El sonido del teléfono móvil le despertó súbitamente en el mejor

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1.
El sonido del teléfono móvil le despertó súbitamente en el mejor momento del plácido sueño, algo
siempre desagradable, pero Damian Lynch nunca rehuía atender una llamada. No muchas personas
tenían su número, y quienes lo poseían no llamaban a menudo.
- Damian. Dígame.
- Dach dri nhauzer.
Un silencio absoluto siguió a las enigmáticas palabras, aunque lo importante no fueran tanto éstas
como el idioma en el que se transmitían o el tono impersonal de la voz. El miedo atenazó al joven
músico durante breves instantes, pasados los cuales, se incorporó en la cama llamando a voces a
su compañera de piso.
- ¡¡Dina!! ¿Estás ahí, Dina?
La urgencia le tornó descuidado, y al acceder tras la puerta del pasillo, un torrente de luz provocó tal
dolor en sus córneas que no pudo reprimir un grito ahogado y desesperado. Después acudió
tapándose los ojos hasta la habitación del niño, comprobando que no estaba. El piso estaba vacío
por completo y supuso que la mujer se lo habría llevado a comprar, como hacía muchas veces
cuando él estaba dormido. El problema era que esta vez podrían estar en peligro sin que ella lo
supiera.
Corrió de nuevo a por el móvil encontrándolo sobre la cama sin batería, y recordó que ya se había
apagado antes de llegar a casa la noche anterior. Entonces… ¿cómo narices había recibido la
llamada?
La situación tenía peor pinta cada vez, y se apresuró a enchufar el terminal para poder encenderlo.
Tenía que llamarla inmediatamente. Todo cuanto hacía le parecía lento y cuando al fin pudo
marcar el número, fue respondido por una voz que le anunciaba que no estaba operativo. Lo
intentó un par de veces más con el mismo resultado, y entonces se decidió a llamar a otra persona.
- ¡Hola Damian! ¿Cómo estáis?
- Gabriel, acabo de recibir una llamada que no me gusta nada. Y Dina y el niño no están.
- Bueno, tranquilízate. ¿Qué es lo que te han dicho?
- Dach dri nhauzer.
Gabriel palideció al escuchar las palabras de los labios de su amigo.
- “Esto no ha acabado”.
- Exacto, y te aseguro que la voz tenía poco de humana.
Era algo fácil de suponer, ya que solo tres personas en este mundo conocían aquel idioma.
Damian, Gabriel y Dina. La lengua del mundo subterráneo donde moraba el pueblo de Damian,
los craws, y del que habían huido seis años antes. La lengua del mundo de Kabam-om, el ser
oscuro y vengativo que ejercía de dios para su pueblo. Alguien cruel y despiadado a quien habían
logrado vencer gracias al rhine, una piedra cuyo poder solo actuaba en manos que ella considerara
dignas y justas.
Pero el poderoso objeto se encontraba en manos de Jaime, padre del niño al que cuidaban Dina y
Damian desde entonces, y cuyo paradero era imposible de saber, pues ejercía como guardián de
los mundos que el rhine había creado. Fuera del alcance de sus amigos.
- Escúchame Think. ¿Recuerdas a los vecinos de enfrente?
- ¿Los dos gorilas?
- Sí, los dos gorilas. Tienes que llamar a su puerta y explicarles que has hablado conmigo y que
la busquen.
- ¿Y qué tienen que ver ellos con nosotros?
- Viven ahí porque yo les pago para que lo hagan. El teléfono de Dina lleva un localizador que
ellos pueden rastrear.
- ¡Vaya! ¿Y cuándo pensabas decírnoslo?
- No pensaba. Haz lo que te dicho inmediatamente. Yo iré en cuanto pueda. Tendré que cancelar
algunas reuniones.
- Una cosa más, Gabriel. El móvil estaba apagado y sin batería cuando me ha llamado.
- ¡¡Joder!! Voy para allá. Tú haz lo que te he dicho.
A Damian no se le escapó el detalle de su amigo. Le acababa de llamar por su nombre craw en
vez de Damian, algo inusual desde que adoptó su nueva identidad. Era evidente, el pasado
regresaba también para él.
Se colocó las gafas de cristal ahumado que usaba cuando no tenía más remedio que salir por el
día y agarró el bastón de ciego que utilizaba para su nueva vida. Llamó al timbre de los vecinos
con energía, pero nadie contestó, así que golpeó la puerta con fuerza. Tras unos segundos,
comenzó a ponerse nervioso y cargó contra ella. La hoja se abrió al tercer intento con estrépito,
justo en el momento que una voz femenina sonaba enfadada a su espalda.
- ¿Puede saberse por qué destrozas la puerta de los vecinos?
Dina le escrutaba con rostro enfadado y los brazos en jarras desde el borde de la escalera. Junto a
ella, descansaba una bolsa con comida en el suelo y el pequeño Jaime con aire sorprendido.
- Espero que tengas alguna razón poderosa para esto. Un ciego reventando la puerta de la casa
de dos armarios empotrados como esos no tiene mucha lógica.
- Tengo razones poderosas, aunque si intentaras explicárselas a alguien te tomarían por loca de
igual forma.
Damian dio la vuelta dispuesto a entrar en casa de sus vecinos, Dina atrapó antes su brazo.
- ¿Qué tratas de decirme?
- Kabam-om me ha llamado por teléfono.
La imponente mujer no pudo hacer otra cosa que permanecer donde estaba con la boca abierta de
par en par. Damian entró en el piso y lo que vio confirmó sus peores temores. Los cuerpos de ambos
hombres se encontraban uno sobre el otro ensangrentados. Se adivinaban signos de lucha por todo
el salón, con multitud de objetos caídos por el suelo. Sobre el pecho del que estaba debajo
descansaba el puño de su compañero, aún agarrado al mango del cuchillo con el que acababa de
ensartarle. Un agujero en la espalda de su chaqueta desvelaba la forma en que había muerto el que
yacía encima. Los ojos de ambos revelaban la más absoluta locura.
El falso ciego salió de la casa cabizbajo, cogió al niño de la mano e hizo un gesto con la cabeza a
la mujer que estaba con él, invitándola a entrar. Mientras pasaba con el pequeño a su casa, Dina
accedió a la de sus vecinos, contemplando cuanto allí había sucedido. Lo que observó frente a ella
no podía impresionarla, pues toda su vida, su pasado, se hallaba marcado por la sangre de los
túneles infernales en los que se había criado. Era una guerrera kedir, familiarizada con la muerte a la
que se había enfrentado numerosas veces, aunque en esos momentos temiera más por el niño a
quien cuidaba que por ella misma. Sobre la mesa del salón destacaba una gran pantalla de
ordenador, y en ésta, la imagen de un dibujo maya representando a Balam. Recordó de inmediato la
historia del portador del rhine y desenchufó el ordenador preocupada y haciendo desaparecer la
imagen. Dándose la vuelta, se dispuso a volver al hogar cuando un cosquilleo en la nuca le hizo
detenerse. En la pantalla apagada aparecía un mensaje.
“Dach dri nhauzer”.
Dina dirigió la mano hacia el costado, esperando encontrar allí su espada, pero lógicamente no
estaba. Seis años en aquel mundo eran insuficientes para borrar el instinto guerrero, y de una patada
lanzó la pantalla contra la pared haciéndola añicos.
Cuando Damian la vio entrar con la cara desencajada supo que algo revelador había presenciado
allí dentro.
- ¿Qué está pasando aquí?
- Sssss, el niño está viendo una película. Siéntate.
- Tengo que llamar a Gabriel.
- Ya lo he hecho yo. Viene hacia aquí. Esta mañana me despertó el móvil. Una voz inhumana
me dijo unas palabras y se cortó.
- Dach dri nhauzer.
- ¿Cómo lo sabes?
- Estaban en la pantalla del ordenador de los vecinos, a pesar de estar apagado.
- Mi teléfono también lo estaba. Solo conozco un ser capaz de hacer algo así. Llamé a Gabriel y
me dijo que se lo dijera a los vecinos, que estaban contratados por él para protegernos. Tu
móvil no respondía.
El silencio se adueñó de la escena durante largos minutos, en los que tan solo se escuchaba el
sonido de la televisión. Un sentimiento de rabia y venganza se adivinaba tras la mirada de Dina, a
quien el recuerdo de la sangre inocente derramada por su pueblo le empujaba a desear enfrentarse
cara a cara con aquel ser de pesadilla. Damian, por su parte, era más realista, y su mente
imaginaba ese enfrentamiento de otra forma.
- Le mataré si asoma su asquerosa nariz por aquí.
- Las armas no pueden acabar con alguien así. Lo sabes.
- Tendrá algún punto débil.
- Apenas conoces nada sobre él. Te recuerdo que reinaba sobre nuestro mundo, y sabes que tipo
de vida existía allí. Nada bueno lograba sobrevivir mucho tiempo. Por lo que sé, existe desde
siempre, y nadie ha conseguido acabar con él hasta ahora.
La imponente mujer se irguió todo cuanto su cuerpo le permitía con los puños apretados.
Sacudió sobre el aire del salón el azulado cabello y el craw supo que hablaba en serio.
- Pues alguna vez tendrá que ser la primera.
Gabriel sabía muy bien que su repentina desaparición le iba a suponer tener que dar más de una
explicación a su padre, y más aún el derroche de medios empleado en el viaje. Alquilar un
helicóptero en Barcelona para viajar a Torrevieja le parecería excesivo a cualquiera si no fuera por
una razón muy poderosa y, aunque Gabriel la poseía, no estaba dispuesto a que le tomara por loco
contándole que un par de amigos procedentes de otro mundo paralelo se encontraban bajo la
amenaza de un ser poderoso y maligno con cuarenta mil años de edad, por lo menos.
Pero sus peores temores se dirigían de modo global a todo el mundo. Kabam-om nunca ejerció su
poder en aquella dimensión, y el hecho de que hubiera aparecido manipulando aparatos electrónicos
de aquella manera le convertía en impredecible, si no lo era bastante ya de por sí.
¿Qué perseguía allí? ¿Por qué razón avisaría de su presencia a los únicos seres que sabían de su
existencia en vez de atacarles por sorpresa? Nada de cuanto hacía era sin una razón y se temía que,
hicieran lo que hicieran, siempre cabía la posibilidad de estar haciéndole el juego.
Se preguntó por la forma de dar con Jaime, a pesar de que éste le asegurara que tendrían un nexo
común de unión. Una especie de enlace psíquico en caso de amenaza. ¿Dónde estaba ahora y cómo
usarlo?
Dos horas más tarde de recibir la llamada de Think, Gabriel ascendía las escaleras del portal donde
estaban alojados sus amigos. Al llegar a la tercera planta, observó la hoja de la puerta en la que se
hospedaban los guardaespaldas que tenía contratados, ligeramente astillada y atrancada con un
discreto papel para mantenerla cerrada. Escuchó un ruido a su derecha y sintió que algo tiraba de él
con fuerza antes de, ni siquiera, tener la oportunidad de volver la cabeza. Un rostro severo y
enfadado le escudriñaba apenas a una cuarta de su cara.
- La próxima vez que decidas procurarnos compañía nos lo dices. Sabes que no me gusta que
me vigilen sin yo saberlo.
Acto seguido, los labios de Dina sellaron los suyos anulando cualquier posibilidad de respuesta
por parte del joven ejecutivo. Fue un beso cálido e impetuoso, como los que solía darle siempre que
se veían.
Mantener las necesidades de sus amigos y las suyas mismas le obligaban a trabajar en el negocio
farmacéutico de su acaudalado padre como ejecutivo contable. Era algo que le obligaba a viajar y
estar lejos de Dina, pero ella lo entendía. Se escapaba siempre que podía a verla y disfrutar de la
compañía de Think y el pequeño Jaime, a quien todos amaban como algo propio. Algún día todo
aquel emporio sería suyo y podría dejar de dar explicaciones por cada movimiento que efectuaba.
Su padre era un déspota para el que, el único objetivo real en la vida era el dinero. Le otorgaba
poder y posición, valores capaces de justificar cualquier paso necesario, tropelía o abuso que fuera
menester dar. Hubo un tiempo que Gabriel pensaba de la misma forma, pero en su camino se
cruzaron el amor, la amistad y la lealtad de los seres que vivían en aquella casa. Y de algunos más.
- ¡¡Tío Gabri!!
- Hola hombretón, estas enorme. ¡Cómo has crecido!
Cogió al niño en brazos y lo apretó contra su pecho con cariño mientras Think le observaba con
una sonrisa. El entusiasmo de un niño siempre bastaba para calmar cualquier tipo de tensión. Dina
se lo llevó a su habitación para que siguiera viendo la película que le habían puesto y poder hablar
de lo que estaba pasando allí.
- ¿Por qué está la puerta de enfrente forzada?
- La forcé yo. No entendía que alguien que estaba aquí para protegernos no me la abriera. Están
muertos.
- ¿Cómo?
- Lo que oyes. Se mataron entre ellos. La próxima vez cuida más a quien contratas.
Dina apareció en el salón con aire sombrío, con un gesto les invitó a hablar en voz baja.
- No creo que sea un problema de profesionalidad. Sus ojos albergaban la más absoluta locura.
Creo que algo les poseyó. No estaban preparados para el tipo de enemigo que les atacó.
Simplemente.
- Aguardad. Tengo que hacer algo.
Gabriel cogió su teléfono e hizo una llamada. Durante un par de minutos dialogó con alguien y
colgó.
- Van a venir a limpiar el escenario. Nada debe vincularles conmigo o vosotros. Después habrá
que llamar a la policía.
- ¿Y qué les diremos?
- Que Damian escuchó una pelea y mucho ruido, que te lo contó cuando llegaste, que cuando
fuiste estaba la puerta forzada y viste lo que había ocurrido.
Dina suspiró molesta por todo lo que estaba aconteciendo. Le irritaba de forma especial tener que
fingir ser una simple ama de casa. Su espíritu le susurraba al oído coger el arco y salir a cazar al
causante de todo aquello. Damian, sin embargo, parecía más sosegado, silencioso y distante tras los
oscuros cristales de soldador que cubrían sus ojos. A Gabriel le intrigaron siempre los pensamientos
de su amigo, y sabía de sus conocimientos sobre el supuesto enemigo.
- ¿Y tú que opinas de todo esto, Think?
- Creo que cuando la policía se vaya, deberíamos ir a la feria con el niño.
La sonrisa del craw rememoró en el joven la naturaleza de su procedencia, y supo que con ningún
otro ser estaría jamás más seguro aquel niño que con él.
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