Documento descargado de http://www.elsevier.es el 24/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. CARTAS AL EDITOR 95.644 Síndrome de piernas inquietas y neuroacantocitosis Sr. Editor: La neuroacantocitosis es una entidad en la que se asocian la aparición de síntomas neurológicos con acantocitos en sangre periférica. El término de neuroacantocitosis engloba por lo menos 3 enfermedades neurológicas hereditarias o esporádicas: la abetalipoproteinemia, el síndrome de McLeod y la corea-acantocitosis1. Presentamos el caso de un paciente en el que se llegó al diagnóstico de esta entidad y que, como manifestación clínica principal, padecía un síndrome de piernas inquietas (SPI). Varón de 43 años, fumador de 20 cigarrillos al día hasta hacía 10, años sin otros hábitos tóxicos ni antecedentes familiares de enfermedad neurológica, que consultó por sensación urente desagradable en la profundidad de ambas extermidades inferiores, que aparecía en reposo, le provocaba una necesidad imperiosa de moverlas y era de predominio vespertino. Dicha sensación aparecía sobre todo al adoptar el decúbito y mejoraba ostensiblemente al levantarse de la cama y caminar o realizar cualquier actividad. El cuadro clínico se inció en los 6 meses previos al ingreso y predominaba en la región infrarrotuliana. En la exploración el paciente estaba afebril y normotenso. Neurológicamente destacaba la presencia de discinesias orofaciales continuas, movimientos coreicos de predominio en las extremidades inferiores y disartria moderada. También refería disfagia para líquidos y sólidos, con episodios de atragantamiento frecuente. El tono y la fuerza muscular estaban conservados. No se objetivaron temblor, rigidez ni hipocinesia. Se constató una arreflexia universal y en el Mini Examen Cognitivo obtuvo una puntuación de 24/30. El estudio neuropsicológico evidenció un perfil de alteraciones cognitivas leves de características frontosubcorticales. El hemograma fue normal, con la salvedad de la presencia de acantocitos en el estudio de sangre periférica (5% del total, llegando hasta un 9% mediante provocación). La única alteración destacable en la bioquímica fue una elevación de la creatincinasa, con un valor de 743 (valor normal: 30-150). Se realizó un perfil de lípidos plasmáticos, que incluía apolipoproteínas B, A1 y E, así como peróxidos lipídicos, que resultó normal. El estudio de antígenos del grupo Kell no evidenció hallazgos patológicos. El estudio genético de corea de Huntington fue negativo. La determinación de hormonas tiroideas y el estudio del eje hipofisoadrenal resultó normal. No se hallaron autoanticuerpos y los valores en el estudio de anemias, así como la cupremia, cupruria y ceruloplasmina, resultaron dentro del rango de la normalidad. La resonancia magnética craneal no mostró alteración destacable alguna. Se realizó una tomografía computarizada cerebral por emisión de fotón único, que mostró una leve reducción de la perfusión cortical temporal, frontal y parietal bilateral, indicativa de proceso degenerativo. No se observaron alteraciones valorables en los transportadores de la dopamina en los ganglios de la base. El electromiograma objetivó una ausencia bilateral de respuesta H en el músculo sóleo. Llegamos al diagnóstico de neuroacantocitosis en este paciente con movimientos coreicos y SPI tras descartar, mediante las pruebas complementarias citadas, causas esporádicas de corea como la corea vascular, inmunológicas y metabólicas y primarias como la corea de Huntington y la enfermedad de Wilson. La presencia de acantocitos en sangre periférica apoya el diagnóstico de esta entidad, pese a la falta de antecedentes familiares (ya que pueden existir casos esporádicos) y la normalidad de la prueba de neuroimagen. Dentro de la neuroacantocitosis, las 2 entidades que más se relacionan con un cuadro clínico en el que predominan los trastornos del movimiento son el síndrome de McLeod y la corea-acantocitosis. Los hallazgos clínicos de ambas entidades en las series publicadas en la bibliografía2,3 se resumen en la tabla 1. La corea-acantocitosis es una enfermedad autosómica recesiva, aunque recientemente se han descrito formas autosómicas dominantes y esporádicas ligadas al cromosoma 9q214, que se caracterizan principalmente por movimientos hipercinéticos progresivos y acantocitos, en ausencia de anomalías lipídicas y alteraciones en los antígenos del sistema Kell. La edad media de comienzo suele ser en torno a los 35 años. La corea es el trastorno del movimiento más característico que se observa en estos pacientes y afecta a las extremidades, sobre todo las piernas5. Los movimientos invo- TABLA 1. Hallazgos clínicos en el síndrome de McLeod y la corea-acantocitosis Hallazgos Antígenos Kell débiles Acantocitosis Aumento de CK Aumento de LDH Aumento de AST Aumento de ALT Esplenomegalia Hepatomegalia Miocardiopatía Arreflexia tobillos Arreflexia brazos EMG: miopático EMG: neuropático Hipopalestesia en pies Crisis comicial Alteraciones psicopatológicas Cambios cognitivos Corea Distonía Hipercinesia facial Vocalizaciones involuntarias Mordedura de lengua y labios Disartria Disfagia Signos parkinsonianos EMG: electomiograma. 47 Frecuencia (%) en el síndrome de McLeod Frecuencia (%) en la corea-acantocitosis 100 100 100 92 33 33 38 42 65 90 62 14 79 40 50 83 54 94 38 86 58 8 77 10 19 0 88 85 75 57 50 22 11 0 90 85 0 100 13 42 60 73 85 50 90 62 40 88 62 30 luntarios también afectan de forma particular a la región orofacial, donde causan mordeduras en labios y lengua, vocalizaciones, disfagia y disartria. Estas discinesias orofaciales originan dificultades importantes en la alimentación y en algunos casos, como el que se describe, se requiere alimentación por sonda. Asimismo pueden aparecer trastornos oculares como una apraxia para la apertura ocular6. El deterioro cognitivo y los cambios de comportamiento y personalidad son comunes. La resonancia magnética puede mostrar algunas veces atrofia del caudado o una atrofia más generalizada con dilatación de las astas anteriores y un aumento de la señal en las secuencias potenciadas en T2 en los núcleos caudado y putamen. Los estudios con tomografía por emisión de positrones pueden mostrar una reducción del flujo sanguíneo y del metabolismo de la glucosa en el núcleo caudado, putamen y córtex central7. Como descripción excepcional, en este paciente una de las manifestaciones clínicas más importantes fue el SPI. Dicha asociación no se había descrito previamente en la bibliografía. El SPI se distinguía de los movimientos coreicos porque la sensación reptante y urente aparecía con un claro predominio vespertino, mejoraba al levantarse y caminar, a pesar de persistir movimientos involuntarios tipo reptantes en las extremidades inferiores, no suprimibles voluntariamente, los cuales aumentaban con maniobras de distracción, mientras que los movimientos que alivian las sensaciones desagradables del SPI pueden ser voluntarios o involuntarios (sacudidas tipo mioclónicas). El SPI puede tener un componente hereditario, aunque aún no se ha determinado el defecto genético concreto, pero parece existir un susceptibilidad genética ligada al cromosoma 12q. Típicamente se asocia a la uremia, ferropenia8, artritis reumatoide, alteraciones tiroideas9 y embarazo. Con el presente caso manifestamos la necesidad de incluir en el diagnóstico diferencial del SPI la neuroacantocitosis, sobre todo ante cualquier paciente en el que dicho síndrome se asocie a movimientos involuntarios coreicos, deterioro cognitivo y discinesias orofaciales que comportan la mordedura de labios y lengua. Jorge Hernández Varaa, José Fernández Cortijob, Francesc Purroy Garcíaa y Francesc Miquel Rodrígueza a Unidad de Trastornos del Movimiento. Servicio de Neurología. b Servicio de Medicina Interna. Hospital General Universitario Vall d'Hebron. Barcelona. España. 1. Rampoldi L, Danek A, Monaco AP. Clinical features and molecular bases of neuroacanthocytosis. J Mol Med. 2002;80:475-91. 2. Danek A, Rubio JP, Rampoldi L, Ho M, DobsonStone C, Tison F, et al. Mcleod neuroacanthocytosis: genotype and henotype. Ann Neurol. 2001; 50:755-64. 3. Rampoldi L, Dobson-Stone C, rubio JP, Danek A, Chalmers RM, Wood NW, et al A conserved sating-associated protein as mutant in chorea-acanthocytosis. Nat Genet. 2001;25:199-20. 4. Rubio JP, Danek A, Stone C, Chalmers R, Wood N, Verellen C, et al. Chorea-achantocytosis: genetic linkage to chromosome 9q21. Am J Hum Genet. 1997;61:899-908. 5. Sakai T, Mawatari S, Iwashita H, Goto I, Kuroiwa Y. Choreoacanthocytosis: clue to clinical diagnosis. Arch Neurol. 1981;38:335-8. 6. Bonaventura I, Matías-Guiu J, Cervera C, Codina Puiggros A. Neuroacanthocytosis syndrome, apraxia of eyelid opening, and progressive supranuclear palsy. Neurology. 1986;36:1276. Med Clin (Barc). 2005;124(18):717-9 717 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 24/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. CARTAS AL EDITOR 7. Tanaka M, Iria S, Kondo S, Sun X, Nakagawa T, Tanaka S, et al. Cerebral hypoperfusion and hypometabolism with altered striatal signal intensity in chorea-acanthocytosis: a combined PET and MRI study. Mov Disord. 1998;13:100-7. 8. Vila N, Martí MJ. Síndrome de piernas inquietas y movimientos periódicos del sueño como manifestación inicial de anemia ferropénica. Med Clin (Barc). 1995;104:597. 9. Roquer J, Goday A, Cano JF. Síndrome de piernas inquietas e hipertiroidismo. Med Clin (Barc). 1992; 99:715-6. 87.959 ¿Se ha sobrevalorado la razón normalizada internacional (INR)? Sr. Editor: Durante muchos años el tratamiento anticoagulante oral se controló mediante la actividad de protrombina, que es la expresión porcentual entre un plasma estándar y el plasma problema. Esto se consigue mediante el análisis del tiempo de Quick o tiempo de protrombina, para cuya determinación el reactivo empleado, aparte del calcio, es la tromboplastina. La calidad y el origen de las diferentes tromboplastinas (conejo, placenta humana, entre otras) hacían que el porcentaje variara mucho de unos laboratorios a otros. Ello motivó que se estableciese la comparación con una tromboplastina de referencia obtenida a partir del cerebro humano, a la cual la Organización Mundial de la Salud dio, en 1977, una puntuación de 1; así se obtuvo el índice de sensibilidad de referencia internacional o ISI. Posteriormente se han empleado otras tromboplastinas de referencia2,3. A partir de ese momento, mediante el cálculo sencillo consistente en dividir el tiempo obtenido en la muestra por el tiempo del control o razón simple y elevar dicho cociente al ISI de cada tromboplastina, se obtuvo la razón normalizada internacional (INR)3,4. Lo que al principio era un instrumento para armonizar los resultados de los diferentes laboratorios se utilizó también para la intensidad de anticoagulación, y del primitivo 20-30% de actividad de protrombina como valor universal de anticoagulación, se pasó a ajustar la INR según el proceso subyacente. Así, en la trombosis venosa profunda y en la embolia pulmonar, el tratamiento anticoagulante oral se ajusta a una INR entre 2 y 3; en la fibrilación auricular, entre 2 y 3; en las prótesis aórticas y mitrales, entre 2,5 y 3,5, salvo en caso de accidentes embólicos o prótesis mitrales antiguas, que precisan entre 3 y 45,6. El problema surge a la hora de interpretar las cifras de INR, ya que el intervalo de actividad de protrombina entre INR de 3 a 4 es menor que el que existe entre 2 y 3, puesto que no se trata de una relación lineal, sino exponencial, tal como se observa en la figura 1, que fue resultado del cálculo efectuado en nuestro laboratorio en el aparato ACL Futura Plus con la tromboplastina PT-Fibrinogen HS Plus, siguiendo las instrucciones del fabricante (aparato y reactivos de Instrumentation Laboratory, Milán, Italia). La búsqueda exagerada de la INR «ideal» puede llevar a una presión sobre los facultativos que dosifican el tratamiento anticoagulante oral, que actualmente son los hematólogos (sin embargo, en algunas comunidades autónomas también se ven implicados los médicos de atención primaria), y dicha presión lleva a un aumento de los casos de sobredosificación y a un número de controles innecesarios. A la INR se le exige más de lo que puede dar una simple fórmula matemática a partir del resultado de un analisis que se realiza desde 1935. A pesar de que las nuevas tecnologías permiten obtener resultados más precisos ahora que hace 20 años, la INR se basa en una prueba que mide el tiempo en que tarda en coagularse una muestra de plasma. Mínimas diferencias en el registro de este tiempo (tiempo de protrombina) se traducen en cambios sustanciales en la actividad de protrombina y en la INR. La INR es, básicamente, la estandarización de una técnica que permite la comparación entre diferentes laboratorios, reactivos y aparatos. Aunque también puede emplearse para estratificar la intensidad de la anticoagulación, no puede pedírsele más de lo que es capaz de aportar. Javier Roncalés, Natalia Lloveras, Jordi Juncà y Tomás Navarro Servicio de Hematología (Laboratorio). Hospital Universitari Germans Trias i Pujol. Servei Català de la Salut. Badalona. Barcelona. España. 1. Dirckx JH, Quick AJ. Pioneer and prophet of coagulation research. Ann Intern Med. 1980;92:5538. 2. Ray MJ, Smith IR. The dependence of the international sensitivity index on the coagulometer used to perform the prothrombin time. Thromb. Haemost. 1990;63:424-9. 3. Hirsch J, Dalen J, Guyatt G. American College of Chest Physicians. The sixth (2000) ACCP guidelines for antithrombotic therapy for prevention and treatment of thrombosis. American College of Chest Physicians. Chest. 2001;119 1 Suppl:1-2. 4. International Committee for Standardization in Haematology, International Committee on Thrombosis and Haemostasis. ICSH/ICTH recommendations for reporting prothrombin time in oral anticoagulant control. Thromb Haemost. 1985;53:155-6. AP (%) 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 0 1 2 3 4 INR 718 Med Clin (Barc). 2005;124(18):717-9 5 6 7 Fig. 1. Relación exponencial entre la actividad de protrombina (AP) y la razón normalizada internacional (INR). 5. Generalitat de Catalunya. Protocolos de tratamiento anticoagulante oral. Barcelona: Novatesa Gràfiques; 1998. 6. Hirsch J, Fuster V, Ansell J, Halperin JL. American Heart Association/American College of Cardiology Foundation. American Heart Association/ American College of Cardiology Foundation guide to warfarin therapy. J Am Coll Cardiol. 2003;41: 1633-52. 87.517 Ginecomastia inducida por teofilina Sr. Editor: Durante un tiempo el temor a producir reacciones adversas limitó el uso clínico de la teofilina, un alcaloide del grupo de las metilxantinas. El estrecho margen terapéutico y su gran variabilidad dificultan la monitorización de las concentraciones plasmáticas. El conocimiento de la farmacocinética y de los factores que la alteran (interacciones con gran número de fármacos, tabaco, dieta, edad o la enfermedad de base) permite mejorar su eficacia y seguridad. Los efectos adversos más comunes, independientemente de la vía de administración, son los gastrointestinales y los del sistema nervioso central. Estos efectos disminuyen notablemente cuando se inicia el tratamiento con la mitad de la dosis y se aumenta de forma gradual1,2. Presentamos un caso de ginecomastia tras la toma de teofilina, potenciada probablemente por la interacción con alopurinol. Varón de 72 años, sin alergias medicamentosas conocidas, ex fumador y con hábito enólico moderado. Como antecedentes destacaban: carcinoma escamoso de labio superior con resolución quirúrgica, apendicectomía con eventración recidivante, hiperuricemia, dislipemia, hernia de hiato y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) grave. Cinco años antes del cuadro actual había consultado por ginecomastia bilateral de predominio derecho, dolorosa, sin galactorrea ni alteración en los genitales externos. En aquel momento el paciente recibía tratamiento con 600 mg/día de teofilina, 150 mg/día de ranitidina ambos por vía oral, fluticasona, bromuro de ipratropio y formoterol por vía inhalatoria. La función hepática y renal resultó normal. El estudio hormonal mostró únicamente un ligero descenso de la testosterona y la mamografía evidenció ginecomastia moderada por tejido fibroglandular en la región retroareolar, sin imágenes indicativas de neoplasia. Ante la sospecha de que la causa fuera un efecto adverso de la ranitidina, se retiró dicho fármaco y, por intolerancia gástrica, se disminuyó la dosis de teofilina a 200 mg/día, con posterior retirada por decisión del paciente. Coincidiendo con estos cambios en la medicación, el paciente presentó una discreta mejoría de la ginecomastia. Con el fin de optimizar el tratamiento de la EPOC se reintrodujo la teofilina a dosis de 600 mg en una sola dosis diaria. Posteriormente, para el control de la hiperuricemia e hipercolesterolemia se le prescribieron alopurinol y simvastatina. Aproximadamente al año el paciente consultó de nuevo por mastalgia izquierda y ginecomastia progresiva. Ante la sospecha de que se tratara de una ginecomastia por un efecto adverso a la teofilina, se decidió retirar dicho fármaco. A los 3 meses de la retirada se produjo una resolución de la ginecomastia. Según el algoritmo de Karch y Lasagna3, la sospecha de reacción adversa por teofilina se interpretó como definida, ya que la secuencia temporal era plausible, se descartaron causas alternativas que pudieran explicar la ginecomastia; el paciente presentó resolución con la retirada del fármaco y con su reintroducción volvió a empeorar. En la bibliografía se describe la implicación de diversos fármacos como responsables de ginecomastia, algunos por su clara acción estro48 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 24/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. CARTAS AL EDITOR génica, otros por inhibición de la actividad androgénica y otros por mecanismos desconocidos4. Se ha propuesto la inducción de ginecomastia por acumulación de estradiol (E2) como resultado de la inhibición de su principal vía de catabolismo (2-hidroxilación) hepático, con lo que se rompería el equilibrio estrógenos-andrógenos4-6. Para la teofilina únicamente se ha referido un caso aislado de ginecomastia unilateral, a dosis de 400-600 mg/día, desconociéndose el mecanismo implicado7. Un estudio in vitro describe que la isoenzima CYP3A4 realiza la mayor parte de 2-hidroxilación de E2 (aproximadamente un 71%), aunque la isoenzima CYP1A2, principal responsable de la metabolización de la teofilina, también podría tener un papel relevante en este proceso. Según los autores, este hecho indica que los fármacos metabolizados por la vía de la CYP3A4 pueden interaccionar con el E2 a este nivel, pero no citan la posible interacción en relación con la CYP1A2. No obstante, se plantea la implicación de distintas enzimas en el desequilibrio de la relación hormonal y la posible contribución de factores endocrinológicos, interacciones farmacocinéticas, insuficiencia renal y hepática, así como la duración del tratamiento5. Por otra parte, la interacción farmacocinética teofilina-alopurinol provoca una menor metabolización de la teofilina y, en consecuencia, un aumento de su toxicidad, probablemente por la inhibición de su oxidación hepática por el alopurinol1,8. La mejoría de la ginecomastia tras la reducción de la dosis, en primer lugar, y el empeoramiento secundario al posible aumento de las concentraciones plasmáticas como consecuencia de la interacción con alopurinol o apuntarían a un mecanismo dependiente de la dosis (no se pudo determinar las concentraciones plasmáticas en nuestro paciente para su confirmación). Éste es un efecto adverso muy poco conocido de la teofilina, que pudo precipitarse por la interacción con el alopurinol. Muchas reacciones adversas se deben a las interacciones medicamentosas y este hecho dificulta la atribución debido a la escasa información que en muchos casos se dispone a nivel clínico. La presencia de ginecomastia en un varón, después de descartar enfermedad orgánica, debe hacernos sospechar la participación de fármacos, entre los que deberíamos incluir a la teofilina. Anna Vaqué Cabañasa, Àfrica Borràs Joaquinaa, Ramon Boqué Argemib y Ramon Coll Artésb a Servicio de Farmacología Clínica. Servicio de Rehabilitación. Hospital Germans Trias i Pujol. Badalona. Barcelona. España. b 1. Martindale. The extra pharmacopoeia. 33th ed. London: The Pharmaceutical Press; 2002. 2. Flórez J. Farmacología Humana. 4.a ed. Barcelona: Masson; 2003. 3. Karch FE, Lasagna L. Toward the operational identification of adverse drug reactions. Clin Pharmacol Ther. 1977;21:247-54. 4. Dennis FT, Carter JR. Drug-induced ginecomastia. Pharmacotherapy. 1993;13:37-45. 5. Satoh T, Munakata H, Fujita K, Itoh S, Itoh S, Kamataki T, et al. Studies on the interactions between drug and estrogen. II. On the inhibitory effect of 29 drugs reported to induce gynecomastia on the oxidation of estradiol at C-2 or C-17. Biol (6) Ginecomastia inducida por ameprazol.Pharm Bull. 2003;26:695-700. 49 6. Pedrosa M, Sancho A, Benavent J, Casajuana J. Ginecomastia inducida por omeprazol. Med Clin (Barc). 1994;102:435. 7. Dardick KR. Gynecomastia associated with theophylline. J Fam Pract. 1984;18:141-2. 8. Stockley IH. Interacciones farmacológicas. 1.a ed. Barcelona: Pharma Editores, S.L., 2004. 96.613 Seguridad de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina Sr. Editor: Es conocida por todos lo médicos la precaución que hay que tener cuando se inicia un tratamiento antidepresivo, ya que en el período inicial la mejoría suele empezar en primer lugar por psicomotricidad y, posteriormente, por el componente cognitivo y afectivo. Esta recuperación de la inhibición puede propiciar la realización de actos que anteriormente estaban inhibidos o atenuados. Esta relación temporal se puede confundir fácilmente con una relación causal. A pesar de todo ello, la alerta comenzó en junio de 2003, cuando la agencia británica del medicamento, la Medicines and Healthcare Products Regulatory Agency (MHRA), puso en cuarentena la paroxetina (antidepresivo inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina, ISRS) para pacientes menores de 18 años. Esta operación hizo que la agencia homóloga americana, la Food and Drug Administration (FDA), llevara a cabo una acción parecida. En los meses siguientes, se analizaron los datos de los ensayos clínicos de la industria farmacéutica en población juvenil y se concluyó, en diciembre de 2003, que no se debía usar ningún antidepresivo de la familia de los ISRS, incluidas la venlafaxina y la mirtazapina, para el tratamiento de la depresión en menores de 18 años. Se permitía el uso de la fluoxetina por ser el único antidepresivo que parecía no tener más riesgo que el placebo. El comité de expertos que llevó a cabo ese análisis determinó que el riesgo relativo de acontecimientos relacionados con el suicidio en menores era más elevado en los grupos que habían recibido tratamiento con ISRS que en los que habían sido tratados con placebo. En los datos se refleja que no hubo ningún suicidio y que los acontecimientos relacionados con el suicidio variaban desde un pensamiento acerca del suicidio hasta un intento de suicidio. Se puede acceder a los ensayos en los que se basó la MHRA y se puede observar, tal y como apuntan algunos autores, que los riesgos relativos de los pacientes, según estén tomando ISRS o placebo, no son estadísticamente significativos. Esto se ha podido observar calculando los riesgos relativos con las muestras de los ensayos en conjunto2 o por separado3. Estas dos posiciones son contradictorias. Desde principios de la década de los noventa, se ha debatido sobre la posible relación de los ISRS con conductas suicidas. Curiosamente, la polémica se centró en la única molécula autorizada en la actualidad para el tratamiento de la depresión de menores, la fluoxetina. Durante toda la pasada década se realizaron numerosos trabajos que concluían con la seguridad y la protección frente al suicidio de los ISRS. En la actualidad, además de los estudios que demuestran que el coste-beneficio es favorable para los ISRS en el tratamiento de la depresión, se han publicado artículos de gran calidad que estudian la relación entre el suicidio en la adolescencia y el consumo de ISRS. En uno de ellos7, se encontró una relación negativa entre la tasa de suicidios y la cantidad de ISRS vendida en las regiones evaluadas. En otro estudio8 no se encontraron restos de paroxetina mediante el análisis toxicológico en ningún suicidio o muerte accidental de menores producidos en un período de 5 años. No parece que haya suficiente evidencia de relación causal entre el consumo de ISRS y la ideación autolítica, aunque sí la hay del riesgo de suicidio en la depresión. Anular, o al menos disminuir, la posibilidad de recuperación de unos pacientes, en los que la tasa de suicidios es tan alta, nos resulta cuando menos preocupante. Ni los pacientes ni las administraciones públicas van a quejarse porque no se prescriban ISRS a menores, los primeros por incapacidad y los segundos por el beneficio a corto plazo que reportan. Como corolario, en la conclusión definitiva de la FDA del pasado 15 de octubre se determinó que todos los antidepresivos ISRS deberían llevar la etiqueta black box, desoyendo la carta pública de The American Academy of Child and Adolescent Psychiatry9. Esta etiqueta supone una identificación de los ISRS como fármacos peligrosos, tanto para el paciente como para los médicos. Los médicos conocen el riesgo inicial de los antidepresivos, como ya hemos comentado, desde hace mucho tiempo. Parece como si nuestro principio rector primum non nocere quedara transformado en primum non facio. Lucas Giner Jiménez, Gil Salzman y Pablo Golberg Servicio de Psiquiatría. Hospital Puerta de Hierro. Madrid. España. 1. Committee on safety of medicines and medicines control agency. Current problems in pharmacovigilance [revista electrónica]. 2000;26:11 [citado so Sep 2004]. Disponible en: http://medicines. mhra.gov.uk/ourwork/monitorsafequalmed/currentproblems/cpsept2000.pdf 2. Khan A, Khan S, Kolts R, Brown WA. Suicide rates in clinical trials of SSRIs, other antidepressants, and placebo: analysis of FDA reports. Am J Psychiatry. 2003;160:790-2. 3. Connor DF. Paroxetine and the FDA. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry. 2004;43:127. 4. Lopez-Ibor JJ. Reduced suicidally with paroxetine. Eur Psychiatry. 1993;8 Suppl 1:17-8. 5. Montgomery SA, Dunner DL, Dunbar G. Reduction of suicidal thoughts with paroxetine in comparison to reference antidepressant and placebo. Eur Neuropsychopharmacol. 1995;5:5-13. 6. Ayuso JL. Depresión: una prioridad en salud pública. Med Clin (Barc). 2004;123:181-6. 7. Olfson M, Shaffer D, Marcu SC, Greenberg T. Relationship between antidepressant medication treatment and suicide in adolescents. Arch Gen Psychiatry. 2003;60:978-82. 8. Leon AC, Marzuk PM, Tardiff K, Teres JJ. Paroxetine, other antidepressants, and youth suicide in New York City: 1993 through 1998. J Clin Psychiatry. 2004;65:915-8. 9. Sarles RM. The American Academy of Child and Adolescent Psychiatry [nota de prensa], 28 de septiembre de 2004 [citado 10 Ict 2004]. Disponible en: http://www.aacap.org/press_releases/ 2004/0928.htm Med Clin (Barc). 2005;124(18):717-9 719