Parroquia San Pedro – Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz

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Parroquia San Pedro – Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz (05-05-13)
Domingo 6° de Pascua –Ciclo CLecturas:
Hech 15, 1-2. 22-29
Sal 66, 2-3. 5-6. 8
Apoc 21, 10-14. 22-23
Evangelio:
Jn 14, 23-29
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará;
iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no
es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he
dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído
decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre
es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Su lámpara es el Cordero.
La Palabra de Dios hoy trata sobre la construcción de una ciudad. La Ciudad de Dios... Una de las grandes obras de San
Agustín lleva ese nombre. En ella leemos: «Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: la ciudad terrena el amor de sí
hasta el desprecio de Dios, y la ciudad celeste el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo» (San Agustín: Ciudad de
Dios XIV, 28). Y también «Las dos ciudades, en efecto, se encuentran mezcladas y confundidas en esta vida terrestre,
hasta que las separe el juicio final.» (op. cit. Proemio). La Iglesia es esta Ciudad que se construye por medio del Amor a
Dios y al prójimo. El amor es esencial para construir... Cito otra vez a San Agustín: «Si estos maderos y piedras no
estuvieran pacíficamente unidos, si no se amaran, por así decirlo, por su mutua conexión, nadie se atrevería a entrar
aquí» (San Agustín: Sermón 336, 1.6). Sólo el Amor une, forma este lugar de protección, de paz... Sólo el Amor forma un
hogar... Sólo el Amor construye y sostiene a la Iglesia: casa-refugio-templo-fortaleza (eran las funciones que cumplían los
templos materiales en la antigüedad). Al contrario, el amor egoísta es un falso amor. Un amor que no une, sino que
disgrega.[1]
En el Evangelio se nos habla del origen de este Amor. El Dios Amor, la Santísima Trinidad, que viene a morar en cada
cristiano fiel y en toda la Iglesia. El Todo está en cada parte.[2] Dios está en cada uno y en toda la Iglesia (su Cuerpo): «El
que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él». De otro modo podemos decir
que en cada cristiano fiel está toda la Iglesia. Ésa es la Paz y la unidad que nos da Jesús. La Paz que es él mismo en
nosotros.
En la primera lectura vemos cómo el Espíritu Santo guía a su Iglesia hacia la Unidad por medio de los Apóstoles y sus
sucesores, los Obispos. Fieles a ellos permanecemos en la Casa. Había surgido una agitación, una división mental entre
los cristianos que amenazaba convertirse en una ruptura del Amor, un derrumbamiento de la Casa. Entonces se reúnen
los Apóstoles en lo que se puede considerar el Primer Concilio de la historia y dicen: «El Espíritu Santo, y nosotros
mismos, hemos decidido...» Ésta es la conciencia de la Iglesia. No es una mera institución humana. Es un organismo
vivificado por el Espíritu Santo que ilumina a través de los Apóstoles...
Finalmente en el Apocalipsis vemos la obra terminada. La ciudad de Dios en su plenitud: «El Ángel me llevó en espíritu a
una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. La gloria
de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de, las perlas, como una piedra de jaspe cristalino.» En la
descripción de la Ciudad podemos distinguir las notas de la Iglesia: una, santa, católica y apostólica.
Una (con la unidad del amor, no de la uniformidad): Se la describe como una ciudad perfecta: con las mismas medidas
de ancho, largo y alto.[3] Nada le falta, nada le sobra. Todas sus partes están armoniosamente integradas. La imagen
misma de la Ciudad es un símbolo de unidad, de comunión.
Católica (que significa “universal”): La ciudad tiene doce puertas abiertas a los cuatro puntos cardinales. Doce puertas
para recibir a todas las naciones, desde los confines del mundo. Las puertas llevan los nombres de las doce tribus de
Israel para simbolizar que todos los que entran pasan a formar parte del Pueblo de Dios.[4]
Apostólica (fundada sobre el testimonio de los apóstoles): La ciudad tiene doce cimientos con los nombres de los
“Apóstoles del Cordero”. Los apóstoles predicaron la buena noticia de la resurrección de Jesús hasta dar su vida. Éste
testimonio sostiene a toda la Iglesia hasta el día de hoy.[5]
Santa: Porque el Santo de los Santos habita en medio de ella. Hecha de piedra traslúcida (jaspe cristalino), la Ciudad se
nos describe como una gran lámpara que deja ver la Luz de Dios que hay en su interior. «No vi ningún templo en la
Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna,
ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.» Cristo es el Templo de la Nueva Alianza, Él es el Sol de la
Iglesia y de la Vida eterna...
Hoy debemos preguntarnos ¿qué Ciudad estamos construyendo? ¿Estamos viviendo en el amor egoísta que disgrega o
en el amor generoso que une? ¿Construimos una Ciudad de puertas abiertas? Es decir, misionera y acogedora.
¿Afianzamos nuestra vida sobre el magisterio del Papa y los obispos o nos inventamos una doctrina a nuestro gusto? Y
finalmente ¿es Cristo el Centro de nuestra Vida? ¿Es nuestro Sol, la Lámpara que ilumina todos nuestros pasos?
[1] C.S. Lewis se preguntaba cómo podría mantenerse el infierno orgánica y jerárquicamente ordenado si allí reinaba el
egoísmo... Y halló la respuesta al ver cómo también el odio, el temor y la codicia generan una ilusión de unidad. Algo así
como la mafia se mantiene unida por los lazos del miedo y la ambición. Pero es siempre una unidad aparente. En el
fondo cada miembro de estas “familias” está solo.
[2] Como el ADN de las células que está en cada una y a su vez contiene la información para la completa estructura del
organismo.
[3] ¿Cómo podemos representarnos la imagen (ciertamente simbólica) que nos presenta aquí San Juan? Algunos la
representan cúbica, otros piramidal o formada por una sucesión de terrazas escalonadas (como la ciudad de Minas Tirith
imaginada por JRR Tolkien en El señor de los anillos).
[4] También se pude interpretar como el rescate del “resto” de Israel, disperso entre las naciones.
[5] La lectura de hoy nos ahorra el nombre de las doce piedras preciosas de las que están hechos los cimientos. En el
Antiguo Testamento estas doce piedras estaba incrustadas en el pectoral del Sumo Sacerdote y representaban a las doce
tribus de Israel. En la antigüedad las piedras preciosas no eran sólo un símbolo de riqueza y poder. Eran también, por su
color y su brillo, símbolo de la belleza del bien y de la verdad.
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