OCDE: Globalización y Renovación El club de los 30 países más ricos del mundo busca su renovación ante el fenómeno de la globalización y la explosiva incursión de los países emergentes en la economía mundial. El club de los 30 países más ricos del mundo, heredero del dispositivo creado para coordinar el Plan Marshall en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, busca su renovación ante el fenómeno de la globalización y la explosiva incursión de los países emergentes en la economía mundial. Al nuevo secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, no le resultará fácil. Este mexicano de 56 años, que fue ministro de Hacienda durante la crisis del Tequila en 1994, asumió las riendas de este privilegiado club el 1 de junio, tras diez años de mandato del canadiense Donald Johnston. Por primera vez este organismo deja su futuro próximo en manos de un país ajeno al G7 (Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Japón, Italia). Desde su creación, en 1961, el paisaje económico mundial cambió profundamente. En aquel momento, los veinte países miembros de la OCDE representaban el 75% de la economía mundial. Hoy, este porcentaje cayó hasta el 58%. India, Brasil y China han dejado de llamar a la puerta de la globalización para liderarla, con un crecimiento económico que en el caso de India o China triplica el de Estados Unidos o Japón. En este contexto, Gurría tiene la intención de conducir la irreversible ampliación de un organismo que protege la ortodoxia económica con recomendaciones y análisis orientados a reforzar las economías de sus países miembros. La emergente China está entre los candidatos. Ahora bien, “en su funcionamiento operativo, cuantos más miembros, más complicado resultará tomar decisiones”, explica el embajador de España ante la OCDE, Fernando Ballestero. De ahí que el organismo, en plena reorganización interna, se haya dotado de la mayoría cualificada para la adopción de decisiones. En un breve plazo de tiempo, se analizará el impacto económico de la ampliación en el presupuesto anual de la institución, que este año ascendió a 336 millones de euros. Por otro lado, Gurría hizo de la visibilidad su principal caballo de batalla para crear un nicho exclusivo que asegure el futuro de la organización frente a la proliferación de organismos internacionales. La OCDE debe competir con el FMI, el Banco Mundial o La Organización Mundial de Comercio, en la crisis general que atraviesan este tipo de organismos. En este sentido, Gurría dejó claro en su discurso de toma de posesión que “necesitamos un mandato claro y directo para estar en el centro mismo de la globalización. Un mandato para coordinarnos con las demás organizaciones internacionales a fin de evitar la duplicación de medidas, la competencia innecesaria y el desperdicio de recursos”. En definitiva, “un mandato para ser relevantes”. La institución que dirige Gurría cuenta con dos partidas, según los expertos. En primer lugar, el hecho de que la OCDE “se centre en el análisis del desarrollo económico y los factores que inciden en él”, explica Ballestero, y que hacen de la organización un experto en empleo, sanidad, energía, industria y un largo etcétera. “Su actividad es básica en cuanto a reformas económicas y los efectos de la globalización sobre los diferentes países, de ahí que su vigencia siga siendo clave”. En segundo lugar, la OCDE no concede préstamos ni subvenciones, como el FMI o el Banco Mundial. Sus recomendaciones no son de obligado cumplimiento para sus países miembros. Su herramienta es “la presión entre los pares para reorientar las políticas nacionales”, recalca Boissieu. “La única sanción es la credibilidad”. Los flujos migratorios, entre las prioridades La inmigración que llama a las puertas de los países ricos será una de las primeras preocupaciones de la OCDE bajo el mandato de Gurría. El envejecimiento de la población plantea, según el secretario general, no sólo la importancia de la estructura del sistema de pensiones y de servicios de salud, sino también la caída del crecimiento de la población. Por ello será necesario “diseñar políticas migratorias y de integración claras”. A esta prioridad Gurría añade como retos a medio y largo plazo los desequilibrios por cuenta corriente, “que han alcanzado niveles sin precedentes” y las enormes divergencias económicas entre los países miembros, no sólo en crecimiento económico, sino en nivel de vida y productividad. Gurría desea profundizar también sobre la carrera alcista del precio del petróleo y la búsqueda de energías alternativas.