España y el 14: neutralidad, crisis política y auge cultural* http://www.elespectador.com/opinion/columna-352196-guadalupe-salcedo-unda-general-del-llano Francisco Javier González Martín** Fecha de recepción: 13 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2014 Fecha de modificación: 24 de octubre de 2014 RESUMEN En 1914 estalló la Gran Guerra, que arrastró a la mayor parte de los países industrializados de Europa, junto con otros que lo eran menos, a la conflagración. España se declaró neutral por su debilidad militar e industrial, pero no se mantuvo completamente al margen, lo cual facilitó su despegue económico al vender materias primas y productos manufacturados. El desarrollo desigual agudizó las tendencias ideológico–políticas abiertas tras el desastre del 98; el “regeneracionismo”, dirigido hacia la autoridad, y la dictadura o la revolución social y la conquista del Estado, fenómenos que también ocurrían en Europa, generaron la lucha de clases. Paralelamente, se produjo un auge intelectual y cultural con la “Edad de Plata de la cultura española” y una división entre “aliadófilos” y “germanófilos”, todo ello hace suponer que España entraba en las tensiones que originaron una nueva guerra de los 30 años, que culminaría entre 1936 y 1945. Palabras clave Año 1914, guerra, neutralidad, desastre del 98, desarrollo económico, revolución, dictadura, Edad de Plata de la cultura española. Spain and the 14: Neutrality, Political Espanha e o 14: neutralidade, crise política e auge cultural Crisis, and Cultural Booming ABSTRACT RESUMO In 1914 it exploded the Great War and it dragged to the greater part of the industrialized states of Europe and other that were it smaller to the conflagration. Spain declared itself neutral, because it was a country weak militar e industrial, but its economic takeoff did not stay to the margin, facilitating completely selling raw materials and manufactured products. The unequal development worsened the open ideologicalpolitical tendencies after the disaster of the 98; the “regeneracionism” directed towards the authority and the dictatorship or the social revolution and the conquest of the State, phenomena that also happened in Europe, developing the fight of classes. Parallelly one takes place an intellectual and cultural with The Silver Age of the Spanish culture, height and a division between it was a sympathiser for allies and it was sympathiser for germans, all it makes suppose that Spain entered the tensions that originated a new war of the 30 years, that would culminate between 1936 and 1945. Em 1914 estourou a Grande Guerra que varreu a maior parte dos países industrializados da Europa, juntamente com outros que eram meros à conflagração. A Espanha declarou-se neutra por sua fraqueza militar e industrial, mas não se manteve completamente a margem, o qual facilitou sua decolagem econômica ao vender matérias primas e produtos manufaturados. O desenvolvimento desigual aguçou as tendências ideológico-políticas abertas depois do desastre de 98; o “regeneracionismo”, dirigido à autoridade, e a ditadura ou a revolução social e a conquista do Estado, fenômenos que também ocorriam na Europa, geraram a luta de classes. Paralelamente, produziu-se um auge intelectual e cultural com a “Idade de Prata da cultura espanhola” e uma divisão entre “aliadófilos” e “germanófilos”. Tudo isso faz supor que a Espanha entrava nas tensões que deram origem a uma nova guerra dos 30 anos, que culminaria entre 1936 e 1945. Keywords 1914, war, neutrality, disaster of 98, economic take off, revolution, dictatorship, the silver age of the Spanish culture. Palavras-chave 1914, guerra, neutralidade, desastre de 98, desenvolvimento económico, revolução, ditadura, Idade de Prata da cultura española. * Artículo de reflexión producto del proyecto de investigación “Historia Contemporánea de España”, de la Universidad de Alcalá. ** Doble doctor en Historia Contemporánea y Derecho. Profesor de la Universidad de Alcalá, España. Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid. Especialista del período 1870–1914 en España y Europa, en particular en Pío Baroja. Correo electrónico: [email protected] A MODO DE INTRODUCCIÓN 2 En particular desde el triunfo soviético en 1917, se ve por ejemplo el período libertario del famoso “Trienio bolchevique andaluz” (1918-21), en el ámbito rural español. El suceso tuvo lugar tras la crisis general de la huelga de 1917 y de otras crisis que estallaron a la vez: la Asamblea de diputados catalanes y las Juntas Militares. Los desórdenes en el campo andaluz se tradujeron en revueltas, expropiaciones y ocupaciones violentas a cargo de comités de obreros y campesinos que fueron disueltos “manu militari”; ampliar información en Boy, C. (1990). La política pretoriana en el reinado de Alfonso XIII. Madrid: Ed. Alianza, pp. 341-372. El año de 1914 que se celebra en la actualidad queda referido, en su mayor parte, a los cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra Europea. No obstante, el “14” también se puede remitir no al hecho bélico en sí mismo, sino a los numerosos cambios, fenómenos culturales y formas de vida referidos al antes y al después que marcaron el inicio de la guerra, tanto en los países beligerantes como en los neutrales, en particular en la España de aquel momento. Metodológicamente, tras exponer en una breve introducción general el estado del mundo en el 14, en este trabajo se intentan presentar las razones políticas, materiales o socioeconómicas concretas de la neutralidad española en esa dualidad entre lo diverso y lo común con otros países; al mismo tiempo, se busca ofrecer un panorama de las manifestaciones culturales propias, con la idea de mostrar cómo se vivía esa neutralidad al generar dos grupos intelectuales e ideológicos conocidos dentro de aquella Bèlle époque española como: germanófilos y aliadófilos. Al escribir sobre las razones que llevaron al mundo al verano del 14, cabe referir la serie de circunstancias globales de lo que la historiografía más reciente defiende como una nueva “guerra de los treinta años [1914-1945]”; una idea que tiene su antecedente en el diplomático K. M. Panikkar, en 1953 (Panikkar, K. M., 1953, p. 11), quien se convirtió en precedente lejano de lo que Spencer M. Di Scala o Enzo Traverso definieron como “guerra civil europea”1. 1 El concepto de “guerra civil europea” es un término tomado por Spencer, M. Di Scala, de la Universidad de Massachusetts (Boston), que acepta el año 1945 como término del período, pero no 1917 como inicio, según hizo Ernest Nolte en 1987. En todo caso, en cuanto a la perspectiva de la automutilación europea, existe también una tendencia a extender el inicio del período hasta la Guerra Franco-Prusiana del 19 de julio de 1870, haciéndolo terminar en una fecha tan tardía como la reunificación alemana de 1989. El curso de la London School of Economics, denominado European Civil War: 1890 to 1990 (Guerra Civil Europea: 1890 a 1990), de Spencer M. Di Scala, coincide en que 1945 sería el año final de la guerra, pero indica que la segunda mitad del siglo XX sería el resultado de la posguerra de ese conflicto. El Departamento de Historia de la Universidad de Hong Kong divide el contenido en dos secciones, una que cubriría 1914-1945 y la otra desde 1945 hasta nuestros días. En ese sentido, Paul Preston ha hecho derivar este concepto para hablar del enfrentamiento nacionalismo/socialismo; igualmente, este lo han usado el profesor Franco Ferrarotti (profesor emérito de sociología en la Universidad de Roma), 78 7 2015 Así pues, el fin de esta teoría es reducir a causas globales las diversas y complejas circunstancias particulares y nacionales que entran luego en cada circunstancia nacional, y hacerlas desembocar en el conflicto revolución/contrarrevolución. Cabe señalar, por tanto, si el caso español es ajeno a esta tesis o inserta, en todo momento, sus raíces en razones tan semejantes para culminar en el concepto de guerra civil. En ese sentido, el desarrollo histórico español propio tendría connotaciones con otros países, especialmente desde 19172, con el fin de hacer derivar las consecuencias socio–económicas y político–ideológicas de la Gran Guerra. La revolución y la contrarrevolución, el nacionalismo y el socialismo son los elementos de esa violencia que se desató. Pero ¿se pueden encontrar las razones comunes tanto en el caso de los beligerantes como en el de los neutrales, incluso intentando encontrar sus precedentes entre 1890 a 1914, en la última fase del imperialismo, dentro de la última gran distribución colonial? Inicialmente, el enfrentamiento fue entre naciones y entre los distintos nacionalismos, pero fue a partir de 1918 cuando aconteció la división ideológica, derivada sobre todo de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial que camufló la visión sempiterna de “clases opresoras sobre clases oprimidas”. ¿De nuevo vamos a una lucha entre “buenos y malos” con un pretendido fundamento moral–partidista? Quizá sea dudoso determinar que si los hechos, circunstancias y sentido de los Anthony Adamthwaite (profesor de la UC Berkeley) y el profesor de la Universidad de Duke, J. M. Roberts. Para más información se sugiere consultar a Duke, R. (1996). Una historia de Europa. London. Ed. Pinguin. Roberts sostiene que “la guerra civil europea acabó con la dominación de Europa sobre el mundo”, un argumento habitual entre los proponentes del término: los trabajos de Traverso, E. (2007). A ferro i fouco. La guerra civile europea 1914-1945. Milano: Ed. Il. Moulino. Castell, E. (2000). La guerra civil europea 1914-1945. La contribución de los campos de batalla a la formación de una identidad de la cultura europea. En Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia (23), pp. 17–24. Sin embargo, el vocablo había sido acuñado por Nolte, E. (1987). La guerra civil europea 1917-1945. México/Madrid: FCE., sus defensores se multiplicaron desde Payne, S. G. (2011). La Europa revolucionaria. Madrid: Ed. Temas de Hoy, hasta Traverso, E. (2011). A sangre y fuego. Madrid: Ed. Prometeo, y dentro de España, a Comellas, J. L. (2012). La guerra civil europea. Madrid: Ed. Rialp; Casanova, J. (2012). Europa contra Europa. Barcelona: Ed. Crítica; Francisco Javier Ramón Solans, Juan Manuel Vera, Jaime Pastor. Ampliar información en Fuentes Codera, M. (2013). La Gran Guerra de los intelectuales de España en Europa. Ayer, (91), pp. 13-146. Cabría incluir el de Chaves Nogales, M. (2011). La guerra civil europea. Madrid: Ed. El Asteoride. España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91) mismos sean válidos para el final de este período, lo sean igualmente para el principio. Luego, algunos temas como la cuestión social u obrera y la consolidación de una alta burguesía de negocios, se pueden considerar de forma semejante en los distintos países, cuestiones estas que justifican la permanencia de la lucha de clases; una aclaración que es el eje explicativo de toda visión marxista, sin que haya cambiado, en donde la superestructura no es sino reflejo de lo que ocurre en la infraestructura. De tal manera que toda cuestión ajena a esta visión parece que debe desembocar aquí, como si no existiera otra explicación posible. No obstante, hay historiadores no marxistas, desde Stanley G. Payne a José Luis Comellas, que comparten el término, referido al fenómeno común de la violencia políticosocial, más allá de la lucha de clases a nivel mundial. Pero encontrar razones de fondo, similares para España y el resto de Europa, que confluyeran en 1914 de forma hermética, está aún por afirmarse. Sin embargo, este supuesto acuerdo terminológico esconde de nuevo el deseo de someter a reglas o leyes historicistas los comportamientos humanos, pues no solo existen circunstancias generales, también hay, sin duda, otras particulares, que afectan a cada país. A la guerra del 14 fueron las naciones más industrializadas, las que poseían grandes imperios coloniales o podían competir entre sí, desde la configuración de grandes e importantes mercados mundiales en razón de su hegemonía. España no podía competir en igualdad de condiciones, pues era un país aún agrario, con grandes contrastes de riqueza regionales, carente de infraestructuras modernas, que vivía su decadencia político–militar, así como cierto aislamiento tras el desastre de 1898. España no competía por ningún mercado exterior ni por su hegemonía imperial, ya que Francia e Inglaterra la aislaron en esa tierra de nadie que era el Rif marroquí3,tampoco tenía grandes aspiraciones por ganar, como Italia, Serbia, Bulgaria o Rumania. No así Portugal, que se vio impulsado por la Gran Bretaña4. Francisco Javier González Martín La guerra del 14 finalizó con un fenómeno conocido como la Bèlle époque. Se trataba de una forma de vida aristocrática y sibarita que poco después compitió en refinamiento con otras más burguesas, un tema poco o nada estudiado en las últimas décadas; ambas ofrecían ese gusto por lo “decadente”, como se refleja en el arte. Esta manera de entender la vida fue sustituida por otra más consumista, pero también más profana y socializadora o disolvente, que acabó con un cierto vivir señorial. La cultura asociada con lo decadente contradice esta alta concepción del mundo, que tiende a perder su sentido y simbología histórica. En España, el concepto de Bèlle époque continuó junto con la vieja bohemia hasta 1936, pero sin un sentimiento finisecular tan acusado referido al mal de siglo. El espíritu de degeneración tan arraigado en Francia, difirió en el caso español, más vinculado al de decadencia con el “desastre del 98”. Quizás no existió en España un esquema existencialista tan pronunciado, asociado a la idea de degeneración, a pesar de ciertas similitudes, como sostenía la clase intelectual francesa desde Renan a Max Nordau o Erasmo Marie Caro; en ellos existió determinada constatación de un vacío anímico que culminó en tendencias suicidas (Freud, S., 1988; 1968)5, el mismo se extendió desde Francia a Centroeuropa bajo la influencia que ejercieron Kieerkegaard, Schopenhauer y sobre todo Nietzsche. La asociación entre decadencia y degeneración constituiría una visión nihilista de la sociedad, una cosmovisión más allá de la crítica social. En España, lo intelectual no solo fue reflejo de la crítica que tendía a fundirse en un fenómeno tan denso como la “Edad de plata de la cultura española” (Mainer, J. C., 2009; Urrutia Cárdenas, H., 2004, pp. 581-595)6, fuera de las tendencias suicidas, y adquirió muchas vertientes sociales, pictóricas y estético-literarias, una de estas fue un deseo de espiritualidad (Cozar Castañar, J., 2002), otra fue un modelo de intercambios con la América Latina (Abellán, J. L., 1989; Jover Zamora, J. M. & Menéndez Pidal, R., 1994, t. 2015 7 3 Se trataba de una estrecha franja montañosa al Norte de Marruecos, entre Gibraltar al N, Cabo Jubi y Fez al SO y desde las islas Chafarinas y Melilla al NE, a pocos kilómetros de Argelia y del protectorado francés al SE, que constituyó el Protectorado español entre 1907–1956. 4 Podía haber sido un caso muy similar a España, pero la alianza con Londres reforzó las relaciones diplomáticas, deterioradas desde los años 90 del siglo XIX tras la crisis del ultimátum, al requerir el sacrificio del “amigo” pobre y obligarlo a requisar los navíos austriacos y germanos en los puertos portugueses (habida cuenta de que existían varios cerca de los puertos españoles); además, Lisboa tuvo que enviar 33.000 efectivos al Frente occidental (Ypres) y proteger sus colonias y las vecinas aliadas frente a las alemanas en África, según todo esto, el 6 de marzo de 1916 Portugal declaró la guerra a Alemania y figuraría en el bando de los ganadores, sin recibir nada a cambio de tan enorme sacrificio. 5 Ampliar información en (1968). Duelo y melancolía. Ed. Gallimard: París; la 3.a parte de este trabajo está dedicada a la tendencia al suicidio. 6 Más información en Arnau, Hilari, Fuentes, J. (1990) ¿Qué es el nihilismo? Barcelona: Ed. PPU. 79 7 Perteneciente a la generación literaria o ensayista de 1914, asociada a la guerra según Méndez Alzamora, M. y Pfluger, E. 8 Especialmente referido a las crisis coloniales que descubrieron la conflictividad interior: paro, desequilibrios industriales e inestabilidad política con dimisión de gobiernos. En Italia, las diferencias entre el norte y el sur se radicalizarían tras la derrota de Adúa, en 1896, que provocó la dimisión de Crispi. Portugal vivió la crisis del ultimátum desde 1890 en el momento en que Gran Bretaña negó la aplicación del “mapa Rossa”, que implicaba la intención portuguesa de unir las colonias de Angola y Mozambique en ambas costas africanas, pasando en medio por una “tierra de nadie” que era en realidad zona de paso de los ingleses entre Sudáfrica y Jartum, que a su vez comunicaba con El Cairo para su red telegráfica y ferroviaria. La crisis portuguesa llevaría al asesinato del rey Carlos I (1908) y del príncipe heredero Luis Felipe, así como a la proclamación de la república en 1910, que destronó a Manuel II. Francia viviría la crisis de Fachoda frente a Gran Bretaña. Tras el Affaire Panamá y eñ Dreyfus se mantendría en desequilibrio hasta 1914; ampliar información en De La Torre, Rosario (1986). Los 98. Historia Universal siglo XX. Historia 16 Nº1., p. 53. 9 Y se expandían por el Pacífico tras proyectarse sobre Hawái, las Filipinas y Guam, igualmente estas últimas habían sido posesiones españolas que pasaron a Estados Unidos tras el tratado de paz del 2 de diciembre de 1898, posición que se reforzó al estos conseguir los derechos de construcción sobre el Canal de Panamá. 80 XXXIX/2 pp. 701-759), además del modelo generacional desde el realismo de Joaquín Costa, Pérez Galdós o Clarín al noventayochismo modernista de Baroja o Azorín, sin poder dejar de mencionar el puente generacional que desarrollaron Ortega, Valle Inclán o Azaña (Méndez Alzamora, M., 2006; Pfluger, E., 2001, pp. 179-197)7. Cabe diferenciar distintos modelos de cultura: la asociada a la guerra, y otras que coincidiendo con el “14” pero no son “culturas de guerra” por haberse producido antes del hecho bélico, lo que matiza la exposición que realiza al respecto Maximiliano Fuentes Codera (2014, p. 14-15; 2013, marzo, pp. 13-31) en la actualidad, si bien es la relación entre vida social y la crítica intelectual lo que se intenta mostrar como preludio del enfrentamiento entre regeneracionismo y revolución. La revolución industrial había favorecido en buena parte ese vivir aristocrático. De manera que entre las clases pudientes se asociaron ocio, confort y lujo. Pero el mundo y la mentalidad que destruyó la guerra no es solo el de los grandes salones privados o los teatros al estilo la ópera Marnier. Lo que aconteció fue la transformación de una sociedad aún muy provinciana, casi pueblerina, en otra más urbana, de ciudades en constante crecimiento gracias al desarrollo industrial, lo que generó grandes contrastes entre el campo y la ciudad, como señalaron hacía varias décadas Jacques Droz (1980, pp. 257), Joseph Fontana (1994, pp. 122–123) o Eric Hobsbawm (1989), y a la emigración del campo a la ciudad por el mismo fenómeno. En cada localidad o barrio de una ciudad grande se reconocían al boticario, al cura o párroco y al maestro como las figuras más relevantes según algunas zarzuelas y obras literarias españolas, al igual que se identifica al político emergente de un distrito londinense en las primarias. Lo que sucedía en España ocurría en Francia o Italia8.Desde la óptica de la política internacional, derivada de los años 90 del siglo XIX, los jóvenes Estados Unidos extendían su influencia por América Central y del Sur hacia el Caribe y el océano 7 2015 Pacífico, del mismo modo que Japón lo hacía sobre Corea y China. La imposición de la hegemonía estadounidense se produjo, sobre todo, tras la derrota española en Cuba, Puerto Rico (De La Torre, R., p. 56)9 y Filipinas. En este sentido, Colombia, que había sido el eje entre el mar Caribe en el Centro y el Sur de la América Latina, también sufrió la intervención estadounidense110, que intentaba frenar la revolución mexicana al ocupar Veracruz y Monterrey en su frontera sur. Además, la Gran Colombia abarcaba amplios territorios tras su Independencia (1819-24) con parte de Ecuador, Venezuela y Panamá entre el mar Caribe y el océano Pacífico. El asunto principal fue la cuestión estratégica del Canal, cerca del istmo que separaba el Pacífico del Caribe. Los Estados Unidos trataron de debilitar este país joven, la Gran Colombia, que quedó reducido a su territorio actual tras un período de guerras civiles. La ocasión vino cuando los antiguos artífices del Canal, Eiffel y Fernando de Lesseps, arruinados tras el Affaire (1893-1900) y la crisis bursátil, no pudieron terminar la construcción. La paralización de las obras, después de superado el argumento de la 10 De hecho, tras la paz de Wisconsin de 1902, sobrevendría el tratado de Herrán–Hay (1903) que supuso el acceso estadounidense a los derechos de explotación de obras y el control sobre el Canal de Panamá. El dominio del istmo, ejercido por el país del norte, fue pleno desde 1914, pero no se le sacaría rentabilidad económica hasta entrados los años 20, dado que el transporte por vía marítima resultaba más caro que el realizado por ferrocarril, aun atravesando todo su territorio. El Canal simbolizaba el dominio de un paso estratégico y militar, un elemento de la política hegemónica, al que luego se sumarían los beneficios económicos. En el resto del mundo, en los otros ángulos del planeta comenzaba el tenue pero firme deseo de independencia y descolonización según acontecía en la India, donde empezaba su andadura un joven abogado hindú, llamado Mohandas Karamachanda Ghandi, mientras en otros territorios asiáticos desde Oriente Próximo a la China acontecía el comienzo de la problemática palestina y la primera guerra bajo el mandato británico. China vivió el final de la monarquía imperial, seguida del nacimiento de una república (1912), que culminaría en una serie de guerras civiles provocadas por el choque entre oriente y occidente o el enfrentamiento entre el deseo de modernización y el de prevalencia de poderes feudales, que conllevó el deseo de soberanía. Asia contemplaba la existencia de un Japón emergente, al igual que los Estados Unidos, con el deseo de crear un cinturón defensivo para poder lanzarse sobre Corea y China. Japón se sumaba al fenómeno expansionista generalizado, imitando a Occidente, que no cejaría hasta 1945. Al poco de estallar la primera conflagración, el Imperio Japonés sería un aliado de la Entente frente a Alemania, cuyas colonias deseaba en 1914. El mundo hacía gala de la violencia y la ética de la fuerza como elementos defensivos conforme a una nueva idea del Derecho y dentro de una filosofía general que se preciaba de lo que Bergson y sobre todo Feuillée mostraron como idées forcé, que formaban sin duda parte de ese orgullo de ser europeo, del predominio del blanco sobre el mundo; ampliar información en Jover Zamora, J. M. (1979). Teoría y práctica de la redistribución colonial. Madrid: Ed. FUE, p. 11. España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91) fiebre amarilla, supuso la intervención diplomática estadounidense en la guerra civil colombiana y la emancipación un tanto artificial de un nuevo país, Panamá. La debilidad inicial produjo la apropiación de los derechos de finalización de construcción y la apertura del Canal el 15 de agosto de 1914, a cargo de los estadounidenses. La expansión de la influencia de los Estados Unidos fue uno de los motivos por los que se produjo un cierto acercamiento entre la cultura española y la hispanoamericana, que desembocó en el término Hispanidad. Se trató de un fenómeno cultural que propagaron, desde España, Rodríguez Sampedro, Rafael Altamira, García Morente, García y Tuñón de Aza o Ramiro de Maeztu, y desde Latinoamérica el nicaragüense Rubén Darío, el guatemalteco Gómez Carrillo o el colombiano Miguel Antonio Caro. Un asunto que precisa de nuevos estudios al respecto. ESPAÑA NEUTRAL. CAUSAS MATERIALES Y PSICOLÓGICAS La importancia de la neutralidad española no ha sido una gran preocupación historiográfica, salvo ahora en el centenario de la contienda. Su importancia ha sido eclipsada por el interés suscitado a causa de la otra neutralidad, la de la España de Franco. Sin embargo, el papel de la España de Alfonso XIII es esencial. El estado español no pudo contribuir a la idea histórica de la expansión como exigencia del momento, al menos según marcaba de forma predominante la política europea desde los años 70 del siglo XIX, así como la de los dos nuevos países, Japón y Estados Unidos. Si lo hizo, fue de forma mucho más modesta tras las pérdidas de las últimas colonias para, a continuación, intentar proyectarse sobre África, debiendo supeditarse ante el criterio de los más fuertes. Francisco Javier González Martín LAS RAZONES a) El 28 de junio de 1914, el heredero a la corona del Imperio Austro-Húngaro, el archiduque de Austria, Francisco Fernando y su esposa Sofía, fueron asesinados en Sarajevo por un fanático y joven patriota bosnio (Gavrilo Princip) al tratar de negociar la autonomía de Serbia y Bosnia-Herzegovina. Tras infructuosas negociaciones e investigaciones requeridas a Belgrano de parte de Viena, el hecho desencadenó una guerra local en el espacio balcánico que pudo haberse quedado allí. Belgrado, al no aceptar el ultimátum [25 de julio], fue bombardeada por los austríacos [27 de julio], lo que motivó la movilización de Rusia [30 de julio]. En consecuencia, Alemania se movilizó a favor de su aliada Austria–Hungría y lo que podía haber sido una guerra balcánica más, se vio trascendida por la red de alianzas existente (Triple Entente frente a la Triple Alianza)11, lo que desencadenó la tragedia a nivel mundial, a la que se sumaron incluso naciones no europeas. Al movilizarse Rusia, el Imperio Alemán declaró el 1o de agosto la guerra al zar, el 3 Alemania declaró la guerra a Francia, y Austria–Hungría a Rusia, el 4 los alemanes invadieron Bélgica, y Gran Bretaña, que ya había movilizado su ejército y la Home Fleet el 31 de julio, declaró la guerra al Imperio Alemán como garante de las fronteras belgas12. Un día después los ejércitos germanos, incontenibles, entraron a Francia, el 28 de agosto se situaron a jornada y media cerca de París. Por su parte, en 1914 España no pertenecía a ninguna gran alianza, solo poseía acuerdos coloniales sobre África como potencia de tercer orden. En general, la diplomacia española se había situado al margen de los compromisos de los sistemas bismarckianos y de la ruptura de estos. Además, la natural simpatía, ya fuera sincera o por “omisión” hacia lo alemán, se vio turbada por el asunto de las Carolinas [1885–1899]13. ¿España 2015 7 11 Triple entente (Rusia, Francia, Gran Bretaña) y triple alianza (Alemania, Austria–Hungría e Italia, que traicionaría sus acuerdos para irse con los aliados en 1915). No confundir con la triple alianza entre Uruguay, Brasil y Argentina en la guerra de la triple alianza 1864–1870 frente a Paraguay, que perdió buena parte tanto de su territorio como de su población. 12 Pero también de Austria y Prusia, que firmaron la libertad de Bélgica respecto de la de Holanda en 1830, con lo cual confirieron la independencia del país. Se sugiere consultar Renouvin, Pierre (1983). Historia de las relaciones internacionales. Madrid: Ed. Akal, p. 540. 13 El 12 de agosto de 1885, un cañonero alemán, el Iltis, atracó en Yap y su oficialidad expuso a la española que declaraba todo el archipiélago de las Carolinas bajo protección del káiser, sobre la base de los acuerdos de reparto colonial del Congreso de Berlín (1884–1885) y la imposición de la realpolitk a nivel diplomático, en un momento en que España necesitaba asegurar su presencia en el Pacífico medio. Los españoles apedrearon las embajadas y consulados germanos, la prensa española poco más que incitó a la guerra, al final la intercesión del papa León XIII y el propio Bismarck, que concebía la expansión colonial como tema secundario en su política, llevaron a cabo la ralentización. Pero el desastre del 98 español hizo que Alemania, muerto Bismarck, volviera a interesarse hasta llevar a cabo la compra de las Carolinas y Palaos el 12 de febrero de 1899, a dos meses escasos del Tratado de París (10 de diciembre de 1898), por el que España perdía su imperio frente a los Estados Unidos; esta vez por expreso deseo del nuevo káiser, Guillermo II, y sin Bismarck, que destituido en 1890, había muerto en 1898. Se recomienda consultar también: Salom Costa, J. (1986). España en la Europa de Bismarck. Madrid: Ed. CSIC; Pastory Santos, Emilio (1950). Territorios de soberanía española en Oceanía. Madrid: Ed. CSIC, p. 11. Elizalde Pérez–Crueso, M. D. (2000). España en el Pacífico. La colonia de las islas Carolinas (1885–1899). Madrid: Ed. CSIC, p. 15. 81 14 La crisis de Tánger de 1905 (primera crisis marroquí), donde el káiser, viendo la caótica situación del Imperio Marroquí, buscaba mayor protagonismo frente a Francia declarando que Marruecos debía ser independiente de la influencia francesa. Francia era dueña de las ¾ partes del protectorado, mientras que a España se la concedería el Rif en tierra de nadie, así los intereses de Gran Bretaña en el Mediterráneo y los territoriales de Francia no chocarían. El hecho reforzó la Entente y el aislamiento de Alemania, que provocaría una segunda crisis en Agadir (1911), donde obtuvo una ampliación del Camerún. 16 En su momento, Fernando Díaz Plaja recopiló una serie de documentos en Germanófilos y aliadófilos. Barcelona: Ed. Dopesa, o en España en sus documentos. Barcelona: Ed. Plaza y Janés, hoy cabe acudir sobre todo a Navarra Ordoño, A. (2014). Aliadófilos y germanófilos en la cultura española. Madrid: Ed. Cátedra. 17 Pero estaba claro que en términos absolutos no se podía competir en la producción de hierro, acero y carbón, si bien durante la guerra estas industrias aumentaron el triple, un esfuerzo que superaría toda previsión y planificación, al ofrecerse la oportunidad de vender a los beligerantes. necesitaba nuevos valedores frente al avance germano en África? (Renouvin, P., 1983, p. 785)14. España requería no aislarse, pero tampoco implicarse. Existían ciertos acuerdos concretos desde 1880, pero nada que supusiera obligaciones firmes ni en el Mediterráneo ni fuera de él, al estilo de los tratados de “Reaseguro” bismarckianos. En el caso español se trataba, más bien, de acuerdos de reparto de influencias, como los acordados en Algeciras [1906] tras la primera crisis marroquí en Tánger [1905]. España necesitaba de Francia y Gran Bretaña, lo que la inclinaría hacia la Entente en ese sentido, un poco a su pesar, porque como recordaban las tendencias más tradicionales y conservadoras, Francia y Gran Bretaña al fin y al cabo simbolizaban los grandes enemigos seculares de la nación española. Sin embargo, de entrada, el estado español no era un peligro, se encontraba solo y no podía competir por su economía deficitaria con el resto de los estados. No obstante, la naturaleza geoestratégica de la Península ibérica y de sus posesiones, una auténtica zona de paso entre el océano Atlántico y el Mediterráneo, entre África y Europa, le conferían una gran debilidad, a causa de su capacidad militar suficiente, carente de una industria sólida, con una armada en proceso de recuperación tras la derrota en la guerra hispano–yanqui [1898]15 e insuficiente para proteger su marina mercante o emprender acciones bélicas de relieve. Todo ello convirtió el papel de España en el exterior en un tema delicado. Otra cuestión fue el peso psicológico del desastre del 98, aún muy reciente en aquel entonces, y que sumía al colectivo en una especie de complejo de inferioridad, un término solo admisible en la psicología 15 Con la “crisis de la Restauración”, la flota se reconstruía muy lentamente, sus presupuestos económicos dependían de una política estable y uniforme, del acuerdo de las fuerzas políticas y de una potente industrialización. Los proyectos de reconstrucción de la flota tras el desastre del 98 fueron impulsado por Antonio Maura, a quien se acusó de obtener comisiones ilegales de la casa Vickers, al igual que a Alejandro Lerroux, más proclive a la corrupción política para el inicio del rearme de la flota, lo que no era cierto. Se recomienda ampliar información en Rodríguez González, A. (2010). La reconstrucción de la Escuadra. Planes navales españoles (1898-1920). London/Madrid: Ed. Galland Books y Cervera Pery, J. (1979). Marina y Política en la España del siglo XIX. Madrid: Editorial San Martín. 82 7 2015 y en el análisis sociocultural, asociado al concepto de decadencia y de nostalgia que se vivía. Sin embargo, los españoles no renunciaban a ciertos impulsos neo– románticos como el vano deseo de participar del lado aliado o germano, según se derivaba de las tendencias aliadófilas o germanófilas enfrentadas, una dualidad compleja y algo tópica dado que los primeros defendían la libertad y la tolerancia, mientras los otros protegían la autoridad y el orden conservador. Cuando triunfaran las tesis marxistas, estas sustituirían la libertad burguesa de la democracia liberal, adulterando estos principios hasta caer en los lugares comunes actuales. El escritor Pio Baroja era germanófilo, pero defendía ante todo la ciencia alemana, no el autoritarismo ni el militarismo. Ortega defendía la cultura alemana pero no la dictadura. Maeztu admiraba a los alemanes sobre todo tras la guerra anglo–bóer (Maeztu, R., 1899; 2012), si bien este es un tema ya estudiado16. España era un país agrario, quizá no tan pobre como se ha venido creyendo, en términos relativos17, pero de riqueza muy desigual con evidentes desajustes regionales, sometida a la dialéctica centro–periferia, que originaba el regionalismo catalán y el separatismo vasco frente a una política económica variable entre el librecambismo y el proteccionismo. A la inestabilidad política habría que sumar la crisis del parlamentarismo, la corrupción del bipartidismo y la división de los partidos políticos. En virtud de los derechos de expansión y exploración, tras los acuerdos de Algeciras (1906) –a instancias de la Gran Bretaña y Francia–, España inició su expansión norteafricana, que fue una aventura convertida en una larga e intermitente guerra colonial (1909-1927). Mientras, el país no había acabado de restañar sus heridas de Cuba o Filipinas y se debatía, de un lado, entre el revisionismo y la regeneración; del otro, aumentaba y se organizaba el movimiento obrero que buscaba la revolución. Entonces, la guerra africana originó unos costes materiales y humanos demasiado elevados con graves incompetencias logísticas, de mantenimiento, previsión España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91) o abastecimiento. Incompetencias no tanto registradas desde el mando sino derivadas de las no siempre buenas relaciones entre el poder civil y el militar. La estructura del ejército español no era ágil ni moderna, adolecía de acefalía y de un sistema de recluta injusto basado en el soldado de cuota o de pago por redención (Payne, S. G., 1986, p. 115). Estas circunstancias no pasaban inadvertidas a los servicios de inteligencia aliados y alemanes. Consciente de la debilidad del Estado español, Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros desde 1913, jefe de los idóneos, decretó (el 30 de julio y con gran antelación) la neutralidad más estricta a todos los españoles. Así es como apareció en la Gaceta de Madrid (1914)18 y en la prensa diaria desde El Imparcial al ABC. La neutralidad fue reivindicada hasta 22 veces por los gobiernos de Alfonso XIII (Fuentes Codera, M., 2014, p. 42), y aunque el embajador germano, Maximilian Karl von Ratibor, quisiera persuadir a Dato con la anexión de Tánger, Gibraltar o la protección de Portugal, la respuesta del presidente del Gobierno seguiría siendo la misma: no a la intervención española en la guerra. La neutralidad fue apoyada en bloque, si bien no de forma absolutamente sincera, sí lo fue por Maura, el líder de la derecha conservadora; por Francesc Cambó, jefe de los catalanistas de la Lliga19 pero colaborador con el gobierno central, y tácitamente por los liberal–demócratas del conde de Romanones. Antonio Maura, en lo referente a la política exterior, relacionaba esa idea de decadencia con la del retraso, retirando con este pensamiento historicista la imposibilidad de ingresar en la guerra, si bien en fecha tan avanzada como la primavera de 1917, a dos meses de la gran crisis del verano de ese año: “la flaqueza no denigra, pero no se puede tomar como base de alianzas e intimidades, sin olvidar que la consideración de España como sustraendo pesa ya trescientos años de decadencia” (ABC, 1917, 30 de abril; González-Martín, F., 2003, p. 14). Además, la presencia de una cuestión social enervante, captada por Cambó o Maura, la crisis de subsistencias Francisco Javier González Martín y la falta de una educación política, como adelantaba la existencia del 59.35% de analfabetismo (una de las tasas más altas de Europa), podrían acelerarse con la hipotética entrada de España en el conflicto. A este respecto se le atribuyó una frase famosa a Cambó: “Hay dos maneras de provocar la anarquía: una, pedir lo imposible, y otra, retrasar lo inevitable” ¿España podía haber ido a la guerra como hizo el zar, para retrasar lo inevitable o tratar de desviar la atención de los asuntos interiores en el exterior? No parecía probable. Si el 98 había descubierto los problemas de la patria “en carne viva”, la entrada de España en el conflicto europeo hubiera sido una auténtica catástrofe. Ortega y Gasset tomaría el pulso de nuevo a su patria y dictó una especie de diagnóstico: “una España oficial que se obstina en prolongar los restos de una edad fenecida” (1914; s.f., p. 35). Una de las figuras más importantes, el líder liberal conde de Romanones, coqueteaba con la intervención española del lado aliado, como lo demostró su famoso artículo “Neutralidades que matan” (1914). Alfonso XIII, casado con Victoria Eugenia de Battemberg (nieta de la reina Victoria de Gran Bretaña e Irlanda y emperatriz de la India), tuvo que buscar una actitud de equilibrio no solo a nivel palaciego sino también nacional; el monarca, y no por pura imagen, llevó a cabo una muy importante labor humanitaria desde la Oficina Pro Cautivos, situada en el Palacio Real de Madrid. De esta forma, se logró salvar por medio del intercambio de prisioneros a personalidades como el historiador belga Henri Pirenne, Igor Stravinsky, Arthur Rubinstein, Maurice Chevalier o Vaslasv Nijinsky, entre decenas de miles de individuos20, en esta tarea se destacó uno de los grandes diplomáticos españoles, el marqués de Villalobar. Otro tema fue cómo España se convirtió en eje del espionaje mundial (González-Calleja, E. & Aubert, P., 2014; García-Sanz, F., 2014, pp. 101–102), en Madrid fue donde la famosa Mata Hari fue víctima de la trampa que la inculpó como doble espía, por tal razón fue fusilada por los franceses en 1917; también destacaron Pilar Millán Astray, hermana del fundador 2015 7 18 El 30 de julio de 1914. 19 Lo que no impidió que 4.000 catalanes marcharan voluntarios a Francia. La Lliga Regionalista fue un partido regionalista catalán de tendencia conservadora, no separatista, creado en 1901 por Francesc Cambó y disuelto en la guerra civil de 1936. 20 La acción humanitaria de la Oficina Pro Cautivos proporcionó ayuda a 122.000 prisioneros franceses y belgas, 7.950 ingleses, 6.350 italianos, 400 portugueses, 350 americanos y 250 rusos; logró repatriar a 21.000 prisioneros enfermos y, lo que es más importante, a unos 70.000 civiles que habían quedado en terreno ocupado por el enemigo. Los agregados militares españoles realizaron también 4.000 visitas a campos de concentración para controlar el trato que se daba a los prisioneros de guerra. Además, Alfonso XIII logró un acuerdo entre los beligerantes para que no se torpedearan los buques–hospitales, como se venía haciendo. Se sugiere ampliar información en Pando Despierto, Juan (2010). Un rey para la esperanza. Alfonso XIII y la primera guerra mundial. Madrid: Ed. La Esfera de los libros. 83 de la legión, y Marta Richer, amante de von Krohn. Resulta muy significativo que en este círculo destacara un joven teniente, llamado Wihelm Canaris (García Sanz, F., 2014, p. 101)21. 21 Canaris será el líder de la Abewhr durante el III Reich y también un enemigo de Hitler. 22 Para más detalles, se sugiere consultar Roldán, Santiago; García Domingo, Enric (2006). La marina mercante española durante la Primera Guerra Mundial en La formación de la sociedad capitalista en España (19141920). Madrid: Ed. Cajas de Ahorro y Montes de Piedad. Tomo II, pp. 13-91. Velarde Fuertes, Juan (2002). España 1900-2000. Madrid. Ed. Planeta/BSCH. Tomo I, pp. 355-386. 23 Para más detalles, se sugiere consultar Velarde Fuertes, J. (2009). Cien años des economía española. Madrid: Ed. Encuentro; Anes, G. (2000). Historia económica de España siglos XIX y XX. Ed. Galaxia/Gutemberg, p. 211; Sánchez Albornoz, N. (1989). La modernización económica de España 1830-1930. Madrid: Ed. Alianza, p. 267. b) Desarrollo económico. La economía española estaba regulada por el arancel proteccionista de 1913, por lo que, de entrada, la Gran Guerra supuso un auténtico estímulo. En Europa, el conflicto estimó una reconversión industrial, una transformación empresarial y fabril para dedicar su producción hacia los nuevos objetivos que marcaban la nueva situación. En especial, fueron las industrias pesadas, de complementos y servicios las que llevaron el peso de la producción, lo que perjudicó tanto la diversificación productiva como los abastecimientos oportunos (alimentos, sector primario y medios de locomoción). Todo fue orientado a la producción bélica. Aunque las ciudades o las retaguardias no sufrieron en la misma medida que en la segunda conflagración, los núcleos industriales, carreteras, ferrocarriles y demás infraestructuras próximas a los centros urbanos, estaban amenazados y, por supuesto, las rutas marítimas, estuarios y costas. La ciudad sufrió el aislamiento, cuando no el bloqueo oficial, ya que las rutas tanto terrestres como navales y fluviales eran objetivo de los contendientes, o geográficamente se encontraban en el mismo frente. La falta de abastecimiento o avituallamiento promovió el hambre. Los parques de camiones y servicios de transporte fueron objeto de uso militar en su mayor parte, vale recordar los taxis de El Marne. Así pues, el enfrentamiento debía favorecer a los países neutrales. La tendencia fue que la conflagración alcanzara un carácter no solo global (en el sentido de su extensión territorial) sino “total” porque afectaría a la población civil en la retaguardia. De hecho, la guerra influyó social y psicológicamente tanto de forma negativa (hambre, penurias, incertidumbre ante las familias divididas o en el frente) como 84 7 2015 positiva (la mujer alcanzó protagonismo social y económico, sustituyó al hombre en muchas tareas ordinarias y luego consiguió el derecho al voto). Desde el punto de vista de las exportaciones, España se encontraba en una situación favorable por su condición estratégica entre Francia y África, también por hallarse en medio de las rutas atlánticas y mediterráneas. Lo único que podía desbaratar o impedir el intercambio comercial, por vía marítima, era la situación de bloqueo y guerra naval. De respetar a los mercantes neutrales, en el caso español cabría la oportunidad de vender a unas potencias y a otras. Pero la guerra es algo imprevisible y el hundimiento de barcos propios no iba a ser un mero daño colateral, sobre todo desde 191722. Por su parte, los aliados podían acceder a una mayor variedad de banderas para los distintos fletes, camuflando la auténtica identidad de los buques que llevaban cargas, buques, municiones y abastos militares en navíos civiles a los aliados, incluso de pasajeros, además del uso de los buques–trampa o “Q”. Esas razones impulsaron a Alemania a decretar la guerra total en febrero de 1917 (Mille, M., 2012, p. 140; Lewis, D., 1966, pp. 44-64). El objetivo era no solo lograr una pronta victoria militar sino librar del hambre y el bloqueo económico que Gran Bretaña ejercía sobre la población alemana. España pudo incrementar su balanza comercial desde el inicio del conflicto (4 de agosto de 1914 a 1º de febrero de 1917). Así, el mercado español pudo proceder al traslado de abastos, desde frutas y verduras hasta minerales o uniformes. Reinvertidos los capitales recobrados en Cuba y en las colonias perdidas, las nuevas inversiones sirvieron para consolidar la producción23. Empresarios y obreros creyeron que esta situación se prolongaría sine díe. La euforia momentánea impedía pensar en un futuro inmediato menos prometedor y prevenir, en consecuencia, una inversión de la situación, dado que la conflagración podría acentuar la crisis de subsistencias. España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91) Además, la producción estaba asegurada mientras durara la guerra. Los beneficios se multiplicaron, también los salarios de los obreros. Se podía vender a los dos bandos sin mayor problema, la competencia extranjera quedó eliminada en el mercado interior y ocupó nuevas actividades comerciales que habían tenido que ser abandonadas por las naciones beligerantes. El país experimentó un primer despegue industrial (RomeoSalvadó, F., 2000, p. 26). Martínez Cuadrado expuso el fenómeno como un modelo de economía de transición de una era preindustrial a otra semi–industrial, un país en vías de industrialización (1990, p. 149). Pero el crecimiento fue una sorpresa, un falso optimismo. Los beneficios extraordinarios vinieron acompañados de asombrosas subidas de precios. Así, la prosperidad se dio a costa de quien podía pagarla, mientras que quienes no podían, acentuaban la miseria global. De igual forma, durante los primeros meses que siguieron a la guerra prevaleció el descontrol y la confusión. Hubo dificultades para obtener materias primas en el extranjero e igualmente fue difícil conseguir crédito internacional24. A pesar de ello, al tiempo que las exportaciones aumentaron y las importaciones se redujeron, la balanza comercial registró una época de beneficios fabulosos. Se crearon cientos de nuevos negocios y sociedades anónimas, además, el Banco de España incrementó sus reservas de oro desde 674 millones de pesetas en 1913 hasta 2.500 millones en 1917. La cantidad de dinero en circulación también aumentó de 1.931 millones en 1913 hasta 3.866.9 millones en 1919. En consecuencia, la peseta perdió la mitad de su poder adquisitivo y los precios se dispararon. En 1920 los precios habían alcanzado una tasa del 223.19 con respecto a la de 1914. La inflación galopante desembocó en una crisis social al aumentar el abismo que separaba a los ricos de los pobres y generó una migración interna que desencajó los débiles cimientos de la economía española (Romeo-Salvadó, E., 2000, p. 27; Carles-Sudria, D., 2002). Francisco Javier González Martín De esta manera, las ganancias fueron monopolizadas principalmente por una burguesía industrial y comercial en ascenso. Una nueva clase de nuevos ricos se aprovecharía de la situación, pero mientras que en unas zonas la producción y la actividad industrial fueron febriles, en otras áreas productivas y geográficas de la península la escasez de la mano de obra y la inflación se agudizaron. La minería se benefició en general, el carbón, la industria química y la hidroeléctrica crecieron, también el sector textil catalán, las navieras y acereras vascas, dada la distribución del tejido industrial español que favorecía al País Vasco, Cataluña, Madrid y escasamente Valencia, pero en el resto estaba ausente, aunque el Banco de España dobló sus fondos. En 1915 empezaron a resultar evidentes los primero signos de descontento popular y de conmoción social derivada de las agitaciones económicas. Dato no pudo frenar la avalancha de críticas e inició la nacionalización de activos de propiedad extranjera existentes en España y de la deuda exterior. Al gobierno se le imposibilitó resolver la crisis de subsistencias. Además, la situación social se agravó con el regreso de 40.000 trabajadores españoles procedentes de otros países europeos y latinoamericanos. Por otra parte, la implantación de cuotas de importación y restricciones a las exportaciones realizada por los estados beligerantes, agravó la situación. Los resultados fueron la escasez, el desempleo y la inflación. En septiembre de 1914 se había fundado una Junta de Iniciativas bajo la dirección del anterior ministro de la Gobernación, conservador de corte autoritario, Juan De la Cierva, su objetivo era canalizar, coordinar y poner en práctica una serie de iniciativas para afrontar la crisis. En febrero, De la Cierva dimitió y se disolvió la Junta. Posteriormente, se crearon en cada capital de provincia las Juntas Provinciales de Subsistencias, formadas por el gobernador civil, el alcalde y un delegado del ministerio de Hacienda, pero los precios siguieron subiendo a lo largo de 1915 y 1916. Ningún gabinete del turno 2015 7 24 Esto afectó de manera adversa el mercado de valores, también las instituciones financieras y bancarias. Sin embargo, a principios de 1915 comenzó una fase, hasta entonces nunca conocida, de expansión de la economía. Lo que originó un espejismo, una locura especulativa para quien podía. La drástica caída de las importaciones, junto con el volumen cada vez mayor y los precios en alza en las exportaciones, hizo que una nación pobre viera pasar, casi de la noche a la mañana, un flujo repentino de oro a través de sus fronteras. España acumulaba un capital generado a partir de una balanza comercial altamente favorable. Para ampliar información, se sugiere consultar Romeo Salvadó. España 191-1918, p. 27. 85 25 La palabra decadencia supone pensamientos refinados de una civilización extremada, un espíritu capaz de intensas voluptuosidades… está hecha de una mezcla de espíritu carnal y carne triste y de todos los esplendores violentos del Bajo Imperio” (citado en Harvey, P. & J. E. Hesentine, 1930. Companion to French Literature. Ed. Pinguin. London, p. 145). Se sugiere ampliar información en Voz Verlain en (1888). Petit Glossaire pour servir a l’intelligence des auteurs dècadents et symbolistes. París En Balet, Sebastián (1987). Bèlle époque y crisis intelectual. Historia y vida. Especial dedicado a la Bèlle époque. Extra No. 46, p. 40. dinástico supo demostrar capacidad y energía para asegurar un control justo de los precios. Los acaparadores y especuladores eran grupos impunes. El 18 de junio de 1915, el ministro de Hacienda, Bugallal, intentó obtener un prestamo para cubrir la deuda del Tesoro, pero los capitalistas prefirieron invertir en las acciones de las compañías navieras o en empresas textiles. La iniciativa de Dato y de su gabinete se vio censurada no solo en la calle y en la prensa, sino también en una moción liderada por el conde de Romanones, líder del otro gran partido dinástico en la oposición, esta fue respaldada por las minorías republicanas, liberal y carlista. Era un acto oportunista sin más para alcanzar el poder. La idea que tenía Dato de reformar el ejército quedó paralizada y el jefe de Gobierno se vio obligado a dimitir. El rey otorgó su confianza al conde de Romanones, liberal– demócrata que formó ministerio, pero se encontró con una prensa desafiante, como los ataques desde El Socialista y España. El 20 de enero de 1916, la CNT organizó una movilización general dirigida a la huelga. Romanones hizo dimitir al ministro dinástico Ángel Urzaiz, un hombre honesto que quiso comprometer a los más ricos, pero las maniobras arteras de Romanones hicieron decir a Urzaiz que abandonaba “no por perjudicar a la mayoría sino a los maniobreros y a los especuladores y oportunistas”. La nueva Cámara electa en abril de 1916 no vino sino a intentar reforzar la posición de Romanones. Pero los sindicatos UGT, CNT y el PSOE planearon apoderarse de la calle promocionando alteraciones y huelgas frente a la debilidad institucional. Los beneficios siguieron creciendo incluso en 1917, sin embargo, la guerra submarina a ultranza contra Gran Bretaña y sus aliados fue una catástrofe. Los navíos neutrales, no importaba de qué bandera, eran hundidos con sus mercancías antes de llegar a puerto. El resultado fue que muchos barcos mercantes quedaron bloqueados en los puertos. Cuando la guerra tendía al agotamiento y a su fin, se produjo una lógica reactivación de 86 7 2015 las tensiones sociales. El movimiento obrero y la lucha de clases se vieron estimulados en toda Europa por el triunfo revolucionario en Rusia. En los frentes de batalla, las sangrientas e inútiles ofensivas del “16”, como las batallas de Verdún, Somme o Le Chemin des Dames a comienzos del 17, dieron lugar a motines en el frente occidental que alcanzaron el resto de Europa. El derrocamiento del zar y la dictadura comunista impulsaron la imagen del proletariado en el poder, que extendió su influencia por los países del Este, Centro y Sur de Europa. En España las jornadas de verano de 1917 y el llamado Trienio bolchevique andaluz fueron el resultado de esta influencia. La revolución rusa no solo tuvo eco en los frentes sino en la retaguardia, en el mundo civil, lo que enervó la cuestión social y contribuyó a terminar con un modus vivendi de toda una época, ya amenazado por la guerra, tanto entre los beligerantes como entre los países neutrales. AUGE CULTURAL: EL “MAL DE SIGLO” Y LA “BELLA ÉPOCA” a) Una cuestión terminológica. No se deben identificar crisis finisecular (Le mal de siècle francés) y Bèlle époque, aunque puedan coincidir de manera cronológica, el primero tiene un sentido psicológico, o filosófico–antropológico si cabe, más allá quizás del “estado de ánimo” que expone Paul Verlain (Harvey, P. & Hesentine, J. E., 1930, p. 145)25, y el segundo es netamente cultural; ambos tienen una influencia notable en el desarrollo de la vida social, bien a través de comportamientos y creencias, bien por la influencia de la revolución industrial o por su reflejo desde y en la literatura, que sirve de denuncia o crítica a sus autores. Pero “fin de siglo” (Fin de siècle) o crisis finisecular y Bèlle époque son dos conceptos distintos, aun hoy no estudiados en toda su dimensión, la historiografía no les ha concedido toda la importancia que tienen, pues su brillo fue enturbiado por el peso historiográfico de la guerra. España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91) En el caso español, la Bèlle époque tiene una clara dimensión sociocultural por su vinculación con la llamada Edad de Plata de la cultura española, y por extenderse en el tiempo hasta 1936, adquirió su máxima expresión entre salones recargados que combinaban la estética de l’Art déco en sus interiores, estilos historicistas o modernistas en el exterior y cierta voluptuosidad geométrica que daba vida al desarrollo de las distintas culturas de ocio: desde las bebidas exóticas, como el cubalibre, a las competiciones deportivas, si bien rallyes, hípica, golf, tenis y fútbol fueron objeto de consumo por las altas clases. En España la arquitectura modernista dio lugar a los espléndidos palacios de la madrileña Castellana e incluso de la Gran Vía, así como al proyecto Arturo Soria de Ciudad Lineal. A la vez que el modernismo y la Renaixença alcanzaban su máxima expresión desde Gaudí a Domenech i Montaner o Puig i Cadafalch aplicados al ensanche de Barcelona y a las nuevas concepciones urbanísticas. Ya se ha dicho que el Mal de siglo, asociado con la crisis finisecular, y la Bélle époque son conceptos diferentes, que tampoco se produjeron de la misma forma en España que en Europa26 en atención a su diversidad. Mientras, se desarrollaba dentro de una identidad concreta el auge cultural que supone la Edad de Plata de la cultura en España. Los conceptos de decadencia y degeneración proceden de un determinismo filosófico excesivamente teorizante. Con respecto a las tendencias suicidas que explica Erasmo M. Caro en su libro El suicidio y la civilización (2009)27, estas se asocian con el tedio y el hastío del mal de siglo. El propio Durkheim (1987) uso el término (1989), lo que revolucionó la sociología al separarla de la psicología social. El suicidio fue un fenómeno sobresaliente en aquella Europa, cuando las problemáticas personales se unieron a la tendencia general, fue el caso de Maurice Joly [1878], Van Gogh [1890], Tchaikowsky [1893], Toulouse–Lautrec [1901], Zola [1902], Otto Weinninger [1903], Emilio Salgari [1911], el propio Francisco Javier González Martín Durkheim [1917], Proust [1922], entre otras personalidades llevadas del hastío. Bohemios, intelectuales y pensadores incurrieron en esta tendencia, más allá del concepto de degeneración o de la propia figura del mal en la literatura y en el arte, como reminiscencia romántica desde Holderlin a Baudelaire. No podemos olvidar que uno de los filósofos del suicidio más influyentes en la vida intelectual del último tercio del siglo XIX y principios del siglo XX fue Friedrich Nietzsche28, después de su maestro Schopenhauer (2000)29. Resulta significativa la existencia de esta inclinación individual antes del 14, que culminó en la praxis del suicidio colectivo que fue la Primera Guerra Mundial. Cada individualidad quedó inmersa en el sentimiento trágico general propio de una atmósfera de crisis vinculada a un presentimiento: el fin de la civilización. En su ya citada obra, Erasmo M. Caro (1893; 1895)30 explica esta tendencia individual por clases sociales, tras un detallado estudio psicológico y social. En España, las formas de pesimismo no pasaron de una autocrítica, a veces radical, salvo el caso de Ángel Ganivet31, quien en 1898 se arrojó al Dwina, en Riga; pero ni Pío Baroja, Maeztu, los hermanos Machado o el propio Miguel de Unamuno siguieron esta actitud. Quizás Unamuno fue el autor más cercano del Sentimiento trágico de la vida32, pero aun así no llegó al suicidio, a pesar de la gran influencia de Kierkegaard. Sin embargo, la Bèlle époque no es una consideración subjetiva ni una relación sentimental conectada con ciertos hechos materiales, sino un modelo de civilización con formas de sentir, ser y pensar asociadas a este concepto. Se trata de un marco de actividades culturales identificadas con los avances científicos del momento, reflejados en la literatura naturalista y el arte impresionista. Como se ve, las penurias económicas no empañaron una de las épocas más brillantes de la cultura hispánica. Si bien este fenómeno, tildado como una hermosa época, pareció ocultar –como en el resto de Europa– las tensiones exis- 2015 7 26 Cabe aclarar que estos fenómenos culturales (Bèlle époque y “Mal de siglo”), divulgados como netamente franceses, fueron referidos a formas de vida europeas incluso fuera del Viejo Continente, un fenómeno extendido en las sociedades coloniales e incluso en el espléndido renacer de las ciudades americanas del último tercio del siglo XIX, desde Montevideo a San Francisco. 27 En este sentido, aparte del suicidio del archiduque Rodolfo de Habsburgo y de su amante María Vetzsera, por ser aceptada en la corte, motivo de un doble y famoso suicidio en el pabellón de caza de Mayerling (30 de enero de 1889). 28 Sobre Nietzsche y el suicidio, se sugiere consultar Bernet, Marie (2002). El suicidio. Barcelona: Ed. Esenciales Paradigma, p. 50. 29 De la edición del 2000 Sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir. Madrid: Ed. Tecnos. Se retoma tras su primera edición en 1851, a lo largo de los últimos años del siglo XIX. 30 Se sugiere ampliar información en www. proyectofilosofiaenespañol.es 31 Diplomático y escritor considerado precedente de la generación española de 1898. 32 Escrito en 1912 bajo la influencia de Soren Kierkegaard y San Ignacio de Loyola, se encuentran próximos a estas tendencias existencialistas en el parecer unamuniano. 87 tentes, el ambiente general fue de una gran riqueza intelectual, en ese sentido el auge cultural español fue de una gran contribución desde su idiosincrasia particular. b) La Edad de Plata. Desde 1860 España renacía culturalmente. En 1914 Juan Ramón Jiménez publicó Platero y yo. José Ortega y Gasset, Las meditaciones sobre El Quijote, y pronunciaba su célebre discurso sobre Vieja y nueva política; también analizaba la visión noventayochista de Pío Baroja y Azorín, a quienes admiraba y con quienes compartía sus ideas revisionistas y reformistas. Por su parte, Julián Juderías publicó una importante obra revisionista sobre la historia del Imperio Español, La Leyenda negra. 33 Según los papeles de Pedro de Leguía y Gaztelumendi encontrados en Vera de Bidasoa, sobre Eugenio de Aviraneta, y que ya adelantaba el espíritu de guerra civil al analizar las del siglo XIX. 34 Granados venía de estrenar Goyescas en New York, y tras hacer escala en Londres, el navío Sussex en donde viajaba fue torpedeado por el submarino U–29 el 24 de marzo de 1916, Granados murió al intentar salvar a su mujer. 88 Mientras, Miguel de Unamuno trabajaba en su Nivola. Pío Baroja, autor revisionista, publicaba Los caminos del mundo, la tercera novela de la serie Memorias de un hombre de Acción33. Antonio Martínez Ruiz, “Azorín”, acababa de publicar La voluntad (1913) y era contratado por La Vanguardia de Barcelona como crítico literario, donde publicaría unos 200 artículos entre 1914 y 1917. La escritora Concha Espina publicaba la Esfinge Maragata; además, se produjo la feliz circunstancia de que la Generación realista de 1868, los nacidos en torno a 1830, conocieron a los nacidos entre 1860 y 1870, que constituyeron la Generación de 1898, ambos grupos contactaron con la llamada Generación de 1914 e incluso a quienes participarían en la de 1927. El krausismo aportó sus frutos maduros desde la ILE [1872] y la Junta de Ampliación de Estudios [1906], la Escuela de Señoritas y la Residencia de Estudiantes, que tanta relación mantendrían con el mundo cultural, científico y político de toda América. La música española triunfaba desde 1914 con Usandizaga, quien estrenó Las Golondrinas; Enrique Granados, Goyescas (1915)34; Manuel de Falla, Noches en los jardines de España y El amor brujo; Serrano, La canción del olvido (1918), y Jacinto Guerrero, Los Gavilanes (1923), donde aparece la figura del indiano. 7 2015 Junto con la música sinfónica y la zarzuela (teatro musical con modos de vida populares y patrióticos), alcanzó gran popularidad el couplé con la Bella Otero, La Goya o Raquel Meller, rival de la bailarina de danza oriental y famosa espía Mata Hari, según expuso el periodista Gómez Carrillo en El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari, reeditado ahora por el Desván de Hanta. CONCLUSIONES El mundo de 1914 constituye un punto de partida esencial para un análisis lleno de contrastes: auge cultural y tensiones armadas, lujo y hambre. Es posible que la llamada Bélle époque no fuera más que un hermoso espejismo. Sin duda, este período fue la etapa de la gran burguesía y de un proletariado que buscaba el asalto al poder. ¿Pero confluyen todas las tendencias y contenidos de todos los países para hablar de forma homogénea de esa noción de guerra civil generalizada? Este estudio puede figurar como una introducción al análisis comparativo de ambas circunstancias: la europea y la española. Desde 1898 a 1914 quedó patente la naturaleza no solo político–estratégica sino de eje cultural de la península ibérica entre Europa y América. Mientras Europa vivía una gran seguridad y un enorme auge, según Stefan Zweig (2010; 2012), España vivía algo más modestamente con sus perspectivas regeneracionistas. La clase intelectual española estuvo abierta, además, a todas las tendencias culturales de su siglo: Ibsen, Kipling, Nietzsche, Salgari, Tolstoi, Freud, Adler; mientras Picasso contribuía a una nueva era pictórica con toda una generación vanguardista, desde Duchamp a Juan Gris o Edward Munch. Por su parte, Erich Hobsbawm (2000) expuso que Europa entraba en la modernidad y en el corto siglo XX a través la Gran Guerra (citado por López Vega, A., 2014, p. 11), mientras que España lo haría por medio de la guerra civil de 1936-1939. Pero la España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91) Primera Guerra Mundial fue un conflicto incompleto, constituyó una sorpresa y un experimento que terminó por escaparse de las manos de sus artífices. Resulta cierto que en España se abrieron dos rutas desde el autoanálisis, el revisionismo y el regeneracionismo de Joaquín Costa, de un lado, el deseo de ley y orden, de restablecimiento de la autoridad; de otro, la revolución social –no solo desde la reivindicación de la justicia social–. Quizás ambas tendencias culminarían finalizada la dictadura de Primo de Rivera [1923-1930], en la dualidad que destacó Salvador de Madariaga en su obra Anarquía o Jerarquía, de 1935, un libro que leyó e influyó en cierto general español llamado Francisco Franco Bahamonde. Pero lo que aconteciera desde 1936 en el caso español ¿había arraigado antes en Europa? Esta es una pregunta que, entre otras muchas, queda planteada. Francisco Javier González Martín 2015 7 89 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS (*) (1914, 31 de julio). El conflicto austro-servio. La Crisis europea y La crisis financiera. ABC. Droz, J. (1980). Francia y Europa desde 1850. Cambridge. Historia del mundo moderno. Barcelona: Ed. Sopena, tomo X. Durkheim, E. (1989). El suicidio. Madrid: Ed. Akal. [?]. (1917, 30 de abril). ABC. [Recorte de prensa]. Abellán, J. L. (1989). El hispanismo. América y el 98. En Jover Zamora, J. & Menéndez Pidal, R. (1994). Historia de España. Madrid: Ed. Espasa Calpe. Tomo XXXIX/2, pp. 701-759. 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(*) La bibliografía de las notas I y II son meras referencias del debate historiográfico, igual ocurre con el resto de los libros referenciados. 2015 7 91