LA VIRGEN APOCALÍPTICA EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO: APROXIMACIÓN A UN ESTUDIO ICONOGRÁFICO Adriana Pacheco Bustillos Universidad de Granada. España La sociedad urbana1 de la Audiencia de Quito, como toda la nueva cristiandad americana, entretejió sus relaciones sociales y económicas, marcada por una profunda religiosidad, especialmente, mariana. Desde los comienzos de la evangelización, los religiosos se empeñaron en difundir y fortalecer la devoción hacia la Virgen, mostrándola a los fieles como madre intercesora y protectora frente a los fenómenos de la naturaleza que solían afectar a todos los pobladores. De las numerosas advocaciones que promovieron los clérigos, la devoción a la Inmaculada Concepción fue una de las predilectas, se puso mayor énfasis en su difusión, sobre todo, a partir de la segunda mitad del XVII y en el decurso del XVIII. Para extenderla y afianzarla entre la gente, según solicitud de los frailes comitentes, los artesanos quiteños realizaron una nutrida cantidad de representaciones en pintura y en escultura. Sin embargo, las imágenes de bulto llegaron a gozar de mayor preeminencia, como lo demuestra el ejemplo emblemático de la Inmaculada Apocalíptica ejecutada en 1734 por el escultor Bernardo de Legarda. Antes de abordar el asunto iconográfico se aludirá brevemente las vertientes europeas donde nació la doctrina inmaculista, puesto que, en este medio la Mujer Apocalíptica fue considerada como uno de los principales antecedentes de la representación plástica definitiva de la Inmaculada Concepción. Para entender el proceso iconográfico en el contexto local, se hará referencia a la vivencia de este Misterio mariano en la Villa de Quito, donde se extendió ampliamente la imagen alada. 1.- La Inmaculada Concepción: el desarrollo de la devoción y la experiencia del fervor dentro del espacio quiteño La Inmaculada Concepción de la Madre de Cristo, entendida como una gracia especial otorgada por Dios a la Virgen María, tuvo sus orígenes en los Evangelios Apócrifos2; ésta creencia piadosa, ya era celebrada con una fiesta por los monjes procedentes de Oriente, quienes la extendieron en Europa a partir del siglo IX3. 1 La sociedad compuesta por varios grupos, españoles, criollos, indios, negros y mestizos se desarrolló entre la actividad artesanal de los obrajes en el XVI y XVII y la agrícola en el XVIII., Cfr. MERCHÁN, C.: Economía y sociedad durante el siglo XVIII, págs. 231 – 248. 2 El origen se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. Cfr., HENNECKE, E.; Evangelios Apócrifos, pág. 72. 3 WARNER, M.: Tú sola entre las mujeres, El mito y el culto de la Virgen María, págs. 311 – 312. 504 Antes de ser aceptada por toda la iglesia, la doctrina tuvo que superar las opiniones contrarias que enfrentaron desde la edad media a los religiosos en dos posturas, una de ellas sostenía la santificación de María en el seno materno y la otra su Concepción sin mancha4. Sin embargo, la defensa recibió el mayor apoyo por parte de los monarcas españoles, quienes desde el siglo XIII, abrazaron con fuerza la devoción inmaculista. En el siglo XVII, durante el reinado de Felipe III, se intensificó la defensa de la causa, y más aún con Felipe IV. Los emisarios que la monarquía enviaba a Roma insistentemente, consiguieron que en 1661, el Papa Alejandro VII promulgara la Constitución Sollicitudo Omnium Eclesiarum, que afirmaba: “el alma de María, desde el momento de su creación fue preservada del pecado original por acción del Espíritu Santo”5. Otra Bula de 1664 otorgó a España el derecho de celebrar de precepto el Oficio y Misa de la Inmaculada Concepción, con lo cual la creencia se iba afianzando entre los creyentes. La fiesta se hizo extensiva hacia todos los dominios españoles6, en consecuencia, la figura de la Virgen llegó a ser considerada como la protectora del mundo hispánico. En tierras americanas, desde los comienzos de la evangelización la orden seráfica se ocupó de propagar la apreciada devoción hacia la prerrogativa virginal, con el auspicio real. El pueblo de Quito, en particular, aprendió a honrar a esta advocación con el rezo diario del Rosario y la práctica de novenarios, procesiones, penitencias y rogativas que se hacían en los tiempos difíciles7. También, se fundaron monasterios y cofradías, bajo el espíritu de la Purísima, cuyos miembros se dedicaron a fomentar el fervor popular. Así, por ejemplo, las monjas concepcionistas, con el patrocinio de la corona, estuvieron presentes en la ciudad desde 1577 y posteriormente se repartieron por toda la provincia para llevar a cabo el apostolado inmaculista mediante la oración8. Las cofradías de la Inmaculada, así mismo, recomendaban la participación asidua de los devotos en los rezos y en las celebraciones marianas. La hermandad más antigua, instaurada en la Catedral a partir de 1550, poseía un retablo propio para rendir culto a la Patrona9. También en la iglesia de San Francisco existían dos cofradías más, una de oficio desde 1585, con el nombre de “Limpia Concepción de los plateros de San Eloy”10 y otra de “la Virgen Nuestra Señora Concebida sin pecado original” integrada por montañeses y naturales, quienes obtuvieron su capilla en 1621, “para honrar la santa imagen de su devoción”11. Estas organizaciones piadosas, convocaban a la población, especialmente, para celebrar de precepto y con toda solemnidad la fiesta de la Inmaculada Concepción el día 8 4 Ibídem. 5 Breve del 12 – 04 – 1662., Real Academia de la Historia. Sal. A-56, fol. 146, citado por MARTÍNEZ JUSTICIA, M.J.: Op. cit., pág. 26. 6 BAACHELET Y JUGIE: Dictionaire de théologie catholique, vol 7. citado por STRATTON, S: La Inmaculada. , pág. 74. 7 BENAVIDES VEGA, C.: Sinópsis Histórica del siglo XVII, pág. 129 – 137. 8 KENNEDY, A.: El Monasterio de la Inmaculada Concepción, Cuenca – Ecuador, pág. 5. 9 VARGAS, J.M.: Historia del Arte Ecuatoriano, págs. 99, 100. 10 TERÁN, R y PORRAS, M.: Las Cofradías Seráficas: Un estudio de caso, págs. 57 – 59. 11 Archivo General de la Orden Franciscana – Cofradías, primera caja, docts: 2 – 10 505 de diciembre, según el calendario de festividades que había preparado el Primer Sínodo Quitense de 157012. Pero, tanto el ánimo de los festejos y de los rezos inmaculadistas cobró un nuevo impulso desde finales del siglo XVII, cuando llegaban a la Audiencia el eco de las conversaciones que mantenía la corona española con el Pontificado, y las imágenes de la Virgen que acompañaban a la difusión de la doctrina. 1.1. El desarrollo de la iconografía de la Inmaculada Concepción Al tiempo que el monarca enviaba legaciones a las interminables discusiones, los artistas españoles trabajaron por encontrar una imagen que ilustrara convenientemente el inexplicable misterio. Para divulgar la doctrina era necesario contar con una representación que fuera comprensible a los ojos de la gente sencilla, dentro de la península y en los territorios de ultramar13. Por lo tanto, fueron quedando atrás las complejas prefiguraciones de la Inmaculada, muy populares entre los teólogos de la Edad Media, como: el Árbol de Jesé, Santa Ana Triple, o el Abrazo ante la Puerta Dorada, y dieron lugar a la Purísima, una imagen que reunía en una sola, a la Tota Pulchra, la esposa del Cantar de los Cantares (IV,7), con los atributos de la mujer que describe el Apocalipsis (XII, 14) y los pertenecientes a la Ipsa del Génesis (III, 15)14. Desde finales del XVI, la imagen de la Inmaculada ya quedó definida con los símbolos apocalípticos como la luna, los rayos solares y las estrellas, junto a aquellos provenientes del Cantar de los Cantares15, el Eclesiastés16 y otros alusivos al Génesis17. El prototipo más representativo fue creado por Francisco Pacheco, en Sevilla18; a partir de 1610 muy difundido en el arte español. El teórico registró en su libro el Arte de la Pintura , la manera en que había de ilustrarse el tema: la Virgen con faz adolescente, delicadas facciones y cabello rubio, debía estar de pie sobre la luna. Rodeada de un halo de luz dorada, llevaría la túnica blanca y el manto azul 19 conforme a la aparición que tuvo Beatriz de Silva, la fundadora del primer convento de monjas concepcionistas en Toledo- y en la cabeza portaría una corona imperial y doce estrellas. Por último, resaltaba como preferible la omisión de la serpiente por resultar ofensiva. 12 Cfr. Los Sínodos de Quito del Siglo XVI., pág. 40 – 41. 13 MARTÍNEZ JUSTICIA, M. J.: La Vida de la Virgen en la Escultura Granada, pág. 37. 14 Antes de conseguir la imagen de la Virgen Inmaculada los teólogos propusieron a los artistas la representación simbólica del misterio a través de prefiguraciones, Cfr.TRENS, M.: María, iconografía de la Virgen en el arte español, págs. 96 – 134. 15 Los símbolos son: La Fuente de los Huertos, Torre de David, Huerto Cerrado, Estrella de los Mares, Espejo sin mancha. 16 Cedro del Líbano, Ciprés en el Monte Hermón, Palmera en Engadi, como Plantel de Rosas en Jericó, como gallardo Olivo en la llanura, como plátano me he elevado, cual cinamomo y astrágalo aromático he dado fragancia, cual mirra exquisita he dado buen olor, como gálbano y ónice, como lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, como el sol...” (Ec. 24 – 50) 17 Las alusiones a la Puerta del Cielo y Escala de Jacob, procedentes de las visiones de Jacob, resaltan el papel intercesor de la Virgen. 18 PACHECO, F.: El Arte de la Pintura, pág. 212. 19 En sus trabajos de la Inmaculada, Pacheco también utilizaría el color jacinto para la túnica, como símbolo alusivo a la pureza. 506 El tratadista Interián de Ayala20 pensó, junto con Pacheco, que también era inconveniente la presencia del Niño al lado de la Virgen; era mucho mejor retratarla sola, con las manos juntas sobre el pecho para representar mejor el Misterio que era anterior a su Maternidad Virginal. Las indicaciones de Pacheco21 influyeron decisivamente en la fijación del tema en otros pintores como, Velázquez, Ribera, Zurbarán, Murillo, o escultores tales como, Gregorio Fernández, Cano, Martínez Montañés, Mena, cuyas obras servirían de referente para los americanos. En los siglos XVII y XVIII la iconografía de la Inmaculada se desarrolló ampliamente en Europa y en América. 2. Las imágenes de la Inmaculada Apocalíptica en la Audiencia de Quito de Miguel de Santiago a Bernardo de Legarda 2.1. Los modelos de Miguel de Santiago En la capital de la Real Audiencia, la elite de la iglesia seguía de cerca las noticias acerca de los decretos Papales entorno a la tesis inmaculista y también dio inicio, en la segunda mitad del XVII, a una etapa de este apostolado mariano a través de una serie de representaciones plásticas que vinieron a fortalecer la difusión de la doctrina22. Siguiendo a los trabajos realizados en láminas, grabados y pinturas que llegaban de la Península, los artistas locales desarrollaron su propia obra, a instancias de los religiosos, se puede citar como las más representativas en pintura a las imágenes de Miguel de Santiago23. La temática principal de las interpretaciones giró siempre al rededor del triunfo y de la defensa de la Inmaculada Concepción. A continuación, es importante aludir a los ejemplares más destacados, realizados entre la mitad y las postrimerías del siglo XVII-, para constatar como se fueron configurando las imágenes de la Inmaculada dentro del espacio quiteño, se cuentan entre ellos, un lienzo ubicado en el Santuario de Guápulo, que muestra precisamente a la Virgen de pie sobre la luna, sostenida por los defensores de su pureza, Alejandro VII y Felipe IV; recibe la bendición del Espíritu Santo, desde la parte superior y a los dos lados está escoltada por la presencia de los Padres de la Iglesia. Con el mismo estilo de composición, se preparó otra Inmaculada de pie sobre la luna que, en esta ocasión, la soportan las imágenes de busto, de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, en una clara alusión al apoyo que tuvo la Inmaculada por parte de la Compañía de Jesús24. Otra creación, trata el asunto de la Inmaculada vinculado a la Eucaristía, dos devociones fuertemente atacadas por la reforma protestante en Europa 25 y muy fomentadas en América. En este lienzo se puede ver a la Virgen de pie sobre la luna, con una Custodia entre las 20 DE AYALA INTERIÁN, J..: El pintor cristiano y erudito, Tomo II, 9 – 13. 21 FALCÓN MÁRQUÉZ, T.: La Inmaculada en el Arte Andaluz, 15 – 17. 22 VARGAS, J.M.: Op. cit., pág. 100. 23 Miguel de Santiago fue uno de los más destacados pintores del siglo XVII en la Audiencia de Quito, de origen mestizo, nació en Quito en 1633 y murió en 1706. 24 WARNER, M.: Tu sola entre las mujeres, págs. 322 – 323. 25 MARTÍNEZ MEDINA, F.J.: Escultura Religiosa en la Granada Renacentista y Barroca, pág. 257. 507 manos, mientras la contemplan las tres personas de la Trinidad con forma humana. También se han atribuido al artista dos colecciones de lienzos en la iglesia de San Francisco y de la Catedral de Bogotá que ilustran el saludo: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar y María Concebida sin pecado original”, muy popular entre el pueblo adepto a la causa. Sin embargo, son otras dos obras las que resultan ser las más importantes en la secuencia porque constituyen el antecedente de la emblemática escultura que creará Bernardo de Legarda en la primera mitad del siglo XVIII. La primera, realizada para el convento de San Agustín (Fig. 1), muestra a la Virgen en dimensiones casi humanas erguida sobre la luna, de esta posición desciende el pie derecho para pisar la cabeza de la serpiente, este movimiento lo combina con un delicado levantamiento de los brazos hacia la derecha, a fin de guardar el equilibrio. En el sereno rostro de la Virgen se observan unas facciones muy finas enmarcadas por el cabello que se amolda a la silueta de los hombros. La figura de María, lleva una túnica blanca que cae hasta dejar descubiertos los pies y el manto azul que la envuelve, le da, en conjunto, la forma de huso, apariencia que recuerda las creaciones de Alonso Cano26. Alrededor de la imagen se advierte el resplandor y las doce estrellas que rodean su cabeza, mientras a los lados se disponen, entre una gran profusión de nubes, los símbolos alusivos a la pureza virginal27. Figura 1: Miguel de Santiago: Inmaculada Concepción del convento de San Agustín de Quito, segunda mitad del siglo XVII. 58. 26 NAVARRETE PRIETO, B.: La pintura andaluza en el siglo XVII y sus fuentes grabadas , pág. 27 Las alegorías marianas que se pueden ver son: El Lirio entre espinas (Can II, 2), la Fuente de los Huertos (Cant., IV, 15), el Pozo de Agua Viva (Cant. IV, 15), el Cedro Erguido (Ecles. XXIV, 17), el Arbusto de Jesé (Ezech. VII, 10), y la Ciudad de Dios (Ps. LXXXVI, 3); a la derecha se disponen, de abajo hacia arriba, el Rosal Místico, el Espejo sin mancilla (Sab. VII, 26), el Jardín cerrado (Cant. IV, 12), la Torre de David (Cant. IV, 4) y la Estrella de los mares. En la parte superior, entre nubes, se divisan, la Estrella de la mañana, la Escala y la Puerta del cielo. 508 La segunda imagen es más bien una atribución a Miguel de Santiago -se conserva en el Museo del Banco Central- (Fig. 2). En el lienzo aparece la Virgen adolescente con túnica blanca y manto azul; está con las manos juntas, de pie sobre la luna, ubicada encima de un globo azulado que contiene la escena del paraíso en la que se pueden apreciar las siluetas de los primeros padres junto al árbol del bien y del mal. Al mismo tiempo, está pisando la cabeza de una serpiente que amenaza morder el talón de la Mujer. Rodea a María un halo de luz resplandeciente y las doce estrellas permanecen alrededor de su cabeza. Arquea ligeramente el cuerpo hacia la izquierda, y despliega un par de alas que nacen de su espalda. Entre las nubes, en la parte superior, flotan cuatro cabezas de ángeles, y un par de símbolos de la letanía, la Estrella de la mañana y la Estrella de los mares. En la parte baja, la ciudad de Dios se representa con un paisaje nativo de la costa, donde están repartidos otros símbolos marianos como el Cedro erguido, el Jardín cerrado, el rosal místico y la azucena. Este ejemplar es una adaptación de los modelos que demandaban los comitentes no solo en la Audiencia de Quito, sino probablemente en toda América, de ahí que se encuentre una interpretación similar del artista novohispano Juan Correa (1675 – 1714) en el Museo Nacional del Virreinato de Tepozotlán28. Figura 2: Virgen Inmaculada Apocalíptica, Atribuida a Miguel de Santiago, realizada en la segunda mitad del siglo XVII, Museo del Banco Central del Ecuador. La fuente que inspiró a las dos obras que se acaban de reseñar sobre la Virgen alada se encuentra en el libro de meditaciones sobre el Apocalipsis, 28 NAVARRETE PRIETO, B.: Op. cit., pág. 56. 509 Vestigatio Arcani Sensu in Apocalypsi...del jesuita sevillano Luis del Alcázar, cuyos grabados fueron realizados por Juan de Jaúregui en 1614 (Fig. 3), es decir, cuando comenzaban a tomar brío las manifestaciones inmaculadistas en Sevilla29 y desde esta plaza, seguramente, habrían pasado a América. El grabado que representaba a la Mujer Apocalíptica tuvo especial aceptación en el ambiente religioso, pues sirvió de modelo para ilustrar el Misterio de la Inmaculada Concepción, en Quito fue el referente que también siguió la pintura de Santiago y la escultura franciscana del XVIII, reproducida en varias ocasiones, como se verá a continuación. Figura 3: Inmaculada Apocalíptica, grabado sobre composición de Juan de Jaúregui para la obra de Luis del Alcázar Vestigatio Arcani Sensu in Apocalipsi..., 1614. 2.2. La Inmaculada Apocalíptica de Bernardo de Legarda Desde el primer cuarto del siglo XVIII, durante el período de apogeo de “las artes mecánicas” en la Audiencia de Quito, los talleres quiteños produjeron una gran cantidad de imágenes para el culto cristiano entre las cuales, la Inmaculada Apocalíptica fue una de las representaciones con mayor demanda30. El ejemplar realizado por el artista, también quiteño, Bernardo de Legarda fue el que sirvió de modelo para la elaboración de muchos otros. La escultura emblemática es aquella que preparó el artesano para el Convento Máximo de San Francisco, la única que lleva escrita la fecha de ejecución; en el gozne que encaja la mano con el brazo se lee: “Bernardo de Legarda / se acabó en 7 de diciembre de 1734”. Se trata de un dato elocuente pues indica que la figura fue entregada el día siete, expresamente para presidir el Altar Mayor de la Iglesia de San Francisco, el día ocho de Diciembre del año señalado, durante la fiesta de precepto de la Inmaculada Concepción (Fig 4). 29 Cfr. DEL ALCÁZAR, LUIS, Vestigatio Arcani Sensus in Apocalypsi, págs. 545 – 546. y DELENDA, O.: Velázquez paintre religieux, pág. 41. 30 CICALA, M.: Descripción Histórico – topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús, pág. 210. 510 La imagen que encomendaron los frailes fue una escultura de bulto, de la Virgen Inmaculada, representada como la mujer que describe San Juan en la visión que tuvo en la Isla de Patmos31. Legarda32 consiguió elaborarla sin dificultades a partir de las ilustraciones pictóricas del XVII. Se pueden apreciar algunos detalles de los trabajos de Santiago, pero es evidente la identidad propia que adquiere la escultura al ser configurada como una individualidad. Figura 4: Bernardo de Legarda: Inmaculada Apocalíptica realizada para el Retablo Mayor de la Iglesia de San Francisco el 7 de diciembre de 1734, Quito. Legarda representó a la Santa Virgen de pie sobre la luna, con las puntas hacia arriba, no hacía abajo como habría sugerido Pacheco en el XVII, y que, según Trens, en escultura era, estructuralmente más conveniente, colocar las puntas de la luna hacia arriba para proporcionar mayor estabilidad a la imagen33; conserva 31 “Apareció en el cielo una señal grandiosa: una Mujer, vestida de Sol, con la luna bajo los pies y en su cabeza una corona de doce estrellas... Apareció también otra señal: un enorme Monstruo rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos...Y la Mujer dio a luz un hijo varón, que debe gobernar a todas las naciones con vara de hierro... El Monstruo se lanzó en persecución de la Mujer. Pero a la Mujer le dieron dos alas del águila grande para que volara lejos de la serpiente” (Apocalipsis XII, 1-14) 32 Bernardo de Legarda, una suerte de escultor, pintor y orfebre habrá puesto especial empeño en este trabajo, debido a la devoción familiar que lo unía con la orden seráfica; entre otras cosas fue miembro de la Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción y en 1773 el año de su muerte, alcanzó el rango de Síndico de la hermandad. Además su hermano era miembro de la Orden de San Francisco. Cfr. VARGAS, J.M.: Historia del.., Op. cit., págs. 138 – 140. 33 Cfr.TRENS, M.: Iconografía.., Op. cit., pág. 175. 511 la postura de la Inmaculada que hizo Miguel de Santiago para San Agustín, solo que en esta ocasión la de Legarda efectúa el movimiento contrario: mantiene el pie derecho encima de la luna y baja el izquierdo para pisar la cabeza de la serpiente, que tiene entre sus dientes la manzana del pecado. El giro de las manos recuerda la posición de equilibrio que guarda el ejemplar de Santiago, al desplazar levemente los brazos hacia el lado izquierdo, salvo que esta vez levanta levemente la mano derecha para tirar de una cadena hecha de plata, con la que ase al reptil por la cabeza; la mano derecha acompaña al movimiento de la otra en un gesto que emula una danza, se ha dicho que de influencia oriental34. El rostro, modelado en plomo, muestra las delicadas facciones que mantienen el encarne sonrosado, como se observa en toda la escultura quiteña del XVIII. La túnica, ha dejado de ser totalmente blanca, en la parte superior, que rodea al cuello, se aprecia una franja a manera de tira bordada con flores y el resto de la superficie exhibe, una profusa decoración de estofado, en la que se combinan flores rojas y detalles dorados; se ciñe a la cintura con un cordoncillo y cae hasta los pies, dejando al descubierto parte del pie izquierdo que está calzado por un zapato de color negro. El manto rodea la cintura de la Virgen, sube hasta el hombro y cae de forma muy dinámica hacia el brazo derecho; es rojo por la parte interna y por la exterior azul; en el borde se aprecia un diseño dorado y sobre el fondo se han repartido estrellas, también, doradas. Los atributos de la Mujer Apocalíptica resaltan notablemente al estar confeccionados en plata y revelan, sútilmente, sus posibles significados. Las alas, que asoman por detrás de la espalda, en el siglo XVI denotaron las dos vertientes de la defensa inmaculista, la santificación y la Inmaculada Concepción35. La aureola solar es más bien una especie de diadema, que circunda la cabeza y que se abre, simulando los rayos del sol. Para San Bernardo, este resplandor era la prueba de la gloria que el Divino Hijo había transmitido a la Madre 36. La pequeña mandorla plateada tiene en relieve, decoraciones florales y a la mitad, una corona real, con el monograma de la Virgen, por ser Reina de los cielos. Remata cada rayo, una por una, las doce estrellas identificadas con el Colegio Apostólico37. En la parte baja, descansa toda la figura de la Virgen sobre una base que imita la forma de las nubes, sobre las que se disponen algunas cabezas de ángeles38. En definitiva, esta descripción detallada que se ha hecho hasta aquí permite apreciar como Legarda, en el siglo XVIII, por petición de los comitentes franciscanos, retoma a la Mujer que aparece en los versos del Apocalipsis, cuando 34 Los investigadores José Gabriel Navarro, Gabrielle Palmer y especialmente Alexandra Kennedy hacen hincapié en la influencia de las figurillas procedentes de Filipinas en el trabajo de Legarda. Cfr. KENNEDY, A: La esquiva presencia indígena en el arte colonial quiteño, págs. 95 – 97. 35 Se refiere a la santificación del alma de María en el útero materno y a su Concepción Inmaculada, Cfr. Demostración clarísima en discurso sucinto y breve de la Inmaculada y Purísima. A la Madre de Dios: Exordio con una nueva explicación del capítulo 12 del Apocalipsis, 1615, Biblioteca Capitular 28 – 8 - 21, Sevilla, pág. 5. 36 MALOU, J.B.: Iconographie de Lìmmaculée Conception de la Trés-Sainte Vierge Marie, pág. 59. 37 Ibídem, pág. 77. 38 En este sentido la representación se funde con la Asunción, porque la Virgen devino en Reina de los Ángeles después de la Asunción al cielo. STRATTON, S.: Op. cit. pág. 42, señala que la idea de representar a la Inmaculada como Asunción fue típicamente española. 512 en Sevilla, Murillo y sus coetáneos representaban desde el XVII39 a la Inmaculada sola, sin aderezos, en su forma definitiva y triunfal sobre el pecado40. 2.3. Los antecedentes de la Virgen Apocalíptica Debido a la relación que existía entre la orden de San Francisco y la causa inmaculista, es muy probable que en América los misioneros franciscanos hubieran difundido el modelo formal de la Virgen Inmaculada que seguían los españoles41, y a pesar del conocimiento que los regulares tenían de la imagen definitva, propusieron a la cristiandad de Quito la figuración previa, es decir, la representación que reúne los rasgos de la Amicta Sole y los de la Ipsa del Génesis42. La efigie evoca a la mujer preexistente, a quien la liturgia cita el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción, la misma que alude el Dios creador como dominadora de la serpiente en el Génesis y aquella que fue rescatada de las fauces del dragón en el Apocalipsis de Juan. Los orígenes de la imagen apocalíptica se encuentran tempranamente, siempre formando parte de las meditaciones acerca del pasaje neotestamentario. Entre las ilustraciones más antiguas está aquella que aparece en un manuscrito del año 50043, donde se puede ver a la Mujer cuando es atacada por el dragón. En los siglos X, XI y XII aparece el tema en las miniaturas de los escritos pertenecientes a los Beatos mozárabes, en los que se muestra a la Mujer con los detalles más emblemáticos como, las doce estrellas en la cabeza, el sol en el pecho y la luna a los pies, en otra escena también se puede comprobar como la Virgen ha recibido las alas para huir de la asechanza del dragón44. En el siglo XV reapareció el tema en la estampa de Durero titulada: “La mujer vestida de sol y el dragón de siete cabezas”, incluida en la serie Apocalipsis cû figuris45 (Fig. 5). En la misma línea, Jan Sadeler realizó un grabado -sobre una composición de Marten de Vos, de finales del XV y comienzos del XVI- en el que la Virgen con alas ha tomado un papel más protagónico y se alza por encima de la bestia con actitud vencedora46 (Fig. 6). Esta lámina fue difundida con mucho éxito por los impresos flamencos en la Península; el sector intelectual la acogió como fuente de inspiración para la realización de la imagen estricta de la Inmaculada 47, llevada a cabo, con anuencia del Concilio de Trento48. Otra imagen de finales del XVI, encontrada en Granada al margen de la escena narrativa 49, se presenta como 39 Ibídem, págs. 85 – 86. 40 ANGULO IÑIGUEZ, D.: Murillo, láminas 100, 170, 205, 363, 367, 521. 41 Ibídem, láminas 523 – 524; Inmaculadas de Murillo en Guadalajara – México. 42 Cfr. TRENS, M.: María, Iconografía..., Op. cit., págs. 171 – 173. 43 La copia del original corresponde al siglo IX, es conservada en Stadtbiblothek de Trier., Cfr. PAYO HERNANZ, J.: Notas para el estudio de la Mujer Apocalíptica, págs. 199 – 200. 44 Ibídem, págs. 55 – 56. 45 DÜRER, A.: El Apocalipsis, págs. 419 - 422 46 NAVARRETE PRIETO, B.: La Pintura andaluza..., Op. cit., pág. 58. 47 RÉAU, L.: Iconografía del arte cristiano, pág. 86. 48 MARTÍNEZ MEDINA, F.J.: Escultura religiosa..., Op. cit., págs. 257 - 259 49 Se encuentra en la Casa de los Tiros, en el cuarto paño de la escalera que sube a la segunda planta. La frase del Magnificat en la cartela reza: Desposuit potentes de sede et exaltavit humiles. (Lc 1, 52) 513 un fresco en el que la Virgen, con alas, está flotando en medio de nubes, entre las que se puede divisar la cabeza de la serpiente; acompaña a la figura, un ángel que sostiene una cartela en la que consta una frase del Magnificat, como para acentuar la prerrogativa divina. Figura 5: Alberto Durero: la mujer vestida de sol y el dragón de siete cabezas, de la serie de grabados: Apocalipsis cu figuris. Figura 6: Jan Sadeler: San Juan Evangelista en Patmos, detalle de la Inmaculada Apocalíptica, grabado sobre composición de Martín de Vos. 514 A pesar de esta evolución contínua hacia la Purísima50, la mujer apocalíptica volvió a aparecer dentro del contexto de la escena del Nuevo Testamento, en la versión que Juan de Jaúregui ejecutó para el tratado del jesuita Luis del Alcázar, como ya se mencionó líneas atrás.51 A lo largo del XVII, el tema irá perdiendo vigencia en Europa, para dar paso a la Inmaculada Concepción. Sin embargo, aparecerá nuevamente en el panorama americano como en los lienzos de Juan Correa, Miguel de Santiago y en la escultura franciscana de Legarda. 3. La Inmaculada Apocalíptica en la sociedad quiteña: la imagen mariana como portadora de un mensaje ejemplarizante Mientras en Europa, la imagen Apocalíptica se apartaba del panorama visual, en la Audiencia de Quito fue ganando preeminencia, no como un paso previo a la definición de la iconografía inmaculista, sino como la representación formal del privilegio de María. Los frailes menores52 eligieron posiblemente, la figuración apocalíptica para emprender una nueva cruzada evangelizadora, cuyo objetivo era comunicar y fortalecer el Misterio de la Inmaculada entre los sectores menos ilustrados de la sociedad. Puesto que, entre los hombres doctos, teólogos, filósofos, profesores -de Moral, Retórica y Gramática, de las Universidades locales- no solo jesuitas53 y franciscanos, ya se mantenía un discurso dedicado a honrar la gracia especial que Dios había obrado en la Santa Virgen. En cierta forma, la devoción observó el mismo proceso que en la Península, puesto que, según Roma, para santificar el dogma era necesario que la doctrina se extendiera entre la mayor cantidad de gente posible, solo cuando ésta fuera “universal” se podría llegar a tener la confirmación pontificia54. Los quiteños retomaron la ruta que se habían marcado los defensores españoles años atrás, es decir, el asunto inmaculista fue compartido en la esfera de los entendidos, para luego pasar a traducir el elevado mensaje a los espíritus poco formados, mediante el recurso bien conocido por la orden seráfica del empleo de la imagen55. Por un lado, los devotos apoyaron a la propaganda con una serie de publicaciones, como sermones, poemas, oraciones y tratados sobre el tema mariano. Desde el XVII las producciones inmaculistas comenzaron a difundirse, entre el clero y sobre todo en el círculo de la Universidad San Gregorio que regentaba la Compañía. Buena parte de las creaciones literarias hasta pasaron por 50 Purísima es el nombre antonomástico de la Virgen María en el Misterio de su Inmaculada Concepción, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. 51 DELENDA, O.: Velázquez..., Op. cit., pág. 10. 52 Entre ellos Mariano de Jesús Legarda sobrino del escultor quiteño. 53 La presencia de la Universidades: San Gregorio (Jesuitas), Santo Tomás (Dominicos) y San Fulgencio (Agustinos) creo un ambiente propicio para el desarrollo de las expresiones culturales de corte religioso en Quito. Cfr. VARGAS, J.M.: Historia del..., Op. cit., págs. 170 – 173. Y BRAVO, J.: La Bibliografía Mariana en los siglos XVII – XVIII en la Audiencia de Quito, págs. 98 – 100. 54 Cfr. STRATTON, S.: La Inmaculada...Op. cit., pág. 56, 74. 55 FUMAROLI, M.: L’École du silence, le sentiment des images au XVII siècle, pág. 209. 515 la imprenta de la orden; algunos trabajos incluso fueron impresos en la Metrópoli, en señal de apoyo a la tradicional devoción de los Habsburgo españoles56. Las prédicas y los sermones que se pronunciaban el día de la fiesta son especialmente elocuentes porque revelan la forma en que los clérigos presentaban a la Inmaculada ante sus fieles. Sirve de ejemplo un sermón pronunciado en la Catedral de Quito por el canónigo Ignacio de Chiriboga, el día de la solemnidad, ocho de Diciembre de 1737, en el cual alude a la Purísima Concepción de la Virgen como a la Ipsa, la mujer elegida que vino a romper la cautividad en que había caído el género humano a causa del pecado de Adán y Eva. El autor condena aquí el ataque de la serpiente a los primeros padres y admira a la Virgen como vencedora del reptil que tiene rendido ante sus plantas. Recuerda que la “bellísima mujer vestida de sol” que consta en el Apocalipsis es la Virgen María que liberó al mundo de la inundación del río del pecado; según el sacerdote, este hecho es el que se celebra el día de su fiesta57. Por lo tanto, en Quito, la comunidad de creyentes aprehendió el misterio de la Concepción Inmaculada de María bajo la forma de la Virgen Apocalíptica, sustentada por una parte en la imagen y por otra, en la palabra. En el siglo XVIII, cuando habían pasado los primeros tiempos de la evangelización, y las verdades de la fe de Cristo eran parte de la religiosidad cotidiana de los pobladores de la ciudad de Quito, la promoción de la Virgen Inmaculada, propuesta por los franciscanos en la dimensión apocalíptica, vino a suponer una segunda cruzada pastoral que tendía, no solo al fortalecimiento de la devoción, sino también, a la renovación de la conducta cristiana. En todos los sectores se apreciaba la relajación de las buenas costumbres. Entre los religiosos, preocupaba la escasa dedicación a los deberes de su estado y la clausura de dudoso rigor 58 que guardaban algunos, aunque también es cierto que gran parte de ellos cumplían con sus tareas59, era necesario reconducir las conductas menos disciplinadas, como los molestos enfrentamientos entre criollos y peninsulares que se daban dentro de las congregaciones para elegir al provincial de la orden60. A la iglesia también le inquietaban los vicios del juego y de la embriaguez. Los delitos, igualmente, estaban a la orden del día, el más despreciable de éstos fue el robo sacrílego, los ladrones, solían llevarse de las iglesias “ciborios, Custodias del Sacramento con partículas, hostias consagradas” y ornamentos sagrados61. Otro pecado grave fustigaba la iglesia era el “amancebamiento”, en Quito, se dieron muchas uniones ilegítimas a causa de la pobreza. La clase alta no estuvo exenta de culpa. Entre los funcionarios de la corona existían operaciones poco honestas, como contrabando y enriquecimiento ilícito, además de conflictos entre criollos y peninsulares por ocupar los cargos públicos62. Todo ello sin contar con los 56 Cfr. BRAVO, J.: Op. cit., págs. 103 -104. 57 DE CHIRIBOGA, I.: Sermón de la Purissima Concepción de María Santíssima Señora Nuestra, págs. 1 – 22. 58 Documento encontrado en el AGI: 10-05-1722 que habla sobre el quebranto en la clausura del monasterio de la Concepción de Quito. 59 FREILE, C.: Eugenio Espejo y su tiempo, pág. 33. 60 GUERRA, S.: “La Iglesia en los siglos del coloniaje hispánico”, págs. 88 – 89. 61 CICALA, M.: Descripción histórico..., Op. cit., pág. 218. 62 BENAVIDES VEGA, C.: Sinópsis histórica del siglo XVII, págs. 120 – 124. 516 frecuentes abusos que se daban por parte de los más fuertes hacia el grupo de los indígenas63. Frente a esta situación de crisis social, la efigie mariana ejerció un magisterio moralizante desde la iglesia de San Francisco, un templo que congregaba a fieles y cofrades de la más variada condición social y económica, como los miembros de la elite del gobierno local, los comerciantes, los artesanos y los sirvientes y el pueblo en general. Los predicadores franciscanos pretendían llegar a todas las almas con un mensaje eminentemente apocalíptico. No se trataba de un Apocalipsis que infundiera miedos ni terrores sino más bien al presentar la imagen de la Virgen se renovaba, sobre todo, la presencia de Cristo entre los fieles y la experiencia de Jesús resucitado ante toda situación de desorden. Por lo tanto, desde esta perspectiva, la escultura de Legarda podría hablar de una promesa esperanzadora, en la que los símbolos del Apocalipsis se convirtieron en instrumentos elocuentes que señalaban a la Virgen Inmaculada como portadora de la promesa del establecimiento de un nuevo orden fundamentado en la Justicia de Dios. En el ámbito espiritual, en el que se pretendía la reformulación y conversión de la sociedad quiteña, el significado de la representación mariana adoptó nuevos contenidos, siempre de connotación positiva. La Virgen Apocalíptica como corredentora del género humano aparece victoriosa ante los fieles revestida de fortaleza para conciliar los conflictos humanos y para derrotar una vez más a la serpiente causante de todo error64. 4. Algunas imágenes de la Inmaculada Apocalíptica Para tener una idea acerca de la notable aceptación que tuvo la representación icónica de la Virgen alada, a lo largo del siglo XVIII, en la religiosidad quiteña y especialmente entre las órdenes religiosas, a continuación se citan algunos ejemplos de éstas imágenes. En el convento de San Francisco, protector y propagador de la devoción se encuentran dos ejemplares más, aparte de aquél de 1734 que fuera analizado líneas atrás. En el primero de ellos, la Virgen, conserva de los aditamentos apocalípticos, solo las alas de plata. La segunda figura es más sencilla y ha sido completamente realizada en madera, incluso los símbolos que la acompañan. El monasterio de Santa Clara, fiel seguidor de la Regla y del corpus devocional franciscano, también encargó réplicas de la imagen. Así, se observa que en el nicho central del retablo principal de su Iglesia, las clarisas colocaron a una Limpia Concepción muy similar a la del Convento Máximo y en el ático, del mismo retablo, otra imagen de la Inmaculada sin rasgos apocalípticos recibe la bendición de la Trinidad como para reafirmar la creencia de la doctrina que no sería ratificada como dogma sino hasta 1854, mediante la Bula Ineffabilis Deus de Pío IX. Además, un tríptico del mismo convento, utilizado para la meditación de las monjas, presenta igualmente en la parte central a la Inmaculada Apocalíptica escoltada, a cada lado, por las imágenes de sus padres, Santa Ana y San Joaquín y 63 Cfr. MORENO, S.: “La sociedad indígena y su articulación a la formación socioeconómica colonial en la Audiencia de Quito”, págs.133 – 136. 64 Cfr. PIKASA, J: “Apocalíptica Judía y Cristiana. Prehistoria y símbolos básicos del Apocalipsis”, Págs. 94 y 157. 517 en la parte superior por el Padre Eterno. Cabe señalar que la presencia de los padres de la Virgen fue una prefiguración de la Inmaculada Concepción muy frecuente en la edad media. En el Monasterio de la Concepción, con advocación tutelar de la Inmaculada, existen obras semejantes a las anteriores. La Virgen alada se encuentra en el retablo principal de la iglesia. Las conceptas tienen, también, un tríptico en el que la Virgen aparece como la de San Francisco. Tres ángeles se disponen a cada lado de la imagen. Los de la parte superior sostienen, cada uno, una cartela en la que se leen las inscripciones, a la izquierda “Toda Hermosa”, y a la derecha “es María”. Corona el tríptico la Trinidad ubicada en la parte superior de la escultura. En el Carmen de la Santísima Trinidad, existe otra Inmaculada Apocalíptica con rostro adolescente que pisa a la serpiente; está adornada con unos pequeños pendientes de oro y un collar de perlas diminutas. En la parte baja se pueden ver algunas flores confeccionadas con alambre y cuentas de colores; las monjas solían elaborar este tipo de manualidades para agasajar a la Madre en el día de su fiesta65. Fuera de los límites de la ciudad de Quito, también tuvo acogida la representación alada de la Virgen, así las Inmaculadas del taller de Legarda llegaron hasta Pasto y Popayán66. La imagen de Pasto es una escultura que sigue la línea de la de San Francisco y aunque le faltan las alas, tiene la aureola sobre su cabeza y la cadena. La de Popayán, es una escultura que conserva el mismo movimiento, pero muestra algunas variantes. Los aditamentos han cambiado un poco: la aureola de rayos solares se ha convertido en una corona real y la cadena ha sido reemplazada por una lanza que empuña en la diestra la Virgen para exterminar a la “serpiente infernal”. Esta iconografía fue difundida en Europa durante el siglo XVII por los franciscanos y los jesuitas67. Otras Inmaculadas Apocalípticas de tradición legardiana se encuentran repartidas en colecciones particulares dando cuenta con ello de que el fervor popular impulsó a solicitar la fábricación de las imágenes para las capillas de los más pudientes. Algunas de ellas se conservan actualmente en el Museo del Banco Central en Quito. Existe además otra escultura importante con detalles siempre fieles a Legarda. Se trata de una hojarasca tallada y dorada, que sirve de fondo a una pequeña Inmaculada, dispuesta debajo de una gran corona que es parte del soporte, y que se encuentra en el convento dominico de San Pedro Mártir. Esto vendría a significar quizá que esta orden también impulsó la devoción a la Inmaculada en Quito dejando de lado los conflictos que mantuvieron con los franciscanos en el siglo XIV, por cuestionar la veracidad de la doctrina68. En el ánimo de la población religiosa, especialmente, la piedad inmaculista, alentada por la Inmaculada Apocalíptica, llegó a trascender hasta en los más cuidadosos detalles, como lo evidencia un tapa – cáliz. La presencia de la Virgen en este ornamento sagrado –se conserva también en el Museo del Banco Centralrevela, nuevamente, el vínculo que se produce, en el Sacrificio Litúrgico, de dos de los Misterios de fe que la iglesia protegió en Europa del asedio de los reformadores, 65 Información encontrada en el Monasterio del Carmen Alto de Quito. Documentación sin catalogar. 66 Territorios que en la época hispánica formaban parte de la Audiencia de Quito, y que en la actualidad pertenecen a Colombia 67 TRENS, M.: Op. cit., pág. 180. 68 STRATTON, S.: Op. cit., págs. 9 – 12. 518 la Eucaristía y la Inmaculada Concepción69 y que la cristiandad americana hizo parte medular de su religiosidad. De lo expuesto se puede concluir que la representación de la Virgen Apocalíptica fue un valioso instrumento en el proceso de propaganda de la devoción hacia la Inmaculada llevado a cabo por las órdenes religiosas, no obstante, se hace necesario profundizar en la investigación de otras iconografías, también de tradición inmaculista, para analizar más detenidamente el sentido del mensaje que elaboró la iglesia para transmitir a los fieles y, por otra parte, ver la manera en que éstos lo recibieron. Bibliografía ACOSTA de, José: De procuranda Indorum Salute, Madrid, Corpus Hispanorum de Pace, 1987. DEL ALCÁZAR, Luis: Vestigatio Arcani Sensus in Apocalipsi , Antuerp, Apud Ioannem Keerbergium, 1614. ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Murillo – Láminas, Tomo III, Madrid, Espasa – Calpe, S.A., 1981. BENAVIDES VEGA, Carlos: Sinopsis histórica del siglo XVII, “Nueva Historia del Ecuador”, Volumen IV, Quito, Corporación Editora Nacional, 1990, págs., 105 – 135. 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