1 AECA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CONTABILIDAD Y

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AECA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CONTABILIDAD Y ADMINISTRACIÓN
DE EMPRESAS
ASOCIACIONES PROFESIONALES Y CALIDAD INSTITUCIONAL
Isabel de la Torre Prados
Catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid
19 de Junio 19,00 h.
CONFERENCIA EN EL CLUB FINANCIERO GÉNOVA
Marqués de la Ensenada, 14 Planta 14 –Madrid-
1
ASOCIACIONES PROFESIONALES Y CALIDAD INSTITUCIONAL
0.
Presentación.
Mis
primeras
palabras
quiero
que
sean
de
agradecimiento a la Asociación Española de Contabilidad y Administración de
Empresas y a su Presidente, por invitarme a intervenir en el acto de entrega de
los premios al mejor artículo sobre contabilidad y administración de empresas y
a la empresa española con mejor información financiera en Internet, así como
la convocatoria de Ayudas a la Investigación y la concesión de Becas a los
estudiantes universitarios de último curso de ciencias empresariales, pues me
ofrece la ocasión de exponer ante una amable audiencia mis reflexiones sobre
la contribución de las asociaciones profesionales al funcionamiento de las
instituciones y al conjunto de la sociedad. Hay un verso de Walt Whitman en su
Canto a mí mismo, que dice “Mis pensamientos no son míos solamente, si no
son vuestros también, no son nada…
En mi intervención no voy a referirme a las noticias que se publican en
los medios de comunicación sobre las asociaciones profesionales, como es el
caso de la nueva normativa sobre sociedades profesionales (Ley 15 de marzo
de 2007) o la reciente sentencia del Tribunal Supremo sobre la colegiación de
los Economistas (Enero de 2008).
A lo largo de mi exposición pretendo destacar la positiva aportación de
las asociaciones profesionales y su acción mediadora en la garantía de la
identidad profesional para asegurar el funcionamiento ordenado de la
profesión, proporcionando una pluralidad de opciones en distintas formas de
cooperación y competencia, estableciendo principios de excelencia, que son
una referencia para el funcionamiento de las instituciones en el marco de una
sociedad civil y favoreciendo, al mismo tiempo, el crecimiento económico y el
bienestar social. Una buena prueba de lo que estoy diciendo es la asociación
profesional que esta tarde nos acoge, AECA, en la que se practica el ejercicio
compartido de una especialidad profesional, se anticipan orientaciones ante
nuevas demandas sociales, se estimula la innovación y la creatividad y se
premia el esfuerzo. Además, ofrece un espacio para el intercambio y la
2
participación en asuntos de interés común que tienen una especial proyección
en la esfera pública.
Adelantaré que el contenido de mi intervención se ordena en tres
apartados: El primero se refiere a la identidad profesional; el segundo trata
sobre la contribución de las asociaciones profesionales a la estabilidad
institucional; y en la tercera parte trato de mostrar las consecuencias positivas
derivadas de la aportación de las asociaciones profesionales a la sociedad
civil. Al principio pensé que esta tercera parte diera título a mi intervención,
pero se abusa tanto hoy día de la expresión sociedad civil en los discursos
políticos, que he preferido destacar en el título el segundo de los contenidos, es
decir, la aportación de las asociaciones profesionales al funcionamiento
institucional.
1. La identidad profesional.
Habrán de convenir conmigo que los profesionales de las ciencias sociales,
y especialmente los que ejercemos la sociología, damos suma importancia al
conocimiento de la vida social, entre otras razones porque nos va en ello
nuestra actividad profesional, y tratamos de esclarecer su funcionamiento,
explicando, entre otras importantes cuestiones, la presencia de la pacífica
convivencia o de la tensión inherente a toda forma de conflicto social. La propia
experiencia personal de cada uno de nosotros nos dice que el acuerdo y el
conflicto están presentes en la vida social y que hay una fina línea de
separación entre ambos muy fácil de traspasar y que conviene desarrollar
procedimientos para asegurar el entendimiento y evitar el conflicto, si se quiere
garantizar la convivencia y facilitar nuestra vida social.
Pues bien, uno de los procedimientos que hay establecido para facilitar
la convivencia en la vida social es el que se basa en el mutuo reconocimiento
de las personas y de los grupos o entidades colectivas en sus respectivas
identidades1, ya sean territoriales, culturales, religiosas o lingüísticas,
1
HONNETH, Axel (1997) La lucha por el reconocimiento Barcelona, Crítica.
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socioeconómicas o de clase social. Desde este supuesto, cabe interpretar la
historia de la humanidad como un largo proceso de lucha y reconocimiento de
las identidades colectivas y sus distintas expresiones, al igual que la historia
individual de cada uno de nosotros supone explicar su recorrido desde el inicial
reconocimiento familiar basado en el amor y los afectos hasta la consolidación
del estatus de ciudadano, fundado en la universalidad de deberes y derechos
inherentes a nuestra consideración de miembro perteneciente a un Estado
reconocido por la comunidad política, incluyendo también, llegado el caso, la
posibilidad de una ciudadanía cosmopolita.
El diccionario de la Real Academia, define identidad como el “conjunto
de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan
frente a los demás…” En la sociología suele distinguirse entre identidades
colectivas e identidades personales, según nos refiramos a grupos sociales o a
personas, aunque tanto en un caso como en otro comparten el mismo
significado de proceso dinámico que requiere una interrelación social, puesto
que la afirmación de identidad personal o colectiva está basada en el
reconocimiento de los otros.
En estos tiempos de confusión y ruido (Faulkner diría de ruido y de furia)
sobre identidades territoriales, culturales y lingüísticas, no es el mejor momento
para hablar sosegadamente del complejo significado de identidad, salvo
señalar su principal característica que implica y presupone el establecimiento
de un vínculo relacional de confrontación y de mutuo reconocimiento para
establecer las diferencias entre cada uno de nosotros con los otros o de cada
grupo con los restantes grupos. El mutuo reconocimiento se fundamenta en
acuerdos producidos a través de largos procesos históricos cuyo resultado
culmina en la plural vigencia de identidades singulares y colectivas referidas
tanto a individuos como a grupos y manifestadas en diferentes ámbitos del
espacio privado y del espacio público, aunque hoy día esta diferencia entre los
dos ámbitos se encuentra diluida por la presencia de los medios de
comunicación.
4
Mencionaré dos ejemplos de esta variedad de identidades: El primero se
refiere a nuestro reconocimiento como miembro de pleno derecho en la
sociedad española a través del Documento Nacional de Identidad, que está
numerado y completado con una letra, en el que junto a nuestro nombre y dos
apellidos figuran unos mínimos datos personales: edad, sexo, domicilio,
nombre del padre y de la madre y hasta fecha no demasiado lejana, la
profesión. El segundo ejemplo evoca el actual proceso de pugna entre
identidades
territoriales
que vivimos
en
España con tan dramáticas
consecuencias en algunos casos para el normal desenvolvimiento de nuestra
vida cotidiana.
Entre las formas establecidas de reconocimiento social me ocuparé
ahora de la identidad profesional y del procedimiento institucional establecido
para asegurar la permanencia de su reconocimiento social. Al igual que ocurre
en otras sociedades de nuestro entorno, la identidad profesional procede de
una doble vía: la de reconocer el conocimiento y las habilidades adquiridas a
través del proceso educativo cuya culminación supone obtener un título oficial
expedido por una institución que tiene encomendada esta función social y que
en el nivel superior de la enseñanza es la Universidad. La segunda vía de
reconocimiento es la que procede de la pertenencia a una asociación de
profesionales en la que se comparten intereses, se difunde información y se
establecen criterios para el correcto ejercicio profesional defendiendo su
posición en el espacio público.
Quisiera señalar que si bien el título académico acredita la capacidad
personal para ejercer la profesión en competencia con otros titulados, es decir,
pone el énfasis en el reconocimiento individual, la pertenencia a una asociación
de profesionales, y especialmente la que no deriva de una colegiación
obligatoria, subraya la naturaleza cooperativa del ejercicio profesional apoyada
en su función reguladora y en su capacidad de difundir los principios de
excelencia y rigor como marco de referencia. En este sentido, si bien algunas
actuaciones de las asociaciones profesionales son presentadas como
reacciones defensivas de corporativismo, la mayoría de ellas responde al doble
objetivo de proteger los intereses de sus asociados y de reforzar la imagen de
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la asociación defendiendo su prestigio basado precisamente en la relación
cooperativa entre sus miembros y en la cohesión colegiada ante la sociedad.
2. Las asociaciones profesionales y su carácter institucional.
De las tres fuentes originarias del reconocimiento recíproco que
fundamentan la identidad en nuestra sociedad: el amor y los afectos; el
derecho y las normas; y la valoración y el prestigio, es esta última la que
explica el origen y desarrollo de las asociaciones profesionales. En efecto, la
competencia socialmente reconocida a una asociación profesional es el
resultado de establecer en las prácticas profesionales individuales su
capacidad reguladora, que se inspira en unos principios éticos trasladados a
unos códigos de conducta profesional cuyo cumplimiento se controla. Cuando
esta doble función se cumple y se comunica adecuadamente a la sociedad, la
especialidad ocupacional adquiere un prestigio socialmente reconocido cuya
valoración social mantiene la asociación profesional.
Significa, por tanto, que las asociaciones profesionales velan por el buen
desempeño
profesional
de
forma
consistente
y
complementariamente
organizada, pero esta finalidad no supone una defensa a ultranza de un modelo
rígido basado en reglas fijas de comportamiento profesional, sino que por el
contrario el carácter institucional de las asociaciones profesionales es lo
suficientemente flexible2 como para adaptarse a las condiciones cambiantes
del desempeño profesional y se adelanta a los cambios sociales y a las nuevas
tendencias culturales. Por citar un ejemplo de apertura a las demandas
sociales, citaré la creación desde el año 2002 en AECA del grupo de trabajo
sobre Responsabilidad Social de la Empresa y la publicación de documentos
que facilitan la aplicación y seguimiento de la RSC en las empresas.
El carácter institucional de las asociaciones profesionales deriva
principalmente de su vinculación con la esfera económica, aunque se relaciona
también con otras dos esferas: la cultural por compartir valores y la política por
2
SCOTT, W. Richard (2001) Institutions and Organizations Thousand Oaks , Sage (2ª ed.) pp.125 y ss.
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facilitar la participación asociativa, escuela de virtudes cívicas. Concretamente
en el terreno económico cumplen una función esencial tanto en las economías
maduras como en las economías en desarrollo. En el primer caso, su principal
aportación deriva de la función informativa que realizan con sus asociados y de
garantizar la seguridad del ejercicio profesional ante la sociedad, este último
aspecto cobra especial importancia en nuestra sociedad de la información y del
conocimiento, ya que implica el compromiso de la asociación profesional con la
innovación y la cualificación continua de nuestros profesionales en un doble
sentido: orientando a los responsables académicos en los cambios de la
formación reglada y ofreciendo vías complementarias para la formación
permanente de los asociados. Además, en la actual situación española con una
intervención normativa múltiple en nuestro mercado por las disposiciones
procedentes de las diecisietes administraciones autonómicas, las asociaciones
profesionales aportan un nexo necesario de articulación y de consistencia para
la necesaria fluidez del funcionamiento económico.
También las asociaciones profesionales tienen la posibilidad de
enriquecer y mejorar el desempeño profesional a través de iniciativas y
estímulos que se convierten en referencias a seguir no solo para los titulados
que ejercen su profesión, sino para quienes aspiran a ejercerla en un futuro
inmediato. Un buen ejemplo es el Programa de Becas para estudiantes de
Administración de Empresas, cuya entrega estamos celebrando.
Por lo que atañe a las economías en desarrollo, en las que la capacidad
creativa y emprendedora de la población cobra especial importancia, la
estabilidad institucional de las asociaciones profesionales ofrece la base
necesaria para garantizar un adecuado desarrollo de las capacidades
ocupacionales y asegurar su permanencia en el tiempo, favoreciendo así el
futuro sostenible de los proyectos. En los casos de iniciativas con enfoque
regional o local la capacidad de las asociaciones profesionales para establecer
alianzas con otras instituciones permite que actúen como agentes dinámicos
con posibilidad de proponer, participar e incluso liderar proyectos de desarrollo
endógeno.
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Ahora bien, las funciones de las asociaciones profesionales se favorecen
si actúan en un marco institucional más amplio en el que confluyen las
intervenciones de las esferas política, económica y cultural. En democracias
consolidadas podemos imaginar un escenario en el que se produce una
relación triangular dinámica entre las manifestaciones de la administración
pública que expresan el poder legal del Estado, la pluralidad de intereses
económicos que pugnan por el mercado y la presencia de numerosas
entidades que articulan un amplio abanico de agrupaciones cooperativas y
solidarias representadas en nuestro tejido asociativo, también llamado tercer
sector.
Para que esta relación triangular funcione con un cierto equilibrio es
imprescindible la existencia de una mutua confianza institucional y en este
sentido la aportación de las asociaciones profesionales desde el tejido
asociativo o tercer sector es especialmente destacable por dos razones: tienen
autonomía e independencia frente al poder político y aportan estabilidad en las
funciones
de
arbitraje
ante
situaciones
conflictivas
que
surgen
del
enfrentamiento de intereses en el mercado o de la aplicación de las
disposiciones administrativas.
3. Las asociaciones profesionales y la sociedad civil.
Las actuaciones de las asociaciones profesionales suponen pues una
aportación a la calidad institucional, fomentada dentro y fuera de la asociación,
que redunda en beneficio del funcionamiento económico y del conjunto de la
vida social, tanto por la actuación cooperativa entre los asociados como por la
capacidad de cristalizar valores vinculados al ejercicio de la profesión, velando
por el cumplimiento de su regulación y apoyando prácticas ejemplares que son
referencias para el conjunto de profesionales y especialistas, como las ayudas
a la investigación y los dos premios que hoy aquí nos reúnen.
Es decir, las asociaciones profesionales contribuyen a fortalecer y a
enriquecer el tejido asociativo, entendido como la expresión más genuina de la
sociedad civil, porque dentro del amplio y plural tejido de entidades asociativas
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que constituyen el tercer sector, las asociaciones profesionales aportan una
imagen de autonomía frente a la posible colisión o solapamiento de intereses
privados y públicos entre el mercado, el sector público y el tercer sector. Las
asociaciones profesionales se sostienen con las aportaciones económicas de
sus propios asociados y, salvo casos aislados de donaciones particulares, no
dependen de patrocinios y otras ayudas procedentes de la administración o de
las empresas. Esta autonomía es su principal garantía de independencia para
defender los derechos de sus asociados y plantear propuestas de mejora que
redundan en beneficio de toda la sociedad y, en definitiva, mejoran la vida
social.
Pero la necesaria evolución de las asociaciones profesionales y su
contribución a la sociedad civil no está exenta de riesgos:
-
El primero es su débil visibilidad social, que exige hacer un
doble esfuerzo de presencia pública basado en dos tipos de
mensajes: uno destinado al público especializado y otro dirigido
a la sociedad en general.
-
El segundo de los riesgos es el de mantener la autonomía y la
libertad de criterio frente a las propuestas del poder político y las
presiones del mercado y el mejor antídoto es adoptar una
posición reflexiva con visión de largo plazo ante aquellas
situaciones que requieren un pronunciamiento público de las
asociaciones profesionales.
-
Y el tercer riesgo es el de garantizar su obligada renovación con
la incorporación de nuevos asociados, especialmente de los
jóvenes titulados. A ellos hay que convencerles de la
importancia de pertenecer a redes de apoyo profesional,
venciendo su resistencia al compromiso cooperativo y la falsa
imagen de mantener una pretendida libertad individual en el
desarrollo de la profesión.
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Hay que insistir que en el ejercicio profesional se ponen en juego dos
tipos de conocimientos: los técnicos que se aplican en el aprovechamiento de
recursos y los conocimientos sobre atributos que afectan a personas,
circunstancias y procesos cuya característica común es su grado de
complejidad, que no se enseña en las aulas y que sólo se aprenden
compartiendo experiencias y creando redes.
La
incorporación
de
los
titulados
jóvenes
a
las
asociaciones
profesionales se sustenta en un doble argumento:
a) Desde una perspectiva individual, las asociaciones profesionales con
su respaldo corporativo proporcionan asesoramiento técnico y conocimientos
de atributos a sus asociados junto a una serie de servicios complementarios,
pero también ofrecen la oportunidad de vincularse personalmente a formas de
apoyo mutuo en un espacio privilegiado para la práctica del compromiso
asociativo, entendido como ejercicio de virtud cívica.
b) Desde una perspectiva general, la experiencia histórica muestra la
existencia de un círculo virtuoso entre el ejercicio de las virtudes cívicas, el
desarrollo económico y el bienestar social. La idea que subyace es que las
entidades asociativas fortalecen la confianza social, elemento fundamental para
que sea equilibrada la relación triangular entre el sector público, el mercado y la
sociedad civil y se beneficien mutuamente.
La confianza social es la argamasa de las redes de relaciones sociales,
que actúan a modo de contratos relacionales implícitos, favoreciendo las
decisiones y los acuerdos políticos y económicos entre los diferentes actores
sociales, tanto singulares como colectivos. La confianza social remite a la
noción de capital social.
A diferencia de los planteamientos de Robert Putnam3 y otros autores, que
consideran el capital social como indicador de calidad política y social, el
3
Putnam, R. (2003) El declive del capital social, Barcelona, Galaxia Gutemberg. La noción de capital
social desde su aparición en los años noventa ha generado un interesante debate sobre las condiciones
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significado que aquí atribuyo a capital social se refiere al entramado de redes
entre organizaciones e instituciones y a la capacidad de esta múltiple relación
para vertebrar la sociedad considerada como red de redes.
4. A modo de resumen
He seguido un itinerario explicativo que se iniciaba con la descripción de
la identidad profesional y la presencia de las asociaciones profesionales en
nuestra sociedad, su aportación al funcionamiento económico y su importante
contribución al marco institucional en el que se establece la relación triangular
entre el Estado, el mercado y el tercer sector, así como la garantía de su
presencia en el bienestar social.
He señalado también los riesgos en la evolución de las asociaciones
profesionales, deteniéndome especialmente en el que se refiere a asegurar su
renovación con la incorporación de jóvenes titulados y cómo para ellos la
pertenencia a las asociaciones profesionales no sólo supone asesoramiento y
respaldo profesional, sino que, por su misma naturaleza asociativa, es un
espacio privilegiado para la práctica de las virtudes cívicas y el fortalecimiento
de la confianza social.
Ahora quisiera finalizar mi intervención como la inicié, dando las gracias
por la atención prestada, porque saber escuchar es la parte esencial de las
palabras que se pronuncian con la intención de ampliar las oportunidades de
pensar. Llega el momento de poner fin a mi intervención porque, como decía el
poeta Píndaro hace más de veinte siglos, “muchas veces lo que se calla hace
más impresión que lo que se dice”.
institucionales que favorecen o dificultan su existencia en la sociedad y cómo afecta su mayor o menor
presencia a los sistemas democráticos.
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