//T05 Adrián Bascur: “Cuando vi el puntaje me decepcioné

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TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 23 de noviembre de 2013
Consuelo Willumsen: “Siempre supe que
iba a privilegiar a la familia”
En las páginas de internet de venta y arriendo de propiedades es común encontrar
anuncios del tipo “casa cercana al colegio
Newland”. Y es que el establecimiento fundado en 1980 en avenida El Tranque, Lo Barnechea, reúne dos características muy valoradas por los apoderados: su ubicación en
uno de los barrios más exclusivos de Santiago y una excelencia académica que le ha valido tener habitualmente representantes
entre los puntajes nacionales de la PSU.
Por eso no es de extrañar que los mejores
alumnos del Newland logren ingresar a las
carreras más cotizadas y después alcanzar
buenos puestos de trabajo. Un ejemplo es
Consuelo, quien egresó en 2003 con promedio 6,8, el mejor de su generación. “Salí
del colegio con ganas de estudiar ingeniería,
en la prueba me fue bien y todo se ajustaba
bastante con mis planes”, recuerda Willumsen, quien logró 787 puntos en la PSU.
Lo suficiente para ingresar a Ingeniería Civil
Industrial en la Católica, su primera opción.
Fue ahí donde el panorama cambió radicalmente y conoció experiencias como sacarse
un rojo o reprobar un curso. “El paso del colegio a la universidad fue muy duro. Al principio te va mal y cuesta. Hay que estudiar más
y ser más disciplinada”, recuerda. ¿Lo peor?
Experimentar por primera vez la sensación
de irle mal a pesar de esforzarse.
“Ahí aprendí que tener buenas notas no tiene nada que ver con la capacidad de lograr
cosas a futuro”, recuerda sobre un período
que dice le sirvió para aterrizarla.
Finalmente, se tituló con promedio 5,3 en
2010. Después encontró su primer trabajo
en una línea aérea, pero hace un año se trasladó junto a su familia a Puerto Varas, acompañando a su marido, que trabaja en la industria del salmón, mientras ella encontró
un empleo de mediodía para dedicarle el
resto del tiempo a su hija. ¿Algún remordimiento por dejar la carrera? Ninguno. “Siempre supe que iba a privilegiar a la familia por
sobre el tema profesional”, concluye.
alumnos
Adrián Bascur: “Cuando vi el puntaje me decepcioné”
Adrián Bascur siempre creyó lo que todos
piensan, que si a uno le va bien en el colegio,
lo más probable es que le vaya bien en la
universidad. Y su 6,8 de promedio lo reafirmaba, porque esa fue la nota más alta de su
generación del Liceo Pablo Neruda, de la comuna de Navidad, Sexta Región. “No me esforzaba mucho y me sacaba buenas notas.
Tenía sietes a cada rato”, cuenta. Pero esa
felicidad le duró lo que se demora el sistema
en entregar los resultados de la PSU: “Cuando vi el puntaje me decepcioné. Ahí me di
cuenta de que el nivel del liceo era bajo”,
dice. De todas maneras, con su promedio y
los 455 puntos de la PSU consiguió entrar a
Ingeniería Civil en la Universidad de Concepción (nunca le encantó esa carrera; lo suyo
fue una decisión basada en la proyección
económica). También lo ayudaron un crédito
universitario, la beca municipal de alimenta-
ción y la beca Presidente de la República.
Estaba adentro. Lo había logrado. Pero pesaban mucho los 455 puntos. En el primer y único semestre que subsistió en la U. de Concepción, sólo pasó un ramo. “Fue un golpe duro.
Me pasaban materia y no entendía nada, y eso
que me pasaba horas estudiando”. Apoyado
por su poco puntaje y el fracaso universitario,
eligió nuevamente qué hacer y esta vez apuntó distinto. “Entendí que tenía que ir por mi
gusto por el arte y me cambié a la U. de Valparaíso para seguir mi rumbo en diseño”. Tras titularse, se dedicó a hacer tatuajes corporales
y hace tres meses tiene su propia tienda de
tatuajes (NVMEN), en Valparaíso.
Hoy, en perspectiva, mira con desconfianza:
“La PSU serviría si la gente tuviera el mismo
nivel de enseñanza, pero nunca es así. Lo que
me pasó a mí, por ejemplo, que tuve excelentes notas, pero no significó nada”.
Carlos Deck:
“Entiendo la
frustración que
pueden sentir los
buenos alumnos
de colegios menos
privilegiados”
Carlos Deck no se puede quejar. Fue el mejor alumno de los 120 salidos en 2003 del
prestigioso Grange School, en La Reina, con
promedio 6,8 y luego logró un puntaje PSU
de 802, también el mejor de su generación.
Por eso es, en números, una especie de
leyenda dentro de su colegio. “Hoy incluso en generaciones más chicas igual se
acuerdan de que me llevaba los premios
por notas”, dice Deck.
Esas notas son las que le sirvieron en
2004 para entrar a Ingeniería Civil en la
Universidad Católica, carrera en la que se
fue de intercambio a la Colorado School of
Mines en Estados Unidos y por la que desde agosto estudia un máster de cuatro
años en Ingeniería Industrial en la U. de
California en Berkeley.
“Yo no esperaba ser el mejor puntaje del
colegio, pero lo logré. Y ya una vez en la universidad sabía que si ponía el mismo empeño que en el colegio me iba a ir bien”, recuerda. Y así fue. Nunca reprobó ningún
ramo y se tituló con un promedio 6,0 (uno
de los 20 mejores de su generación).
“Hasta el día de hoy puedo decir que las cosas han salido como he querido”, asume.
Aunque, más allá de todo su éxito, dice ser
consciente de las ventajas comparativas
que tienen tipos como él. “He aprendido
que existen muchos caminos para lograr el
éxito. Algunos pueden tener uno más pavimentado, con una buena red de contactos.
Por eso entiendo la frustración que pueden
sentir los buenos alumnos de colegios menos privilegiados, ya que muchas veces no
basta con el rendimiento académico”.
“Cuando estaba en el colegio mis papás me dijeron que lo más importante eran las notas,
que con ellas iba a conseguir un buen futuro. Pero no conseguí ayuda de becas porque
mis papás eran profesionales de clase media. Eso me decepcionó, porque me traté de
superar a mí mismo para no pasar por estas situaciones y simplemente por ser quien soy
tuve que limitar donde podía estudiar. Yo quería irme a otra ciudad, a Santiago. Pedí un
crédito y tampoco me lo dieron. La universidad la pagué gracias al esfuerzo de mi papá”.
IVAN CACERES (27), egresó del liceo Elena Duvauchelle Cabezón A-11 de Iquique con 6,7 y en la PSU ponderó 600 puntos. Estos fueron suficientes para
estudiar Ingeniería en Biotecnología en la U. Arturo Prat. Demoró un par de años en sacar su título (reprobó algunos ramos y su tesis de investigación también fue extensa.
Una vez titulado no logró un empleo estable más allá de asesorías esporádicas para empresas de la zona. Hoy planea emigrar a algún país donde su profesión tenga campo,
mientras tanto trabaja como profesor de Ciencias Básicas en un colegio de la ciudad.
“Creo que el David que dio la PSU, si viera mi realidad, estaría enojado porque a
esa edad quería un trabajo de investigación que aportara algo a la sociedad. Eso
sí: Frustrado no me siento, porque eso sería admitir que ya no es posible”.
DAVID BRUCE,egresó del Instituto La Salle de La Florida con promedio 6,7 y sacó 626 puntos . Es bioquímico de la Usach. Siempre
quiso dedicarse a la investigación y hacer un doctorado, pero no pudo: todavía tiene el crédito de la carrera.
“Creo que la nota no es determinante. Ser el mejor alumno depende de quiénes
sean los otros alumnos. Hay gente que le va mal en el colegio y después son
buenos en la universidad”.
ALEJANDRA MORA, es ingeniera civil en Biotecnología de la U. de Chile. Ponderó 703 puntos y egresó con promedio 6,6 del colegio
Josefino Santísima Trinidad, subvencionado de Providencia. Estudió lo que quiso, nunca reprobó un ramo, pero su primer año de universidad fue difícil.
“En el colegio nunca me
hubiera imaginado el
puntaje que saqué en la
PSU, que no iba a poder
estudiar la carrera que me
gustaba y que no pude
lograr mis sueños”.
ERIKA MUENA (27), egresó del Liceo
de Teno con 6,9. Ponderó 453 puntos y no le
alcanzó para Ingeniería en Construcción . Estuvo
dos meses en la universidad estudiando Pedagogía
y dejó la carrera por problemas económicos. Un
año después estudió en un instituto Prevención de
Riesgos. Nunca ha ejercido como tal.
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