LA APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA Y LA SUCESION APOSTOLICA

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Jorge Medino Estévez, Pbro.,
Miembro de la Comisión Teológica.
LA APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA Y LA SUCESION APOSTOLICA
INTRODUCCION
RAN PARTEde los trabajos de la Comisión teológica internacional durante
G
el último año de su primer quinquenio, y antes de la próxima renovación
de sus componentes, estuvo consagrada al estudio cuyos resultados pueden leerse en el texto que sigue a continuación.
Nos parece útil hacer algunas indicaciones preliminares, cuya finalidad
es ayudar al lector a captar con mayor exactitud el alcance del texto.
Hay que advertir, desde luego, que este texto no pertenece a la Comisión en
su totalidad,
aun cuando haya sido aceptado en lo que se refiere a sus orientaciones
fundamentales
por mayoría de votos. Fue preparado
en la reunión plenaria
anual
de 1973, pero requería aún algunos retoques destinados a precisar el pensamiento
en algunos lugares, así como a clarificar su expresión. El trabajo fue llevado a término
por el subgrupo encargado, en el seno de la Comisión, de los estudios sobre el ministerio. Así pues, la responsabilidad
del texto definitivo
pertenece a dicho subgrupo.
Enseguida, nuestro texto se presenta como un "documento
king paper").
Eso no es de extrañar.
de trabajo"
("wor-
En efecto, aun cuando pretende ser una expre-
síón fiel de la fe católica, es claro que varios de sus desarrollos constituyen una elaboración teológica y no todos ellos se imponen con el mismo grado de certeza. Por
lo demás, sería imposible redactar un texto tan largo de manera que todos sus enunciados pertenecieran
estrictamente a la fe.
Por último, este texto debe ser considerado
como un ensayo de orientación
doctrinal que se ofrece a aquellos que cultivan la teología en el seno de la Iglesia
católica y que se esfuerzan por lograr una mejor comprensión de lo que representa
el ministerio que se recibe por la ordenación. Se ofrece también a aquellos, católicos o
no católicos, que están comprometidos en un mismo esfuerzo ecuménico.
Como todos los actos que proceden de la Comisión teológica, o de alguna de
sus secciones, la presente publicación se hace con la autorización
de la Santa Sede.
El apoyo que recibe de este modo significa que ella no contiene nada contrario
la fe católica, sin que se canonicen por ello las explicaciones teológicas
como si fueran las únicas posibles.
a
expuestas
INTRODUCCION
SOBRE EL DOCUMENTO
A LA APOSTOLlCIDAD
Un primer vistazo de conjunto podrá facilitar
299
la comprensión del dinamismo
del pensamiento que guió a los redactores. Eée es el objeto de esta introducción, la
que, naturalmente, no compromete sino la responsabilidad
de su autor. Recuerde el
lector, sin embargo, que sólo la lectura atenta del texto mismo le permitirá apreciar
los matices e implicancias de cada elemento aquí mencionado. Hemos tratado
so-
lamente de ser fieles a las preocupaciones que fueron el origen de nuestro trabajo
colectivo y del que fuimos testigos en el curso de los debates y en las etapas de la
redacción.
'"
El "Proemio"
'"
'"
tiene una doble finalidad.
Se trata, ante todo, de determinar los interrogantes a los que debe responder
el documento. Nadie pondrá en duda la actualidad
hace años el problema
de dichos interrogantes. Desde
del ministerio eclesial está en el centro de las reflexiones e
inquietudes de los pastores, de los teólogos, e incluéo del mismo pueblo cristiano. Ello
podría causar admiración si se tiene en consideración la enseñanza del Concilio Vaticano I1 y la doctrina recordada por la Asamblea ordinaria
del Sínodo Episcopal en
1971. Pero el hecho está ahí. Citemos como ejemplo un libro reciente: "Reforma y
reconocimiento de los ministerios eclesiales" ("Reform un Anerkennug kirchlicher Amter"), publicado en 1973 por los Institutos ecuménicos de las Universidades alemanas.
Bajo la rúbrica de "Memorandum",
dicho libro contiene un conjunto de principios que
no son todos compatibles con la doctrina católica, aun cuando un cierto número de
profesores católicos haya participado
en su preparación.
Parece haber tomado como
una de sus líneas directrices la famosa expresión de Martín Lutero: "Die wahre apostolische sukzession ist das Evangelium; wer das Evangelium rein verkündigt,
in der echten Sukzession" ("La verdadera
der steht
sucesión apostólica es el Evangelio; quien
anuncia el Evangelio en su pureza, ése está en la auténtica sucesión"). Estas palabras
son ambiguas: su comprensión depende del sentido que se dé a la palabra
gelio",
"Evan-
así como del concepto de Iglesia que les sea subyacente. De hecho, estas
palabras son comprendidas a veces como si Cristo no hubiera garantizado
por nin-
gún medio eficaz la conservación del Evangelio en su pureza. Sería peligroso permitir de este modo una reducción del sacerdocio católico a las categorías de ciertas
eclesiologías protestantes, como sería también malsano dar la impresión de separar
la Iglesia-institución
del deber de fidelidad
hacia el Evangelio. Nosotros, católicos,
pensamos que la Iglesia y su ministerio forman parte del Evangelio de Cristo, más
aún, que son la prenda de su realización.
En segundo término, el Proemio quisiera establecer una metodología apropiada al tema. Por eso subraya vigorosamente, como lo hizo el Concilio en la Constitución dogmática "Dei Verbum",
la íntima conexión entre los aportes de la Escritura,
de la Tradición y del Magisterio. Repite, una vez más, que la Iglesia no obtiene todas
300
JORGE MEDINA
E.
sus certezas en materia de fe de la sola Escritura. Recuerdo la observación hecha por
uno de nosotros el día mismo en que se votó esta cláusula en la Comisión doctrinal
del Concilio: "Quisiera saber -decía-
con respecto a qué punto podría pretenderse
establecer la certeza dejando a un lado todo apoyo en la Tradición".
Es evidente
que es necesario esforzarse, a través de un método científico riguroso, por comprender la Escritura en su tenor literal; es preciso resistir a las seudo-demostraciones, tan
falaces como seductoras. Pero de ahí a pretender que todo deba reposar sobre los
datos explícitos del texto, so pena de no tener nada de carácter normativo, hay un
abismo. De lo contrario debería decirse (fuera de muchas otras consideraciones) que
los antiguos Padres no comprendieron casi nada de la Escritura ni de la Iglesia, puesto que no poseían todavía, por ejemplo, los instrumentos proporcionados por R. Bultmann... Felizmente la Iglesia existía y profesaba su fe mucho antes del advenimiento
de talo
cual doctor, aunque fuera un S. Agustín, mucho antes del afinamiento de tal
o cual método exegético. La Iglesia no puede aceptar someterse al principio de la
"sola Escritura" sin renegarse a sí misma y sin renegar su comprensión de la fe.
Si hubiera un acuerdo sobre los principios metodológicos, la mayor parte de
las dificultades
existentes entre las confesiones cristianas se resolverían. Pero hay
que reconocer que estamos aún lejos de ello. Si esto no se reconociera, se correría
el riesgo de trabajar
fuente inagotable
en el trabajo
gratio",
en vano o de alimentar
ilusiones que serían finalmente
de sinsabores. Para un católico
es un signo saludable
ecuménico el primer capítulo del Decreto conciliar "Unitatis
una
recordar
redinte-
cuyo título es sugestivo: "Los principios católicos del ecumenismo".
<)
••
••
Los párrafos que siguen al Proemio se encadenan con una coherencia cuyas
líneas fundamentales pueden describirse en la forma siguiente:
El párrafo I expone la apostolicidad
común de la Iglesia bajo el aspecto del
sacerdocio común de los fieles. Una vez más se señala la fidelidad
como la finalidad
al Evangelio
última de la Iglesia, como su objetivo. Pero se señala al mismo
tiempo que para que dicho objetivo
sea alcanzado
en plenitud,
depende de un
instrumento querido por Cristo: el ministerio apostólico. Este ministerio tiene, pues,
una prioridad en el orden de la acción. Son éstos los dos puntos que la fe católica
sostiene conjuntamente, rehusando permitir que uno de ellos se obnubile, so pretexto
de realzar el otro. Esta unión o, si se prefiere, esta tensión, contraria a toda manera
unilateral de mirar las cosas, se expresa en la naturaleza sacramental de la Iglesia.
Si es cierto que la finalidad
que los medios de realizarla
constituyen el "misterio"
última ha sido asignada por Cristo, no lo es menos
han sido también establecidos por EL. Ambos elementos
de la salvación en su etapa terrestre. La Iglesia-comunión
se realiza por la Iglesia-institución.
El párrafo
11es un texto de transición que expone la doble dimensión, a la
vez histórica y espiritual, del fundamento apostólico de la Iglesia. Ni los fundamentos
INTRODUCCJON
SOBRE EL DOCUMENTO
A LA APOSTOlICIDAD
cristológicos ni la permanencia pneumatológica
están indisolublemente
Los párrafos
301
pueden considerarse separadamente:
unidos en la comprensión católica
III y IV desarrollan
los dos temas que acaban de mencionarse.
Se examina allí, primero, el aspecto histórico (párrafo
piritual
(párrafo
IV). Las consideraciones
ya en el interior
del "Nuevo
del ministerio apostólico.
111),y luego el aspecto es-
históricas se aplican
a demostrar
cómo
Testamento" existen elementos que expresan sea la
institución por Cristo del ministerio, sea la tensión fecunda entre dicho ministerio
y la comunidad.
Estos elementos, que se desarrollan
Nuevo Testamento", adquieren
subsiguiente. Su maduración
desviación: el crecimiento
su imagen definitiva
en el curso del "tiempo
en el período
no constituye una ruptura
arbitraria,
del
inmediatamente
menos aún una
homogéneo tiene sus orígenes en el fundamento
puesto
por Cristo y vivido por los Apóstoles y, luego, por los hombres de los tiempos "postapostólicos" (en el sentido en que esta expresión se emplea en el texto). Las consideraciones sobre el aspecto espiritual
ministerio apostólico
muestran, enseguida, que la mediación del
no es en modo alguno una especie de "cuerpo extraño"
viene a interponerse entre Cristo y el creyente. Solamente una profundización
categoría
de "misterio"
o de "sacramento"
que
en la
permite comprender c6mo ni la Iglesia
misma ni su ministerio son una suerte de pantalla
colgada entre Dios y el hombre,
sino que su papel es, por el contrario, el de servir la inmediatez de la relaci6n.
El párrafo
apost6lica.
V trata
de la ordenación
La naturaleza
sacramental
como medio de transmitir
de dicha
transmisi6n
la sucesi6n
es una consecuencia
de la Encarnaci6n: la revelación del Padre no tuvo lugar solamente en palabras,
sino en un ser vivo, Jesucristo. El sacramento sirve de vehrculo al don del Esprritu.
La tradición,
que se remonta al tiempo
mismo del Nuevo Testamento, no conoce
ningún otro modo de transmisión del ministerio apost61ico que no sea la ordenaci6n
sacramental.
El último párrafo
presenta un ensayo de evaluaci6n
de los ministerios que
existen en las Iglesias y comunidades no católicas. Es claro que este esbozo, que se
mantiene en un nivel bastante general,
no podía considerar las numerosas aplica-
ciones concretas propias de cada una de esas comunidades. No lo hace sino con
respecto a las Iglesias ortodoxas y a aquellas que, bajo este aspecto, se les asemejan. La evaluaci6n positiva que de ellas se hace tiene apoyo en la tradici6n
cat6-
lica e incluso en los actos del magisterio. El texto se refiere con prudencia al caso
de la comunión anglicana.
ten en las comunidades
Insiste más sobre el problema de los ministerios que exisprotestantes,
deteniéndose
en el problema
que constituye su médula. Su conclusi6n es matizada:
eclesiol6gico
en parte negativa,
no se puede reconocer, de hecho, a dichos ministerios una equivalencia
nisterio apostólico;
verdadero
porque
con el mi-
pero también en parte positiva, puesto que se les reconoce un
alcance espiritual y una participaci6n
en la apostolicidad
de la Iglesia.
Una evaluaci6n de este tipo no permite la práctica de la intercomuni6n, la que parece
ser hoy día el objetivo prematuro de ciertos ambientes ecuménicos, demasiado sensibles a diversas presiones.
302
JORGE MEDINA
Séanos permitido
E.
resumir en algunas frases los puntos que nos parecen ser
los más importantes del texto cuya presentación se ha hecho.
l.
La apostolicidad
de la Iglesia y la sucesión apostólica son dos realidades dife-
rentes, que sin embargo se implican mutuamente. No basta una "apostolicidad
de doctrina"
para que la Iglesia esté en la "sucesión apostólica".
La fidelidad
al Evangelio debe ser constantemente buscada; pero la sucesión histórica y espiritual
-en
una palabra,
sacramental-
dada a la Iglesia a fin de que la fidelidad
del ministerio, ha sido precisamente
al Evangelio sea en ella auténtica-
mente asegurada, tanto en su doctrina como en su vida.
2.
La existencia de este ministerio apostólico en el seno de la comunidad y frente
a ella es necesaria a la Iglesia no sólo para que haya un "buen orden",
sino
porque ha sido instituido por Cristo, institución que puede discernirse ya en los
Evangelios, que se desarrolló
en el "tiempo
del Nuevo Testamento", y cuya
imagen definitiva aparece con gran claridad en los más primitivos datos patrfsticoso
3.
El único modo conocido en la tradición católica para transmitir la sucesión apostólica es la ordenación, tal como fue practicada
desde los orígenes en el seno
de la Iglesia. La ordenación debe ser conferida en la fe de la Iglesia, y debe
serlo por ministros insertados ellos mismos en su oficio en virtud de una ordenación que siga una línea ininterrumpida.
4.
La exigencia de la ordenación,
realizada
con todos sus elementos fundamenta-
les, es el punto álgido en la discusión sobre el reconocimiento de los ministerios
de las comunidades no católicas. Ella constituye la norma para juzgar acerca
de su equivalencia
con el ministerio eclesiástico de la Iglesia antigua,
conser-
vado en la Iglesia católica y también en las Iglesias ortodoxas y las que se les
asimilan.
5.
No puede plantearse la cuestión de un reconocimiento puramente
los ministerios protestantes como equivalentes al sacerdocio católico.
base de una comunidad en la fe -la
jurídico de
Sobre la
que está lejos de haber sido alcanzada,
a pesar de ciertos acercamientos reales-
será necesaria la ordenación.
Esto,
porque la Iglesia no dispone a su amaño de la estructura sacramental que le
ha sido dada por Cristo y que sirve de vehículo al carisma del ministerio.
4'14'14'1
Esta es la estructura fundamental
vistazo rápido, con la única finalidad
del texto. No hemos hecho sino darle un
de introducir al lector en el texto mismo.
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