Confia tus problemas temores a Dios y La vida cristiana tiene sus momentos de agitación producidos por falta de dominio propio o por la influencia negativa de interferencias; también las enfermedades, la falta de dinero, y frecuentemente, la falta de buenos consejos en los momentos más difíciles, fomentan el nerviosismo y la inquietud, muchas veces estos problemas llegan al extremo de afectar nuestra salud. Dios es un poderoso consuelo y una ayuda efectiva en las tormentas de nuestro vivir y debemos siempre afirmamos por la fe y dar a Dios la gloria en tiempos graves. Desde luego, la Biblia también habla del consuelo de la palabra de Dios y los consejos sabios de los hermanos, todo constituye una enorme ayuda. Si la vida nos parece obscura por tantos problemas, debemos pensar que más grande que nuestras dificultades, la solución es Dios, y en él podemos confiar absolutamente en todo, pues él cuida de nosotros. Los malos amigos pueden ocasionamos un gran daño, pues sus consejos quizás no se fundamentan en la realidad de nuestros sufrimientos. Por eso dije “los consejos sabios de los hermanos”. Job fue un personaje que tuvo que ir a través de toda suerte de problemas. Su arma poderosa era su fe en Dios que era inconmovible. Dios justificó, al fin, a Job y no a sus amigos que no vieron el origen de las dificultades de ese hombre de Dios. Muchos problemas son causados por nosotros mismos. El temor por un futuro incierto nos lleva al miedo-Pedro no estuvo convencido del plan de su Señor; el miedo por problemas que, para él ni existían, le hizo actuar de manera tonta e inadecuada. David se buscó muchos problemas que pudo haber evitado. Jonas batalló contra algo que no pudo cambiar. La confianza en el Señor hubiera quitado sus problemas antes que aparecieran en sus vidas. El Hijo de Dios tiene un enorme beneficio, pues puede encomendar todos sus problemas, temores e inquietudes sobre su Creador. La ayuda y providencia divina no son limitadas, el mismo hombre limita sus posibilidades. Dios siempre es un ayudador, sea en mucho o con poco. Desde luego, el cristiano, tiene que obrar con iniciativa propia para resolver sus problemas, pero hay momentos en que Dios puede cambiar todo para nuestro bien. Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman. He aquí una clara enseñanza del apóstol Pablo a los cristianos romanos. El simple hecho de que somos seguidores de Cristo no quita las dificultades. Nuestra vida estará siempre rodeada de cosas difíciles. Dios nos da la salida, debemos aprender a mostrar quietud por la fe y la confianza en el Todopoderoso. El sabe todas las cosas y desea ayudar al que cree que es apto para toda ayuda. Tanto Pedro como Pablo pensaban que podríamos poner todo lo que nos aflige sobre Dios que tiene cuidado de nosotros. Jesús mismo nos enseña que pongamos toda nuestra confianza en Dios. En todo momento el cristiano puede ir delante del trono de la gracia de Jesucristo para la ayuda oportuna. El salmista David era un hombre poderoso, sin embargo, siempre confió en Dios para que le resolviera sus problemas y para que le ayudara en todo momento. No debemos tener temor y decir que Dios no ayuda. Debemos confiar en él y estar dispuestos a dejamos guiar por Dios. Sus caminos no son necesariamente nuestros caminos, pero él encuentra una solución. No a medias, sino con una ayuda verdadera. No debemos tampoco dudar sino más bien creer que lo que pedimos a Dios “ya lo hemos recibido” y así será. Nuestras dudas producen más daño que bien. Es preciso reconocer que Dios sabe todo y desea que estemos sin dificultades en nuestra vida. Ciertamente, el hombre ha de hacer su parte y Dios hace lo que nosotros no podemos hacer, en vez de miedo, ten confianza; en lugar de sentirte nervioso, vístete de paz, y cree que el Padre celestial cuida de tí y de mi siempre, deposita todas tus angustias sobre él. Dios trata a su gente como un Padre. La idea de que Dios es, para el cristiano, un Padre, debería inculcamos confianza. No puedo recordar de que mi Padre carnal me haya dado promesas que luego no haya cumplido, siempre ha hecho lo que con su boca ha dicho a todos sus hijos e hijas. Dios ama la verdad, Dios ama a sus seguidores, Dios desea damos estabilidad y satisfacción en un sentido sano. Dios, el Padre de los cristianos, tiene sumo interés en que todo marche bien en nuestra vida. Si no confiamos en él aun y cuando somos participes de las múltiples maravillas realizadas, entonces como podemos considerar aspectos importantes tales como la resurrección de los muertos y la vida eterna con Dios, en un mundo en el cual reinará la justicia. Dios está en medio de todos, especialmente en los creyentes fíeles. Dios conoce nuestra vida a perfección. Ante él todos estamos desnudos y descubiertos. Sabiendo que las cosas son asi, deberíamos armarnos de confianza, fe, y amor hacia él y su Palabra, estando seguros de que Dios siempre encontrará un camino que nos lleve fuera de nuestros problemas y temores. En verdad, con él y en él, caminamos de victoria en victoria. “Y sabemos que a los que aman a Dios. todas ¡as cosas íes ayudan a bien, esto es, a tos que conforme a su propósito son Humados ” (Romanos 8.28). Dios lleva nuestra vida de triunfo en triunfo. La Escritura es para el discípulo de Jesús, guia, instrucción y luz para el camino. Nuestra confian¬za en la ayuda y providencia del Señor nos llevará al éxito. —fíans J. Dederscheck Viena. Austria Mujer no vivas en angustia Sin duda hay momentos en la vida, en que nos encontramos demasiado solas… por diferentes razones. Una puede ser que el marido se fue para ya no volver, otra que los hijos crecieron y también se fueron de la casa, o a veces sencillamente, podes estar rodeada de gente y también sentirte sola. Hoy vamos a conocer la vida de una mujer que no tenía marido, se ganaba la vida trabajando en tareas domésticas y un buen día la echan de su trabajo, estando embarazada, y ya no tenía un techo donde vivir, no tenía trabajo, sus emociones estabas destruidas, porque su sensibilidad era aún mayor por estar esperando un bebé. Por un momento se quedó sin nada!…alguien para quien le fue muy duro volver a empezar… Cuenta la historia bíblica, que hubo un matrimonio que se llamaba Abraham y Sara. Ambos tenían un gran problema, no podían tener hijos, porque Sara era estéril, sin embargo, al correr de los años, en sus vidas aconteció algo muy particular; un día se les aparecieron unos ángeles con la noticia de que iban a ser padres! esa era una palabra directamente de parte de Dios. Cuando la recibieron, Sara se rió, y era lógico, ya que ella era muy anciana para tener un hijo. Pero la palabra era firme de parte de Dios e indudablemente ella iba a ser mamá! La cuestión es que iba pasando el tiempo y el bebé no venía, entonces un día, ya no aguantando más y muy desesperada, a Sara no se le ocurrió mejor idea que decirle a su propio marido que tuviera un hijo con su sierva que se llamaba Agar. Dice el pasaje bíblico: “Dijo entonces Sarai a Abraham: ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizás tendré hijos de ella. Y atendió Abraham el ruego de Sarai.” Fíjense como habló Sara, ella dijo: “Ya ves que Jehová me ha hecho estéril”: suena, como si dijera: “la culpa de que yo no tenga hijos es de Jehová”, había pasado demasiado tiempo y según el reloj de Sara, Dios no estaba haciendo nada. Ella en ningún momento se puso a pensar en los desórdenes de convivencia y generacionales, que esto traería. Ella solo quería tener un hijo a costa de lo que sea. Así fue que Abraham, no dijo nada ante esta petición, solo fue y lo hizo así, como su esposa se lo había pedido. Y Agar, la sierva, al quedar embarazada se sintió más poderosa que Sara y comenzó a mostrarse rebelde ante su señora, tomándose la atribución de despreciarla. Esto es lo que pasaría en cualquier hogar donde las cosas se manejan por los designios de la carne y no los de Dios. Aquí se fue añadiendo pecado a pecado, ya que ante esta situación Sara le echó la culpa a Abraham, haciéndolo responsable de todo lo sucedido y Abraham “se la devuelve” a su mujer y le dice que haga lo que quiera con Agar. Y Sara decidió echarla de la casa! La Escritura dice que las obras de la carne son entre otras: adulterio, lascivia, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones etc. Todo esto se había puesto de manifiesto en el hogar de Sara y Abraham. Pero Dios que es misericordioso no iba a permitir tal injusticia contra Agar. Entonces se manifestó a ella…En ese momento el Señor no se ocupó de Abraham ni de Sara, se ocupó de la persona que verdaderamente había sido afectada por la mala decisión de sus amos. Allí el Señor envió su ángel para encontrarse con esta mujer, dolida en su corazón, sola, sin rumbo y llevando un hijo en sus entrañas. Salió al desierto y estando parada junto a una fuente de agua, porque sin duda estaría muerta de sed, se le apareció el ángel de Dios (JESUCRISTO) y tuvo una conversación con ella. El Señor SIEMPRE está dispuesto a tratar TODOS NUESTROS PROBLEMAS con nosotras y si es necesario se nos va a aparecer en la noche más oscura de nuestras vidas, así pasó con Agar… Dios siempre se compadece de los desvalidos porque es un Dios misericordioso. Ahora para sorpresa de Agar, el consejo del ángel fue que vuelva a la casa de Sara y se ponga bajo su autoridad otra vez. Pues allí Agar tendría un hogar donde poder criar a su hijo, ya que ella era extranjera, era egipcia, y le sería muy difícil encontrar una familia que le diera trabajo. Esto quizás no nos parece la mejor salida, pero por lo general nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios, ni nuestros caminos, sus caminos. Y también el ángel le dio una palabra de fe, una promesa, pues le aseguró que su descendencia sería poderosa en la tierra y también le dijo el nombre que tendría que ponerle a su hijo: Ismael que significa “Dios oirá”. Y por esta aparición, Agar reconoció a Jehová como “el Dios Que Ve”. Y a continuación ella dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve? Ella entonces llamó a aquel lugar: “el Pozo del Viviente que me ve”. Podemos ver en esta historia que a pesar de todas las injusticias que estemos pasando, no importa de qué tipo sean, o de qué tamaño; DIOS SIEMPRE NOS ESTARÁ MIRANDO y estará listo para actuar y revertir la situación. Lo único que él necesita de nuestra parte, es que le entreguemos a Él, el derecho de vengarnos por nosotros mismos. Dice en la Palabra de Dios que “La ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Muchas veces nos vamos a encontrar queriendo hacer justicia “por mano propia”, pero cuando tomamos la decisión de poner TODO en las manos de Dios, nos va a pasar como a Agar, un ángel vendrá en nuestro auxilio y nos dará una palabra de aliento, una palabra de fe, y no sólo eso sino que tendremos el privilegio de seguir adelante con nuestra vida, con nuestros proyectos, porque a través de una situación desesperante podremos conocer otra faceta del carácter de Dios, entenderemos que él es El Fuerte Que Ve todo lo que nos pasa y esto cambiará el rumbo de nuestra vida para siempre! Autora: Silvia Truffa "Mi marido no me entiende" Si piensas eso entonces formas parte de un gran grupo de mujeres que se sienten incomprendidas. ¿Qué hay detrás de este pensamiento? La comunicación en el matrimonio: tema complejo. Qué puedes hacer cuando lo han intentado todo para transmitirle a tu esposo que no eres feliz y él parece no comprender? El concepto de hombre “despistado”, el que no tiene idea de nada, es un desafortunado estereotipo; pero como todo estereotipo, se basa en algo de verdad: los problemas que a ti te parecen terriblemente evidentes para él no lo son. Esto no es así porque él sea tonto ni porque no le importa, sino porque su proceso mental es distinto al tuyo. Él se comunica de manera diferente a ti, y también escucha de manera distinta. Esto no es solo la forma en que Dios lo ha creado, sino también la forma en que lo han educado. Si no has aprendido a comprender y a ajustarte a estas diferencias, bien puedes hallarte a punto de tirar todo por la borda mientras tu esposo sigue en la zona de “tenemos un buen matrimonio”. Él puede creer que tu mal humor se debe al síntoma premenstrual, a las finanzas, al cansancio, al estrés o a una etapa por la que está pasando; y puede de veras creer que los problemas se solucionarán. Hemos visto ese patrón de conducta repetirse vez tras vez. Como el marido no comprende qué es lo que preocupa tanto a su esposa, no tiene idea de cómo responder a sus quejas. Cuando por fin intenta hacer algo, es raro que sea lo que ella de veras desea. El dolor de la esposa se agudiza y entonces cierra aun más su corazón. Al mismo tiempo le envía a él un mensaje de que sus esfuerzos son banales e insinceros, de que está haciendo muy poco y demasiado tarde. Esto hace que él se sienta incomprendido, menospreciado y confundido y que, lleno de frustración se refugie tal vez en su empleo –trabajando más o más tiempo–, pasando más tiempo con sus amigos o con algún pasatiempo, o tal vez dándose por vencido en cuanto a su intento de agradar a su esposa. Es un círculo vicioso que puede romperse. Si has intentado de una y mil maneras y tu marido sigue sin captar la idea, debe de haber un problema en la manera en que la “idea” le está siendo comunicada. Búfalos y mariposas En parte, el motivo por el cual tu esposo parece tan despistado es que la mayoría de los hombres son terriblemente malos en cuanto a leer la mente, y no son mucho mejores en cuanto a captar indirectas. En el mundo masculino, la comunicación se entiende cuando es directa, concisa y concreta. Incluso en las relaciones comerciales donde hace falta tacto, los hombres van directo al grano y a veces con osadía. Alguien dijo que la comunicación masculina es como un búfalo: tal vez carezca de delicadeza pero no pasará inadvertido. Cuando las mujeres conversan entre sí es por completo distinto. Pueden tener sus propios problemas de comunicación, pero una de sus habilidades es descubrir intuitivamente los mensajes sutiles de la otra. Ante el menor indicio de alguna dificultad, las mujeres lo captan de inmediato y comienzan a intercambiar palabras de apoyo y de interés en el asunto. Para dar a conocer una necesidad uno no necesita ser tan directo cuando habla con una mujer, sino que puede ser como el suave roce de una mariposa. Para la mayoría de los hombres, sin embargo, esa señal de la mariposa pasa por completo inadvertida. De nuevo, no es porque los esposos sean incapaces o no tengan sentimientos, sino porque han sido creados de manera diferente y han aprendido a comunicarse de distinta manera. Por eso tiene sentido que, cuando un matrimonio comienza a tener problemas, las mujeres aprendan a hablar en un idioma que sus esposos comprendan. Necesitarás ser directa y hasta atrevida, pero con respeto y sin atropellar su corazón. Nuestro granito de arena Ojalá que lograr que tu marido te escuche en verdad fuera sencillo… pero no lo es. Comunicar tus frustraciones a tu esposo requerirá de paciencia, habilidad y decisión de tu parte. Puede hacer falta que aprendas algunos métodos nuevos de cómo hablar y escuchar. Si puedes lograr esto, las recompensas para tu matrimonio pueden llegar a ser cuantiosas. Antes de comenzar, intenta aceptar que el método de escuchar y prestar atención de tu esposo no necesariamente está equivocado, sino que es diferente. En tu mente, dale la oportunidad o el derecho a ser diferente. En vez de etiquetarlo como “despistado”, opta por hablar con él de una forma que pueda escucharte. Planificar lo que va a decirse puede servir de ayuda. Como los hombres tienden a responder a la comunicación básica y a ser solucionadores de problemas, te sugerimos que dediques unos momentos a concentrarte en lo esencial de la relación. Pregúntate qué es lo que más necesitas por parte de tu esposo en este momento. Según como seas para procesar las cosas, puede ser que quieras hacerlo de un tirón, o tal vez dedicar un par de días a meditar en el asunto. Una vez que hayas planificado bien, ten en cuenta estos sencillos pasos para comunicar con efectividad cada uno de los puntos. Elige un momento y un lugar: en mi caso, descubrí que los sábados por la mañana es un buen momento para conversar seriamente con mi esposo. Cuando nuestros hijos todavía vivían con nosotros, buscábamos a alguien que los tuviera en su casa por un par de horas. Prefiero las mañanas porque eso nos da todo un día para procesarlo en vez de abordar conversaciones densas antes de ir a dormir. Desayunar y permanecer un rato más conversando, café de por medio, crea un ambiente más de compañerismo que de combate. Eso funcionó en nuestro caso, pero tu situación puede ser distinta. Trata de elegir un momento y un lugar en que ambos estén despabilados, que puedan tener privacidad y que nada los apure. Dale una oportunidad: muchas veces nos concentramos tanto en nuestros propios problemas, que olvidamos que el otro también está dolido. Puedes iniciar la conversación diciendo que estás preocupada por ustedes como matrimonio, y que deseas saber si él tiene alguna sugerencia para mejorarlo. En otras palabras, quieres saber lo que él necesita de ti. Bríndale la oportunidad de responderte en ese mismo momento o de pensarlo por cuarenta y ocho horas, y luego comentarlo contigo. Si él responde enseguida, escucha con atención sin protestar ni defenderte. Debes saber escuchar, ser sincera y demostrar interés. Ten a mano lápiz y papel, y dile que escribirás los puntos más importantes para no olvidarlos. Con calma y claridad comunica tus necesidades: trata de mantener la calma para que tu esposo no se distraiga con tus emociones y pierda de vista el mensaje. Si estás muy contrariada y emocionalmente cargada, quizá sea una buena idea que comentes este asunto primero a una amiga. Trata de exponer lo que deseas de la manera más concisa y clara posible. Alguien dijo en cierta oportunidad: –Las mujeres con frecuencia verbalizan una serie de temas sin un orden preciso y dando al mismo tiempo todas las opciones y posibilidades. Los hombres tienden a sentirse abrumados por semejante volumen de información, y dejan de escuchar. Obtendrás una mejor respuesta si te encasillas en cuatro cosas: qué necesitas, cómo lo necesitas, cuándo lo necesitas y por qué lo necesitas. Pregúntale lo que piensa: a veces la mejor parte de una conversación es la que se produce luego de preguntas tales como: –Bien, ¿qué piensas de esto? ¿Crees que he sido justa o injusta? ¿Te parece una ridiculez lo que digo? Es también un buen momento para que uses las cuatro preguntas que mencionamos líneas más arriba en cuanto a sus necesidades. Pero ten en cuenta que los hombres no procesan las cosas verbalmente como lo hacen las mujeres; por lo general necesitan pensar antes de responder a una situación. Comprendemos que hay veces en que uno no siente ganas de hablar de ciertas cosas con el esposo, porque está desanimada, y lo único que desea es darse por vencida. Aunque te comprendemos, te suplicamos que permanezcas con él un poco más. Te sorprenderás de la manera en que tu esposo reaccionará cuando por fin te escuche. Tomado del libro: La mujer que se da por vencida de Unilit. El agradecimiento en tiempos difíciles El día que le dijeron a Donna Lott que entregara las llaves de su auto, su vida cambió para siempre. Al haber sido declarada ciega, ya no podía ir al supermercado, ni a la escuela de sus hijos, ni a las casas de sus amigos. A menos que su esposo u otra persona la llevaran. Tenía solamente 35 años. Mi amiga Donna, una activa madre y esposa, había estado perdiendo gradualmente la vista por la enfermedad llamada retinitis pigmentaria (RP). Incluso mientras luchaba por aceptar lo que significaba su diagnóstico, comenzó a tener dificultades para cocinar y limpiar, arreglarse el cabello y maquillarse, y finalmente, para identificar los rostros de sus hijos. Hoy, la iluminación en muchos ambientes, ya sea de un restaurante, de una tienda, o de la iglesia, es para ella un problema. Equipos especiales de computación la ayudan a leer, escribir, estudiar, y leer y escribir correos electrónicos, pero los ojos se le fatigan rápidamente. El sorprendente resultado de su experiencia es que, a medida que la visión de Donna se volvía más débil y más distorsionada, su agudeza espiritual se acentuó. Su tiempo con el Señor se volvió más significativo al clamar a Él, y comenzar a percibir su amor con más claridad, sintiendo su propósito al permitir que sufriera de esa manera. Aun en los días que no podía imaginar cuál podía ser el propósito, le daba gracias por lo que estaba sucediendo. ¿Quieres decir ahora? La Biblia nos manda a dar gracias. “Bendeciré al Señor en todo tiempo”, escribió el salmista (Sal 34.1). Y el apóstol Pablo se hizo eco de ese sentimiento en su primera carta a los Tesalonicenses, cuando dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts 5.18). Por difícil que esto puede ser de aceptar, “en todo” significa en los momentos buenos y malos, incluso cuando no tengamos ganas de hacerlo. Es fácil dar gracias cuando se tienen un matrimonio sólido, buenos hijos y dinero en el banco. Pero, ¿qué pasa cuando el matrimonio se desploma, los hijos se vuelven rebeldes o escasea el dinero? Cuando vienen tiempos difíciles, podemos elegir dar la espalda a Dios. Pero el endurecimiento de nuestro corazón hacia Él por la ira o el rechazo afectará nuestra capacidad para enfrentar al sufrimiento de una manera provechosa, lo que hará difícil escuchar su voz y recibir consuelo y fortaleza. La gratitud es la puerta que tenemos que atravesar para ser cada vez más conscientes de la bondad del Padre celestial en medio de nuestras circunstancias difíciles. Tenemos que practicar la disciplina de dar gracias aun más en los momentos difíciles, porque al hacer esto Dios no solo transforma al sufrimiento, sino que también nos transforma a nosotros. Razones para dar gracias Al igual que Donna, si estamos abiertos al Señor en los momentos difíciles, nos damos cuenta pronto de cuán dependientes somos de Él, y de que todo lo que tenemos en la vida es un regalo. Pero a la humanidad siempre le ha resultado difícil sujetarse a esta perspectiva. Pensemos en el huerto del Edén: cuando Eva anheló el fruto, estaba anhelando tener independencia, y desde entonces eso es lo que hemos estado haciendo. En vez de aceptar nuestra dependencia de Dios y de estar agradecidos por Él y por su voluntad, insistimos en vivir la vida según nuestros planes. Entonces el sufrimiento capta nuestra atención como lo hace una advertencia de tormenta severa. Nuestras circunstancias parecen decirnos: No solo se van a volver más difíciles, sino que tampoco puedes controlar la situación. Aunque nos resulta difícil ver nuestras pruebas de esta manera, Dios nos permite soportarlas por su misericordia, para que comprendamos, una vez más, que Él es el único nuestro Recurso. Las pruebas, entonces, se convierten en una oportunidad para volver a Él. Aquí vemos cómo lo que parece ser para mal, el Señor puede usarlo para bien. Reconocer su poder para transformar el sufrimiento en algo hermoso, es lo que nos permite dar gracias en medio del dolor. Un corazón agradecido es posible solo cuando hay humildad. Al dejar nuestro orgullo y contrastar nuestra pequeñez con la grandeza de Dios, entendemos que Dios es más grande de lo que podemos imaginar. Nos maravillamos de que el Altísimo no solo nos haya creado, sino también de que haya abierto un camino por medio de su Hijo para que lo conozcamos. Cuando entendemos verdaderamente lo lejos que tuvo que ir para sacarnos del abismo, nos llenamos de una gratitud que sobrepasa las circunstancias más espantosas. El dolor y el sufrimiento pueden también ablandarnos el corazón hacia otras personas. Dios nos consuela para que podamos consolar a otros (2 Co 1.3-5). Después que mi matrimonio se derrumbó hace diez años, me encontré con que mi compasión por los demás se había quintuplicado, mientras que mi tendencia a juzgar a los demás disminuyó. Aunque mi situación seguía siendo dolorosa, me sentí agradecida por el cambio que Dios produjo en mí por medio de ella. Podemos dar gracias no solo porque Dios nos consuela, sino también porque puede usarnos para consolar a otros que estén sufriendo. Es fácil hacerlo Los tiempos difíciles pueden parecer interminables, pero Pablo los llama “leve tribulación momentánea” (2 Co 4.17). Él pudo escribir estas palabras, a pesar de haber sufrido persecuciones, cárceles, palizas, naufragios, mordeduras de serpientes, y muchas otras cosas más. Con su palabra y su ejemplo, nos insta a centrarnos en lo eterno. Aun las pruebas que duran toda una vida en la tierra transcurren en un instante, en comparación con la eternidad. El recordar que Cristo sufrió, puede también movernos a encontrar consuelo y a ser agradecidos por la manera en que está transformando nuestras vidas. El fruto de rendirse al Señor le dará una mejor comprensión de su sufrimiento y de su amor por usted. Y en ese punto, podría sorprenderle lo fácil que es estar agradecido. Por Leanne Benfield Martin Ana, de la esterilidad a la fecundidad El camino de Ramá al templo de Silo era largo y seco. Todos los años, Ana hacía el viaje de dos días para adorar y ofrecer sacrificios al Señor. Viajaba con su familia, incluyendo a su esposo Elcana, además de la otra esposa de éste, Penina, y con los hijos de ésta. Pero, desdichadamente, Ana era estéril. Cada año, Elcana pagaba por los sacrificios que había que ofrecer como expiación por los pecados de la familia, y también hacía ofrendas de agradecimiento por la provisión de Dios y sus bendiciones. Sus acciones indican que era un hombre justo interesado por honrar al Señor. Sin embargo, la Biblia nos dice que la familia de Elcana estaba profundamente preocupada. La esterilidad de Ana no era solo motivo de dolor para ella, sino que también amenazaba la continuidad de su linaje. Los hijos eran vistos como bendición de Dios, como prueba de su favor, y como los futuros proveedores de la familia. Los varones, en particular, perpetuaban el nombre de su padre y acrecentaban su riqueza. Fue, tal vez, por la esterilidad de Ana, que Elcana había tomado una segunda esposa, Penina. Ésta le dio muchos hijos e hijas, pero en vez de que esto le diera un motivo para ser amable o generosa, sus logros como esposa sacaron a la luz lo peor de su carácter. Penina “la irritaba [a Ana], porque Jehová no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año, cuando subía a la casa de Jehová” (1 S 1.6, 7). Para Ana, el tiempo dedicado para adorar al Señor significaba también expresar una dolorosa humillación, y un recordatorio público de que el Dios que ella amaba no había respondido sus oraciones. En vez de eso, Él había decidido bendecir a su rival, una mujer cruel y malintencionada. Ana tenía varias opciones para aliviar su dolorosa situación. Pudo haber señalado a Penina, culpando a esta maliciosa mujer de todo su dolor y aflicción. Pudo haber insistido en que Elcana enviara lejos a esta otra esposa, o haberle pedido que engendrara un hijo con una criada suya para que ella lo criara como suyo. Pero las acciones de Ana nos dicen que ella no quería cualquier respuesta: quería la respuesta de Dios. Después de llegar a Silo para adorar, Ana salió sin ser vista por su familia, para orar. Oró para sí misma, y por sí misma, lo cual era algo inusual. Los sacerdotes, en ese tiempo, hacían sacrificios por las familias y oraban por ellas. El hecho de que Ana le suplicara al Todopoderoso por su propia cuenta, no era el procedimiento habitual. Rompió con la tradición por su desesperación, no por rebeldía, ya que el dolor que le producía sus oraciones sin respuesta la había llevado a buscar la ayuda divina de manera diferente. Mientras Ana oraba, su boca se movía con palabras indecibles de sufrimiento. Le rogó a Dios que le diera no solo un hijo, sino que también fuera varón, y prometió ofrecerlo como siervo del Señor para siempre. Los primogénitos en Israel eran siempre considerados propiedad de Dios, pero Él ya había provisto una manera de “redimir” simbólicamente a cada hijo. Sin embargo, Ana le prometió que no redimiría al niño, sino que éste viviría en el templo y le serviría al Señor durante todos los días de su vida. Poco después de regresar a casa, Ana concibió un hijo, a Samuel, quien llegó a ser el último y quizás Israel Samuel David, el más grande juez de Israel. Cuando la nación de experimentó el cambio de gobierno a la monarquía, fue a quien Dios llamó para ungir a Saúl, y después a como reyes. Al igual que Ana, nosotros también podemos sentir aflicción por las oraciones sin respuesta; a veces tememos que podamos incluso, perder la fe en el Dios que nos ama. Pero puede también llevarnos a hacer peticiones atrevidas, ruegos que pueden ser justamente lo que el Señor desea para nosotros, y de parte de nosotros. Si estamos alerta y somos pacientes, Él puede llevarnos a un punto donde lo que se requiere de nosotros es que hagamos valientemente una nueva petición. Ana buscó la voluntad del Señor, no solo un escape temporal de su dolor. Estuvo dispuesta a romper con la costumbre y la tradición, para derramar su corazón al Señor y pedirle osadamente que interviniera. Las acciones de Ana revelan que entendía que Dios tenía el control, y que solo Él podía cambiar su situación y aliviar su dolor. A veces, nuestras peticiones pueden quedar sin respuesta por razones que no podemos entender. Es posible que hayamos sido elegidos para que Él pueda revelarse a nosotros de una manera nueva. La oración no respondida no significa que ha sido rechazada o ignorada. Puede indicar, más bien, que el Señor está obrando en una escala mucho más grande que la que podemos imaginar, porque Él ciertamente “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Ef 3.20) Charles Stanley "Mi esposo no es cristiano" En mi último viaje a México me llamó la atención una señora que me comunicó su desesperación por la falta de interés de parte de su marido en las cosas de Dios. Esta no ha sido la primera persona que abrió su corazón y me confió algo tan entristecido como la del cónyuge que no cree en Dios. No importa los detalles; los conflictos espirituales en el matrimonio llegan a producir crisis en proporciones alarmantes. Si tu marido o esposa no cree, estás al tanto de esos desafíos. La pregunta fundamental es ésta: ¿Hay esperanza de éxito en matrimonios entre creyentes y no creyentes? En la verdad, con la ayuda de Dios todo es posible. Pero en su mayoría el creyente en la pareja no sabe qué hacer. Algunos se han desanimado al ser ridiculizados por su compromiso en seguir a Cristo. Sabemos que eso no es correcto y que debe haber algo que se puede hacer. Por eso, creo que la primera cosa que puede hacer la creyente casada con un hombre no cristiano, es conocer la perspectiva bíblica de su responsabilidad. Un hermano que estuvo en la misma situación, sugiere algunos principios que quizás le pueden ayudar: “La Biblia da a las esposas y maridos cristianos la responsabilidad de amar a su cónyuge, con un amor incondicional”. También tiene que dedicarse a él, orar por él y animarle. Pero no debe ser responsable por su situación espiritual. ¿Por qué? Porque la palabra de Dios no espera que sea. Tu cónyuge es responsable por su salvación. Punto final. Aparte de eso, líbrate de todo sentimiento de culpabilidad. Satanás utiliza la culpabilidad y los sentimientos de fracaso y dudas de fe como trampas para quitarte del camino. El parece susurrar en tu oído estas palabras: “Tu tarea es muy difícil; tu marido o esposa se separará de ti si pones a Cristo en primer lugar en tu vida”. Pero debes resistir esas trampas de Satanás y deshacerte de los sentimientos de culpabilidad por tu marido o esposa por no ser creyente. No eres responsable por la situación espiritual de tu cónyuge. Al concluir que sólo Dios puede cambiar a tu marido, te sentirás libre de la culpabilidad y podrás empezar a hacer otras cosas más productivas. Por ejemplo, en vez de insistir con tu marido o esposa que vaya contigo a la iglesia o que lea literatura cristiana, la Biblia enseña que hay maneras de influenciar a tu cónyuge para Cristo si sigues los siguientes pasos: 1. Usa tus frutos. Tus acciones dan el ejemplo. En vez de pagarle con la misma moneda con burlas que quizás estés recibiendo, demuestra tu bondad y tu compasión propia de una mujer cristiana. Debes seguir el ejemplo de Cristo en la manera en que trató a la mujer samaritana. El Maestro podría haberla condenado o avergonzado, pero no lo hizo. El Señor le enseñó misericordia y le ofreció un regalo inestimable: la vida eterna. El apóstol Pedro confirma que la mujer puede persuadir a su marido haciéndolo creer por sus acciones. Dice así: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa” (1 Pedro 3.1-2). 2. Sé diplomática. Trata a tu marido con el mismo respeto que tratarías a una persona de afuera. “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Col. 4.5-6). Debemos tratar a los de afuera o los no creyentes con compasión. No sea que por tus inversiones emocionales profundas en tu matrimonio no puedas utilizar métodos creativos de evangelismo con tu marido. Piensa cómo tratarías a un compañero de trabajo o a un vecino con quién quisieras compartir el evangelio. ¿Has considerado usar las mismas técnicas en tu matrimonio? 3. Ora con propósito específico. Tanto conocer las Escrituras como orar específicamente por la conversión de tu cónyuge son las cosas más efectivas que puedes hacer. Pide a Dios que te ayude a derramar el amor del Padre sobre tu marido o esposa (Rom. 5.5) y pide también su guía y valor para ti. 4. Evita trampas. No le lleves a la iglesia bajo pretextos falsos. Si los mensajes son evangelísticos y sabes que él se sentirá incómodo en el culto por no ser convertido, sería bueno advertirle de que se tratara o traerlo en otra ocasión. 5. Actividades de la iglesia. ¿Puedes imaginar alguna actividad de la iglesia en que a tu marido le gustaría participar? Puede ser una serie de predicaciones, una campaña, o un seminario cuyo tema sea sobre el matrimonio y educación de los hijos. 6. Incluye, no excluye. Es importante tener en mente que a pesar de las diferencias, tienes un compromiso con tu cónyuge y con Dios en cuanto al sacramento del matrimonio. Si guardas rencores y no eres cariñosa, entonces estarás enviándole un mensaje negativo. Sería preferible ser amable y considerada en vez de andar amargada. Este sería el mayor testimonio que le puedes dar. Sobre todo, en el proceso de ganar a tu cónyuge para Cristo, ten en mente que Dios estará a tu lado siempre. El será tu protección, tu roca, mientras continúas en esa empresa tan difícil. Dios te ama a ti como ama también a tu cónyuge. Jesucristo dice así: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15.10). El esfuerzo en convertir a un cónyuge a Cristo es grande, pero la satisfacción del resultado es mayor aun. Por lo tanto, no debes desmayar. Ten en mente siempre a Hebreos 10.39, que dice aquí: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”. La Voz Eterna