BENEFICIOS PENITENCIARIOS PARA CONDENADOS POR

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OPINIÓN SOBRE PROYECTO DE LEY Nº 3494/2009-PE
1) PROYECTO DE LEY Nº 3494/2009-PE
2) DISPOSICIONES QUE SE PLANTEAN DEROGAR, MODIFICAR O
REGULAR
Derogación del Decreto Legislativo Nº 927 y modificación del art. 3 de la Ley Nº
28760.
3) OPINIÓN
Favorable
----------------
Desfavorable
-------X-------
Favorable en parte
----------------
4) FUNDAMENTOS DE LA OPINIÓN
Como se sabe, el Decreto Legislativo Nº 927 establece las normas que
regulan los beneficios penitenciarios y los procedimientos en materia de
ejecución penal relativos a los condenados por delito de terrorismo (art. 1),
mientras que la Ley Nº 28760 regula las normas a las que se sujetan los
beneficios penitenciarios en el caso de sentenciados por el delito de secuestro.
Si bien se pretende derogar el Dec. Leg. N° 927, es to generaría la necesidad
de modificar el art. 3 de la Ley 28760 toda vez que este prescribe que “los
beneficios penitenciarios para los sentenciados por los delitos de secuestro y
extorsión se regularán de conformidad con lo previsto en los artículos 2°, 3° y
4° del Decreto Legislativo N° 927”. Como esta ley t iene una norma de reenvío
al decreto legislativo, la pretendida derogación del decreto requeriría, a su vez,
de la modificación de la Ley 28760.
Con todo, el aspecto fundamental del proyecto es la derogación de los
beneficios penitenciarios para condenados por delitos de terrorismo. Y en ello
centraremos nuestra opinión.
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Antes debemos indicar que se evidencia una contradicción en este Proyecto de
Ley: en su artículo 2º manifiesta que los sentenciados por el delito de
terrorismo no podrán acogerse a los beneficios penitenciarios de redención de
la pena por el trabajo y la educación, la semilibertad y la libertad condicional,
pero en el Art. 3º ―que modifica el Art. 3 inc. 1 de la Ley Nº 28760― se sigue
aludiendo al sentenciado por terrorismo como beneficiario de la redención de la
pena por el trabajo y la educación.
Ahora bien, en cuanto al concepto de terrorismo, la Sala Penal Nacional en
sentencia recaída en el Expediente Nº 571-03, del 22-AGO-2005, F. J. n° 1,
señaló que:
“El terrorismo como actividad delictiva, por lo general, implica una serie
de acciones que se realizan con una finalidad intrínseca: causar miedo,
zozobra, terror en la población. [La] Asamblea General de las naciones
Unidas define el terrorismo como “actos criminales con fines políticos
concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la
población en general, en un grupo de personas o en personas
determinadas, que son injustificables en toda circunstancia, cualesquiera
que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales,
étnicas, religiosas o de cualquier otra índole que se haga valer para
justificarlos” (Organización de las Naciones Unidas, Informe sobre
terrorismo y derechos humanos del 22 de octubre del 2002, Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, Washington, 2002, p. 24). El
terrorismo es una actividad delictiva que no solo afecta a los gobiernos e
instituciones democráticamente constituidas, sino que, sobre todo, afecta
a cada uno de los ciudadanos, quienes se ven perjudicados por lo
ataques graves contra las condiciones de vida más esenciales para su
desarrollo individual y social. [En] consecuencia, el terrorismo viene a
constituirse en una grave amenaza que se concreta de manera directa, a
través, de las acciones de las propias organizaciones terroristas, como
también de manera indirecta, porque en muchos de los casos va a
provocar una reacción violenta por parte del estado”
Como se puede observar, el terrorismo tiene como principal característica la
realización de actos criminales con el fin de crear un estado de terror en la
población. Adicionalmente, Castañeda Segovia reconoce otras características
esenciales del terrorismo en el plano fenomenológico1:
(i)
1
El terrorismo tiene una finalidad política. Sea disfuncional o
funcional al sistema, sea para socavar la estabilidad del
régimen político imperante y promover su sustitución por
otro, sea como instrumento complementario de las políticas
CASTAÑEDA SEGOVIA, Mateo. El Delito de Terrorismo y Garantías Procesales en la Lucha
Antiterrorista. Lima, GRIJLEY, 2009, p.3.
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(ii)
(iii)
(iv)
(v)
gubernamentales de control social, aunque por medios
ilegales.
El terrorismo se basa en la violencia. O en la amenaza de
violencia, y se dirige, en definitiva a un destinatario
colectivo representado por la sociedad o una parte de ella,
o el Estado.
Provocar un sentimiento de terror o inseguridad extrema en
una colectividad. Se trata de imponer una determinada
voluntad política a ciertos sectores de la sociedad o a toda
ella para que, sobre la base del miedo, se adhiera a los
propósitos unitarios de sus autores. Lo característico del
terror es que no se agota en un hecho material que se
ejecuta violentamente, sino que prolonga sus efectos en la
conciencia de una sociedad.
Mediante los delitos de terrorismo se intenta ante todo
destruir voluntades y para ello el hecho ejecutado tiene que
contra con una suficiente capacidad de trascendencia y
dinamismo como para que pueda ser percibido como un
hecho espectacular y llamativo.
La lógica del terrorismo reclama publicidad que es lo que
contribuye a diferenciarlo de otras formas de violencia.
El delito de terrorismo es castigado severamente y el ámbito de lo punible es
de una amplitud importante: se reprime la sola pertenencia a dicha
organización (para lo cual está prevista una pena no menor de 20 años, según
el artículo 5 del Decreto Ley 25475) así como también la apología del
terrorismo, que se encuentra conminada una pena privativa de libertad que
puede llegar hasta 15 años (artículo 316º CP). Si comparáramos las penas
previstas para los delitos de homicidio (Art. 106º C.P), lesiones (Art. 121- 124
A), patrimonio (185º- 207º C), etc. con la pena establecida en el artículo 2º de
la Ley Nº 25475 (la cual también sanciona esos mismos delitos pero causados
por un grupo terrorista), se podría apreciar el elevado grado de severidad con
el que se castiga a este último delito en tanto se le asigna una pena no menor
de 20 años.
Por otro lado, la legislación penal especial de lucha contra el delito de
terrorismo restringe de forma manifiesta las garantías individuales de corte
procesal. Así lo hace al incrementar sensiblemente el plazo máximo de
detención. Esto se repite con las normas penitenciarias, en tanto el Dec. Leg.
Nº 927 (el cual hoy se quiere derogar) contiene condiciones más restrictivas y
exigentes para el establecimiento de beneficios penitenciarios.
El delito de terrorismo es, pues, uno de los más gravemente sancionados (en
los planos sustantivo, procesal y penitenciario) por corresponder a uno de los
delitos más desvalorados socialmente. Tan es así que la ONU, al emitir su
informe sobre el terrorismo y los derechos humanos, ha considerado este delito
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como un conjunto de “actos criminales con fines políticos concebidos o
planeados para provocar un estado de terror en la población en general”.2 Se
trata de un delito en el que se vulneran bienes jurídicos primordiales (vida,
salud, seguridad, patrimonio, etc.) con la perversa finalidad de alterar
gravemente la tranquilidad publica3.
El Tribunal Constitucional, en su sentencia recaída en el Expediente Nº 32832003-AA/TC del 15 de junio de 2004, dejó establecido que:
“El orden público es el conjunto de valores, principios y pautas de
comportamiento político, económico y cultural en sentido lato, cuyo
propósito es la conservación y adecuado desenvolvimiento de la vida
coexistencial. En tal sentido, consolida la pluralidad de creencias,
intereses y prácticas comunitarias orientadas hacia un mismo fin: la
realización social de los miembros de un Estado. El orden público alude
a lo básico y fundamental para la vida en comunidad, razón por la cual
se constituye en el basamento para la organización y estructuración de
la sociedad.
En ese contexto, el Estado puede establecer medidas limitativas o
restrictivas de libertad de los ciudadanos con el objeto [de] que, en el
caso específico de la defensa de valores como la paz, o de principios
como la seguridad, se evite la consumación de actos que puedan
producir perturbaciones o conflictos. De allí que, en resguardo del
denominado orden material –elemento conformante del orden público-,
el Estado procure la verificación de conductas que coadyuven al
sostenimiento de la tranquilidad publica, el sosiego ciudadano, etc”
Es por todo ello que el Estado al proteger la tranquilidad pública ―que se
preordena a la protección de bienes jurídicos individuales de primer orden―
utiliza su arma más gravosa: el Derecho Penal. Si bien es cierto que el Estado
utiliza esta herramienta (Derecho Penal), hasta en su versión más drástica
(Derecho Penal del Enemigo), lo hace porque intenta proteger la estructura y
organización de la sociedad. De esta manera, se entiende que las medidas que
utilice el Estado, en tanto no lesionen la dignidad de las personas4 y el
2
Sentencia de la Sala Penal Nacional recaída en el Expediente Nº 571-03, del 22 de agosto de
2005, fundamento jurídico 1.
3
CASTAÑEDA SEGOVIA, Mateo. El Delito de Terrorismo…, p.5.
4
LANDA, Cesar. Dignidad de la Persona Humana. En: Cuestiones Constitucionales,
Universidad Autónoma de México, N° 007 (2002), p.11 2: “(…) la dignidad no sólo es un valor
y principio constitucional, sino también es una dinamo de los derechos fundamentales; por
ello, sirve tanto de parámetro fundamental de la actividad del Estado y de la sociedad, como
también de fuente de los derechos fundamentales de los ciudadanos. De esta forma, la
dignidad de la persona humana se proyecta no solo defensiva o negativamente ante las
autoridades y los particulares, sino también como un principio de actuaciones positivas para
el libre desarrollo del hombre, razón por la que sólo puede ser entendida a cabalidad en el
marco de la teoría institucional”
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contenido esencial de los derechos fundamentales,5 son permitidas cuando
estén destinadas a alcanzar un fin legítimo, como lo es el garantizar la
subsistencia de la sociedad.
Ahora bien, la supresión de la liberación condicional ―que es un beneficio
penitenciario― podría ser tomada por algunos como una afectación al
contenido esencial del derecho del condenado a resocializarse y a su dignidad
como ser humano en cuanto:
“Los beneficios penitenciarios surgen como instituciones jurídicas de
refuerzo a la progresividad del tratamiento resocializador, tendientes a
generar en los internos un estímulo para la adopción de actitudes
readaptativas, permitiendo adicionalmente mejorar las condiciones para
el desarrollo de las interrelaciones dentro de los establecimientos
penitenciarios”6
Es por esta razón que tenemos que precisar la naturaleza jurídica de los
beneficios penitenciarios. A decir de Meini Méndez, los beneficios
penitenciarios son precisamente eso, un beneficio penitenciario y no un
derecho, en tanto un derecho es una pretensión cuyo reconocimiento y respeto
es oponible a terceros. Un beneficio, en cambio, es una prerrogativa cuyo titular
puede ejercer o no, siendo su concesión inexigible por parte del eventual
beneficiario.7
Meini Méndez se basa en:
“(…) que la decisión final de otorgar o rechazar un beneficio
penitenciario depende de factores subjetivos cuya comprobación y
valoración la ley le atribuye al juez. Por lo mismo, el haber purgado un
porcentaje de la pena no es más que uno de los requisitos objetivos
para que pueda proceder la semilibertad. Su verificación permite al juez
comprobar que el condenado cumple con un presupuesto objetivo, pero
la misma ley le deja al juez la decisión final de si ha de conceder la
semilibertad. Y esta decisión final, según el CEP, es subjetiva, porque
tiene que ver con la valoración que efectúa el juez sobre el cumplimiento
de los fines de la pena por parte del condenado. Para decirlo con otras
palabras, el juez tiene que verificar que el sujeto se ha resocializado. En
5
JUS Constitucional, GRIJLEY, N° 8 (2008), p. 333: “A pesar de que el Estado tiene la
potestad de reglamentar y, por tanto, restringir los derechos fundamentales, lo cierto es que
también existe un contenido esencial en todos ellos que queda fuera de la esfera de
regulación de todos los poderes públicos. Se trata, en consecuencia, de reconocer un núcleo
en el contenido de los derechos fundamentales que no puede sobrepasar; es decir, se trata
de salvaguardar un contenido mínimo del derecho o bienes constitucionales relevantes”.
6
BROUSSET SALAS, Ricardo. Replanteamiento del Régimen de acceso a los Beneficios
Penitenciarios de efectos Excarcelatorios en el Perú. En:
http://www.unifr.ch/ddp1/derechopenal/articulos/a_20080521_37.pdf pág. 2
7
www.unifr.ch/ddp1/derechopenal/articulos/a_20080526_29.pdf -, MEINI MENDEZ, Iván,
Aplicación Temporal de la Ley Penal y Beneficios Penitenciarios, p.4.
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esta facultad que tiene el juez de determinar según su criterio si se ha de
conceder la semilibertad, se concibe con claridad la naturaleza jurídica
del beneficio penitenciario”
De esta manera se entiende que los beneficios penitenciarios no constituyen un
derecho del condenado, sólo constituyen un medio que coadyuva al tratamiento
penitenciario y a la progresividad del mismo, pero que depende, en estricta
medida, del grado de resocialización del condenado (Art. 5 inc.1 D. Leg. Nº
927). Esto se determina con la ayuda del informe del Consejo Técnico
penitenciario. Así lo entiende también el Tribunal Constitucional en su STC Nº
28222-04HC/TC (Caso Abdel Durán Álvarez; 25 de diciembre de 2004;
fundamento jurídico 8):
“Cabe recalcar que, conforme lo tiene dicho este Tribunal en la STC Nº
1594-2003 HC/TC, “[…] desde que se expide la sentencia condenatoria,
el sentenciado se encuentra temporalmente restringido de su libertad
locomotora. Tal restricción constitucionalmente ha de prolongarse hasta
que se cumpla la totalidad de la pena impuesta, de manera que una
evaluación judicial que concluye que el interno no se encuentra apto
para ser reincorporado a la sociedad antes de que venza la pena, a
través de la concesión de un beneficio penitenciario, no puede
considerarse una violación de dicha libertad individual” (subrayado
nuestro)
Por tanto, cierto es que de eliminarse los beneficios penitenciarios no se estaría
vulnerando derecho alguno, ni afectando la dignidad de la persona. Sin
embargo, creemos que no sería adecuado eliminar estos beneficios
penitenciarios, puesto que al ser el juez quien debe evaluar la peligrosidad del
sujeto ―el grado de resocialización―, éste tendrá también la potestad de
negar dicho beneficio, dejando abierta la posibilidad para aplicarla en aquellos
casos en los que sí hubiera ocurrido una adecuada resocialización y
arrepentimiento. De hecho, hemos tenido algún caso, en el que un condenado
por estos delitos posteriormente ocupó puestos o cargos públicos del más alto
nivel. Así pues, no parece conveniente cerrar toda posibilidad a la readaptación
y rehabilitación del interno, facilitando así uno de los fines o cometidos de la
pena, según dispone el Art. 139º inc. 22º de la Constitución.
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