La Lògia Bobby Crawford. Parte II El trabajo de Sergi Botella gira en torno a la realidad más cotidiana bajo la premisa de evidenciar los complejos engranajes afectivos y emocionales que definen nuestras rutinas diarias. Una estrategia que, desde la práctica artística, le permite ensayar fórmulas de ficción indisolubles de aquello real y verídico. Un sistema narrativo en constante proceso que toma como punto de partida las vivencias personales del artista, así como las relaciones e influencias surgidas de aquellos entornos inmediatos en los que se mueve: en este caso, Mollet del Vallès, Hangar y la literatura de ciencia-ficción de J.G. Ballard. Bobby Crawford, protagonista de la novela “Noches de cocaína” de Ballard, supone el alter ego – o al menos uno de ellos - de Sergi Botella para l’Aparador del Museu Joan Abelló de Mollet durante los meses de abril a junio de 2009. Un personaje que, situado literariamente en un complejo urbanístico de la costa sur de España (la urbanización “Estrella de mar”), se define por una dualidad extrema: por un lado trabaja como profesor de tenis en el mismo complejo; y por el otro opera como delincuente y terrorista que explora los beneficios del crimen para una sociedad aletargada y sumisa. Es decir, un personaje bipolar que genera rechazo y atracción al mismo tiempo y que usa el delito como sistema de irrupción y desajuste temporal del lugar y sus límites. Ante la invitación de trabajar en el contexto de Mollet - pequeña ciudad en la que el artista nunca había estado - Sergi Botella decidió estirar el relato ficticio de Ballard y llevarlo al terreno de la acción artística. Convertido así en un nuevo Bobby Crawford, en este caso él mismo cubierto con una capucha de chándal, el artista desarrolló toda una serie de actos delictivos que le llevaron a descubrir Mollet en base a dichas acciones y a las reacciones de su población. Las transgresiones de Bobby Crawford fueron documentadas en fotografías, ampliadas y colocadas dentro del espacio habitual de l’Aparador, un escaparate de 17 metros de largo que funciona las 24 horas del día. Orinar en las flores, atracar en un cajero, abrir un coche, firmar un cuadro de Joan Abelló, frotarse con ropa interior de alta gama, activar una bomba y robar un furgón se convirtieron en los siete delitos llevados a cabo por el artista. Una ficción que produjo multiplicidad de opiniones en Mollet, desde los que se dejaron atrapar por la ironía maliciosa del juego, hasta los que protestaron y denunciaron el proyecto por su inmoralidad y falta de ética. Una controversia que, lamentablemente, finalizó con la censura y desmontaje de La Lògia Bobby Crawford. No obstante, lo que en su momento recibimos como un fracaso y una decepción, quizá no lo fue tanto. Algo consiguió Bobby Crawford en Mollet; algo consiguió Sergi Botella en Mollet; algo que cuesta mucho que suceda, y más trabajando en arte contemporáneo. Los espectadores y transeúntes de la ciudad se posicionaron, debatieron y se implicaron ante unas obras que, al menos, no les dejaron indiferentes y les hicieron tomar cartas en el asunto. Hangar muestra ahora La Logia Bobby Crawford: Parte II, una segunda entrega de las aventuras y desventuras de un personaje incómodo e idealista que se refugia en la ilegalidad y el caos para acabar con el aburrimiento normativo y dar un nuevo sentido a la vida cotidiana. En esta ocasión, además de mostrar documentación de las acciones realizadas en Mollet, la exposición explora y profundiza en los gestos y tiempos previos y posteriores a la fechoría: el estudio detallado, lento y obsesivo del psicópata; y la parte eufórica y festiva del delito como acto vital. David Armengol