DIFERENCIAS DE GÉNERO EN LA AMPLITUD DE P300

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DIFERENCIAS DE GÉNERO EN LA AMPLITUD DE P300 DURANTE UNA
TAREA DE ATENCIÓN VISUO-ESPACIAL.
María Jesús Cardoso; Encarna Vaquero; Carlos Gómez; Manolo Vázquez; Javier J.
Gonzalez-de la Rosa.
Area de Psicobiología, Departamento de Psicología Experimental, Universidad de Sevilla, España.
PALABRAS CLAVE: PEVs, Atención visuo-espacial, Atención, Diferencias de género.
RESUMEN:
Disponer de correlatos psicofisiológicos que consideren las diferencias de género en el dominio del
tiempo mediante la técnica de Potenciales Evocados se ha convertido en una información
imprescindible en el campo de la investigación en Psiquiatría (Turesky et al. 1998) y Psicología
Cognitiva (Vaquero et al. 2001; Rossion et al.1999; Oliver-Rodriguez et al. 1999), per se y porque
las diferencias intersexuales en los Potenciales Evocados por sujetos sanos son el control
necesario para estudiar las diferentes patologías. En este sentido, el objetivo del presente trabajo
es constatar las posibles diferencias de género en la amplitud del componente P300 (395-435 ms)
por una tarea cognitiva de atención selectiva visuo-espacial en sujetos adultos jóvenes y sanos.
Utilizando un paradigma oddball de atención visuo-espacial, se pidió a los sujetos que atendieran a
un solo campo visual que se alternaba en cada bloque hasta completar 10 bloques. Se registró
EEG en electrodos frontales, centrales, parietales, temporales y occipitales.
Los resultados coinciden con trabajos previos en que los varones poseen mayor arousal. Respecto
al componente P3, encontramos que es modulado por atención y presenta sus mayores amplitudes
en la condición atendida respecto a la no atendida, en regiones centro-parietales en hombres y en
regiones temporo-parietales en mujeres. Este componente se ha considerado clásicamente como
un indicador de atención selectiva que refleja procesos de orden cognitivo. También encontramos
diferencias intra-género en el grupo de varones. Estos presentaron una asimetría funcional frontal
del hemisferio derecho género-específica para atención visuo-espacial que no se observó en
mujeres.
Introducción
Aunque abundan relativamente los estudios EEG de frecuencia (Densidad de Potencia espectral,
coherencia inter e intrahemisférica) que consideran las diferencias de género en las capacidades y
en las diferencias hemisféricas (Eeg-Oloffson, 1980; Flor-Henry et al. 1987; Harmony et al. 1990,
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Marosi et al. 1993) los realizados con Potenciales Evocados visuales (PEVs) son bastante más
escasos. Los existentes predominan en la modalidad sensorial auditiva respecto a la visual, la
olfatoria, la somatosensorial o la multimodal. Disponer de correlatos psicofisiológicos que
consideren las diferencias de género en los componentes de los PEVs se ha convertido en una
información importante en la investigación de Psicología Cognitiva (Oliver-Rodriguez et al. 1999),
Psicología Diferencial (Wegesin, 1998) y Psicopatológica. (Turestky et al. 1998), per se y porque
las diferencias intersexuales en los Potenciales Evocados por sujetos sanos son un control
necesario para utilizarlos diagnósticamente. Así, en la última década se han iniciado estudios de
este tipo en problemas prioritarios, tales como: envejecimiento normal o patológico (Amenedo et al.
1998; Kügler et al. 1999), dependencias (Cadaveiras et al. 1991; Rodriguez-Holguin et al. 1999) y
psicopatologías de gran incidencia como: depresión, stress y ansiedad (Boudarene et al. 1997),
esquizofrenia (Turestky et al. 1997), Down y otras aneuploidías (Seidl et al. 1997; Netley et al.
1995), trastornos atencionales (Johnstone et al. 1996), e incluso factores estacionales (Kosmidis et
al. 1998).
Diversas revisiones de datos conductuales de adultos (Bradshaw et al. 1983; Kolb et al. 1985)
sobre capacidades y atención visuo-espaciales coinciden en que los varones tienden a presentar
mejores capacidades espaciales que las mujeres en general y, en particular, para tareas de
atención sostenida y dirigida parecen ser ligeramente más atentos (Davies et al. 1984). Se ha
sugerido la existencia de diferencias de género en los cambios producidos durante el paso de la
niñez a la adolescencia y que afectan a zonas posteriores (principalmente zonas parietales) y
anteriores del sistema atencional (Novakovic, 1995) También se ha señalado que las diferencias
funcionales entre ambos hemisferios cerebrales son menores en mujeres que en hombres,
especialmente en tareas verbales, aunque no tanto para tareas no verbales (Bryden, 1982).
Los trabajos electrofisiológicos coinciden en sus interpretaciones en que una maduración cerebral
más temprana (predominante en mujeres) o más tardía (predominante en hombres) influye en
mejores capacidades verbales o espaciales, respectivamente (Shearer et al. 1984, Manaut et al.
2001). Los estudios de potenciales evocados visuales (PEVs) por tareas de atención espacial,
realizados con niños/as que nacieron prematuramente o con embarazo a término son ilustrativos al
respecto (Lavoie et al. 1998). En otro interesante trabajo EEG (con 64 electrodos) de diseño
longisectional realizado por Hanlon (1995) con 500 niños, desde el nacimiento hasta los 16 años,
no sólo encontró diferencias neurológicas en función del género sino también diferencias en la
secuencia temporal del desarrollo cortical, señalando que el desarrollo postnatal en cada género se
concentra principalmente en aquellos aspectos menos desarrollados durante el crecimiento fetal (
p.e. las mujeres fomentan el desarrollo del hemisferio derecho, mientras que los hombres fomentan
el desarrollo del hemisferio izquierdo).
Esto da como resultado que las mayores diferencias de género se encuentren situadas en las
regiones prefrontales medial y lateral del hemisferio izquierdo y en regiones posteriores del
hemisferio derecho.
Centrándonos en el proceso de atención visuo-espacial en experimentos que utilizan PEVs hay que
señalar que el componente P300 ha sido clásicamente utilizado para el estudio de variables de tipo
cognitivas.
Este componente relacionado con atención selectiva y de latencia entre 250 y 500 ms) fue
descubierto por Sutton et al. (1965) y caracterizado por Squires et al. (1975). Se obtiene
habitualmente usando paradigmas "oddball" (estímulos infrecuentes se intercalan entre otros más
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frecuentes)
Respecto a su significado funcional aún no se ha alcanzado un consenso definitivo (Knight, 1997),
quizás debido al hecho de que es un componente generado por múltiples fuentes que radican en
estructuras corticales: córtex prefrontal dorsolateral y unión parieto-temporal y en otras estructuras
subcorticales talámicas y límbicas. Está formado por dos subcomponentes: P3a, con una latencia
entre los 250 a 350 ms y una distribución frontocentral, que se ha relacionado funcionalmente con
la detección de estímulos novedosos, así como con los procesos de atención involuntaria o pasiva
y la reorientación atencional (Yamaguchi & Knight, 1991). El otro subcomponente es P3b, que
presenta una latencia entre los 350 y 550 ms y una distribución centroparietal. Se elicita durante la
realización de tareas de atención activa y se considera un indicador de atención selectiva. Su
significado funcional se ha relacionado con la actualización de la información en la memoria de
trabajo (Donchin & Coles, 1988) o con la terminación del proceso perceptual (Verleger, 1988). En
estudios que consideran el significado funcional de este componente en la jerarquía del proceso
atencional, algunos autores opinan que el complejo P3 representa el último estadío en la
identificación de un objetivo relevante por su significación o por los requerimientos de la tarea
(Hillyard & Münte, 1984, Picton & Hillyard, 1988). Se ha comprobado que si el sujeto no detecta la
presencia de un objetivo, el componente no es modulado (Hansen & Hillyard, 1983; Wijers et al.
1987).
La propia definición de atención selectiva indica un procesamiento diferencial de la información. En
este sentido, el objetivo del presente trabajo es constatar las posibles diferencias de género en los
componentes de los PEVs durante la realización de una tarea de Atención selectiva visuo-espacial
de tipo odball por sujetos adultos jóvenes y sanos. En esta línea se encuentran los trabajos
realizados por Desrocher et al. (1995) que estudiaron PEVs con tareas espaciales diferentes a las
nuestras, los trabajos realizados con niños nacidos prematuramente o con embarazo completo de
Lavoie et al. (1998) que también usaron un paradigma visuo-espacial de tipo oddball o los
realizados con niños por Harter et al. (1984, 1989) utilizando claves espaciales.
Métodos
Sujetos
La muestra se compone de 20 sujetos (10 hombres y 10 mujeres) sin ningún trastorno neurológico,
de edades comprendidas entre 18 y 24 años, con visión normal o corregida. Los sujetos dieron su
consentimiento para la realización del registro.
Diseño experimental
Utilizamos un paradigma clásico de atención visuo-espacial (Mangun et al. 1993) de tipo oddball
ampliamente contrastado que permite analizar la actividad evocada por un estímulo sin
interferencia de la actividad motora, dado que sólo se analizan los estímulos estándares que no
requieren respuesta por parte del sujeto. Además, como sólo se atiende a un campo visual
mientras se ignora el otro, las propiedades físicas del estímulo no son responsables de las
modificaciones en el EEG sino que son atribuibles a factores endógenos del sujeto (Mangun et al.
1993).
Los participantes eran situados a 70 centímetros de la pantalla de un monitor y se les pedía que
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mantuvieran su visión en un punto de fijación localizado en el centro de la pantalla (una cruz). En el
primer bloque de estímulos se les pedía que prestaran atención a uno de los campos visuales sin
mover los ojos del punto de fijación. Cada bloque contenía 100 ensayos, de los cuales el 90% eran
estándares y el 10% objetivos o targets. Los estímulos se presentaron en color blanco sobre fondo
negro. Los estándares eran círculos rellenos con un patrón en damero (frecuencia espacial: 0,82
grados por ciclo del campo visual). Los targets eran similares, pero se sustituyeron tres cuadrados
negros del damero por otros blancos que siempre eran los mismos. Todos los estímulos tenían un
diámetro fijo de 2,46 gav y un desplazamiento desde el eje medio vertical de 4,87 gav.
La duración de los estímulos fue de 300 ms, el intervalo entre estímulos (ISI) fue aleatorizado entre
1024 y 1300 ms para evitar la influencia de un componente tardío del ensayo previo en los
componentes tempranos del ensayo posterior, y eran presentados a un lado u otro del meridiano
horizontal de la pantalla con igual probabilidad y aleatoriamente. En un total de diez bloques de
ensayos se repitió el patrón alternativo campo visual izquierdo-derecho.
El sujeto sólo debía responder a los objetivos que aparecieran por el campo visual atendido
pulsando con el dedo índice de la mano derecha el botón izquierdo (para blancos detectados en el
campo visual izquierdo) o con el dedo corazón de la mano derecha el botón derecho (para
estímulos atendidos en el campo visual derecho), registrándose el tiempo de reacción (TR) y el
porcentaje de aciertos. Respecto al TR, se calculó la media y la desviación estándar para objetivos
en el campo visual atendido y en función del género.
Registro de los Potenciales Evocados
La señal EEG se registró mediante electrocap en los siguientes electrodos: F3, F4, C3, C4, P3, P4,
T5, T6, O1 y O2; todos ellos referenciados al mastoides derecho. Posteriormente, se referenció a
ambos mastoides mediante un procedimiento algebraico. Sus posiciones se ajustan al sistema
internacional 10-20. El factor de amplificación fue de 20.000 y se aplicó un filtro de banda de 0.01 a
100 Hz. Una vez amplificada la señal fue adquirida por ordenador con una tasa de digitalización de
250 Hz. Los movimientos oculares se registraron en los planos horizontal y vertical mediante
montajes bipolares de EOG.
Análisis de datos
Para analizar los componentes de los Potenciales Evocados exportamos sus valores medios en
ventanas seleccionadas. La ventana seleccionada para P300 fue desde 395 hasta 435 ms. La
definición de este intervalos resultó de la observación de las máximas diferencias entre la condición
atendida y la no atendida en un test de t-pareado previo.
Los datos obtenidos eran exportados para su análisis estadístico mediante el programa Statistics
Program for Social Science (SPSS).
El análisis de la varianza (ANOVA) fue la prueba estadística aplicada. Para los PEVs, se diseñó un
análisis con cinco factores: Atención (atendido - no atendido); posición del estímulo en el Campo
Visual (izquierda - derecha); Hemisferio donde se localiza el electrodo (izquierdo - derecho);
Electrodos: anteriores (Frontales, Centrales) y posteriores (Temporales, Parietales, Occipitales) y
Género (hombre-mujer). El nivel de significación considerado como estadísticamente significativo
fue del 0.05.
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Resultados
Resultados Conductuales
Para el análisis de los TRs se eliminaron las anticipaciones o respuestas realizadas por debajo de
los 150 ms. Se efectuó un ANOVA con los factores: género (G) y campo visual de procedencia del
estímulo (CV) que no resultó significativo. Los hombres presentaron tiempos de reacción (RTs) a
los objetivos atendidos más cortos que las mujeres, aunque estas diferencias no resultaron
estadísticamente significativas. En la siguiente tabla se muestran los tiempos de reacción y los
porcentajes de aciertos tanto para varones como para mujeres.
La ejecución de la tarea también fue realizada mejor por los varones, ya que su porcentaje de
aciertos fue del 91% (SD: 1.6) para estímulos procedentes del CV izquierdo y del 94% (SD: 0.8)
para los procedentes del CV derecho, mientras que en mujeres fue del 86% (SD: 1.1) para el CV
izquierdo y de 86% (SD: 1.6) para el CV derecho. Estas diferencias tampoco resultaron
estadísticamente significativas.
Análisis del Componente P300
Promediando los valores de voltaje de la variable Electrodos en los niveles: anteriores (F y C) y
posteriores (P, T y O), analizamos mediante un test ANOVA, la amplitud del componente P3
(latencia 395-435 ms) para los citados factores: Atención, Género, Hemisferio, Campo Visual y
Electrodos. Los resultados significativos y cercanos a la significación se muestran en la siguiente
tabla.
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Para P3 obtuvimos efectos principales significativos de: Atención (mayor amplitud en la condición
atendida respecto a la no atendida) y también de Género (mayor amplitud en hombres que en
mujeres) y la interacción (E x A x G). Los tests "t" pareados indicaron que la amplitud del
componente P3 es mayor en los electrodos anteriores (F y C) para la condición atendida en los
hombres comparados con las mujeres (t = 4.62; p = 0.001; hombres: 2.29 uv, mujeres: 0.056 uv.)
(véanse figs. 1 y 2).
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Dado que las interacciones de primer orden (E x G) y (H x G) que implicaban al género, al
hemisferio y a los electrodos resultaron próximas al nivel de significación exigido, decidimos
realizar nuevos ANOVAs para cada hemisferio separadamente con los 4 factores: A, G, CV y E,
considerando el factor electrodos con 2 niveles: anteriores (F y C) y posteriores (P, T y O). Los
resultados se muestran en la tabla.
Los resultados obtenidos para el hemisferio derecho indican efectos principales de género y de
campo visual, así como la interacción significativa (E x G) que no se observan en el hemisferio
izquierdo. El efecto principal de género constató la relevancia visuo-espacial del hemisferio derecho
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en hombres respecto a mujeres. Los análisis de comparación de medias en las diferentes
condiciones indicaron que la amplitud de P3 fue significativamente mayor en el hemisferio derecho
de hombres respecto a hemisferio derecho de mujeres en los electrodos anteriores tanto para la
condición atendida (t = 6.30; p = 0.0001; hombres: 2.75 uv, mujeres: -0.14 uv) como para la
condición no atendida (t = 3.20; p = 0.011; hombres: 1.75 uv, mujeres: 0.15 uv). Concretamente,
comprobamos que los hombres presentaron mayores amplitudes que las mujeres en los siguientes
electrodos: F4 en la condición atendida (t = 5.18; p = 0.001; hombres: 1.73 uv, mujeres: -0.79 uv),
C4 en la condición atendida (t = 4.78; p = 0.001; hombres: 3.77 uv, mujeres: 0.51 uv) y en la
condición no atendida (t = 2.93; p = 0.017; hombres: 2.75 uv, mujeres: 0.40 uv) y P4 para la
condición atendida como tendencia no significativa (p = 0.068; hombres: 3.48 uv, mujeres: 1.92
uv)).
Al igual que habíamos analizado cada hemisferio por separado para resaltar las diferencias
inter-géneros, a continuación analizamos cada género por separado para resaltar las diferencias
intra-géneros. Así, realizamos dos ANOVAs independientes para cada género. En ambos casos los
4 factores fueron: E, H, A y CV y los electrodos se promediaron en los citados niveles anteriores (F
y C) y posteriores (P, T y O). Los resultados se muestran en la siguiente tabla.
En hombres, la amplitud del componente P3 fue mayor en la condición atendida que en la no
atendida (efecto principal de atención) y el factor Hemisferio se aproximó al nivel de significación.
Por tanto, nuestros resultados no indican una asimetría absoluta del hemisferio derecho, sino mas
bien una asimetría por electrodos como indica la interacción significativa (E x H). El análisis de t
pareados indicó que los electrodos anteriores del hemisferio derecho presentan mas amplitud para
el componente P3 que los mismos del hemisferio izquierdo en hombres (t = 2.42; p = 0.039; H
derecho hombres: 2.25 uv, H izquierdo hombres: 1.24 uv). Comprobamos que este resultado se
debió al electrodo F4 (F4 vs F3, t = 3.29; p = 0,009; F4: 1.24 uv, F3: 0.11uv), ya que la
comparación hemisférica de los demás electrodos no presentó diferencias significativas, indicando
una asimetría frontal derecha en varones.
En mujeres, el efecto del factor electrodos se debió a que la amplitud del componente P3 fue
significativamente mayor en electrodos posteriores que en anteriores. La interacción de primer
orden (E x A) se contrastó obteniéndose que la amplitud es significativamente mayor en electrodos
posteriores en la condición atendida respecto a la condición no atendida (t = 3.33; p = 0.009;
atendido: 2.26 uv, no atendido: 0.41) y que el procesamiento hemisférico fue contralateral al campo
visual de procedencia del estímulo, como indica la interacción significativa Ex A x H x CV. Por
tanto, en las mujeres no se observaron diferencias interhemisféricas.
Por otra parte, en la bibliografía está bastante consolidada la distribución centro-parietal de P3b
(Squires et al. 1975, Donchin & Coles, 1988, ), pero en estos trabajos no se consideraron posibles
diferencias de género. Aquí utilizamos para la exportación una latencia comprendida entre 395 y
435 ms característica de P3b, y en efecto comprobamos que, en los promedios globales (hombres
y mujeres) y en el grupo de hombres, los mayores voltajes se dieron en las derivaciones centrales y
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parietales, pero también habíamos observado en los diferentes electrodos que los hombres
presentaban, como mínimo, 1 uv más que las mujeres en todas las condiciones, salvo en los
electrodos temporales, donde las mujeres presentaron sus puntuaciones máximas (las amplitudes
de P3, de mayor a menor voltaje, se distribuyeron en las regiones: centrales (hombres: 2.82 uv,
mujeres: 0.67 uv), parietales (hombres: 2.47 uv, mujeres: 1.30 uv), temporales (hombres: 1.89 uv,
mujeres: 1.59 uv), occipitales (hombres: 1.04 uv, mujeres: 0.56 uv) y frontales (hombres: 0.68 uv,
mujeres: -0.44 uv). (vease fig. 2)
En los análisis que no consideran el género como factor podría ocurrir que dicha diferencia de
voltaje ocultase cierta diferencia en el propio procesamiento, ya que las mujeres presentaron
similar voltaje que los varones en las regiones temporales y algo menos en las regiones parietales.
Así pues, realizamos un ANOVA promediando los valores de los electrodos en dos niveles: 1.
centrales y parietales (C y P) y 2. temporales y parietales (T y P) para los factores A, G, H y CV,
obteniendo los siguientes efectos principales: Atención (F(1,9) = 16,93; p = 0.003), y Campo Visual
(F(1,9) = 6.7; p = 0.029). El Género no resultó significativo como efecto principal (F(1,9) = 3,65; p =
0.088), pero sí se dieron las interacciones significativas (E x G) (F(1,9) = 26.58; p = 0.001 y (E x A x
G) (F(1,9) = 21.25; p = 0.001).
Los tests t pareados confirmaron nuestra hipótesis, pues demostraron una mayor amplitud de P3
(395-435) en los electrodos centro-parietales de los hombres comparados con las mujeres (t =
2.63; p = 0.027; hombres C-P: 2.64 uv, mujeres C-P: 0.98 uv) y también que los electrodos
temporo-parietales de las mujeres tenían mayor amplitud que los centro-parietales de las mismas (t
= 2.54; p = 0.032; mujer T-P: 1.44 uv, mujer C-P: 0.98 uv). Así mismo, en los contrastes específicos
para la interacción (E x A x G) resultó significativa la amplitud de los electrodos centro-parietales
para la condición atendida en hombres comparado con idem en mujeres (t = 3,26; p = 0.01;
hombres C-P atendido: 2.15 uv, mujeres C-P atendido: 1.51 uv).
En resumen, las regiones centrales (especialmente) y parietales presentaron mayor amplitud para
P3 (395-435) en varones que en mujeres. En mujeres, fueron las regiones temporales
(especialmente) y parietales las que presentaron mayor amplitud para P3 (395-435) que las
centro-parietales de mujeres, pero las regiones temporo-parietales (T-P) de mujeres no
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presentaron diferencias con las mismas (T-P) de los hombres. Además, para la condición atendida,
las regiones centro-parietales de varones presentan mayor amplitud que las de las mujeres.
Consecuentemente, en los estudios donde no se considera el factor género, la distribución
temporo-parietal característica de las mujeres para el componente P3 (395-435) no se observa
porque queda oculta debido a los mayores voltajes de los varones en todas las demás
derivaciones. De acuerdo con nuestros resultados, proponemos que la clásica distribución
centro-parietal de P3b se podría precisar como centro-parietal en hombres y temporo-parietal en
mujeres.
Discusión
Entre hombres y mujeres se ha establecido, entre otras, diferencias genéticas, neuroanatómicas,
neuroquímicas, fisiológicas y conductuales, pero no abundan los trabajos específicos que permitan
relacionar estas diferencias con medidas Psicofisiológicas.
Durante la década de los 80s se realizaron diversos trabajos para comprobar si los potenciales
evocados en diferentes modalidades sensoriales (visuales, auditivos y somatosensoriales) podían
ser influenciados por el género y la edad (Allison, 1983; Skuse, 1984). Estos trabajos se centraron
en el estudio de la latencia. Los resultados obtenidos muestran que la latencia de los componentes
de los potenciales evocados aumentan a medida que la edad del sujeto es mayor. Así mismo,
indicaron que las latencias en mujeres son menores que en varones. Estos autores consideraron
que estas diferencias en latencia podían deberse a un menor tamaño del cerebro de la mujeres,
dado que el tamaño cerebral es proporcional al volumen del organismo.
Estas diferencias en la latencia de los potenciales evocados no sólo se registraron en la edad
adulta. Fenwick (1981) realizó un estudio con niños cuyas edades estaban comprendidas entre 6 y
11 años y donde la tarea consistía en la discriminación de estímulos visuales mediante un
paradigma de tipo oddball clásico. Los resultados mostraron una menor latencia en los
componentes de los Potenciales Evocados Visuales en niñas. Dado que la muestra estaba
compuesta por prepúberes, Fenwick sugería que estas diferencias eran debidas al menor tamaño
del cerebro y no a la influencia de las hormonas. Sin embargo, otros autores proponen que estas
diferencias encontradas en latencia no sólo pueden ser explicadas por el tamaño del cerebro.
Marsh, en un trabajo realizado en 1994, comparó mujeres embarazadas con mujeres que no lo
estaban durante la realización de una tarea de atención visual, obteniendo menor latencia en P100
para las mujeres embarazadas respecto a las no embarazadas.
Otros trabajos, no sólo se han centrado en el estudio de la latencia (más susceptible de verse
influenciada por el tamaño cerebral), sino también en la amplitud. Andreassi et al. (1982) estudiaron
las diferencias en la amplitud de los Potenciales Evocados durante una tarea en la cual los sujetos
tenían que discriminar la profundidad y la distancia de distintos objetos. Encontraron que las
mujeres presentaron mayor amplitud en el componente Nl en el hemisferio derecho.
Posteriormente, Desrocher et al. (1995) estudiaron las diferencias de género en los Potenciales
Evocados Visuales durante una tarea de rotación mental. La tarea se dividió en dos tipos. En un
primer caso se pidió a los sujetos que rotaran mentalmente imágenes formadas por letras y
posteriormente que rotaran mentalmente imágenes que formaban parte del test de Thurston (PMA).
Los resultados conductuales mostraron diferencias significativas en función del género. Estos
autores encontraron que las mujeres necesitaron un mayor número de ensayos en ambas tareas
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que los hombres para llegar al 95% de aciertos.
Aunque las diferencias en el Tiempo de Reacción no llegaron a ser significativas, se observó que
las mujeres tardaron menos tiempo que los hombres en realizar la tarea de rotación mental de
letras, mientras que los hombres realizaron con mayor rapidez la tarea de rotación mental de
imágenes. En cuanto al análisis de los Potenciales Evocados, las mujeres presentaron una mayor
amplitud y una menor latencia para el componente N4 respecto a los hombres.
Además, otros trabajos han incluido la variable edad para comprobar sus posibles relaciones con
las diferencias de género. Así, La Marche (1986) estudió las posibles diferencias en los Potenciales
Evocados visuales en función del género y la edad durante la presentación de imágenes
geométricas.
La muestra estuvo compuesta por 4 grupos distintos: hombres y mujeres jóvenes (25-35 años),
hombres y mujeres de edad madura (55-70 años). Los resultados mostraron mayor amplitud para
Pl y Nl en mujeres en el grupo de edad madura.
Harter (1989) fue uno de los primeros en realizar un estudio de atención visuo-espacial utilizando
claves espaciales, con niños/as de edades comprendidas entre 6 y 9 años. En él, previamente a la
presentación del estímulo objetivo, aparecía una clave que, en el 80 % de los casos, indicaba el
lugar por el que aparecería el estímulo a responder. Los resultados conductuales también
mostraron menor tiempo de reacción en varones, aunque estas diferencias no llegaron a ser
estadísticamente significativas. El análisis de Potenciales Evocados, evidenció en todos los casos
una mayor amplitud en el hemisferio derecho en varones. El análisis de la variación contingente
negativa (VCN) (onda negativa que aparece entre la presentación del estímulo de aviso y el
estímulo objetivo) también mostró diferencias en función del género; concretamente, mayor
amplitud en niños en zonas occipitales del hemisferio izquierdo.
En general, se considera que una maduración cerebral más temprana, predominante en mujeres,
está relacionada con poseer mejores capacidades verbales, mientras que una maduración cerebral
más tardía, predominante en varones, lo está con poseer mejores capacidades espaciales. Los
estudios de Potenciales Evocados visuales durante tareas de atención espacial, llevados a cabo
con niños/as que nacieron prematuramente o con gestación completa son ilustrativos al respecto
(Lavoie et al. 1998). Centrándonos en nuestro estudio, las diferencias de género obtenidas en las
respuestas conductuales y en los componentes de los Potenciales Evocados Visuales se discuten
a continuación.
A pesar de que las mujeres fueron algo más lentas en sus respuestas conductuales y tuvieron peor
porcentaje de aciertos que los hombres, las diferencias no fueron estadísticamente significativas,
aunque estuvieron próximas a la significación (p= 0.06). Este resultado es coincidente con el
trabajo realizado por Desrocher et al. (1995) en el que el tiempo de reacción fue mayor en mujeres
aunque, al igual que en nuestro trabajo, la diferencia no llegó a ser significativa.
Respecto al componente P3 (395-435), hay que señalar que suele presentar sus mayores
amplitudes cuando es elicitado por estímulos target o infrecuentes, aunque también es elicitado por
estímulos estándares (Kok et al. 2001), como en este caso. Dado que los estándares no requieren
ninguna respuesta por parte del sujeto, podemos afirmar que ningún componente motor contaminó
los PEVs. Este componente posee una distribución centro-parietal y se ha relacionado con la
terminación del procesamiento preceptual (Verleger, 1988) y con la actualización de la memoria de
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trabajo (Donchin y Coles, 1988). En este sentido, el significado funcional propuesto por Hillyard et.
al. ( 1984) en la hipótesis denominada "template matching "consiste en
la categorización de eventos y considera que la amplitud de P3 reflejaría el grado de coincidencia
(match) entre el estímulo presentado al sujeto y la representación mental que el sujeto posee del
estímulo target. Así, en la jerarquía del proceso atencional, P3 representaría la última fase en la
identificación de estímulos relevantes.
En nuestros resultados, el análisis global (hombres y mujeres) de P3, considerando dos niveles
para los electrodos (anteriores y posteriores), indicó que los hombres presentaron mayor amplitud
que las mujeres (efecto principal de género).
Usando el mismo tipo de paradigma de atención visuo-espacial, Lavoie et al. (1998) también
obtuvo este resultado en P3, aunque para estímulos objetivos, en niños de 5-6 años edad, pues
comparando niños y niñas sanos que habían nacido con embarazo a término obtuvo una mayor
amplitud para P3 en varones y con una distribución centro-parietal; sin embargo, no obtuvo dicha
diferencia en la amplitud de P3 cuando comparó niños y niñas (sanos y de la misma edad) que
habían nacido prematuramente, especialmente en los electrodos centrales. Estos autores proponen
que la influencia de los niveles de andrógenos prenatales podrían influir en los generadores
neurales.
Sin embargo, Hoffman y Polich (1999) realizaron un trabajo donde estudiaron las diferencias de
género mediante Potenciales Evocados en la modalidad auditiva y la modalidad visual de forma
conjunta. La muestra estaba compuesta por un 50% de sujetos zurdos y otro 50% de sujetos
diestros que tenían que realizar dos tareas, una de identificación de estímulos y otra de
discriminación de estímulos mediante un paradigma oddball.
Los datos conductuales mostraron mayor tiempo de reacción en hombres que en mujeres para la
modalidad auditiva durante la tarea de identificación de estímulos. En cuanto al análisis de
Potenciales Evocados, sólo encontraron diferencias de género en el componente P3 que presentó
mayor amplitud en mujeres que en hombres. Aunque estos datos no coinciden con los obtenidos
en nuestro proyecto de investigación, tenemos que tener en cuenta que el estudio de Hoffman y
Polich utiliza una muestra de zurdos superior a la población normal (50% de zurdos frente al 2% de
incidencia de zurdos en la población normal). Trabajos previos han demostrado la existencia de
diferencias de género en función de la modalidad sensorial estudiada. En lo referente a la
modalidad auditiva, diversos trabajos han mostrado mayor amplitud en mujeres para el
componente P3 (Polich, 1986; Knight 1987).
En el trabajo realizado por Hirayasu et al. (2000) durante una tarea de atención auditiva mediante
un paradigma oddball, comprobaron que el componente P3 puede ser modulado en función del
género y la edad. Estos autores encontraron que la amplitud de P3 decrece con la edad y que ese
decremento en más acentuado en varones que en mujeres.
Por el contrario, los hombres presentan mayor amplitud que las mujeres en el componente P3
durante tareas visuales. Van Beijsterveldt et al. (1998) estudiaron las diferencias de género en la
amplitud de P3 en una muestra de gemelos monocigóticos y dicigóticos durante una tarea de
atención visual utilizando un paradigma oddball. Los resultados mostraron mayor amplitud de P3 en
hombres que en mujeres, tanto en gemelos monocigóticos como en gemelos dicigóticos. Así
mismo, Skrandies (1999) encontró que los hombres presentan mayor amplitud para P3 en zonas
posteriores durante la ejecución de una tarea aritmética.
Otros trabajos han estudiado las posibles diferencias de género en el reconocimiento de caras, así
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Oliver-Rodriguez et al. (1999) encontraron que los hombres presentan mayor amplitud que las
mujeres en el componente P3 durante una tarea de discriminación de caras. En base a los
resultados de estos trabajos, consideramos que el colapsar los datos procedentes de la modalidad
auditiva y visual puede enmascarar diferencias género-específicas de cada modalidad sensorial.
Nuestros resultados confirman que la modulación atencional también implica mayores amplitudes
para ambos sexos respecto a la no atencional. En la condición atendida, el componente P3
presentó mayor amplitud en los electrodos anteriores de los hombres comparados con las mujeres.
El análisis por hemisferios separados precisó que las diferencias inter-géneros fueron mas
acusadas en el hemisferio derecho, y se obtuvo que P3 fue mayor en hombres que en mujeres
(efecto principal de género), que P3 fue mayor en hombres que en mujeres para los electrodos
anteriores (E x G) y también que en la condición atendida, P3 presentó más amplitud en electrodos
anteriores de hombres versus mujeres.
Estos resultados son coherentes con diversos trabajos que han constatado la existencia de
diferencias hemisféricas en función de la tarea. Así, el procesamiento auditivo parece ser mejor en
el hemisferio izquierdo, mientras que el visual lo es en el derecho. En ambas modalidades: auditiva
y visual, los esteroides prenatales influyen en la organización diferencial que permite el desarrollo
de un modelo masculino de procesamiento cognitivo que implica mayor lateralización funcional,
mientras que el modelo femenino presenta una distribución mas igualada entre ambos hemisferios
(Hines, 1991). Sin embargo, la modalidad visual presenta una asimetría direccional que no se da
en la modalidad auditiva consistente en que la transferencia de información sencilla es más rápida
desde el hemisferio derecho (RH) hacia el izquierdo (LH) que a la inversa (Marzi et al. 1991). Esto
mismo fue demostrado en Potenciales Evocados Visuales por Saron y Davidson (1989) y Brown et
al. (1994).
Los modelos cognitivos masculinos y femeninos son coherentes con las diferencias anatómicas
sexuales observadas en genu, isthmus y esplenium del cuerpo calloso (DeLacoste et al. 1982,
Hoptman y Davidson, 1994). Ambos factores: hormonales y anatómicos explicarían las diferencias
interhemisféricas (intra-género e inter-género). Sin embargo, considerar que P300 refleja el tamaño
del cuerpo calloso y la eficacia de la transmisión interhemisférica nos parece una condición
necesaria pero no suficiente para ser reflejada por un componente como es P300, que es originado
por generadores corticales fronto-centrales (Squires et al. 1975) y parieto-temporales (Knight, 1997;
Verleger, 1988, Yamaguchi y Knight, 1991) así como subcorticales límbicos hippocampal y
amigdalinos (Knight, 1996) y también talámicos pulvinares (LaBerge, 1990). La eficacia de la
transmisión interhemisférica no es una medida unidimensional, sino que las diversas regiones del
cuerpo calloso presentan diferentes IHTT (tiempo de transferencia interhemisférica) según la
modalidad sensorial estudiada.
El análisis intra-géneros indicó que en los hombres, la condición atendida implica mayor amplitud
de P3 que la condición no atendida (efecto principal de atención) y que presentan una asimetría
funcional por electrodos (E x H). Concretamente, una asimetría funcional frontal derecha
género-específica, que no se da en mujeres.
Respecto al grupo de mujeres, éstas presentaron mayores amplitudes en electrodos posteriores (T,
P, O) versus anteriores (efecto principal de electrodos), en electrodos posteriores en la condición
atendida versus no atendida (E x A) y además, contralaterales al campo visual de procedencia del
estímulo (E x A x H x CV), indicando que para el componente P3 no se dan diferencias
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interhemisféricas en mujeres para un proceso de atención visuo-espacial, a diferencia de lo que
ocurre en el grupo de hombres. Consideramos, por lo tanto, que los varones suelen presentar
mayores amplitudes en el componente P3 en la modalidad visual, en parte debidas a factores
genéticos, neuroanatómicos, neuroquímicos y de desarrollo, pero además, nuestros resultados
sugieren posibles diferencias psicofisiológicas en el propio procesamiento atencional.
Para P3 (395-435) los varones presentaron una asimetría funcional frontal del hemisferio derecho
género-específica para atención visuo-espacial, también presentaron una distribución del
componente con las mayores amplitudes en las regiones centrales (especialmente) y parietales.
Sin embargo, las mujeres no presentaron diferencias interhemisféricas funcionales para atención
visuo-espacial y presentaron sus mayores amplitudes en las regiones temporales (especialmente) y
parietales para este componente.
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Leyenda de las figuras
Figura 1. Se comparan los VERs de hombres y mujeres en la condición atendida en los electrodos
del hemisferio izquierdo (F3, C3, P3, T5) y derecho (F4, C4, P4, T6). La flecha indica la llegada del
estímulo.
Figura 2. Se comparan los VERs de hombres y mujeres en la condición no atendida en los
electrodos del hemisferio izquierdo (F3, C3, P3, T5) y derecho (F4, C4, P4, T6). La flecha indica la
llegada del estímulo.
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