FRANCISCO entrevista a FM MILENIUM

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Entrevista de S.S. Francisco
Con el periodista Marcelo Figueroa para el Programa: “Diálogos para el encuentro” –
FM MILENIUM 106.7 de Buenos Aires Argentina ( se emitirá completa el próximo
domingo 13 a las 17 hs.)
Es la primera entrevista que el Papa Francisco concede a una radio independiente,
no confesional, en el mundo.
Ciudad del Vaticano, 25 de Agosto de 2015
FIGUEROA: ¡Muy buenas tardes! Éste es un programa muy especial de “Diálogos para el
encuentro”. Estamos aquí, en la Ciudad del Vaticano, en la Residencia de Santa Marta.
Quién está al lado mío, mejor dicho, yo estoy al lado de él, es el Santo Padre
Francisco, que ha tenido la fineza de dedicar este tiempo para dialogar en este espacio.
Así que, lo primero que debo hacer en su casa, es agradecerle este gesto y la
hospitalidad.
FRANCISCO: Gracias a vos por invitarme a este diálogo para los oyentes de radio
Milenium. En un tema que había quedado pendiente desde que yo viniera al Cónclave en
la grabación que nosotros teníamos con el Rabino Skorka y contigo: El tema de la
amistad. Yo me quedé acá, no volví, tuve que devolver el billete y el tema sigue
pendiente. Y bueno, hablemos ahora…
FIGUEROA: Si, realmente es un tema que había quedado pendiente, no la amistad en sí.
La pregunta que uno se hacía, conociéndolo por el valor que le ha dado siempre al
concepto de la amistad. Y la importancia inclusive que en la misma Biblia encontramos
ya desde el Génesis, pasando por los ejemplos de David y Jonathan, Proverbios y
Eclesiastés. Conociendo el valor profundo y espiritual que tiene la amistad entre los
hombres hechos a imagen y semana de Dios, el interrogante es: ¿Cómo ahora en su rol de
Papa, eso se mantiene….?
(Francisco susurra pidiendo que el diálogo se haga utilizando el “tuteo”)
…Me acaba de pedir que lo tutee, lo voy a hacer porque él me la ha pedido…
FRANCISCO: O sea, que siga como antes. Porque si hay una amistad previa no cambia
porque uno cambia de función. ¿No es cierto?
FIGUEROA: ¿Cómo has concebido todo ese sentido profundo de la amistad ahora en esta
misión tan especial que Dios te ha dado?
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FRANCISCO: Yo nunca tuve tantos “amigos” entre comillas, como ahora. Todos son
amigos del Papa. La amistad es algo muy sagrado. La Biblia dice: “tené uno o dos
amigos”. Antes de considerar a uno amigo, dejá que el tiempo lo pruebe, a ver cómo
reacciona frente a vos.
Y es lo que sucedió en nuestra historia. Vos evangélico, yo católico y trabajando juntos
por Jesús. Pero no solo funcionalmente, sino se fue dando esta amistad en la que
también se involucró a tu mujer, tus hijos. Y en la que también se pasaron momentos
oscuros. ¿No es cierto? Como cuando vos tuviste que pasar por el túnel de la
incertidumbre que te da una enfermedad. Lo confieso, yo sentía la necesidad de estar
cerca tuyo, de tu mujer, de tus hijos. Porque un amigo no es un conocido, uno con el
cual pasa un buen rato de conversación. La amistad es algo hondo. Yo creo que Jesús
quiso que se diera esto. Más allá de tu chiste de que sos “la oveja protestante mía”,
está ese acercamiento humano de poder hablar de cosas comunes con hondura.
FIGUEROA: Yo quiero reconocerte ese gesto. Porque además tu llamado fue justamente
el viernes santo antes de ir al Coliseo, y estabas con las investiduras para ir al Coliseo.
Recuerdo que me llamaste preocupado y, a los minutos prendo el televisor, y te veo allí,
en un momento tan importante. Siempre voy a valorar ese gesto enorme de amistad.
La amistad, también debe cultivarse, me parece, en esos momentos difíciles. A veces
hay amigos por conveniencia y es difícil encontrar amigos genuinos. Creo que también
hay una sociedad que nos está desintegrando un poco ese sentido profundo que tenemos
culturalmente como amigos.
FRANCISCO: El amigo por interés ya lo decía nuestro Martín Fierro: “Hacete amigo del
juez, no le des de qué quejarse, pues siempre es bueno tener, palenque donde ir a
rascarse”.
Pero, el sentido utilitario de la amistad, a ver que provecho puedo sacar yo de
acercarme a esa persona y hacerme amigo. A mí eso me duele. Y yo me he sentido usado
por gente que se ha presentado como amiga y a quien yo quizá no había visto más que
una o dos veces en la vida, y ha usado eso para su provecho. Pero es una experiencia por
la que pasamos todos, la amistad utilitaria.
La amistad es un acompañar la vida del otro desde un presupuesto tácito. En general las
verdaderas amistades, no se explicitan, se dan y se van como cultivando. A tal punto que
la otra persona ya entró en mi vida como preocupación, como buen deseo, como sana
curiosidad de saber cómo le va a él, a su familia, a sus hijos Es decir que uno va
entrando.
Otra característica para distinguir la buena amistad de otras formas de amistad, que se
llama amistad, pero son compañerismo, etc. Es que con un amigo, por ahí vos no te ves
durante mucho tiempo, pero cuando te encontrás, y a veces pasan meses o hasta un
año, sentís como si te hubieras visto ayer, enganchás enseguida. Es una característica
muy humana de la amistad
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FIGUEROA: Yo creo que es la distintiva también. Y me parece que hay indudablemente
una unidad espiritual. La amistad tiene también un contenido espiritual. Creo que Dios
está especialmente interesado en esa genuina amistad. Creo que en una amistad, o
como la que nosotros tenemos, Dios está preocupando, interesado y ocupado en
mantener en mantener esa amistad
FRANCISCO: De hecho la actitud de Dios con su pueblo está preñada de cariño paternal,
por supuesto, pero también de amistad. No sé cómo podamos interpretar eso de que
Dios a Moisés le hablaba cara a cara, como un amigo le habla a otro amigo. Es decir:
¡Dios amigo de Moisés! Esa capacidad de confiarle todo, sus planes, lo que iba a hacer…
FIGUEROA: Es curiosa esa realidad de que Dios declara esa amistad con un hombre. De
alguna manera nos vemos reflejados en Moisés y en Abraham las confesiones judeocristianas. Esa amistad, esa fraternidad, o ese encuentro aparece hoy entre las distintas
confesiones de fe como algo, no solamente importante, sino como imprescindible de
acuerdo a lo que uno ve alrededor del mundo. ¿Cómo percibís hoy esa urgencia del
encuentro, del diálogo y hasta la amistad entre las confesiones?
FRANCISCO: En la Biblia hay una palabra después de la caída de Adán y Eva. Dios le dice
a la serpiente “pondré enemistad entre ti y la mujer”, y acto seguido Caín mata a su
hermano en un acto de enemistad.
Los hombres por nuestro pecado, por nuestra debilidad, fomentamos la cultura de la
enemistad. Desde la guerra hasta los chismes de los barrios, o en el lugar de trabajo.
Donde uno degrada, calumnia o difama al otro con mucha libertad, como si fuera lo más
natural, aunque no fuera verdad, con tal de tener una posición más poderosa o algún
otra cosa.
Frente a la cultura de la enemistad, saliendo ya de lo que es la amistad personal de
amigo, estamos hablando ya de la amistad social, hay que trabajar por una cultura del
encuentro, es decir de una fraternidad.
En la Biblia hay una escena que empieza con la cultura de la enemistad y termina
después de años con un encuentro de amor: la historia de José. José por celos es
vendido por sus propios hermanos. Y José cuando los reencuentra por casualidad, por el
designio de Dios, después de tantos años, se esconde para llorar, porque el amor lo tenía
adentro hacia sus hermanos, pese a que lo habían vendido. Ahí tenés un ejemplo de
amor, de amistad, de cultura del encuentro: “Yo soy José, vuestro hermano. ¿Cómo está
nuestro padre?”
FIGUEROA: A mí lo que me llama siempre la atención de esa historia de José, que al
final él termina en una posición de poder. Y los hermanos se ven expuestos frente a lo
que han hecho y de alguna manera están poniéndose a las expensas de lo que José
pueda decidir. Y él toma desde el poder, un lugar muy interesante que lo expresa con la
frase: “¿Quién soy yo para juzgarlos?”. O sea: ¡Líbrame Dios de juzgarlos! Al contrario, y
allí es cuando los abraza. Y me parece a mí, que esta actitud de encuentro, en aquellos
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que tienen un lugar del poder es especialmente importante hoy. Vos lo has hecho en ese
abrazo tan histórico con nuestros hermanos Abraham y Omar. El poder no solamente
involucra el servicio que, desde el primer momento vos lo mencionas, sino también
implica el no constituirse en un juez del otro. Y eso es algo que nos hace mucho daño
porque juez es solo Dios.
FRANCISCO: Es verdad, juez es solo Dios. Y nos encanta erigirnos en jueces. ¿Para qué?
Para distanciarnos. Juzgar a otro crea distancia, siembra distancia. Como aquel de la
parábola del Evangelio que a la noche fue y sembró cizaña, y siembra distancia, siembra
enemistad. Y en esta cultura de la enemistad que pervade todo, nuestros gestos,
nuestras búsquedas, tienen que ir por el lado de la amistad.
FIGUEROA: Las confesiones de fe, yo desde mi lugar como protestante-evangélico,
también tengo en mi historia, y debo reconocerlo, ejemplos de hermanos evangélicos,
que citando un versículo bíblico fuera de contexto, hasta esclavizaban a los negros
diciendo que no tenían alma y “justificándolo” con la Biblia.
De alguna manera, los hombres de fe, me parece que tenemos hoy una responsabilidad
especial en este tema del encuentro hacia la paz. Muchas veces, y aun hoy, se utiliza el
nombre de Dios para enemistar, e inclusive para matar, lo que vos llamás “el
ecumenismo de la sangre”. ¿Es momento de que los hombres de fe entendamos que
tenemos esa misión de construir paz?
FRANCISCO: Ninguna religión es inmune a sus propios fundamentalismos. En toda
confesión habrá un grupito de fundamentalistas, cuyo trabajo es destruir en aras de una
idea, no de una realidad. Y la realidad es superior a la idea. Dios, sea en el judaísmo,
sea en el cristianismo, sea en el islamismo, en la fe de esos tres pueblos, acompaña a su
pueblo, es una presencia de compañía. En la Biblia lo vemos, los islámicos en el Corán.
Nuestro Dios es un Dios cercano, que acompaña. Los fundamentalistas alejan a Dios de la
compañía de su pueblo, lo desencarnan, lo transforman en una ideología. Entonces, en
nombre de ese Dios ideólogo, matan, atacan, destruyen, calumnian. Para ser un poco
práctico, transforman a ese Dios en un Baal, en un ídolo.
FIGUEROA: Porque a veces, uno que ha transitado, por supuesto en mucho menor
medida, este camino del encuentro, del ecumenismo y del diálogo interreligioso en
búsqueda de una paz posible, nos tratan un poco de idealistas, de ingenuos. Yo creo que
hoy el mundo está espiritualmente herido. Yo percibo que quizá - pero corregime en tu
percepción - el verdadero enemigo de los hombres de bien dentro de su confesión, no
somos nosotros, sino que es un manto de oscuridad que ha atravesado todas las esferas:
social, económica, política, dentro de la creación, y ante el cual, de alguna manera,
necesitamos esa luz que todos tenemos y que viene de Dios para enfrentar esa
oscuridad.
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FRANCISCO: (Hay) Es una oscuridad transversal que nos quita horizonte, nos encierra en
convicciones, y lo digo entre comillas, en ideologías. Es una muralla, entonces no hay
encuentro, siempre busco en el otro un desencuentro. Pongo una muralla en vez de
tender un puente y ahí la amistad de los pueblos no se puede dar.
FIGUEROA: ¿Vos sos optimista con respecto a esto?
FRANCISCO: El optimismo es una actitud sicológica, que es sana, es buena. Hay
momentos donde sos pesimista. El problema está en si uno tiene esperanza, y yo tengo
esperanza. La esperanza no defrauda. El optimismo te puede defraudar. Mañana que te
levantás con un ataque al hígado, y estás pesimista. La esperanza es saber que allá está
la promesa de Dios. Aquello de Pablo a Timoteo: “Y si le somos infieles, él permanece
fiel, porque no puede negarse a sí mismo”, un Dios que es la fidelidad. Y por eso espera,
padece, tiene paciencia. Es lindo hablar de la paciencia de Dios.
FIGUEROA: Un Dios que tiene paciencia. ¿Qué importante eso no?
FRANCISCO: Es un misterio la paciencia de Dios, como también es necesaria la paciencia
para forjar una buen amistad entre dos personas. Tiempo y paciencia. Como dicen los
árabes: “comer varios kilos de sal”. Mucho tiempo de hablar, estar juntos, conocerse y
ahí se forja la amistad. Esa paciencia en la cual una amistad es real, sólida. Porque en
ese tiempo pasan muchas cosas en la cual hay que responder como amigo, o como
indiferente.
FIGUEROA: Jesús también pidió a sus discípulos que lo llamen amigo. ¿Qué significa hoy
mostrar ser amigo de Jesús? ¿Qué significa hoy la amistad con Jesús? ¿Cómo puedo vivir
esa amistad y actuar con ese pensamiento?
FRANCISCO: Él lo dijo en la Cena: “ya no los llamo siervos, sino amigos”. El siervo no
sabe lo que va a hacer su señor, el amigo sí. O sea conoce los secretos.
Lo que significa hoy, es dejarse decir amigo por él. Porque frente a la palabra de Jesús
que te dice amigo. O sos un tonto, o un desgraciado que no entendés lo que significa, o
abrís tu corazón y entras en ese diálogo de amistad. Jesús apuesta mucho a ahí, porque
podría haber dicho el maestro, el doctor, podría haber dicho tantos títulos. No, “ustedes
son mis amigos, yo los escogí por amigos”.
FIGUEROA: Cuando vos te acercas a la gente, haces parar el papamóvil para abrazar
una persona. Cuando tenés esos gestos tan cristo-céntricos. ¿Cómo los vivís? ¿Hay un
sentido de responsabilidad, de gozo, de pensamiento, de espiritualidad, hacia la
necesidad de mostrar este Cristo amigo, especialmente hacia los vulnerables?
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FRANCISCO: Siento la necesidad de acercarme, la cercanía, la projimidad. A veces hay
chicos que me conmueven, hay enfermos que me conmueven, y siento la necesidad. Una
de las última veces en la plaza, paso y veo una viejita con unos ojos hermosos. Entonces
hice detener y me bajé y le pregunte. Abuela, ¿cuántos años tiene? Noventa y dos.
Estaba fuerte, ella ahí, parada. Le digo: “Abuela, ¿porque no me da la receta?”. “¡Como
ravioles y los hago yo!”. ¡Un sentido del humor, de belleza! Yo no digo que esa señora es
mi amiga, pero que hubo una cercanía a una vida. Y a mí me marcó, porque me enseñó a
sonreír, me enseñó a mirar limpiamente, me enseñó el sentido del humor…
FIGUEROA: ¿Vos necesitas eso? Porque para esa mujer, y para tantos otros, ese abrazo,
esa mirada tuya es interpretada como la mirada tierna y el abrazo de Jesús.
FRANCISCO: Es que Jesús me abraza en ella. No es solamente que yo voy a dar, voy a
recibir. No solo la receta de los ravioles, sino a recibir una vida contenta, alegre, un
testimonio de vida.
FIGUEROA: A veces uno piensa que estás elaborando tantos materiales, dos encíclicas,
cantidades de discursos y homilías, aquí en este lugar. ¿Percibís desde tu espiritualidad
profundamente cristiana que necesitas eso para seguir adelante tu ministerio?
FRANCISCO: Yo necesito a los fieles, los fieles me dan a mí, me dan de su vida. A veces
cuándo gritan, cuando me acerco a saludarlos uno por uno por uno y me dicen sus penas,
yo los recibo.
El cura tiene que ser un puente, por ello se llama un pontífice, o sea que hace puentes,
no un asilado. Cuando un cura se aísla, ya sea en su postura hierática, o en su postura
legalista, o en su postura de príncipe. Cuando digo cura, digo obispo, papa.
Cuando se aleja, de alguna manera encarna a aquellos personajes a los cuales Jesús les
dedica todo el capítulo veintitrés del Evangelio de Mateo. Esos legalistas, fariseos,
saduceos, doctores de la ley que de alguna manera se sentían “puros”. Que linda esa
parábola del Evangelio cuando el fariseo delante del altar le dice: “Te doy gracias Señor
porque no soy como la demás gente, incluso como aquél que está allá atrás… “que era
un publicano, un pobre pecador. Y el otro decía “Perdoname Señor que soy un
pecador” ¿Jesús qué dice? “Salió justificado éste, no aquel”.
Cuando un pastor no se acerca a su pueblo, no solo para darle, sino para recibir de su
pueblo, que tiene su mismo bautismo, o sea su misma identidad, no es pastor.
FIGUEROA: La vara la estás poniendo muy alta para todos los líderes religiosos. Yo sé
que es normal y natural en vos, lo has hecho siempre en Buenos Aires. Horas y horas en
la fila de San Cayetano, saludando uno por uno. Los que te conocemos sabemos que vos
sos así. ¿Pensás que es necesario dar ese ejemplo hoy?
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FRANCISCO: No es solo ejemplo, es mi identidad. Me siento cura, y me sale eso. Si no,
no sería cura, sería un empleado de la Iglesia. A mí me sale así ser cura. Un encuentro
con los fieles, y escuchar no solo las confidencias de los dolores de los fieles, sino
también los buenos consejos que te dan.
FIGUEROA: Yo me pregunto ¿Qué pensará? Porque mucha gente te identifica como un
referente mundial en favor de la paz y del encuentro, y hasta hablan de premiarte. Y
ponen sobre tu ministerio, sobre tu tarea pastoral una carga mundial quizá como uno de
los referentes máximos en la historia de la humanidad. ¿Qué pasa por tu interior cuándo
escuchas eso?
FRANISCO: Yo sé que soy un pecador, y entonces lo hablo con Jesús y un poco me río:
“Che, que buena que es la gente, como piensa, que buena que es”. Lo bueno que yo
tengo se lo agradezco a El. Puro regalo, puro don. De plagiado no tengo nada, es puro
don.
FIGUEROA: Es llamativo, y creo que Dios sabe lo que hace. La forma y la naturalidad de
tu cercanía hacia la gente. El mensaje que estás dando, no solamente entre los
católicos o entre los creyentes, sino que varios, aun ateos, de alguna manera dicen:
“Bueno, yo no soy católico pero este Papa me cae bien”. ¿Hay un sentido de que hay una
misión también fuera de los límites de la Iglesia y aun para todas las personas de buena
voluntad del mundo?
FRANCISCO: Un pastor, sea de la confesión que sea, no tiene límites. Es pastor y es
pastor. Y uno tiene que luchar contra los propios egoísmos, que yo también los tengo,
para que no anulen lo que Jesús te pide de ser pastor, estar metido en medio de su
pueblo. Cuando vos lees el Evangelio de Jesús, dice que la gente lo apretujaba, usa ese
verbo…
FIGUEROA: Hablamos acerca de la amistad entre los hombres, con Dios y el rol del
pastor, y no quisiera terminar esta charla sin hablar de la amistad del hombre con la
creación. En la Encíclica “Laudato SI”, por lo menos hay cuatro o cinco citas donde
utilizás las palabras “amigo” y “enemigo”, refiriéndote a la relación del hombre con la
creación.
Me parece importante, porque primero es una Encíclica ecuménica, en el sentido más
profundo de la palabra y después atraviesa el sistema ecológico, no solamente de lo
creado, sino también el sistema que tiene que ver con la justicia, con el bien, con la
equidad, con una armonía, que bien podríamos hablar de un Shalom, de un equilibrio.
¿Por qué incluir tanto el tema de la necesidad, en este sistema tan injusto que vivimos,
para con los hombres como con la creación, de amigarnos, de hermanarnos con lo
creado?
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FRANCISCO: Evidentemente que maltratamos la creación. No somos amigos de la
creación, la tratamos a veces como el peor enemigo. Pensá en deforestaciones, mal uso
del agua, métodos de extracción de minerales con elementos como arsénico, cianuro
que después terminan enfermando a los pueblos.
Dios nos dio una incultura para que la hiciéramos cultura. Cuando dice: “¡Crezcan
multiplíquense, dominen la tierra, cuiden la tierra!” O sea, una incultura para que la
hiciéramos cultura y así fue progresando la civilización haciéndola cultura. Pero llega un
momento en donde el hombre ya no es el que tiene la misión de hacer la cultura, sino
que se siente patrón. Y entonces sigue adelante más allá de lo que significa cuidar la
tierra, y la descuida. Descuida la creación para llevarla delante a su propósito. Y
entonces el hombre termina siendo el creador de una segunda incultura. La primera
incultura nos la da Dios para que la hagamos cultura. Cuando yo me apropio de tal
manera con suficiencia y soberbia, más allá de los límites que la misma naturaleza me
está dando, empiezo a crear la incultura.
La energía atómica es buena. Hemos descubierto una energía que necesita ser cuidada,
protegida, pero no es mala en sí misma. Pero cuando mirás Nagasaki e Hiroshima, para
irnos setenta años atrás, ves lo que es esa cultura transformada en incultura.
Varias veces me gusto a mí contar esto de un rabino medieval, del siglo XIII. Cuando
hablaba de la Torre de Babel, vos me lo escuchaste seguro. Decía que era un trabajo
muy arduo porque había que hacer los ladrillos y para eso había que armar el barro,
buscar la paja, amasarla, después una vez amasada armar los ladrillos, secarlo, meterlos
en el horno, cocinarlos, y después ir subiéndolos a la torre. Estaban haciendo una
cultura, querían hacer una torre grande. Si se caía un ladrillo era un desastre y al que lo
dejaba caer lo castigaban. Si se caía un obrero, no pasaba nada, se murió.
FIGUEROA: Me llama la atención que cuando comienza el capítulo II de la Encíclica, en
donde vos hablás del “Evangelio de la creación”, al ser una carta universal, no “pedís
permiso”, pero decís, de alguna manera: “les llamará la atención de por qué tengo que
hablar del lugar de la fe, de Dios y de la religión en este tema”. Y obviamente está
escrita por un Papa, así que es obvio que va a hablar de esto. Vos mencionás acerca que
hay un sistema que involucra, eso que vos mencionás, la utilización del hombre, la
degradación del hombre. Sistemas corrompidos, caídos con la creación, que tiene que
ver con la justicia, con la dignidad, porque están los hombres ahí dentro, no solamente
la naturaleza y la creación. ¿De qué manera se enfrenta ese sistema tan perverso?
FRANCISCO: Evidentemente tomando conciencia, lo primero de todo. Es un sistema que
por ganar dinero, porque en el fondo está el dinero, el “becerro” siempre es de oro, el
ídolo es de oro y está en el centro. Se ha desplazado al hombre del centro y ahí está el
dinero. No se tiene en cuenta lo creado, entre ellos el hombre. La esclavitud, el trabajo
esclavo, no cuidar la creación, no cuidar al rey de la creación. Es decir, tenemos una
mala relación con la creación en este momento.
Me viene una expresión muy porteña no sé si es apropiada en boca de un Papa: ¡Porque
nos pasamos de rosca! Y no cuidamos la creación, para pode explotar mejor la minería;
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la deforestación para hacer el monocultivo, cuando la tierra necesita el cultivo variado.
Me acuerdo cuando estudiaba química, tres años de maíz, dos años de alfalfa, es decir
todo el proceso de nitrogenación de la tierra. Ahora, monocultivo hasta que se agote la
tierra…
FIGUEROA: Destruimos el ecosistema, y en el ecosistema hay personas. Y el objetivo es
económico, porque no hay otro…
FRANCISCO: Las represas hidroeléctricas que están planeadas por ejemplo en el
Amazonas. El Amazonas abarca varios países, así que no sé de qué país, por eso no hablo
mal de ningún país. Pero represas hidroeléctricas que significan un desequilibrio total en
el ecosistema.
FIGUEROA: En el punto 74 del capítulo II que mencionaba de la Encíclica, vos utilizás
una frase muy fuerte. Decís: “La injusticia no es invencible”. Eso trae una mirada
esperanzadora. ¿Estamos tarde en este drama del daño a la creación, o también tenemos
que tener esperanza?
FRANCISCO: Recuerdo la frase de un dirigente político muy importante del mundo: “No
se trata de cuidar la creación para formar un mundo mejor para nuestros hijos, es que
no lo habrá”. Si seguimos en este ritmo, no lo habrá. Se trata de cuidar la creación para
este momento. Estamos al borde de lo irreversible, es trágico esto. Y por otro lado, no
es invencible porque, aunque se llegue a la catástrofe yo creo en la tierra nueva y en los
cielos nuevos. Tengo esperanza y sé que la creación va a ser transformada.
FIGUEROA: Ya estamos llegando al final. Yo quiero agradecerte profundamente este
tiempo de diálogo. “Diálogos para el encuentro” es un programa de diálogo entre las
distintas confesiones de fe y es escuchado por personas de diversas confesiones. Yo te
quiero pedir, que des un mensaje, que sientas en tu corazón para las personas que están
escuchando.
FRANCISCO: Agradecerles que hayan gastado parte de su tiempo en escucharnos a
nosotros dos, que no somos precisamente una telenovela divertida. Agradecerles todo el
bien que puedan hacerle por cuidar la creación. Pedirles que recen por mí, necesito. Y
de todo corazón les deseo que Dios los bendiga.
FM MILENIUM – @fmmilenium
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Santiago Pont Lezica@splmm
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