DIAGONAL.ES – (JOSÉ DURÁN RODRÍGUEZ).

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DIAGONAL.ES – (JOSÉ DURÁN RODRÍGUEZ).- Cada dos
semanas, Eduardo Cozar celebra el Día del Libro, sin grandes
titulares ni alharacas. Su conmemoración se basa más en
el hacer que en el decir, en la práctica sobre la teoría.
Lo realiza mediante talleres en dos módulos de la prisión de
Estremera y en otro de la militar de Alcalá de Henares, ambas
en Madrid. Lleva allí ejemplares que consigue a través de la
biblioteca en la que trabaja para que los internos puedan
leerlos durante un mes y posteriormente comentarlos. "Entre
un libro y otro, leemos textos cortos, algo de poesía y ahora
estamos empezando con la escritura", explica a Diagonal.
Las sesiones de lectura que imparte Cozar en la cárcel duran
unas dos horas y media y se llevan a cabo desde hace un par
de años, auspiciadas por la Confraternidad Carcelaria de
España (Concaes). Calcula que en cada taller participan una
media de diez reclusos e intenta que sean ellos quienes
elijan con qué libros van a trabajar. "Les suelen gustar
novelas de ficción como Un mundo feliz, Fahrenheit
451 o 1984, aunque hay mucha diversidad cultural entre ellos
y tienes que cuidar que unos no se pierdan y que otros no se
aburran", reconoce.
Para poder desarrollar esta actividad, hay que presentarla
previamente al centro, desde donde se remite a Instituciones
Penitenciarias, que decidirá si la aprueba o no. Cozar señala
que en este tiempo nunca han encontrado trabas para llevar
esos títulos a la prisión.
Sin embargo, la casuística con respecto al fomento de la
lectura en la cárcel es variada. No en todas las prisiones se
desarrollan talleres ni el acceso a las bibliotecas es el mismo
para las 61.620 personas que en febrero de 2016 vivían
privadas de libertad, según el último dato del ministerio de
Interior, que no incluye las cárceles catalanas desde 2010.
"Es mucho mayor el número de personas presas que no
acceden a este tipo de talleres de forma regular que el
1 que sí puede acceder, por lo que ese fomento no es
real"
Para María José Gea Fernández, especialista en derechos de la
infancia y participante en la Red Temática Internacional
GEISPE sobre Género y Sistema Penal, lo que se favorece es
"la lectura para un tipo concreto de persona presa: aquella
que tiene acceso a talleres formativos fuera del módulo, en el
módulo sociocultural. Incluso en algunos centros se imparten
cursos de fomento de la lectura haciendo lecturas colectivas
que luego se comentan. Por desgracia, es mucho mayor el
número de personas presas que no acceden a este tipo de
talleres de forma regular que el que sí puede acceder, por lo
que ese fomento no es real".
La vía más implantada para poder leer dentro de prisión son
las bibliotecas. En las cárceles suele existir una central y otras
de menor tamaño en los módulos. Pero esto cambia mucho de
una a otra.
Estíbaliz de Miguel, autora del ensayo Relaciones amorosas de
las mujeres encarceladas y miembro de SinRejas, red de
Investigación
sobre
Mujeres
y
Cárceles,
recuerda
para Diagonal el funcionamiento de la biblioteca en una
macrocárcel, tal y como le comentó una reclusa: "Hay dos
bibliotecas, una en el módulo y otra la central. Si no
encuentras algo en la del módulo, tienes que hacer un escrito
para que te dejen acceder a la central. Puedes coger dos
libros al mes y a los 15 días tienes que renovar".
De Miguel confirma que, "como muchas otras cosas en
prisión", la biblioteca varía mucho de un centro a otro. "Yo he
conocido cárceles 'pequeñas', de varios cientos de personas
presas, y a los módulos de mujeres sólo llegaba el catálogo,
pero no tenían opción de ver los libros", recuerda.
Desde la Asociación Colectivo La Calle, que trabaja en
programas para el desarrollo e inserción de menores y
jóvenes en riesgo de exclusión social, apuntan que, "en
2 principio, las personas presas no tienen por qué tener ninguna
restricción a ninguna lectura del catálogo de la biblioteca",
pero subrayan que una cosa bien distinta es "qué libros hay
disponibles en el catálogo, en función de qué criterio, y qué
libros pueden entrar de fuera".
En estas bibliotecas, las funciones habituales de un
bibliotecario –mantenimiento, ordenación y catalogación de
los ejemplares– son llevadas a cabo por reclusos. "Son,
además, los encargados de llevar un catálogo a cada módulo
y un carrito con los libros pedidos por los presos y las presas,
y en cada visita a un módulo realizan entregas y recogidas de
libros", indica Gea Fernández.
Libros peligrosos
Recientemente se conoció la devolución de un paquete sin
abrir que contenía un libro para la presa Noelia Cotelo,
enviado por su madre a la cárcel de Topas (Salamanca). En el
sobre se indicaba que la causa para denegar la recepción eran
"motivos de seguridad". Finalmente, se lo pudo entregar en
una visita personal el 22 de abril. A Cotelo le permiten tener
únicamente dos libros en la celda.
"La entrega y recepción de paquetes se torna en una forma
de ejercer chantaje o castigar a las personas presas que
resultan incómodas"
Gea Fernández considera que un libro no debería obtener
mayor dificultad a la hora de llegar a una persona presa, a
través de los cauces y controles oficiales, que otro tipo de
objeto.
Sin embargo, según su experiencia, "en ocasiones esa
entrega y recepción de paquetes se torna en una forma de
ejercer chantaje o en una forma de castigar a aquellas
personas presas que resultan incómodas, habitualmente por
reivindicar sus derechos o exigir mejoras en el trato a la
dirección de los centros. Las razones que se aluden para
3 negar la entrada de una determinada publicación suelen ser
cuestiones de seguridad".
En prisión sólo pueden entrar publicaciones que estén
registradas en ISBN, pero esta experta asegura que
"dependiendo del tipo de publicación y la temática que
aborde, es bastante probable que se aplique una cierta
censura en casos concretos".
Las trabajadoras de La Calle confirman esas trabas –
"explícitamente no, pero claro que hay que superar filtros: se
revisan títulos, contenido,…"– que sitúan en un marco de
limitaciones más amplio: "No sabemos con qué frecuencia
pasa respecto a un libro, pero la prohibición de meter cosas
de fuera pasa constantemente. Existe diferencia de criterio
sobre qué se puede meter o no en función de cada centro, de
quién esté en la dirección, de si es hoy o es mañana, etc. La
manera que tienen de justificar cualquier prohibición siempre
es por motivos de seguridad, y en realidad es una cosa que
depende de su voluntad y criterio".
Gea Fernández afina más y opina a modo de conclusión que
"este tema no es más que un reflejo de la arbitrariedad con la
que se toman las decisiones en los centros, alegando
cuestiones de seguridad por encima inclusive de otras que en
principio deberían relacionarse con la reeducación e
integración social: la autoformación no puede entenderse
como un peligro, sino como una intención por parte de la
persona presa de no caer en la apatía y las dinámicas
'negativas' dentro de prisión".
Un defecto de forma como excusa
En la actualidad, unos 50 ejemplares de cada número
de Diagonal se envían a los centros penitenciarios, a
receptores con nombre y apellidos, y también con destino a
las bibliotecas.
4 Que las personas presas puedan recibir información es uno de
los compromisos de este periódico desde sus comienzos. Sin
embargo, no siempre ha sido posible cumplirlo.
En 2013 comprobamos que los números enviados a distintas
prisiones no eran recibidos por sus destinatarios. La razón
aducida por Instituciones Penitenciarias fue que en los
ejemplares no figuraba el lugar de impresión ni el nombre de
la empresa que lo hacía. Subsanado ese defecto de forma,
algunas de las personas presas han denunciado que siguen
teniendo problemas para recibirlo.
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