité de Representantes, y en el desarrollo de los respectivos procedimientos quedan abiertas las vías para que cualesquiera de los países miembros plantee sus observaciones u objeciones.22 El posible ejercicio de funciones de control de la legalidad surge, igualmente, de la forma en que se puedan ejercer otras facultades conferidas a los órganos de la Asociación. Así, por ejemplo, de acuerdo con el inciso i) del artículo 38 del Tratado de Montevideo 1980, la Secretaría de la Asociación tiene atribución para “analizar por iniciativa propia, para todos los países, o a pedido del Comité, el cumplimiento de los compromisos convenidos y evaluar las disposiciones legales de los países miembros que alteren directa o indirectamente las concesiones pactadas”. Esta facultad está relacionada con la atribución otorgada a la Secretaría por el inciso a) del mismo artículo, de “formular propuestas” 20 En concordancia con esta disposición, el artículo 25 del Tratado referente a los acuerdos parciales con otros países latinoamericanos no miembros, estipula en su inci­ so c) que tales acuerdos “deberán ser apreciados multilateralmente por los países miembros en el seno del Comité a efectos de conocer el alcance de los acuerdos pac­ tados y facilitar la participación de otros países miembros en los mismos”. 21 En concordancia con esta norma, el artículo 27 del Tratado, referente a los acuerdos parciales con otros países en desarrollo no latinoamericanos, prescribe, en su inciso c), que “deberá declararse su compatibilidad con los compromisos contraídos por los países miembros en el marco del presente Tratado y de acuerdo con los literales a) y b) del presente artículo. 22 Sobre la naturaleza, alcances y posibles efectos del trámite de “apreciación multilateral” se puede consultar Zelada Castedo, Alberto y Halperin, Marcelo, “Los acuerdos de alcance parcial con países latinoamericanos no miembros de la ALADI en relación con los principios y normas sobre tratamientos especiales en favor de los paí­ ses de menor desarrollo económico relativo”, en Integración Latinoamericana, nQ 110, Buenos Aires, INTAL, 1986. 200 DERECHO D E IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL a los órganos de la Asociación, así como con los poderes generales o especiales de los que están investidos éstos. En el caso del Consejo de Ministros, con el poder, según el inciso a) del artículo 30, de “dictar normas generales que tiendan al mejor cumplimiento de los objetivos de la Asociación”, o con la competencia, de acuerdo con el inciso b) del mismo artículo, de “adoptar medidas correctivas de alcance multilateral”. En el caso de la Conferencia de Evaluación y Convergencia, con los poderes conferidos por el inciso a) del artículo 33 del Tratado, para “examinar el funcionamiento del proceso de integración en todos sus aspectos” y para “recomendar al Consejo la adopción de medidas correctivas de alcance multilateral”. Por último, en el caso del Comité de Representantes con las facultades de que dispone, en virtud de los incisos b) y k) del artículo 35, para “adoptar las medidas necesarias para la ejecución” del Tratado y de todas sus normas complementarias y para “formular recomendaciones al Consejo y a la Conferencia”. En el supuesto de que, sobre la base del “análisis” y de la “evaluación” que, eventualmente, realice la Secretaría, así como en atención a las propuestas que formule, alguno de los restantes órganos conviniera en dictar normas que impongan la rectificación de determinados comportamientos, de disposiciones adoptadas en el ámbito del ordenamiento jurídico de la Asociación e, inclusive, de reglas aprobadas en el ámbito nacional por los países miembros, se trataría de un verdadero procedimiento de control de la legalidad. Por lo que se refiere a los acuerdos de alcance parcial suscriptos entre países miembros de la Asociación, si bien no están sujetos al trámite de “apreciación multilateral” ni al procedimiento de “declaratoria de compatibilidad”, pueden ser objeto, igualmente, de otros métodos de control de legalidad. En este sentido, se puede interpretar que la regla establecida por el inciso f) del artículo 5 de la Resolución 2 del Consejo de Ministros de la Asociación bien puede servir de fundamento para la aplicación de dichos métodos. Según esta norma, relativa a los requisitos de procedimiento para la negociación y suscripción de acuerdos de alcance parcial, “si algún país miembro estimara que en el acuerdo firmado no se han observado las normas generales y procesales, podrá reclamar ante el Comité, el que se pronunciará en un plazo máximo de 60 días”. Si este pronunciamiento supusiese la modificación del acuerdo considerado, a fin de adecuarlo a las normas que regulan sus formalidades, se trataría, igualmente, de un auténtico procedimiento de control de la legalidad a cargo de este último órgano. Esta facultad del Comité está estrechamente relacionada con la atribución que le confiere el Tratado de Montevideo 1980 a través del inciso m) de su artículo 35, en el sentido de “proponer fórmulas para CAPÍTULO VI 201 resolver las cuestiones planteadas por los países miembros, cuando fuere alegada la inobservancia de algunas de las normas o principios del presente Tratado”. De este modo, el desarrollo del procedimiento de control de la legalidad vincula a éste con un método de solución de controversias equiparable a la mediación. Otros métodos para la solución de conflictos están inscriptos en los diversos acuerdos de alcance parcial suscriptos entre los países de la Asociación. En la mayoría de los casos se trata de técnicas diplomáticas, en especial la negociación, y están a cargo de los respectivos mecanismos institucionales creados por tales acuerdos. A pesar de que no existen normas que vinculen explícitamente estos últimos procedimientos con los que corresponden a las competencias de los órganos de la estructura institucional central de la Asociación, no es desacertado sostener que debido a las amplias competencias otorgadas a éstos, no se descarta su intervención para solucionar las controversias surgidas en el ámbito de los acuerdos de alcance parcial.23 4.2. El sistema jurisdiccional del Acuerdo de Cartagena En sus inicios, el programa de integración económica del Grupo Andino no disponía de procedimientos propios de control de la legalidad y solución de controversias. Para hacer frente a éstas, el Acuerdo de Cartagena, en su versión original, fijaba algunas reglas sobre métodos diplomáticos, a cargo de la Comisión del Acuerdo, y remitía la cuestión al empleo de los medios establecidos por el Protocolo sobre Solución de Controversias suscripto entre los países de la ALALC24 23 Véase Halperin, Marcelo, “Hacia el establecimiento de un mecanismo de solu­ ción de controversias en la ALADI”, en Integración Latinoamericana, n° 106, Buenos Aires, 1985. 24 La Sección D del Capítulo II del texto original del Acuerdo de Cartagena, re­ cientemente modificada por el Protocolo de Quito, estaba dedicada a las normas sobre solución de controversias. El artículo 23 disponía: “Corresponderá a la Comisión llevar a cabo los procedimientos de negociación, buenos oficios, mediación y conciliación que fueren necesarios cuando se presenten discrepancias con motivo de la interpretación o ejecución del presente Acuerdo o de las Decisiones de la Comisión, De no lograrse avenimiento, los Países Miembros se sujetarán a los procedimientos establecidos en el Protocolo para la Solución de Controversias, suscripto en Asunción el 2 de septiembre de 1967 por los Ministros de Relaciones Exteriores de las Partes Contratantes del Tratado de Montevideo”. Antes de la aprobación del Protocolo de Quito, esta disposición fue modificada, implícitamente, por el artículo 33 del Tratado de creación del Tribunal de Justicia, según el cual “los Países Miembros no someterán ninguna controversia que surja con motivo 202 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL Esta situación se modificó radicalmente cuando se suscribió y entró en vigencia, después de 1979, el Tratado de creación del Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena. Con este instrumento quedó formalizado el establecimiento de un complejo y avanzado sistema de control de la legalidad, interpretación uniforme del derecho y solución de controversias. En el preámbulo de dicho Tratado, los países signatarios declararon que “la estabilidad del Acuerdo de Cartagena y de los derechos y obligaciones que de él se derivan deben ser salvaguardados por un órgano jurisdiccional del más alto nivel, independiente de los Gobiernos de los Países Miembros y de los otros órganos del Acuerdo de Cartagena, con capacidad de declarar el derecho comunitario, dirimir las controversias que surjan del mismo e interpretarlo uniformemente Sobre este fundamento se estableció el Tribunal de Justicia como “órgano principal” del Acuerdo. Compete al Tribunal conocer y dictar sentencia en las acciones de nulidad de los actos de la Comisión y de la Junta, en las acciones de incumplimiento por parte de los Estados miembros de las normas del ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena y en los trámites de interpretación prejudicial de estas mismas disposiciones interpues­ tos por las autoridades judiciales de los países miembros. De acuerdo con los artículos 17 y 19 del Tratado de creación del Tribunal, las acciones de nulidad pueden ser intentadas por la Comi­ sión, por la Junta y por las personas particulares. Estas últimas, con referencia a “Decisiones de la Comisión y Resoluciones de la Junta que les sean aplicables y les causen perjuicio”. Deben estar fundadas en la presunta “violación de las normas que conforman el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”, incluida la “desviación de poder”. De ser probada la demanda, el Tribunal tiene facultad para declarar “la nulidad total o parcial de la Decisión o de la Resolución impugnada” y para señalar los efectos de su sentencia en el tiempo. A su vez, el órgano cuyo “acto haya sido anulado” deberá “adoptar las disposicio­ nes que se requieren para asegurar el cumplimiento efectivo de la sentencia”.25 La acción de incumplimiento puede ser iniciada por la Junta, de oficio o a petición de un país miembro, cuando considere que otro ha de la aplicación de las normas que conforman el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena a ningún tribunal, sistema de arbitraje o procedimiento alguno distinto de los contemplados en el presente Tratado”. 25 de Justicia. Véase los artículos 17, 18, 19, 20, 21 y 22 del Tratado de creación del Tribunal CAPÍTULO VI 203 incurrido en incumplimiento de las obligaciones emanadas de las normas que conforman el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena”. Antes de intentar esta acción, la Junta, tal como lo disponen los artícu­ los 23 y 24 del Tratado del Tribunal, formulará al país eventualmente demandado sus observaciones, y luego de recibida la respuesta de éste, “emitirá un dictamen motivado”. Si éste “fuere de incumplimiento y el país miembro persistiese en la conducta que ha sido objeto de obser­ vaciones, la Junta podrá solicitar el pronunciamiento del Tribunal”.26 Si esta acción, de acuerdo con el artículo 25 del Tratado del Tribunal, diera lugar a una sentencia de incumplimiento, “el País Miembro cuya conducta ha sido objeto de reclamo, quedará obligado a adoptar las medidas necesarias para la ejecución de la sentencia dentro de los tres meses siguientes a su notificación”. Para el caso en que no se cumpla con esta obligación, esta misma norma prevé la posibilidad de que el Tribunal autorice a los restantes países miembros la aplicación de sanciones. En efecto, previa opinión de la Junta “determinará los límites dentro de los cuales el País reclamante o cualquier otro País Miembro podrá restringir o suspender, total o parcialmente, las ventajas del Acuerdo de Cartagena que benefician al País Miembro remiso”. Por último, la iniciativa para el trámite de interpretación prejudicial corresponde a las autoridades judiciales de los países miembros del Acuerdo. Según lo prescripto por el artículo 29 del Tratado del Tribunal, “los jueces nacionales que conozcan de un proceso en que debe aplicarse alguna de las normas que conforman el ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena, podrán solicitar la interpretación del Tribunal acerca de dichas normas, siempre que la sentencia sea susceptible de recursos en derecho interno”. En caso de que ésta no fuera susceptible de recursos, “el juez suspenderá el procedimiento y solicitará la interpretación del Tribunal, de oficio, en todo caso, o a petición de parte si la considera procedente”. La autoridad judicial que solicite la intervención del Tribunal, tal como dispone el artículo 31 del mismo Tratado, “deberá adoptar la interpretación” de éste.27 26 Véase los artículos 23, 24, 25, 26 y 27 del Tratado de creación del Tribunal de Justicia. 27 Véase un examen completo de la naturaleza, las funciones y competencias del Tribunal en los siguientes trabajos: 1) Sáchica, Carlos J. y otros, El Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena, Buenos Aires, INTAL, 1985; 2) Poppe E., Hugo, Disposicio­ nes jurídicas vigentes en el Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena, Quito, Publi­ caciones del Tribunal/Estudios 1, 1985. 3) Paolillo H., Felipe, “El Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena, en Perspectivas del Derecho Internacional Contemporáneo, Santiago de Chile, Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, 1982. 204 DERECHO DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL La jurisdicción del Tribunal es obligatoria para los países miembros del Grupo Andino en todo lo concerniente a la aplicación de las normas del ordenamiento jurídico del Acuerdo de Cartagena. Así lo estipula el nuevo artículo 23 de este instrumento, incorporado recientemente por el Protocolo de Quito: “La solución de controversias que surjan con motivo de la aplicación del ordenamiento jurídico del presente acuerdo, se sujetará a las normas del Tratado que crea el Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena”.28 Como se ve, el sistema de control de la legalidad, solución de controversias e interpretación uniforme del derecho del esquema de integración económica del Grupo Andino es el más completo de cuantos han sido desarrollados y se aplican en los programas de integración entre países de América Latina. La precisión con que ha sido diseñado responde, en buena medida, a la naturaleza del programa de integración del Acuerdo de Cartagena, así como a la índole de los poderes normativos conferidos a los órganos de su estructura orgánica y al efecto de las disposiciones de derecho derivado. Es evidente que este sistema está directamente inspirado en el sistema de la Comunidad Europea. Los propios redactores del Anteproyecto de Tratado de creación del Tribunal reconocieron que “las características y organización” del órgano jurisdiccional propuesto se basaban en “la experiencia acumulada en esta materia por la Corte de Justicia de las Comunidades Europeas”.29 4.3. El sistema arbitral del Mercado Común Centroamericano (MCCA) Los métodos de control de la legalidad y, en especial, de solución de controversias desarrollados dentro del Mercado Común Centroameri­ cano tienen su fundamento en dos importantes disposiciones del Tra­ tado General de Integración Económica Centroamericana. Se trata de las normas de los artículos XXII y XVI de este instrumento. El primero de ellos confiere al Consejo Ejecutivo del Mercado Común la facultad de “resolver los problemas que se susciten con motivo de la aplicación “de las disposiciones del Tratado. El segundo, de manera más explícita, declara, en primer lugar, que “los Estados 28 Véase también el artículo 33 del Tratado de creación del Tribunal de Justicia. 29 Un análisis comparativo entre el Tribunal de Justicia de la CEE y el Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena, se puede consultar en Zelada Castedo, Alberto, “El control de la legalidad, la solución de controversias y la interpretación uniforme del derecho común en el esquema de integración del Grupo Andino”, en Sáchica, Carlos y otros, El Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena, Buenos Aires, INTAL, 1985. c a p ítu lo v i 205 signatarios convienen en resolver fraternalmente dentro del espíritu de este Tratado, y por medio del Consejo Ejecutivo o del Consejo Económico Centroamericano en su caso, las diferencias que surgieren sobre la interpretación o aplicación de cualquiera de sus cláusulas”. En segundo lugar, dispone que si los Estados signatarios no “pudieren ponerse de acuerdo, solucionarán las controversias por arbitraje”. Estas normas están relacionadas con las reglas del artículo XXIV del mismo Tratado, referente a las funciones y poderes de la Secreta­ ría Permanente del Mercado Común. Según esta disposición, este órgano “velará por la correcta aplicación, entre las Partes Contratantes, de este Tratado” y de los demás tratados multilaterales y bilaterales, referentes a la integración económica centroamericana, así como por “el cumplimiento de las resoluciones del Consejo Económico Centroame­ ricano y del Consejo Ejecutivo”. En virtud de esta potestad, la Secreta­ ría está llamada a desempeñar su respectivo papel en los métodos de control de la legalidad y de solución de conflictos. Al comentar estas disposiciones, Francisco Villagrán Kramer sostiene que el “problema de fondo consiste, entonces, en el deber que tienen los Estados de buscar, en primer término, el arreglo o solución de las controversias, directamente entre ellos, y de no ser posible su solución en esta forma, someterlas a la consideración y decisión de los órganos instituidos por los propios tratados. Luego, de no producirse acuerdo entre los miembros de dichos órganos, referir la controversia a los tribunales arbitrales, cuando así se hubiere previsto”.30 La combinación, sobre todo en términos de secuencias o instancias, de los procedimientos diplomáticos de “negociación” directa, por una parte, con los métodos a cargo de órganos intergubernamentales y de medios arbitrales, por la otra, adoptada dentro del Mercado Común Centroamericano es una fórmula habitualmente utilizada en los diversos ordenamientos de integración económica. I>as normas básicas de los citados artículos XXII y XXVI del Tratado General de Integración Económica Centroamericana fueron desarrolladas, en su oportunidad, mediante la adopción, a través de la Resolución 50 del Consejo Económico Centroamericano, del Reglamento sobre Procedimiento para Resolver Conflictos. Este instrumento legisla sobre las tres fases del procedimiento, o sea la del arreglo directo, la de intervención del Consejo Ejecutivo y del Consejo Económico y la de recurso ante el Tribunal Arbitral. De igual manera, 30 Villagrán Kramer, Francisco, "Controles de legalidad e impugnación de los actos de los organismos de la integración centroamericana”, en Derecho de la Integración, nQ 4, Buenos Aires, INTAL, 1969. 206 DERECHO DE IA INTEGRACIÓN ECONÓMICA REGIONAL regula la participación de la Secretaría Permanente en las diferentes fases y en la instancia del arreglo directo le confiere funciones mediadoras.31 Según el Reglamento, la segunda fase está dividida, a su vez, en dos instancias: una primera en la que le corresponde intervenir al Consejo Ejecutivo y una segunda en la que le corresponde actuar al Consejo Económico. En las dos circunstancias, las funciones de estos órganos no están limitadas a los buenos oficios o a la mediación, sino que se extienden hasta el grado de emitir verdaderos fallos, a través de resoluciones. Los fallos del Consejo Ejecutivo pueden ser motivo de recurso de “revisión” ante el Consejo Económico. La intervención de éste, en rigor, se produce cuando se da una de las siguientes situacio­ nes: 1) cuando las partes en la controversia no estén de acuerdo con la resolución del Consejo Ejecutivo, planteando el mencionado recur­ so de revisión, y 2) cuando el Consejo Ejecutivo no ha logrado resol­ ver el conflicto, porque sus miembros no llegaron a ningún acuerdo. De las normas de Reglamento es importante destacar las que hacen referencia a los fundamentos en los que se deben basar las Resoluciones del Consejo Ejecutivo en los procedimientos de solución de controversias. Al enunciar esos fundamentos, el artículo 38 de este instrumento contiene una verdadera enumeración de las fuentes del derecho del Mercado Común Centroamericano. Esta norma, en efecto, prescribe que las referidas resoluciones deben estar fundadas en las siguientes reglas de derecho: 1) los instrumentos de integración económica centroamericana; 2) los reglamentos emitidos para facilitar la aplicación de dichos instrumentos; 3) las resoluciones de los Consejos creados por el Tratado General y las sentencias a laudos arbitrales; 4) los dictámenes y las recomendaciones de los organismos de integración económica; 5) los principios generales del Derecho y la Ciencia Económica, y 6) las doctrinas de los tratadistas de mayor competencia. Tal como señala Francisco Bertrand Galindo, “ésta es la primera disposición que señala cuáles son las fuentes del Derecho de Integración Económica”. Tiene la virtud, además, de excluir la “posibilidad de aplicar los derechos nacionales”.32 Si bien el método desarrollado por el Reglamento se concentra, con preferencia, en la solución de controversias, tiene algunos elementos que aluden, de manera más específica, a procedimientos de control de 31 Véase Bertrand Galindo, Francisco, “Breve análisis del Reglamento sobre Pro­ cedimientos para Resolver Conflictos”, en Derecho de la Integración, nQ 4, Buenos Ai­ res, INTAL, 1969. 32 Bertrand Galindo, Francisco, ob. cit. CAPÍTULO VI 20 7 la legalidad. En este sentido, por ejemplo, su artículo 46 enumera los motivos por los cuales el Consejo Económico puede revisar las resoluciones del Consejo Ejecutivo: 1) cuando la resolución viole disposiciones expresas de cualquier instrumento de la integración económica centroamericana; 2) cuando resuelva materias sobre las cuales no existe una política regional, 3) cuando en la resolución se hubiese interpretado, por primera vez, una disposición de los instrumentos de la integración económica y, a juicio del Consejo Económico, dicha interpretación fuese errónea, y 4) cuando la resolución sea contradictoria con otra anterior del Consejo Ejecutivo o del Consejo Económico. Según el Reglamento, la tercera y última fase del procedimiento se desarrolla con la eventual intervención de un Tribunal Arbitral tal como lo prescribe el artículo XXVI del Tratado General de Integración Económica Centroamericana, en el caso en el que el Consejo Econó­ mico no hubiese logrado la solución de la controversia. Dicho tribunal será integrado con el acuerdo de los Estados involucrados en el con­ flicto. En opinión del citado Bertrand Galindo, “la razón de ser del arbitraje, de acuerdo con el Tratado General, es que se resuelva lo relativo a interpretación o aplicación de las cláusulas del mismo, lo que viene a demostrar que los árbitros no pueden decidir en estricto dere­ cho, haciendo únicamente de su conciencia, sin atender más que a la verdad y a la buena fe. En este punto los árbitros son de derecho, no árbitros arbitradores”.** 4.4. Los métodos de la Comunidad del Caribe (CARICOM) En la Comunidad del Caribe, dada sus peculiaridades institucionales, existen dos sistemas de procedimientos para el control de la legalidad y la solución de las controversias. Uno de ellos relativo a la Comunidad, en sentido estricto, y otro referente al Mercado Común. En el primer sistema, según lo dispuesto por el artículo 19 del Tratado de Chaguaramas, los métodos pertinentes están a cargo de la Conferencia de Jefes de Gobierno. “Cualquier conflicto —estipula esta disposición— concerniente a la interpretación o aplicación de este Tratado, con excepción de lo previsto y particularmente señalado en los artículos 11 y 12 del Anexo, será resuelto por la Conferencia”. Están excluidos de esta competencia los conflictos que se susciten dentro del Mercado Común. 33 Bertrand Galindo, Francisco, ob. cit. 208 DERECHO D E LA INTEGRACIÓ N ECONÓMICA REGIONAL En opinión de Hans J. Geiser, los términos tan generales y escue­ tos en que está redactado el citado artículo 19 abren dos posibilidades que, en alguna medida, se excluyen: una gran flexibilidad para la ac­ ción de la Conferencia, que tiene en sus manos las más variadas vías para intentar la solución de una controversia o un fundamento débil para que dicha acción sea eficaz. En todo caso, por diversos motivos, vinculados algunos de ellos a la situación de países de reciente inde­ pendencia de los miembros de la Comunidad, los signatarios del Tra­ tado optaron por mantener la conducción de los métodos de solución de conflictos en manos de un órgano intergubernamental que, además, está obligado a lograr el voto unánime de sus miembros para adoptar decisiones. Por ello, el autor citado advierte: “Here the forum where disputes are settled becomes the institution itself and the Conference, being a political body, is not strictly bound to make use of only legal consideration. In this atmosphere, the element of give and take and a spirit of compromise are likely to prevail —both of which are necessary for the functioning of an agreement like CARICOM”.34 Dentro del marco del Mercado Común, los procedimientos para la solución de controversias e, inclusive, para el control de la legalidad, están definidos con mayor detalle. Para su aplicación, el Consejo del Mercado Común ha sido dotado de facultades especiales. Los métodos incluyen, además de la intervención de este órgano, el recurso a un Tribunal Arbitral. En la primera fase de los procedimientos, la intervención del Consejo, tal como lo dispone el artículo 11 del Anexo del Tratado de Chaguaramas, se produce como consecuencia del planteamiento de cualquier Estado miembro que “considere que algún beneficio acorda­ do en este Anexo o algún objetivo del Mercado Común está siendo o puede ser frustrado y no se ha logrado una solución satisfactoria en­ tre los Estados implicados”. Luego de seguir los trámites pertinentes, el Consejo está facultado para dictar, por mayoría de votos, “las reco­ mendaciones adecuadas al Estado miembro concernido”, en caso de que encuentre que, efectivamente, se ha dado la situación en la que estu­ vo fundado el reclamo. En el supuesto de que el Estado destinatario de la recomendación del Consejo “no la cumpliera o no pudiese cum­ plirla”, este órgano, también por mayoría de votos, podrá “autorizar a cualquier Estado miembro, respecto del Estado miembro que no hu­ biere cumplido con la recomendación, a suspender el cumplimiento de las obligaciones establecidas en este anexo que el Consejo considere conveniente”. 34 Geiser, Hans J. y otros, Legal Problems of Caribbean Integration, Leyden, A. W. Sijthoff, 1976. c a p ítu lo vi 209 Según se ve, la función del Consejo no está limitada a ejercer buenos oficios, mediación o conciliación. En realidad, sus cometidos llegan hasta el grado de emitir un pronunciamiento o especie de fallo, que reviste la forma de “recomendación”, pero cuyo cumplimiento es obligatorio. Al mismo tiempo, la intervención del Consejo no excluye el recurso previo a los tradicionales medios diplomáticos, en especial la negociación. Es interesante advertir que, tal como lo dispone el número 2 del citado artículo 11 del Anexo, el Consejo no está obligado a seguir el trámite hasta la adopción de una recomendación. En efecto, esta disposición establece que el Consejo, “entre las medidas a adoptar, puede someter el caso al tribunal constituido de acuerdo con el artículo 12 de este anexo a requerimiento de cualquiera de los Estados implicados”. La intervención del Tribunal, en la que podría ser considerada una segunda fase de los métodos de solución de controversias, no se produce por la imposibilidad del Consejo para encontrar solución al caso sometido a su consideración ni tampoco en recurso de segunda instancia o de revisión. Simplemente, queda a elección de los países miembros involucrados en un conflicto el decidir si les interesa que la cuestión continúe en manos del Consejo o sea sometida al Tribunal Arbitral. El numeral 3 del artículo 11 del Anexo atribuye al Tribunal la facultad de emitir no una sentencia o laudo, sino una “recomendación”, equiparable a la recomendación del Consejo, o sea una recomendación obligatoria, cuyo incumplimiento puede dar lugar a la imposición de sanciones. Las competencias otorgadas al Consejo del Mercado Común en los métodos de solución de controversias están en concordancia con la atribución a que hace referencia el inciso b) del artículo 7 del Anexo, en el sentido de “asegurar el funcionamiento eficiente y el desarrollo del Mercado Común, incluyendo la solución de problemas derivados de su funcionamiento”. Otra competencia atribuida al mismo órgano por el inciso d) del citado artículo, en cambio, tiene relación más directa con métodos para el control de la legalidad. De acuerdo con esta disposición, el Consejo está facultado para “recibir y considerar denuncias concernientes a violación de cualquiera de las obligaciones convenidas en este anexo y decidir en consecuencia”. BIBLIOGRAFÍA Alexander, W, “The Domestic Courts and Article 85 of the Rome Treaty”, en Common Market Im w Review, vol. 1, Leyden, 1963-1964, págs. 431-455. Andueza, José G., “La interpretación prejudicial y el Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena”, en El Tribunal de Justicia del Acuerdo de Cartagena, Buenos Aires, INTAL, 1985, págs. 83-109. Barav, A., “The Exception of Illegality in Community Law: A Critical Analysis”, en Common Market Law Review, vol. 11, n° 4 págs. 366-386. 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Se terminó de imprimir en offset en el mes de agosto de 1989, en los talleres gráficos de la Compañía Impresora Argentina, S.A. Alsina 2049 - Buenos Aires - Argentina