Unidad 10. La II República

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Unidad 10
“LA SEGUNDA REPÚBLICA”
Fechas: 14 de Abril de 1931, Octubre de 1934 y 18 de Julio de 1936.
Personajes: N. Alcalá Zamora, M. Azaña, J. Calvo Sotelo, Clara Campoamor, F. Largo
Caballero y José Antonio Primo de Rivera.
Términos: CEDA, Estatuto de Autonomía, FAI, Falange, Frente Popular, Pacto de San
Sebastián y Sucesos de Casas Viejas.
Texto: Constitución de 1931
Cuestiones:
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

El bienio reformista de la Segunda República.
El bienio radical-cedista y la etapa del Frente Popular.
La cuestión agraria en la Extremadura de la Segunda República.
En la Segunda República se pusieron en marcha una serie de reformas que provocaron
la oposición de la oligarquía. Las tensiones y conflictos resultantes desembocaron, en julio de
1936, en la sublevación militar que dio origen a la Guerra Civil, una tragedia que ha marcado
de manera decisiva el devenir histórico del país.
Además, el periodo de la Segunda República coincide en el tiempo con un momento, el
de entreguerras, de enorme tensión internacional.
1.- EL GOBIERNO PROVISIONAL Y LA CONSTITUCIÓN DE 1931
Los resultados de las elecciones del 12 de abril produjeron una conmoción. Daba igual
que fueran sólo unas elecciones municipales: el rechazo a la Corona había sido contundente. Ya
el día 13 las calles de las principales ciudades se llenaron de manifestaciones. En la mañana del
14 de abril, la República fue proclamada en varias ciudades. Al atardecer, cuando ya Lluís
Companys la había establecido en Barcelona, los miembros del comité republicano llegaron a
la Puerta del Sol, donde tomaron posesión del gobierno del país y proclamaron la República,
en medio del entusiasmo popular. Esa misma noche Alfonso XIII abandonaba el país.
Los hombres que formaron el Gobierno provisional representaban a republicanos
liberales de izquierda y derecha, los partidos regionalistas y el PSOE. Pese a la heterogeneidad
de sus ideas y planteamientos, todos actuaron con bastante coordinación.
Pero la República se enfrentó desde el principio a una serie de problemas acuciantes.
El Gobierno decidió abordarlos mediante decretos ministeriales, mientras se procedía a
convocar las elecciones a Cortes. Así, el ministro Largo Caballero adoptó las primeras
medidas sociales (garantizar el trabajo y el salario de los campesinos, jornada de ocho horas).
Manuel Azaña inició también la reforma militar, exigiendo el juramento de fidelidad a la
República a los militares y proponiendo el retiro voluntario a quienes optaran por negarse. El
Gobierno promovió igualmente una importante legislación educativa (creación nuevas plazas
de maestros, de construcción de escuelas y se fundó el Patronato de Misiones Pedagógicas para
extender la enseñanza entre los adultos).También se puso en marcha el Estatuto Provisional de
autonomía de Cataluña. Fue el presidente de la recién establecida Generalitat, Francesc Maciá,
quien impulsó el proyecto, que fue aprobado en consulta popular en agosto, con amplia mayoría
de votos.
Desde los primeros días de la República, el ambiente social adquirió una tensión
preocupante. Anarquistas y socialistas estaban divididos entre quienes querían dar tiempo al
Gobierno y quienes exigían cambios rápidos y radicales. En la derecha, los decretos del
Gobierno provocaron la oposición de los terratenientes, los patronos y buena parte de los militares.
Pero el conflicto más grave se produjo a causa del enfrentamiento entre la Iglesia y el
nuevo régimen. Desde el principio, los sectores más reaccionarios del clero hostigaron al
Gobierno a través de pastorales por su política laicista en materia de enseñanza y de abandono
de la financiación de la Iglesia. La situación desembocó de mayo en la «quema de conventos»,
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una serie de disturbios que se saldaron con el asalto y destrucción de un centenar de edificios
religiosos. La actitud hostil de la Iglesia hacia la República había despertado el viejo anticlericalismo. El Gobierno, pese a declarar el estado de guerra, no pudo evitar los incidentes.
Sin embargo, el golpe a la imagen de la República fue durísimo. La quema de conventos fue
utilizada por las clases propietarias, que hicieron de la «defensa de la religión» una eficaz arma
de propaganda antirrepublicana.
Pese a todo, la campaña transcurrió con bastante normalidad y el 28 de junio se
celebraron las elecciones a Cortes constituyentes. Aunque parte de la derecha optó por no
votar y los anarquistas preconizaron la abstención, votó aproximadamente el 70 por 100 del
censo, que dio una clara victoria a la conjunción republicano-socialista, y, por tanto, un
respaldo popular a la acción del Gobierno.
La Constitución de 1931
La Constitución de 1931, aprobada el 9 de diciembre, constaba de 125 artículos. Se
inicia con una definición rotunda de soberanía popular: el nuevo Estado es una «República
democrática e trabajadores de toda clase».
A continuación se desarrolla una extensa declaración de derechos y libertades, no
sólo individuales y colectivos, sino también económicos, familiares y culturales. Entre los
aspectos más novedosos destaca el sufragio universal femenino por primera vez en la historia de
España. En este importante logro destacó la labor de la diputada Clara Campoamor. La
Constitución estableció también el matrimonio civil, el divorcio, la igualdad de todos en el
derecho a la educación y el trabajo como una obligación social protegida por la ley. Asimismo
proclamaba la subordinación del derecho a la propiedad privada al interés público, previéndose
la posibilidad de expropiación.
El poder legislativo corresponde en exclusiva a las Cortes, que constan de una sola
Cámara y constituyen la principal institución del sistema político.
En cuanto al poder ejecutivo, la Jefatura del Estado corresponde al presidente de la
República, elegido cada seis años. Sus competencias son limitadas y están controladas en todo
momento por la Cámara. El presidente nombra al jefe de Gobierno y, a propuesta de éste, a los
ministros, pero éstos deben ser ratificados por las Cortes, ante las que responden
individualmente.
Se establece un poder judicial totalmente independiente, con Tribunal de Garantías
Constitucionales.
Una de las mayores novedades del texto hace referencia a la articulación del Estado, la
famosa “cuestión regional”. Se establece la posibilidad de que un conjunto de provincias se
constituyan como región autónoma, mediante un Estatuto de autonomía aprobado por las
Cortes. La Constitución recoge con detalle las competencias susceptibles de ser transferidas a
las regiones. El debate sobre los estatutos fue uno de los más duros de la discusión
constitucional, y obligó a una redacción moderada y restrictiva, para contentar a la derecha y
evitar tentaciones federalistas.
En la «cuestión religiosa» se centraron los más encendidos debates. La Constitución
estableció la disolución de las congregaciones religiosas de «obediencia a autoridad distinta de
la legítima del Estado» (con lo que se quería expulsar a la Compañía de Jesús, cuya obediencia
era directa al papa). Desaparecía el presupuesto de culto y clero. Se prohibía a las
congregaciones religiosas el ejercicio de la enseñanza, la industria y el comercio y se
proclamaba la libertad de conciencia y cultos.
En conjunto, la Constitución era de talante claramente progresista. Sin embargo, fue
frontalmente rechazada por la Iglesia y por la derecha, a causa sobre todo del tratamiento dado a
la cuestión religiosa. Eso no impidió, sin embargo, que tras la aprobación de la Constitución,
Alcalá Zamora fuera elegido primer presidente de la República.
2.- EL BIENIO REFORMISTA (1931-1933)
El primer gabinete constitucional estaba presidido por Azaña y formado por el
mismo grupo de ministros, a excepción de los radicales de Lerroux, que rechazaron el programa
claramente izquierdista del Gobierno.
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2.1. Reformas sociales
Durante los años 1932 y 1933 el Gobierno profundizó en el programa reformista
iniciado durante el periodo provisional, aunque muy condicionado por la situación económica
(endeudamiento, recesión económica internacional, crisis del comercio exterior y crecimiento
del paro).
Largo Caballero, ministro de Trabajo, continuó con las reformas laborales (Ley de
Contratos de Trabajo y la de Jurados Mixtos).
La reforma de la enseñanza continuó a partir del programa de construcciones escolares
(más de 6.500 escuelas, mejora salarial de los maestros). El Gobierno adoptó un modelo basado
en la escuela única, pública, obligatoria y gratuita, y estableció la enseñanza mixta. La
eliminación de la religión católica como asignatura y la prohibición del ejercicio de la
enseñanza a las congregaciones religiosas provocaron el rechazo frontal de la derecha y de la
Iglesia.
El Gobierno continuó con la reforma militar iniciada por Azaña. Se trataba de reducir
el ejército y de modernizar su preparación y su dotación de material. Se suprimió la Academia
Militar de Zaragoza, cuya enseñanza se consideraba tradicionalista y anticuada. También se
derogó la «ley de jurisdicciones». El presupuesto militar fue recortado, y se reorganizaron las
plantillas para reducir el número de oficiales y generales. Azaña intentó reformar el sistema de
acceso para dar primacía a los estudios y exigir la formación para el ascenso, lo que le granjeó
la animadversión de una buena parte de los oficiales.
La situación de hambre que vivían los campesinos, sobre todo en Andalucía y
Extremadura hacía necesaria para la izquierda republicana como para los socialistas una
reforma agraria que acabara definitivamente con el hambre y con el atraso histórico del país.
Con la reforma se trataba de asentar a los campesinos en las tierras de latifundio que, por estar
mal explotadas o sin cultivar, se consideraban causa principal de la miseria campesina. Tras
cuatro meses de discusión y con la presión ejercida por campesinos, organizada por la CNT y el
PCE en tierras andaluzas y extremeñas, y por la de la derecha. La Ley de Bases para la
Reforma Agraria de septiembre de 1932 afectaba a toda Andalucía, Extremadura, La Mancha
y Salamanca. Declaraba la expropiación de tierras mal explotadas. Se creó el Instituto de
Reforma Agraria (IRA), encargado de hacer el inventario de tierras expropiables, con un presupuesto anual para indemnizar a los propietarios. Aunque era una ley tímida respecto a lo que
exigían sindicatos y partidos obreros, en el atrasado campo español significaba una revolución,
y como tal fue rechazada por la patronal y los partidos de la derecha.
Pero su aplicación fue un fracaso. La gran resistencia de los grandes propietarios, la
lentitud año en completar el registro de propiedades y en organizar el IRA, y además el escaso
presupuesto apenas permitía expropiar fincas. Y el resultado de esa lentitud fue irritar aún más
a un campesinado decepcionado del Gobierno de izquierdas y en paro creciente.
2.2. La oposición al Gobierno y los conflictos
El Gobierno contó desde el principio con una oposición abierta. En la derecha la
oposición parlamentaria estuvo encabezada por el Partido Radical de Lerroux, cada vez más
enfrentado a las reformas del Gobierno.
En la izquierda, la CNT, con más de un millón de afiliados, optó por una línea
revolucionaria, defendida por los miembros de la FAI. Lo mismo ocurrió en el PCE, que
contaba ya con varios miles de militantes.
Los conflictos sociales fueron continuos. Los campesinos y obreros habían puesto
muchas esperanzas en que la República traería las reformas que les sacarían de la situación de
miseria. Su impaciencia y la persistencia de los bajos salarios y del paro facilitaron la
movilización de los sindicatos anarquistas y del Partido Comunista. La patronal respondió
presionando al Gobierno, y éste, que no quería perder el control del país, utilizó las fuerzas de
orden público para reprimir las huelgas. El resultado fue una serie continua de incidentes
graves entre jornaleros y huelguistas contra miembros de la Guardia Civil y de la Guardia de
Asalto. Los acontecimientos de Castilblanco y, sobre todo, Casas Viejas, en los que la violencia
empleada y la ausencia de explicaciones del Gobierno provocarían un escándalo y una grave
crisis política. En el PSOE comenzó a imponerse la opinión de los partidarios de abandonar la
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coalición.
La oposición de la derecha al gobierno por sus medidas (expulsión de la Compañía de
Jesús, la reforma agraria y el Estatuto de autonomía para Cataluña, los desórdenes) empezó a
manifestarse a través de dos vías. Parte del ejército, descontento ya con la reforma militar,
comenzó a conspirar contra la República. La tensión política desembocó el 10 agosto en el
intento de golpe de Estado del general Sanjurjo. El golpe fracasó porque no tuvo respaldo en
la guarnición de Madrid, y en Sevilla, aunque logró dominar los cuarteles, los sindicatos y
partidos obreros paralizaron la ciudad.
El golpe sirvió al Gobierno para obtener el respaldo suficiente y hacer aprobar en una
misma sesión la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto catalán por una holgada mayoría.
También se organizó en nuevos partidos políticos. Los católicos lo hicieron en la
Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), bajo el liderazgo de José María Gil
Robles. Su programa incluía la modificación de la Constitución, la eliminación de todas las
medidas reformistas y la defensa de los intereses económicos de los propietarios. Contó desde el
principio con el apoyo explícito de la Iglesia. Los monárquicos fundaron Renovación
Española, bajo la dirección de José Calvo Sotelo. Y la ultraderecha se agrupó en la Falange
Española, grupo de ideología fascista fundado por José Antonio Primo de Rivera, el hijo del
dictador.
Tras unos meses marcados por discusiones parlamentarias, el desgaste y la falta de
apoyos del Gobierno llevó a la dimisión de Azaña y a la convocatoria de nuevas elecciones, en
noviembre de 1933. El claro triunfo de la derecha se debió a varias causas: el desgaste del
Gobierno, provocado por sus propios errores y por la conflictividad social, la unidad del centroderecha y la división de la izquierda y la elevada abstención en las zonas de predominio obrero.
La victoria de la derecha fue contestada por una insurrección armada organizada por
la CNT, que se extendió principalmente por Aragón, La Rioja y numerosos pueblos del sur. El
movimiento fracasó, pero causó cerca de un centenar de muertos.
3. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA (1933-1935)
3.1. El Gobierno del Partido Radical y el programa «rectificador»
Lerroux formó un gobierno con miembros exclusivamente del Partido Radical. La
CEDA, el grupo parlamentario más numeroso, quedó al margen, pero los radicales, que necesitaban los votos de la CEDA para gobernar, aceptaron aplicar un programa de
«rectificación» de la acción legislativa del bienio anterior. Ese giro conservador provocó
fuertes tensiones entre ellos y frecuentes crisis ministeriales, en una de las cuales abandonaría el
partido uno de sus líderes, Diego Martínez Barrio.
La reforma agraria quedó paralizada. Se detuvo el proceso de entrega de tierras a los
campesinos y se decretó la libertad de contratación y de fijación de salarios en el campo. Los
terratenientes se negaron a contratar a quienes hubieran manifestado una actitud reivindicativa.
La reforma militar quedó también detenida y se puso en destinos clave a militares
como Mola o Franco, manifiestamente antirrepublicanos. Se aprobó una amnistía para los
participantes en el golpe del 10 de agosto de 1932, mientras se mantenía en prisión a los
anarquistas detenidos en diciembre.
La política religiosa y educativa sufrió igualmente un cambio radical. Las Cortes
fijaron derechos pasivos para el clero, lo que iba contra la Constitución, y se paralizó el proceso
de secularización de la enseñanza. Se detuvieron también los programas de construcciones
escolares y de extensión cultural, al tiempo que se anulaba la enseñanza mixta.
También se bloquearon los Estatutos de autonomía, lo que provocó una situación de
tensión permanente de los nacionalistas con el Gobierno central.
Durante 1934 el país se polarizó definitivamente entre «las derechas» y «las
izquierdas».
3.2. La revolución de octubre de 1934
La revolución de octubre de 1934 fue sin duda el momento más crítico de la Segunda
República. El programa de «rectificación», los enfrentamientos callejeros, la violencia verbal en
la prensa y en las Cortes y la tensión entre los patronos y los trabajadores, provocaron una
situación explosiva en el verano anterior.
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La posible entrada de la CEDA, que no ocultaba su admiración por el nazismo alemán,
en el gabinete se identificaba desde la izquierda como el triunfo del fascismo. Los dirigentes de
la CEDA decidieron provocar la crisis del Gobierno radical. Tras la dimisión del gabinete, el 4
de octubre se formó nuevo Gobierno con tres dirigentes cedistas incluidos. Esa misma tarde
los dirigentes socialistas dieron la orden de huelga general. Al día siguiente el paro se extendió
por todas las ciudades del país.
Pero la movilización se convirtió en Asturias en una insurrección armada
revolucionaria. Los obreros, perfectamente organizados y preparados, destituyeron a las
autoridades y conquistaron la propia capital en duros combates contra el Ejército y las fuerzas
de orden público. Organizaron los suministros, mantuvieron la producción, cubrieron los
servicios sanitarios y de vigilancia, y se organizaron en comités de gobierno. Se trataba
abiertamente de una revolución socialista, en la que los revolucionarios tomaban todo el poder
en sus manos.
Sin embargo, el movimiento fracasó en Madrid. El Gobierno reaccionó rápidamente y
en la noche del mismo día 4 acuarteló a las tropas y detuvo a los principales dirigentes
socialistas y comunistas. En Cataluña, el apoyo del propio Companys hizo triunfar al principio
la revolución, pero dos días después el Ejército, tras bombardear el edificio de la Generalitat,
consiguió recuperar el mando y obtuvo la rendición del Gobierno catalán.
En el resto del país se produjeron conatos de insurrección, pero no llegaron a cuajar al
estar aislados entre sí y al no contar con apoyo campesino. Tampoco la CNT quiso unirse a la
sublevación.
Para combatir la revolución asturiana, el Gobierno entregó plenos poderes militares
al general Franco, que hizo traer tropas de la Legión. Los legionarios reconquistaron casa por
casa la ciudad de Oviedo. La resistencia fue aún mayor en toda la cuenca minera, hasta que,
finalmente, el día 19 se pactó una rendición. La Guardia Civil se encargó en los días siguientes
de ejercer una dura represión.
El balance de octubre de 1934 fue durísimo: más de mil trescientos muertos y el doble
de heridos entre insurrectos y fuerzas estatales. A ellos hay que añadir muchos más, no cuantificados, y algunos fusilamientos sin juicio en los primeros momentos de la represión. Entre los
30.000 detenidos estaban Companys, Azaña (que no había participado en la revolución) y los
principales dirigentes socialistas.
Todo el periodo posterior estuvo marcado por los sucesos de octubre. Los juicios contra
los revolucionarios dieron lugar a veinte condenas a muerte, finalmente conmutadas, aunque la
liberación de los detenidos quedó pendiente.
Durante 1935 el Gobierno radicalcedista continuó con su programa reaccionario
(suspensión del Estatuto de Cataluña, nueva Ley de Reforma Agraria), pero el Gobierno era
débil y estuvo en crisis de forma permanente. La crisis definitiva del Gobierno derechista se
desencadenó en octubre, cuando estalló el escándalo del estraperlo, un caso de soborno de altos
cargos a cambio de una autorización para introducir máquinas de juego en los casinos. El
escándalo trajo como consecuencia el hundimiento de Lerroux y de los líderes radicales. Otros
nuevos escándalos acabaron por convocar nuevas elecciones para febrero de 1936.
4. LAS ELECCIONES DE 1936 Y EL FRENTE POPULAR
Dos grandes bloques electorales se perfilaban, las «izquierdas» y las «derechas»,
enfrentados y sin posibilidad de entendimiento.
En enero se firmó el programa del Frente Popular. Fue un pacto difícil, sobre un
programa mínimo de orientación más bien de izquierda republicana burguesa. En él se
acordó restablecer de inmediato toda la legislación del primer bienio. Además, se decretaría una
amnistía, se anularían todas las represalias por la revolución de 1934 y se restablecerían las
garantías constitucionales, suspendidas desde entonces. Al Frente Popular se unieron Izquierda
Republicana, Esquerra Republicana de Catalunya, Unión Republicana, el PSOE, el PCE y el
Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). La CNT no participó, pero esta vez tampoco
pidió expresamente la abstención, lo que significaba en la práctica el apoyó al Frente Popular.
La coalición de derechas la formaron el Bloque Nacional monárquico y la CEDA.
Pero en muchas circunscripciones se presentaron divididos en varias candidaturas. Además, la
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coalición no fue capaz de hacer un programa sólido y coherente. El mismo José Antonio Primo
de Rivera criticó la falta de programa y mantuvo a la Falange fuera de la coalición. También el
PNV se presentó por su cuenta.
La campaña y las elecciones se celebraron con bastante orden, pese a la violencia verbal
y al clima de enfrentamiento latente. Votó un porcentaje muy alto del censo. El Frente Popular
obtuvo la victoria, sobre todo gracias a su triunfo en las grandes ciudades y en las provincias
del sur y de la periferia, mientras que la derecha se imponía en el norte y el interior.
El Gobierno puso en marcha el programa del Frente Popular de inmediato. Decretó una
amplia amnistía y se restablecieron el Estatuto catalán y el Parlament., Azaña decidió enviar
a los generales más sospechosos a puestos alejados de Madrid y distantes entre sí.
Pero el aspecto más significativo fue la ocupación de fincas y la reanudación de la
reforma agraria. La resistencia de los terratenientes provocó enfrentamientos entre campesinos
y la Guardia Civil. Al iniciarse el verano los propietarios se negaron a contratar jornaleros,
prefiriendo perder la cosecha.
El Gobierno también inició la tramitación parlamentaria de nuevos Estatutos de
autonomía. El de Galicia fue aprobado en plebiscito a finales de junio, y el de Euskadi estaba
ya prácticamente listo en julio de 1936.
Nada más constituirse las nuevas Cortes, su primera decisión fue destituir al
presidente de la República, Alcalá Zamora. La decisión fue fruto de un acuerdo entre Azaña y
Prieto para asumir, respectivamente, la Presidencia y la Jefatura del Gobierno, con el fin de
reforzar la coalición.
El 10 de mayo fue elegido Manuel Azaña presidente de la República, pero Prieto no
pudo convertirse en jefe de Gobierno por la negativa del PSOE a entrar en él. Las luchas
internas eran ya muy agudas en el partido, entre el ala izquierda dirigida por Largo Caballero,
partidaria de la revolución y de una alianza con el PCE, y la tendencia moderada liderada por
Prieto. El resultado es que Azaña hubo de nombrar jefe de Gobierno a Casares Quiroga,
miembro de su partido, que formó un gabinete exclusivo de republicanos de izquierda.
En realidad, el Frente Popular tuvo fisuras desde el principio. La izquierda obrera
adoptó una posición revolucionaria, al tiempo que la derecha pasaba abiertamente a la
conspiración contra el Gobierno legítimamente elegido.
Desde el mes de abril se sucedieron las luchas callejeras, las provocaciones y los
asesinatos entre grupos radicales. El resultado fue una dinámica de acción-represión que
ocasionó una escalada de violencia entre mayo y julio. El enfrentamiento fue especialmente
duro en las calles y en las universidades entre grupos falangistas y milicias socialistas,
comunistas y anarquistas. Tampoco el parlamento se libro de las acusaciones y amenazas entre
los líderes de la derecha y el Gobierno.
4.1. La gestación de la rebelión militar
Durante los años 1934 y 1935 se habían producido contactos entre líderes de la derecha
y algunos militares con la finalidad de conspirar y derribar a la república. Con la victoria del
Frente Popular, los líderes de la derecha llegaron a la conclusión de que sólo un golpe militar
podía evitar lo que consideraban una inminente revolución socialista. A la trama política, que
incluía a Gil Robles, Calvo Sotelo y José Antonio, se sumaron representantes de la oligarquía,
como Juan March, que prometieron su apoyo económico, y varios generales, entre ellos Mola,
Goded, Fanjul y Franco.
Tras un primer intento en abril, que falló por falta de coordinación entre los golpistas,
tomó el mando de la conspiración el general Mola, al que Azaña había destinado en Pamplona. Bajo el nombre de «El Director» comenzó a preparar el golpe minuciosamente. No tuvo
demasiadas dificultades para organizar la sublevación, puesto que había suficientes apoyos
entre el generalato, pero sí para coordinar los apoyos civiles, porque cada sector de la derecha
aspiraba a un modelo distinto de Gobierno tras el golpe. Fue el común rechazo hacia la política
reformista del Frente Popular y hacia una posible revolución lo que unió a todos los grupos de la
derecha.
El golpe militar, ya muy avanzados los preparativos al inicio del verano, se precipitó a
raíz del asesinato, el 12 de julio, de un oficial de la Guardia de Asalto. El crimen fue
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respondido de madrugada por sus compañeros radicales con el secuestro y asesinato del líder del
Bloque Nacional, José Calvo Sotelo. Al parecer, este hecho acabó por decidir a Franco, hasta
entonces dubitativo, a participar en la sublevación, lo que era clave en los planes de Mola. En
medio de los rumores de golpe, el jefe del Gobierno, Casares Quiroga, se mantuvo inactivo,
pese a las advertencias que le hacían los líderes obreros sobre la inminencia del mismo.
Finalmente, en la tarde del 17 de julio se produjo la rebelión en Marruecos.
5. LA CUESTIÓN AGRARIA EN LA EXTREMADURA DE LA SEGUNDA
REPÚBLICA.
La vida política, económica y social de Extremadura dependió en buena parte de la
cuestión agraria. La agricultura extremeña había conocido un proceso de expansión a lo
largo del primer tercio del siglo XX que hizo que a la altura de 1930 se labraran más de un
millón de hectáreas en la región, cifra nunca alcanzada hasta entonces.
La faceta agrícola de las dehesas se había encomendado a los yunteros, que trabajaban
en las grandes fincas como arrendatarios o aparceros aportando su medio de producción (la
yunta). La crisis de 1929 y la política de obstrucción al régimen republicano por parte de los
grandes propietarios hicieron que se redujera considerablemente la superficie cultivada,
dejando en el paro a miles de yunteros que demandaban básicamente trabajo en las fincas.
La otra gran demanda del campesinado extremeño y del resto de la España latifundista
era la recuperación del patrimonio comunal de los pueblos para conseguir asentar en las fincas
al campesinado en paro mediante arrendamientos colectivos.
En Extremadura, las tensiones en el campo se comprobaron con los periódicos procesos
de invasiones de fincas durante el invierno de 1931 a 1932, otoño de 1934 y marzo de 1936.
No se trataba de invasiones violentas, sino de ocupaciones de fincas para roturarlas con la
intención de que los hechos consumados permitieran a los yunteros obtener algún fruto de ellas.
Sin embargo, en varias ocasiones, la tensión de los acontecimientos llevó a duros
enfrentamientos entre la Guardia Civil y los campesinos, saldándose incluso con varios
muertos, como ocurrió en Castilblanco en enero de 1932 o en Miajadas en agosto de 1933.
Aunque la Ley de Reforma Agraria se aprobó en septiembre de 1932, el complejo
sistema burocrático para su puesta en marcha provocó el desencanto entre los campesinos. En
otoño de 1932, el paro alcanzaba en Extremadura sus cotas más altas. Azaña optó por recurrir a
la vía del decreto mediante la intensificación de cultivos de noviembre de 1932. Esta medida
se aplicó en las provincias latifundistas y tuvo especial importancia en Extremadura, donde
fueron asentados más de 30.000 campesinos. La agilidad de su aplicación en la región se debió a
la labor del Gobernador General de Extremadura, Luis Peña Novo, que durante los dos últimos
meses de 1932 se encargó de conseguir tierras prácticamente pueblo a pueblo par los yunteros
extremeños.
Este decreto de intensificación de cultivos significaba que los yunteros asentados podían
trabajar las tierras durante dos años a cambio de satisfacer una renta mínima al propietario.
Durante el Bienio de Derechas, cuando se acaban los contratos de los yunteros, éstos fueron
expulsados por los propietarios de las fincas, reapareciendo el paro.
En cuanto a las fincas expropiadas según la Ley de Reforma Agraria, la mayoría de
ellas procedían de la alta nobleza (Grandes de España) y tuvieron especial importancia en zonas
como Navalmoral, Trujillo y la Serena. El giro conservador del bienio radical-cedista dejó en
suspenso la aplicación de la Reforma Agraria.
El triunfo del Frente Popular en las elecciones de 1936 hizo que se volviesen a
asentar a yunteros en las fincas extremeñas (decretos de yunteros de marzo de marzo de 1936).
Así, en la madrugada del 25 de marzo de 1936, más de 25.000 campesinos extremeños se
lanzaron a roturar dehesas que no se estaban labrando. La reforma parecía tomar un nuevo
impulso. Se declararon expropiables por causa de “utilidad social” miles de hectáreas de
Cáceres y Badajoz y en vísperas del golpe se debatía en las Cortes el proyecto de rescate de
bienes comunales
La Guerra Civil frustraría las esperanzas de una verdadera reforma agraria que,
como tal, no volvería a darse nunca.
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