el derecho a vivir en familia y la participación del padre

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Lic. Rosa María Montaño Amaya
Directora General de Seguimiento
de Recomendaciones, Propuestas de
Conciliación e Inconformidades
La familia ha sido siempre, el grupo humano que mejor
expresa la naturaleza social del hombre, es una
comunidad humana cuya estructura se ha ido
transformando a través del tiempo, sufriendo cambios
importantes. En México, algunos de estos cambios los
percibimos a partir de las leyes de la reforma cuando el
Presidente Benito Juárez, promulgó la “Ley del
Matrimonio Civil”, en Veracruz, el 23 de Julio de 1859.
En esta ley se desconoció la validez oficial
del matrimonio canónico que entonces
prevalecía, para darle el carácter de
contrato civil, regulado por la ley civil.
Esta
secularización
del
matrimonio
consecuencias en la institución de la familia.
trajo
Bajo la jurisdicción de la Iglesia católica la familia
estuvo asentada bajo la celebración del matrimonio
de un hombre y una mujer que se unían por amor
como Cristo con la iglesia, con el propósito de
formar una familia, estableciendo un vínculo
indisoluble, en el que la mujer cuidaría de los hijos y
del hogar, sirviendo a su esposo, y este proveería
todos los medios para la subsistencia de la familia.
Estando bajo la jurisdicción del Estado, el
matrimonio fue concebido como una institución
que surge de la voluntad de un hombre y una
mujer que deciden unirse con el propósito de
vivir juntos, formalizando y legitimando dicha
unión mediante la suscripción del contrato civil
del matrimonio. “Libertad para contratar y
autonomía de la voluntad” son los principios
rectores de los contratos civiles.
Posteriormente, continuamos avanzando con la Ley de
“Relaciones Familiares” promulgada por Venustiano
Carranza, el 09 de Abril de 1917 bajo el criterio de
que la familia está fundada en el parentesco por
consanguinidad y especialmente por las relaciones
que origina la filiación tanto legítima como natural. El
matrimonio dejó de ser el supuesto jurídico necesario
para regular las relaciones de paternidad, maternidad,
patria potestad, etc.
Se reconocen pues, y se legitiman, derechos de las
familias que se originan por relaciones sostenidas
fuera de matrimonio. Asimismo se irrumpe el principio
de indisolubilidad del matrimonio bajo la premisa de
que siendo este un contrato civil, podía rescindirse,
apareciendo así por primera vez en esta ley, el divorcio
como medio legal para disolver el vínculo matrimonial.
Actualmente, en el derecho moderno, la solidez de
la institución del matrimonio ha sido severamente
cuestionada, e inclusive hay quienes sostienen que
esta institución está en peligro de extinción.
Estos cuestionamientos surgen de factores que han
impactado al matrimonio, de los cuales solo
mencionaremos de paso, los que se refieren a lucha
de las mujeres por lograr la equidad en todos los
ámbitos, comenzando por el de “la casa”
evidenciando la desigualdad existente en este medio,
lo que consecuentemente nos ha obligado a avanzar
en materia legislativa en este sentido, impactando a
la familia íntimamente vinculada a la relación de la
pareja que ha procreado hijos.
En cambio, la familia como una institución del
derecho, por cuestionada o amenazada que sea,
como comunidad básica y esencial para el
desarrollo del ser humano, permanece y todo
parece indicar que permanecerá siempre por su
naturaleza comunitaria, que la perpetúa como una
institución de carácter social.
El nuevo código de familia para el Estado de Sonora,
que cobrará vigencia a partir del próximo mes de
Octubre, por primera vez define a la familia como una
institución de carácter social, constituida por la unión
matrimonial o concubinaria de un hombre y una mujer,
o por vínculos de parentesco en los tipos, líneas y
grados que reconoce la ley, definiendo las funciones
de la familia, por lo que toca al vínculo conyugal,
concubinario o fraternal, estableciendo que dicha
función es la de garantizar la cohabitación, el respeto y
la protección recíproca entre los miembros de la
pareja.
En el subsistema paterno-filial, las funciones
encomendadas a quienes ejercen la patria potestad,
la tutela o instituciones afines son la nutrición
material y afectiva, así como la humanización y
socialización de los descendientes, pupilos o
personas a su cargo. A través del vínculo fraterno
se pretende garantizar la relación afectiva, el
respeto y la protección recíproca entre los
hermanos.
Ante los procesos de descomposición social y la patente
violación de los derechos humanos de los niños, niñas y
adolescentes, algunas organizaciones internacionales han
centrado su atención en la protección de estos derechos,
generando la necesidad de darle vigencia plena a las
declaraciones y convenios internacionales firmados por
nuestro país, tales como la CONVENCIÓN SOBRE LOS
DERECHOS DEL NIÑO, ratificada por México y aprobada por
el Senado el 19 de Junio de 1990, basada en los principios
proclamados en la Carta de las Naciones Unidas: la libertad,
la justicia y la paz en el mundo se basan en el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos
iguales e inalienables de todos los miembros de la familia
humana.
El núcleo de esta Convención es el interés superior
del menor y en ella se tutela el derecho a la vida, a
la supervivencia y desarrollo, a la libertad de
expresión, de pensamiento y de religión.
La vigencia de esta Convención ha afectado el
panorama legislativo dando origen a las llamadas
leyes de segunda generación por estar claramente
inspiradas en la doctrina de la protección integral. El
movimiento
de
reformas
legislativas
postConvención es y debería permanecer como un
proceso altamente dinámico, no debiendo existir
modelos rígidos de adecuación. Doctrinas y
paradigmas deben interpretarse a la luz de las
condiciones reales.
En este contexto, en el Estado de Sonora, en el año
2000 se creo la Ley para la protección de los
derechos de niñas, niños y adolescentes teniendo
como principios rectores de la protección de sus
derechos: El del interés superior de la infancia, el de
la no discriminación, el de la igualdad, el de vivir en
familia como espacio primordial de desarrollo, el de
tener una vida libre de violencia, el de
corresponsabilidad de los miembros de la familia,
Estado y sociedad y el de la tutela plena e igualitaria
de los derechos humanos y de las garantías
constitucionales.
En esta ley se establecen las obligaciones de
ascendientes,
tutores
y
custodios,
destacando la obligación de proporcionarles
una vida digna, garantizarles la satisfacción
de alimentación, así como el pleno y
armónico desarrollo de su personalidad en
el seno de la familia, la escuela, la sociedad
y las instituciones.
El derecho del niño de vivir en familia, y la
participación tanto del padre como de la madre
emergen de la necesidad real y urgente de propiciarle
un entorno que le permita desarrollarse plenamente;
la familia tiene varias funciones de las que destacan:
a) La capacidad para resolver las necesidades materiales básicas
de sus miembros; esta responsabilidad compete especialmente
a los padres.
b) Desarrollar una alianza conyugal funcional, que de suyo implica
el que padre y madre hayan sabido vivir el proceso de
independizarse de sus familias de origen para dar paso a su
propia individualidad e identidad como pareja.
c) La crianza y socialización de los hijos. Si la familia logra cumplir
con estas funciones el niño gozará de un ambiente propicio
para su desarrollo pleno.
No podemos soslayar que generalmente los
derechos
y
deberes
familiares
son
correlativos: frente al derecho del niño de
vivir en familia, este tiene el deber de
obediencia frente a sus padres, y sus padres
tienen frente a él, el deber de su crianza y
socialización
demostrándole
afecto
y
propiciándole el entorno adecuado para su
pleno desarrollo.
Para abordar el tema del derecho del niño de vivir en
familia y la intervención del padre, resulta obligado
concebir a la familia como un fenómenos social
inacabado que se transforma a través del tiempo. A
partir de los años sesenta hemos vivido el cambio de
muchos paradigmas, de la forma de ver y vivir la vida
y esto ha influido en las familias.
El ideal de familia moderna o familia nuclear (padre,
madre, hijos), concebía al padre trabajando fuera, la
madre en casa al cuidado del hogar y la crianza de los
hijos, para algunos investigadores este tipo de familia
era “modelada” por tres sentimientos principales: “el
amor romántico, el amor maternal y la domesticidad”.
La sociedad actual, llamada “Postmoderna” a dado
origen a otro tipo de familia, llamada familia
“postmoderna” basada en sentimientos y valores
distintos: no se acepta el amor romántico de la
misma manera, las relaciones se acuerdan siendo
más realistas, y en ocasiones se es práctico.
Esta etapa se inicia en los años ochenta creando otro
paradigma diferente, la familia “permeable” que se
caracteriza porque engloba varios tipos de familia o
familias “alternativas”: la familia tradicional, la
nuclear, la familia en la que los dos padres trabajan,
la familia monoparental etc.
Sea cual fuere el modelo de familia, la figura del
padre sigue siendo en la gran mayoría de los
casos, una figura ausente con mínima o casi nula
intervención, sobre todo con los hijos menores de
edad; pareciera ser que esto obedece a una
cuestión de género que tiene que ver con los roles
asignados históricamente a hombres y mujeres,
legitimados por el Estado mediante normas
jurídicas que imponen o imponían al padre la
obligación de proveer los medios necesarios para
la subsistencia de la familia presumiendo que con
ello cumplían sus obligaciones familiares,
permaneciendo al margen de todo aquello que
tenía relación con el cuidado del hogar y la
crianza de sus hijos, roles estos que fueron
asignados a las mujeres.
Antes de la reforma legislativa que se hizo al Código
Civil para el Estado de Sonora, en el año de 1990, el
artículo 256 establecía que el marido debía dar
alimentos a la mujer y hacer todos los gastos
necesarios para el hogar, y el artículo 260 establecía
que estaría a cargo de la mujer la dirección y el
cuidado de los trabajos del hogar, presumiéndose con
ello que quedaba implícito el cuidado y crianza de los
hijos.
Si bien es cierto que en materia legislativa hemos
avanzado generando normas que establecen una
distribución de las cargas familiares más equitativa,
involucrado por igual al padre y la madre en proveer los
medios necesarios para la subsistencia de la familia, y las
cargas que derivan de la crianza de los hijos y el cuidado
del hogar, todavía existe una brecha enorme entre los
hechos y el derecho.
En la gran mayoría de los casos, el padre sigue
siendo una figura ausente en cuanto a la
intervención con sus hijos, y las madres, aun
cuando se han incorporado a la vida productiva
fuera del hogar, siguen asumiendo la mayoría de
las cargas familiares con las consecuencias que
ello conlleva.
En este paradigma, el hombre debe participar
activamente en la crianza y el cuidado de los
hijos cumpliendo con su función nutricio afectiva
y nutricio socializadora con el fin de formar hijos
sanos, seguros de si mismos, capaces de
enfrentar el mundo exterior.
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Producir cambios legislativos acordes con la
doctrina de la protección integral de los niños,
niñas y adolescentes.
Defender y
alcanzadas.
profundizar
las
conquistas
Promover y difundir la participación del padre
con sus hijos.
El derecho debe crearse para construir una
armonía en las pretensiones, no debe olvidar
que la familia está basada en la comunidad de
sus miembros que son su razón de ser, y en
sus fines, en el amor conyugal, en el amor de la
pareja, en el amor filial y fraternal.
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