necesito verte hoy, ya no aguanto más tu silencio

Anuncio
NECESITO VERTE HOY, YA NO AGUANTO MÁS TU SILENCIO. TE
ESPERO A LAS DIEZ EN EL FLASH. TENDRÉ EL LIBRO SOBRE LA MESA.
Sí parece escrito por una mujer, pero a saber; cualquiera se fía en estos tiempos
que corren. Igual hasta es de un hombre de esos que se llevan ahora y que casi no se
reconocen, o de una mujer hacia otra mujer. Pero el mensaje en sí trasluce dolor, parece
un intento de reconciliación a la desesperada. O puede que ni se conozcan aún en
persona, que se prepare una cita de esas de Internet y lo del libro sea más una señal
identificativa que una identificación con la cultura. Tampoco sería de extrañar, que todo
pudiera ser y eso de las citas a ciegas hoy está a la orden del día. Y bien que hace la
gente, que lo peor de esta vida es no vivirla, o sea, aburrirse; y para cuatro días que
vamos a estar aquí no merece la pena pasarse tres bostezando. Por eso mismo el wasap
me dio que pensar. Yo a las diez no tengo nada que hacer. Para esa hora ya habré cenado
y no me arriesgo a encender la televisión un sábado por la noche, puede ser insufrible
además de sintomático de todo lo antedicho. Antes que aguantar programaciones
horteras superándose a sí mismas por abajo soy capaz de lanzarme a una aventura de
este estilo. Por lo menos, acercarme por allí a inspeccionar un poco el panorama. Ese
pub me queda cerca y por salir a tomar una copa no me va a pasar nada. Total, seguro
que más que en casa no me voy a aburrir.
Llego al Flash en un pispás. No es mi ambiente ni mi cita y, aunque excitante, no
es muy propio presentarme aquí así, sin ser invitado. Como mucho ha sido convocado a
la cita mi nuevo número de móvil, nunca yo. Pero en un pub siempre está bien visto
beber. Me acerco a la barra para pedir una cerveza que me justifique algo la
observación. Sigo a oscuras en la cita a ciegas de otra persona. Todo lo que tengo es un
libro; es decir, la pista de un libro, el libro lo tiene ella; si es que es una mujer, que
también eso está por ver. Un libro sin título sobre la mesa de quizás una mujer, qué gran
verdad me ha traído aquí; en menudos berenjenales me meto yo solito. Cerveza en
mano, voy escrutando con discreción los distintos clientes y mesas. Alguna parejas una
pandilla cuarentona, un par de mesas vacías. Un libro, al fin un libro sobre una mesa,
junto al teléfono. Qué detalle en un sitio como este, a estas horas y con esta luz de neón
tan poco propicia para la lectura. Y sí, también una mujer. Y mucho más hermosa de lo
que cabría esperar por su mensaje a la desesperada, el mensaje que he venido siguiendo
hasta aquí a falta de un plan mejor. Parece sacada de los sueños de muchos hombres,
entre los cuales puedo contarme yo. Ella también se nota inquieta, barriendo el local con
la mirada, especialmente atenta a la puerta de entrada. ¿Conocerá de verdad al antiguo
titular de mi nuevo número de móvil o será, definitivamente, una cita a ciegas con todas
las de la ley? Hablando de legalidad, muy lícito no puede decirse que sea lo que hago yo
ahora, suplantando a alguien que no conozco, que ni siquiera sé si es hombre o mujer,
como tampoco sé si la espléndida mujer de la mesa conoce o no a la persona destinataria
del mensaje, aunque se presuponga que sí. Habrá que forzar un poco más la situación.
(…)
Descargar