5.5. El pecado original - Hermandad de la Estrella de Córdoba

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Hermandad de la Estrella de Córdoba
5.5. El pecado original
Autor Administrator
miércoles, 22 de julio de 2009
Objetivo:
Vamos a acercarnos al mundo de Jesús para conocerlo un poco mejor. Nos servirá, no sólo para compararlo con el
nuestro, valorar mejor su vida y su mensaje y sacar sus consecuencias, sino que será también el soporte de los temas
siguientes; Jesucristo, el Señor, es la piedra angular sobre la que se edifica nuestra Iglesia, y por tanto la razón de ser
de nuestra Cofradía o Hermandad.
II. Diálogo previo / Coloquio previo
- ¿Si Dios nos crea a su imagen y semejanza cómo entender el pecado de origen?
- ¿Cuál es el origen del pecado de origen?
- ¿Qué borra el pecado de origen?
III. Exposición del tema:
El pecado original (CIC 385-390; 396-409) Dios “creó al hombre a imagen suya y le encomendó el universo
entero para que, sirviéndole sólo a Él su Creador, dominara todo lo creado. Y cuando por desobediencia perdió su amistad,
no lo abandonó al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendió la mano a todos para que le encuentre el que le
busca”. Así resume la Plegaria Eucarística IV la situación sobrevenida al hombre a causa del pecado de Adán y la
fidelidad que mantiene Dios a su designio. El hombre, que gozaba de la comunión con Dios en el paraíso, rechaza
reconocerlo como su Señor y desconfía del orden establecido por Él. La desobediencia y la rebeldía contra Dios son la
esencia del pecado. Y como consecuencia de él, el hombre que no había descubierto los dones de Dios, percibe de
inmediato las consecuencias de ser desposeído de ellos. La armonía inicial queda rota: el hombre pierde la amistad con
Dios, experimenta la vergüenza de su desnudez, se quiebra su dominio sobre los instintos, la naturaleza se le vuelve
hostil, las relaciones interpersonales quedan marcadas por el afán de poder y el deseo de imponerse. Por la
desobediencia de Adán el pecado queda instalado en el corazón de los hombres y en el mundo. Todos están bajo su
dominio. San Pablo, después de dedicar dos capítulos de la carta a los Romanos a demostrarlo, concluye: “Pues
ya hemos probado que judíos y gentiles nos hallamos todos bajo el pecado, como está escrito: No hay justo, ni siquiera
uno” (Rom 3, 9-10) “Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Rom 3, 23). Las
mismas criaturas están sujetas a la vanidad y a la corrupción a causa del pecado (Cf Rom 8, 20-21). El pecado induce
al hombre a alejarse del bien que desea y a hacer el mal que detesta. “El querer el bien está en mi, pero el
hacerlo no. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Rom 7, 19-20). Esta situación tiene un origen:
“Por un hombre entró el pecado en el mundo y con el pecado la muerte” (Rom 5, 12). El pecado es una
realidad que se transmite con la naturaleza humana, no un acto personal de cada hombre. Se le llama pecado original,
no porque sea una culpa, sino porque es la consecuencia de una culpa ajena y la raíz de ulteriores culpas personales.
La doctrina de la Iglesia sobre el pecado original fue fijada en el segundo Concilio de Orange (529) y en el Concilio de
Trento (1546). Estos son sus elementos principales:
- El pecado original de los primeros padres ha causado la pérdida de la justicia original para sí y para sus
descendientes.
- El pecado original se halla en todo hombre por el mero hecho de nacer, al recibir una naturaleza humana privada de
la justicia original, herida e inclinada al pecado.
- La naturaleza humana no está totalmente corrompida, y la libertad puede y debe cooperar con la gracia.
- La redención y la gracia son absolutamente necesarias a todos para la justificación y la salvación.
- El Bautismo borra el pecado original, pero perdura la concupiscencia, que procede del pecado e inclina al pecado,
aunque no es propiamente pecado.
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