Nietzsche por Isabel Zúnica - filoalquipir

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ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)
I. NIETZSCHE: EL HOMBRE Y SU OBRA ................................................................................1
1. Contexto histórico en que vivió Nietzsche: el siglo XIX. .........................................1
a) Contexto científico y cultural .................................................................................1
i) El Romanticismo.................................................................................................1
ii) La época de la fragmentación ..........................................................................2
b) Contexto político e ideológico del XIX..................................................................3
2. Aspectos principales de La filosofía de Nietzsche ..................................................3
1) La filosofía de Nietzsche como filosofía de la sospecha................................3
2) La crítica nietzscheana a la cultura occidental ...............................................3
3) La propuesta nietzscheana: la instauración de una nueva cultura. ..............4
4) Voluntad e imaginación ....................................................................................4
5) Otros aspectos ..................................................................................................4
3. Vida y obras................................................................................................................4
II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD Y RESÚMENES............................................................5
a) Texto I: La idiosincrasia de los filósofos: el miedo al devenir. ...........................5
b) Texto II: La otra idiosincrasia de los filósofos: la filosofía como teología..........5
c) Texto III: Cuatro tesis ............................................................................................6
III. TEMAS Y NOCIONES DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE ..............................................6
1. Los sentidos y el cuerpo (nociones) .........................................................................6
2. Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios” (nociones)...................................7
3. El arte trágico y lo dionisíaco (nociones)..................................................................8
4. El vitalismo de Nietzsche (tema 1) ...........................................................................8
a) ¿Qué es el vitalismo nietzscheano? ....................................................................8
b) La voluntad de poder.............................................................................................9
c) La transvaloración y el superhombre ...................................................................9
d) La muerte de Dios y el nihilismo.........................................................................10
e) El eterno retorno ..................................................................................................10
5. La crítica de Nietzsche a los filósofos (tema 2) .....................................................11
a) Primera idiosincrasia: el odio al devenir. ...........................................................11
b) Segunda idiosincrasia: confundir lo último con lo primero. ..............................11
IV. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO ..........................................................12
1
1. Resumir un fragmento del texto.
2. Explicar una pareja de nociones de las siguientes:
- Los sentidos y el cuerpo
- Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios”
- El arte trágico y lo dionisíaco
3. Desarrollar uno de los temas siguientes:
- El vitalismo de Nietzsche
- La crítica de Nietzsche a los filósofos
4. Contextualizar el texto completo El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La
‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4, 6 (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid,
Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56).
I. NIETZSCHE: EL HOMBRE Y SU OBRA
1. CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE VIVIÓ NIETZSCHE: EL SIGLO XIX.
Aunque el siglo XIX suele presentarse de modo unitario como el siglo de las
revoluciones, en realidad, tanto desde un punto de vista filosófico y cultural, como
social y político, podemos hallar en él dos etapas claramente divididas. Filosófica y
culturalmente, la primera mitad se caracteriza por el Romanticismo; la segunda
mitad es llamada por algunos positivista o cientifista, pero podemos considerar que
su característica esencial es la fragmentación del pensamiento y la cultura. Desde el
punto de vista social, la primera mitad se caracteriza por la lucha de la nueva
burguesía por alcanzar el poder (revoluciones burguesas), mientras que, en la
segunda mitad, es el proletariado quien busca un espacio social, económico y de
poder (revoluciones proletarias o socialistas).
En atención a esta división del XIX, podemos considerar que la Edad Moderna
concluye en 1850 y que ahí comienza la Edad Contemporánea. Por eso, los autores
románticos (como Hegel) no los vemos como algo de nuestra época, mientras que
los de la segunda mitad del XIX (Nietzsche, Frege o Freud) podrían ser escritores
del siglo XXI, plenamente contemporáneos a nosotros. Y en cuanto a política,
igualmente la confrontación entre liberales y tradicionalistas de la primera mitad
del XIX es vista como decimonónica, mientras que la de socialistas y conservadores (populares, demócratas-cristianos, liberales) dura hasta nuestros días.
a) Contexto científico y cultural
TEMARIO DE LAS PRUEBAS DE ACCESO
A partir del texto de Friedrich Nietzsche El crepúsculo de los ídolos, capítulo
“La ‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4, 6 (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid,
Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56), se escribirán dos folios completos (4
carillas), con los siguientes apartados en el orden en que aparecen:
i) El Romanticismo
La primera mitad del XIX está caracterizada por el Romanticismo, que en
Alemania comienza en 1780, pues allí los pensadores y escritores de las dos últimas
décadas del XVIII son estrictamente románticos, como Herder (1744-1803), Goethe
(1749-1832) y Schiller (1759-1805). El Romanticismo domina toda Europa en la
primera mitad del XIX y se prolonga varias décadas en algunos países como
España (Bécquer, † 1870).
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TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
El Romanticismo es un movimiento de la modernidad, que, consecuentemente,
mantiene al hombre en el centro: el hombre como un ser consciente de sus fuerzas,
de su autonomía, de su subjetividad, de su capacidad de transformar al mundo. Pero
el Romanticismo tiene su novedad, que, en gran medida, es una reacción contra esa
otra concreción de la modernidad que es la Ilustración. Las novedades fundamentales del Romanticismo son dos: 1) subrayar los aspectos históricos y genéticos de la
realidad, y 2) poner en primer plano los aspectos o elementos volitivos, sentimentales, irracionales del hombre.
1) La Ilustración se había caracterizado por su ahistoricismo y por su
universalismo: todo estaba medido por una razón unilateral y abstracta, que no
atendía a las particularidades de las personas y países; y la ciencia era la máxima
expresión de la razón: un conocimiento válido para todos los lugares y tiempos.
Frente a eso surge el particularismo: la idea de que las realidades concretas (la
naturaleza, los seres humanos, cada lengua, cada país, etc.) debían ser explicadas
histórica o genéticamente. Había, pues, que volver al pasado, a las raíces, a los
antecedentes, si se quieren conocer las concretas realidades actuales. En
consecuencia, tenemos un gran desarrollo de la historia de cada pueblo (la nueva
historia nace con Leopold von Ranke, 1795-1886), la aparición de los
nacionalismos ligados a una lengua, la recuperación de los mitos y folklore de cada
pueblo, el cultivo de la propia lengua en detrimento del latín (las Universidades van
abandonando el latín como lengua culta y universitaria), enorme incremento de las
literaturas de cada pueblo europeo, nueva vivencia del propio paisaje (vuelta a la
naturaleza, el árbol como símbolo romántico), en ciencia aparecen las explicaciones
genéticas: el darwinismo, el descubrimiento del indoeuropeo, etc.1.
2) En oposición a la razón ilustrada, se ponen en primer plano la voluntad, los
sentimientos, la imaginación, lo irracional. Los sentimientos son siempre particulares y se distinguen de los aspectos racionales del ser humano que son –o deberían
ser– universales. La razón es desplazada: deja de ser la dimensión principal del ser
humano y pasa a ser un poder infinito, vago, más allá de la racionalidad humana.
Ahora están en primer plano la libertad del individuo y del científico, la originalidad y creatividad no sólo en el arte, sino en toda actividad humana, incluida la
ciencia. El genio (artístico o científico) y el héroe (que encarna el espíritu del
pueblo) son los nuevos prototipos de hombre.
La preponderancia de lo volitivo-sentimental dará lugar en la segunda mitad del
XIX a que la razón se ponga al servicio de las pasiones, de la parte instintiva del ser
humano. Surgirían así las ideologías: pensamiento al servicio de los intereses de los
grupos sociales.
1
Nótese que no hay oposición entre individuo y colectividad (o nación): ambas son
realidades particulares, son subjetividades: el sujeto individual o el sujeto colectivo (el
Volkgeist, el espíritu del pueblo), y así la realidad particular de cada individuo se configura
dentro de su pueblo (uno es primordialmente alemán o vasco o…).
2
ii) La época de la fragmentación
La segunda mitad se caracteriza por la fragmentación: no hay un pensamiento
unitario sino una serie de ideologías o corrientes de pensamiento que no intentan
una explicación válida para todos los hombres, sino una defensa de puntos de vista
particulares o de intereses de grupos.
Podemos considerar la segunda mitad del XIX como el inicio de la Edad
Contemporánea. Los fenómenos culturales, sociales y políticos que se dan en ella
duran hasta nuestros días, y son precisamente los que estamos liquidando sin poner
algo nuevo (la Posmodernidad o, mejor, Tardamodernidad).
La segunda revolución industrial (a partir de 1840) y las espectaculares aplicaciones técnicas de la ciencia transformarán la vida y la mentalidad de los europeos
durante esta segunda mitad de siglo. La ciencia se populariza y todos se hacen
conscientes de la importancia de la ciencia y de la tecnología. Se difunde el
positivismo de Auguste Comte (1798-1857), con todas sus variantes cientifistas: el
único conocimiento válido es la ciencia.
El predominio no ya de la ciencia, sino de la tecnociencia (la ciencias aplicadas
con sorprendentes resultados) trajo dos consecuencias inmediatas. Una general: los
conocimientos anteriores (de la Antigüedad, de la Edad Media e incluso de los
siglos inmediatamente anteriores) parecían como balbuceos de niños o incluso
como un montón de falsedades ingenuas; los libros dejaron de ser la memoria de
los conocimientos de la humanidad, para ser la información de los últimos
descubrimientos científicos. Y otra particular: la filosofía deja de ser el conocimiento y comprensión por excelencia de la realidad; ya no caben grandes sistemas
filosóficos en los que se enmarca todo el conocimiento científico y humano
(estética, ética, política…), sino sólo posiciones fragmentarias, puntos de vista,
corrientes de pensamiento, que coexisten entre sí y que casi todas están aún
presentes en nuestros días: psicoanálisis, fenomenología, existencialismo, hermenéutica, filosofía analítica, etc.
La idea de que sólo la ciencia es conocimiento, deja a la filosofía y sus ramas
(ética, política, etc.) en manos de la subjetividad arbitraria: ahí no cabe auténtico
conocimiento, sino expresión de intereses subjetivos, o sea, de los aspectos no
racionales del hombre, sino de los volitivos, pulsionales, instintivos. etc.
En el periodo ilustrado la burguesía había comenzado a reivindicar sus derechos
sociales y políticos, esas reclamaciones se extienden a lo largo del Romanticismo.
A partir de la segunda mitad del XIX, esa reivindicación se hace universal: todo
colectivo o grupo social, especialmente la clase obrera, exige sus derechos y la
participación en la vida pública. Surgen así –a mitad del XIX– los partidos
políticos, con sus respectivas ideologías, y nace también la figura del político
profesional: arrebatada la soberanía a los monarcas, los ciudadanos corrientes
luchan por conseguir el poder, para lo cual organizan los partidos políticos. Liberales y tradicionalistas son los dos grandes partidos con peso entre las clases
acomodadas (las que tenían derecho al voto), y posteriormente surgen los socialistas como expresión de los intereses obreros.
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TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
Efecto de muy diversos factores, tanto románticos (centralidad de la voluntad y
del sentimiento, particularismo nacionalista, la idea de creatividad y originalidad),
como de la segunda mitad del XIX (la crisis de la filosofía, la aparición de múltiples corrientes, el cientifismo ideologizado, los intereses de clase o grupos con sus
respectivas ideologías) es la pérdida de la concepción clásica de la verdad, o sea, de
que podemos comprender la realidad tal cual es y exponer nuestra comprensión de
modo racional. Ahora, frecuentemente, ya no se atiende a la verdad en cuanto tal,
sino a crear teorías que propicien los propios intereses. Esta mentalidad permea la
filosofía y se expande incluso a la ciencia, al menos a las ciencias no duras (a la
psicología, antropología, historia, politología, etc.): los científicos de estas disciplinas interpretan arbitrariamente la realidad o incluso la falsean, en función de intereses particulares (invención de una historia nacional, falseamiento de datos antropogenéticos, ideologías burguesas, liberales o socialistas, teorías contra la Biblia...).
b) Contexto político e ideológico del XIX
Podemos completar el panorama filosófico y cultural con algunos datos sociales
y políticos del XIX. Desde un punto de vista histórico, tenemos que, tras la derrota
de Napoleón, el Congreso de Viena (1815) restaura aparentemente el viejo orden,
pero, en realidad, no es así. Las nuevas monarquías ven su poder limitado por la
burguesía, que tiene iniciativa política y a la que los monarcas hacen continuas
concesiones. En la lucha de los burgueses por el poder, tenemos dos importantes
revoluciones: la de 1830 y la de 1848.
En la primera mitad del XIX, se configuran las dos ideologías dominantes que
son el liberalismo y el tradicionalismo.
El liberalismo es la ideología de la nueva burguesía. Los liberales sostienen que
el poder se basa en la riqueza y la propiedad, y aspiran al poder político recortando
atribuciones a los monarcas (o incluso eliminándolos). Buscan un sistema político
representativo, pero no universal: sólo las nuevas clases pudientes tienen derecho a
la participación en la vida pública, por eso se opondrán en la segunda mitad del
XIX a la nueva clase emergente, al proletariado, al que niegan derechos sociales y
políticos. En general, el liberalismo es individualista, contrario a la tradición,
defensor de la separación de poderes y de la no intervención del Estado. Además,
son partidarios de la desigualdad, pero ésta basada no en el nacimiento, sino en la
instrucción y la riqueza.
La ideología contraria es la tradicionalista, que pretende defender legitimidad
del Ancien régime y, en general, los valores que consideran tradicionales. Ahora
bien, los tradicionalistas participan del espíritu romántico: no buscan un universalismo (valores universales), sino que miran a la historia, lengua, raíces culturales
de su propia nación y, por eso, derivan frecuentemente en nacionalismos.
Terminada hacia 1840 la primera industrialización, que dio escasos frutos en la
transformación económica o social, comenzó la auténtica revolución industrial que
transformaría los países europeos. Desde un punto de vista social, fruto de esta
revolución fue la aparición de una importante clase obrera, que se hacinaba en
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barrios proletarios, totalmente separados de los burgueses por los barrios de una
incipiente clase media (pequeños comerciantes, funcionarios, maestros…).
En la segunda mitad del XIX aparece con violencia el movimiento obrero: el
proletariado ha tomado conciencia de su fuerza y necesidades, y exige también su
participación en la riqueza y el poder. Dado que tanto liberales como tradicionalistas se oponen al proletariado, que, además, carece de voto (el voto se concedía
según la renta), se desencadenaron una serie de revoluciones proletarias. La más
importante fue en París en 1871, donde socialistas y anarquistas se hicieron con el
poder durante dos meses y medio, hasta que fueron reprimidos por el ejército
(algunos estiman que hubo 30.000 muertos en la semana de combates).
2. ASPECTOS PRINCIPALES DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE
1) La filosofía de Nietzsche como filosofía de la sospecha
La primera industrialización ya había tenido lugar en Europa y estaba en marcha
la segunda. El desarrollo económico se había realizado frecuentemente a costa del
trabajo y de la vida de mucha gente (la llamada clase obrera). Esto había originado
una clase alta, notablemente enriquecida, pero carente de valores morales. Como
reacción a la nueva estructura social habían surgido los socialismos, que luchaban
contra el elitismo y proponían una nivelación igualitaria. Esta situación propició el
auge de las ideologías: el pensamiento al servicio de intereses de clase,
económicos, sociales, etc.
Consecuencia de esa situación, es el nacimiento de las filosofías de la sospecha
(Marx, Nietzsche, Freud), que denuncian que detrás de las grandes construcciones
filosóficas se encierran intereses inconfesables. Dicho de otro modo, acusan a la
filosofía de haberse convertido en ideología.
El pensamiento de Nietzsche pertenece a este grupo de filosofías de la sospecha,
centrada, en este caso, en una crítica a la cultura occidental en bloque: Nietzsche
acusa a la cultura occidental de ser decadente y buscará instaurar una nueva cultura.
2) La crítica nietzscheana a la cultura occidental
Nietzsche hace una crítica total a la cultura occidental: todos sus elementos y
dimensiones son criticados y negados. Para poder realizar esa crítica, Nietzsche se
centra en los aspectos nucleares de Occidente: la filosofía, la moral y la religión.
Ante todo, Nietzsche critica la filosofía griega, aliada luego con el cristianismo,
por considerarla que es el elemento principal de la civilización occidental y el
origen de todos sus males. Los conceptos clásicos de bien, verdad, conocimiento,
etc. son rechazados por Nietzsche. Precisamente el texto que comentamos se centra
en la crítica nietzscheana a la filosofía y a toda la cultura occidental.
El inicio de la decadencia de Occidente comenzó con Sócrates, el gran corruptor, que inventa la racionalidad que aprisiona la vida, y se continúa con Platón: el
inventor del otro mundo, del mundo de las Ideas, donde se supone que está la
auténtica realidad. Este vaciado, desvalorización, del mundo sensible le parece a
Nietzsche intolerable, una auténtica perversión.
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TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
Critica, además, al socialismo, pues lo acusa de vulgar e igualitario. Nietzsche
pertenecía a la clase burguesa, había recibido una excelente educación, tenía una
posición económica acomodada y, en consecuencia, le parecía inaceptable el
igualitarismo que rebaja la cultura, el conocimiento… tachándolos de elitismo.
Eso no impide que Nietzsche también critique a los liberales y cualquier otro
grupo ideológico de su época, como también a los anarquistas.
Critica los valores encarnados por los tradicionalistas, especialmente la religión,
el cristianismo y, en general, todo lo que sea moralidad y orden. Especialmente
combate la idea de que haya otro mundo, un “más allá”, pues eso implica la
negación de este mundo. Nietzsche es el profeta de la muerte de Dios.
3) La propuesta nietzscheana: la instauración de una nueva cultura.
La idea rectora del pensamiento de Nietzsche es la instauración de una nueva
cultura, que sería la antítesis de la decadente cultura occidental. La nueva cultura
sería una cultura de índole aristocrática, que sustituiría a la actual y sería capaz de
originar grandes hombres.
Nietzsche encuentra las características concretas de esta cultura en la antigua
Grecia, en la Grecia presocrática, antes de ser adulterada por el racionalismo
socrático y por la filosofía platónica.
La Grecia presocrática tiene su máxima expresión en la tragedia griega, que
aúna, en perfecta fusión, dos elementos: lo dionisíaco y lo apolíneo. Dioniso es el
dios de la vida, de las fuerzas vitales que hacen que los seres vivos se regeneren
continuamente, nazcan y mueran. Apolo es el dios de la armonía y de la
proporción, de las formas bellas. En la tragedia se funde lo dionisíaco que abraza la
existencia en todo su horror y oscuridad (tragedia y música) y lo apolíneo, que
cubre la realidad mediante un velo estético, creando un mundo ideal de forma y
belleza (mitología olímpica, artes plásticas y épicas).
Los hombres de la nueva cultura son los que saben transformar la vida en un
fenómeno estético: la realización de la vida humana de modo bello, estético,
armonizando las pasiones contrarias (amor-odio, reflexión-espontaneidad, ternuracrueldad…), y rechazando todo lo que sea la ascética (griega o cristiana) y el
libertinaje grosero.
Un punto central de la propuesta nietzscheana es, por tanto, que hay que ser fiel
a este mundo, al mundo sensible, al único que hay, y negar y rechazar cualquier
otro mundo, cualquier otra vida en el “más allá”.
4) Voluntad e imaginación
Es importante señalar que el movimiento romántico ya había triunfado totalmente en Europa. La idea de una superación de la racionalidad a través de los sentimientos y las dimensiones irracionales del hombre estaba en plena vigencia. La
universalidad de la razón era postergada a favor de los nacionalismos, el espíritu
del pueblo y la mitología. El rigor conceptual y la exposición demostrativa eran desechadas, pues se prefería la exaltación poética, la musicalidad, la retórica efectista.
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En Nietzsche esta concepción se manifiesta en dos aspectos importantes:
a) Su concepción del hombre. Casi todos los conceptos que utiliza son de raíz
romántica: la voluntad de poder, ya presente en Schopenhauer como voluntad de
vivir, el superhombre, la falta de mesura, lo dionisíaco.
b) El estilo y la obra de Nietzsche son fundamentalmente de carácter literario.
No forja un sistema de pensamiento, sino que expone pensamientos sueltos mediante brillantes metáforas, aforismos breves, etc. La imaginación, el sentimiento, la
retórica son sus argumentos.
Las metáforas de Nietzsche han pasado a la historia de la filosofía y de nuestra
cultura: Dioniso, Zaratustra, el camello que se transforma en león y éste en niño, el
dragón, el egipticismo de los filósofos…
5) Otros aspectos
Aunque en Nietzsche tiene menor importancia, también el cientifismo está
presente en una época de su vida, como crítica a la metafísica y una defensa del
conocimiento científico.
Las explicaciones genéticas se hacen también presentes en algunas obras de
Nietzsche, como, por ejemplo, en La genealogía de la moral.
3. VIDA Y OBRAS
La vida de Nietzsche está totalmente vinculada a su proyecto filosófico (crítica a
la cultura occidental), y en función de él podemos establecer etapas y clasificar sus
obras. Nietzsche nació en 1844 en Röcken (Sajonia prusiana), en el seno de una
familia protestante: su padre era pastor luterano y preceptor privado. Estudió en el
reconocido Instituto Pforta donde recibió una formación literaria –con especial
estudio de los clásicos griegos y romanos–, poética y musical.
Se graduó en 1864 y comenzó los estudios de teología en la Universidad, pero,
tras un semestre, los abandonó para dedicarse a la filología. En 1865 leyó Schopenhauer y Lange (filósofo materialista), que ejercieron gran influencia sobre él. Antes
de terminar la carrera, sorprendentemente recibió la propuesta de ser nombrado
Catedrático de Filología en la Universidad de Basilea.
Comenzó así su primer periodo (1869-76) o periodo romántico, caracterizado
por obras filológicas y de inspiración romántica (mitología, folklore, espíritu del
pueblo). La metáfora dominante es la contraposición entre Dioniso y Apolo: el arte
como medio de penetrar en la realidad, en el fondo pasional del ser humano. Pertenecen a este periodo El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música
(1872), La filosofía en la época trágica de los griegos (1874) y Consideraciones
intempestivas (1873-76).
Esta época tuvo gran importancia su amistad con Richard Wagner, a quien
admiraba profundamente, y había presentado en El nacimiento de la tragedia como
el salvador de la cultura alemana. Esta obra no tuvo buena acogida entre filósofos y
filólogos y fue objeto de una dura crítica que hundió el prestigio de Nietzsche como
filólogo. El fin de este periodo está marcado por su ruptura con Wagner, que
comienza a manifestarse en la cuarta de las consideraciones intempestivas.
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
Su segundo periodo (1877-82) comienza tras el distanciamiento de Wagner y la
publicación de Humano, demasiado humano (1878), donde abandona la idea de que
el genio es el músico para defender la genialidad del científico. A diferencia del
primer periodo Sócrates es presentado de modo más benévolo. En este periodo
aparece un Nietzsche cientifista, ilustrado y antimetafísico, donde defiende un
conocimiento lúcido y libre, y explica la génesis de la moral de modo histórico: la
imposición de la autoridad humana (profesores, padres) hace que surja la conciencia. En este periodo Nietzsche está influido por el positivismo inglés y la Ilustración francesa; y abandona a Schopenhauer.
Su endeble salud, debilitada aún más por las enfermedades contraídas en el mes
que sirvió de camillero en la guerra franco-prusiana, entró en crisis en 1879, a lo
cual se añadió su malestar y dudas sobre su docencia en filología. En consecuencia,
renunció a su cátedra en 1879 y se dedicó a viajar. Otras obras de este periodo son
Aurora (1881), donde Nietzsche comienza su ataque a la moral y La Gaya ciencia
(1882), donde el cristianismo es presentado como el enemigo de la vida y se
anuncia la muerte de Dios.
Su tercer periodo (1883-89): crítica a la cultura occidental. Es el más
característico y desarrolla sus temas más importantes: Así habló Zaratustra (188385), en donde su estilo y pensamiento alcanzan cotas elevadísimas de madurez, no
alcanzadas por ninguna de sus obras posteriores. Ahí expone sus ideas sobre el
superhombre y la transmutación de los valores. Otras obras de este periodo son Más
allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887) y El crepúsculos de
los ídolos (1889). En 1888 redactó Ecce homo, una autobiografía, publicada
póstumamente, de gran importancia para la interpretación de su obra.
En 1889 fue internado en un psiquiátrico, tras sufrir un colapso mental, del que
nunca se recuperaría. Murió en 1900, en Weimar (Turingia).
II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD Y RESÚMENES
Friedrich Nietzsche El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la
filosofía”, apartados 1, 4, 6.
a) Texto I: La idiosincrasia de los filósofos: el miedo al devenir.
1. “¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su
egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub
specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno] –cuando hacen de ella una
momia–. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios
fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan
de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran –se vuelven
mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran–. La muerte, el cambio, la vejez,
así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones –incluso
refutaciones–. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos
creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de
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ello, buscan razones de por qué se les retiene. «Tiene que haber una ilusión, un
engaño, en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el
engañador?: Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que
también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo
verdadero». Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la
historia [Historie], de la mentira –la historia no es más que fe en los sentidos, fe en
la mentira–. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto
de la humanidad: todo él es «pueblo». ¡Ser filósofo, ser momia, representar el
monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! – ¡Y sobre todo, fuera el cuerpo,
esa lamentable ideé fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la
lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente
para comportarse como si fuera real!...”.
En este texto, en primer lugar, Nietzsche expone cuál es la idiosincrasia de los
filósofos: su falta de sentido histórico, su odio al devenir, su egipticismo. Ese odio
les ha llevado a deshistorizar la realidad sub specie aeterni, a momificarla. En
segundo lugar, dice que, desde hace milenios, los filósofos:
1. Han matado la realidad convirtiéndola en momias conceptuales. Y además,
han adorado, idolatrado, a los conceptos.
2. Han creado una oposición excluyente entre el ser y el devenir: lo que es no
deviene, lo que deviene no es…
3. Han intentado apoderarse del ser, pero, como no lo consiguen, han culpado a
la sensibilidad de ello, diciendo que les engaña. También acusan a la sensibilidad
de ser fuente de inmoralidad y llaman pueblo a los que creen en los sentidos.
Finalmente, acusa a los filósofos de ser momias, de parecer sepultureros y a su
filosofía de monótono-teísmo y de estar obsesionada por el rechazo de los sentidos.
b) Texto II: La otra idiosincrasia de los filósofos: la filosofía como teología.
4. “La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al
final –¡por desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!– los «conceptos supremos»,
es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad
que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo
superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada...
Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí
mismo]. El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo
que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango,
ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo
verdadero, lo perfecto –ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente
tiene que ser causa sui–. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual
una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los
filósofos su estupendo concepto «Dios»... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es
puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]...
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos
enfermos tejedores de telarañas! – ¡Y lo ha pagado caro!…”.
En el texto que comentamos, Nietzsche explica la otra idiosincrasia de los
filósofos que consiste en “confundir lo último con lo primero”.
Según Nietzsche, los filósofos consideran que lo superior no puede ser causado
por algo anterior o inferior, es decir, por algo distinto de sí mismo; por eso, lo superior ha de ser causa de sí mismo. En consecuencia, los filósofos ponen los conceptos supremos (lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero), como lo primero, es decir, como causa de toda la realidad y, por tanto, anteriores a la realidad.
Además, para los filósofos, como todos los conceptos son supremos, son todos
iguales y se identifican con el concepto de Dios que, para Nietzsche, es el más
vacío de todos los conceptos.
Finalmente afirma que toda la humanidad ha padecido las consecuencias de las
dolencias cerebrales, de los errores, de los filósofos.
c) Texto III: Cuatro tesis
6. “Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan
nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.
Primera tesis. Las razones por las que «este» mundo ha sido calificado de
aparente fundamentan, antes bien, su realidad –otra especie distinta de realidad es
absolutamente indemostrable–.
Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al «ser verdadero»
de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada; a base de ponerlo en
contradicción con el mundo real es como se ha construido el «mundo verdadero»:
un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral.
Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de «otro» mundo distinto de éste no tiene
sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza
de la vida con la fantasmagoría de «otra» vida distinta de esta, «mejor» que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo «verdadero» y en un «mundo
aparente», ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última
instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la decadence –un
síntoma de la vida descendente–... El hecho de que el artista estime más la
apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues a la
«apariencia» significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada,
reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista –dice precisamente sí
incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco–...”.
En este texto, Nietzsche resume la aportación de su filosofía en cuatro tesis.
Primera: el mundo que los filósofos llaman aparente es el único real.
Segunda: el mundo que los filósofos llaman verdadero es nihilista, porque se ha
construido negando el ser auténticamente real.
6
Tercera: la causa de haber creado otro mundo distinto del real es el instinto de
calumnia, de recelo frente a la vida, constituye una venganza.
Cuarta: la duplicación del mundo hecha por los filósofos es un síntoma de decadencia, mientras que el mundo creado por el artista trágico no es “otra” realidad,
sino que, asumiendo la única realidad, la presenta seleccionada, reforzada, corregida. El artista trágico es el artista dionisíaco.
III. TEMAS Y NOCIONES DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE
1. LOS SENTIDOS Y EL CUERPO (nociones)
Las tesis de Nietzsche sobre los sentidos y el cuerpo está en plena coherencia
con las ideas centrales de su pensamiento, tanto con su crítica a la filosofía
occidental, como con su defensa del vitalismo.
En cuanto a la filosofía, Nietzsche acusa a los filósofos de egipticismo (su
atemporalidad, su odio a lo vital) y de haber sustituido el devenir (lo auténtico) por
el ser, creando el mundo platónico. Señala que esas tesis son refutadas por la vida,
por la evidencia de los procesos vitales: la procreación, el crecimiento, el cambio,
la vejez, la muerte.
De ahí que los filósofos, conscientes de su fracaso, se desesperan y buscan un
culpable, un engañador. Ese engañador, el origen de todo error es la sensibilidad.
Pero además, para los filósofos, los sentidos, según Nietzsche, no son sólo causa de
error, sino también fuente de inmoralidad y, por eso, han rechazado siempre su
testimonio como algo propio del “pueblo”. Con esto Nietzsche se refiere a toda la
tradición filosófica –que comenzó con Platón y que ha perdurado a través del
neoplatonismo en la Edad Media y del racionalismo en la Modernidad– de
considerar el conocimiento sensible como:
a) Poco fiable. Así por ejemplo, pensaba Platón que los sentidos no nos
muestran la auténtica realidad (el mundo inteligible), sino una copia de él (el
mundo sensible). También Descartes afirmaba que no debemos fiarnos de los
sentidos, puesto que nos engañan con frecuencia.
b) Relacionado con el pueblo, pues esta tradición ha considerado siempre al
conocimiento conceptual –accesible sólo a unos pocos– como algo superior al de
los sentidos, propio del pueblo, del vulgo.
c) Fuente de inmoralidad, ya que los sentidos están vinculados a la corporalidad
y la materia, considerados como algo negativo en la tradición platónica.
En contraposición a las tesis de los filósofos, Nietzsche revaloriza el papel de
los sentidos. Los considera instrumentos de la vida, nos dan la auténtica realidad,
nos mantienen unidos al mundo. Incluso son la base de la ciencia, que se ciñe a
aguzar, pensar el testimonio de ello: “Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente
en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos; en
que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final.
El resto es un aborto y todavía-no-ciencia” (El crepúsculo de los ídolos, 3).
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
En consonancia con el desprecio a los sentidos, los filósofos –sostiene
Nietzsche– también han despreciado al cuerpo. Para eso, han inventado, como
siempre, una serie de conceptos que pretenden ser reales a costa de la auténtica
realidad: “¡El concepto «alma», «espíritu», y por fin incluso «alma inmortal»,
inventado para despreciar el cuerpo, para hacerlo enfermar –hacerlo «santo»–, para
contraponer una ligereza horripilante a todas las cosas que merecen seriedad en la
vida, a las cuestiones de alimentación, vivienda, dieta espiritual, tratamiento de los
enfermos, limpieza, clima!” (Ecce homo, cap. Por qué soy yo un destino, 8). Y no
sólo se daba una preferencia del alma respecto al cuerpo, sino que éste era
maltratado como único medio para el desarrollo del espíritu: “En otro tiempo el
alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo más alto: el
alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de
la tierra” (Así habló Zaratustra, prólogo).
Ese sustituir la realidad por conceptos, la invención de ese falso mundo por
parte de los filósofos procede de su instinto de calumnia, de la pequeñez de espíritu
o pusilanimidad, del recelo frente a la vida. Todo eso forma parte de la idiosincrasia de los filósofos. Esa idiosincrasia les ha llevado a vengarse. La filosofía, igual
que la moral occidental, es el resultado de la venganza de los débiles e inferiores
que no aman la vida, ni al cuerpo, ni a los sentidos, que no son capaces de afrontar
la vida real, y se inventan “otra” vida “mejor”, una vida a su medida, adecuada a su
debilidad, con sus presuntas realidades: alma inmortal, espíritu, santidad.
Podemos concluir que la reivindicación nietzscheana de los sentidos y del
cuerpo es una parte esencial de su filosofía, vinculada al vitalismo, a la crítica de la
cultura occidental y de la filosofía. El culto al cuerpo y a la sensibilidad es parte de
esos nuevos valores del superhombre, de la transvaloración que Zaratustra anuncia,
que llevaría a una aniquilación de la cultura occidental. De ese modo, nacería una
nueva cultura, de índole aristocrática, inspirada en parte en los principios de los
griegos primigenios, los que vivieron en el periodo presocrático, antes de que
naciera la filosofía: lo dionisíaco, por el que abrazaban la existencia en todo su
horror y oscuridad (tragedia y música) y el apolíneo, por el que cubrían la realidad
mediante un velo estético creando un mundo ideal de forma y belleza (mitología
olímpica, artes plásticas y épicas).
2. LOS “CONCEPTOS SUPREMOS” Y EL CONCEPTO “DIOS” (nociones)
La crítica de Nietzsche a la filosofía es uno de los puntos centrales de su
pensamiento, pues es expresión paradigmática de su crítica general a la civilización
occidental. Con esto, deja claro que nuestra cultura es una cultura filosófica y que,
si no se destruye la filosofía, nunca podremos eliminar nuestra cultura, nuestros
valores, para dar paso a unos nuevos supervalores totalmente distintos.
Una de las dos acusaciones principales que hace a los filósofos es la de
“confundir lo último con lo primero”. ¿Qué es eso último y eso primero?
7
Nietzsche sostiene que la realidad sensible, el devenir, la vida es lo primero y
lo único que existe. Los conceptos son categorías gramaticales creadas
arbitrariamente por nosotros para dominar la realidad, pero no debemos olvidar que
no tienen nada que ver con la realidad y que son hechuras nuestras, son lo último.
El problema está en que los filósofos confunden estas cosas y toman como
primero lo último, es decir, consideran los conceptos como algo superior y anterior
a la realidad, causa de todas las cosas. Los filósofos, en efecto, parten del prejuicio
de que lo inferior es siempre algo derivado, causado. Por tanto, como el mundo
fenoménico está cambiando continuamente y cada fenómeno es precedido de otro
anterior, los filósofos piensan que el devenir es causado, procede de algo superior.
De ahí procede su error, pues sitúan a los conceptos que ellos mismos han creado
como anteriores a la realidad, como causantes de toda la realidad.
El origen de este error, según Nietzsche, está en Platón. Recordemos que, para
Platón, las Ideas constituían la auténtica realidad, mientras que las cosas sensibles
eran una copia de las Ideas y en ellas estaba su fundamento. Además, como piensan
que lo superior no puede proceder de lo inferior –recordemos el principio recogido
por Descartes en una de sus demostraciones de la existencia de Dios: “no puede
haber más perfección en el efecto que en la causa”–, sostienen también que los
conceptos, las Ideas constituyen el fundamento, la causa del mundo sensible. En
consecuencia, el mundo sensible tiene que ser causado, mientras que los conceptos,
como son superiores, no pueden proceder de lo inferior (de lo cambiante), ni de
algo anterior, tienen que ser incausados o causa sui (causa de sí mismos). Si
procedieran de algo anterior, serían dependientes de eso de que proceden y no
serían supremos.
Además, Nietzsche piensa que los metafísicos –como consecuencia de su odio al
devenir–, han creado los conceptos supremos (lo existente, lo incondicionado, lo
bueno, lo verdadero, lo perfecto), negando la única realidad existente; por eso,
afirma Nietzsche que los conceptos están vacíos, constituyen el último humo de la
realidad que se evapora.
Estos conceptos supremos no pueden ser contradictorios entre sí, ni desiguales,
tienen, pues, que ser coincidentes. A partir de la reunión de todos esos conceptos
supremos –lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto…–,
los filósofos han construido la idea de Dios, que se resume en la idea de ens realissimum, el ente que contiene todas las perfecciones recogidas en sus conceptos.
Ahora bien, con Nietzsche, sabemos que la realidad es plural, cambiante,
temporal, imprevisible. Por eso, si los conceptos metafísicos poseen las
propiedades contrarias a la realidad sensible (universales, eternos, inmutables), es
que son la no realidad, sino la negación de la realidad: son completamente vacíos.
De ahí que la filosofía occidental sea una filosofía nihilista. La consecuencia
general es clara: los filósofos han puesto como primero y fundamento de todo lo
más tenue, lo más vacío. ¡Todo esto no son más que absurdas telarañas cerebrales!,
fruto de mentes enfermas. Lo peor de todo es que la humanidad los ha creído,
nuestra civilización se ha fundado sobre esas creencias.
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
Nietzsche consideraba su crítica decisiva, pues, sólo tomando conciencia de la
falsedad de los conceptos –los ídolos– que sustentan nuestra cultura, puede llegar el
nihilismo positivo, la aniquilación de nuestra cultura para sustituirla por otra de
índole aristocrática. Para ello es necesario previamente la muerte de Dios, pues
sólo así podrá darse el advenimiento del superhombre.
3. EL ARTE TRÁGICO Y LO DIONISÍACO (nociones)
En su primera gran obra, El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la
música, Nietzsche ofrece una interpretación muy original de la cultura griega. Esta
interpretación fue muy criticada por los filólogos de su época, pero eso carece de
importancia: lo decisivo es que Nietzsche ofrece en esa obra el primer esbozo de las
ideas principales de su pensamiento. Esta obra está inspirada en la idea de vida de
Schopenhauer y en la concepción musical de Wagner.
La idea central de Nietzsche es que la cultura griega alcanzó su máxima cumbre
antes de la aparición de Sócrates y su filosofía. Entonces todavía era una cultura
aristocrática, una auténtica cultura creadora y bella en la que conjugaba armónicamente la vida y la belleza. Ése será el modelo nietzscheano para su futura propuesta
de una nueva cultura antitética de la cultura occidental (de Sócrates a nosotros).
Según Nietzsche, la cultura de la Grecia presocrática tiene su máxima expresión
en la tragedia. En ésta se da una fusión armónica de dos elementos contrapuestos:
lo dionisíaco y lo apolíneo.
Dioniso2 es un dios de origen tracio, cuyo culto se difundió rápidamente en la
Hélade hacia el siglo V a.C. Es el dios del vino, de las cosechas, de la vegetación
exuberante. Su culto se celebraba en las montañas –donde habitaba el dios– y
estaba vinculado a las orgías místicas, en las que se alcanzaba la unión con el dios,
superando la propia individualidad; en las fiestas báquicas estaban presentes el
exceso, la pasión, la embriaguez, el éxtasis. Nietzsche toma a Dioniso como el
símbolo de la vida, del exceso, de la ausencia de mesura, de la ruptura con todas las
barreras y limitaciones, incluso del caos, de la noche, de la irracionalidad.
Apolo, por el contrario, es el dios de la juventud, de la belleza, de la poesía y las
artes, de la mesura y del límite, de la verdad. Nietzsche lo toma como símbolo de la
razón, la luz, la armonía, el equilibrio, la medida, la individualidad.
Hasta Nietzsche se había explicado la cultura griega como pura expresión de lo
apolíneo (la belleza, la razón…). Nietzsche, por el contrario, sostiene que la
auténtica cultura griega es la que no oculta lo dionisíaco (la vida con todo su horror
y tragedia), pero sabe vivirla de modo estético. La tragedia sería precisamente eso:
la unión de lo dionisíaco y lo apolíneo, del exceso y la mesura; un afirmar la vida
presentándola de modo estético. Por eso, los griegos encontraban en la tragedia un
consuelo metafísico: “El consuelo metafísico […] de que en el fondo de las cosas, y
pese a toda la mudanza de las apariencias, la vida es indestructiblemente poderosa y
2
No se debe confundir el nombre Dioniso (Διόνυσος), que es el nombre del dios, con
Dionisio, que es nombre de persona: el adorador o servidor de Dioniso.
8
placentera, ese consuelo aparece con corpórea evidencia como coro de sátiros,
como coro de seres naturales que, por así decir, viven inextinguiblemente por detrás
de toda civilización y que, a pesar de todo el cambio de las generaciones y de la
historia de los pueblos, permanecen eternamente los mismos” (El nacimiento…, 7).
Ese mundo armónico griego se vino abajo con Sócrates, que eliminó lo
dionisíaco, quedando sólo lo apolíneo, y además potenció el elemento racional,
teórico en detrimento de la vida, de lo dionisíaco, pues la razón aprisiona la vida y
su libre expansión. Sócrates, para Nietzsche, simboliza el gran cambio que sufrió la
cultura griega: el hombre que teoriza, que busca el conocimiento como valor
primordial elimina al hombre trágico, al que ama la vida como primera realidad. A
partir de entonces el diálogo platónico sustituye a la tragedia griega. El saber y la
verdad son los nuevos valores frente al arte trágico y la vida.
En suma, la propuesta nietzscheana es destruir la actual cultura vigente, fundada
en la filosofía, para crear una nueva cultura inspirada en las obras de los griegos
anteriores a la filosofía, o sea, en los dos principios de los primigenios griegos: lo
dionisiaco, por el que abrazaban la existencia en todo su horror y oscuridad –tragedia y música– y lo apolíneo, por el que cubrían la realidad, la vida, mediante un
velo estético creando un mundo ideal de forma y belleza (mitología, artes plásticas
y épicas). Así pues, Nietzsche sostiene que “hay una lucha eterna entre la
consideración teórica y la consideración trágica del mundo” (El nacimiento, n. 17).
Y a la pregunta “¿cuál de los dos es el poder más alto y decisivo? Nadie dudará que
la vida es el más alto poder y dominante” (Werke, vol. I, edic. de Karl Schlechta,
Munchen 1954, p. 282). Y el arte es el medio supremo para acceder, penetrar,
tratar, exponer la realidad, la vida, el fondo pasional del ser humano.
4. EL VITALISMO DE NIETZSCHE (tema 1)
a) ¿Qué es el vitalismo nietzscheano?
El vitalismo es uno de los aspectos capitales de la filosofía de Nietzsche, hasta
el punto que su filosofía puede ser considerada un vitalismo o filosofía vitalista.
En filosofía, se llaman vitalismos aquellas filosofías que consideran la vida
humana como el elemento central de sus reflexiones y concepto clave para sus
explicaciones. Ahora bien, la vida humana se puede entender en sentido biológico o
en sentido humano (biográfico, histórico). Si se toma en este sentido, tenemos
filosofías como la de Ortega y Gasset, con categorías como vivencia, historia,
perspectiva, razón vital…, pero si se toma en sentido biológico tenemos filosofías
como la de Nietzsche. En este caso, la vida es entendida como naturaleza bruta,
vitalidad, corporeidad, impulso, instinto, irracionalidad, desmesura…; pero, sobre
todo, la vida –o sea, la vitalidad humana– es considerada como el valor absoluto y
medida de todo otro valor.
En el primer periodo, Nietzsche contrapone Dioniso y Apolo. Dioniso es el
símbolo de la vida, del exceso, de la ausencia de mesura, de la ruptura con todas las
barreras y limitaciones. Apolo, por el contrario, es el dios de la luz, de la mesura y
del limite, de la verdad. Nietzsche lo toma como símbolo de la razón, de la
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
individuación, de la palabra. Ambos elementos se sintetizan en la tragedia griega,
en la que, sin embargo, el elemento principal es la vida, Dioniso, mientras que lo
apolíneo es la forma bella, estética, en que se presenta.
La aparición de Sócrates, el gran corruptor, rompe el equilibrio de la cultura
griega: Sócrates, para Nietzsche, es el hombre que teoriza, que busca el conocimiento como valor primordial, eliminando al hombre trágico, al que ama la vida
como primera realidad. A partir de entonces el diálogo platónico sustituye a la
tragedia griega. El saber, la verdad son los nuevos valores frente al arte trágico y la
vida. Así pues, en el primer Nietzsche “hay una lucha eterna entre la consideración
teórica y la consideración trágica del mundo” (El nacimiento, n. 17). Y a la
pregunta “¿cuál de los dos es el poder más alto y decisivo? Nadie dudará que la
vida es el más alto poder y dominante” (Werke, vol. I, p. 282).
En la etapa final, especialmente en Así habló Zaratustra, Dioniso es sustituido
por Zaratustra, aunque en el fondo no es más que el mismo Dioniso, pero librado
del peso de la metafísica de Schopenhauer: Nietzsche ya no necesita el consuelo
metafísico, sino que afirma la vida en toda su grandeza, su tragedia, su ilimitación,
su irracionalidad, etc.
Zaratustra es un persa que vivió en el siglo VII. Su doctrina se caracteriza por la
oposición de dos principios: Ormuz (el bien) y Arimán (el mal). Sin embargo,
Nietzsche lo presenta como un inmoralista, porque reconociendo su error de haber
creado la moral, se sitúa más allá del bien y el mal. En realidad, Zaratustra es
Nietzsche: “No se me ha preguntado, pero debería habérseme preguntado qué
significa cabalmente en mi boca, en boca del primer inmoralista, el nombre
Zaratustra; pues lo que constituye la inmensa singularidad de este persa en la
historia es justo lo contrario de esto. […] Zaratustra creó ese error, el más fatal de
todos, la moral; en consecuencia, también él tiene que ser el primero en
reconocerlo. […] ¿Se me entiende? La autosuperación de la moral por veracidad, la
autosuperación del moralista en su antítesis –en mí– es lo que significa en mi boca
el nombre Zaratustra” (Ecce homo, n. 3).
Así pues, Zaratustra (=Nietzsche) es el símbolo nuevo del vitalismo. Este vitalismo radical se concreta en los conceptos fundamentales de la filosofía de Nietzsche,
que vamos a exponer en los siguientes apartados: la voluntad de poder, la transvaloración y el superhombre, la muerte de Dios y el nihilismo, y el eterno retorno.
b) La voluntad de poder
En 1888, poco antes de su colapso mental, Nietzsche trabajó en una obra, que no
pudo concluir, en la que pretendía exponer toda su filosofía y hubiera tenido por
título La voluntad de poder (las notas se publicaron póstumamente). Schopenhauer
ya había considerado la voluntad de vivir como concepto central para comprender
la realidad, Nietzsche concreta esa voluntad de vivir en voluntad de poder.
Para Nietzsche lo único que existe –la realidad– es el devenir. El devenir
continuo es el resultado de un conjunto de fuerzas ciegas que pugnan por imponerse unas sobre otras, de lo que Nietzsche llama voluntad de poder, o sea, voluntad de
dominio. El mundo, el hombre, la vida son voluntad de poder, voluntad de ser más,
9
de superarse, de demostrar una fuerza siempre creciente. Más que una facultad
humana, es el conjunto de pulsiones y fuerzas que se dirigen hacia el poder.
Ese concepto está expuesto principalmente en el capítulo “De la superación de sí
mismo” de Así habló Zaratustra. La tesis de Nietzsche es que el hombre y toda la
realidad no es voluntad de obediencia o de sometimiento, sino voluntad de poder,
de imposición de autoafirmación. La voluntad no es una facultad, sino la fuerza
vital, la parte impulsiva de toda la naturaleza y del hombre, esa fuerza terrible y
creadora que es la vida. En el hombre, vivir es querer, y querer es querer ser más,
es voluntad de crear: “Soy el que es impelido a superarse a sí mismo
constantemente” (Así habló Zaratustra, cap. De la superación de sí mismo).
Y no sólo el hombre sino todo el cosmos tiene en la voluntad de poder su
núcleo, su realidad última: “¿Queréis saber qué es para mí el mundo? […] Es un
monstruo de fuerza sin principio ni fin, […] un juego de fuerzas y ondas de fuerza,
[…] un mar de fuerzas tempestuosas que se agitan y transforman desde toda la
eternidad y vuelven eternamente sobre sí mismas en un enorme retorno de los años.
[…] Este es mi mundo dionisiaco, que se crea eternamente a sí mismo y se destruye
eternamente a sí mismo, este mundo enigmático de la doble voluptuosidad mi "más
allá del bien y del mal", sin meta. […] ¿Queréis un nombre para este mundo? Este
mundo es la voluntad de poder, y nada más que eso. ¡Sed vosotros también esa
voluntad de poder, y nada más que eso! (La voluntad de poder, aforismo 1067).
Notemos, por último, que la idea nietzscheana de hombre es totalmente distinta
de la que ha teorizado la filosofía griega. Ya no tenemos un sujeto consciente y
libre, cuya principal propiedad es la racionalidad (el viviente racional), que se va
perfeccionando en el tiempo a través del conocimiento y la acción recta, sino una
fuerza instintiva –la voluntad de poder– una tendencia vital que busca imponerse a
todo lo demás.
c) La transvaloración y el superhombre
Como hemos visto, frente a Sócrates, al conocimiento, a la filosofía, a la racionalidad, Nietzsche afirma lo dionisíaco, la voluntad, el sentimiento, la vida como
pulsión irracional, sin finalidad, sin orden, sin Dios. Esto le lleva inmediatamente a
negar todos los valores tradicionales y anunciar una nueva realidad: “Hasta hoy no
se ha experimentado la más mínima duda o la más mínima vacilación al establecer
que «lo bueno» tenía un valor superior a lo «malo». […] ¿Y si fuere verdad lo contrario? ¿Y si en el bien se encontrase oculto un síntoma de retroceso, por ejemplo,
un peligro, una seducción, un veneno”, (Genealogía de la moral, Prólogo 6).
En Nietzsche, el dragón simboliza los valores: “Valores milenarios brillan en
esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores
de las cosas brillan en mí»” (Así habló Zaratustra, De las tres transformaciones). Y
por eso hay que destronarlo: “¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere
seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu
del león dice «yo quiero»” (Ibidem). De esa negación de los valores y la afirmación
de otros nuevos surge el superhombre: “Que no le falte al superhombre su dragón,
el superdragón, que sea digno de él” (Ibidem).
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
El superhombre de Nietzsche es fundamentalmente un nuevo hombre que surge
de la negación de los viejos valores y afirma su voluntad de poder, su “yo quiero”.
No se trata de una cuestión de raza, sino de una posición moral o, mejor dicho,
amoral: un hombre que está más allá del bien y del mal, que supera la vieja moral.
¿Cómo surge este superhombre? Nietzsche no lo explica, pero, a través de sus
metáforas, se puede ver que el camello (el hombre que carga con toda la moral, el
hombre occidental, el que dice “yo debo”) se transforma en león (rompe con la
moral, exige su libertad, afirma “yo quiero”), pero éste no es capaz de crear valores.
El espíritu debe transformase en niño: “Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es
capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león
rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un
nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer
movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa
un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo
conquista ahora su mundo. Tres transformaciones del espíritu os he mencionado:
cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en
niño”, (Así habló Zaratustra, cap. De las tres transformaciones)
El superhombre es inocente como un niño, no lleva carga, es espontaneidad
pura, impulso vital, puede ser el protagonista de un nuevo comienzo, donde lo
antiguo ya no existe, pues ha sido totalmente olvidado. Condición de poder crear es
olvidar nuestra civilización: sólo así seremos capaces de partir de cero, de crear
nuevos valores, de vivir fieles a la tierra. Ése es el superhombre que resume el
mensaje de Nietzsche.
d) La muerte de Dios y el nihilismo
Un punto central de la transvaloración de Nietzsche es la crítica a la religión,
que se concreta en la necesidad de olvidar a Dios, de reconocer que Dios ha muerto.
Nietzsche vio con total claridad que toda moral, no solo la cristiana, sino la de
cualquier pueblo, e incluso la pura ética filosófica, exigen la existencia de Dios
como condición necesaria (tesis de Kant y otros muchos pensadores). Por eso, para
destruir la moral, para subvertir totalmente el viejo orden de valores, es necesario
destruir a Dios.
Si Dios no existe, si Dios ha muerto, como dice Nietzsche, ya no hay ningún ser
superior que nos pueda imponer sus leyes, sus límites, su orden. El hombre ya no
tiene que dar cuenta ante nadie, no tiene responsabilidad alguna: dejará de ser el
esclavo que es ahora, para pasar a ser su propio dueño, el superhombre. Por eso, los
viejos valores se pueden resumir en el concepto de Dios, antítesis de la vida: “¡El
concepto «Dios», inventado como concepto antitético de la vida: en ese concepto,
concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador, difamador, la entera
hostilidad de la muerte contra la vida! ¡El concepto «más allá», «mundo
verdadero», inventado para desvalorizar el único mundo que existe para no dejar a
nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea!” (Ecce homo,
cap. Por qué soy yo un destino, 8).
10
La muerte de Dios provoca el hundimiento de todo el orden objetivo de los
valores absolutos, de toda moral y de toda ética universal, válida para todo ser
racional. Esto podría parecer a muchos una gran pérdida, pero para Nietzsche es
una gran ganancia, pues toda la moral occidental es puro nihilismo. En efecto, tanto
la moral cristiana como la filosofía han establecido dos mundos: el mundo
auténtico (el cielo cristiano, el mundo platónico de las ideas) y el mundo degradado
de las realidades terrenas y cambiantes. Pero sucede que ese presunto mundo celestial es la negación del mundo terrenal, de la vida, o sea, es puro rechazo de la auténtica existencia; y precisamente por eso, el nihilismo (la negación de la existencia,
de lo real) es la esencia de la tradición platónico-cristiana. Darnos cuenta de ese
nihilismo es el punto de partida para una nueva valoración de la realidad: es el
comienzo de la transvaloración, es la puerta que permite la llegada del superhombre, el nacimiento de la nueva cultura que Nietzsche buscaba.
Ahora bien, Nietzsche reconoce que el hundimiento de todos los valores
tradicionales acarreará un nihilismo: “¿Que significa nihilismo? Que los valores
supremos pierden validez” (Ecce homo). Pero se trata de un nihilismo distinto,
llamémoslo positivo, puesto que es el comienzo y condición de la transvaloración,
de la nueva cultura. Por eso, según Nietzsche, hay que distinguir entre el nihilismo
pasivo de la tradición platónico-cristiana y el nihilismo activo: la lucha por traer ese
nihilismo positivo como condición para la llegada del superhombre.
En consecuencia, aunque la filosofía de Nietzsche es presentado como nihilista
(negación de todos los valores), se puede decir que lo que tiene de positivo es esto:
la afirmación de este mundo, de la vida, como único valor, un mundo que no se
dirige a ninguna parte, que carece de fin y sentido, pero que, como es lo único que
hay, sólo cabe una actitud ante él: afirmar la vida, afirmar a la voluntad de poder.
e) El eterno retorno
Cuando Nietzsche habla de la realidad como voluntad de poder, introduce una
idea que resulta enigmática y que muchos rechazan como una adherencia colateral
en el pensamiento de este autor: el eterno retorno. Pero, en realidad, se trata de una
de las tesis centrales de Nietzsche, de su afirmación del mundo, de su sí a la vida,
de su vitalismo.
Para Nietzsche, la realidad, el mundo, la vida carecen de finalidad: sólo tenemos
un mar de fuerzas que vuelven eternamente sobre sí mismas. Si hubiera finalidad, en
un mundo infinito temporalmente, tal fin ya se habría alcanzado y las cosas tendrían
un sentido último. Por el contrario, en un mundo infinito y sin finalidad, todo lo que
ha ocurrido, necesariamente volverá a ocurrir, todas las combinaciones posibles se
darán infinitas veces. Dicho de otro modo: todos los acontecimientos ocurren una y
otra vez (o sea, volveremos a estar sentados o de pie, leyendo este texto o...).
¿Qué sentido tiene esa afirmación de Nietzsche? Con el eterno retorno nuestro
autor quiere afirmar este mundo y sólo éste: no existe el mundo platónico, ni el
cielo de los creyentes. No podemos huir a otro mundo inexistente, sino ser fieles a
este mundo, decir sí a la vida, a la voluntad de poder: “¡Yo os conjuro, hermanos
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas
sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la vida,
son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos:
¡ojalá desaparezcan! En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero
Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más
horrible es delinquir contra la tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más
que el sentido de la tierra!” (Así habló Zaratustra, prólogo).
En conclusión, la vida es, en definitiva, la única realidad valiosa, que hay que
afirmar por sí misma, absolutamente. Dionisio nos brinda el exceso, la ausencia de
mesura, la ruptura con todas las barreras y limitaciones. Zaratustra (Nietzsche) nos
libera de la moral, de Dios y de toda la cultura occidental. Surge así el
superhombre, inocente como un niño, que no lleva carga, pues lo antiguo ya no
existe: nuestra civilización ha sido totalmente olvidada y podemos partir de cero
para crear nuevos valores. Ya sólo queda voluntad de poder, “este mundo es la
voluntad de poder, y nada más que eso”, y el eterno retorno: una fidelidad radical y
absoluta a este mundo, a la vida, a la voluntad de poder.
5. LA CRÍTICA DE NIETZSCHE A LOS FILÓSOFOS (tema 2)
La crítica de Nietzsche a los filósofos y a la filosofía se enmarca dentro de su
crítica más amplia a la civilización occidental, puesto que la filosofía constituye
uno de los fundamentos de nuestra civilización. Nietzsche critica todos los aspectos
de la cultura occidental: la filosofía, la ciencia, el arte, la religión, la moral, lo
alemán, el socialismo… Quiere criticar dicha cultura para destruirla y sustituirla
por otra de índole aristocrática, inspirada en la civilización presocrática que él tanto
admiraba especialmente en sus primeros escritos.
Ahora bien, la crítica de Nietzsche a los filósofos es uno de los puntos centrales
de su pensamiento, pues es expresión paradigmática de su crítica general a la civilización occidental. Con esto, deja claro que nuestra cultura es una cultura filosófica
y que, si no se destruye la filosofía, nunca podremos superar nuestra cultura, nuestros valores, para dar paso a unos nuevos supervalores totalmente distintos. Destruir
la filosofía es eliminar toda forma de racionalidad y, por eso, llega a afirmar: “Me
temo que no nos desharemos de Dios, porque aún creemos en la gramática”.
Para criticar a los filósofos, Nietzsche expone cuál es la idiosincrasia de los
filósofos, o sea, su peculiar manera de ser. Piensa que la filosofía deriva del tipo de
personas que la han creado, es decir, de su idiosincrasia. Por eso, él quiere
desenmascarar a los filósofos occidentales, destapar lo oculto, es decir, los
instintos más básicos que les han llevado a crear la decadente filosofía occidental, o
sea, la filosofía que nació en Grecia con Sócrates y Platón, y que ha servido de
fundamento a toda nuestra cultura occidental.
Nietzsche señala dos idiosincrasias: 1) su odio al devenir (su falta de sentido
histórico, su egipticismo, su momificación de la realidad en conceptos); 2) confundir
lo último y lo primero (establecer dos mundos y creer que los conceptos –el humo
de la realidad– son lo primero; que Dios –lo más vacío– es lo más real).
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a) Primera idiosincrasia: el odio al devenir.
Sostiene Nietzsche que la primera idiosincrasia de los filósofos es su odio al
devenir. Los filósofos carecen de sentido histórico: no tienen capacidad de percibir
la progresión en el tiempo, el continuo devenir de la realidad; rechazan todo lo que
sea cambio y novedad. Creen que están haciendo honor a una realidad, cuando la
deshistorizan, cuando la convierten en algo eterno e intemporal.
Metafóricamente lo expresa Nietzsche con la acusación de egipticismo. Los
filósofos momifican la realidad, la matan y fabrican sus conceptos rellenos de paja,
que no son más que cadáveres de la realidad, sin movimiento, pluralidad, cambio,
novedad. Los filósofos se encuentran más cómodos con una realidad creada según
su idiosincrasia, más simple y manejable, al modo de las figuras egipcias: estáticas
y planas, sin impresión de movimiento ni relieve.
En consecuencia, los filósofos han creado una oposición excluyente entre el ser
y el devenir: “lo que es no deviene, lo que deviene no es”. Es la tradicional
oposición entre el inmovilismo de Parménides y el “todo fluye” de Heráclito: la
filosofía ha optado por Parménides; Nietzsche, por Heráclito. En consecuencia, los
filósofos sólo “creen, incluso con desesperación, en lo que es”, pero se encuentran
con la muerte, el cambio, la vejez, la procreación, el crecimiento…; todo eso son
para ellos objeciones, incluso refutaciones.
Viendo entonces que no pueden apoderarse de la realidad –la realidad es
incognoscible, no hay racionalidad en ella–, buscan la causa del engaño, del error.
“¿Dónde se esconde el engañador?: ¡es la sensibilidad!” Los sentidos con el cuerpo
son la causa del engaño, del error y de la inmoralidad. Por eso, los filósofos quieren
deshacerse de los sentidos, de todo lo cambiante, del devenir, de la historia, de lo
que es “pueblo” y, sobre todo, del cuerpo. En definitiva, niegan la realidad, o sea, la
vida, que es dura, difícil, y exige energía, capacidad de adaptación ante lo nuevo, lo
desconocido. Parece, por tanto, que Nietzsche caracteriza a los filósofos como
personas mediocres, débiles, con un instinto de temor y de calumnia.
Según todo esto, los filósofos son los sepultureros de la vida, matan la vida para
hacerla momia y, al final, ellos mismos son momias.
b) Segunda idiosincrasia: confundir lo último con lo primero.
La segunda idiosincrasia de los filósofos es “confundir lo último con lo
primero”. ¿Qué es eso último y eso primero?
Como sabemos, los filósofos han duplicado el mundo: además del mundo real
han inventado el mundo de los conceptos; un mundo que es posterior y que no
debería haber sido creado. Y sucede que los filósofos confunden ambos mundos:
piensan que lo real es su mundo de ideas, pero, en verdad, los conceptos no son otra
cosa que momificaciones de la realidad, cadáveres de la realidad.
Además, los filósofos no sólo han sustituido la vida por meros conceptos, sino
que han idolatrado los conceptos, es decir, los han puesto por encima de la realidad
considerándolos como algo superior a ella, como lo primero y su fundamento: han
puesto, pues, lo último como si fuese lo primero. Con esto, Nietzsche se refiere
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
principalmente al desdoblamiento platónico de la realidad en dos mundos: mundo
sensible y mundo inteligible, considerando superior y más real a este último. Según
Nietzsche, con Sócrates y Platón comenzó la filosofía del ser, fundamento de nuestra cultura occidental. También con Sócrates comenzó la decadencia de la cultura
griega debido a que introdujo la razón que aprisiona la vida y triunfó el hombre
teórico sobre el hombre trágico, característico del momento de máximo esplendor
de la cultura griega. Expresiones de esa degeneración son el cristianismo, defensor
de otro mundo, el Cielo; y la filosofía de Kant (en el fondo, un cristiano alevoso),
que defiende un orden racional de conceptos regulador del mundo sensible.
Pero aún hay más: los filósofos llevan hasta el extremo su idiosincrasia y
sostiene que hay conceptos supremos, que son lo máximamente real. Y como lo
superior no puede proceder de lo inferior, resulta que “todos los valores supremos
son de primer rango; ninguno de los conceptos supremos –lo existente, lo
incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto– puede haber devenido; por
consiguiente tiene que ser causa sui (causa de sí mismo)”. Y como ninguno de esos
conceptos es contradictorio ni excluye a los demás, todos están comprendidos,
unificados, en el concepto de Dios: “Con eso tienen los filósofos su estupendo
concepto «Dios»... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo
primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]”. El concepto de
Dios no es más que “el último humo de la realidad que se evapora”.
¿Por qué han llegado los filósofos hasta ese extremo? Su idiosincrasia los ha
llevado a vengarse: la filosofía –al igual que la moral occidental– es el resultado de
la venganza de los débiles e inferiores que no aman la vida, que no son capaces de
afrontarla, y se inventan “otra” vida “mejor”, una vida a su medida, adecuada a su
debilidad. El resentimiento creó los valores morales de Occidente y es el
responsable de la aparición de una civilización enemiga de la vida y de un hombre
incurablemente mediocre. Ese resentimiento es, por tanto, el causante del nihilismo
occidental. Pero Nietzsche piensa que su crítica va a contribuir a que llegue el día
en el que se pueda vivir “más allá del bien y del mal”, recobremos la primitiva
inocencia, y aparezca el superhombre anunciado por Zaratustra.
En suma, la segunda idiosincrasia de los filósofos los ha conducido a crear un
duplicado de este mundo, a considerar esa copia como lo más real, el fundamento
de todo, y finalmente a crear el concepto de Dios, convirtiendo así la filosofía en
teología. Pero todo eso no son más que “dolencias cerebrales de unos enfermos
tejedores de telarañas”. Y el problema es que han influido en toda la humanidad
que se ha tomado en serio esa telarañas mentales.
En resumen, para Nietzsche, la filosofía del ser, hecha por los filósofos
occidentales desde Sócrates y Platón, se caracteriza por 1) la negación del devenir y
el rechazo de los sentidos y del cuerpo, 2) la momificación de la realidad mediante
conceptos y la sobrevaloración de dichos conceptos. Todo eso es un producto
hecho a imagen y semejanza de la idiosincrasia de los filósofos. De ahí que los
represente como sepultureros, enterradores de la auténtica realidad, y denomine a
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su filosofía burlonamente como monótono-teísmo, algo radicalmente aburrido y
fundamentado en el concepto de Dios.
Con esto, Nietzsche consuma su crítica a la filosofía: negando la validez de los
conceptos, de la verdad, destruye la teoría del conocimiento; negando la validez de
Dios, elimina la ontología y toda posible fundamentación metafísica; y
consecuentemente, hunde todo el orden de valores que encontraba su último
respaldo en Dios. Así, eliminada toda la tradición intelectual y racional de
Occidente, negada la filosofía, puede ofrecer su propuesta partiendo de cero: la
vida, lo vital, es el único y supremo valor.
IV. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO
Para entender el texto que hemos comentado, hay que tener en cuenta 4 aspectos
fundamentales. En primer lugar la época en que vivió el autor, pues es el marco
general de sus obras, estilo y problemas. En segundo lugar, su vida, obras y
evolución de su pensamiento, para poder enmarcar el texto comentado en su obra y
momento evolutivo. En tercer lugar, la obra concreta de que se trata, con su
problemática particular; en este caso, la crítica a los filósofos y a su idiosincrasia.
En cuarto lugar, creo que es conveniente hacer alguna alusión al influjo del autor,
pues eso está presente en el modo en que leemos sus textos.
Sólo es posible entender la filosofía de Nietzsche en su CONTEXTO HISTÓRICO
(s. XIX): la primera industrialización ya había tenido lugar en Europa y estaba en
marcha la segunda. El desarrollo económico se había realizado frecuentemente a
costa del trabajo y de la vida de mucha gente (la llamada clase obrera). Esto había
originado una clase alta, notablemente enriquecida, pero carente de valores
morales. Como reacción a la nueva estructura social habían surgido los socialismos,
que luchaban contra el elitismo y proponían una nivelación igualitaria. Esta
situación propició el auge de las ideologías: el pensamiento al servicio de intereses
de clase, económicos, sociales, etc.
Consecuencia de esa situación, es el nacimiento de las filosofías de la sospecha
(Marx, Nietzsche, Freud), que denuncian que detrás de las grandes construcciones
filosóficas se encierran intereses inconfesables. Dicho de otro modo, acusan a la
filosofía de haberse convertido en ideología.
El pensamiento de Nietzsche pertenece a este grupo de filosofías de la sospecha,
centrado, en este caso, en una crítica a la cultura occidental en bloque, al igualitarismo socialista y, sobre todo, a la filosofía. En efecto, para Nietzsche la filosofía
griega (aliada luego con el cristianismo) es el elemento principal de la civilización
occidental y el origen de todos sus males. Precisamente el texto que comentamos se
centra en la crítica nietzscheana a la filosofía.
Por último, es importante señalar que el movimiento romántico ya había triunfado
totalmente en Europa. La idea de una superación de la racionalidad a través de los
sentimientos y las dimensiones irracionales del hombre estaba en plena vigencia. La
universalidad de la razón era postergada a favor de los nacionalismos, el espíritu del
ISABEL ZÚNICA (marzo, 2012)
TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL.
pueblo y la mitología. El rigor conceptual y la exposición demostrativa eran
desechadas, pues se prefería la exaltación poética, la musicalidad, la retórica efectista.
Por eso, el estilo y la obra de Nietzsche son fundamentalmente de carácter
literario. No forja un sistema de pensamiento, ni expone sus ideas de modo
sistemático y conceptual, ni tampoco hay una refutación argumentada de las ideas
que rechaza, sino que exhibe sus pensamientos deslavazadamente, mediante un
lenguaje es personal y subjetivo, con aforismos breves y metáforas brillantes, que
han pasado a la historia de la filosofía y de nuestra cultura: Dioniso, Zaratustra, el
dragón, el egipticismo de los filósofos… La imaginación, el sentimiento, la retórica
son sus argumentos, expuestos con ingenio y desenfado, ironía y sarcasmo.
La VIDA de Nietzsche está totalmente vinculada a su proyecto filosófico (crítica
a la cultura occidental), y en función de él podemos establecer etapas y clasificar
sus obras. Nietzsche nació en 1844 en Röcken (Sajonia prusiana), en el seno de una
familia protestante: su padre era pastor luterano y preceptor privado. Estudió en el
reconocido Instituto Pforta donde recibió una formación literaria –con especial
estudio de los clásicos griegos y romanos–, poética y musical.
Se graduó en 1864 y comenzó los estudios de teología en la Universidad, pero
los abandonó para dedicarse a la filología. En 1865 leyó Schopenhauer y Lange
(filósofo materialista), que ejercieron gran influencia sobre él. Antes de terminar la
carrera, recibió la propuesta de ser nombrado Catedrático de Filología en la
Universidad de Basilea.
Comenzó así su primer periodo (1869-76) o periodo romántico, caracterizado
por obras filológicas y de inspiración romántica (mitología, folklore, espíritu del
pueblo). La metáfora dominante es la contraposición entre Dioniso y Apolo: el arte
como medio de penetrar en la realidad, en el fondo pasional del ser humano.
Pertenecen a este periodo El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música
(1872), La filosofía en la época trágica de los griegos (1874) y Consideraciones
intempestivas (1873-76).
Por dificultades de salud y profesionales, entró en crisis en 1879, hasta el punto
que renunciar a la docencia. Comenzó entonces su breve segundo periodo (187782), que podríamos llamar cientifista e ilustrado, pues está influido por el positivismo inglés y la Ilustración francesa. Rompe con Wagner y abandona Schopenhauer.
Presenta un pensamiento antimetafísico y defiende un conocimiento lúcido y libre.
Destacan sus obras Aurora (1881) y La Gaya ciencia (1882).
Su tercer periodo (1883-89): crítica a la cultura occidental. Es el más
característico y desarrolla sus temas más importantes: Así habló Zaratustra (188385), en donde su estilo y pensamiento alcanzan su madurez. Ahí expone sus ideas
sobre el superhombre y la transmutación de los valores. Otras obras de este periodo
son Más allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887) y El
crepúsculos de los ídolos (1889). En 1888 redactó Ecce homo, una autobiografía,
publicada póstumamente, de gran importancia para la interpretación de su obra.
En 1889 fue internado en un psiquiátrico, tras sufrir un colapso mental, del que
nunca se recuperaría. Murió en 1900, en Weimar (Turingia).
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Pasamos a situar nuestro texto en el MARCO DE LA OBRA A QUE PERTENECE.
Se trata de El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, su última
obra, que vio la luz a los pocos días de que sufriera el colapso mental.
Mientras estaba trabajando en La voluntad de poder, de la que pensaba que sería
su obra definitiva, decidió entre 1887 y 1888 hacer un compendio de su filosofía
aprovechando sus numerosos apuntes. El resultado fue El crepúsculo de los ídolos. Él
mismo escribe que es una especie de inicio al conjunto de su filosofía: “Ahí –dice–
están mis heterodoxias filosóficas esenciales”. Ídolos quiere decir verdades admitidas
habitualmente: Nietzsche se propone fustigar todo lo que se entiende por verdad, ya
que la verdad es, para él, la forma más clara de la decadencia, del rechazo de la vida.
El subtítulo, cómo se filosofa con el martillo, responde a la idea de la filosofía
de la sospecha: Nietzsche “hace preguntas con el martillo” para escuchar como esos
ídolos resuenan con “aquel sonido hueco que habla de las entrañas del aire”.
De este modo, en esta obra, Nietzsche ataca toda religión (cristianismo,
hinduismo confucionismo…), a los escritores (incluidos los románticos), los
músicos (incluido Wagner), las doctrinas político-sociales (liberalismo, socialismo
y anarquismo) y muy especialmente critica e insulta a casi todos los filósofos
(Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca, Spinoza, Pascal, Descartes,
Kant, Rousseau, Comte, Spencer, Stuart Mill, incluso a Schopenhauer). De ellos,
apenas salva a Heráclito, Maquiavelo y Hegel. De la realidad lo único que aprecia
son las apariencias, las pasiones y los instintos.
El texto que comentamos recoge la esencia de la crítica de Nietzsche a los
filósofos.
Por último, mencionemos la INFLUENCIA DE NIETZSCHE en la historia de la
filosofía y de la cultura. El influjo de este pensador ha sido enorme no sólo en
filosofía, sino en muchos ámbitos del pensamiento y, sobre todo, en el modo en que
muchas personas conciben hoy la vida, la verdad, las relaciones humanas, etc.
Ciertamente su pensamiento no fue bien recibido al inicio y sólo fue considerado un filólogo interesante. Sin embargo, Heidegger dio lecciones durante 10
años (1936-46) sobre este pensador y las publicó en 1961 con el título Nietzsche.
Esto contribuyó decisivamente a la consideración de Nietzsche como un gran
filósofo y desde entonces no ha cesado de ser leído, comentado y estudiado.
Para muchos, es considerado como la figura más representativa de la filosofía
contemporánea y como el más importante “maestro de la sospecha”. Gran parte de
la filosofía de la segunda mitad del XX depende de Nietzsche o directamente o
leído a través de Heidegger. En concreto, ha influido en el existencialismo, el
postestructuralismo y, sobre todo, la posmodernidad en todas sus variantes y
pensadores (pensamiento débil, Vattimo, Rorty, etc.).
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