Las rampas de acceso a la entrada principal imitan un `peirao

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REPORTAJE | reviSta! |3
diariodepontevedra|domingo, 17 de noviembre de 2013
el arquitecto
Manuel de las Casas es un arquitecto toledano reconocido, que incluso recibió el Premio Nacional
de Arquitectura en el año 1999 por
el Centro Universitario de Ciencias de la Salud de A Coruña.
Además, en su currículum aparecen otras obras de la importancia
del pabellón de Castilla La Mancha en la Expo de Sevilla del 92,
el Centro Cultural Hispano Luso
de Zamora o las viviendas sociales
de Alcobendas. Entre sus edificios
está también el Pazo da Cultura
de Pontevedra, que se construyó
en 1997.
El arquitecto se formó en Madrid,
donde actualmente es catedrático
de la Escuela Técnica de Arquitectura en el área de Proyectos.
Además fue arquitecto inspector
jefe del Servicio de Restauración
de Monumentos (Ministerio de
Cultura), en 1983 subdirector general de proyectos y obras primero, y luego director general, en la
Dirección General de Arquitectura
y Edificación (Ministerio de Obras
Públicas) y director de la Bienal de
Arquitectura.
Se trata de un arquitecto que entiende la arquitectura como una
respuesta funcional muy estricta. En sus proyectos predomina
zonas para la circulación del público, los técnicos y los artistas
protagonistas del espectáculo. El
espacio que hay detrás del escenario es el que ocupan los técnicos.
Allí se encuentra la tramoya, y a lo
largo de varios pisos se distribuyen
todos los rincones en los que trabajan para que en escena todo salga
perfecto. A través de un elevador,
pueden moverse y transportar los
decorados o instrumentos pesados
directamente desde el almacén al
escenario.
Unos pisos más arriba, el visitante
adquiere una nueva visión de la escena. Y es que el auditorio se creó
con la intención de darle más usos.
Por eso, una estructura de madera
cubre el escenario y se adapta a las
necesidades de sonido moviéndose
hacia arriba y abajo para dar sonoridad. Es la concha, una pieza habitual en los teatros y que tiene su
espacio propio en el Pazo da Cultura para permitir más variedad
de eventos en el lugar.
Los entresijos de la función se advinan en cada rincón de la trastienda. Entre bastidores se encuentra
también una sala construida exclusivamente para guardar un piano
que donó la antigua Caja de Ahorros de Pontevedra. “Recuerdo haber escuchado que estaba valorado
en 15 millones de pesetas”, cuenta
Pilar Portela, la presidenta del Pazo
da Cultura. El aspecto más técnico
lo controla Francisco Vidal, al que
todos llaman Paco, que muestra
con orgullo la zona del Dimmer,
el lugar desde el que se proporciona electricidad para las luces del
escenario.
Tres grandes telas negras cuelgan
al fondo del escenario desde lo alto,
es la cámara negra, el lugar por el
que salen los artistas. La cámara
negra permite que el auditorio adquiera carácter de teatro, dotándolo de muchas más utilidades. Sobre
el escenario, Ezquieta destaca el
trabajo de ingeniería acústica de
la sala. “Para evitar los ecos, el arquitecto colocó materiales absorbentes del sonido: la moqueta, la
forma de la tela del techo, las butacas, incluso las paredes tienen
planchas de metal agurejeadas”,
cuenta el guía.
El espacio que queda a la derecha
del escenario está reservado para
los artistas. Tres pisos consecutivos comunicados por un ascensor
y unas escaleras están ocupados
por camerinos donde se preparan
para la actuación. Un ventanal con
vistas al río -una constante en en
edificio- acompaña a los protagonistas de cada función antes de
salir al escenario.
Pero las vistas más privilegiadas
del Lérez están reservadas al público. Continuando la curva que delimita el edificio comienza un nuevo
espacio, esta vez para el paso de los
espectadores. Una sala de espera
con la siempre presente cristalera precede la entrada al auditorio.
Varios sofás dispuestos en la sala
ofrecen un lugar de descanso con
vistas en primera fila al río. La
circunferencia se completa en ese
punto, después de haber recorrido todos los rincones del cilindro
central de la obra alrededor del
auditorio central.
Una terraza con vistas de toda
Pontevedra pone la guinda a la majestuodidad del edificio. Y es que
el Pazo ofrece una visión de 365
grados en cualquier dirección de
la ciudad. Pasear por esta terraza
tiene más valor todavía al ser consciente de que pocas veces se puede
acceder a ella.n
En la página anterior, imagen del auditorio desde la sala de control, la
zona de la terraza del Pazo da Cultura y vista del Ponte das Correntes.
Sobre estas líneas, butacas en el interior del auditorio, vistas del Ponte
do Burgo y el Ponte das Correntes sobre el río Lérez y, debajo, la tramoya
del auditorio.
visto
U n cilindro de pizarra
sobresale al noreste de
la ciudad de Pontevedra
presidiendo la ribera del
Lérez en tonos que oscilan entre el
gris y el verde oscuro.
Desde el año 1997 el Pazo da Cultura ocupa el otro lado del río junto
a las marismas del Lérez y la Illa
do Covo. El arquitecto que firma
esta obra es el toledano Manuel de
las Casas, que presentó a concurso
este proyecto en el año 1993 con
la finalidad de rehabilitar la otra
orilla del río.
Y es en el río en donde se centra
todo el complejo. A la entrada principal del Pazo da Cultura se accede por unas rampas que ascienden
desde la orilla del caudal, imitando
un muelle de piedra que conecta la
infraestructura con el Lérez. “Los
materiales con los que realiza estas
pendientes son comunes en Galicia
y los desniveles obedecen a esa intención de abrirse al río, esta vez
imitando a un tradicional ‘peirao’
que baja hasta la orilla”, cuenta
Santiago Ezquieta, arquitecto encargado de las visitas guiadas que
se realizan de tanto en tanto al
Pazo da Cultura.
El Pazo está formado por varios
espacios distribuidos por el entorno de A Xunqueira. Se trata de
cuatro volúmenes dispuestos en
torno a la plaza central que acogen
las principales funciones de la infraestructura: el auditorio, la sala
de exposiciones, el salón de actos y
el Recinto Feiral, añadido tiempo
después a la obra.
En total son 10.000 metros cuadrados de galerías, cristaleras, camerinos, una tramoya, una escena y
hasta un túnel que pocos conocen
que transcurre a lo largo de 200
metros en paralelo a la fachada del
recinto ferial.
Al entrar en el auditorio lo primero que llama la atención es el color de las paredes, de un naranja
chillón que da calidez a un espacio
tan amplio. Lo siguiente es la luz
que se cuela por la cristalera que
hay a modo de techo justo antes de
la entrada al auditorio. Al rebotar
contra las paredes, el naranja se
hace más brillante.
El cilindro central de la infraestructura acoge la zona más importante del complejo, con una división que, además de atractiva es
funcional. Y es que la organización
es vital en el Pazo. De este modo,
hay varios accesos al auditorio y
Las rampas de
acceso a la entrada
principal imitan un
‘peirao’ tradicional
Hay varios accesos
al auditorio para los
artistas, los técnicos
y el público
Se construyó un
cuarto para guardar
un piano donado por
la Caja de Ahorros
de Pontevedra
“El auditorio cuenta
con materiales
absorbentes del
sonido para evitar el
eco” (S. Ezquieta)
el cuidado por los aspectos constructivos y el entorno como referencia, como puede comprobarse
en el Pazo da Cultura.
El proyecto|El Pazo da Cultura es
una obra que se proyectó en 1993
con la idea de recuperar la zona
de la otra orilla del río Lérez. De
este modo se revitalizaba el lugar
con una obra de estas dimensiones. El arquitecto toledano ganó
el concurso y la llevó a cabo en el
transcurso de unos años.n
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