CON LOS RESULTADOS A LA VISTA Por Juan Carlos Doyenart Luego de conocerse los resultados del 26 de octubre, se hace inevitable analizar las motivaciones que llevan al FA a su tercer gobierno consecutivo, manteniendo el 95% de los votos que obtuvo en 2004. La explicación más común ha sido responsabilizar a las encuestadoras (¿) por el error de estimación cometido a una semana del acto electoral. Al decir de Esteban Valenti (uy.press) yo tampoco creo en los suicidios colectivos, más si son públicos. Resulta impensable, excepto en mentalidades conspirativas, creer que todas las consultoras acordaron terminar con el FA diciendo que ganaban los PPTT. El disparate es tan grande que no vale la pena comentarlo. Ello no salva la responsabilidad de quienes se supone expertos en materia electoral de haber equivocado sus pronósticos y generado expectativas (positivas para unos, negativas para otros) que no se cumplieron. Creíamos que los uruguayos se habían modernizado y no era así afirmó un colega, cuando en realdad quienes no se habían modernizado eran los analistas políticos que continuaban mirando a la sociedad igual que 30 años atrás. En julio de este año publiqué un libro (Octubre 2014)donde pretendí explicar que la sociedad uruguaya había cambiado y mucho, donde todas aquellas variables que consideramos claves para predecir el voto ya no funcionaban de la misma forma. Claro que no hay peor sordo que aquel que no se oye a sí mismo y terminé cometiendo los mismos errores sobre los cuales advertía en el libro. Imperdonable. En dicho libro decía: “La sociedad en la que vivimos actualmente se caracteriza por el caos de las transiciones, donde el gran problema radica en que no sabemos hacia dónde estamos transitando, lo cual incrementa la división y el caos. Más que en una sociedad integrada, con pautas comunes, debemos pensar en conjuntos sociales sin sentido de pertenencia que conviven en un mismo territorio con intereses contrapuestos. Vivimos en una sociedad integrada por los “incluidos” y varios grupos de excluidos de muy diversa especie. Los excluidos del sistema productivo, del sistema educativo y de ambos; los excluidos de la sociedad del salario y de la protección social, del consumo tecnológico y del progreso. Hoy existen barreras y estigmas de tipo geográfico, laboral, educativo, tecnológico y de consumo, que van delineado una sociedad donde los excluidos del sistema central desconfían o están en vías de dejar de creer de aquellas pautas y reglas de juego que tradicionalmente se fijó nuestra sociedad. Para todos estos sectores, que no sólo se definen por la línea de pobreza, el sistema político y su principal actor, el partido político, le son algo ajeno, que poco les importa porque ya no dependen de ellos. Estos no buscan depositar su representación en “ellos”, sino en “nosotros”, no se sentirán atraídos por el patricio o doctor sino por aquel candidato que sientan más cerca o más parecido a ellos. Lógicamente, como toda sociedad en tránsito, convive la vieja sociedad integrada con estas “comunidades”, así como conviven quienes continúan creyendo en las tradicionales reglas de juego del sistema con quienes han dejado de hacerlo o están en vías de hacerlo” Es decir, estamos cambiando y mucho, pero aún no sabemos bien hacia dónde y cómo. Según el artículo de Esteban Valentí, la gente mayoritariamente votó por el progresismo, la modernización de la sociedad y el crecimiento económico vividos en estos 10 años de gobierno frentista. Veamos esto con más detenimiento, comenzando por descartar aquellos factores de poco o nulo peso. No se votó por ideologías, hace tiempo que no funciona aquello de la izquierda y la derecha. No se votó por campañas electorales y bonitos jingles, no se votó por renovar estilos o por una nueva generación de políticos, no se votó porque “Vamos bien, sigamos adelante”, es decir por el progresismo, ni se votó contra el IRPF. Si se votó con mucho pragmatismo, incluso diría yo con mucha inteligencia. Existe una pregunta muy simple qué todos obviamos pero no un 48% de la ciudadanía: ¿Qué razones existían para cambiar el gobierno por otro en manos de blancos y colorados? Sencillamente, no se me ocurre ninguna, al menos, qué sea de peso o de recibo. ¿Por qué los uruguayos iban a votar en defensa de instituciones a las cuales se les asigna escaso valor como la independencia del poder judicial, la institución presidencial o los abusos de poder en el aparato del estado? ¿A quiénes esto afectaba directamente? A muy pocos. ¿Por qué iban a votar contra el despilfarro del gobierno o sus políticas clientelísticas cuando el dinero también llegaba a la población. ¿Iban a votar contra el tipo de cambio, el desastre de PLUNA, una política exterior sin rumbo o porque Mujica les dijo “almas podridas” a la oposición? ¿Iban a cambiar el gobierno porque las mutualistas daban horas diferidas a 3 meses, cuando más de 400 mil personas habían ingresado al sistema y hoy contaban con cobertura? ¿Iban a cambiar el gobierno porque Mujica no logró concretar ninguna de las innumerables cosas que prometió hacer, cuando a la gente común no le interesan los trenes, ni la regasificadora, ni el puerto de aguas profundas, ni las rutas en mal estado? Ninguna de estos factores tenían el peso individual ni colectivo para enojar al electorado frentista y llevarlo a votar fuera del FA. ¿Por qué razón la gente iba a culpar exclusivamente al FA de los problemas de inseguridad o de nuestro sistema educativo, cuando son viejos problemas que se arrastran desde hace mucho tiempo y que la oposición nunca tuvo respuestas claras y globales? Tampoco podemos seguir menospreciando el peso que tiene una de las figuras más importantes de la historia política del país, que ya no son Herrera ni José Batlle y Ordoñez y que se llama José Mujica. Este hombre, tan criticados por algunos, es idolatrado por muchísima gente, dentro y fuera del país, no por sus obras (de las cuales en este momento no recuerdo ninguna), sino por un liderazgo ético y moral que en época de crisis de valores es fundamental. Las condiciones internacionales y una política económica criteriosa permitieron que la gente viva mejor, consuma más y tenga empleo. Si nadie hacía locuras, estilo Kirchner, el país funcionaba con piloto automático y Mujica podía decir y desdecirse todas las veces que quisiera. La gente estaba de acuerdo con él cuando decía que los profesionales universitarios eran parásitos que no servían para nada y, también, cuando decía que todos debían ser profesionales. Todo estaba bien. Pero existe un factor que considero clave, el proteccionismo estatal, algo que no ha cambiado de la cultura uruguaya, principalmente en los sectores de bajos ingresos y empleos inestables, así como de los funcionarios del estado, que son la mayoría de los uruguayos La política del clientelismo político en base a salarios sin más contrapartida que el voto se ha convertido en varios países latinoamericanos en un muy buen expediente para mantener a ciertos grupos en el poder. Hugo Chavéz fue uno de sus grandes artífices, pero García en Ecuador y Morales en Bolivia, sin olvidarnos de los K en Argentina, no se quedaron muy atrás. Chavez ganó 5 elecciones consecutivas, claro que no sólo por este motivo, pero donde ese clientelismo pesó y pesa mucho. El rico estado bolivariano, repleto de petrodólares, se ha dado el gusto de hacer cualquier cosa con la economía, mantener una clase de asalariados al servicio del gobierno (algunos de ellos con armas), coartar libertades, regalar dinero a sus amigos latinoamericanos y un sinfín de cosas más a costa del petróleo. Pero el aspecto que aquí nos interesa es el “modelo” de asistencialismo que no es más que el salario de la pobreza. Dejemos claro que no es exactamente el caso uruguayo, pero este fenómeno sí estuvo presente. Cuando en las elecciones de 1971 apareció el FA conviviendo con una renovación del P. Nacional de la mano de Wilson, el P. Colorado con Pacheco Areco a la cabeza fue quien ganó la elección. Si mirábamos el mapa de la pobreza en Montevideo veíamos que existía una muy fuerte correlación con los votos por el pachequismo. Los frentistas de aquella época decíamos que era la “falta de conciencia de clase”, la ignorancia fomentada por el gobierno de Pacheco para obtener los votos del “lumpen proletario”. Hoy ese mismo mapa tiene otro actor político privilegiado y es el FA, mientras que el lumpen proletario pasó a denominarse “sectores desfavorecidos”. ¿Ello querría decir que la ignorancia favorece al FA? Bueno, si utilizamos la misma lógica que en 1971 diríamos que sí, es decir en los barrios de mayor deserción escolar y menores ingresos predomina ampliamente el FA como podemos apreciar en este mapa. Piedras Blancas, Manga y Casavalle el FA obtuvo el 75% de los votos, una zona donde la deserción escolar alcanza el 70%. Sin embargo yo hace mucho tiempo que dejé de razonar de esta manera. Simplemente que aquellas personas de hogares pobres o empleo inestables, que viven en la periferia de Montevideo son personas muy pragmáticas al momento de votar. No votaron a Pacheco por ignorantes, porque era el hombre fuerte que enfrentaba a la guerrilla, nada de eso les importaba, lo votaban por el congelamiento de precios, por Subsistencias, tipo de cambio diferencial y políticas sociales de tinte populista que llevó adelante. Exactamente las mismas razones que hoy llevan a votar al FA, a quién consideran la fuerza política que les otorga mayores garantías desde la perspectiva del proteccionismo estatal (MIDES). ¿Por qué iban a pensar que blancos y colorados les daban las mismas garantías? No existía ninguna razón más allá que algunas veces –con timidez- dijeron que continuarían con la ayuda social. Toda esta gente hizo lo correcto desde el punto de vista de sus intereses personales y familiares, no por conciencia de clase, por ser de izquierda o razones de ese tipo. Si a todo esto le sumamos el resultado electoral del interior resulta muy interesante En 1971 el FA obtuvo el 7% de todos los votos del interior, hoy llega al 45%, sin lugar a dudas muchas cosas han cambiado. También aquí vale preguntarse por qué motivos la gente del interior querría cambiar este gobierno. ¿Por qué el FA vota bien en lugares tradicionalmente blancos, denominado el “Uruguay profundo”, como los casos de Paso Avería, Pueblo Esperanza, Pirarajá, Piedra Sola, Saucedo, Santo Dios y San Salvador, Pueblo Isidoro Noblía o Cerro pelado (busquen en el mapa)?. ¿Por ignorancia y atraso? Por favor no, por pragmatismo. Toda la bonanza económica generada por la producción agropecuaria –que enriqueció al terrateniente- también ha permitido que el peón rural y su familia vivan mucho mejor, que el alambrador, el podador, el fletero, el esquilador, el pequeño agricultor, el vendedor de fertilizantes, el pequeño comerciante, todos han sido favorecidos en estos 10 años. Entonces, ¿para qué cambiar el gobierno? Realmente resulta vergonzoso que quienes nos dedicamos a la actividad de analizar la sociedad, la evolución de la opinión pública y arriesgar pronósticos electorales nos hayamos equivocado tan feo.