¿Existe un patrón básico para el orden de constituyentes en español coloquial? “Las gafas, acércamelas que no oigo la radio”1 Victoriano Gaviño Rodríguez (Universidad de Cádiz, España) La existencia de distintas percepciones acerca del problema del orden de constituyentes ha sido desde siempre una constante en los trabajos lingüísticos.2 Por un lado, contamos con aquellos autores que, apoyados en la idea del patrón básico como parámetro válido, defienden la existencia de un orden básico para el análisis gramatical, línea en la que incluimos, entre otros, a J. H. Greenberg (1963), que nos habla de un orden básico dominante en las lenguas por encima de las múltiples variaciones existentes o a A. Siewierska (1988, p. 12), para quien existe un orden no marcado identificado con aquel “which indeed reflects what is perceived to be a norm or standard, an expected or natural state of affairs”. Por otro lado, hay otro sector de autores que se muestra en contra de la existencia de patrones básicos para el análisis de estructuras lingüísticas, entre los que podemos destacar a G. Mallinson y B. J. Blake (1981, p. 129), por ejemplo, que plantean la posibilidad de que no exista un orden básico para todos los tipos de oraciones en las lenguas o, en una línea similar, a S. C. Dik (1978, 1989 y 1997), que defiende la posibilidad de que exista más de un patrón funcional para el análisis de cada lengua. De estas dos perspectivas, la propuesta más generalizada es la de aquellos que defienden la existencia de un patrón básico a partir del cual se producen posteriores variaciones de órdenes en función de distintos parámetros,3 línea en la que generalmente se ha movido la tradición gramatical española, defendiendo para el español la existencia de un orden de constituyentes ajustado a un patrón básico de 3427 sujeto + verbo + objeto (SVO) en la oración (unidad de análisis gramatical por antonomasia) que se considera una herencia adoptada por el español en su desarrollo desde el latín.4 Pero el asunto no está aún zanjado, pues ni se ha alcanzado hasta el momento un consenso acerca de si en español (y en particular en la variedad coloquial) existe o no un patrón básico, ni tampoco se ha conseguido una completa descripción de los distintos órdenes de constituyentes en este registro, a pesar de la importancia que dicha tarea desempeña para el estudio y la enseñanza del español. Desde nuestro punto de vista, el problema fundamental de la existencia de estas dos visiones se centra en una frecuente y generalizada falta de delimitación de los niveles de estudio en que operan los trabajos lingüísticos, así como de las unidades que constituyen el objeto de estudio. Desde nuestra perspectiva, no es posible abordar el problema del orden de constituyentes en las lenguas si previamente no distinguimos nuestro campo de trabajo, que puede desarrollarse en: 1) un nivel oracional, abstracto, en el que nuestro objeto de estudio es la oración como unidad gramatical, esto es, como signo lingüístico, entidad abstracta en la que se manifiestan relaciones sintagmáticas y paradigmáticas y en la que el orden de constituyentes es una necesidad básica para la configuración del significante oracional de los signos lingüísticos, en tanto que representantes genéricos de múltiples expresiones comunicativas, o 2) un nivel textual, discursivo y dinámico, en el que estudiamos las expresiones textuales o enunciados, en tanto realizaciones normales de nuestra lengua pertenecientes a actos de habla que emitimos en nuestras conversaciones y en el que, contrariamente al nivel oracional, las unidades estudiadas nos interesan como elementos que forman parte de la comunicación, en la que intervienen todos aquellos factores propios de la inclusión de las unidades en el dinamismo comunicativo. Aunque nos parezca muy manida esta distinción, sigue siendo bastante obviada y maltratada en muchos estudios, constituyendo la causa de las diferentes percepciones de algunos trabajos en los que no se explicita si cuando hablamos del 3428 estudio de órdenes de constituyentes nos referimos al estudio de unidades que pertenecen a un nivel oracional o a un nivel textual, a pesar de que, según nos situemos en uno u otro plano, las perspectivas y unidades analizadas en cada uno de los niveles difieren. Si nos situamos en el ámbito del español coloquial, parece que el debate acerca del orden de constituyentes carece de sentido, pues nuestro estudio se centra en el aspecto comunicativo, y las unidades analizadas son las expresiones o enunciados que se dan en un nivel textual, y en dicho nivel no buscamos la configuración de signos oracionales a partir de las distintas secuencias fonemáticas emitidas, sino el estudio de las múltiples expresiones o enunciados de las conversaciones, cada uno de ellos con una funcionalidad, esto es, una distinta intencionalidad comunicativa. Esto se hace evidente en la propia actividad docente del español como LE/ L2, ámbito en que la delimitación de un orden básico de constituyentes ni nos ayudará en nuestra tarea como docentes ni dará pistas a nuestros estudiantes acerca del funcionamiento y orden de las expresiones usadas en la conversación. Precisamente por ello, a la pregunta planteada en nuestro título de si existe un patrón básico para el orden de constituyentes en español coloquial hemos respondido en el subtítulo de este trabajo con una fórmula humorística (“Las gafas, acércamelas que no oigo la radio”), con la que intentamos dar muestra metafórica del absurdo de este tipo de planteamientos en el ámbito comunicativo en que nos movemos. Nuestra labor como investigadores de la lengua coloquial no consiste, evidentemente, en buscar el patrón básico para todas las posibles expresiones de la variedad coloquial, sino en delimitar los factores pragmáticos que motivan la aparición de cada orden de constituyentes, los condicionantes que impiden determinados órdenes, así como aquellas circunstancias que producen una ruptura de la tradicional configuración predicativa en la oración que, como tal, es una característica propia de la 3429 oración, pero que no necesariamente se manifiesta en un enunciado, donde podemos toparnos con estructuras con adiciones y/o elisiones de constituyentes. Los distintos órdenes con que nos encontramos en español coloquial están condicionados por la tensión que existe entre la estructura predicativa que gobierna la oración gramatical (en tanto unidad con relaciones entre elementos perfectamente estructurados y cohesionados) y la situación con que nos encontramos en el orden de los constituyentes de enunciados, donde los condicionantes pragmáticos nos pueden llevar a muy diversas soluciones, que van desde el mantenimiento de la cohesión gramatical de sus constituyentes hasta la fragmentación de esta por medio de la ruptura de las tradicionales relaciones sintácticas, sin que entre ambas tendencias podamos establecer una frontera claramente delimitadora, sino un continuum que nos lleve de uno a otro extremo de un mismo fenómeno. Pero, ¿existe verdaderamente tanta variación de orden de constituyentes en nuestra lengua y en especial en la conversación coloquial? Nuestro estudio de los distintos órdenes que aparecen en un corpus de conversaciones del habla coloquial de Cádiz (España) así nos lo indica y podemos presuponer que la situación es extensible a otras variedades. En aquellos enunciados en los que no se rompe la cohesión gramatical, los posibles órdenes de constituyentes encontrados en una conversación son el resultado de todas las posibles combinaciones de los tres elementos con los que típicamente ha contado la gramática para estas explicaciones (sujeto — verbo — objeto), si bien con distintas frecuencias de uso: a) sujeto + verbo + objeto (SVO), que, aunque por lo general es considerado el orden no marcado puede obedecer también a una estructura focalizada por medio de su separación con una pausa y un cambio entonativo, como ocurre en los siguientes enunciados: “Yo, dudo que eso cambie”, “¿Tú hermano come lentejas?”; b) sujeto + objeto + verbo (SOV): “Tú vino bebes, ¿no?”, “¡Yo trabajo no quiero, que estoy de vacaciones!”; c) verbo + sujeto + objeto (VSO): “¡No comes tú nada!”, “Nadas tú bien, ¿eh?”; d) verbo + objeto + sujeto (VOS): 3430 “Ha abierto una discoteca Pablo”, “Haz la comida tú que yo plancho”; e) objeto + sujeto + verbo (OSV): “Caídas yo he pegado jugando al fútbol pero miles”, “Tonterías yo no quiero, ¿eh?”; f) objeto + verbo + sujeto (OVS): “A mi hija quiero traer yo”, “¡Dos mariposas no haces tú en cinco minutos!”. Como afirma T. Givón (1984, p. 188), las lenguas que normalmente han sido caracterizadas como lenguas con orden de constituyentes libre son también aquellas en que la posición está condicionada por factores pragmáticos (cf. THOMPSON, 1978, p. 23 y HAWKINS, 1983, p. 11-12). Y, desde esa perspectiva, nuestra tarea como investigadores consiste en establecer el principio que gobiernan estos distintos órdenes de constituyentes, labor que redundará además positivamente en la docencia del español como LE/ L2. En líneas generales, parece que el principio general que gobierna el orden de constituyentes de los enunciados está relacionado con el aspecto informativo. Cuando un emisor transmite un mensaje a un receptor, hay una cantidad de información compartida entre ellos (tema o tópico) y una información novedosa (rema o foco) entre las que, según V. Mathesius (1975, p. 156), existe un principio funcional para su aparición en la estructura enunciativa: el foco, diagnosticado por las respuestas a preguntas interrogativas con “qué”, “quién”, “cómo”, “cuándo” etc., tiende a aparecer, aunque no necesariamente siempre, al final del enunciado, y el tópico, al principio. El orden de los constituyentes en los enunciados viene determinado, así pues, por su función pragmática de foco o tópico: ¿Qué has comido hoy? → Hoy he comido (tópico) lentejas (foco); ¿Qué le has hecho a María que no te habla? → ¿A María? (tópico) Nada (foco). Hay, además, dos procedimientos muy relacionados con el orden de constituyentes que el profesor de español como LE/ L2 no debería dejar a un lado de la gramática porque su presencia en las conversaciones coloquiales es sumamente frecuente: la topicalización y la dislocación. Cuando topicalizamos un constituyente, lo tomamos como tema de la predicación y le asignamos la primera posición, o bien 3431 usamos otros recursos como el de la pausa y el cambio entonativo (“Pedro, ha roto el vaso”), algún mecanismo especializado en la función tematizadora, como es el caso de “en cuanto a”, “respecto a”... (“En cuanto a ti, tengo que decirte todavía un par de cosas”, “Respecto a eso, ¿qué hacemos?”), la repetición léxica (“Correr lo que se dice correr no has corrido mucho”, “Leer, leer no leo mucho, la verdad”) etc. Por su parte, la dislocación, a izquierda o a derecha, suele servir de reparador de ciertos descuidos informativos en nuestras emisiones. Las dislocaciones se diferencian de las topicalizaciones en que estas, con el movimiento de un complemento, dejan una marca en posición preverbal (un clítico referencial): “Este tío, lo mandamos para su casa”, “El cuarto de baño no lo ha limpiado la Mari, ¿no?”, “Pero eso es que es una guarrada, mancharle ahí todo el cepillo”, “Yo creo que no lo hizo lo de coger el dinero”. Quizás ambos fenómenos son aún rasgos del predominio que siempre ha tenido el análisis gramatical por medio de recursos, mecanismos y etiquetas tradicionalmente ligados al ámbito de la gramática tradicional (principalmente el mecanismo de la dislocación, que supone una cierta ruptura de las tradicionales relaciones sintácticas que dan cohesión gramatical al enunciado), pero lo que sí es cierto es que este tipo de mecanismos, unidos a una tendencia generalizada a la ruptura de la cohesión sintáctica de constituyentes nos informa de que el estudio de la organización de constituyentes en función del patrón SVO y sus posibles cambios puede resultar inapropiado. La espontaneidad y falta de planificación con que se producen las emisiones en el registro coloquial provocan la presencia de anacolutos, repeticiones, reorganizaciones de lo dicho etc., que hacen que en ciertos enunciados carezca de sentido hablar de orden de constituyentes: “Casino Royal, hombre, una mierda”, “Esta tarde, sin excusas, Pedro me ha dicho que, bueno, a las diez te recojo, no se hable más”, “Estoy harta de decírselo pero María, las gafas, ¡es que no hay quien se las ponga!”. Estos elementos son, por su ligazón con el contexto, los más difíciles de interpretar por nuestros estudiantes, pero más aún lo serán si como 3432 profesores alejamos de nuestras actividades, ejemplos y usos en clase estas características que, paradójicamente, sí usamos luego como hablantes en nuestra vida cotidiana. Desde nuestra perspectiva de profesores de español, en cuya actividad tenemos que atender a la variedad coloquial como una importante manifestación de nuestra lengua, tendremos que hacer un esfuerzo por delimitar las circunstancias de aparición de cada uno de los órdenes. Debemos abordar la gramática de los enunciados partiendo de la interacción comunicativa, pues el orden también se conecta con factores como la información presentada (nueva o dada), la entonación etc., y para ello se hace necesario que como profesores hagamos un esfuerzo por huir de los tradicionales formulismos y las repeticiones mecanizadas de ciertas estructuras conversacionales que en muchas ocasiones encontramos en los manuales de español y que nada tienen que ver con las características de una conversación real. Sólo de este modo nuestros alumnos lograrán comprender poco a poco las diferencias entre enunciados aparentemente equivalentes, como, por ejemplo, “Está comiendo Luis” o “Luis está comiendo”, que emitidos con entonación normal (con acentuación principal en “Luis” y “está comiendo”, respectivamente) pueden ser respuestas válidas a distintas preguntas en cada caso: el primer enunciado es respuesta a “¿Quién está comiendo?” mientras que el segundo puede serlo bien a “¿Qué pasa con Luis?” o “¿Qué pasa?”, pero nunca a “¿Quién está comiendo?”, porque para ello necesitaríamos enfatizar el elemento por medio de una cima melódica en el primer elemento: “LUIS está comiendo”. El asunto tiene múltiples vías no agotadas aquí por razones obvias de espacio pero nos contentamos con que estas pequeñas líneas sirvan para llamar la atención sobre la importancia de este fenómeno en la enseñanza del español como LE/ L2: cada expresión posee un orden de constituyentes porque cada una obedece a un distinto condicionante pragmático y nuestros alumnos deben conocer cuándo un 3433 hablante debe usar un posible orden frente al resto de posibles órdenes que le brinda la lengua ya que, por más que dos expresiones como “Pablo siempre come tomates” y “Siempre come tomates Pablo” puedan parecer intercambiables en cualquier situación comunicativa, lo cierto es que la aparición de una u otra expresión está condicionada por el aspecto informativo presente en cada situación comunicativa, así como por el hecho de que pueda o no existir algún cambio entonativo en su emisión. Nuevamente se demuestra así la repercusión que la fonética (tan maltratada en la enseñanza del español como LE/ L2) puede tener para la gramática, constituyendo en ocasiones el elemento clave para que enunciados sin una aparente cohesión gramatical adquieran en la conversación coloquial un sentido pleno y puedan resultar aceptables. Referencias ARNAIZ, A. R. An overview order characteristics of romance. In: SIEWIERSKA, A. (Ed.). Constituent order in the languages of Europe. Berlin: Mouton de Gruyter, 1997. p. 47-73. BENTIVOGLIO, P. Función y significado de la posposición del sujeto nominal en el español hablado. In: Estudios sobre el español de América y lingüística afroamericana. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1989. p. 40-58. BENTIVOGLIO, P.; WEBER, E. A functional approach to subject word order in spoken Spanish. In: JAEGGLI, O.; SILVA-CORVALÁN, C. (Eds.). Studies in romance linguistics. Dordrecht: Foris, 1986. p. 23-40. DIK, S. C. Functional grammar. Amsterdam: North-Holland, 1978. 3434 ______. The theory of functional grammar 1. The structure of the clause. Dordrecht: Foris Publications, 1989. ______. The theory of functional grammar 2. Complex and derived constructions. Berlin: Mouton de Gruyter, 1997. GIVÓN, T. Syntax: a functional-typological introduction. Amsterdam: John Benjamins, 1984. v. 1. GREENBERG, J. H. Some universals of grammar with particular reference to the order of meaningful elements. In: GREENBERG, J. (Ed.). Universals of language. Cambridge: MIT Press, 1963. p. 73-113. HAWKINS, J. A. Word order universals. New York: Academic Press, 1983. MALLINSON, G.; BLAKE, B. J. Language typology. Cross-linguistic studies in syntax. Amsterdam: North Holland, 1981. MATHESIUS, V. A functional analysis of present day English on a general linguistic basis. The Hague/ Paris: Mouton, 1975. PADILLA, X. El orden de palabras en el español coloquial. Valencia: Universitat de València, 2001. SIEWIERSKA, A. Word order rules. London: Croom Helm, 1988. 3435 SILVA-CORVALÁN, C. Topicalización y pragmática. Revista Española de Lingüística, n. 14, fasc. 1, p. 1-20, 1984. THOMPSON, S. A. Modern English from a typological point of view: some implications of the function of word order. Linguistische Berichte, v. 54, p. 19-35, 1978. Notas 1 Este trabajo se encuadra en el Proyecto de excelencia de la Junta de Andalucía “Contacto de lenguas y variedades lingüísticas alrededor del Estrecho de Gibraltar”, con referencia PAI05HUM-O1168, que ha financiado parcialmente la realización de este estudio. 2 Aunque la denominación de “orden de palabras” posee una alta difusión en los trabajos lingüísticos por influencia de la lingüística anglosajona (word order), nosotros preferimos hablar aquí de orden de constituyentes, ya que tratamos en este trabajo sólo el orden global de los constituyentes oracionales (“Mario bebe agua fría”/ “Bebe agua fría Mario”/ “Agua fría bebe Mario”) y no el de sus subcomponentes (“agua fría”/ “fría agua”). 3 Cf., al respecto, los trabajos de autores como C. Silva-Corvalán (1984), P. Bentivoglio y E. Weber (1986), P. Bentivoglio (1989) o A. R. Arnaiz (1997, p. 48), entre otros tantos. 4 Esta propuesta aparece igualmente recogida en el trabajo que sobre el orden de palabras en español coloquial presenta X. A. Padilla (2001, p. 184), en el que se sigue defendiendo la existencia de un orden básico para el español que responde al patrón de (S)VO, a partir del cual se establecen posteriores modificaciones por medio de condicionantes pragmáticos. 3436