4 MIÉRCOLES, 17 DE FEBRERO DE 2010 ● Málaga hoy Opinión LA TRIBUNA DE POCO UN TODO Enrique García-Máiquez El Rey se reúne Ángel Rodríguez Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Málaga N ADIE duda, con la que está cayendo, que lo más importante ahora es enderezar la marcha de nuestra economía. Pero no es menos importante, me parece, que a la hora de enderezarla cada uno juegue el papel que le corresponde en una democracia: el Gobierno debe gobernar, el Parlamento (con la oposición al frente) controlar cómo se gobierna, los sindicatos y la patronal velar por los intereses de sus representados sin perder de vista el interés general, y usted y yodecidir,cuandollegueelmomento,aquién letocamandaryaquiéncontrolaralquemanda. El principio básico que guía este reparto depapelestampocoesobjetodecontroversia: quien tiene poder para decidir sobre las condiciones de vida de los ciudadanos es responsable ante ellos, que periódicamente –para esoestánlasurnas–lepediránexplicaciones. ¿Y el Rey? ¿Qué papel le corresponde jugar al Rey? No deja de sorprender que algunos todavía crean que la Corona, a la que no se puede pedir responsabilidades, pueda tomar decisiones que afecten a los ciudadanos. El buen hacer al que nos tiene acostumbrado el Monarca, cuyo prestigio y autoridad rara vez se discuten, contribuye paradójicamente a expandir esta creencia, pues el hecho de que esté por encima de la pugna partidista lo hace, a ojos de algunos, la persona idónea para actuar cuando Gobierno y oposición no logran ponerse de acuerdo. La reunión con los agentes sociales y sus intentos de alcanzar un pacto de Estado contra la crisis parecen encaminarse a esta finalidad. ¿Puede el Rey tomar este tipo de decisiones? La Constitución española, como todas las que han conseguido hacer compatible la democracia con la monarquía, contempla un Rey alejado de las tareas de gobierno, estableciendo que sólo podrá ejercer las funciones que se le atribuyen y no otras, que es una forma elegante de decirle que tiene prohibido todo, salvo lo que expresamente se le permite. El interrogante, sin embargo, lo abre el propio texto constitucional cuando, justo al La Constitución ordena que el Rey nunca actúe a iniciativa propia, sino del Gobierno, y que sea el Gobierno el que asuma siempre la responsabilidad que pueda derivarse de sus actos, incluso cuando hace de árbitro lado del listado exhaustivo y cerrado de lo que el Rey puede hacer, añade que le corresponde, además, “arbitrar y moderar” el funcionamiento de todas las demás instituciones. Y esta afirmación parece concederle un gran margen de discreción para, sin usurpar nunca el papel de nadie, mediar entre todos cuando la ocasión lo precise. De manera que, por un lado, la Constitución dice claramente que el Rey reina, pero no gobierna, pero por el otro parece que no quiere dejar de reconocer que será cierto que el Rey no gobierna... pero reina. El problema es que interceder, aconsejar o sugerir, que es como interpretan la función deárbitroymoderadorlospartidariosdecon- ceder al Rey un papel sustantivo en nuestro sistema político, implica siempre tomar decisiones, que, lógicamente, tienen sus consecuencias. Pero la regla de oro, ya se ha dicho, es que el que decide en asuntos de la cosa pública debe ser responsable por ello, y nadie puede pedirle cuentas al Rey por sus intercesiones,sugerenciasoconsejos. Por eso mismo la Constitución ordena que el Rey nunca actúe a iniciativa propia sino del Gobierno y que sea el Gobierno el que asuma siempre la responsabilidad que pueda derivarse de sus actos. A mi modo de ver, esta doble regla no se excepciona cuando el Rey actúa como árbitro o como moderador, por lo que, también en esos casos, el Rey debe actuar sólo bajo iniciativa gubernamental. Este principio protege al monarca, pues sólo gracias a ello nadie le podrá pedir responsabilidades, y también al Gobierno, que será el responsable, para bien o para mal, de la gestión que encomiende al Rey. De manera que la pregunta de si puede el Rey reunirse con los agentes sociales o con las fuerzas políticas para intentar conseguir un pacto de Estado contra la crisis, tiene, a mi juicio, una clara respuesta en la Constitución: sí puede, siempre que sea el Gobierno el que se lo pida y siempre que sea el Gobierno el responsable ante la opinión pública –y, después, ante las urnas – del éxito o el fracaso de la operación. Es más: el Rey no sólo no podrá nunca arbitrar o moderar a espaldas del Gobierno ni, mucho menos, con su oposición, sino que no podrá tampoco negarse a hacerlo cuando el Gobierno se lo requiera. Así se reina según la Constitución española y así ha actuado siempre el Rey, incluso en la excepcional circunstancia del 23-F, cuidándose de que un gobierno de subsecretarios pudiera provisionalmente sustituir al que estaba retenido en el Congreso. Claro que nos hace falta una nueva edición del acuerdo de Estado que, en plena transición política y con una crisis económica parangonable a la actual, firmaron las fuerzas políticas y sociales. Pero ya entonces, cuando todavía no teníamos una Constitución democrática, se decidió, sabiamente, que los pactos se firmaran en La Moncloa. Treinta años de régimen constitucional impiden que los acuerdos que ahora eventualmente se firmen se gesten en La Zarzuela. EN TRÁNSITO A semana pasada, en una entrees porque una parte de su persona no tiene vista con Joaquín Petit en el proningún problema en identificarse con él. Eduardo Jordá grama Las mil y una noches de Me gustaría saber si alguien ha reconociCanal Sur 2, el actor Luis Tosar do los méritos de esta profesora, aunque sódijo una cosa a la que me temo lo sea poniendo una modesta biblioteca esque no se le ha prestado la atención que mecolar a su nombre. Lo dudo, porque no corece. Y es que Tosar contaba que fue un mal rren buenos tiempos para los grandes profeestudiante –“un auténtico burro”, decía–, sores en esta época dominada por los pedahasta que una profesora de su instituto ingogos y los sindicalistas doctrinarios y los tuyó el enorme potencial que tenía, así que padres irresponsables. Me temo que esa le animó a leer libros y a integrarse en el profesora sólo habrá tenido la secreta regrupo de teatro escolar. Así empezó la cacompensa de saber que había hecho con sus rrera que le ha llevado a ganar un Goya por alumnos lo que tenía que hacer, y nada más. su espléndido papel en Celda 211 (una pelíY aunque haya demostrado tener intuición cula, por cierto, que se basa en una novela y vocación, que son las dos cualidades que del periodista deportivo Francisco Pérez Gandul, alguien que no hacen a los verdaderos profesores, su talento no suele ser apreciado hace ruido ni milita en el sindicato de la ceja, dicho sea de paso). por los pedagogos y los sindicalistas –y los políticos que sólo escuTosar no lo dijo en la entrevista, pero nosotros podíamos adivi- chan a los pedagogos y a los sindicalistas–, ya que la intuición y la vonarlo detrás de sus palabras: si no llega a ser por aquella profesora cación son aptitudes que se consideran “materias no computables”, de instituto, ahora quizá sería un tipo muy parecido a Malamadre, y por tanto no se exigen ni se valoran en los programas educativos. el personaje que le ha proporcionado más fama y más elogios de ¿Cómo se hace un buen profesor? Intuición, entusiasmo, hutoda su carrera. Pero tuvo la suerte de encontrarse con una profe- mor, mano izquierda, comprensión, curiosidad, amor por el essora que intuyó su talento y le animó a adentrarse por un camino fuerzo, dedicación al que más lo necesita: he aquí las cualidades que a él nunca se le había pasado por la cabeza. De lo contrario, que hacen a un buen maestro. Los conocimientos también cuenahora estaría trabajando en un supermercado o levantando pesas tan, por supuesto, pero de nada sirven si no van acompañados de en un gimnasio. O quizá haciendo cosas peores, como el propio todas estas cosas. Luis Tosar lo sabe bien. Sería bueno que todos Malamadre. Cuando un actor interpreta tan bien a un personaje, nosotros también lo supiéramos. L La profesora Ceniza sobre ceniza L A casualidad –que no existe– ha querido que yo escriba los miércoles, lo que conlleva que los miércoles de Ceniza, como su propio nombre indica, me toque artículo. Cuando las fechas son fijas, el calendario da vueltas como una ruleta: el día del mes rueda entre los de la semana y permite un juego de perspectivas diversas. Véase la Nochebuena: un año es la víspera la que cae en miércoles, y hablo de la ilusión; otro, el mismísimo 24 de diciembre, y lo celebro; y otro, la Navidad, y entonces no escribo porque el 25 no hay periódicos. Sin embargo, de la ceniza no me libro nunca. Podría mirar hacia otro lado, por supuesto, pero uno debe hacer honor a su rol de columnista católico, y prestar a los hitos de la liturgia la atención que merecen. Así, poco a poco, voy reuniendo una colección de columnas cuaresmales. Dentro de cincuenta años, podré publicar un monográfico sobre este día de llamada universal a la penitencia y al arrepentimiento. No será mi libro más alegre; aunque nunca se sabe, porque la conversión es la cruz cuya cara es la esperanza. En todo caso sería un libro ilustrativo de cómo van cambiando los tiempos. Hace nada titulé un artículo Cenizas y cenizos, porque entonces el PSOE acusaba de ago- Este año, más cuaresmal que nunca, el Miércoles de Ceniza va a resultar redundante por la crisis rero a todo aquel que avisara de la crisis. Dichosos tiempos en que al menos la mitad de la población vivía feliz, confiada en sus líderes. Otro año me recreé en la paradoja de que, a la vez que estallaba una esplendorosa primavera, la Iglesia nos proponía que nos recogiésemos en nosotros mismos. Año tras año, ya ven, voy soplando sobre las cenizas para encender las brasas de un artículo diferente. En esta ocasión el artículo, más que paradójico, resultará redundante. No hallamos cosa donde poner los ojos que no sea recuerdo de la ceniza. La que nos impongan en la frente caerá sobre pensamientos mortecinos. La crisis sí que está siendo un llamamiento en toda regla a la penitencia, al ayuno y la abstinencia. Incluso el clima se ha vestido de pardo sayal. Qué grises, fríos y, en una palabra, cuaresmales están resultando los días. La naturaleza, tras el escándalo del Climagate, se ha vuelto también escéptica del calentamiento global y se ha soltado la melena de lluvia sobre la espalda helada. Lo malo es que a nosotros, escépticos o calentólogos, nos ha cogido debajo, tiritando. Como esta Cuaresma, que, aunque litúrgicamente empieza ahora, en lo económico y en lo político lleva aquí un montón de meses. Este año, todos, creyentes, agnósticos y hasta laicistas, vamos a pasar un tiempo muy sacrificado y penitencial. Polvo somos y en polvo nos convertimos a marchas forzadas.