Examen de psicología del pensamiento

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ATAQUE PREVENTIVO A NUESTRO BOLSILLO
[1] El 20 de diciembre de 2007, El Congreso de los Diputados aprobó la pervivencia del
canon digital, con modificaciones que permiten grabar los nuevos soportes digitales y aparatos
tecnológicos. Este gravamen se rige por la última modificación de la ley de propiedad intelectual
que data de julio de 2006 (ley 23/2006 de julio; B.O.E.: 08/07/2006). Esta norma es una de las
más odiadas por una parte importante de los ciudadanos, y tienen buenas razones para ello. Pero
como siempre suele suceder en asuntos polémicos, donde se dan posturas contrapuestas, muchas
veces se argumenta más con el corazón que con la razón, que en el caso del primero se materializa
con el bolsillo lleno, para las gestoras del gravamen (SGAE: sociedad general de autores y
editores), entre 110 y 117 millones de euros anuales (en torno a unos 20.000 millones de pesetas).
Las razones que emanan del estómago suelen ser menos limpias y puras que el resto, por lo que
conviene precisar las ideas en liza antes de valorar esta norma como conveniente o no.
[2] La propiedad intelectual descansa en un principio inequívoco en nuestra sociedad, que
es común a cualquier otro tipo de propiedad: quien quiera utilizarla debe pedir permiso a su dueño,
lo que suele plasmarse con un pago. Este principio debería ayudar a entender de forma clara que el
autor de una obra intelectual debe recibir un dinero por el disfrute por parte de otros de su
creación, del mismo modo que el inventor de un aparato físico, sea un coche o un televisor,
obtiene una remuneración por la adquisición de uno de ellos por otras personas. Por su naturaleza,
eludir el pago de los derechos de autor en la propiedad intelectual es más fácil que en otras. No
resulta económico “copiar” un televisor, mientras que un libro o una película sí. Los avances
tecnológicos han hecho que duplicar cualquier obra tenga, en la mayoría de los casos, un coste
cero. Con el paso de los años, en muchos países se ha promulgado algún tipo de norma
encaminada a compensar las pérdidas importantes que sufren los autores de obras en soporte de
papel o audiovisual. Nuestro país ha optado por el modelo de gravamen más cómodo para la
SGAE y para el Gobierno, y el más injusto para los ciudadanos. Y esta es una de las razones
fundamentales del rechazo que suscita.
[3] El canon digital es una compensación por los ingresos que, presuntamente, dejan de
percibir los autores cada vez que se hace una copia privada, en lugar de comprar la obra original.
Este canon se paga por adelantado, suponiendo de antemano unas pérdidas determinadas.
Hagamos una simple reflexión. Si el canon es para compensar las pérdidas debidas a la piratería,
debemos conocerlas antes de fijarlo, pues de lo contrario no podríamos fijar su valor. Pero lo
curioso es que se fija un valor del canon cuando no se conocen las pérdidas por piratería. La única
conclusión posible es que el canon no es para compensar esas pérdidas.
[4] Además, otra recordatorio importante, lo pagan todos los ciudadanos, hagan o no
copias privadas, esto es, contribuyan o no a esas pérdidas. Estas dos características del canon no
tienen justificación posible. El fijar unas pérdidas a priori que van de 110 á 117 millones de euros
(18.300 á 19.500 millones de pesetas) en lugar de a posteriori, no deja de ser sospechoso, al
observar que las gestoras de los derechos de autor siempre van a estar con sus arcas a rebosar.
Establecer unas cuotas en función de unas pérdidas desconocidas, jurídicamente, resulta
insostenible. Ni siquiera las normas tributarias establecen de antemano la cantidad de un impuesto.
Por ejemplo, en la declaración de la renta, un ciudadano detalla, una vez finalizado el año fiscal, lo
que ha ganado y gastado, y según los baremos establecidos, paga al Estado lo que resulte de ese
cálculo final, pero nunca le recaudan al comienzo del año, afirmando que esa cantidad va a ser la
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que le va a deber. Este rasgo de la norma, el que sea un gravamen sobre la propiedad ajena en
abstracto, es algo indeseable siempre.
[5] La otra característica es, además de rechazable, claramente insostenible. Este canon,
decíamos, para compensar una copia privada, obliga por igual tanto a los que la hacen como a los
que no. Como dicen algunos juristas, 45 millones de habitantes pagan por la potencial, eventual o
hipotética, copia privada que nunca harán, de modo que nunca tantos hicieron tanto por tan pocos.
Con humor, pero con toda la fuerza de la razón, algunos de estos expertos nos dicen: “Imagínese
usted que se le gravan los objetos peligrosos, como los cuchillos de cocina, por el simple hecho de
que se pueda herir accidental o intencionalmente a alguien, de modo que con estos ingresos
previos siempre podremos atender a las personas que sean heridas con estos objetos, y además este
tributo lo va a pagar tanto el que comete el daño como el que no, y por adelantado” ¿Qué
opinaríamos de este canon tan singular? ¿Nos parecería bien? Seguramente no. Pues, por lo
mismo, debemos entender por qué tantos ciudadanos piden que el canon digital desaparezca.
[6] Uno puede decir que todas estas quejas pueden ser razonables o no, pero que esta
norma la ha aprobado por amplia mayoría nuestro Parlamento, que al fin y al cabo es donde
descansa la soberanía del pueblo, de modo que poco más hay que añadir sobre su conveniencia
cuando nuestros representantes la aceptan. Esta es una ley de obligado cumplimiento, nos guste o
no. Muchas leyes no son del agrado de los ciudadanos, pero supuestamente están para contribuir a
una buena convivencia entre todos. Ya sabemos que las normas siempre van en contra de las
libertades individuales, pero ahí radica su esencia, la de obligar a todos por igual para el bien
común. Sin embargo, a esto se puede replicar que a una ley aprobada en el parlamento se le
presupone legalidad, pero no se le presupone equidad. Este último rasgo tan esencial en una ley,
quizás el más de todos obviamente, debe justificarse, pues no es inherente a ella. Una cosa es que
los diputados (nuestros representantes) se pongan de acuerdo en una norma, y otra bien distinta es
que ese acuerdo sea justo o equitativo. De sobra conocemos leyes claramente injustas. El salir
publicada en el BOE no le confiere automáticamente la virtud de ser justa, solo se puede arrogar la
de ser legal.
[7] Una norma de esta clase, que tiene que ver con lo privado y no con lo público (significa
que beneficia a un determinado colectivo, no a la sociedad en general), y que obliga al consumidor
final a pagar por algo, aunque no lo use, es inadmisible. Detengámonos en este absurdo. Si usas un
producto, pagas, y si no lo usas también. Por lo tanto, pagas, hagas lo que hagas. ¿Cómo puede ser
equitativo cobrar por no disfrutar o no utilizar una propiedad? ¿Cómo puede ser justo cobrar
preventivamente copias privadas por si las fueran a realizar o para cuando esto suceda? Lo que
uno no entiende es cómo algo contrario a derecho se aprueba. Cuando uno usa una propiedad
paga, pero nunca paga para cuando se le ocurra utilizarla. Sería para morirse de risa que el
carnicero más próximo nos pasara una facturas de un kilo de carne para cuando la compremos la
semana que viene, o que el quiosquero nos cobrara la prensa del días siguiente, o …. En fin, no
hace falta insistir más en el despropósito de esta norma.
[8] Ahora bien, que nadie haga demagogia con el rechazo que manifiesto al canon,
afirmando que de esto se deduce que me opongo a la propiedad intelectual, o a que se compensen
las pérdidas de los artistas, producidas, por ejemplo, por la piratería. Soy contrario al canon porque
es injusto. Soy contrario al modo en el que se pretende compensar el poder adquisitivo de los
creadores, por mor de las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Pero puedo estar a favor
de que se recauden fondos de manera equitativa, para compensar las pérdidas de las copias de las
obras, siempre que se demuestre la imposibilidad de controlar esta clase de delito. El “café con
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leche para todos”, por comodidad para gobernantes y gestoras de derechos de autor es una medida
que ocasiona ya problemas al sector de los fabricantes y distribuidores. Por ejemplo, un CD/DVD
apenas se vende en las tiendas que le aplican el canon y sí en aquellas que no lo hacen, porque en
estas ese producto se importa de países donde no existe este requisito. De este modo, el gravamen
terminará perjudicando a las empresas que aplican la norma y beneficiando a las que no la aplican.
Esta es una de las perversiones del canon, generar una competencia desleal. Pero esta no es la
única consecuencia, porque el sencillo ripio de protesta: “Ya que me haces pagar, déjame copiar”,
pone de manifiesto que muchos ciudadanos que hasta ahora no copiaban ilegalmente, se sentirán
moralmente libres de hacerlo, con lo que se producirá así un incremento preocupante de la
piratería. Es como si les estemos diciendo, que si les obligamos a pagar entienden que copiar ya es
legal. Esta segunda perversión de la norma agravará aún más esta clase de delitos en nuestro país,
que ostenta la nada honorable marca de poseer uno de los mayores índices de piratería de la Unión
Europea. Hay datos que ponen de manifiesto este problema de manera preocupante, pues desde
que el canon ha comenzado a aplicarse con regularidad en 2003, el fraude se ha disparado. Hasta
ahora, los aparatos y soportes a los que se aplicaba eran unos pocos; con la nueva norma, en la que
prácticamente no queda artilugio multimedia que no se penalice, las consecuencias pueden ser
desastrosas.
[9] Las entidades de gestión de este canon son organismos privados que no están sometidos
a un control por parte del estado, es decir, que ni se sabe cómo se utilizan estas sumas enormes de
dinero que reciben, ni qué parte va a parar a sus asociados ¿Cómo se puede dejar una recaudación
de esta magnitud en un organismo de esta naturaleza y sin control estatal? Esta falta de
transparencia es otra de las razones de la repulsa por muchos a este impuesto. No sólo no es
injusta la norma, sino que además la gestionan entidades privadas sin trasparencia y sin control
estatal. Desde que se ha producido un rechazo público al canon desde diferentes asociaciones de
consumidores y de internautas, se están conociendo datos sobre inversiones de algunos de los
dirigentes de la SGAE, que apuntan a su beneficio y lucro personal. Una recaudación de esta
naturaleza debe estar gestionada sólo por el Estado. Si el canon va destinado a compensar unas
pérdidas de un colectivo de la sociedad, debe recaudarlo y distribuirlo el Gobierno, de modo que
se garantice la trasparencia y el buen uso de esos fondos. Al menos, al Ejecutivo lo puede
controlar el Parlamente, de modo que se puedan pedir cuentas de la gestión de dinero tan
cuantioso como el de este “impuesto preventivo”.
[10] Desde el colectivo de artistas, algunos representantes afirman cosas tan jugosas como
las siguientes: “Si se elimina el canon, muchos podrán perder hasta el 50% de sus ingresos y
algunos caer en la indigencia” ¿De qué estamos hablando, de una obra de caridad o del pago por
un producto? ¿Estamos tratando un asunto comercial o una obra benéfica? Si nos referimos a un
tema mercantil, de pagos por servicios o productos, debemos asumir todo lo que ello implica, que
haya unos negocios que vayan bien y otros mal, o simplemente quiebren. La propia SGAE, en
boca de sus portavoces, nos dice que defienden las copias privadas, porque si no existieran, todas
las descargas de Internet serían ilegales, y te sancionarían por ello, como sucede en EE.UU.
Algunos nos llaman la atención sobre esta contradicción: “Si las descargas son ilegales como
afirma la SGAE, no deberían cobrar un canon por ellas”. Es jurídicamente insostenible decir que
las descargas son ilegales y, a la vez, señalarlas como principal justificación de la existencia del
canon. Como dice otro experto, en nuestro país, sólo son piratas quienes venden discos en el “topmanta” o quienes comercian con ánimo de lucro. Las descargas para uso privado, no. Otro
problema no menor del canon es la doble imposición. Alguien que se descargue legalmente una
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melodía en su móvil está pagando un canon, pero también paga por escucharlo, pues el mismo
móvil está gravado cuando posee la función de MP3/4. Pagas dos veces: al adquirir una obra y al
oírla. No veo por qué no se hace extensivo a los libros, por ejemplo, pagas el canon al comprarlo,
y después al leerlo, si es justo el doble gravamen para el móvil, no veo por qué no ha de serlo para
el libro.
[11] Un argumento muy cacareado en favor del canon por parte de los artistas y gestoras es
que existe en la mayoría de los países de la Unión Europea y que es una directiva comunitaria que
obliga a todos los países miembros. La razón de que casi todos lo tienen se cae por su propio peso,
recurrir a la tradición o costumbre nunca justifica nada, la pobreza existe desde siempre, la
esclavitud existió durante mucho tiempo, igual que el racismo, o que .... y su permanencia a lo
largo del tiempo no les confiere el valor de bueno o deseable. Si es deseable que existan o que no,
será por razones diferentes a la “longevidad”, me parece. Y la afirmación de que es una directiva o
norma europea, simplemente, no es cierto. La directiva europea 2001/29/CE establece la
obligatoriedad de compensar a los autores intelectuales, pero no fija cómo. Y esta precisión viene
muy bien para recordar que no hay nada que cuestionar sobre los derechos de propiedad
intelectual, al menos en términos generales (la SGAE pretende que las bibliotecas públicas paguen
el canon de los libros, pues como lo pueden leer muchos, ya no los compran. En este terreno ya
habría mucho que discutir, pero esta ya es otra historia que exige otros protagonistas). Tampoco
hay nada que oponer a que unos artistas cobren por el trabajo que realizan, como cualquier otro
ciudadano, y si este pago se dificulta, porque las nuevas tecnologías permiten evadirse de él,
quizás sea razonable estudiar una compensación, pero desde luego, no mediante un procedimiento
como el del canon.
[12] Quizás no estaría de más recordar también que esta compensación es por piratería,
esto es, por delito, de modo que no debemos olvidar que el Estado tienen la obligación de luchar
contra él, y si esto supone un impuesto mayor, dadas las dificultades de atajar esta clase de fraude,
quizás no sería necesario ningún gravamen injusto, como el que nos ocupa en esta discusión. En
EE.UU. no existe canon (tanto que emulamos a este país ¿por qué no se hace también en esto?),
pero se persigue el fraude y la piratería con mucho tesón, y parece que no les va mal a los artistas
o creadores. Si el Gobierno trabajara más en esta dirección, y no en la de “templar gaitas”, a lo
mejor, como por arte de magia, se silenciarían las voces provenientes de todas las direcciones,
sencillamente porque ya no sería necesario hablar de canon. Si desaparece el origen del mismo,
que no es otro que la piratería, el impuesto sobra. Un acto delictivo se debe atacar como cualquier
otro, y no con impuestos preventivos, porque no se hacen bien los deberes de luchar contra el
fraude.
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