Hombres y mujeres

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HOMBRES Y MUJERES: SÍ, SOMOS DIFERENTES
¿Genética o condicionamientos externos? La eterna guerra de sexos, con
sus acuerdos y desacuerdos, parece tener un trasfondo genético y
biológico.
La eterna duda sobre la dualidad masculino-femenino es discernir entre
lo heredado y lo adquirido: qué parte de nuestro comportamiento es
genético y qué parte es debida a condicionamientos externos.
Durante años se creyó que las diferencias venían marcadas por la
educación. Ya se sabe, rosa para ellas, azul para ellos, caricias para las
chicas, palmada
en la espalda para los chicos. Una corriente de
investigación afirma que estamos más condicionados por los factores
biológicos que por los estereotipos sociales. La doctora Dolores Vaticón,
profesora de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid comparte
esta opinión. “Lo biológico establece unas potencialidades, pero es la
cultura la que determina ese desarrollo”. Todo lo contrario opinan Barbara y
Allan Pease, investigadores y autores de “Por qué los hombres no hablan y
las mujeres no entienden los mapas” (Ed. Amat), los cuales afirman que
desde el principio, niños y niñas perciben de forma distinta porque sus
estructuras cerebrales son diferentes. A las niñas les atrae la gente, a los
chicos, las cosas. A las doce semanas, una niña puede distinguir caras,
mientras que un niño no.
UN CEREBRO, ¿DOS CEREBROS?
Ambos sexos “piensan de forma diferente porque tienen distintas
percepciones, prioridades y conductas”, aseguran los Pease. Las
investigaciones realizadas con una tecnología denominada tomografía de
emisión de positrines (TEP), que permite captar la actividad del cerebro, ha
probado que hombres y mujeres utilizan diferentes grupos de neuronas para
realizar las mismas operaciones:
El hombre utiliza sólo la parte izquierda del cerebro (donde se localiza
la orientación espacial) y además está especializado y configurado para
concentrarse en una tarea específica Ésta razón por la que, después de un
estresante día de trabajo, el hombre es capaz de reorganizar la información,
con lo que no necesita hablar para liberarse de la tensión.
De ahí la superioridad masculina para el cálculo matemático y la
femenina para el lenguaje.
La mujer usa ambos hemisferios (lo que favorece la capacidad verbal)
y esto le permite realizar varias acciones a la vez, pero necesita comunicar
sus sentimientos para liberar tensión.
El cuerpo calloso, un grupo de conducciones nerviosas que sirve de
puente entre los hemisferios del cerebro, es mayor y está más desarrollado
en la mujer, lo que implica una mayor comunicación.
El uso del lenguaje. Cuando una mujer habla lo hace para crear
nuevas relaciones. Para el hombre, hablar consiste en relacionar hechos.
Las mujeres pueden hablar de varios temas a la vez, mientras que los
hombres los tratan de uno en uno. La conversación también varía en las
formas: ellas son emotivas y hablan con rodeos; ellos son literales y directos.
CON LOS CINCO SENTIDOS
La mujer, como todas las hembras de los mamíferos, está dotada de
aparatos sensoriales mucho más refinados que el hombre. Según los Pease,
“no es que los sentidos de las mujeres estén extraordinariamente
desarrollados, sino que los de los hombres se han ido anulando”.
Vista. El ojo humano posee mayor espacio en blanco que el resto de los
primates, consiguiendo así más expresividad en la mirada. La mujer tiene
todavía más blanco y posee una visión periférica más amplia lo que le hace
ser más expresiva.
La visión masculina es cilíndrica o tipo túnel: sus ojos visualizan
claramente lo que tienen enfrente, aunque esté lejos.
Las mujeres tienen más células cónicas que los hombres. Por eso son
capaces de describir colores con más detalle y hablar de tonalidades que a
los hombres se les escapan.
Olfato: La pituitaria está más desarrollada en la mujer y su olfato se agudiza
especialmente durante la menstruación y la ovulación. En esta época, la
mujer es capaz de distinguir el olor de las feromonas masculinas. Los Pease
añaden que “el cerebro femenino descifra el estado del sistema
inmunológico de un hombre, y si es complementario o superior al suyo, lo
describirá como un ser atractivo o con magnetismo. En cambio, si su sistema
inmunológico es superior al del hombre, no se producirá ninguna atracción”.
Este fenómeno es inconsciente y está ligado al instinto de supervivencia que
trata de asegurar la descendencia.
Gusto: Un equipo de investigadores japoneses realizó un estudio sobre la
capacidad de gusto de hombres y mujeres. Entre sus conclusiones destaca
el hecho de que los hombres obtuvieron mayor puntuación a la hora de
distinguir sabores salados y amargos, mientras que las mujeres diferenciaron
mejor dulces y agrios.
Tacto: Las niña muestran desde su nacimiento mayor sensibilidad al tacto
que los niños. En la edad adulta una mujer es 10 veces más sensible al tacto y
al peso que el sexo opuesto. Esto se explica porque la oxitocina, hormona
que estimula y activa los sensores del taco, se encuentra en niveles mucho
más altos en la mujer que en el hombre.
Cuando el hombre realiza una actividad deportiva o física que
requiere toda su energía, casi nunca percibe dolor. Sin embargo, cuando el
hombre no está concentrado, su tolerancia al dolor es bastante menor que
la de la mujer. De ahí que tradicionalmente se diga que los hombres son muy
malos enfermos.
Oído: El cerebro femenino posee la capacidad de discernir los sonidos y
clasificarlos por categorías, con lo que las mujeres tienen mejor oído que los
hombres y distinguen mejor los agudos. El hombre en cambio reconoce
mejor de dónde proviene el sonido.
Al tener mayor sensibilidad para distinguir las tonalidades de la voz, la
mujer puede oir los cambios emocionales de niños y adultos, solo por el tono
en el que lloran o hablan.
ENFERMEDADES POCO COMUNES
Mujeres y hombres mueren, en general, por causas muy distintas
porque sus organismos se defienden de forma distinta. La mujer tiene mayor
esperanza de vida que el hombre ( En España, el 80% de las personas viudas
son mujeres), aunque sus sistema inmunológico es más propenso a las
disfunciones. Esta mayor esperanza de vida se debe a que las hormonas
femeninas protegen el organismo de la mujer hasta la menopausia.
Los hombres mueren de problemas cardiovasculares y cánceres de
próstata y pulmón.
Las mujeres también fallecen mayoritariamente por problemas del corazón,
pero a diferencia de los hombres, que pueden sufrir un infarto en cualquier
momento, en la mujer las probabilidades de sufrir un infarto son mucho
menores hasta la menopausia ( las hormonas la protegen), aunque tras la
retirada de la menstruación aumentan en un 50%. Otras enfermedades
mortales en la mujer son el cáncer de mama, el de colon y el de útero.
Hombres y mujeres ni siquiera sufren un infarto de la misma forma. En el
hombre es de apariencia fulminante, precedido por un agudo y súbito dolor
en el pecho. El de la mujer se caracteriza por una fuerte sensación de fatiga
y grandes dificultades para respirar, y es mortal en un porcentaje mucho
mayor.
La respuesta del sistema inmunitario de la mujer ante la enfermedad es más
intensa que la del hombre, lo que propicia que padezca con más
frecuencia enfermedades relacionadas con éste. Estas dolencias afectan
a un 80% de mujeres frente a un 20% de hombres.
Los hombres padecen hipertensión en mayor medida que las mujeres y son
más propensos a los desmanes alimenticios que repercuten en sus niveles de
colesterol. La mujer es mucho más sensible a los problemas intestinales y
estomacales ya que su aparato digestivo trabaja más lentamente.
La descalcificación del sistema óseo en la mujer comienza a producirse a los
veinte años y se recrudece alarmantemente en la menopausia. Si además
no se sigue una dieta sana y rica en calcio, se es fumadora y sedentaria, o
extremadamente delgada las probabilidades de sufrir osteoporosis se
pueden multiplicar peligrosamente. Los hombres, al no perder hormonas, no
sufren apenas este problema.
Las mujeres padecen depresión con más facilidad que los hombres debido a
sus alteraciones hormonales mensuales y a que poseen menores niveles de
serotonina, una sustancia que regula los cambios de humor. Sin embargo,
soportan mejor el estrés que el hombre porque llora hasta cuatro veces
más. Este llanto no indica debilidad, sino una mayor cantidad de prolactina,
que es la hormona encargada de disminuir la tensión nerviosa.
La fertilidad femenina también impone condicionantes de salud. La
ciclicidad menstrual implica épocas de vulnerabilidad emocional y física
entre una ovulación y otra. Además, el perder hierro con la menstruación se
salda con un estado de cansancio crónico y debilidad general.
EN EL SEXO...
Las diferencias sexuales no se limitan a distintos aparatos
reproductores. El punto del cerebro encargado de regular el apetito sexual
es el hipotálamo, y es más grande en hombres que en mujeres, tal como
explican los investigadores Pease.
Según el Instituto Kinsey, si se suprimieran los condicionantes sociales,
el 80% de los varones serían promiscuos; se asegura que la promiscuidad se
encuentra en la estructura cerebral del hombre, es un legado de su pasado.
No hay que olvidar que la represión sexual ejercida sobre las mujeres
se remonta a miles de años y generaciones (todavía hay culturas que
castigan con la muerte el adulterio femenino y ni siquiera reprenden el
masculino) mientras que la libertad sexual del hombre ha sido absoluta
durante toda su existencia.
Los niveles de testosterona (hormona encargada de activar el apetito
sexual) descienden con la edad en el hombre y aumentan en la mujer que
llega a su cenit sexual aproximadamente a los cuarenta años, la misma
edad en la que empiezan a observarse claramente el decaimiento
masculino.
El estrés dificulta enormemente la normal evolución de las relaciones
sexuales femeninas, mientras que apenas incide en las masculinas, ya que el
hombre utiliza el sexo como una forma de descargar tensiones.
Un hombre tarda apenas tres minutos en pasar de la más absoluta
frialdad al orgasmo, mientras que la mujer tarda una media de trece
minutos.
El hombre se estimula por la vista ( de ahí su obsesión por mirar a las
mujeres ) y la mujer por el oído ( lo que explica que se deje seducir por
palabras cariñosas y románticas). Por eso, no es de extrañar que a hombres y
mujeres les exciten cosas distintas: la pornografía se lleva el primer puesto en
el caso masculino y el romanticismo logra lo propio en el femenino.
Allan y Bárbara Pease.
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